El proceso de envejecimiento en la mujer
Irene Roel
Mirta
Sanchez
mlsanche@cybertech.com.ar
Resumen
Desde hace unos años, la mujer se toma así misma como objeto de estudio, muestra de ello son los trabajos feministas, estudios de la mujer y estudios de género. Estos han revelado diferentes modos de construcción de la subjetividad femenina, a partir de la ubicación social de las mujeres en una cultura descripta como patriarcal. Esa herencia indicaba una diferencia jerárquica respecto del hombre y vedados algunos roles que hoy la mujer desempeña, mientras otros eran privilegiados. Con el correr del tiempo el espacio privado va dejando de ser el ámbito exclusivamente femenino, estos cambios también tienen influencia en el envejecimiento de la mujer. El proceso de envejecimiento no está solo determinado por la cronología, ya que también es un hecho social.
La pasividad aprendida, el mandato de estar al servicio de los demás desconociendo sus deseos puede llevar a que en la vejez para muchas mujeres el rol de "abuela" sea el único valorado ya que es el sustituto del ancestral mujer = madre.
Palabras clave: género mujer vejez
*Profesora Adjunta, cátedra Psicología del Desarrollo. Fac. de Psicología de UNMdP. Integrante grupo de investigación sobre el tema vejez.
**Jefe Trabajos Prácticos, cátedra Ps. del Desarrollo. Fac. de Psicología de UNMdP. Integrante grupo de investigación sobre el tema vejez.
El proceso de envejecimiento en la mujer
Desde hace unos años la mujer se toma así misma como objeto de estudio, muestra de ello son diversas investigaciones y producciones como: los trabajos feministas, los estudios de la mujer y los de género. Estos han revelado la influencia de las relaciones de poder entre los géneros en la constitución de la subjetividad femenina. La ubicación social de inferioridad de las mujeres en una cultura descripta como patriarcal, indicaba como vedados determinados roles que hoy la mujer desempeña, así también señalaba otros como privilegiados.
En los diferentes momentos históricos las sociedades elaboran sistemas de interpretación de la realidad, esas construcciones o como lo conceptualiza Castoriadis "imaginario social" proveen a los individuos un sistema de significaciones que les permiten dotar de sentido a su existencia e influye en sus vidas. Estas significaciones varían de época en época, así las categorías masculino-femenino dependen del entorno cultural, no hay una "naturaleza humana" inmutable, si bien ciertos valores ancestrales que hoy podemos considerar prejuicios tanto hacia la mujer como hacia los viejos siguen teniendo efecto.
El paradigma de la superioridad masculina considerado como régimen de verdad estuvo sostenido por el discurso científico, político y filosófico desde hace siglos.
La concepción de la mujer en el mundo antiguo de manera atemperada, aún persiste en occidente. En la mitología griega la primera diosa que aparece es Gea, "la gran madre tierra", quien es la representación de lo femenino, destacándose así la importancia de la reproducción. Siguiendo esa idea, se es mujer, si se es madre, lo femenino está limitado a esa función. La mujer tiene valor porque garantiza la continuidad de la especie, sobre todo de los hombres. En la filosofía griega también encontramos ideas que han servido para legitimar la inferioridad femenina y dar sustento a un patriarcado paternalista y protector. Se ha recurrido a la ontología aristotélica para conceptualizar a lo femenino utilizando la categoría de materia, que tiene connotaciones de lo amorfo de pasividad, y alogicidad. Para Aristóteles la mujer " es" en cuanto aporta un lugar al futuro hijo.
Las mujeres estériles debían volver a la casa paterna por no haber podido cumplir con la exigencia de tener hijos y los hombres estaban obligados a divorciarse de ellas para contraer un nuevo matrimonio que les diere la posibilidad de descendencia.
El lugar determinado para la mujer era de sumisión, no se le reconocían ni sus sentimientos ni sus deseos, no podía elegir, el matrimonio era de incumbencia del padre.
La situación de la mujer en Grecia guarda similitudes con lo que ocurría en el mundo romano.
