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Número 8 - Agosto 2001

La intervención en catástrofes sociales
Del horror .... a la simbolización

Diana Singer
dsinger@elsitio.net

Graciela Macotinsky
fridman@conicet.gov.ar

Carlos Pachuk
carlos_pachuk@sinectis.com.ar

La escena

A las 9,53 del lunes l8 de julio de l994, una bomba destruyó por completo la sede central de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) y de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), las dos entidades más importantes de la comunidad judía argentina. El balance del ataque terrorista se conocería recién a fines de ese mes: 86 muertos y más de 300 heridos. Veintiocho meses antes, otro atentado había desmoronado la Embajada de Israel en la Argentina, dejando un saldo de 30 muertos y 200 heridos. No se encontraron culpables. Así los argentinos nos convertimos por primera vez en blanco del terrorismo internacional.

Al estallido siguió el desconcierto. A éste, siguió el caos: la avalancha de voluntarios demoraría no menos de cinco horas en ser contenida. Las operaciones de rescate comenzaron a las diez y cuarto. Las primeras ambulancias, patrulleros y carros de bomberos llegaban al lugar. Media hora después se confirmaban las primeras dos muertes. Al final del día serían decenas. Los tres hospitales más cercanos se vieron colmados de víctimas. Unas 500 personas se congregaban frente al Centro Cultural Marc Chagall, sede provisoria de la AMIA para preguntar por familiares y amigos que no aparecían. Los canales de televisión transmitieron ininterrumpidamente las escenas del horror, durante 12 horas. Decenas de pedidos de baldes, guantes, sueros, medicamentos. Marchas y contramarchas, órdenes y contraórdenes. Paulatinamente, se controló la llegada de la muchedumbre que ofrecía colaboración, y a veces interfería en las tareas de rescate. Espontáneamente muchos psicoterapeutas se acercaron en esos días a brindar ayuda y asistencia. La confusión era de tal magnitud que algunos afectados eran atendidos por varios profesionales al mismo tiempo. El abordaje psicoanalítico de las situaciones de catástrofe social y sus efectos resulta ineludible ya que la violencia golpea exponencialmente, provocando fracturas en los conjuntos sociales con el inevitable correlato de catástrofes psíquicas.

Escuchemos esa violencia también presente en las afirmaciones de Angélica, vecina de la AMIA: "Estoy rodeada de cabecitas negras, de edificios tomados, de la fábrica que está al lado. El edificio fue construido por uno de la colectividad que hizo una estafa y se fue a Israel y entonces vinieron estos negros que se juntaron con peruanos y bolivianos. Son un desastre. A todos estos hay que ponerlos contra el paredón, a las mujeres habría que darles vuelta la matriz, ni siquiera las inundaciones se los llevan, usurparon las bodegas Giol...". Múltiples interrogantes surgen frente a este discurso: ¿lógica binaria? ¿momento de una neurosis traumática? ¿restitución paranoide? ¿identificación con el agresor? El aforismo "Hombre, lobo del hombre" insiste en ella. La renuncia pulsional se fisura.

"No matarás alude a una prohibición intensa, no es necesario prohibir lo que nadie desea en el fondo, puesto que esto se excluye por sí mismo. Precisamente la acentuación de este mandamiento, -señala Freud (1930)- nos demuestra con seguridad que descendemos de una interminable serie de generaciones de homicidas, en cuya sangre anida el deseo de matar, que quizás también se encuentra en nosotros. Las aspiraciones éticas de la humanidad, son adquisiciones ganadas en el curso de la historia humana..." que imaginarizan el ideal.

Cuando el ideal cae, el horror se devela. La escena encandila, deja paralizado e inerme al espectador que pierde su capacidad simbólica.

Vemos en esa imagen fragmentos de nuestro propio cuerpo despedazado, ocultos detrás de cada escombro. La pretensión de neutralidad debió colocar entre paréntesis, nuestra propia escena.

El equipo y sus vicisitudes.

