Autoeficacia Hacia la Tecnología en talleres de informática para adultos mayores
Leticia Elizabeth
Luque - María Cristina Burba - María Cristina Gonzalez de Menne
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Introducción
La informática y las tecnologías digitales han revolucionado en muchos aspectos la sociedad y han contribuido al aumento de la esperanza de vida. Aumento que consecuentemente ha llevado, entre otras cosas, al aumento de la población de mayores de 60 años (+629 millones en 2002).
Este grupo etario sigue siendo objeto de prejuicios, entre ellos los relacionados con sus capacidades para adquirir nuevos conocimientos y particularmente referidos a las nuevas tecnologías. Sin embargo, y tal como se señala en distintas investigaciones, la realidad muestra que aunque haya cambios a nivel cognitivo en la vejez, el aprendizaje sigue siendo posible. La falta de actividad mental cognitiva puede explicar la disminución de la capacidad de aprendizaje en la vejez; es por ello que son relevante el entrenamiento y la estimulación para activar y reactivar las energías mentales (Lehr, 1980). Activación que no consiste en restablecer la situación previa ni restaurar un equilibrio roto, sino en guiar el comportamiento hacia caminos nuevos, desconocidos y desafiantes (Barberá Heredia, 2002).
Por otra parte, debe considerarse que el envejecimiento no obedece solo a factores biológicos; existen factores "psicogénicos" (Sancho et al, 2002) que no pueden soslayarse; es decir, debe analizarse el conjunto de normas que la sociedad impone a los AM por el hecho de serlo, y en los cuales se incluyen prejuicios sobre la capacidad de aprendizaje y uso de las nuevas tecnologías informáticas. Sin embargo, también entran en juego variables subjetivas como la autopercepción y la autoeficacia de los AM hacia las mismas.
Autoeficacia
La autoeficacia es un conjunto de creencias sobre las propias capacidades para realizar una tarea. Cuando un sujeto se percibe con limitaciones, acepta negativamente la situación y comienza a comportarse en función de esa idea; el entorno reacciona en consecuencia y tratar al sujeto como incapaz, reforzando la percepción negativa.
Estos prejuicios dan origen a respuestas de defensa, asociadas a disminución de autoestima y autopercepción negativa entre otros -, y van en detrimento de la calidad de vida del AM. Este proceso puede ser reducido o evitado si se traza una estrategia que contrarreste los efectos nocivos de los prejuicios sociales hacia la tercera edad, presentes inclusive en los propios AM. Una estrategia que permita mejorar la autoeficacia hacia la tecnología (technology self-efficacy) en este grupo etario, es decir, las creencias sobre sus capacidades en relación a las nuevas tecnologías.
Consideramos que una estrategia adecuada es brindarles formación específica en informática, con distintos niveles de complejidad, y en grupos exclusivamente integrados por AM. Esto activa y estimula la dinámica psíquica, permitiendo mejorar la percepción de las capacidades reales, y contribuyen a eliminar o disminuir los efectos de prejuicios individuales y sociales sobre dichas capacidades.
Tal como señala Antonucci (1996), el proceso de envejecimiento humano se vincula a los prejuicios, los mitos y los estereotipos sociales, muchas de cuyas profecías y expectativas se autocumplen, por lo que con frecuencia, las personas mayores se convierten en víctimas de esas ideas preconcebidas, que predican y señalan cómo deben actuar o reaccionar o ser las personas de edad avanzada [en Fernández Lopiz, 2002].
El desarrollo constante e irrefrenable de la tecnología genera la necesidad de nuevos aprendizajes; los adultos mayores suelen sentirse limitados en tanto reproducen el mito de la incapacidad de aprendizajes nuevos (Sanchez Salgado, 2000). Este derriba de alguna manera la seguridad que genera la experiencia, agudizando la creencia de que la edad implica el cierre de las posibilidades de interactuar con el ambiente con la suficiente capacidad de respuesta física y cognitiva, y también la percepción de estar sin el control de sí mismo y del mundo fuera del entorno inmediato (Canto & Rodríguez, 1996).
