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Número 19 - Diciembre 2006

Historias de geriátrico. Entre lo macabro y la ternura

Carmen de Grado de Mogro
carmendeg2002@yahoo.com.ar

"Una sociedad donde los seres humanos no dan cabida
en sus corazones a esos viejos trabajadores, ahora improductivos,
es una sociedad que ya no tiene poesía, que ya no tiene alma"

Cita del prefacio de Francoise Doltó en Historia de Louise ( pag 54 Manoni)

Probables temas a desarrollar:

Lo tenebroso

El hombre es siempre
el constructor de una cárcel
Y no se conoce a un hombre
Hasta saber qué cárcel ha construído
Algunas veces parece sólo la propia,
pero siempre es también la de los otros
Y no le basta con construir la prisión:
Aporta también el carcelero.
Roberto Juarroz

"Tiene Ud. un paciente nuevo. Vaya a verlo ya. Viene del hospital. Le acaban de cortar la última pierna."

¡Se la acaban de cortar!¡ La "última" pierna! Le pregunté con sorpresa a la enfermera que me daba esta información. Recién entraba yo al geriátrico y esto sonaba a urgencia. Después de hablar con ella un momento sobre temas generales de la asistencia, le pregunté el nombre y apellido del mencionado paciente y busqué la historia clínica. No estaba hecha todavía. El médico no lo había entrevistado aún.

Tan pronto me aproximé al paciente comprendí el "vaya a verlo ya"que además de urgente, me había resultado descortés.

Norberto S. estaba tendido en la cama, de costado, con el rostro del lado de la pared. Saludé, lo llamé por su nombre y me presenté. En ningún momento dio vuelta su rostro para mirarme ni dijo nada. Me quedé silenciosa allí, de pie, al lado de su cama unos cinco o diez minutos más. Observé que tenía un color bronceado que me hizo pensar podría haber estado tomando sol hacía no mucho tiempo, seguramente antes de su paso por el quirófano. Cuando al moverse sacó la mano derecha de debajo de la almohada pude ver que tenía los dedos y las uñas manchados de nicotina y entonces noté que había varias colillas de cigarrillo en un platito (cenicero improvisado) sobre su mesa de luz. Como era verano estaba con el torso desnudo, una sábana blanca le cubría desde la cintura y dejaba ver con claridad, por la depresión de la tela, que faltaban ambas piernas desde la parte alta. Era delgado y debía tener unos sesenta años.

No dije mucho más: "Sé que le amputaron una pierna hace ocho días. Pasaré a verlo todos los jueves"

Hablé con el personal a cargo para que tuvieran mucho cuidado de "no dejar medicación a su alcance, ni ningún objeto punzante, ni fósforos ni encendedor, ya que fumaba." "El riesgo de suicidio era alto" y me temía que la afirmación no fuese prematura. Les pedí que se acercaran para comentarme las cuestiones que surgieran de su atención.

La segunda entrevista a Norberto S. fue tan silenciosa como la primera. También estaba colocado de cara a la pared y no respondió a nada de lo que yo dijera.

La recepcionista me contó que lo visitaban dos hermanos, su única hija y el yerno. El familiar que había dejado los datos personales para ser llamado si fuera necesario y quien se hacía cargo del pago en el lugar, era su hija. La segunda semana fue citada para tener una entrevista conmigo.

Se trataba de una mujer muy hermosa, delgada, alta, elegante, una de esas personas que no pasan desapercibidas. Después de presentarme dije algo referido a Norberto aludiendo a su situación y al ánimo de ayudarlo. Ella contó espontáneamente sobre su padre: "siempre quiso vivir sólo... fue una persona difícil... cuando yo era niña vivíamos muy bien, en una casa grande y cómoda. Fui a buenos colegios y tuve lo que quise. Cuando cumplí quince años me hicieron una fiesta, a los tres días llegó la orden del juez para que la casa fuera rematada. Nos quedamos en la calle, fuimos a vivir a un lugar inmundo. Papá era jugador y habíamos perdido todo. Toda nuestra vida se derrumbó. Yo había oído discusiones muy feas entre papá y mamá pero no sabía nada sobre el juego hasta que nos echaron... siento mucho rechazo por él, no es una persona a quien se pueda querer... Me analizo hace muchos años, sino no podría vivir.... Mamá murió cuando cumplí los diecinueve. Siempre pensé que él la envenenó. Fueron circunstancias poco claras. Pedí que le hicieran la autopsia pero él no quiso y la cremaron. Con mi padre ni hablábamos por entonces. Yo lo odiaba. .. Ella tenía cáncer y se había puesto muy enferma. Era difícil cuidarla. Yo iba al colegio, cuando podía salía con mis compañeros. El controlaba todo, se encargaba de darle la medicación, la higienizaba, le hacía la comida, estaba siempre pendiente de ella pero no la aguantaba más, estoy segura de que quería matarla.

Contó que los nietos no iban a verlo y que ella estaba divorciándose.

Antes de la entrevista Susana hizo el comentario de que debía llegar a un lugar a cierta hora. Tuve muy presente que la entrevista tenía el tiempo acotado. No hice por lo tanto ninguna pregunta ni dije nada que pudiese prolongarla. Al terminar, ella había sido tan cuidadosa de no alterar su ánimo a pesar de lo trágico del relato como yo en cuidar el tiempo.

Dije que a lo depresivo de la situación y del paciente en si, que reaccionaba negándose a hablar o a colaborar en su recuperación, se agregaba un evento de extrema violencia como es tener que llegar a una amputación, la pérdida de todo a raíz del juego, las circunstancias en torno a la muerte de la madre (?) Agregué: "Me parece que debemos tener mucho cuidado en la asistencia, estar alertas para prevenir, ¡si se puede!"

Continué yendo a ver al paciente durante más de un mes sin que él diera respuesta alguna o girara su rostro.

Del hospital donde lo operaron le enviaban un kinesiólogo una vez por semana que escribía en la Historia y me permitía así saber de la respuesta de Norberto

Escribía en la primera semana: "paciente no colaborador, se le proponen ejercicios con los brazos y la posibilidad de que sea sentado pronto en una silla de ruedas"

En la segunda y tercera semana: "Realiza los ejercicios con mala disposición

En la cuarta semana: Se le gira el cuerpo ya que él no lo hace por propia iniciativa. Realizó parcialmente los movimientos programados y los ejercicios respiratorios"

El personal comentaba que tenía muy mal carácter a veces, pero que comía lo que le daban. Pedía pan (otra trasgresión además del cigarrillo ya que las harinas estaban prohibidas por la diabetes) y se dejaba higienizar sin problema.

Yo continuaba sentándome al lado de su cama los casi diez minutos rigurosos. Le hacía ciertos comentarios sobre lo que observaba. Algunos por demás obvios: Norberto, veo que Ud. no tiene ningún interés de hablar conmigo y tal vez, menos aún de que yo venga aquí a hablar con Ud."

O: "Aquí hay muchas colillas de cigarrillos, Ud. insiste en hacer algo que le hace daño"

O: "Tiene Ud. el cuerpo quemado por el sol o me parece a mi que es así. Tal vez le guste tomar sol. Aquí hay un jardín donde podría hacerlo, cuando se pueda sentar en una silla" Decía tres o cuatro frases, a veces algo más y permanecía callada buena parte del tiempo. . Tal vez no fuera importante lo que dijera, solamente estar ahí.

Pensé que quizás aunque hubiera tenido la intención de girar su cuerpo no podía hacerlo ya que la amputación era muy reciente y lo comenté con la enfermera quien afirmó que Norberto podía cambiar de posición solo. Se apoyaba sobre el muñón izquierdo y giraba todo su cuerpo hacia un lado u otro. Su herida en el lado derecho estaba mejor y no necesitaba ser apoyada.

