II Congreso Iberoamericano de Psicogerontología
I Congreso Uruguayo de Psicogerontología
"Envejecimiento, memoria colectiva y construcción de futuro"
7, 8 y 9 de noviembre de 2007
Montevideo, Uruguay
Envejecimiento en y desde los pueblos originarios
Lilia
Mendoza Martínez
mendozamlilia@yahoo.com
La república mexicana es uno de los países del continente americano con más diversidad cultural, hoy en día, viven aquí 64 pueblos originarios con sus usos y costumbres y en sus propias lenguas. Al margen de la vida y del lenguaje oficial.
Como profesionales de la psicogerontología estamos familiarizados a referirnos a la transición demográfica y epidemiológica, pero en menor medida a la transición gerontocrática que viven estos pueblos. Que ante las condiciones de vida en pobreza extrema y sin trabajo tienen que dejar sus comunidades y migrar a donde encuentren oportunidades de trabajo y mejor vida.
Si bien la ciudad de México ha sido y es culturalmente diversa. Esta diversidad emerge de la presencia histórica de pueblos indígenas originarios, de la población mestiza, de la inmigración de personas con distintos orígenes étnicos regionales y nacionales. La organización política del país y de la ciudad, ha impedido el acomodo y la expresión plural de su rica diversidad.
En 1824, la ciudad de México fue proclamada capital de la república mexicana, donde residen los poderes de la federación. Alrededor de la ciudad, se extendían los territorios de los pueblos originarios que sobrevivieron a la conquista y colonización. Los gobiernos indígenas, tenían jurisdicción sobre extensos territorios que abarcaban numerosos pueblos y barrios. Sin embargo, a lo largo del siglo XIX, tales gobiernos y territorios fueron disueltos con la imposición de un proyecto liberal encabezado por la élite política criolla. A partir de ese momento han pasado a una "invisibilización", marginación, discriminación y relegados a pobreza extrema con ínfimas condiciones de salud, escaso acceso a los servicios médicos de primer nivel, donde los profesionales de la salud solo hablan el idioma oficial (español) y no conocen ninguna de las 64 lenguas indígenas.
De acuerdo con los datos del último censo de población año 2000, (población total 105 millones), la población indígena sumaba 7.6 millones de los cuales tan solo 5.3 millones se reconocen a sí mismos como indígenas y 1.1 millón declaró no hablar ninguna lengua indígena. Este hecho puede responder a factores como la discriminación, el racismo, la aculturación y otros factores nugatorios de la identidad indígena. El fenómeno de la migración ha hecho que en todo el territorio nacional tengamos presencia indígena. En la ciudad de México reside al menos uno de cada veinte indígenas del país, existe presencia individual u organizada de prácticamente todos los pueblos.
Entre los principales problemas que presentan los pueblos indígenas en el país podemos señalar: las prácticas estatales y cultura social de discriminación hacia lo indígena a través del desprecio, invisibilización y paternalismo. Alta presencia de enfermedades infecto-contagiosas y esperanza de vida inferior a la media. Falta del debido reconocimiento y respeto a sus sistemas propios de autoridades.
En términos de política pública cabe mencionar: el empoderamiento de estos pueblos frente al resto de la sociedad, el acceso a los servicios médicos con traductor, reconocer la ciudad y el país como multiétnicos y pluriculturales y lograr el equilibrio entre los procesos de reconocimiento y ejercicio de derechos colectivos que garanticen y reafirmen la identidad y la diferencia cultural en convivencia intercultural, como lo señala la CEPAL. Hacer vigente y efectivo el Convenio 169 de la OIT, ya que México lo signó. Así mismo dar cumplimiento a los Acuerdos de San Andrés 1996, en donde se discuten ampliamente las relaciones sociales de desigualdad, discriminación, segregación, y subordinación que han permitido mantener a los indígenas "en una situación estructural de pobreza, explotación y exclusión política". Estas condiciones fueron las que motivaron la insurrección indígena armada en el sur del país en 1994.