Ahora bien, el sentido de sí mismo, el Autoconcepto, se estructura por la percepción de la propia inteligencia, el estatus social y la capacidad física, base sobre la que se forma la Autoestima, definida como la conciencia positiva que se tiene de sí mismo, la apreciación y el respeto de sí. A partir de esta se desarrolla la Autoeficacia, o ideas que tienen los individuos de su capacidad para realizar una tarea. La percepción de la autoeficacia está relacionada con el desarrollo de la autoimagen, la autoconfianza y la autoestima; de alguna manera el sujeto que se considera capaz de responder eficazmente ante diversas problemáticas tendrá confianza en su accionar, y su autoimagen y autoestima serán positivas.
En 1977, Bandura identificó un aspecto importante de la conducta humana: que las personas crean y desarrollan sus autopercepciones acerca de su capacidad, y que las mismas se convierten en los medios por los cuales siguen sus metas, y controlan lo que ellos son capaces de hacer para manejar, a su vez, su propio ambiente. Según Bandura, (1979), las creencias que tienen las personas acerca de sí mismas son claves para el control y la competencia personal, y los individuos son vistos como productos y productores de su propio ambiente y de su propio sistema social. Por lo tanto, el hombre, desde esta perspectiva, no sólo reacciona a su ambiente, sino que es capaz de modificarlo al actuar proactivamente. El grado de Autoeficacia reconocido por cada uno dependerá del proceso psicobiológico del mismo, como así también del contexto histórico social en que se manifiesta. Las creencias sobre autoeficacia se sustentan en la historia de éxitos de un individuo dentro de un dominio concreto, y son también fruto de la observación de lo que los otros son capaces de realizar, de los intentos de los otros de modelar los sentimientos de autoeficacia a través de la persuasión, y de la consideración de las propias posibilidades y limitaciones personales.
Tal como ya señalamos, si el sujeto se autopercibe con limitaciones (reales o imaginadas), acepta de manera pesimista la situación y comienza a comportarse en función de esa idea negativa; luego, reduce su campo de actividades y de interacciones sociales, su sentido de sí mismo mengua y por ende, disminuyen su autoestima y autoeficacia. A la vez, este proceso es percibido por el ambiente, que de por sí está sensibilizado para considerar al envejecimiento como sinónimo de incapacidad; el entorno comienza a reaccionar en consecuencia y a tratar al sujeto como incapaz, refuerza la percepción de incompetencia e inutilidad a que nos referíamos (López, 2000; Fernández Lópiz, 2002).
Bandura (1994) considera que, aun cuando la autoeficacia se requiere para actividades en las cuales las funciones biológicas pueden haber sido significativamente afectadas por la declinación física, es preciso considerar que los sujetos mayores han ganado en conocimiento, habilidades, y que la "experiencia" compensa algunas pérdidas. Esto implica que adecuados niveles de autoeficacia pueden mantener el funcionamiento intelectual, social y físico de los adultos mayores a niveles equivalentes a los de la etapa adulta.
Gerontagogía
Ahora bien, en esta etapa se presentan cambios intelectuales relacionados con el envejecimiento, a la vez que la motivación puede variar en el tiempo. Según Yuni (1996) las manifestaciones intelectuales en el adulto mayor sufren un "enlentecimiento", e interactúan lo bio-psico-social con la historia propia de cada uno de los sujetos. Debemos considerar entonces que los cambios son más cualitativos que cuantitativos. Las funciones intelectuales se vuelven más permeables a los aspectos afectivos, y esto interfiere en el proceso cognitivo; sin embargo, la educación es una herramienta clave para mejorar la vida de los mayores, ya que existen diferentes modalidades de intervención orientadas a generar algún tipo de cambio en la esfera intelectual en las personas mayores.
Entendemos la educación de las personas mayores (gerontagogía) como la acción intencional orientada a producir cambios en ciertas dimensiones del desarrollo personal de los sujetos. Esos cambios son posibles por el entrecruzamiento de diferentes acciones, situaciones y sujetos que en el espacio educativo ejercen una acción mutuamente transformadora.
