La personalidad sabia en el envejecimiento:
un estudio empírico exploratorioDeisy Krzemien , Alicia Monchietti
GRUPO DE INVESTIGACIÓN TEMAS DE PSICOLOGÍA DEL DESARROLLO
UNIVERSIDAD NACIONAL DE MAR DEL PLATAResumen
En la actualidad y a la luz de nuevos enfoques teóricos y concepciones acerca del desarrollo humano en general y de la inteligencia en particular, comprender y evaluar las características de la cognición en la adultez y vejez es decir, más allá de la adolescencia- constituye un nuevo desafío para la Psicología del Desarrollo.
Este trabajo presenta una aproximación a la definición del constructo sabiduría como un aspecto de la personalidad y en vinculación con el envejecimiento. Se propone como objetivo revisar los principales fundamentos teóricos de este constructo y su operacionalización, y a la vez, presentar datos empíricos de un estudio preliminar orientado a la evaluación de la sabiduría de la aplicación de la escala 3D-WS en una muestra de adultos mayores de nuestro contexto cultural actual.
El interés en el presente trabajo es exponer brevemente dos de las principales perspectivas actuales acerca de la sabiduría: el Berlin Wisdom Paradigm del Berlin Group y el Modelo Multidimensional de Sabiduría de la Universidad de Florida, considerando ésta última para abordar y evaluar la sabiduría en la vejez.
Avances en el estudio del envejecimiento cognitivo.
Investigaciones orientadas por el Paradigma del Curso Vital Life-Span- (Baltes, 1987; Baltes, Linderberger & Staundinger, 1999) y los avances metodológicos recientes en la evaluación de los aspectos cognitivos de los adultos mayores, han aportado conclusiones controversiales que ponen en revisión los conocimientos en el campo de la inteligencia y la naturaleza del pensamiento en la vejez, cuestionando el supuesto deterioro cognitivo concebido tradicionalmente como progresivo y universal relativo al avance de la edad adulta.
Si bien todavía es escaso el conocimiento acerca de las potencialidades y de las funciones cognitivas en el envejecimiento normal, se ha avanzado en el estudio de los cambios cognitivos en el desarrollo adulto, desde la perspectiva de la multidimensionalidad y multidireccionalidad de los cambios, superando el énfasis en el criterio que vinculaba la edad cronológica y el rendimiento intelectual (Baltes et. al., 1999; de Ribaupierre, 2005). En este sentido, los resultados de investigaciones empíricas recientes refutan la idea de que los cambios en el pensamiento ocurran exclusivamente en función de la edad cronológica y los factores neurobiológicos, incorporándose la influencia de variables psicosociales y culturales (Baltes & Staudinger, 2000; Blanchard-Fields & Hess, 1996; Cayssails, 2009; Fernández-Ballesteros, Díaz, Izal & Hernández, 1992 ; Schaie, 1990). De este modo, investigadores sostienen que el envejecimiento normal no implica un deterioro cognitivo inexorable y universal de todas las funciones cognitivas (Labouvie-Vief, 1985; Labouvie-Vief & Diehl, 2000; Lombardo, Krzemien, Sánchez & Monchietti, 2007; Schaie, 1990, 1996).
Desde nuestro punto de vista, el cuestionamiento del modelo deficitario de la vejez y la revisión de modelos teóricos y de datos empíricos han proporcionado una nueva perspectiva del envejecimiento, que orienta un buen número de investigaciones hacia aspectos positivos del mismo como por ejemplo la sabiduría.
Hacia una definición científico-conceptual de la sabiduría y su operacionalización
Existe consenso académico en que la sabiduría se relaciona con un equilibrio e integración entre componentes cognitivos, emocionales y volitivos en relación con el contexto real del individuo (Meléndez Moral & Gil Llario, 2004).
Existen diferentes aproximaciones al concepto de sabiduría, dando cuenta del carácter mutidimensional y multifacético de este constructo. Los enfoques que conceptualizan la sabiduría pueden agruparse en: teorías explícitas, teorías implícitas y otras líneas que combinan conceptos de ambas.
