Envejecimiento Productivo:
Los aportes de las personas mayores a la familia y la comunidadIvana Miralles
mirallesivana@yahoo.com.arResumen
El propósito de este trabajo es reflexionar sobre la actividad productiva de las personas mayores y su valiosa contribución al desarrollo familiar y social. Se presenta el paradigma del envejecimiento productivo y sus diferentes dimensiones en la vida cotidiana de los adultos mayores destacando a su vez, la conformación de redes de apoyo social como proveedoras de oportunidades ocupacionales en la vejez. Finalmente, se hace hincapié en el reconocimiento del potencial productivo de las personas mayores como un factor influyente en el bienestar y la calidad de vida.
Palabras clave: Actividad productiva, personas mayores, contribuciones cotidianas.
I. INTRODUCCIÓN
Asistimos a un hecho demográfico inédito en la historia de la humanidad: el envejecimiento poblacional. Los procesos de industrialización, urbanización y modernización social, junto a los enormes avances tecnológicos, científicos y sanitarios han provocado la disminución de las tasas de natalidad y mortalidad las cuales, acompañadas por el incremento de la esperanza de vida, se han constituido en las dos fuerzas causales de este nuevo y revolucionario fenómeno a inicios del siglo XXI. En América Latina se estima que para el año 2025 habrá alrededor de 98 millones de personas mayores y, para el 2050 este grupo etario constituirá el 23,4 % de la población total de la región, es decir, prácticamente uno de cada cuatro latinoamericanos será una persona adulta mayor. En el caso de Argentina, considerado el segundo país más envejecido de la región después de Uruguay, se registra en el último censo del a ño 2001 una población total de 36.260.130 personas, de las cuales 4,9 millones pertenecen al grupo de personas de más de 65 años de edad, lo que representa el 13,5 % de la población.
Ahora bien, el envejecimiento como fenómeno sociológico ha sido definido tradicionalmente por elementos negativos. Se lo asocia, casi automáticamente, con un contexto social caracterizado por la inactividad, improductividad y dependencia condicionando de este modo el rol social de las personas mayores. Así pues, gran parte de los estudios gerontológicos se realizan desde un enfoque asistencialista y excluyente de la vejez, centrándose en el impacto y las consecuencias alarmistas que tendrá el acelerado envejecimiento de las poblaciones en cuestiones de salud, previsión social, modificaciones de la fuerza de trabajo en el mercado laboral, en fin, aspectos que relacionan al conjunto de las personas mayores con el espacio de la carga presupuestaria y social, el retiro, las pérdidas y la ruptura de vínculos sociales.
No obstante, la esperanza de vida cada vez más alta1 y las mejores condiciones físicas y mentales de l os adultos mayores para continuar trabajando, el retiro obligatorio del mercado laboral a una edad temprana, la crisis de solvencia económica que han atravesado en las últimas décadas las instituciones que brindan servicios a los adultos mayores, entre otros factores, han dado cuenta de un grupo importante de la población que habiendo alcanzado los 60 o 65 años, umbral de edad que establece arbitrariamente el cese de la vida laboral y el inicio de la vejez, continúan o desean continuar realizando una variedad de actividades productivas y contribuyendo significativamente al desarrollo y bienestar de la familia y la sociedad. En este sentido, el propósito de este trabajo es reflexionar sobre la situación actual de las personas mayores desde una perspectiva de análisis diferente, reconociendo su potencial productivo como un rasgo que ha sido invisibilizado en nuestra sociedad y, al mismo tiempo, ha favorecido a reforzar los estereotipos y reduccionismos que colocan las necesidades asistencialistas de los adultos mayores por sobre sus aportes cotidianos a las personas que los rodean y a la comunidad en la que viven.
La falta de reconocimiento de dichas actividades productivas se debe en parte a la creencia socialmente compartida que considera que el trabajo y la vejez son realidades opuestas o difícilmente compatibles (Moragas Moragas, 1998). Sin embargo, reconocidos especialistas en la temática (Sánchez Salgado, D.; Sánchez Martínez, M.; Bazo, M. T., entre otros) cuestionan la equivocada asociación entre productividad y empleo remunerado y destacan la importancia de valorar las capacidades y contribuciones de las personas mayores a la sociedad, con un criterio más amplio que el de productividad en términos estrictamente económicos. Sí observamos con detenimiento las experiencias asociadas a la vejez en los actuales contextos de cambio, nos encontramos frente a un sector de la población con una esperanza de vida superior a la de generaciones precedentes y con una enorme vitalidad, cuya actividad en el mercado laboral ha finalizado al cumplir la edad establecida para el retiro formal pero sus condiciones personales los motivan a seguir activos y productivos.
