Muerte digna en la vejez
Haydée Andrés
Trabajo presentado en el Congreso de Gerontologia Y Geriatria. (SAGG) . 2013
Así como en la vida que cada uno tiene la propia, también cada uno tiene su propia muerte. Aunque en la vida se atraviesen los mismos hechos y padecimientos y cada uno procesa todo lo que le ocurre de manera personal y única, también así es la muerte personal y única.
Siempre pensé si uno pudiera armar la vida de una persona sólo conociendo como fue su muerte, seguro que no se equivocaría. Pienso que ese momento es un momento condensado de lo que la persona fue y es. Sólo hay que saber darle lectura.
Creo que la muerte, cuando no es provocada, ocurre en el momento oportuno para esa vida: ni antes ni después. Y ese momento está fuera o excede nuestro manejo. Y ese momento está lleno de sentido para esa vida. Ese momento y no otro. Por eso pienso que modificar o alterar ese instante es introducir un obstáculo en la dinámica de la vida. A veces simplemente porque no comprendemos o rechazamos la idea que la vida transcurre en un lapso de tiempo que hay que respetar. Porque ese es el lapso para el cual se está preparado.El morir en la ancianidad nos da la posibilidad de completar la vida y desembocar en el fin de ella, casi con naturalidad.
Ya se han venido haciendo los desprendimientos naturalmente. Esos desprendimientos simbolizados en las cosas concretas, por ejemplo, la distribución de las pertenencias cuando ya no esté, pero que tienen su correlato emocional.
También con estos desprendimientos se cumple esa condición tan humana que necesita el hombre, que es la necesidad de trascender: trascender en otros. No solo en el sentido de lo espiritual, sino en el aspecto humano.: “Que mi vida sierva para otros”: hijos, discípulos, los que están al lado. “Que tomen mi posta hasta donde yo he llegado, y que la continúen”.Este irse desapegando de la vida física, posiblemente en un anciano, ya viene realizándose desde hace tiempo. Este es el proceso de duelo, que si bien hay que hacerlo a todo lo largo de la vida, en este período que comienza con el retiro laboral, es central. Para eso, la naturaleza ofrece la función de la reminiscencia, para poder procesar y restaurar el equilibrio psicológico y poder reciclar la vida antes de entregarla.
Así no es una vida cortada sorpresivamente, sino una vida elaborada y reciclada con el sello personal. Es una vida y una muerte con IDENTIDAD: “es la mía”.
Para poder hacer todo este proceso en el final – si no ocurrió un poco antes- es necesario estar lúcido. Por eso el tema de los medicamentos que obnubilan. A veces las personas allegadas tienen miedo a este momento porque piensan que si “no se dan cuenta es mejor!”
Aquéllos que han enfrentado todo lo que tuvieron que vivir en la vida, esos querrán también ser protagonistas del propio morir, y no dejar el morir en manos de otros o que le sigan manteniendo la vida por no querer que partan.
¡Qué tranquilidad, paz y amistad con el fin de la vida, con la muerte, cuando uno oye decir, como oí no pocas veces: “¡Mire Doctora: para mí, cartón lleno con la vida. Yo ya viví todo lo que tenía que vivir. Le saqué jugo a la vida, tengo hijos buenos, nietos, bisnietos, así que me voy tranquilo. No quiero ninguna maniobra para prolongar mi vida”.Desde ya que esto no significa no estar triste, llorar. Pero nos da la posibilidad de agradecer, despedirnos y expresar todo nuestro afecto. También de pedir perdón de perdonar!!! ¡Uy! Qué alivio! Esto es la muerte digna.
Pero como dicen algunos gerontólogos, se envejece como se ha vivido durante toda la vida. Y si uno fue neurótico durante toda la vida, también tendrá una muerte neurótica.
El silencio es el tóxico, que envuelve este acto humano.La muerte no es una enfermedad, por lo tanto no es un hecho médico, por lo tanto no hay que medicalizarla. La muerte es consustancial a la vida: sin ella no hay vida. Porque con esconder y no querer mirar este evento de la vida negamos la vida misma.
Estamos mucho más vivos cuando miramos y pensamos en nuestra propia muerte. No debemos separar la muerte de la vida, porque entonces la vida no es vida… Y no es que si nos planteamos esto vamos a estar tristes y que esto es mala onda. Totalmente al revés! Si nos lo planteamos nuestra vida es más viva, nuestra energía de vivir y de vida está a pleno, y nuestra buena onda despejada al máximo.
