Los 60 años, ¿límite de la edad productiva?
Zoila Hernández
Zamora
zhernandez@uv.mx
RESUMEN
En nuestra sociedad actual, a diferencia de las culturas antiguas, se ha venido desarrollando desde hace algún tiempo una cultura anti-viejismo, en donde las personas mayores quedan relegadas o marginadas de su ambiente familiar, social y laboral por considerárseles como seres inútiles e incapaces de aportar algo de relevancia a la misma comu nidad, además de ya no poder realizar ninguna actividad que requiera facultades de tipo intelectual y hasta físicas. Igual sucede cuando dejan de trabajar, en ocasiones obligadas, como consecuencia del retiro o jubilación, ya que el trabajo es una forma de demostrar que se es alguien en la vida. Afortunadamente, a la par de estas ideas, hay posturas que defienden y comprueban con hechos el derecho de los viejos a seguir siendo productivos sin importar su edad; existen investigaciones recientes en donde se ha demos trado que para diversas tareas el adulto mayor puede ser igual o más capaz que un joven para desarrollarlas. Además las estadísticas demuestran que el adulto añoso sigue trabajando, aún cuando, en la mayoría de los casos se dediquen al autoempleo. Por último, se debe dejar claro que aunque un senecto no realice alguna actividad remunerada, igualmente puede llevar una vida satisfactoria a través del uso gratificante y creativo de su tiempo libre.
Palabras clave: vejez, trabajo, jubilación, productividad, satisfacción
ABSTRACT
In contrast with ancient cultures, our present-day society has, for some time, tended to develop an anti-old-age culture, in which elderly people are relegated from their family, social and laboral environment, being considered as useless or incapable of contributing anything worthwhile to their community, or of carrying on activities that require the use of intellectual or even physical faculties. The same thing happens when they stop working, sometimes as an obligatory consequence of retirement or pensioning, since work is one way of demonstrating that one is somebody in life. On a par with these ideas, fortunately, we find positions that defend and prove through deeds that the elderly have a right to continue being productive regardless of their age. Some recent studies have demonstrated that an elderly adult can be equally or even more capable than a young person in performing a diversity of tasks. Besides, statistics show that aged adults generally continue working, although in most cases they become self-employed. Finally, it should be made clear that, even if an aging person does not engage in any remunerative activity, he/she can still find life gratifying by making creative use of his/her free time.
Key word: Old age, work, pensioning, productivity, satisfaction
El envejecimiento
El envejecimiento es un fenómeno que surge de la civilización, tiene un patrón genético muy complicado, parece ser que la vida máxima posible para el ser humano es de 120 a 130 años; con cierta frecuencia se tienen noticias de individuos que fallecen alrededor de esta edad. Sin embargo,debe considerarse al envejecimiento como un fenómeno relativo ligado a muchos factores laborales, sociales, culturales, además de los biológicos. Como ejemplo de esta relatividad se podría poner a un nadador que alrededor de los 25 años tiene que retirarse; lo mismo sucede con las primeras bailarinas quienes a los 35 años están próximas al retiro. En ambas situaciones la estructura corporal no es suficiente por las cargas de trabajo necesarias. Como muestra del otro extremo se pondría a los violinistas, que llegan a edades muy avanzadas en plenitud de condiciones. Otro punto interesante es que, excepto en circunstancias de enfermedad, el envejecimiento sucede de manera más o menos homogéneo en casi la totalidad de las células de los aparatos y sistemas (Ramiro, 1999)
No solo los achaques o la mala salud hacen consciente al individuo de su edad, sino también, y sobre todo, la actitud del medio ambiente social respecto del envejecimiento. El sistema social circundante aparece como un factor determinante respecto de la imagen, de las vivencias y de sí mismos.
La edad cronológica sigue utilizándose ampliamente para delimitar a los diferentes grupos de personas que existen en la sociedad. En este sentido, la Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, realizada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en la ciudad de Viena, Austria, en 1982, e nfocó el interés principalmente en el grupo poblacional de 60 años en adelante. A partir de ese momento, los términos vejez, tercera edad, ancianos, adultos mayores, adultos en plenitud, senectos, etc. se refieren a la parte de la población comprendida en el grupo de 60 años en adelante. pero dejando en claro que la vejez es un concepto muy relativo (Comisión Nacional de Derechos Humanos, 1999; Bernardi, 1999)
Si bien hay quienes afirman que a los sesenta comienza la vejez: claro está, la entrada puede adelantarse o retrasarse, de acuerdo con la vida que se haya llevado, disciplinada o no, de acuerdo a como haya sido el paso a los cincuenta: brusco como un mal despertar, sereno y consciente, apostándole todavía unos cuantos planes al porvenir. (De Stéfano, 1999)
Por otro lado, la línea de demarcación entre el envejecimiento normal y el patológico, no es tajante, pues la salud es relativa ya que el criterio de salud vs. Enfermedad es dicotómico y antagónico. En oposición, el concepto salud-enfermedad, es un proceso de continuo vital, donde las fuerzas del equilibrio y la homeostasis interactúan permanentemente. (Becerra y Cano, 2001)
Algunas personas consideran que una capacidad funcional menor va acompañada de determinadas características físicas de las personas de la tercera edad, como las arrugas en la piel o el cabello gris. En realidad no existe una relación directa entre lo uno y lo otro y se ha demostrado que la pérdida considerable de la capacidad funcional muchas veces no es consecuencia directa de una edad avanzada. (Organización de las Naciones Unidas,1992).