La óptica masculina era la percepción dominante, esto tenía un efecto de sobre-generalización ya que implicaba dar por válido para los dos sexos el resultado de la investigación en el campo masculino, un ejemplo de ello era suponer que el cuerpo de la mujer no tenía características propias. El hombre es ubicado como jerárquicamente superior respecto de la mujer, y esta diferencia de capacidad es atribuida exclusivamente a la naturaleza. Con los anteriores argumentos, se apela a la autoridad del discurso biológico como en otros momentos ocurrirá con la palabra divina, quedando establecido un dualismo con los siguientes pares que se según se coloquen a la derecha o a la izquierda tendrán un significado jerárquico.
Varón - Mujer
Cultura - Naturaleza
Razón - Sentimiento
Ciencia - Creencia
Público - Privado
Fuerte - Débil
Seco - Húmedo
Fuerte - Débil
La mujer queda del lado de la naturaleza, se le relega el acceso a la cultura, el conocimiento compete al varón, la mujer si tiene alguna palabra es a través de él. También es el hombre quien la legitima como mujer al convertirla en madre, así la noción de feminidad se va construyendo como contrario a la de la masculinidad.
El espacio público es ocupado por los hombres y el espacio privado por las mujeres, quedan diferenciadas dos áreas de poder, para los hombres el poder político, económico y el uso de la razón para la mujer el poder de los sentimientos.
En la Edad Media la iglesia tiene el monopolio del saber y toma de los filósofos griegos concepciones acerca de la sociedad y de las mujeres que considera relevantes para fundamentar el dogma cristiano. Es preciso también remarcar que en ese momento no todos los varones tienen la palabra, ya que el patrimonio del saber lo detenta la Iglesia y el conocimiento válido es transmitido por los clérigos.
El lugar de la mujer se restringe al espacio doméstico que se caracteriza por la generosidad, la entrega afectiva, la receptividad, la capacidad de contención, sumisión y distintas formas de inhibición de la agresividad. Su actividad se centra en el cuidado de los niños, de los hombres y de los enfermos o viejos de la familia. Se afianzan de esta manera los roles de madre, esposa y ama de casa que serán el modelo al que toda mujer deberá adecuarse.
Por muchos años la mujer no pudo dedicarse al arte, ni ingresar a profesiones ni a tareas fuera del ámbito hogareño, es por lo mismo que no llega a ser económicamente independiente.
En la Edad Moderna como efecto de la Revolución Industrial ocurren cambios en la estructura social, ya que se requiere que mujeres y también niños trabajen, se va a producir un pasaje caracterizado por la entrada de las mujeres al espacio público.
La idea de la superioridad del hombre con respecto a la mujer causada por una "naturaleza humana"inmutable fue sostenida también por el discurso científico. Un médico alemán Paul
Moebius hacia el 1900 publicó un libro "La inferioridad mental de la mujer", donde afirma que la mujer es fisiológicamente deficiente, él aclara que lo suyo no es un juicio de valor sino una verificación científica resultado de un análisis riguroso. De su análisis y de los estudios realizados por otros científicos de la época deduce lo siguiente: La naturaleza le marca a la mujer su función, que es la maternidad, por lo tanto debe someterse a ella. Solo así será amada y aceptada por el hombre. Las mujeres que utilizan la escasa inteligencia que poseen se desvían de la naturaleza femenina o son degeneradas. Dice el autor que en lo que se refiere a lo corporal la mujer está entre el niño y el hombre, lo mismo sucede en muchos aspectos en lo mental. Relaciona el tamaño del cráneo con el cerebro y según estudios de las circunvoluciones cerebrales se podría avalar la inferioridad de la mujer. Aunque estas ideas nos parezcan grotescas este discurso plagado de ideología todavía impregna de manera enmascarada formas de pensar actuales que a veces se hacen visibles en forma de chiste.
El concepto de género introducido por Money para describir las conductas atribuidas a hombres y mujeres permite entrever como a través de la educación y del proceso de socialización se van inculcando pautas, creencias, valores, actitudes y sentimientos diferentes a niñas y varones. Gran parte de las características que diferencian a hombres y mujeres se deben a patrones culturales. Existe una constitucionalidad diferente para cada sexo, pero esta diferencia plantea una complementariedad y no una oposición.