Un mes después del atentado, una organización judía internacional de ayuda solidaria auxilia a la AMIA y propone una dirección para el programa de asistencia psicológica a los afectados. Esa conducción designa diferentes coordinaciones, una de ellas para organizar el equipo de atención a las personas mayores de 60 años. A diferencia de otros, este grupo no fue constituido con voluntarios que acudían ante la convocatoria de la dirección del programa. La coordinadora invitó a participar a representantes de las áreas gerontológicas de diferentes instituciones de la ciudad, con quienes tenía una relación profesional previa. A medida que el número de demandas aumentaba y lo hacía necesario, ya que cada terapeuta no debía atender más de dos afectados, incorporó nuevos profesionales. Algunos no trabajaban en la especialidad pero se valorizó para su inclusión que hubieran transitado situaciones de duelo. Consideraba imprescindible haber atravesado la experiencia de dolor, desde la teorética (1) o desde la vivencia personal. Organizó este grupo con la idea de componer una membrana de paraexcitación que permitiera la elaboración de la situación traumática que inexorablemente íbamos a dramatizar. En las primeras reuniones cada uno de los integrantes recibió la lista con los nombres, teléfonos y direcciones de todos, una propuesta realizada con anterioridad por un miembro del equipo sobre la asistencia psicológica en emergencias médicas, y un escrito con el encuadre de nuestro trabajo dentro del programa general. Contenía consideraciones acerca del dispositivo, de la modalidad de registro en forma de crónicas y también algunas especificaciones teórico-técnicas.

Recortemos este documento:

..."todos los viernes llamará al teléfono XX avisando a quién atendió y cuántas veces, ya que estos datos deben presentarse el lunes en la reunión general de coordinadores. Las crónicas de los pacientes se entregarán todas las semanas en la reunión de equipo...

...Acerca de las crónicas. Estas deberán ser un relato vivencial de cada entrevista y se atenderá especialmente el contexto en el que viene asociada la demanda. Debemos recordar que nuestra tarea tiende a producir simbolización allí donde no la hay, ligar el hecho traumático a otros de la historia previa, respetando la teorización subjetiva y teniendo en cuenta que está operando la transferencia en un tratamiento de tiempo limitado. La formulación del encuadre temporal será establecida rápidamente en cuanto se pueda hipotetizar sobre la frecuencia.

Recordamos que los tratamientos durarán de 2 a 4 meses, y si bien según la situación están contemplados los re-contratos, se trata de evitarlos.

Más que nunca el terapeuta deberá abstenerse de las alianzas que ideologizando obturen el trabajo elaborativo..."

Realizábamos los encuentros en una institución psicoanalítica –cuyo organizador emblemático es la paridad entre sus miembros, hecho que no nos fue ajeno- si bien la conducción del programa había recomendado efectuarlos en la sede provisoria de la AMIA. Con los mencionados papeles y un lugar comenzó a armarse el soporte y la envoltura para protegernos de la intensidad de las situaciones que atravesaríamos. Era importante la distancia del epicentro del estallido. Nos encontrábamos semanalmente para trabajar durante dos horas, con una forma organizativa que llamamos de reflexión clínica. Al poco tiempo agregamos una hora más opcional para la supervisión de los casos cuya dificultad así lo exigiera. La coordinadora decidió que ella no prestaría asistencia directa a los afectados, reservando para sí la supervisión y conducción del equipo. Durante las reuniones, elaboramos una estrategia para el abordaje. Considerábamos fundamental sostener un encuadre estricto. Por un lado para ofrecer un continente firme que sirviera de borde a tanta desorganización espacio-temporal. De esta manera se trataba de imprimir un orden que permitiera restablecer el sentimiento de continuidad quebrado por el acontecimiento traumático. Por el otro, servía también para contener a los terapeutas en su función, de la que era fácil deslizarse por su alta implicación en el campo. Todas las intervenciones clínicas se registraban en crónicas y las reuniones del equipo en actas.

Elaboramos algunos recursos técnicos como por ejemplo, usar el plural cuando brindábamos elementos cognitivos para facilitar la recomposición de las situaciones autoconservativas. La intención era diluir y concentrar sobre la Institución los efectos de la transferencia. La prescripción de abstinencia naturalmente jaqueada por el acontecimiento, nos obligaba también a rehusarnos a demandas que, buscando un beneficio secundario, pudiesen haber contribuido a cristalizar en los afectados el lugar de víctimas. Por ejemplo, no otorgamos certificados en relación a hechos que considerábamos, si bien encadenados con el traumatismo, ajenos al daño producido por la catástrofe. También nos vimos en este espacio abocados a elaborar circunstancias difíciles porque el estallido de la bomba y sus esquirlas, fragmentó también la dirección del programa en el que estábamos incluidos. El texto de nuestro trabajo se iba produciendo imbrincado en los hechos a medida que sucedían. AMIA era el gran involucrado-afectado y los autovendajes que realizó para preservar su supervivencia, obturaron algunas de sus arterias grandes y pequeñas y simultáneamente astillaron múltiples apoyos que, desde adentro y afuera de la institución, se colocaron para impedir su inmensurable desmoronamiento. Las actas nos sirvieron como organizadores de la tarea, rescatándonos a través de metabolizar en el espacio de reflexión-simbolización, la confusión en la que por efectos contra-transferenciales y conflictos intra-institucionales, muchas veces nos sumíamos.