Un día en que yo había dicho algo en el tono habitual, Norberto colocó las manos sobre la cama y haciendo una cierta presión hacia abajo, elevó su torso, giró su cuerpo hacia mi, me miró a los ojos y dijo las primeras palabras con aire, creo que burlón, pero que igualmente me resultó halagueño. Dijo algo que no esperaba: "hola mamá".

Continuó su mirada insistente a los ojos como queriendo conocerme. Lo que me pareció burlón se tornó serio, triste, casi lúgubre y desgarrador, pero ya no lejano. Sentí que el silencio era importante allí y que no se podía decir facilmente algo que borrara la tragedia. Pensé que toda cosa importante que él tuviera que decir transitaría por lo que esta mirada expresaba.

Desde aquel "hola mamá " nuestras entrevistas fueron cara a cara. Estuvo una semana más en la cama, pero a partir de entonces lo veía sentado en la silla de ruedas. Después de aquel inusual saludo continuó un silencio que se prolongó también a lo largo de los encuentros individuales que siguieron. Las respuestas de Norberto a mi presencia eran o silencios o pedidos que violaban las normas establecidas. A veces quería que le acercara un pedazo de pan o galletas o que le diera otro cigarrillo, otras se quedaba callado y expresaba su enojo.

Los diálogos eran más o menos así:

Pac.: Traigamé un pedazo de pan de la cocina. Se lo pido por favor.

Terapeuta: Ud. sabe que no haría eso. Pide justo lo que no debe pedir.

Pac. (desafiante): por qué no?

Terapeuta: Ud sabe que por su diabetes no puede estar pidiendo pan todo el tiempo como lo hace. No quiero contribuir a que Ud, se enferme más

Pac. : (burlón) está bien mamá ¿a quién le importa que yo reviente como un sapo?

Terapeuta: a mi me importa. No quiero que reviente como un sapo. Quisiera que se sienta mejor. Puede ser que a alguien de su familia también le importe.

Pac. : que reviente pronto les importa

Terapeuta: ¿a quién le importa que reviente quién? Otras veces en forma más directa: o a Ud que revienten ellos. En ocasiones adoptaba un tono más complaciente: tenemos que trabajar juntos para que Ud pueda sentirse mejor.

Casi siempre me despedía expresándole mi deseo de ayudarlo a que sus días pasaran más felizmente.

Después de un mes aceptó venir a las sesiones grupales que se realizaban en el lugar. Leía muchas novelas policiales. Su mesa de luz estaba repleta de libros, revistas y diarios.

La participación en el grupo lo hacía sentir bien y se notaba. Había uno o dos hombres, también alojados en el geriátrico, con quienes conversaba algo de temas cotidianos. Una señora comunicativa y muy agradable de las que asistía siempre a las sesiones grupales comentó una vez que él "estaba muy informado sobre temas de actualidad y que leía mucho"

Norberto había recuperado cierto espacio social en estas charlas con sus compañeros pero lo personal e íntimo, lo más privado permanecía allí, separado rodeado de misterio, angustia, oscuridad, era lo lúgubre que yo había percibido en su primer mirada. Esta distancia entre su mundo interno y su relación con los otros era un orden necesario para no dejar que la locura lo invadiera todo.

Yo observaba periódicamente los comentarios del personal que lo asistía, mucamas y enfermera y tomaba nota: "es muy irascible, no lo aguanto. Siempre esta pidiendo lo que no debe. Se quiere morir. Siempre está fumando y nos obliga a que le demos uno más. Si no le doy me dice "negra de mierda "y otros insultos, no lo quiero atender más. No se lo puede soportar cuando se pone loco (La orden era darle los cigarrillos de a uno y no dejarle los fósforos ni el encendedor)

Una vez me crucé en el horario de visita con uno de sus hermanos. Iba muy ensimismado como era habitual pero esta vez lo encontré sucio y desaliñado Lo saludé adrede y me dijo :"Estoy muy mal, no tengo ni para comer. No recibo jubilación. Mi jubilación no salió. Tengo mi departamento pero no puedo pagar ya las expensas. Me cortaron la luz. Me levanto tarde para no comer.

Le di el teléfono de mi consultorio, casualmente muy cerca de su casa y le dije que no dejara de acercarse, que habría formas de ir resolviendo lo que le pasara y que hablaría con su sobrina ya que según él era la única persona más allegada. Dije esto tratando de ganar su confianza y pensando que un llamado es a veces salvador pero también consciente de que tenía muchos caminos cerrados

Cité a la sobrina y le informé de esto.

La respuesta fue: "el y mi viejo son lo mismo. No puedo hacer nada por él bastante tengo con ocuparme de mi papá." Me mostré preocupada y le dije que veía a su tío en serio riesgo, que tal vez un acercamiento podría beneficiarlo mucho y que lo que le estaba sucediendo a él afectaba seguramente a todo el grupo familiar.

Otra vez aparecía esto de ¡cuidado!, algo grave e inexorable puede producirse y así lo expresé, probablemente con gesto apesadumbrado.

Tras el glamour de esta bella mujer había algo duro, inascible, sentí que no podía llegar a ella, que se cerraba una puerta o una lápida se erguía. Tal vez como a ella se le había cerrado en su historia el acceso a saber si su madre había sido envenenada o quien sabe qué otras cosas

Aproximadamente a las dos semanas de lo anterior, al llegar al geriátrico, la recepcionista me anunció la noticia de la muerte de Osvaldo:"el encargado del edificio sintió que salía mal olor del departamento, imaginando lo peor forzaron la puerta con la policía. Lo encontraron muerto con el gas encendido. Luego el forense diría que hacía dos días del hecho"

Cuando me encontré con Norberto ya se lo habían contado. Su mirada era conocida para mi, su silencio también. Efectivamente lo lúgubre, lo tenebroso transitaba por allí.

Habría pasado más o menos un mes cuando al llegar al lugar me encontré con el médico que había ido para derivar con urgencia a Norberto. Me contó entonces lo que había ocurrido. El paciente juntó los diarios, revistas, buena parte de los libros y había formado una fogata debajo de su cama. Se armó un gran alboroto. El colchón había empezado a quemarse. Echaron agua para apagar el fuego e inmediatamente se decidió el traslado a otro lugar. Ya no estaba allí

Fui a cerrar la Historia y volví a leer algo de lo escrito. En una de las frases que aludían a la condición de jugador del paciente yo había escrito fallidamente "fuego" en lugar de "juego" Decía exactamente así: "lo relativo al fuego se descubre y es arrojado a un lugar "ïnmundo"(fuera el mundo) lugar gestado en una historia que permanece encerrada, lapidada. Este pasaje aludía a esa etapa riesgosa de su vida, a partir de la cual el juego mostró la pérdida, el desastre y el caos para él y su familia. Una secreta fascinación, la del juego devoraba todo, destruía todo como ahora el fuego amenazante podía hacerlo. La producción de un incendio por parte del paciente daba cuenta de un impulso irreprimible, de su necesidad de producir un hecho de extrema violencia

El juego, en una etapa de su vida, puso en evidencia, como después el fuego en el geriátrico, algo del orden de lo insoportable, de lo que no puede ser aceptado, de lo temible e inmundo, de lo marginal y oscuro, de lo lóbrego. El juego secreto hizo su anuncio, el fuego acercó el peligro y el orden se rompió.