Por lo tanto, es preciso reconocer la variabilidad y diversidad de intereses, características y experiencias que influyen en la forma en que se envejece. Estas consideraciones son importantes sí se pretende mejorar la calidad de vida de las personas mayores dado que, el respeto a sus derechos y el reconocimiento de sus contribuciones son fundamentales para alcanzar una vejez plena.
II. EL PARADIGMA DEL ENVEJECIMIENTO PRODUCTIVO: LAS PERSONAS MAYORES Y SUS CONTRIBUCIONES DESDE LA COTIDIANIDAD
La actividad productiva en la edad avanzada es un tema relevante y de gran actualidad que ha sido introducido en la literatura gerontológica por el Dr. Robert N. Butler, a principios de la década de 1980. Según este autor, por envejecimiento productivo debe entenderse "la capacidad de un individuo o una población para servir en la fuerza de trabajo remunerada, en actividades de voluntariado, ayudar en la familia y mantenerse independiente como sea posible" (Butler, R., 2000). No obstante, en trabajos de investigación desarrollados por Bass, S., Caro, F. y Chen, Y. (1993) se ha propuesto una concepción más amplia del término, definiéndolo de la siguiente manera: "El envejecimiento productivo es cualquier actividad desarrollada por una persona mayor que produce bienes o servicios, sea remunerada o no, o desarrolla capacidades para producirlos".
Desde este punto de vista, el enfoque del envejecimiento productivo hace referencia al concepto de productividad en su sentido amplio, entendiéndose como el conjunto de beneficios colectivos que las personas mayores consiguen a partir de sus acciones individuales (Caro, F. y Sánchez, M., 2005); es decir, la productividad apunta al "hacer con sentido", que puede no necesariamente referirse a la esfera de la generatividad económica. Contrariamente a otras perspectivas de análisis como el envejecimiento "activo", "saludable" o "exitoso", que hacen hincapié en las acciones que realizan la personas mayores teniendo como principal objetivo el beneficio individual, como es el caso, por ejemplo, del ejercicio físico o de estimulación cognitiva, el envejecimiento productivo apunta a la contribución social de las personas mayores y a la satisfacción de necesidades sociales de importancia2. Por lo tanto, contribuir es la esencia de este enfoque y la clave para comprender el concepto de productividad desde este paradigma.
Los adultos mayores participan activamente en una diversidad de ocupaciones de la vida cotidiana colaborando notoriamente en las dinámicas diarias de la familia y la comunidad que los rodea. Así por ejemplo, una gran cantidad de personas mayores desempeñan alguna tarea remunerada como la costura, el cuidado de enfermos, la docencia, la producción artesanal, el comercio o la profesión que han realizado a lo largo de su vida. Otros tantos, realizan actividades poco frecuentes, cuyo trabajo realizan de manera voluntaria, con fines solidarios. Entre estas actividades se pueden señalar el apoyo escolar, la colaboración en roperos comunitarios, trabajo en capillas e iglesias y talleres artesanales. Un número importante de personas mayores jubiladas inician nuevos oficios o desarrollan sus propios microemprendimientos, deciden estudiar una carrera, hacer cursos de especialización o finalizar el ciclo escolar que debieron postergar durante los años de trabajo. Además de una enorme cantidad de abuelos que cuidan a sus nietos u otros familiares enfermos y colaboran con las tareas domésticas, que van desde cocinar hasta realizar una huerta para el consumo familiar.
Así pues, las dimensiones del envejecimiento productivo son numerosas entre las personas mayores, pudiendo especificar cuatro grandes grupos de aportes: el trabajo familiar-doméstico, el trabajo voluntario en la comunidad, el trabajo remunerado y las actividades educativas-culturales:
El trabajo familiar doméstico
Se agrupan todas las actividades no remuneradas que implican el mantenimiento y cuidado de la casa, quehaceres domésticos desde cocinar y lavar la ropa hasta realizar quintas y jardines, los trámites y compras de alimentos y el cuidado de nietos, bisnietos u otros familiares así como también, la transferencia de saberes, oficios y conocimientos a las generaciones más jóvenes. Es importante destacar el valioso aporte de las personas mayores, especialmente el papel de las mujeres mayores, en su rol de cuidadores tanto de los nietos como del cónyuge o de otros familiares dependientes, por ser una tarea que contribuye al bienestar del grupo familiar y que no ha adquirido la visibilidad que merece. La situación de la mujer adulta mayor en la familia requiere de esta reflexión especial por dos razones concretas, por un lado, la elevada supervivencia actual de las mujeres de edad avanzada se ha convertido en un factor claro de feminización de la vejez lo que hace que el rol del cuidador primario del cónyuge y la viudez sean más probable en este grupo y, por otro lado, las tradicionales diferencia de género han asignado a las mujeres su función en el ámbito doméstico, haciendo cada vez más evidente el papel que cumplen muchas mujeres mayores en la reproducción cotidiana, ideológica y material de los hogares actuales.