Trabajando en clínica

Contrariamente a lo que el resto de los profesionales del Programa pensaba, suponíamos que los afectados añosos no iban a presentar desbordes sintomales que pusieran en peligro sus vidas. Nuestra hipótesis se fundamentaba en conceptualizaciones propias acerca del hecho que estas largas existencias se hallaban ya habitadas por pérdidas anteriores y situaciones traumáticas que habían generado una merma de la porosidad yoica (2). Explicábamos la inquietud de nuestros colegas porque los sabíamos implicados en el imaginario social que deposita sólo en los viejos la proximidad de la muerte.

Nos planteamos los siguientes objetivos en la intervención terapéutica:

a) Restablecer las funciones yoicas. Nos ofrecimos como prótesis de los aparatos psíquicos de los afectados, desorganizados por la intensidaddel impacto recibido. El objetivo era brindar un soporte transitorio para resolver situaciones ligadas a la supervivencia.

b) Favorecer la catarsis en la que se transparentaba la ruptura de lazos asociativos y la incidencia de factores ligados al encadenamiento traumático. La abreacción no sólo es expulsión de lo intolerable, condensa en sí misma un trabajo de memoria, a través del vínculo emocional asociativo, que movilizando aquello que había quedado cristalizado, restablece la continuidad en el yo.

c) Ligar la excitación pulsional para capturar, en la simbolización, la energía que de otra manera circularía libremente, lastimando el suceder psíquico.

d) Poner en marcha el proceso de duelo encauzando el pasaje del anonadamiento traumático a la historización simbolizante.

Pero ¿cómo capturar la pulsión de muerte puesta en acto por el ser humano? Tal vez éste sea el punto de anclaje de los tiempos del trauma, más que el acontecimiento sorpresivo, caótico y terrorífico en sí mismo.

El hecho que la idea y la acción destructiva sea orquestada por el hombre mismo, apañado por otros, potencializa el horror que atañe a la indefensión en su forma más pura.

Así fue el dolor.

El acto terrorista dañó cuerpo, mente y pertenencias de los afectados. En un primer momento muchos caminaron sin rumbo, otros se paralizaron sin entender lo que estaba sucediendo y algunos sólo atinaron a volver a sus casas o a buscar en algún lugar a sus seres queridos. De diferentes maneras trataban de establecer espontáneamente alguna ligadura que permitiera recuperar el sentido perdido. Tal como ocurrió con la institución, cada yo procedía a autovendajes desordenados, tratando de evitar el drenaje producido por la violenta efracción que había sufrido.

Rosita, que pocos minutos antes había estado con su hija frente a AMIA, salió corriendo a buscar a su marido a quien encontró varias horas después. Frida que trabajaba cerca, gritaba desesperadamente el nombre de su esposo (muerto en el atentado) mientras se dirigía hacia la AMIA, cayendo luego en una amnesia parcial, de la que sólo se recuperaría en el tratamiento. Pedro salió de los escombros cubierto de polvo, caminó preguntando por el subte e intentó pasar el molinete sin cospel hasta que alguien se acercó y lo ayudó. Cuando llegó a su casa en estado confusional, se abrazó a su mujer llorando: "Lloré por primera vez en mi vida; me quedé sin palabras". Desorganización, impotencia, indefensión, inundan el pensamiento e impiden la simbolización. Anestesia afectiva o intenso dolor psíquico, a veces un estado de tristeza y angustia ilimitada emanan del cráter provocado. El sujeto no puede disminuir la intensidad de las emociones producidas y se siente impedido de todo acto o reacción que permita su elaboración. Se produce así una sensación de vacío que pone en peligro la supervivencia de la vida psíquica. Pareciera que súbita y definitivamente hay una ruptura con algo -ora el cuerpo entero, ora el vínculo con un ser querido- que regulaba la armonía del psiquismo. Se pierde el sentimiento de continuidad. El yo está traumatizado; entró en estado de shock. El sentido que esta situación adquiere para cada uno y la posibilidad de enlazar representantes psíquicos con los que ligar el suceso, permitirán mantener la persistencia del aparato. Cuando ésto se ve imposibilitado, la invasión de la excitación lleva a intentos fallidos de descargar el remanente de angustia en forma compulsiva (pesadillas y actos automáticos por repetición de la vivencia traumática, etc.). Así lo decía Pedro de 68 años: "Sueño y ando a las trompadas, me agarra desesperación y ando a los manotazos". "Es ahora, no es de antes". Pedro tuvo dos infartos previos.