 

La muerte

La muerte empuja por todos los costados,
La vida también
Roberto Juarroz

Entré al geriátrico y saludé a todos. Los ví preparados para la reunión y eso me dispuso bien, un poco separado del grupo estaba un señor en silla de ruedas que no había visto antes. Tan pronto me oyó saludar comenzó a hacer señas para que lo atendiera. Cuando me acerqué dijo: "No aguanto ni un instante más aquí. Yo he venido para que me atiendan y no para que me dejen tirado sufriendo. Ya tengo bastante!! Quiero ir inmediatamente a la cama"

Era un hombre alto, de cabello negro, delgado, con un color amarillento blanquecino en la piel y timbre de voz apagado. A pesar de la fuerza y tono imperativo que su enojo daba a sus palabras había algo desvitalizado en todo él que me movió a acceder a su pedido. Lo tranquilicé diciendo que iba a buscar a alguien que lo ayudaría a acostarse. Hablé con la persona que estaba a cargo de la atención y me dijo con gesto impaciente: "el médico quiere que tratemos de mantenerlo fuera de la cama. Recién lo bajé de su habitación". Igualmente le pedí bajo mi responsabilidad "que lo acostaran y así yo tendría la primera entrevista en un lugar reservado y él estaría más tranquilo"

Fui a la Historia Clínica y leí: "73 años, viudo, una hija. Anemia crónica, hipertensión, neoplasia, retículo sarcoma en baso, ha realizado tratamiento de rayos y quimio."

Tendido en la cama, me sorprendió su delgadez y longitud. Como era verano y hacía mucho calor, la sábana estaba solamente cubriéndole los pies. Dejaba ver un cuerpo flaco, de piel seca y pálida. Usaba pañal descartable y una camiseta blanca de verano. Le pregunté si estaba cómodo o prefiería cubrirse. Dijo que tenía calor. Noté que me trasmitía tranquilidad su alusión al calor. Su tez blancuzca, la delgadez y todo su ser me hacían sentir que estaba cerca del final.

Desde el comienzo de nuestra conversación aludió al cáncer. Dijo saber muy bien que su vida acabaría pronto "pero no lo he hablado con mi familia, ellos solamente dicen que voy a estar mejor. No les contesto nada cuando me dicen así ".

"A veces tengo mucha bronca por mi estado. Siento una rabia muy profunda, quisiera destruirlo todo pronto y dejar de estar enfermo. Me repugna mi cuerpo pudriéndose poco a poco, día a día, esperando que el dolor sea leve y que termine pronto hasta que saquen mi cadaver de aquí". Me miró de reojo, no supe si hubiera preferido que yo lo interrumpa en lugar de permanecer callada escuchándolo.

Después de un cierto silencio dijo: "Otras veces yo solo me tranquilizo, mis hermanos me quieren traer un cura pero a mi no me importa. Pienso que va a pasar facilmente, que no va a ser tan dificil". Me dieron ganas de decirle que por supuesto no va a sufrir ya más y se va a sentir aliviado pero desconfiaba de esos impulsos que creo apuntaban a atenuar mi inquietud y pensé que ya podría decírselo en el momento en que le sirviera a él. Repití entonces sus palabras: "no va a ser tan difícil" en el mismo tono en que lo dijo él.

Le pregunté cuando empezó ésto. Dijo: " un día noté que todo había cambiado, ya no respondía con vitalidad. Claro, faltaba la irrigación necesaria. Ya no podía tener relaciones normales y eso me hacía sentir muy infeliz. Uno deja de ser importante para los otros, de estar relacionado con ellos, queda apartado como si no fuera ya nadie"

Hubo un instante de silencio y yo repetí: "faltaba la irrigación necesaria, uno deja de ser importante para los otros" Alude Ud. a sus relaciones sexuales? El asintió con la cabeza Nos quedamos en silencio. Tuve la impresión de que estaba muy cansado y dolorido. Le dije entonces que por ese día había sido suficiente, una presentación y una forma de empezar a conocernos. Que lo vería dentro de tres días.

Agradeció que lo hubieran llevado a la cama y me preguntó de nuevo mi nombre y cómo estaba yo, si era casada y cómo me iba con el trabajo. Contesté con monosílabos y agregué que lo vería el jueves mientras me despedía poniendo mi mano sobre la suya. Se quedó con los ojos cerrados

A los tres días me comentaron que no tomaba la medicación y no quería comer. La familia, ahora estaba de acuerdo, es más, pedía, que lo dejaran en la cama porque estaba quejoso

Las veces siguientes que lo vi fue siempre en la cama. Casi no hablaba, se quedaba mirándome a los ojos o con la vista perdida o los cerraba diciendo que estaba esperando la muerte y que se acabara todo pronto. En ocasiones me pedía que yo hablara. Buscaba entonces acercarle imágenes visuales, auditivas, olfativas que fundieran el espíritu con la naturaleza tomando algo de lo que él había dicho previamente. Ejempo:

El:"no aguanto la noche, no duermo y encima el compañero de la cama de al lado habla todo el tiempo.

Yo: lo invito a hacer un recorrido por un lugar diferente. Cierre los ojos, imagine que salimos de la habitación, aquí es de noche, pero cuando atravesamos la puerta nos encontramos con una luz muy intensa, rosada, nos encandila un poco, durante un rato no vemos más que la luz, luego empezamos a distinguir una cantidad de árboles. Son altos, de tronco oscuro y follage verde y abundante. Los rayos de luz lo atraviesan todo. Se oye una música lejana......

Generalmente las cosas que se me ocurrían eran una especie de viaje imaginario que él realizaba acompañado. Al preguntarle en las siguientes sesiones con quién quería realizar su viaje dijo, "con Ud". , la semana siguiente a lo anterior donde yo me había propuesto como su acompañante, "con mis hermanos" y la última "con mis papás"

Esta secuencia, nada casual ni arbitraria pinta a las claras el itinerario regresivo que Raúl seguía.

Si bien yo elegía las imágenes cuidadosamente con la intención de contribuir a su bienestar, si a su padecimiento podíamos encontrarle alguna cuota de bienestar, en ocasiones percibía que lo más ansiado por él era solamente el sonido de la voz y después dormir. En más de una oportunidad lo dejaba dormido.

Más allá del significado que mis palabras tuvieran, lo que él pedía, era la presencia y el sonido de la voz, con sus cadencias, sus ritmos, sus inflexiones. El sonido de la voz humana, algo que el feto escucha antes de nacer y ver al otro.

Raúl tenía dos hermanos, un varón y una mujer poco mayores que él, que iban a visitarlo todos los días y se quedaban al lado de su cama. El parecía estar esperándolos y casi siempre agradecía que lo fueran a ver. En ocasiones, no obstante, les pedía que se fueran o que se quedaran callados. Ellos, con frecuencia, permanecían muchas horas y se quedaban a comer. La casa se había convertido en un gran útero que los cobijaba. Cuando me acercaba estaban siempre dispuestos a relatar melancolicamente las cosas que les sucedían con su hermano menor: "Está enojado con nosotros. No quiere que estemos más al lado de él. Eso es porque vos lo cargoseas todo el tiempo. Le decís que tiene que comer, que tomar la medicación, que hay que llamar al médico...", discutían entre ellos. "La enfermera el otro día nos dijo que no podemos quedarnos siempre aquí".

Hubo ciertamente que marcar algunas pautas. Nos alejábamos de la cama de Raúl "para hablar de su atención" y yo buscaba la forma de que ellos entendieran que la casa tenía sus normas para poder asistir mejor. No debían quedarse a almorzar, ni aún trayéndose ellos una vianda. Tampoco debían permanecer a la hora de la siesta ya que los otros pacientes que compartían la habitación se acostaban a dormir o descansar. Como lo estaban acompañando a Raúl en sus momentos finales iban a pasar por el rechazo de parte de él que luchaba entre continuar apegado a la vida o romper con ella. El estar enojado y decirles que se fueran era parte de esto último. Si tenía que romper con la vida tenía que romper con ellos.