El trabajo voluntario en la comunidad
Abarca las diferentes formas de servicios o ayudas ofrecidas gratuitamente en favor del bienestar de la comunidad. Se trata de una actividad dirigida a otros, beneficiando a individuos, grupos y a la sociedad en su conjunto que, generalmente, está relacionada con la participación en organizaciones barriales, comunitarias, gubernamentales, religiosas, educativas, entre otras. Ser voluntario es importante porque implica una tarea que requiere dedicación, responsabilidad y compromiso social, que sirve a las personas a sentirse útiles, además de generar satisfacción por la colaboración prestada en sí misma. Además, en este tipo de tareas, las personas mayores pueden elegir los tiempos y las formas de prestar un servicio voluntario.
El trabajo remunerado
Comprende las actividades que las personas mayores realizan a tiempo total, parcial, a largo plazo o esporádicas a cambio de un ingreso. En muchos casos, el trabajo que realizan los adultos mayores jubilados es una continuación del que han venido realizando durante gran parte de su vida laboral, optando por dedicar menos cantidad de horas diarias a su labor. En otros casos, los adultos reorientan su vida laboral luego de la jubilación, desarrollando nuevos oficios, microemprendimientos o "trabajos puentes" (Doeringer, P., Sum, A. y Terkla, D., 2002) en los cuales generalmente se tienen en cuenta las experiencias previas y saberes adquiridos a lo largo de la vida productiva. Asimismo, el trabajo remunerado entre las personas mayores puede tratarse de una actividad generada por cuenta propia, es decir un autoempleo, o un empleo para terceros. Cabe destacar que, debido al tipo de condiciones y remuneraciones que perciben por su trabajo, la gran mayoría de las personas adultas mayores se ubican en el sector informal del mercado de trabajo, lo cual evidencia la vulnerabilidad de su situación y la falta de reconocimiento de sus derechos en esta etapa de la vida.
Las actividades educativas-culturales
Agrupa todas las formas de participación en actividades de capacitación y transferencia de conocimientos, experiencias y habilidades. En este sentido, las personas mayores son depositarias de saberes populares, tradicionales y regionales por lo que, desempeñan un papel fundamental en la transmisión intergeneracional de sus saberes. Asimismo, muchas personas participan en programas educativos formales (como es el caso de las Universidades para la Tercera Edad, las Escuelas de Oficio, o diferentes programas de capacitación para adultos mayores) interesadas en incorporar nuevos aprendizajes. Cabe destacar que, desde la perspectiva del envejecimiento productivo adoptada en este artículo, la participación educativa por parte de los adultos mayores es productiva cuando fortalece su habilidad para contribuir a la sociedad mediante el voluntariado, el trabajo remunerado, la participación política, entre otras actividades (Bass y Caro, 2001).
Las diferentes formas en que se manifiesta el envejecimiento productivo reflejan la riqueza de las contribuciones cotidianas, tan necesarias y trascendentales para el desarrollo y bienestar familiar y social. No obstante, es importante señalar que, el enfoque del envejecimiento productivo no intenta ser aplicable a todas las experiencias de envejecimiento y no pretende promover la actividad de las personas mayores sólo por el fin de seguir manteniéndose activas en la vejez. Lo que le interesa al envejecimiento productivo no es la obligación de participar sino las oportunidades para hacerlo, los ámbitos y las repercusiones de esa participación (Caro, F. y Sánchez, M., 2005).
