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Número 12 - Abril 2003

Maneras de considerar el envejecimiento y la muerte

Mirta Lidia Sánchez
mlsanche@cybertech.com.ar

..."perece el hombre maduro al surgir el viejo,
y pereció el infante en el hombre maduro...
el ayer en el hoy está muerto, el hoy al mañana va muriendo"
Plutarco

En el imaginario social de distintas épocas la vejez aparece fuertemente vinculada con la muerte, no siendo fácil pensar en ellas sin que se produzca angustia o temor. Es tanto el rechazo, que por lo general nos ubicamos con respecto a ellas como excepciones, las consideramos ajenas, los que envejecen o mueren siempre son otros.

En la mitología griega están emparentadas, son hermanas, hijas de la Noche, diosa de alas negras temida hasta por el mismo Zeus. A pesar de que por el simple hecho de estar vivos nuestro destino seguro es morir, nos cuesta aceptar la presencia de la muerte en la vida. El miedo a la muerte ha sido interpretado como el temor más básico que experimenta el ser humano, no se tolera la idea de dejar de ser, no nos podemos imaginar como nada. La manera de considerar a la muerte y la posición adoptada frente a ella ha ido variando según las épocas y las culturas. En su libro "Psiquis y muerte" Edgar Herzog realiza un recorrido por distintas mitologías para ilustrar como a través del tiempo la humanidad ha realizado diversos intentos para "reconocer" y aceptar la muerte como un destino implícito por el solo hecho de vivir. Muestra en ese trabajo como en diferentes culturas aparece una idea común, la de que en los orígenes los hombres no morían. La muerte no era algo natural, sucedía porque un hecho violento la había ocasionado, por lo general era un asesinato ocurrido entre los primeros humanos. Si nos remitimos al Génesis también encontramos esa idea, ya que el primer suceso que se relata después de la expulsión de los padres del Edén, es la muerte de Caín asesinado por Abel.

Llegar a admitir que la muerte es un hecho natural, ha llevado muchísimo tiempo, según Herzog en una primera etapa la reacción que se produce ante el cadáver es la huída. Se sabe de tribus muy antiguas que ante el terror que les producía el deceso de algún miembro huían despavoridos sin volver más al sitio, abandonando incluso sus pertenencias. Esa fuga ante la vista de un cadáver, se puede entender como el temor que produce lo que no se conoce, lo inexplicable y también como el miedo a correr la misma suerte. La muerte causa espanto, es una presencia sin figura y sin forma, faltan las palabras, no se la puede nombrar. También el muerto suscita terror, ya que se considera que puede tornarse peligroso, capaz de castigar o de dañar, por desplazamiento el moribundo es considerado de igual manera, por esa razón se los abandona o en ocasiones se acelera su muerte.

En otro momento que podemos considerar más evolucionado, el hecho de dar sepultura es un indicio de reconocer a la muerte como destino general de los hombres, lo mismo puede decirse del diálogo con los muertos. Algunos se defenderán de la angustia que produce el hecho, apelando a la magia, introduciendo ritos funerarios y diferentes prácticas que van a tener como finalidad en muchos casos aplacar a los muertos y evitar su retorno.

La muerte ha pasado a ser un misterio inaccesible y al mismo tiempo es una certeza, ese reconocimiento permitirá otorgar un sentido a la existencia porque la vida en contraste con la muerte adquiere otro valor.

Quien ha muerto, adquiere un status especial, el alma o el espíritu de los muertos son objeto de reverencia, de temor o se los invocan para que presten auxilio a los vivos. "No hay muertos malos" dice un dicho popular, lo que revela la actitud de respeto y admiración que despiertan.

Muerto no significa inexistente, ya que hay un resto que no desaparece, ya sea porque pervive en el recuerdo de sus deudos o porque se le atribuyen distintos poderes. Los comportamientos de los antiguos hombres nos parecen extraños, sin embargo el pensamiento mágico, la omnipotencia de las ideas, el reinado de lo sobrenatural no se han superado totalmente.

Los fantasmas, espíritus, almas en pena y aparecidos siguen poblando la fantasía originando mitos y leyendas aún en la actualidad.

En nuestra cultura según Philipe Aries en "La muerte en Occidente" perduró desde la Edad Media hasta comienzo del siglo XX la concepción que él denomina " muerte amaestrada" o "muerte domesticada" que en algunas comunidades aún se sustenta. Desde esta óptica la persona vive sabiendo que va a morir, su grandeza y dignidad depende de cómo encare la despedida. La muerte es una condición propia de un ser que vive y se considera importante poder vivir el proceso de morir, permaneciendo conciente de lo que suceda en ese momento. El moribundo espera poder despedirse de sus seres queridos, de sus cosas, sentirse acompañado. En estas circunstancias se desvaloriza morir de forma súbita o accidental porque no permite estar " atento a sí mismo" en el pasaje hacia la muerte. Esta modalidad se ha ido perdiendo, ya que en la actualidad en nuestra cultura se promueve la negación de la muerte, retornando la primitiva idea de la muerte como algo accidental, azaroso, que proviene de afuera y que cuando ocurre nos sorprende.

La mentira acerca de la enfermedad, el silencio, el rechazo o desvanecimiento de los ritos fúnebres, han suplantado a la "muerte domesticada", se muere por lo general en los hospitales, donde rápidamente el muerto es ocultado. Paradojalmente en nuestra vida diaria la muerte está presente en múltiples noticias de accidentes, catástrofes, guerras anunciadas cotidianamente por los medios de comunicación, pero esa es una muerte anónima, la consideramos lejana.