Trasladado fuera de su hogar, lejos de su cama y de sus cosas, Raúl, que ya estaba bastante mal cuando ingresó al geriátrico tenía en sus hermanos y en su hija que lo visitaba día por medio en la tarde cuando salía de trabajar, a aquellas personas significativas que le daban sentido a su vida actual. Era importante que todos se sintieran albergados, protegidos, pudiendo recrear en su encuentro aquello que los unía como familia, que les daba identidad y confianza pero también era inevitable y necesario, el corte, la ruptura, el límite.

Raúl hacía algunas reflexiones sobre su situación actual generalmente buscando calmarse:

"Soy religioso, en el sentido de creer en Dios, ahora pienso mucho en eso. Pero no como mi hermana, no me interesa que me traigan un cura. Si ella quiere hacerlo no le voy a decir que no, que haga lo que quiera.

Prefiero estar acompañado. Aquí estoy siempre con alguien, aunque uno en definitiva esta solo. No quiero que me lleven al sanatorio para hacerme sufrir y prolongar esta agonía, para qué vivir ya, me puede decir Ud.? .

Protestaba por los movimientos que había en la habitación a la noche porque prendían las luces para atender a alguien, durante el día porque las ventanas hacían ruido al ser abiertas, o porque tardaban en acercarse cuando el llamaba tocando timbre. Pedía que le dieran la mano. El reflejo de prehensión, uno de los primeros del bebé, aparecía muy claro como en otros pacientes muy regresivos. Una de las veces que había tomado mi mano, creo fue tres días antes de morir, noté que su otra mano se movía debajo de la sábana a la altura de sus genitales. Mi primer impulso fue retirar la mía que él tenía sujeta. Lo hice lentamente, no llevada por un repentino rechazo sino muy suavemente, diciendole algo que lo hiciera sentir en compañía. Le pregunté: recuerda esas caminatas afuera, por lugares muy luminosos que realizamos? Me respondió: todas las noches cuando no duermo pienso en eso. Antes pensaba en mi cadáver acostado saliendo de aquí, ahora me imagino caminando entre la luz, soy muy alto, atravieso la puerta, siento música y una gran emoción como si algo se abriera dentro mio y se confundiera con la luz. Ha dicho esto lentamente como si estuviera concentrado en estas imágenes, después de unos instantes agregó: no sé si lo sueño.

Una mañana al llegar la enfermera me anunció "que había muerto recién y que la puerta de la habitación estaría cerrada hasta que vinieran a buscar el cuerpo. El estaba dormido y con calmantes cuando murió porque durante la noche se quejaba de dolor. La familia ya había sido avisada". También agregó: "no diga nada sobre la muerte, los compañeros de pieza se van a poner mal"

El pasaje al estado inorgánico es siempre violento, por más esperado que sea, pensé.

Cierto que el pasaje al estado inorgánico es siempre violento por más esperado que sea. Para quien muere, hubo que darle calmantes, para quienes asistimos, para la familia, para todos, pero es por ello que debemos ocultarlo?. Debemos ocultar el hecho de la muerte de un internado en un geriátrico, para no mal impresionar a los otros? No estábamos nosotros actuando como la familia al inicio que se negaba a hablar del diagnóstico porque a ellos los angustiaba cuando en realidad esto privaba a Raul de compartir sus miedos con sus seres queridos?

Phillip Aries en su obra "L’homme devant la mort" refiere a un modelo que llama la muerte invertida que describe como lo inverso al modelo anterior. Hasta principios del siglo XX muchos comportamientos sociales daban a la muerte un carácter público: los vecinos, parientes y amigos llenaban la casa del difunto, las campanas de la iglesia sonaban anunciando la oración por su alma, se exponía el cuerpo en el umbral de la entrada, las visitas al cementerio eran periódicas, etc.

Este modelo tradicional ha perdido su carácter generalizado y absoluto. En las zonas industrializadas y urbanas aparece un nuevo tipo de morir.

No se trata de que se hayan producido cambios en las modalidades de asimilación de la muerte, se trata de su puesta fuera de las murallas de la sociedad contemporanea.

En el siglo XX comienza el proceso de escamoteo de la muerte. Poco a poco, el médico se va apoderando del hombre enfermo. Morir en el hospital ha pasado a ser la forma natural de morir.

Los geriátricos al no tener la tecnología que los hospitales tienen son lugares donde se esta desprovisto de los cuidados asistenciales sofisticados y de última generación que nuestro tiempo pone al alcance de algunos. Sin embargo, Raul no quería ir al hospital, temía que al ayudarlo a seguir viviendo prolongaran su agonía y sabía que en el geriátrico, eso no sucedería. Al decirnos que no quería ser trasladado nos decía que no quería convertirse en uno más, prisionero de las máquinas frías de terapia intensiva. Seguramente la presencia de sus hermanos y de su hija era mejor que eso. Pero estas presencias estaban limitadas en el tiempo y el personal del geriátrico era escaso en número y desigual en calidez humana como para acompañar.

La posibilidad de que quienes asisten acompañen calidamente al anciano depende de la postura que cada uno tiene respecto de la propia muerte. Si esta es muy persecutoria tampoco se acercará al moribundo y vivirá la situación de la muerte del otro con hostilidad.

 

Balbuceo del comienzo
Balbuceo del final
Desde nacer muriendo
Hasta morir viviendo todavía
Roberto Juarroz

Personalmente creo que los últimos instantes de la vida son como los iniciales: momentos muy significativos donde los contactos humanos son importantes. La reconstrucción de la unidad con otro va a ser clave.

En el contacto con la mamá el bebé recrea la ilusión de unidad con ella. Unidad vivida en el útero materno, perdida en el pasaje del medio intrauterino a nuestro medio y recuperada ilusoriamente al sentir el cuerpo de mamá que lo sostiene, su olor, su calor, sus caricias y alimento.

El moribundo con total o parcial lucidez, mitigará merced a la presencia humana el miedo a lo desconocido, a la muerte que se le presenta como inminente. La alusión a imágenes arquetípicas: el mar, los árboles, la luz, evocadoras del mundo interno, plenas de simbolismo, con su referente en nuestro espíritu, son de efecto tranquilizador si introducidas a través de un buen vínculo. Los que lo asisten pueden contribuir a hacer de su tiempo previo a la muerte algo más sereno, recreando la unidad ilusoria con él hasta el último instante. Es necesario funcionar como espejo restructurante mostrandole al paciente aquello que trasmite en forma más integrada. Tomar lo fragmentado, unirlo y devolvérselo a veces en un gesto, en unas pocas palabras. En aquel con posibilidades de recuperación esto le servirá para luchar contra la enfermedad, en alguien muy cercano al final para llegar dignamente

Maud Manoni en su libro "Lo nombrado y lo innombrable" dice que es preciso crear en derredor al moribundo una cadena de presencia humana sobre el fondo de un tratamiento adaptado a la persona de edad provecta y da ciertas precisiones sobre medicación para el alivio del dolor en los pacientes con cáncer. En cada caso se administran morfínicos según protocolos establecidos. Con algunos además de aumentarse la dosis de morfina se agregan corticoides y barbitúricos. La vida se acorta y el resultado es la muerte pero no se la administra directamente

En nuestro país esto no está legislado y siendo el geriátrico depositario de los temores más oscuros relativos a la enfermedad y a la muerte, cómo realizar intervenciones que ayuden al moribundo? Los médicos tienen mucho miedo a los juicios por mala praxis. ( buscar algunas precisiones actualizadas relativas al alivio del dolor) incluir

La muerte es una de las situaciones intensas de la vida y quienes asistimos aprendemos esto En cuanto nos sirve para nuestra vida? que después de todo también puede ser una situación intensa en la que busquemos permanentemente recrear una unidad ilusoria con el otro.