En este sentido, es necesario tener en cuenta que existe una serie de factores, individuales y sociales, que influyen en el desarrollo de actividades productivas en la vejez. Así pues, es preciso considerar que el envejecimiento es un proceso dinámico que se presenta de manera diferencial según el género, el nivel socioeconómico y educativo, el contexto social, el estilo de vida y el impacto de los acontecimientos histórico sociales que afectan el curso de la biografía personal, haciendo de la vejez una experiencia diversa que dista mucho de ser una realidad homogénea. Asimismo, las circunstancias del entorno macrosocial de las personas mayores pueden favorecer o inhibir las oportunidades de desarrollo productivo. De este modo, las políticas y programas gubernamentales, comunitarios o privados dirigidos a este grupo de edad resultan trascendentales para conocer los espacios y las oportunidades ocupacionales que brindan a la población envejecida.
III. LA IMPORTANCIA DE LAS REDES SOCIALES COMO PROVEEDORAS DE OPORTUNIDADADES OCUPACIONALES EN LA VEJEZ
Las personas mayores establecen redes de apoyo social que favorecen el desarrollo de actividades productivas y el reconocimiento de sus potencialidades durante la vejez. Las relaciones e intercambios que se generan en la redes cumplen un papel fundamental frente a las necesidades ocupacionales de las personas que pretenden mantener la actividad que venían desarrollando antes de jubilarse o participar en nuevas tareas productivas, constituyéndose en un mecanismo común en este grupo etario.
De este modo, las redes sociales en las estrategias ocupacionales de las personas mayores permiten distinguir dos tipos de vínculos: formales e informales, y un conjunto de transferencias o intercambios de orden material, emocional y de servicios, que se presentan de forma interconectada. Las redes informales están centradas en las relaciones que las personas mayores establecen con su entorno más cercano, integrado por los familiares, amigos y vecinos del barrio y reúne un componente afectivo esencial mientras que, las redes formales o institucionales están basadas en la interacción con organizaciones estatales, privadas o comunitarias. Con respecto a estas últimas, Dabas, E. (1995) señala que, las redes comunitarias que surgen alrededor de una institución son determinantes como medio de contención y pilares de apoyo en la vida de muchas personas. Mediante sus procesos internos de diagnósticos, las comunidades están en condiciones de determinar sus necesidades lo que implica el reconocimiento de las personas mayores como protagonistas de su propia vida, con capacidad de transformación histórica y ubicados en su contexto geográfico.
A través de los diferentes intercambios, las redes de apoyo social cobran un valor significativo en la calidad de vida de las personas mayores en la medida en que pueden brindar la oportunidad de continuar participando activamente en tareas productivas además de constituirse en un elemento de seguridad, protección y bienestar personal. En este sentido, es importante que los adultos mayores no sólo sean reconocidos como receptores de servicios sino también como proveedores de apoyos materiales, afectivos e instrumentales, basados en la experiencia y la sabiduría que han adquirido a lo largo de la vida, desempeñando un papel protagónico en el fortalecimiento de los vínculos intergeneracionales al interior de la familia y la comunidad.
Nuevos roles familiares y transferencias intergeneracionales
Sin duda, el desplazamiento de los umbrales de supervivencia hasta edades cada vez más longevas impacta en la estructura y el comportamiento familiar permitiendo una mayor coexistencia de generaciones en las familias actuales. Según estudios realizados por la CEPAL (2003) uno de cada cuatro hogares de América Latina tiene entre sus miembros al menos un adulto mayor. Cabré (2000) utiliza el término de verticalización de la familia para explicar el aumento del número de generaciones emparentadas por vínculos de filiación directa al generalizarse el linaje de tres generaciones de supervivientes y hacerse extensivo incluso, el de cuatro generaciones.
No obstante, a pesar de los cambios y transformaciones que presenta hoy la estructura familiar, la solidaridad familiar intergeneracional continúa siendo prioritaria. Estos vínculos parentales son fundamentales en el escenario actual del envejecimiento así como también las diferentes formas de intercambios que se establecen entre las generaciones familiares. Asimismo, el modo de integración de los adultos mayores al grupo familiar dependerá en gran parte de la valoración y atribución de roles que los otros miembros familiares le asignen así como del grado con que ellos lo asuman. En este sentido, la función del abuelo como cuidador de sus nietos es un vínculo que se basa tanto en la frecuencia del contacto como en la voluntad de asumir esa tarea.
Carmen Triadó (2005) plantea que el ser abuelo es una parte importante del ciclo de vida para muchos adultos, tanto como experiencia personal como por su impacto en otras personas. La autora señala que, el papel de los abuelos como cuidadores de nietos depende de diversos factores como por ejemplo, que ambos padres trabajen fuera de casa, que los abuelos vivan en el mismo hogar que los nietos, que se trate de una familia monoparental, que los padres estén ausentes, entre otros. Actualmente, la incorporación de las personas mayores al hogar de alguno de sus hijos adultos es una de las situaciones más frecuentes donde juega un papel fundamental el factor económico. De este modo, el anciano convive con sus nietos, donde es más evidente la asunción de manera voluntaria o no de su rol de cuidador de los niños constituyéndose en muchos casos en una estrategia de supervivencia familiar.