Desde el punto de vista de las personas mayores, la educación es el proceso específico mediante el cual se producen sucesivas reconfiguraciones de su identidad personal. Por sus particulares características e independientemente del nivel de partida, los adultos mayores cuentan con una gran experiencia de vida que debe ser utilizada metodológicamente en la enseñanza. Deben ser protagonistas de su aprendizaje, a partir de sus propias experiencias, lo que implica una metodología activa y participativa, que conduzca a seguir intelectualmente activos (Bedmar, Fresneda & Muñoz, 2004)
Confrontar al AM con nuevos conocimientos le permite la transformación de los esquemas y habilidades utilizados para la representación del mundo y la representación de sí en ese mundo. De esa forma el AM va cambiando su visión del mundo externo a la vez que puede modificar su mundo interno.
Es este interjuego entre lo externo-social y lo interno-personal lo que nos lleva a analizar al AM en el marco de la sociedad tecnológica hipermoderna en que vivimos. La informática en general e Internet en particular son causa y consecuencia, a la vez, de esa nueva sociedad. Sociedad integrada por un cada vez mayor número de AM, quienes no deben ni pueden ser excluidos debido a la etapa de la vida que atraviesan, si no que deben ser protagonista de esta sociedad "informatizada".
Autoeficacia hacia la tecnología
Ahora bien, gran parte de la población actual de AM no ha superado niveles medios de educación y no tuvo contacto con las nuevas tecnologías informáticas en otras etapas de su vida. Condiciones socioeconómicas de nuestro país y de los AM específicamente, han limitado el número de sujetos de esta edad que puede adquirir bienes que incorporen tecnología digital. Sumamos a esto que hay un porcentaje considerable de sujetos que perciben a las computadoras como instrumentos de uso complejo, y los que se autoperciben como incapaces de manipular tales instrumentos.
Todo esto puede llevar a pensar que es imposible o excesivamente difícil llevar adelante experiencias de informática para adultos mayores. Sin embargo, esto puede revertirse si, entre otras actividades, se ponen en práctica estrategias que permitan modificar la percepción de la autoeficacia hacia la tecnología.
Inicialmente, las actividades deben ser familiares, conocidas por los adultos mayores (escribir, pintar, desarmar). El objetivo inicial es la pérdida de temor frente a las computadoras. Este temor suele ser el eje de un trastorno de ansiedad ante las computadoras; trastorno que originalmente se atribuyó a la edad (ver Jay, 1981). Sin embargo, las investigaciones no dan sustento empírico a la relación edad-tecnofobia; los adultos mayores no son más fóbicos que los jóvenes. En cambio, inciden en su aparición y sostenimiento variables como las actitudes, las experiencias y la autoeficacia. Es preciso agregar que la mera experiencia con computadoras no permite "curar" la tecnofobia.
Es relevante la calidad de la primera experiencia (DeLoughry, 1993; Gos, 1996); es aquí donde debe tenerse especial cuidado con los adultos mayores al programar y llevar adelante el curso de nociones básicas. A su vez, si la experiencia inicial ha sido negativa, es fundamental que las siguientes experiencias sean lo suficientemente positivas para revertir el efecto de aquella (Todman & Drysdale, 2004). Si el sujeto no está seguro de su capacidad para manipular tecnología informática, y tiene experiencias negativas o aversivas cuando intenta aproximaciones a la misma, disminuirá su autoeficacia y aumentarán sus actitudes negativas. En esto, el docente que lleva adelante los talleres de informática juega un papel protagónico, ya que las investigaciones señalan que este puede ser responsable del rechazo y aversión hacia la tecnología digital que sufren muchos sujetos.
Una vez que el temor va disminuyendo (o desaparece), es fundamental modificar creencias en relación a las computadoras y la tecnología en general. Indagadas las creencias que el grupo en general comparte, es preciso ir modificándolas paulatinamente en el trabajo áulico. Por un lado, es preciso modificar las creencias sobre las computadoras en general (ej: tocar una tecla equivocada puede ocasionar la destrucción de información, las computadoras generan prácticas no éticas, las computadoras nos han quitado privacidad), con ejercicios concretos que muestren la realidad. Pero, por otro, deben modificarse las creencias sobre las propias capacidades en relación al aprendizaje y uso de las mismas (ej: no puedo aprender a usar cualquier tipo de programa; puedo usar las computadoras pero siempre sin demasiadas expectativas; evito usar computadoras por temor a generar un error que no pueda corregir).