A los cien años

Cuando el mundo se afina,
Como si apenas fuera un filamento
Nuestras manos inhábiles
No pueden aferrarse ya de nada
Roberto Juarroz

Cuando pregunté si había alguna novedad me dijeron que había ingresado un nuevo paciente de 98 años.

Fui a la Historia Clínica y leí: "Psiquismo conservado, deambula, pulmonía en la juventud, operado de vesícula, hipertensivo".

Me encontré con un señor alto, delgado, de cabello blanco ligeramente ralo, de buen porte, que caminaba sin dificultad con bastón y estaba acompañado de una señora que parecía más o menos de la misma edad que él, entre 70 y 80 años. Los ví en la habitación que el iba a compartir con otras dos personas. La mujer estaba ordenando su ropa. El venía caminando desde el baño. Al comenzar a hablar con ellos me enteré que la señora era la hija. A simple vista observé que ambos tenían mucha vitalidad y capacidad de comunicación. A él "hay que hablarle fuerte", dijo la hija.

Después de hacer mi presentación, ella me preguntó si debía dejarme a mi con él para que tuvira la entrevista. Yo les propuse realizar un primer encuentro conjunto.

Ella dijo: "papá tomó la decisión de venir aquí, hace muchos años que vivimos juntos y solos los dos, desde que mamá murió. No se si se sentirá bien aquí, va a ser un gran cambio"; lo dijo dirigiendose a mi, tal vez buscando un cierto aliento o pronóstico favorable respecto del lugar y la adaptación de su padre.

El respondió con firmeza que sabía muy bien lo que quería y que la decisión estaba tomada, lo dijo en forma que no admitía otras consideraciones.

Ella : "nosotros vivimos en un departamento grande, aquí el va a tener que compartir con muchas personas. En casa él tiene su escritorio, su sillón, su lámpara", ella insistía acerca de la dificultades que él podía encontrar. "Ultimamente me resulta muy dificil ayudarlo porque yo también necesito ayuda. Ahora me voy a quedar sóla en ese lugar tan grande."

El la interrumpió pidiéndole que le trajera las cosas que necesitaba esa misma tarde.

Ella se excusó entonces y salió a hacer las compras requeridas de artículos de higiene.

Pensé: es él quien organiza y ordena, quien sigue teniendo la voz cantante, o no ha escuchado mi propuesta de una entrevista con los dos o quiere ser el que manda. Detrás de esta aparente satisfacción por su decisión tomada en forma independiente respecto de la internación puede haber una profunda herida a su autoestima.

Con la situación de internación se pierde buena parte de la autonomía: hay que ajustarse a horarios, a convivencias, las enfermeras dan ordenes, no se puede hablar por teléfono sin permiso, etc.

Le pregunté si él salía a caminar sólo o consideraba que por prevención era mejor hacerlo acompañado..

Respondió que ya no salía sólo porque se sentía inseguro en la calle.

Menos mal que da una respuesta así, es en parte conciente de sus limitaciones, pensé. Inmediatamente refirió a su trabajo como jefe de compras en una empresa de instrumental quirúrgico de precisión . Contó que fue enviado a Inglaterra y Estados Unidos. Lo sentí a sus anchas dando información sobre su desempeño laboral pensé que lo de compartir la entrevista con la hija no le gustaba tanto. Destacó la confianza que le tenían y los buenos negocios que lograron concretar. "Siempre me destaqué por persuadir a las personas a tomar decisiones que los beneficien", "he viajado mucho y conocido mucha gente, particularmente mujeres hermosas".

Anunciaría ya un tema de su mayor predilección

Eduardo asistiría a las sesiones grupales que se realizaban una vez por semana.

Esto promovió cierto estímulo y bienestar en el grupo, especialmente entre las mujeres ya que hacía comentarios muy afectuosos sobre ellas. Noté que casi todas eran en alguna medida sensibles a ello.

Durante los dos primeros meses lo ví brevemente en forma individual una vez por semana. Espontaneamente hablaba sobre hechos de su vida que lo mostraban como un excelente estudiante, como un niño muy querido por sus padres, hijo único, como un hombre muy capaz, con desarrollos laborales interesantes .

En ocasiones refería sobre las dificultades en la relación con su hija "porque se comprometió con la persona equivocada".

A los cuatro meses de su estadía en el lugar se peleó con un compañero, la mucama que estaba en la habitación contó que Eduardo revoleó el bastón para agredirlo.

El personal decía que a veces "se ponía fuera de sí". Su compañero no quería verlo más. El explicaba "ese hombre se ha metido donde no debe", "me estaba revolviendo la ropa".

Los aspectos ambivalentes, muy característicos en las personas de edad tan avanzada, cobraban intensidad se observaba en hechos como el mencionado y en cierta resistencia a tomar la medicación. Yo continué con él las sesiones individuales aunque breves, una vez por semana. . Me preguntaba cómo se sostendría si se rompía su frágil equilibrio y pasaba al lugar de "quienes ya no están bien de la cabeza", o al de aquellos que "deben obedecer lo que se les dice" , expresiones habituales entre quienes asisten, que apuntan a reforzar su autoridad y a veces un lugar de poder sostenido con cierta arbitrariedad, a mi entender.

A los seis meses de su internación debió usar pañal también durante el día y esto lo irritaba mucho, lo ponía de muy mal humor y expresaba con voz algo más débil pero firme que lo que le estaba pasando era humillante.

Una pequeña marca que tenía en la nariz se le iba acentuando cada vez más. Los estudios indicaron que era un cáncer de piel. El criterio médico fue que siguiera su curso ya que por la edad probablemente avanzaría lentamente y el tratamiento de quimioterapia sería dificil de soportar para él.

El día que cumplió noventa y nueve años se hizo una fiesta como es habitual con todos los ancianos alojados en la casa, siempre que así lo deseen. Vinieron cuatro o cinco personas amigas de él y su hija. Eduardo estaba de muy buen ánimo y dijo espontaneamente algunas palabras de agradecimiento a todos.

Gradualmente irá dejando de asistir a las reuniones grupales. Permanecía más tiempo en el mismo lugar. Esto es, iba de su cama a la mesa donde comía con otra persona. Para que fuera a las reuniones debía hablarle previamente y acompañarlo en el traslado al lugar. Se sentaba al lado mio. Yo tomaba lo que él decía para que sus compañeros pudieran escuchar y se sintiera contenido. A veces se expresaba agradecido , otras resultaba muy trabajoso y tomaba demasiado de mi tiempo que estaba acotado en el lugar porque debía ver a muchos pacientes. Eduardo se iba alejando y perdiendo el espacio social . Cada vez más, todo intercambio se daba en una zona muy reducida y cercana a él, entre los quince y cuarenta y cinco centímetros, zona de aproximación sexual, o ataque o particular situacion de intimidad para un adulto, era en él el espacio para todo tipo de posibles intercambios.