Simultáneamente a esta función de cuidadores, existe una diversidad de ayudas e intercambios entre las personas mayores y el resto de la familia. Según Meil (2004) la red familiar funciona como capital relacional de reserva que, de acuerdo a las necesidades, puede activarse para resolver los problemas a los que se tiene que se hacer frente en el curso de la vida. Así pues, en la vejez se produce un mecanismo de compensación, siguiendo la norma de reciprocidad y ayuda mutua entre los miembros de la familia, que supone que los intercambios sean valorativos, normativos y se rijan por valores morales.
Lo anterior permite agregar que, las relaciones de sostén y transferencias que se forman a través del transcurso de la vida, tienen un impacto significativo en la vejez, contribuyendo notablemente en la calidad de vida de las personas mayores. Asimismo cabe destacar que, en la mayoría de los casos, estos intercambios hacen visible el papel que cumplen muchas mujeres de mayor edad en la reproducción cotidiana, ideológica y material de los hogares, convirtiéndose en un mecanismo efectivo y recurrente en la conformación de las familias actuales.
IV. EL RECONOCIMIENTO DE LA CAPACIDAD PRODUCTIVA EN LA VEJEZ Y SUS IMPLICANCIAS EN EL BIENESTAR Y LA CALIDAD DE VIDA
La actividad productiva es uno de los factores influyentes en la calidad de vida de aquellas personas mayores que se encuentran ocupadas en tareas productivas o desean continuar desarrollando una actividad luego de su jubilación. Al respecto, Rowe y Kahn (1997) afirman que un individuo debe cumplir tres criterios para envejecer saludablemente: baja probabilidad de enfermar y de sufrir discapacidad por enfermedad, alta capacidad física y cognitiva y, compromiso con la vida, manifestado por las relaciones interpersonales y la actividad productiva. La concreción de este ideal implica asegurar la disponibilidad de elementos objetivos relacionados con las necesidades cotidianas de los adultos mayores tales como la seguridad de ingresos, el acceso a servicios sociales y sanitarios, el fortalecimiento de las redes de apoyo social, entre otros, así como también de elementos relacionados con intereses estratégicos de la vejez como son, el empoderamiento de las personas mayores, la promoción de una imagen positiva de la vejez, la eliminación de la violencia y la segregación de las personas de edad y su participación activa en los diferentes ámbitos de la vida social.
Durante los últimos años se han desarrollado diversos eventos y documentos internacionales en materia del envejecimiento y la especial protección de todos estos derechos de las personas mayores. Brevemente pueden recordarse las dos Asambleas Mundiales sobre el envejecimiento organizadas por Naciones Unidas y realizadas, la primera en 1982 en Viena, y la segunda en 2002 en Madrid en la que se exhortó a los gobiernos a que incorporasen en sus programas nacionales los siguientes Principios a favor de las personas de edad: independencia, participación, cuidados, autorrealización y dignidad, los cuales incluyen a su vez derechos específicos en relación a la capacidad productiva de los adultos mayores, entre los que sobresalen:
- Tener la oportunidad de trabajar o de tener acceso a otras posibilidades de obtener ingresos
- Poder participar en la determinación de cuándo y en qué medida dejaran de desempeñar actividades laborales
- Poder buscar y aprovechar oportunidades de prestar servicio a la comunidad y de trabajar como voluntarios en puestos apropiados a sus intereses y capacidades
- Poder aprovechar las oportunidades para desarrollar su potencial
Asimismo, otros antecedentes significativos en esta compleja tarea han sido la Declaración del Año Internacional de las Personas de Edad en 1999, con el lema "Una sociedad para todas las edades" y la Observación General 6 del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Por otra parte, en la Declaración Universal de Derechos Humanos quedan asentados los derechos básicos a los que son merecedores todos los seres humanos sin distinción de ninguna índole. En efecto, el artículo 25 establece que, toda persona como miembro de la sociedad tiene derecho a la seguridad social y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad. Con respecto a los derechos sobre el trabajo remunerado en la tercera edad es necesario remitirse a las Recomendaciones sobre los trabajadores de edad (162/80) adoptadas por la Conferencia General de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) convocada en Ginebra, el 23 de junio de 1980. Dichas Recomendaciones apuntan a: la igualdad de oportunidad y trato, protección, preparación y acceso al retiro laboral.