Los estudios etnogerontológicos, nos permiten conocer cómo envejecen los pueblos originarios, dada la marginación e invisibilización de estos pueblos son relativamente escasos los estudios de su población de adultos mayores, entre los realizados nos permiten entender porqué asociamos modelos deficitarios de envejecimiento y también la justificación del maltrato, abuso, abandono y violencia en contra de los mayores, pero caben señalar que desde 1944 entre los tzeltales de Oxchuc a la fecha se han realizado los siguientes:
América indígena da cuenta de un estudio en 1953 sobre el envejecimiento prematuro de las mujeres indígenas debido a las condiciones de vida y de trabajo a las que están sometidas.
El antropólogo americano Oscar Lewis en 1963, en sus estudio al pueblo de Tepoztlán incluye una parte sobre los mayores. 1969 entre los tzeltales de Chiapas; 1975 en los zoques de Chiapas; 1982 entre los nahuas de la sierra de Texcoco; los zapotecos del Valle de Oaxaca; 1982 en Mazaltepec; 1988 en los mazatecos de Oaxaca; 1992 en Michoacán; 1992 las mujeres que envejecen en Chiapas; 1992 entre los zoques; 1994 entre los mixes; 1995 entre los mames; 1998 entre los nahuas de la sierra norte de Puebla; tal vez el estudio más completo es el de Laureano Reyes Gómez en el 2002 Envejecer en Chiapas, etnogerontología zoque.
Seguramente muchas cosas han cambiado desde el primer estudio y hasta nuestros días.
Cabe señalar la urgente necesidad de realizar este tipo de estudios entre la población mayor de los pueblos originarios. Para tener claro que podemos ofrecer como psicogerontólogos.
En la década de los años setenta surgen los estudios del envejecimiento de la población urbana cuando a esa etapa de la vida se le denominaba "tercera edad" y arbitrariamente con criterios demográficos se marcó la edad de 60 años como la edad de la jubilación. Jubilados y pensionados entraron en contacto con problemas de salud y marginación, al considerarse "no productivos".
Como los pueblos indígenas no tienen relaciones laborales asalariadas, la antropología se ocupó de estudiar el rol gerontocrático de los ancianos, con un alto estatus social, respetado, venerado, obedecido, protegido por sus descendientes, en contraposición de los viejos urbanos el viejo indígena o rural tenía muchos de sus problemas resueltos.
La vejez como proceso, en la percepción indígena cosmocéntrica se asocia con el ciclo solar diurno para graduar la edad. Cuentan con tres "grados" de vejez: media, funcional y disfuncional.
Laureano Reyes Gómez en su estudio antropológico presenta el significado de ser viejo y vieja en una comunidad indígena pobre, con alto grado de marginación, de escasos servicios médicos y sociales, en estado de guerra de baja intensidad desde hace 13 años en la zona de Chiapas, en donde paradójicamente hay uranio y petroleo.
Vivir la vejez implica muchos grados de dificultad en nuestras sociedades, pero hacerlo en pobreza extrema, con cada vez menos redes sociales de apoyo, cómo pueden estas personas sobrevivir a edades avanzadas y qué las ayuda a no morir o en qué condiciones mueren y cómo clasifican sus propios modelos de envejecimiento.
Aquellos valores tradicionales en las comunidades indígenas de una "vejez idílica" están casi erradicados por la vida moderna.
Como en casi todas las culturas del mundo, entre los indígenas el varón tiene un rol protagónico, gerontocrático, mientras que la mujer anciana lleva la peor parte, siendo ignorada en sus funciones sociales en la vejez. Al no poder heredar y tener que depender de los hijos, no tiene como el varón "el seguro a la vejez" que representa la herencia.
Además de que no en todos los pueblos originarios las mujeres participan en las asambleas, no toman decisiones, les es impuesto el matrimonio y no tienen derecho de herencia. Hoy en día, con la migración de los varones, las mujeres quedan bajo la tutela de los hijos, en algunos casos aun que estos sean adolescentes, como entre los mazahuas del estado de México, colindante con el Distrito Federal.
Los mayores trabajan hasta que las fuerzas los abandonan o sean vencidos por alguna enfermedad, condición que tiene varias lecturas: pensando en un envejecimiento exitoso esto puede ser un factor positivo, pero en las comunidades se ve como que se ha perdido la imagen idílica del mayor respetado, protegido y venerado. Tanto varones como mujeres cambian los roles de trabajo rudo a labores más sencillas, que requieren de menos esfuerzo.