Un día lo encontré llorando y rabioso con la enfermera que según él le había metido tres pastillas juntas en la boca presionándolo para que las tome. Me costaba entender lo que me decía, entonces la mencionada enfermera que andaba por alli se acercó para decir: "se resiste a tomar la medicación y yo no puedo estar horas con él". Poniendome las pildoras en la mano me dijo que por favor tratara de dárselas yo y se fue. El continuó con un llanto y una disconformidad creciente, dijo: "que una mujer me obligue a abrir la boca, nunca pensé que podría vivir yo algo tan humillante!", repitió esto con obstinación como queriendo liberarse de su furia y dolor. Cuando se quedó un poco más tranquilo le mostré los medicamentos y empecé a explicarle que uno era conveniente para el funcionamiento del corazón, el otro... No me dejó continuar hablando y dijo : "Usted quiere que yo los tome , no tiene que explicarme nada, usted no tiene que explicarme nada! , solamente digame que tengo que hacer" Abriendo la mano y acercandoselos le dije : "tómelos Eduardo" Creo que debí decirselo con mucho ánimo de que se sintiera bien porque me hizo a continuación una sonrisa encantadora que recordaré siempre en ese rostro surcado de arrugas y agobiado ya. A los dos días, la enfermera volvió a pedirme que yo le diera los medicamentos, a pesar de que habíamos hablado , aunque brevemente sobre el tema. Entonces le pregunté cómo lo había resuelto el día anterior. Me dijo:"el se cree que tengo todo el tiempo del mundo sólo para él, me pone muy nerviosa". Cuando le pregunté cómo era eso de ponerse muy nerviosa comenzó a contarme problemas personales en relación a su familia. Después de escucharla largo rato, concluí con humor que todos necesitamos todo el tiempo del otro.

Eduardo permanecía cada vez más tiempo durmiendo durante el día y dormía poco a la noche. En una ocasión dijo: "me paso la noche pensando o soñando, no me doy cuenta de la diferencia. Pienso que cuando cumpla cien años voy a ser como era cuando tenía dieciocho, mi cuerpo esbelto y hermoso . Me transformo en el muchacho que era, ya no me pesa el cuerpo como ahora, veo bien y oigo con claridad, la gente me sonríe. Vió esas uvas que hay en el patio? , están madurando , cada vez están más grandes y tienen más hojas verdes. Yo soy como esa viña, me paso las horas mirándola, como no tengo nada que hacer me he convertido en esa parra y todo en mi crece y se desarrolla con vigor". De distintas maneras y con imágenes en algo diversas Eduardo insistía en estas fantasías de plena recuperación y bienestar, me agradecía mucho que me acercara a escucharlo y recordaba épocas felices de su vida con un sentimiento de profunda gratitud y regocijo, en general relativas a sus relaciones con mujeres.

Había entonces una mucama muy joven y bonita recientemente empleada y que se encargaba de bañarlo . Al preguntarle cómo le iba en el cuidado de Eduardo me respondió: "Hoy me pasó algo que me asustó mucho, estaba él sentado y yo sosteniéndolo mientras lo enjabonaba, bajó la cabeza mirando hacia el piso . Creí que se había desmayado. Le dije: "Ernesto, póngase derecho" y como no respondía levanté su cabeza empujando su frente hacia arriba, temiendo que ya no me respondiera más. Entonces me miró a los ojos y me dijo : "que lindos tobillos que tenés"

Efectivamente en esta admiración ante los tobillos de aquella jóven Eduardo estaba recreándo aquel sentimiento de juventud, de intensa conmoción ante la belleza femenina. Renovaba así su enaltecido erotismo , su fascinación exacerbada, su pulsión de vida. Entonces entendí esa fuerte impresión que el quería trasmitirme de que se convertiría en el muchacho de dieciocho años que en algún tiempo fue. El mito del eterno retorno a la manera de Nietzche estaba presente en todo esto. No la regresión ni la repetición como en psicoanálisis entendemos. No aquello que priva de objetividad sino la fuerte convicción , la certeza y la vivencia de que el espíritu está ligado a la belleza.

Con el paso del tiempo la marca en la nariz de Eduardo se iba convirtiendo en una herida abierta. Había que limpiarla diariamente en forma especial para que no exalara un olor nauseabundo.

Una tarde, al irse del geriátrico después de visitarlo la hija vino a hablarme con lágrimas en los ojos. Relató que las visitas a su padre eran cada vez más dolorosas para ella. Se quedaba callado o si le dirigía la palabra era para decirle que "toda la vida había sido una puta".. Refirió entonces que él siempre había estado disconforme con la decisión de ella de unirse al hombre a quien amaba. A pesar de lo triste que esto le pudo resultar en su momento nunca había oído recriminaciones de esta naturaleza. Ver a su padre, ya sin fuerzas insultándola así le provocaba una sensación desgarradora difícil de soportar. Como esto se repetía en todos los encuentros durante el último mes necesitó comentármelo. Dijo todo esto llorando amargamente como una pequeña niña castigada por su padre

Creo haber hablado de Tánatos haciendo lo suyo y de este comportamiento de Eduardo como una forma de repetir otros anteriores con mayor vehemencia y también de que vería si era posible abordar el tema con él.

Eduardo renovaba así su antigua pasión por el dominio sobre los que amaba. No debía hacer mayor esfuerzo, solamente el uso de ese improperio, "puta", despertaba en ella el sentimiento de ser profundamente desaprobada y desvalorizada.

La comunicación con él se había tornado más difícil, había que hablarle en voz bien alta y escuchar con atención su respuesta, agudizando el oído. Me acerqué y sin esperar que el mencionara nada sobre el tema le dije: " Eduardo, su hija se va llorando después de hablar con Ud. , nunca más le diga puta". Me miró a los ojos de la misma forma que aquella vez en que le pedí que tomara los medicamentos. No me contestó con palabras pero sus gestos me bastaron.

La vez siguiente la hija me dijo al pasar: "hoy no me ofendió" Después de unas semanas se acercó para decirme: "Papá dejó de insultarme, yo sé que fue Ud. , Ud. es un ángel. Se lo agradeceré mientras viva"

Confieso haber sentido una muy íntima satisfacción. Fue una situación totalmente nueva para mi: primero porque no acostumbro decirle a los pacientes lo que deben hacer, segundo porque si alguna vez lo hice no fue eficaz. El vínculo con Eduardo tenía características muy particulares.

La mancha se había convertido en un agujero maloliente que debía ser curado dos veces al día.

El hizo referencia a su enfermedad en pocas ocasiones: al inicio cuando se hicieron los estudios y luego, ya en estado avanzado porque "estaba cada vez peor y debía haber hecho un tratamiento más importante", pero que "ya no había mucho más que hacer"

Eduardo cumplió cien años en el geriátrico y hubo una reunión como la de los noventa y nueve años. Y cumplió ciento uno y ciento dos y cientos tres años. Falleció en el geriátrico. Permanecía sentado, comía poco, no hablaba ya casi nada con nadie. Cuando la hija se acercaba lloraba y cuando yo me acercaba también. Lloraba amargamente. Le faltaba casi totalmente la nariz. Un día me dijo: "ya ni verla puedo. Ya ni mis anteojos tengo".Creo que fue lo último que pude entenderle.

Muchas veces yo no me acercaba. Lo veía callado, dormido o quien sabe en qué mundos y sabía que al tenerme al lado se pondría a llorar y me tomaría la mano sin decir palabra.

 

El lenguaje olvidado E Fromm p 29

En el estado despierto los pensamientos y sentimientos responden fundamentalmente a la competencia, a la tarea de dominar al medio ambiente, de cambiarlo, de defendernos de él. La tarea del hombre despierto es la de asegurarse la supervivencia; en ese estado está sujeto a las leyes que gobiernan la realidad. Lo cual significa que tiene que pensar en función del tiempo y del espacio y que sus pensamientos están sujetos a las leyes de la lógica temporal y espacial.

Cuando dormimos no nos preocupamos de poner al mundo exterior al servicio de nuestros propósitos. Estamos indefensos ... pero también estamos libres, más libres que en el estado de vigilia. Estamos libres de la carga del trabajo

En el anciano las diferencias entre el estado de vigilia y de sueño se han borrado, está siempre despierto, trabajando por la supervivencia y esta siempre dormido, ya liberado de las cargas que la vigilia impone, libre de las exigencias de la lógica. Desarrollar

Ver sobre el tema de la muerte


El ser

Los otros

El pasado

Ella

Otra vez ella

Buscando

Encuentro

Confianza

Comunicación

Erotismo

Otra vez ella

La caída

Lo indestructible

Mónica Rizzi
Idea y producción del programa "Arte en palabra, radio Palermo" (
arteenpalabra@radiopalermo.com.ar )

Lo macabro

La madre de la paciente recién internada era una persona que yo había visto con anterioridad por el barrio: grande, robusta, con gesto varonil y la cara pintarrageada en rojo y negro. Rojo intenso en los labios, parecían haber sido pintados en la oscuridad, en un ataque de furia. Negro en torno a los ojos, los trazos de la misma forma desprolija y exagerada, como si la intención hubiese sido tacharlos.

