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Número 29 - Julio 2012

La vejez, un duelo injusto

Manfredo Teicher
fredi@fibertel.com.ar

Los problemas de la vejez comienzan con el rechazo que produce su imagen.

El destino (objeto significativo que reina en el fantástico Olimpo de todo sujeto) le ha jugado una cruel jugada por la cual su orgullo narcisista clama venganza, creando un sordo y doloroso resentimiento, un duelo difícil de elaborar.

En el mito de Narciso, éste es un hermoso joven que con su sola presencia, fascina a todos.

Este deseo es más bien prohibido por imposible, para el adulto mayor.

El deber es resignarse a disfrutar de lo permitido posible. Evitar que ese duelo normal (la depresión) se convierta en un duelo patológico (la melancolía)

Es conveniente que un narcisismo sublimado logre controlar los caprichos de un narcisismo perverso.

La longevidad introduce serias contradicciones en la relación de pareja, la familia y la sociedad.

Los sistemas de prevención social se ven superados. El ocio que podría ser bien aprovechado, abre mas bien la puerta de la depresión, favorecida por la pérdida del poder de seducción que la juventud posee sin esfuerzo ninguno y por el rechazo social que conduce a la impotencia económica.

No por casualidad, la franja etaria de los adultos mayores exhibe el mayor porcentaje de suicidios.

Compararse con lo que a uno le gustaría ser y comparar la realidad con lo que le gustaría que fuese, produce un dolor que no es fácil de soportar. Aceptar las limitaciones, enfrentar la frustración intentando superar las limitaciones dentro de lo posible, lleva al esfuerzo de cambiar lo que me gusta ser y hacer, por un cuidadoso juicio de realidad respecto a lo que me conviene ser y hacer (o, más bien, debería llevarlo)

La depresión es sana, necesaria y conveniente. Implica poner los pies en la tierra, trabajar y estudiar, observando las expectativas de los otros en lugar de pretender someterlos a sus caprichos. Esfuerzo y reflexión, camino de reparación y de adaptación a la comunidad.

La melancolía es inconveniente y perjudicial, camino de la envidia, de la destrucción y de la muerte, pero más fácil y cómodo que la depresión, ya que si nada sirve, ningún esfuerzo vale la pena ni es necesario, aunque todo esto resulte más doloroso.

La diferencia entre depresión y melancolía depende de la tolerancia, o no, a la frustración.

El problema consiste en cómo vencer la resistencia de un ser vivo, inteligente, a vivir. La vida, que tardó millones de años en aparecer, se defiende, pero la inteligencia humana a veces prefiere la muerte.

Fortalecer el deseo de vivir y ayudar a disfrutar de ello, es la tarea que la terapéutica reclama.

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A medida que la edad avanza, se va imponiendo el deterioro físico del cuerpo, herramienta fundamental en la existencia de una persona.

Las variaciones individuales suelen ser insignificantes o llamativamente importantes, lo que no deja de ser motivo de competencia (respecto a quién está más o menos favorecido por el destino) lo que generalmente influye en la autoestima.

En la vejez (tercera o cuarta edad) es prioritaria la atención que reclama este aspecto de la salud

Debería prestarse especial atención a la prevención primaria de la salud: higiene, ejercicios físicos, alimentación, para atrasar en lo posible lo inevitable.

Abandonar los "vicios" no es fácil pero la droga (lo que incluye el tabaco) el alcohol, y todos los que el sujeto conoce, si bien suelen provocar placer en el momento, pero culpa después, acortan la vida y la hacen más difícil de lo que es.

La culpa es una forma de miedo. Miedo a ser castigado de alguna forma. Sea por tener la convicción de hacer algo que repercute negativamente en el organismo, (tabaco en pulmón; alcohol y/o drogas, en hígado y mente; dieta insalubre, exceso de grasas, de hidratos de carbono, de bebidas y/o comidas excitantes). No todos pueden (acentuando nuevamente al factor social de la enfermedad) pero, de ser posible, es conveniente disponer de un médico clínico que conozca a la persona, con su historia clínica y someterse a una revisión general cada tanto.

Más que mencionar este importante (casi fundamental) aspecto de la salud, no es competencia del psicoanálisis vigilar una conducta higiénica, equilibrada, sana, para cuidar la herramienta fundamental que un sujeto tiene: su cuerpo y con él, al administrador natural de ese cuerpo y su relación con el entorno: su mente.

Convivencia, competencia, dependencia. Tres aspectos que el narcisismo impone a la vida social.

Todos queremos ser ricos y famosos. Muy pocos lo logran. Obligando al resto a elaborar la envidia y/o los celos consecuentes.

No hay momento en la vida en que no se presente la frustración. La tolerancia a la frustración es una virtud que depende de las series complementarias para desarrollarse y evitar que la respuesta violenta se presente, cerrando un círculo vicioso de frustración y rabia. Por lo menos, es de desear que la respuesta vengativa por la frustración surja lo más atenuada posible. Generalmente va encauzada hacia las licencias que la cultura ofrece a través del grupo humano: la guerra, los genocidios, o, sublimando en el deporte, el arte y la ciencia. No cabe duda que la energía que genera la frustración, sublimada, permite y alienta el progreso, para bien y para mal.

Si antes, uno/a había sido premiado por el azar y ha tenido el privilegio de poder presentar una imagen admirada y envidiada por los demás, pudiendo darse el lujo de desempeñar literalmente el mito de Narciso (hacerse desear, aparentar una autosuficiencia y rechazar todo intento de contacto) esto es cada vez más difícil al paso de los años.

Y ante los primeros síntomas que señalan la pérdida del poder de seducción, la frustración se va convirtiendo más o menos rápidamente en una peligrosa tendencia a la melancolía. La vida comienza a perder sentido.

La desesperación puede llevar a su víctima a buscar una defensa en conductas perversas y/o psicóticas. Que aceleran y empeoran la situación,

Al llegar a esa situación, recuerda una de las frases célebres que la cultura popular ofrece: "la suerte de la fea, la linda la desea". Pero hay que reconocer que no es por suerte, sino que, posiblemente, la "fea" tuvo que adaptarse a su destino y aprender a disfrutarlo, que la "linda" vivió privilegiada pero ahora no está preparada para enfrentar la inevitable frustración.

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