En México la dinámica de crecimiento del grupo de tercera edad refleja un proceso de envejecimiento de su población. La tasa de crecimien to actual de este sector se podría decir que es inédita en la historia demográfica del país, en donde, más de 6 millones de habitantes son mayores de 60 años, con un alto porcentaje de desempleo, en el declive de la vida, con discapacidad fisiológica y la presencia mayoritaria de afecciones y padecimientos muchos de ellos prevenibles (Domínguez, 1999)
Para el año 2050 (Domínguez, 1999) se estima que esta composición se verá profundamente alterada, esto es, que los adultos mayores representarán a uno de cada cuatro habitantes del país, quienes constituirán aproximadamente el 24.6% de la población.
En sociedades como la nuestra, en algunos sectores existe la idea de que la vejez es una etapa caracterizada por la decadencia física y mental, la cual proyecta sobre los viejos una imagen de discapacidad, de estorbo, de inutilidad social, de personas con un conocimiento obsoleto, rebasadas por la modernidad. No obstante que estas ideas son falsas, han propiciado que los ancianos las adopten también y acaben por percibirse a sí mismos en esos términos.
El envejecimiento no es igual para todos; presenta grandes diferencias no sólo entre las distintas personas, sino también entre los grupos sociales. De acuerdo con la capacidad que tiene cada persona para asimilar los cambios, ya sea económica o de la ayuda solidaria, este período de la vida puede ser bienvenido o temido. En términos generales, se considera que un senecto tiene un buen nivel de bienestar cuando es capaz de enfrentar los cambios que ocurren en su organismo y en su medio social con un adecuado grado de aceptación.
La posibilidad de adaptación y ajuste a la vejez dependen en gran medida de los antecedentes de cada persona, de lo pronunciado y brusco del cambio de su situación, pero en gran medida depende también de la disposición de la comunidad para proporcionar servicios de apoyo antes de que se produzcan mayores desventajas.
La vejez en la historia
Los papeles que han desempeñado los ancianos dentro de la sociedad han variado notablemente pues no en todas las épocas ni en todas las sociedades el viejo ha sido visto con el mismo cristal ni ha representado el mismo papel (Ladrón de Guevara, 1994).
Para citar una caso, en el México prehispánico, la estructura y org anización de los aztecas propició y fomentó la aceptación y respeto hacia los ancianos. En esa época la presencia del anciano era importante en toda ceremonia familiar, religiosa o política. De hecho, en sus últimos años, disfrutaba de una vida apacible y llena de honores (Ladrón de Guevara, 1994).
Entre los nahuas o mexicas se llegaba a la ancianidad a los 52 años, cuando la vida de un individuo había transcurrido a lo largo de todos los años que componían el ciclo calendárico, en el momento que la persona había recibido la influencia de las 52 combinaciones posibles de su medida temporal. (Morales, 2001)
Los ancianos merecían honores por su edad, consideraciones y privilegios. En sociedades como la mexica, en las que la tradición oral era muy importante para la conservación y transmisión de la cultura, los viejos jugaban un papel fundamental porque de ellos dependía la reproducción de las creencias, los valores y las tradiciones de este pueblo. (Morales, 2001)
En otras civilizaciones antiguas, como las de Grecia y Roma, el anciano repr esentó también un papel muy importante. Era objeto de aprecio, respeto y poder. Por su experiencia de la vida, se le tenía como alguien estimable y ocupaba un rango social muy elevado. Sus opiniones eran tomadas en cuenta, como venidas de un consejero sabio para la resolución de problemas difíciles. Sin embargo, la longevidad era escasa, de allí que los ancianos que resistían el paso del tiempo eran considerados como seres excepcionales. No obstante, aún ellos tenían una edad relativamente corta, si la comparamos con nuestros ancianos. (Rage, 1997).
A menudo los ancianos eran poderosos en el campo de la política; los demás integrantes del grupo social nunca cuestionaban los derechos y beneficios que poseían, no obstante que, en muchos de los casos, estas personas ya se habían retirado de las actividades productivas.