Como se puede comprobar, se ha establecido un marco jurídico que contempla la temática de la vejez dentro de sus textos. Sin embargo, la retórica de normas y principios que reconocen los derechos que poseen los adultos mayores no resulta suficiente ya que, la realidad demuestra que por un lado, estos derechos sólo se concretan parcialmente y, por otro lado, no deja de ser una cuestión pendiente el reconocimiento social de las diferentes formas de contribución productiva en la tercera edad que trascienden a las establecidas jurídicamente. Así pues, en nuestra región, las evidencias indican que, si bien la situación de las personas mayores es heterogénea, en general distan mucho de disfrutar de una calidad de vida acorde con sus necesidades en cuanto a ingresos, autonomía e integración intergeneracional (CEPAL, 2003).
Por todo lo expuesto, es importante señalar que la calidad de vida no debe medirse solamente con índices económicos sino que es fundamental conocer cómo las personas pueden sentirse como tales y ver que contribuyen a los destinos colectivos sin ser discriminadas e ignoradas en la toma de decisiones, ni encontrarse limitadas en el desarrollo de sus capacidades y aspiraciones por continuar emprendiendo proyectos personales.
V. BREVES COMENTARIOS FINALES
El análisis presentado en este trabajo intenta ser un aporte al estudio de una temática novedosa y compleja como es el envejecimiento productivo. Reflexionar sobre las contribuciones cotidianas que realizan las personas mayores al entorno familiar y social nos aproxima a la posibilidad de cambiar la perspectiva de análisis de la situación actual de este grupo etario.
En la sociedad moderna, la vejez ha sido construida desde un paradigma asistencial y excluyente y se ha generalizado la realidad de los adultos mayores dependientes, en muchos casos institucionalizados, al sector de la población de personas mayores de 60 años y más de edad que llevan una vida activa y productiva. De allí que, la visión de la persona adulta mayor profundamente arraigada en el imaginario social sea la de un individuo dependiente, inactivo y vulnerable. Este conjunto de viejismos3 que configuran el estereotipo de la persona mayor en la cultura occidental es, muchas veces, incorporado por los propios adultos mayores quienes restringen sus deseos de llegar a una vejez productiva y de realización del potencial humano.
En este sentido, resulta apropiada una reflexión que propone David Zolotow (2002):
"Cuando las sociedades consideran a los viejos como una carga que todos deben llevar a cuesta, los ancianos, respondiendo a esta expectativa social, se transforman en sujetos de necesidades y demandantes de servicios. Se formulan políticas sociales "para y por" los mayores. Contrariamente, considerar a los mayores como un "recurso" da lugar al intercambio y la participación como sujetos activos, el desarrollo de las potencialidades, y no se omiten deberes y derechos con toda la sociedad. Los mayores son parte de la sociedad".
Esta cita resume de algún modo, la necesidad de comenzar a construir un nuevo modelo del envejecimiento donde se revalorice social, política, económica y culturalmente el concepto de vejez y en este sentido, se reconozca a las personas mayores como ciudadanas activas y como un recurso humano esencial de participación y colaboración en los acontecimientos que ocurren en la sociedad.
Parafraseando a la especialista María Teresa Bazo (2001), las transformaciones ocurridas en la modernidad darán lugar progresivamente a un nuevo paradigma o tipo de vejez que supondrá el desafío de las generaciones futuras de descubrir y resignificar espacios y roles novedosos para las personas mayores, así como seguir indagando la forma en qué se construyen las nuevas identidades en la compleja dinámica social.
Notas
1 Según los datos del último Censo Nacional 2001, la longevidad asciende actualmente a 77 años, especialmente en el grupo femenino.
2 Es importante tener en cuenta que, existen otras posturas acerca del envejecimiento productivo que sostienen que productivo es toda aquella actividad que resulta significativa para el individuo. Por lo tanto, defienden que cualquier tipo de ejercicio físico o de estimulación intelectual debe ser considerado productivo por su potencial para contribuir a la salud física y mental. Sobre este enfoque se puede consultar a Harry Moody (2001).
3 Este término refiere al conjunto de prejuicios y denominaciones que se aplican a los adultos mayores sólo por su edad. El concepto ageism fue propuesto por el gerontólogo norteamericano Robert Butler y luego traducido al español como viejismo por Leopoldo Salvarezza (1998).
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