La muerte es un evento: para algunos, un instante. Pero el morir es un proceso, proceso que abarca toda la vida. Si entendemos este proceso por el “duelo”, sí, les diría que debemos atravesar la vida procesando duelos. Porque sólo así se la recorre con posibilidad de realización personal, de despliegue de todas las posibilidades con que contamos, de enriquecimiento.Esto es igual a cerrar lo que ya no es vigente hoy y concentrar toda la energía, recapturada del cierre, para aplicarla al presente, al hoy. O mejor, al aquí y ahora.
Quiero traer acá lo escrito por la Dra. Kübler-Ross, psiquiatra suiza, que ha poco ha muerto en Estados Unidos donde vivía. Dice: “No podemos disfrutar de la creencia que nuestra vida es mucho más abarcativa de lo que nosotros pensamos; que nuestra vida humana consta de dos aspectos: uno de desarrollo en este cuerpo físico y en nuestro pasaje por la tierra. Y el otro aspecto de nuestra vida es sin el cuerpo, un aspecto espiritual”.
Esta teoría de que nuestra vida es más amplia y que tiene estos dos aspectos lo extrajo de su trabajo clínico con niños enfermos oncológicos, que fue su trabajo de toda la vida: junto a los que estaban marcados por la muerte. De esas experiencias, de lo allí visto y oído , tomó parte de lo que transmitió en su tarea de asistencia y docencia, y en sus escritos de varios libros.
Esta tarea profesional, la de asistir y acompañar a los pacientes en este tránsito, en este pasaje, le develó este “misterio”.
En los ancianos, la muerte parece que ocupara el lugar que nosotros, con nuestra lógica, le asignamos. Y si observamos la vida vemos que hay cambios evolutivos que dan cuenta que estos cambios nos ayudan para prepararnos al tránsito, a preparar y resolver el duelo de la vida; hacer un cierre de la vida ya vivida.Entre estas adquisiciones está la REMINISCENCIA: función psicológica que va a permitir hacer el cierre, con un balance de lo transcurrido en la vida, un aumento de la estima personal. Sí, esto se hace necesario, refrescando momentos de satisfacción y logros.
Para entregar la vida se hace necesario reciclarla, y esta función es la que nos ayuda y acompaña.
Un aspecto muy importante es el de las personas que los acompañan, que generalmente están muy angustiadas, sintiendo ganas de escapar de esa situación. Si pudiéramos procesar esta angustia y aceptar que estamos acompañando en la última oportunidad que la vida de este ser querido nos da, podemos en este tramo, despedirnos, agradecerle. También perdonarle y pedirle perdón. ¡Qué momento, qué espacio de riqueza y qué aprovechado para quedar saldados!
Esto es morir como un Ser Humano, con la dignidad que requiere nuestra naturaleza de Personas. Esto deja en los que así acompañaron, una sensación de cierre natural y no dramático. Y deja en la psicología de los más pequeños, la posibilidad de un acercamiento a la muerte con naturalidad.Todo esto no es desde la teoría. Es posible desde la práctica si no lo entorpecemos nosotros con maniobras que creemos más técnicas, más científicas, más médicas, creyendo que este momento es de la medicina.
Todos nosotros tenemos conocimiento de alguna anécdota de muertes que circularon por este carril: acompañada, despidiéndose, tranquila, sin estertores y sin dramatismo.
En muchos casos el morir se transforma en el hecho más sobresaliente de la vida de una persona. Se lo recuerda más por cómo enfrentó la enfermedad y la muerte, de por cómo vivió. Y si valoramos este hecho como sobresaliente, nos da la razón de su vida, que hasta aquí quizá no habíamos reparado.Los profesionales es mucho lo que debemos aprender: a aceptar, a realizar duelos. El importante duelo es el de no creernos que somos nosotros los que podemos agregar vida en el curso del devenir de la enfermedad, y aceptar que nuestro enfermo viejo, el día que él decide, se muere. No sentirnos heridos en nuestro narcisismo por esto, creyéndonos fracasados o frustrados: el morir del paciente es con lo que tenemos que contar cuando comenzamos a transitar juntos el camino de su enfermedad.