Por un lado, las teorías explicitas definen a la sabiduría como "un conocimiento experto y un juicio acerca de la pragmática fundamental de la vida" (Staundinger, 1999, p. 643), tal como la entiende el "Berlin Wisdom Paradigm". E s decir, sería la aplicación de un conocimiento mediado por valores y orientado hacia el logro de un buen balance entre intereses intra, inter y extrapersonales, y un balance entre la acomodación y modificación del medio ambiente (Sternberg, 1990), entre otras. Por otro lado, las teorías implícitas se ocupan de las representaciones mentales, creencias y concepciones acerca de cómo es una persona sabia, entendiendo la sabiduría, como una combinación de cualidades de la personalidad (Clayton & Birren, 1980), como habilidades excepcionales de comprensión, juicio y comunicación interpersonal (Holliday & Chandler, 1986); habilidad de razonamiento, sagacidad, perspicacia, juicio, capacidad excepcional de aprendizaje y del uso de la información (Sternberg, 1990).
Desde las teorías implícitas, Sternberg (Sternberg 1990; Sternberg & Berg, 1992) pone el acento en el componente intelectual de la sabiduría como el razonamiento, la sagacidad, el aprendizaje, el juicio, el uso de la información y la perspicacia, asociándola a un tipo de inteligencia de carácter multidimensional. Así, la sabiduría es definida como una capacidad de reflexión y manejo de situaciones y problemas cotidianos que integra también variables afectivas y sociales que mediatizan el tipo de resolución que se plantea. Este autor discriminó seis componentes del constructo:
1. Capacidad de razonamiento: definido como la singular capacidad de considerar un problema y resolverlo, ser capaz de interpretar teorías e informaciones viejas de una forma nueva, reconocer similitudes y diferencias, razonar y hacer conexiones y distinciones entre ideas.
2. Sagacidad: creer que siempre se puede aprender de los demás, conocerse a sí mismo, ser juicioso y justo, ser un buen oyente, no temer admitir que uno se equivoca y corregir errores.
3. Aprender de las ideas y el entorno: ser perceptivo y aprender de las equivocaciones de los demás.
4. Juicio: actuar dentro de sus propias limitaciones físicas e intelectuales, ser sensato, pensar antes de actuar o tomar decisiones y examinar con perspectiva tanto a corto como a medio y largo plazo.
5. Uso exacto de la información: buscar información y fijarse en los detalles, tener una gran experiencia, obtener información de los éxitos y errores pasados y ser capaz de cambiar de idea basándose en la experiencia.
6. Perspicacia: tener intuición, poder ofrecer soluciones cercanas a la verdad y justicia, ser capaz de leer entre líneas y tener capacidad para entender e interpretar su entorno.
Las teorías explícitas (Erikson, 1985) acentúan los aspectos no cognitivos de la sabiduría, sin desconocerlos, entendiéndola más bien como un constructo en el que la integridad y la generatividad se plantean como aspectos personales para su desarrollo. Se hace necesaria la interrelación de lo afectivo y lo cognitivo de la personalidad, ya que ambos se asumen como dimensiones interdependientes. De esta forma, la persona para poder tomar decisiones sabias, además de conocer y estar abierto al cambio y al aprendizaje, debe tener en cuenta el contexto en el que las decisiones se producen, requiriendo de forma paralela de ciertas habilidades interpersonales que propicien relaciones eficaces y, por tanto, conlleven a una adecuada toma de decisiones. Algunos investigadores ( Baltes & Staudinger, 2000) plantean que es necesario cierto nivel de funcionamiento intelectual para la transformación de las experiencias acumuladas como condición para comprobar el acceso a respuestas sabias.
El modelo de Berlin Wisdom Paradigm, propuesto por Paul Baltes y Ursula Staudinger, distingue cinco criterios delimitadores para definir operacionalmente la sabiduría: dos de los cuales son criterios básicos necesarios pero no suficientes para referirse a sabiduría: 1. Conocimiento fáctico y 2. Conocimiento procedimental. Los otros tres criterios restantes o metacriterios califican específicamente a la sabiduría: 3. Contextualismo, 4. Relativismo, 5. Resignificación y manejo de la incertidumbre (Staundinger, 1999, pp. 644-645). Esta perspectiva focaliza en el aspecto cognitivo de la sabiduría como experticia y desempeño, más que considerarla una cualidad de la personalidad total.
En esta misma línea, Staudinger (1999) y sus colegas han presentado un modelo de evaluación cuanti-cualitativo de la sabiduría, concibiéndola como el conocimiento relativo a la sabiduría a partir de la performance o desempeño, considerando las respuestas verbales de las personas frente a situaciones problemáticas de la vida, el cual ya cuenta con validación empírica, confiabilidad y validez predictiva y externa (Staudinger, Lopez & Baltes, 1997; Staudinger, Maciel, Smith & Baltes, 1998).