El primero después de la muerte de un hijo, del segundo dice: "Por hacer esfuerzo". "Yo los dolores los tengo, los siento, me agito mucho, cuando levanto el brazo me duele...". "Más de noche, cuando me acuesto, me empieza a trabajar (señala la cabeza). No es que pienso en el atentado, pienso más en los problemas del trabajo. No puedo trabajar, tengo que cumplir con la gente y eso me pone nervioso". Pedro se encontraba en la AMIA para efectuar un trabajo. Varias semanas después relata que cada vez que escucha un ruido hace el gesto de cubrirse la cabeza con los brazos, como expectante de que el techo pueda caérsele encima. No soporta los sonidos fuertes y se irrita con mucha más frecuencia que antes. Durante su infancia, el padre alcohólico lo golpeaba sorpresivamente y Pedro asumía esa misma posición al intentar defenderse de su violencia. Cuando la terapeuta encadena ambos acontecimientos, Pedro asocia con la conmoción que le produce la indefensión de los niños ante la violencia de los adultos y conjetura acerca de los probables autores del atentado y la falta de punición de esos hechos. El sufrimiento cruel que se padece, en muchas ocasiones resuena en traumas antiguos jamás elaborados. El duelo y la pena que se sienten es la actualización del amor y el odio por el dominio de aquel que, abusándose, lo ha traicionado. Otro terapeuta nos relata una entrevista domiciliaria. "Encuentro a Samuel sentado a la mesa del comedor, su rostro deforme impresiona. Parece normal desde la derecha, por el contrario el lado izquierdo es la expresión misma del trauma: tiene una parálisis facial, un ojo entrecerrado y sin vida, una profunda cicatriz a la altura del lóbulo temporal con pérdidas de partes óseas". En esta cara bifronte coexisten la imagen del "yo-horror" (3) de un hombre cercano a los 70 años, con la del horror criminal que produce la ruptura del contrato narcisista con aquella sociedad que debería protegerlo.

El pacto denegativo (Kaës, R. l991) emerge a través de la violencia que estalla en ese rostro mutilado.

Podemos pensar que lo verdaderamente traumático es aquello que no encuentra palabras para hacer relato; siendo impensable queda en el orden del no ser, del agujero, de la no representación. El atentado pertenece a esta categoría. Enmarcado entre el horror y la muerte, el silencio de la impunidad coarta la continuidad de la memoria, lleva a la instalación del trauma, obtura el proceso de simbolización y por ende, el trabajo de duelo. Sobre este vacío puede armarse una fallida cadena representacional donde el terrorista es semantizado como un padre terrible, cuyo anonimato lo hace omnipresente, la víctima ocupa el lugar de la castración radical y el sobreviviente es una especie de cómplice obsceno, un espectador del cuerpo despedazado. La culpa, en estos casos, puede ser la expresión de un deseo inconsciente de muerte que da cuenta de la ambivalencia pulsional. "Sentí tanto odio porque estaba vivo". También surgen posicionamientos culpógenos en los que quedan vivos, manifestados por ejemplo, en este diálogo: "Vos no sabes lo que es pasar por esto", dice un sobreviviente a una viuda con un dejo de reproche. Ella replica: "Vos no sabes lo que es pasar por esto", en el mismo tono. Si el conjunto social, sustrayendo significantes, no genera la posibilidad de producir pensamientos, tiempo después el acontecimiento traumático puede también originar episodios somáticos cuya gravedad dependerá de la resignificación del desvalimiento originario articulado con la historia vital del sujeto. Fue parte de nuestra labor como conjunto, procesar los significantes que insistían en la escucha para poder subrayar una modalidad en las intervenciones. Aún así sabíamos que enfrentados con la tragedia asumíamos algo de lo irrmediable, algo del orden de la castración radical.