Esta modificación es posible si luego del curso introductorio se realizan talleres que aumenten progresivamente la complejidad, siempre con actividades motivadoras (uso de Internet, diseño gráfico, diseño web, etc) y respetando los tiempos de incorporación de información de este grupo etario. Las actividades que se proponen intentan reactivar funciones que, por las situaciones vitales propias de la etapa, pudieran no estar en vigencia; por ejemplo, el nivel de concentración puede disminuir al no tener obligaciones laborales que lleven a mantener esa función. Las actividades posibilitan que las distintas estructuras del pensamiento se mantengan activas (atención, memoria, coordinación viso-motora, fluidez verbal, creatividad, resolución de problemas).
A su vez, luego que las actividades programadas se adecuan a las necesidades e intereses concretos de los integrantes del grupo, debemos considerar los distintos niveles de integridad cognitiva, el nivel cultural, la aplicabilidad que se le puede dar a los contenidos del curso, el nivel de complejidad de las actividades, etc.
En el programa universitario para adultos mayores de Córdoba, cada año se ha ido modificando la propuesta de dictado; algunas veces proponiendo cursos nuevos, y otras, renovando el contenido en función de los avances de la tecnología. Si bien no es posible motivar a todos los alumnos de cada curso a continuar, y algunos no modificaron sus creencias, hemos logrado que muchos modifiquen la percepción que tienen de sus propias capacidades de aprendizaje, y específicamente, la percepción de sus capacidades de manipulación y dominio de las herramientas tecnológicas. Asi es como hemos llegado a dictar los cursos "Herramientas avanzadas de Internet", "Diseño de página web" y un segundo nivel de "Diseño gráfico asistido por computadora", para quienes vienen participando de estos talleres desde el año 2000 y persisten en el programa de psicoactivación computacional.
Son sus percepciones de autoeficacia las que han mantenido a estos adultos mayores motivados a continuar en el programa, y a demandar nuevas opciones; además, han motivado a participar del programa a compañeros de otros cursos, familiares y amigos que no se autopercibían como capaces de aprender a usar y dominar las computadoras y sus prestaciones, poniéndose a sí mismos como ejemplo.
Conclusión
Las nuevas tecnologías digitales brindan herramientas para desarrollar aplicaciones en todos los niveles de prevención, con la finalidad de conservar un máximo de expectativas de vida activa a la vez que se mantiene un óptimo nivel funcional.
La psicoactivación computacional, como método de activación psíquica, es también un método que propicia el aumento de la calidad de vida del AM. A nivel internacional, se han llevado adelante experiencias informáticas que favorecen la habilitación de nuevos conocimientos, relaciones intergeneracionales e intrageneracionales y opciones a favor de la salud, la recreación, la cultura, etc. Estas han contribuido a la intervención en la deficiencia o discapacidad funcional, y han favorecido nuevas formas de interacción social y de estimulación psicosocial (Furlong & Kearsley, 1989; Ruidor, 1994; Triana & Reyes, 2001). Consideramos que los talleres de informática implementados en nuestro programa universitario han alcanzado similares resultados.
Sabemos que el envejecimiento poblacional genera, entre sus efectos negativos, aumento de la discapacidad, e incremento de gastos en asistencia social y en servicios de salud. Además, el aumento de las percepciones positivas de autoeficacia genera aumento de la autoestima, el autoconcepto y el respeto de sí, todo lo cual deviene en un aumento de la calidad de vida. Sabemos también que la relación entre calidad de vida e incapacidad-discapacidad es inversamente proporcional.
En función de esto, y siendo un reto por nosotros asumido la búsqueda de soluciones a las problemáticas ocasionadas por el envejecimiento poblacional, es que afirmamos que los talleres de informática en los programas para adultos mayores con las características descriptas son una necesidad y, deberían ser una prioridad dentro de las políticas socio-educativas y sanitarias de nuestro país.
El conocimiento y modificación positiva de la autoeficacia del adulto mayor hacia las nuevas tecnologías redunda en un reposicionamiento social del grupo etario, por un lado, destruyendo muchos de los mitos y prejuicios sobre la vejez, y por otro, aumentando la calidad de vida de quienes atraviesan esta etapa.
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