Este modelo propone una ontogénesis de la sabiduría, a partir de tres principales fuentes: factores antecedentes, consecuentes y/o correlativos, entre los cuales se destacan: a) características de personalidad, incluyendo habilidades cognitivas, b) factores de experticia, y c) contextos de experiencias facilitadores.
Recientemente, el modelo multidimensional teórico-empírico de la sabiduría de Monika Ardelt (2000, 2003, 2004) de la Universidad de Florida, ha suscitado creciente interés en este campo, especialmente pensado para el estudio de la sabiduría en la vejez. Teniendo en cuenta las teorías implícitas y las explícitas, concibe que la sabiduría trasciende el intelecto, ya que el mero entendimiento y el conocimiento intelectual no serían suficientes para la adquisición de la sabiduría, debido a que el conocimiento es sólo un aspecto de ella.from the Eastern wisdom traditions. Esta autora, entiende la sabiduría como un concepto multidimensional relativo a la personalidad, que comprende tres dimensiones interdependientes: cognitiva, reflexiva y afectiva.
El componente cognitivo de la sabiduría consiste en la comprensión del sentido de la vida y el deseo de conocer la verdad especialmente en relación con las problemáticas intra e interpersonales. Incluye el conocimiento y aceptación de los aspectos paradójicos de la vida, la tolerancia a la ambigüedad de la naturaleza humana y de la incertidumbre de la vida en general, y habilidad para hacer decisiones importantes.
La dimensión reflexiva implica que una comprensión más profunda de la vida sólo es posible si uno puede percibir la realidad sin grandes distorsiones. En este componente se toma en cuenta el grado en que la gente intenta superar el punto de vista egocéntrico y evitar las proyecciones subjetivas de aspectos de sí mismo, tratando de ver y pensar los fenómenos y acontecimientos desde diferentes perspectivas y puntos de vista de los demás. Implica una instancia de autoconciencia.
La dimensión afectiva incluye la presencia de emociones y actitudes positivas hacia los demás, así como sentimientos y actos de solidaridad, compasión, y la ausencia de indiferencia o emociones negativas en el comportamiento hacia los otros.
Según esta autora, la dimensión afectiva de la sabiduría es, a menudo, un aspecto descuidado; la dimensión cognitiva en tanto se refiere a la capacidad de una persona para entender la vida, es decir, para comprender el significado más profundo de los fenómenos y eventos, en particular en lo que respecta a las relaciones interpersonales. Esto parece incluir el conocimiento de los aspectos positivos y negativos de la naturaleza humana, de los límites inherentes al conocimiento, y de la imprevisibilidad y la incertidumbre de la vida. Las tres dimensiones no son independientes unas de las otras. Para Ardelt, la dimensión reflexiva de la sabiduría es el componente esencial, ya que fomenta el desarrollo de la cognitivo y lo afectivo, una comprensión más profunda de la vida y la naturaleza humana surge después de la consideración de múltiples puntos de vista y de una superación del egocentrismo. Es posible a través de la práctica de la reflexión aprender a no reaccionar ante las sensaciones desagrada bles, a aceptar la realidad del momento actual, y reconocer y comprender sus propias limitaciones.
Investigación acerca de la sabiduría en la adultez y vejez
Podemos decir que la interrelación de este conjunto de influencias se hace más compleja a medida que avanza la edad, lo cual también hace más compleja la comprensión de la ontogenia de la sabiduría. Parece ser que la dinámica entre las pérdidas y ganancias relativas a la edad relegan a la variable edad, mientras que las características de personalidad, las habilidades cognitivas, las experiencias de vida y los factores contextuales están en el primer plano de la explicación ontogenética del desempeño cognitivo de alto nivel. Justamente, en los estudios empíricos de Baltes y Staundinger (Baltes & Staudinger, 2000; Staundinger, 1999) en sujetos adultos y adultos mayores, se muestran relaciones no significativas entre sabiduría y edad cronológica.
A medida que las personas envejecen, y de acuerdo a los cambios socio-culturales y las etapas vitales atravesadas, van modificando el cuerpo de conocimiento porque ya no resulta adaptativo o es menos utilizado; a la vez que van adquiriendo nuevos saberes y actualizando ese cuerpo de conocimiento respecto al periodo de vida presente.