La enfermera me preguntó si quería entrevistarla ya que recién "había ingresado a su hija a quien estaban ubicando en la cama". Estaba diciéndole que sí cuando la señora apareció en la enfermería, un pequeño espacio para dos o tres personas, sin lugar para permanecer sentados. Estuvimos de pie durante aproximadamente media hora que duró la entrevista.

Creo haber dicho algo de rutina dando mi nombre y apellido y función en el lugar cuando ella, sin dar señales de haber escuchado empezó a relatar sobre la jóven. Mientras me hablaba leí algun dato sobre la paciente. La ficha de internacion decía: 35 años, discapacidad motriz severa, no habla, no camina, no come sola, no controla esfinteres". Sentí un escalofrío. Busqué el nombre y el lugar estaba vacío. Pensé en preguntárselo y anotarlo pero la señora había empezado a hablar y opté por seguir escuchándola. Levantaba la voz y se aproximaba más a mi para explicarme que su hija estuvo siempre en institutos para que la cuidaran ya que ella no hubiese podido hacerlo. "Siempre?", fue mi pregunta. Siempre no! Lo dijo irritada y levantó aún más la voz: cuando nació yo no podía cuidarla pero igual lo hice, era una nena mala, fue siempre muy mala y enferma. "Era mala cuando nació? ", pregunté. Cuando nació yo estaba muy mal pero dejé todo por ella, me ocupé siempre de ella. Iba a preguntar otra vez si siempre, pero me abstuve y traté de recuperar mi espacio en la pequeña salita porque a esa altura de la entrevista que recién comenzaba había dado ya pequeños pasos hacia atrás ante el avance de ella. Estaba Ud. muy mal? Sí, y no podía cuidarla, siempre le dí todo lo que necesitaba. Ella lloraba, era muy nerviosa. Qué le pasaba a Ud.? "vivía mal, tenía que trabajar, no tenía donde vivir ni nadie que me ayudara. Yo no hubiera querido tenerla, del padre no supe más nada, fue todo de pronto. Tuve un médico que me ayudó y me dijo que debía internarla. Internarla porque era muy nerviosa, cuando? Cuando nació no se alimentaba y estaba muy flaquita, yo le daba y le daba y le insistía. A los tres años no podía más con ella, pasé por cosas insoportables! Por qué, que cosas hacía que le resultaba tan difícil cuidarla? Rompía todo, se ensuciaba, robaba lo que yo tenía en los bolsillos o la cartera." Robaba, a los tres años?"

Sí, yo sé que estaba poseída por los demonios, que a mi me habían hecho un trabajo, Ud. puede no creer en eso pero yo sé cómo fueron las cosas. Efectivamente yo no hubiera incluído a los demonios en todo esto pero estaba muy lejos de querer discutir con la señora teorías sobre el mal que aquejaba a su hija en la temprana infancia. Trataba de entender lo que ella me decía y de conservar mi espacio físico que ante el menor descuido se reducía notablemente. También mi capacidad para preguntar estaba limitándose. Las pocas palabras que había dicho lograron inquietarla aún más. Hubiera preguntado por ejemplo quien estaba poseída por los demonios a su entender, si ella o su hijita, pero no lo hice y creo que tampoco dije ninguna cosa clara de ahí en más. Sí tuve el acierto de preguntarle si traía algún informe de alguna institucion o del lugar de donde provenía. Sacó un sobre y me lo dio, era del lugar donde habia estado internada recientemente. Decía así: "Por unos certificados médicos concluímos que C... T... padeció a edad muy temprana (la madre no supo precisar) una radiculitis que la inmovilizó por un tiempo. Fue dejada en casa de la abuela materna con escasos cuidados. Volvió a casa de la madre. Refiere que era muy insoportable y no la podia cuidar, fue internada tempranamente, tenía 5 o 6 años cuando recibió electroshocks. Estuvo siempre muy enferma y fue paulatinamente perdiendo la capacidad de la marcha y el control de esfinteres que nunca llegó a adquirirse totalmente. Ingresa al lugar necesitando todo tipo de cuidados, hay que bañarla, darle la comida en la boca y cambiarle los pañales, no articula palabra alguna y grita en forma gutural."

Leí este breve informe mientras la mamá de C T continuaba hablandome y repetía las mismas palabras, " siempre la cuidé... siempre fue muy enferma, ..." a la vez que seguía dando pasos hacia delante . Pensé en mis limitadísimas posibilidades de ayudarla, en que debía empezar a decir algo como una forma de ofrecer alguna presencia o aporte a la sin razón de tanto deterioro. La señora tendría que traer los pañales que eran necesarios y cierta medicación. Le dije que iba a llamar a la enfermera para que quedara bien claro todo lo relativo a las cosas que ella debia traernos y le pedi el nombre de su hija para escribirlo en la historia. Era nombrar lo que no tenía nombre, lo innombrable, lo que no tenía identidad, ni historia, ni sentido, tampoco los sentimientos de esta madre eran descifrables, tampoco su sufrimiento podía ser comunicado, qué conciencia de la situacion tenía ella y qué comprensión tenía yo como profesional y ser humano de tales discapacidades .

En mi próxima visita al geriátrico, a los tres días, entré en la habitación para tener un primer contacto con la paciente: el cuerpo huesudo, pequeño, inerte, flojo, infructuoso, yermo, de un lado de la cama, la pared, del otro, la baranda, la mirada perdida, vacía, sin sentido, ningún signo de entender el gesto o las palabras que pronuncié, solamente algun alarido ocasional y un violento sacudón de los miembros que nada tenían que ver con un estímulo de mundo externo, provenían de descargas organicas incontrolables. Luego otra vez ese cuerpo inhóspito y quieto. Qué sentimientos lo habrían habitado en otro tiempo, qué chispa de espíritu humano habría pasado por él?

La habitación era compartida, las otras dos personas que estaban en esa pieza tenían una demencia senil considerable pero conservaban cierta comprensión de su mundo circundante y expresiones afectivas valiosas, seguramente se verían afectadas por la presencia de C T Hablé con el personal que asistía para que en los horarios de visita las dos personas de la habitación y sus familiares estuvieran fuera de allí.

Mis acercamientos a la paciente, fueron esquivos o nulos. En cuanto a la madre, la veía entrar y salir y se que cumplia con las cosas que se le pedían para atender a su hija. No saludaba ni dio señales de necesitar acercarse nuevamente......yo la miraba como dispuesta a recibir algún signo de acercamiento pero en mi fuero interno me senti siempre desprovista para ayudarla, creo que ni siquiera podia contribuir a que se diera con ella una conversación medianamente serena. Tenía el nítido recuerdo del rechazo que las pocas palabras que articulé habían despertado en ella. A pesar de considerar que no era mi persona la causa de ese rechazo, sino por el contrario verlo como una proyección de ella misma, no puedo dejar de preguntarme en qué medida el mio propio operaba allí.

 

La institución geriátrica

El geriátrico es en buena medida lo que el imaginario colectivo pone en el.