Hacia la simbolización

Contábamos con un nombre: Afectado. Nombre que aludía a una condición. Palabra que permitió comenzar nuestro trabajo. Así se había inciado un proceso de ligadura en tanto quedaba establecida una primera cadena: Afectado - Horror - Terrorista. Este horror es un movimiento del alma que conlleva estremecimiento y temor, claves a las que apela el terrorista para anonadar al otro, negarle el ser, transformarlo en nada. Su figura inasible lo ubica en amo absoluto que ejerce una crueldad sin límite, satisfaciendo la pulsión de dominio en su forma más perversa. La simbolización implica la ligadura entre dos representaciones o la relación entre el afecto y un conjunto representacional. Es un proceso que incluye una dimensión temporal. Su punto de llegada sería una reestructuración de las posibilidades del sujeto, el punto de desvio sería un llamado a la repetición en el síntoma. "Lo que es susceptible de interpretación simbólica no es susceptible de interpretación asociativa"5. La interpretación simbólica es una especie de lengua fundamental (4) que emana del espacio transindividual6 y encuentra sus metáforas en el espacio transubjetivo7 del psiquismo. Cabalga en esos espacios colectivos, tendiendo a un cambio en el nivel de las representaciones, hacia una nueva configuración de símbolos. La simbolización entonces, proviene de la sociedad a la que se pertenece y se subjetiviza en cada uno de sus integrantes. Se produce por un trabajo de memoria en el que se intrincan el acontecimiento y el sentido que éste adquiere para el psiquismo, entretejiéndose con la lengua fundamental. Su consecuencia sería la modificación del régimen de circulación de energía en oposición al estancamiento sintomal. Para realizar una labor de simbolización tal como la que exige este momento: "Mi hija no murió..., la mataron", es esencial que el sujeto soporte la angustia que provoca la discontinuidad durante el pasaje de una representación a otra, momento de gran intensidad afectiva. Aquí resulta muy importante el apoyo como recurso terapéutico, acompañando el analista en empatía las emociones que emergen. Salomón, para evitar que su esposo se entere del atentado y la muerte del hijo, cortó la luz de su casa durante tres días. Actuaba reproduciendo en el interior de su pareja, una modalidad que asoló el país: la interceptación de los procesos históricos que generando un vacío pone en jaque el proceso de simbolización. ¿Cómo se instauró en el imaginario social este atentado? Retornan marcas de hechos que intentaron ser sepultados en la negatividad: Holocausto, Plaza de Mayo l955, fusilamientos de León Suarez y de Trelew, dictadura militar, desaparecidos, terrorismo, terrorismo de estado, guerra de Malvinas...

Hechos que insisten en el discurso de María: "Acá en el '55 volaron un micro lleno de chicos y nunca se hizo nada. Rojas habrá muerto con la conciencia negra. Me acuerdo cuando bombardearon Plaza de Mayo, yo tenía 20 años, murió un vecino mío, lo tengo p resente. Y cuántos murieron, lo tengo presente. La Plaza de Mayo es como la AMIA...". Este relato evidencia que una simbolización lograda debería transitar acompañada de la aceptación de verdades históricas. La deconstrucción del discurso en las situaciones de catástrofe social permite iluminar los diferentes espacios de los que emana. Cuanto más severa es la patología previa, más desprovista de símbolos y metáforas será la narración de la escena.

Recordemos cómo el mundo maniqueo y despiadado del terrorista surge en el discurso de Angélica que transcribimos en las primeras páginas, en una apelación al padre terrible de la horda: "... ponerlos contra el paredón... darles vuelta la matriz...". Señalar esta semejanza no implica aceptar el mecanismo de dilución de la culpa, en el que por una sofisticada operación discursiva, el victimario se apropia del lenguaje de la víctima en un deliberado intento de homologar ambos discursos. Si bien el trauma necesita para su elaboración de la palabra simbolizante, requiere también del recuerdo para poder significar los agujeros en la historia. De esa manera, frente a la desmentida deberíamos construir una teorización que se subordine a la ley. El orden perverso contenido en la historia invisibiliza las condiciones de producción del discurso terrorista, intentando transformarlo en una catástrofe natural. De esta manera obstaculiza el desarrollo de una significación compartida y entorpece la elaboración individual. El mismo efecto produce la impunidad en tanto anula la categoría de culpable. Dijo un afectado: "Lo que más me angustia es que de esto no se va a hablar más". Este fue el motivo de consulta dos meses después: "Cuando vi lo que pasaba con las investigaciones sentí que estaba solo"

Una vez concluido el trabajo asistencial y finalizada la actividad del Programa, este equipo en su totalidad, decidió seguir reuniéndose.