Takahashi y Overton (2002) investigaron la sabiduría en participantes de distintas culturas y edades, hallando que los adultos mayores, independientemente de las variables culturales, se desempeñaron significativamente mejor que los sujetos de mediana edad y jóvenes en cuatro de los cinco criterios de dicha operacionalización de este constructo. Este desempeño superior se registró tanto en tareas analíticas tradicionales como vocabulario y abstracción, como en tareas sintéticas que evaluaban el pensamiento flexible, integrador y dialéctico, como tendencia al cambio y actualización y empatía emocional. Estos resultados son consistentes con otros estudios previos (Woodruff, 1983) y permiten suponer que la sabiduría es una competencia psicológica que continua desarrollándose y/o incrementándose en la adultez tardía y vejez.
Evaluación de la sabiduría
Ardelt ha propuesto un instrumento de evaluación acorde a su modelo teórico de sabiduría y la operacionalización del constructo (Ardelt, 2000) y basado en estudios previos (Ardelt, 2003, 2004, 2005; Sternberg 1990), denominado Three-dimensional Wisdom Scale (3D-WS) . Se trata de un cuestionario diseñado para la aplicación en adultos y adultos mayores. Es una medida estandarizada y multidimensional de la sabiduría, que evalúa la sabiduría en los tres componentes: cognitivo, reflexivo y afectivo, como dimensiones de la personalidad. La estructura del cuestionario 3D-WS corresponde a un criterio empírico de evaluación cualitativa y a un criterio de juicio de expertos. Los ítems son evaluados en dos escalas ordinales de cinco puntos: una, desde "totalmente de acuerdo" a "totalmente en desacuerdo", y la otra, desde "definitivamente verdadero" a "definitivamente falso". El cuestionario 3D-WS cuenta con buenas propiedades psicométricas y cuenta con validación en varios estudios (Ardelt, 2003, 2004, 2005).
Un estudio empírico preliminar en adultos mayores marplatenses
En un estudio exploratorio, se aplicó la 3D-WS a en una muestra compuesta por 18 participantes de ambos sexos mayores de 65 años, seleccionados de distintas organizaciones y centros dedicados a los adultos mayores de la ciudad de Mar del Plata. Todos ellos eran autoválidos, sin patología cognitiva y con nivel educativo medio y/o alto. Los resultados estadísticos se muestran en la tabla 1. De acuerdo al análisis de las puntuaciones obtenidas en el cuestionario, este grupo de adultos mayores presentó un nivel medio o moderado en cuanto a la sabiduría, siendo más elevada la dimensión afectiva de la sabiduría.
Tabla 1. Estadísticos descriptivos de las escalas de la 3D-WS para la muestra marplatense de adultos mayores.
Media
DE
Min.
Max.
Sabiduría
3,21
0,44
2,54
3,82
Cognitivo
2,98
0,79
1,57
4,14
Reflexivo
3,24
0,46
2,50
4,17
Afectivo
3,40
0,39
2,85
4,15
Total
127,22
17,68
99,00
150,00
N = 18
Conclusiones
En síntesis, el concepto de sabiduría ha despertado interés en las ciencias del comportamiento, ya que es considerada el "pináculo" del desarrollo humano (Baltes & Staudinger, 2000).
Existe consenso en definir a la personalidad sabia como excepcionalmente madura, con una personalidad integrada, con satisfacción vital, con habilidades de juicio y comprensión acerca de los hechos y de la naturaleza humana, capaz de tomar decisiones en situaciones adversas y de afrontar adaptativamente las crisis de la vida (Ardelt, 2005; Baltes & Staudinger, 2000; Kramer, 1990; Sternberg, 1990).
Ahora bien, se hace necesario el esclarecimiento y profundización en la conceptualización y operacionalización de este concepto sabiduría, si bien de origen tan antiguo como el pensamiento humano, a la vez novedoso como constructo científico y susceptible de medición mediante instrumentos, como por ejemplo la escala 3D-WS.
Son recientes los estudios publicados respecto de la aplicación de la 3D-WS. Será necesario proseguir en esta línea de investigación, en particular en la evaluación de este constructo sabiduría en la vejez. Los resultados obtenidos, aunque preliminares y en una pequeña muestra, van en esta dirección y en la futura validación de este instrumento en el campo de la evaluación psicológica en Gerontología.
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