La vejez en la actualidad
Actualmente, en la agitada sociedad urbana en que se vive, en donde la crisis económica ha agudizado las contradicciones sociales desfavorablemente hacia los grupos más vulnerables, los ancianos han quedado marginados de la sociedad. Hoy, las personas senectas no pueden llevar a cabo ocupaciones que requieren esfuerzo tanto físico como intelectual, lo cual es causa de los prejuicios y la marginación social de que han sido objeto: no se les permite la realización de sus potencialidades, ni hacer uso de la experiencia que han logrado a lo largo de su existencia.
Un momento histórico que marcó en definitiva lo que sería el papel de los ancianos de la época actual, lo constituyeron la industrialización y la urbanización. Este proceso de industrialización, así como las nuevas formas de organización, modificaron la situación de los ancianos; las sociedades tradicionales y las familias extendidas sufrieron transformaciones provocadas por las fuerzas del cambio constante, la producción en masa y la economía de mercado; los avances tecnológicos, así como los cambios en los procesos productivos y la nueva demanda de servicios ocasionaron que la experiencia laboral acumulada en muchos casos resultara obsoleta.
El significado del crecimiento y envejecimiento en los últimos años, está determinado en gran parte por la cultura en la que se vive. En nuestra cultura actual, ya no se piensa que los ancianos significan sapiencia. Con frecuencia se piensa en ellos como alguien con ideas pasadas de moda, poco o nada interesantes y que están a un paso de la muerte.
Lo que contribuye a aumentar el marginamiento del viejo es también un fenómeno de todos los tiempos: el envejecimiento cultural que acompaña tanto al envejec imiento biológico como al social. El viejo tiende a permanecer fiel al sistema de principios o valores adquiridos e interiorizados en esa edad que está entre la juventud y la madurez, o incluso solamente a sus hábitos, que una vez formados, son muy difíciles de cambiar. Y como el mundo a su alrededor cambia, el viejo tiende a emitir un juicio negativo sobre lo nuevo. Únicamente porque ya no lo entiende, o porque ya no tiene ganas de comprenderlo. (Bobbio, 1998).
Actualmente, las innovaciones tecnológicas y la creatividad son la columna vertebral de la competencia económica, dando por resultado que aquellos que tienen el conocimiento, detentan el poder. La importancia del conocimiento favorece que éste evolucione en forma permanente a una velocidad cada vez más acelerada. En este contexto, la experiencia del anciano y su conocimiento están desvalorizados; ya no se trata de un conocimiento profesional y técnico que se adquiere a través de la vida, "el conocimiento de los mayores aparece como anacrónico en una sociedad en continuo cambio". (Redondo, 1990).
Esta situación afecta al senecto de diversas formas: marginación, menores ingresos, cese voluntario o forzado de la actividad económica, todo ello en perjuicio de su dignidad y de la calidad de vida, tanto de él como de su familia.
El adulto mayor, ¿sinónimo de inservible?
Cuando a los hombres de 60 o 65 años se les descarta del ámbito laboral con base en un criterio de edad, se enfrentan a un fenómeno que ha sido llama do "edadismo", que es una forma de discriminación, que a su manera de verse resulta tan infundada como el racismo o el sexismo. Esto lo vemos de continuo en los requisitos o el perfil para poder acceder a un determinado puesto, por ejemplo: "no mayor de 60 años" o no mayor de 65 años" o "de 20 a 45 años", etc.
Investigaciones recientes indican que, en ciertos trabajos, las personas de más de 60 años pueden igualar y aún superar a los jóvenes porque son más responsables y logran optimizar con mayor eficacia los recursos a su disposición. De igual forma, diversos estudios demuestran que "los ancianos suelen conservar en forma notable su inteligencia, enriquecida por su experiencia, y esto les permite compensar defectos cognitivos, como es la disminución de la capacidad para el pensamiento inductivo. Por otra parte, el anciano no maneja bien las estructuras lógicas y su razonamiento deductivo puede ser excelente. (De la Fuente, Medina y Caraveo, 1997; De la Fuente, 1999).
Estudios realizados hace pocos años revelan cómo las personas de edad avanzada pueden sacar igual o mejor provecho aún de la formación, ya que tienen la facultad de asociar las nuevas ideas a todo lo aprendido en el curso de su larga experiencia (Bernardi, 1999).
Hay actividades o áreas de actividad laboral en las que los trabajadores de más de 60 años logran resultados menos satisfactorios que los de menor edad, pero también hay áreas en las que la edad madura no impide desempeñarse por lo menos correctamente.
En los programas de reciclaje de la industria, todos estos aspectos tienen importancia. Hay tareas para las cuales son aptas las personas de más edad, y en otras en las que son más aptos los jóvenes. En Estados unidos, las investigaciones de las empresas han obtenido como resultado que, en las empresas del petróleo, los trabajadores especializados de edad se desempeñan mejor que los jóvenes, en cambio, en las empresas telefónicas los obreros de edad tenían mayores dificultades con las computadoras. (Delval, 1994).