Qué es la transición gerontocrática
Ceder el poder a los jóvenes y a los adultos "maduros" en el seno de la comunidad indígena, cambio de roles. El poder político recae en las generaciones con mayor escolaridad, bilingües, con mejores niveles de vida. Derrumbando la imagen tradicional de la vejez como sabiduría.
Quitándoles funciones dentro del Consejo de ancianos, maestros costumbristas encargados de la enseñanza de danzas, música, rituales antiguos; el tequio: un sistema de trabajo colectivo gratuito en beneficio comunitario.
Cuando se consolidó en el país, el partido oficial que estuvo en el poder durante más de
70 años, se impone una nueva estructura política desde fuera de las comunidades y se altera la forma "tradicional" de gobierno de estos pueblos, a través de usos y costumbres y se instaura una forma institucional. Con lo cual se afectó el rol tradicional de los viejos. Guillermo Bonfil Batalla dice: "que incorporar al indio a la civilización, borrar sus costumbres era la solución para contar con un país moderno, desindianizar es imponer occidente".
Tratarlos como menores, sin derechos, con protección tutelar, con clientelismo arrastrándolos como "bultos políticos".
El consejo de ancianos era el máximo cargo al que se podía aspirar dentro de la comunidad al cumplir 60 años de edad, distinción que terminaba con la muerte del consejero.
En la transición gerontocrática las relaciones entre los jóvenes y los viejos son de fricción, conflictivas, de enfrentamiento, la autoridad del viejo es cuestionada, su sabiduría se pone en duda y la tradición oral es su único recurso de aprendizaje, se les descalifica por tener ideas atrasadas. Ni que decir de las condiciones de las comunidades aisladas, sin carreteras pavimentadas, sin acceso a agua potable, drenaje y alcantarillado, sin acceso a servicios de salud, con gran desconfianza respecto a las autoridades.
Se ve la vejez como un período de la vida caduca de conocimiento "moderno", sobre todo de una generación analfabeta y monolingüe, en que el conocimiento tradicional del viejo es puesto en tela de juicio de acuerdo con las necesidades y exigencias de las nuevas generaciones y de la vida moderna.
Una nueva forma de vivir la vejez, con nuevos roles desprovistos de status social, siendo pobres, sin redes de apoyo social y con un perfil epidemiológico que corresponde a la patología de la pobreza, en donde las enfermedades infecto-contagiosas como las infecciones respiratorias agudas, enfermedades gastrointestinales y parasitarias, la sarna, las tiñas, la tuberculosis pulmonar, aunado a las enfermedades crónico degenerativas como la diabetes, enfermedades cardíacas, cerebro-vasculares, demencia, cáncer y disminución de las funciones sensoriales. Ahora por la migración, el mayor abandonado, en soledad, despojado, maltratado, débil y enfermo.
Podríamos extrapolar esta influencia de los pueblos originarios en las concepciones entre la población mestiza (mayoría en el país) de ver al adulto mayor descalificado por la sociedad, de que "ya no puede", no se le da el mismo trato anterior y se le ha perdido mucho el respeto. Nosotros mismos hemos marginado al adulto mayor. La figura estigmatizada de que el mayor no es capaz de aceptar ideas nuevas, ni de aprender.
Con una vejez completa y funcional llena de tabús, mitos y prejuicios, entre estos, el no tener derecho a la sexualidad.
Entre los profesionales de la salud, con mucha frecuencia vemos que insisten en un modelo de envejecimiento deficitario, pues es lo único que ven en su consulta.
Sin duda que es urgente sacudirnos estas imágenes y propiciar con la participación de grupos de adultos mayores que reivindiquen sus derechos humanos básicos y así se empoderen de sus decisiones, su vida y circunstancias.
Promover el diálogo y la reflexión entre los mayores y pugnar por una formación de profesionales de la psicogerontología, geriatría y gerontología con actitudes que a todos nos permitan construir la esperanza para un futuro más promisorio y lograr para un mayor número de personas un envejecimiento exitoso.
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