El ideal de vida feliz, de juventud eterna, que se valoran culturalmente no condicen con el trance doloroso que significa aceptar el paso del tiempo, el envejecer y el morir. Tal como expresa Plutarco en la cita del epígrafe la vida es también una serie de muertes sucesivas. Hoy se vive para la inmediatez, no se ahonda en el sentido de la existencia, por lo tanto la conexión con el pasado, no se considera como tampoco hay consideración por el futuro.

Quien envejece muestra el dibujo del paso del tiempo que son considerados desagradables, pero el rechazo que produce la imagen del viejo no se debe a causas estéticas, la vejez del otro presentifica nuestra vulnerabilidad y nuestro propio fin.

Para el psicoanálisis el inconsciente se comporta como si fuéramos inmortales, que aunque la condena a muerte está desde presente desde un comienzo de la vida, no la tenemos en cuenta fácilmente. Es por lo perecedero, sea humano, seres vivos u objetos que se nos hace evidente la vida que muere, Eros y Tánatos en incesante lucha. La pulsión de muerte incita a la inmovilidad y a la destrucción tanto propia como ajena, en contraposición Eros implica con su actividad un desafío constante para mantener y cultivar la vida.

Dice Freud que nuestro inconsciente está ávido de muerte para con los extraños y es ambivalente con respecto a los seres que amamos cuya muerte deseamos y tememos a la vez. Siempre que el pasaje por la conflictiva edípica haya producido cambios relacionados con el Narcisismo, va a ser posible una disminución de la omnipotencia, una aceptación de los límites que impone la realidad, que permitirá un tránsito positivo por la vida. Durante el curso vital vamos atravesando situaciones que hacen visible nuestra vulnerabilidad, duelos, ausencias, frustraciones, enfermedades que dejan marcas, a las que se agregan los cambios propios del envejecer que en algunos casos invitan a algunas renuncias y en otros las imponen. Para sobrellevarlos es necesario que se pueda poner mucha libido para generar nuevas respuestas, poniendo en juego la posibilidad de aprender, amar y crear que no se pierden con los años.

Maneras de considerar la vejez y la muerte

La posición y el valor que se otorgue a la vida y a la muerte tendrá influencia en la forma de envejecer pues dan fundamento y determinan nuestras acciones presentes y futuras. Es en la vejez cuando más se acepta la muerte como un hecho natural incluso algunas personas hacen planes con relación a ella. Son muchos los ancianos que pueden afrontar la muerte de los seres queridos con más entereza de la que suponen sus allegados más jóvenes. La muerte de los viejos es también la que más se tolera y acepta, aunque para los otros viejos cercanos es motivo de identificación y constituye una experiencia de aproximación para la propia muerte. El antropólogo Vincent Thomas piensa que en los ancianos el miedo a morir es más intenso que el miedo a la muerte. En la experiencia del morir propio se une el dolor de la pérdida de todo, con el temor al sufrimiento físico, a depender de otros para resolver las cuestiones más mínimas, el deterioro se asocia al miedo de perder la dignidad. También es un motivo de preocupación pensar en un morir en soledad, donde nadie acuda a tiempo, o llegar a convertirse en una carga para los cuidadores. Como una manera de ilustrar las diversas formas en que cada uno puede conjugar la vejez y la muerte describiré lo que me parece podrían ubicarse en dos extremos.

Los que emprenden la retirada: Son los ancianos que sienten que los años pesan, se dejan estar, piensan que " tiempos buenos eran los de antes", para ellos envejecer es ir muriendo. Los años acumulados se han convertido en una fuente de amargura, se han quedado adheridos a lo que ya no está y les resulta difícil pensar en la vida de ahora. Sabemos que el encierro, la incapacidad de vincularse, inducen a una pasividad que es mortífera, podría decirse que se abandonan al movimiento de la pulsión de muerte. De esa manera se exponen a una muerte psíquica, que se anticipa y que muchas veces acelera la muerte propiamente dicha.

No se puede desconocer la influencia del contexto histórico-social ya que nuestra sociedad no garantiza una vida digna hasta el final a todos los viejos, muchos de ellos se encuentran sin actividades valorizadas para realizar, desprestigiados, desposeídos convirtiéndose en marginados.

Para algunos sobrevivir parece una prueba inútil y lamentablemente terminan buscando en el suicidio una salida.

Los que le ponen vida a los años: Para estos la muerte es una parte de la vida, por lo tanto puede ocurrir en cualquier momento. Estas personas saben de la incompletud propia del devenir humano y del límite final. Conciben la muerte como algo que es inexorable, intransferible pero, hasta que no ocurra apuestan a vivir. Se podría decir que mantienen vivo el deseo, son capaces de proyectar y mantenerse activas, impidiendo que el tedio y la rutina se adueñe de sus vidas.

Para estas personas el envejecer no fue un hecho repentino, asumen las limitaciones, elaborando las pérdidas pero también vislumbrando las ganancias, aunque la muerte es una posibilidad cierta, no viven pensando en ella.

 

Bibliografía

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ARIÈS, P. (1982) La muerte en Occidente. Editorial Argos Vergara. España.

FREUD, S.(1979) De Guerra y muerte. La Transitoriedad. Duelo y Melancolía. En:

Vol.IVX Amorrortu Editores. Argentina.

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PÉRUCHON, M; THOMÉ-RENAULT, A Vejez y pulsión de muerte. Amorrortu editores. Argentina.

THOMAS, V. (1983) Antropología de la muerte. Fondo de Cultura Económica. México.

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