Últimamente cada vez más se va operando un cambio importante en el desempeño de los roles esperados para el hombre y para la mujer. El designio tradicional para las mujeres de: madre-esposa-ama de casa y en a la vejez: abuela-o cuidadora, se cuestiona aunque genera conflictos.
Los mandatos sociales para la mujer son primero fundar y cuidar su entorno familiar, luego el desarrollo profesional. Los mitos de que "la mujer se realiza a través de la maternidad" o "que el lugar de la mujer es su hogar" siguen operando con eficacia.
El valor atribuido a la maternidad, también está sustentado hoy día por el discurso médico, los avances de la medicina permiten superar la esterilidad por distintos medios de fecundación asistida para seguir sosteniendo el ideal de mujer = madre.
A partir de que el espacio doméstico deja de ser su área exclusiva, la mujer se despliega su acción en diversos campos educativo, artístico, científico y hace incursiones en la política entre otras actividades.
De todas maneras la educación de los hijos sigue siendo en gran medida ingerencia de la mujer y a pesar de los cambios a la niña se la educa con mayores restricciones y responsabilidades que a los varones. Espacio público y maternidad no son fácilmente conciliables, en muchos casos las mujeres ven restringidas sus posibilidades laborales por ser madres, varios estudios indican que el mundo laboral sigue principalmente bajo control masculino en lo que respeta a cargos jerárquicos y a mayor salario.
¿Qué ocurre en la vejez?
El envejecimiento es un proceso que no está solo determinado por la cronología, es una condición social y un proceso individual. El curso de la vida implica pérdidas y duelos que es preciso elaborar para poder vivir el presente sin quedar atrapado en lo que se fue.
El rol de pasividad aprendido, el mandato de estar al servicio de los demás desconociendo sus deseos puede llevar a que en la vejez el rol de "abuela" sea el único valorado ya que es el sustituto del ancestral mujer = madre. Puede que ese sea también el rol que el entorno familiar privilegia y demanda que se cumpla desconociendo las posibilidades de otros proyectos para la mujer que envejece. La vejez es para algunas mujeres el tiempo de realización de sueños y deseos postergados, es el momento de poder ocuparse de si mismas, en otras el efecto de los prejuicios incide de tal manera que no se sienten con derechos de desarrollar sus potencialidades, ubicándose en un lugar de resignación.
Los cambios corporales que experimenta la mujer que envejece inciden en su imagen y requerirán una reformulación del concepto de sí misma y una modificación del lugar que ocupa en la familia y en los grupos de pertenencia. Este proceso singular en algunas llevará a la aceptación de los cambios, otras desmentirán las marcas del tiempo buscando lo que esté a su alcance para no ver lo inevitable y para otras el camino puede ser la enfermedad.
Las arrugas, las canas, la lentitud y otras señales del envejecimiento pueden ser para muchas mujeres un fantasma horroroso, sobre todo porque el modelo vigente devalúa el cuerpo viejo haciendo que aparezca la decepción por no poder cumplir con el ideal. Cuerpo y envejecimiento relacionados generan conflictos, ya que la moda indica "parecer más joven", privilegiando la imagen y lo superficial en desmedro de la interioridad.
Sabemos que no hay impedimentos biológicos para que una anciana pueda vivir plenamente su sexualidad, también sabemos que para el amor no hay edad, pero esto no siempre es aceptado. Para la mirada social la vieja enamorada es casi loca, "ya no tiene edad para eso" la sexualidad y la locura se asocian, negando la posibilidad vivificante del amor y del placer sexual en la vejez.
Qué le está permitido y qué prohibido, cómo es vista, y la identificación que haga o no, con esa mirada será fundamental para la vivencia de su vejez.
Las distintas prácticas discursivas, vehiculizadas en muchos casos por los medios de comunicación en lugar de facilitar una apropiación simbólica por parte de las envejecentes más bien las alienan, ya que las significaciones que circulan acerca de la vejez son principalmente negativas. La apropiación que cada una realice dependerá de las representaciones ofrecidas, pero también, de la propia historia y de los diferentes factores de intermediación. En este sentido los grupos a los que la mujer que envejece se incluya, pueden atemperar los efectos del imaginario social siendo soportes de su identidad y favoreciendo una mejor asunción de su nuevo lugar.
BIBLIOGRAFÍA
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