Aparecieron historias personales en relación al Holocausto y a la Represión Militar en el país. Durante este período un miembro del equipo consiguió por primera vez, leer la correspondencia de sus padres con familiares asesinados en los campos de concentración del nazismo; otros, evocaron la muerte de seres muy queridos, padres, hijos. En esos momentos nuestras reuniones de trabajo revestían un elevado clima emocional, algunos quedaban desconectados, otros angustiados, pero también fue posible que alguno escriba un cuento donde reparaba en el orden simbólico la fractura de la continuidad generacional provocada por la dictadura militar.

En el equipo asistencial se hacen visibles y dramatizan los efectos de la catástrofe que deben ser comprendidos y metabolizados en un trabajo permanente de reflexión y simbolización.

Para concluir:

La intervención en situaciones de catástrofe social desafían al psicoanalista a considerar fronteras e intersecciones que se establecen entre los diferentes espacios representacionales que constituyen al sujeto. Las voces de la memoria toman la forma del odio y los testimonios que se desprenden pueden llegar a ser inimaginables. Trabajar en la devastación producida nos lleva a arbitrar nuevos recursos para paliar la catástrofe psíquica. Catástrofe que ocurre porque a la pérdida y su dolor, se suman la afrenta que inflige al yo el desapuntalamiento social y el fracaso de las redes imaginaria y simbólica que precipitan la ruptura de la continuidad psíquica. Estalla el sentimiento de mismidad.

La escucha y las intervenciones psicoanalíticas facilitarán recuperar esa continuidad y sepultar lo irremediablemente perdido. Permitimos así la circulación de la corriente psíquica para que el acontecimiento pueda insertarse en el decurso temporal, y seguir transitando hacia nuevos sentidos que den libertad a la vida.

NOTAS

(1) Laplanche, J. La cubeta. Trascendencia de la transferencia. Amorrortu Editores. Bs. As. l987.

(2) Singer, D.- "La crisis y sus vicisitudes". Teoría y clínica de las Configuraciones Vinculares. Actas del Congreso, Tomo I, junio de l99l. Bs. As. Argentina.

(3) Singer, D.- "Dorian Grey y la transubjetividad". Actas de las 1º Jornadas Nacionales de FAPCV. Mendoza, Argentina. Mayo de l993.

(4) Laplanche, J.- "Castración, Simbolización". Problemáticas 2. Citando a Freud en la interpretación de los sueños. Amorrortu Editores. Bs. As. l968.

BIBLIOGRAFIA

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Equipo de Atención a Adultos Mayores del Programa de Asistencia los afectados en el atentado a la AMIA. Bs. As. Argentina, l994. "Crónicas de la asistencia y actas de las reuniones del Equipo". "Terrorismo, Trauma y Simbolización". Jornadas Anuales de la A.A.P.P.G. Bs. As. Argentina, l996.

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Ventrici, G.- "Los grupos fundamentalistas". Revista de Psicología y Psicoterapia de Grupo. Nº 17, Año 2, l994.

Vulijscher, S.- "El por qué de este programa". Inédito.

RESUMEN

Las intervenciones psicoanalíticas en situaciones de catástrofe social son cada vez más frecuentes, dado que la violencia golpea exponencialmente fisurando la renuncia pulsional a la que obliga la humanización. Estos hechos conllevan a un inevitable correlato de catástrofe psíquica que los autores definen. Se conceptualiza acerca de las características que frente a la ruptura de la continuidad psíquica adquiere la escucha y las intervenciones. La simbolización dibuja las intersecciones entre los diferentes espacios representacionales que constituyen al sujeto. Se acentúa la necesidad de un permanente trabajo de reflexión y simbolización en el equipo terapéutico para que la tarea sea posible.

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