En nuestro medio la institución geriátrica es depositaria del temor al envejecimiento y a la muerte. Está segregada, apartada, escindida, separada de una sociedad que la ve como una amenaza. Lo temido, lo oscuro, lo viejo y hediondo sale de sus habitaciones hasta el lugar mismo de recepción que la casa de ancianos dispone. Se escapa por sus puertas y ventanas que deben permanecer bien cerradas, pero, aún así ... Aún así por los intersticios, por las rendijas, algo de eso tan temido se cuela y persigue a los apurados transeúntes. Los que tienen algún familiar alojado se acercan y cuando lo hacen expresan algo referido al poco tiempo de que disponen, a lo mucho que tienen que hacer, afuera! por supuesto. Algunos hasta lo dicen abiertamente y son sinceros: "no puedo venir aquí, me hace mal, sabe?" Como si la cercanía al lugar pudiese producirles cierto inevitable contagio. En su mundo imaginario se trata de una epidemia que se propagará a partir de esas paredes. Una suerte de fatalismo los domina. La certeza de que todo lo que allí pueda encontrarse los contaminará al más leve contacto. La creencia de que en el acercamiento a lo viejo que el lugar representa brotará la melancolía, el deterioro, la tristeza y toda fuerza desvitalizadora e inhabilitante se apoderará de ellos. Solamente estando muy fornidos será posible entrar allí, pero claro, nunca un día domingo . Los domingos son tristes por naturaleza y la permanencia en el geriátrico acentúa esta tristeza. El día domingo, especialmente por la tarde, el fantasma del geriátrico puede apoderarse de ellos y engullirlos. El domingo hay que reunir fuerzas para iniciar la semana de trabajo, justo al geriátrico!! Es un día de cierta depresión, ya bastante con la propia. Mejor dejar la visita para los días de semana, esos son los días de las obligaciones, y ese es el carácter que la visita tiene, el de obligación. ¡Quién podría hacer por diversión un encuentro allí!

Los ancianos internados sienten que no son tratados como "sujetos", han quedado aislados, separados del otro.

A lo largo de la historia, el hombre ha construído compartimentos estancos, barreras por temor muchas veces a lo que el otro muestra. No viendo "eso" en los demás no lo ve en el mismo. Creo que actualmente más que nunca estamos en contacto con situaciones de la mayor diversidad, en religiones, costumbres, lenguas, etc Es un verdadero desafío de nuestro tiempo que podamos comprender lo diverso, conocerlo y convivir con ello. Con la vejez este es todo un tema. Nuestra sociedad que anhela la eterna juventud y productividad mira con poco aprecio a los viejos y da cuenta de que preferiría tenerlos lejos. La cercanía despierta todo lo que de viejo hay en cada uno y ésto resulta para algunos intolerable. Todo se organiza según marca el poderoso y aquí el poderoso es quien está jóven, especialmente aquel que es productivo en el mercado laboral.

En uno de los paseos que se organizaban en el geriátrico fuimos a tomar un refresco a una de esas hermosas confiterías de Recoleta, nos ubicamos bajo los añosos ombúes de Plaza Francia. Eramos unas quince personas, nos habíamos trasladado en un vehiculo a propósito para todos nosotros, con enfermera y kinesiólogo que acompañaban. Algunos usaban bastón, alguno andador. Había también cuatro en sillas de ruedas. Después de estar ya ubicados tomando algo empecé a notar que teníamos cada vez más espacios vacios alrededor nuestro. Las personas que iban llegando preferían dejar alguna mesa libre entre ellos y nosotros!!

Y así, el anciano sintiendose aislado, desplazado, corrido de su lugar, ya no más sujeto, queda a la intemperie, sin lazos que lo conecten, no sólo con el otro, sino consigo mismo.

Es la ceguera y sordera de la sociedad respecto del envejecimiento la que dificulta el quehacer de estas instituciones que son un emergente, nacen de una necesidad: cuidar a ancianos, a los nuestros y a los que en un futuro seremos.

Desde los estudios médico, psicológicos y sociológicos en geriatría se entiende que el trabajo de los geriáricos es transformar al anciano en objeto de cuidados. Esto, en el mejor de los casos, se logra en estas instituciones, si se logra!. . sin embargo ser mero objeto de cuidados no alcanzaría para vivir. Como en la primerísima etapa de la vida no alcanzan los cuidados de alimentación y cobijo, y sabemos que dificil es que lleguen a todos en esta Argentina devastada. La alimentación y el cobijo no alcanzan si no van acompañados por una relación afectiva con otro que habla, acaricia, nombra, desea: mamá o mamá sustituta. Así también el anciano necesita ser atractivo para el otro a partir de sus particulares características, anclar su deseo en el deseo del otro. Cuando esto no se da, allí en ese vacio aparece el fantasma de la muerte, la imposibilidad de simbolizar, la imposibilidad de nombrar.

Una señora de unos 80 años consultó para decidir cómo atender mejor a su esposo que estaba necesitando cada vez más cuidados especiales. Una de las primeras cosas que dijo Eva en la primera entrevista fue que no quería separarse de él. Desde el principio me pareció que lo que buscaba era ayuda para poder hacerlo. Después de una caída y fractura de cadera hubo que operarlo y Juan que estaba ya en un proceso de cierto deterioro senil se había puesto más confuso, estaba difícil, había perdido la orientación en espacio y tiempo, sufría incontinencia.

Ella refirió así: fue un excelente abogado, había desarrollado su capacidad oratoria, ahora no puedo mantener una conversación con él, cambia una palabra por otra, no le entiendo, llora y se enoja facilmente, ha dejado de ser quien era. Se pone irritable cuando salgo y cuando regreso. A veces parece estar tranquilo y comprender bien lo que le digo. Espero que pueda volver a caminar. Yo he decidido continuar con mi trabajo, soy traductora, y salir al cine o al teatro una vez por semana. El se queda con la persona que lo cuida cuando yo no estoy y si es necesario recurrir a un geriátrico lo haremos pero me da mucha lástima sacarlo de casa... además cómo son esos lugares? Debe haber algunos buenos... pero tengo desconfianza.

¿Qué necesita una persona que ha pasado a ser dependiente? ¿Qué requiere una persona que como Juan ha perdido su capacidad intelectual, su orientación en el mundo, su lugar social? ¿Necesita asistencia a domicilio, una internación geriátrica competente, un buen equipo médico, una familia asistida profesionalmente, una sociedad más informada sobre temas de la vejez y más solidaria? Podemos considerar de diversas formas este problema. Pero creo que la persona que ha perdido buena parte de su identidad necesita que nos ocupemos de su cuerpo. Narcisizarlo, mantener el goce del contacto con él, la caricia, la mirada son indispensables para que la persona no le tome aversión a su cuerpo para que éste no se convierta en una verdadera cárcel

En un momento de la entrevista la esposa de Juan dijo con lagrimas en los ojos: "no quisiera dejar de tomar un cafecito con él, de sentir su mano en la mia"

Si esto es así, por más sufrimiento que la situación encierre, tal vez Juan esté salvado. no se trata de eliminar el sufrimiento, componente indispensable de la vida, sino de encontrarle un sentido.

Con el ánimo de acallar el sufrimiento y satisfacer diversos objetivos surgen voces fuertes, mejor diría autoritatias, que dicen tener la respuesta justa al problema. Son médicos que aconsejan qué debe hacerse, avalados por una prestigiosa trayectoria, son establecimientos geriátricos cinco estrellas que se hacen cargo de todo o asistentes domiciliarios que resuelven todos los problemas. Es también alta tecnología que brinda nuevas propuestas de curación, claro está para quien pueda pagarlo. Deja de escucharse al enfermo en sus pedidos más sencillos, en sus necesidades más primarias de cuidado. Aquella atención humana que en un momento temprano de su vida necesitó para constituirse en sujeto es la que ahora también necesita para no dejar de serlo.

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