La observación confirma que el mantenimiento del interés en lo que se hace, protege a los viejos de la declinación intelectual. Muchos ancianos que no sufren enfermedades incapacitantes, conservan su inteligencia, sus estructuras lógicas y sus habilidades verbales enriquecidas por la experiencia y, lo que es más importante, conservan sus motivaciones y sus compromisos, y llegan al final con dignidad. (De la Fuente, 1999).
Además, si se parte del supuesto de que en el futuro, las personas de edad avanzada serán necesarias como fuerza laboral y que están dispuestas a trabajar en ese momento de su vida, será preciso que se cuente con unas posibilidades de formación que permitan satisfacer las necesidades específicas de ese grupo de edad en un mundo laboral cambiante.
Lo anterior debe ser considerado, de no ser así, el hombre actual será considerado "viejo" a partir de cuarenta, cincuenta, sesenta o setenta años. En esta etapa de su vida deciden por él que ya necesita jubilarse, vivir su vida. Sin embargo tiene que mostrar algún signo de actividad productiva, porque si falla en esto, su horizonte y su única perspectiva es de continuar la vida en asilos o lugares en los cuales van y va a esperar su muerte. (Attie, 1993).
En una cultura estructurada a partir del trabajo productivo fuera de la unidad doméstica, se considera a los ancianos como miembros improductivos de la sociedad. En este contexto, el retirarse de la actividad laboral es, culturalmente, sinónimo de no hacer nada, y esto significa no ser nadie socialmente, por lo que se tiende a percibir a los ancianos como seres inútiles.
La jubilación: ¿anhelo o imposición?
En todos los escritos sobre el tema, se hace mención del significado de la palabra jubilación, que denota júbilo, alegría; sin embargo, también el diccionario incluye la connotación de desechar por inútil. (Ríos, Cruz y Rodríguez, 2000).
Esto muestra las dos caras opuestas de la jubilación, que constituye uno de los cambios más fuertes y significativos en la vida de una persona, un parteaguas que pone a prueba la fortaleza interior de cada individuo y los recursos que ha de desplegar para adaptarse a una nueva vida en donde ha perdido su estado social y económico, motivación y rutinas. Los motivos que hacen que se deje la actividad productiva remunerada, o sea, el trabajo, son muy variados. Algunos toman la jubilación con beneplácito porque el trabajo que desempeñan es muy duro o porque simplemente les desagradaba y era obligatorio para la supervivencia a falta de oportunidades; otros más lo abandonan porque creen que tan sólo ya no pueden desempeñarse de manera adecuada por diversas razones, y por último, la mayoría lo hace de modo obligatorio porque la ley así lo dispone (Ríos, Cruz y Rodríguez, 2000; Bernardi, 1999).
La mayoría de los gerontólogos considera a la jubilación como un factor negativo tanto física, psicológica como socialmente para el adulto mayor, lo que puede apreciarse en las estadísticas que muestran que el índice de mortalidad y de suicidios es muy elevado durante el primer año de jubilación. Sobre todo en los hombres, ya que, por lo general, llevan una vida laboral más activa que las mujeres. El retiro del trabajo afecta de modo diverso a hombres y mujeres. El impacto psicológico que causa el retiro del trabajo afecta más a los hombres, pues quedarse en casa significa algunas veces ser considerado un estorbo para los demás, no tener nada qué hacer, aburrirse y devaluarse como individuo. Sin embargo, desde el punto de vista económico, el impacto afecta más a las mujeres, puesto que la mayoría depende económicamente del cónyuge y sobre todo si quedan viudas, se ven obligadas a buscar la forma de allegarse los recursos necesarios para poder vivir.
A esta sensación de inutilidad, se agrega otro problema aún más serio, las personas de edad avanzada viven hoy en día durante 10,20, o incluso más años con sus jubilaciones o pensiones cuando éstas existen. Esto plantea ciertas cuestiones de tipo general: ¿Cómo una población activa cada vez más reducida va a poder dar protección el día de mañana a una número cada vez mayor de personas que no trabajan, cómo se podrá soportar el costo de las jubilaciones y pensiones y de la atención de la salud, cómo va a sentirse la gente sin un trabajo oficial y en consecuencia un papel significativo en la sociedad, qué formación puede darse a las personas de edad avanzada y cómo podrían adaptarse las condiciones de trabajo para estas personas?
Los motivos por los cuales las personas de la tercera edad han dejado de trabajar son muy variados; sin embargo, destaca el hecho de que más de la tercera parte (37.4%) (Consejo Nacional de Población y Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, 1994) ha abandonado la actividad laboral con motivo de una enfermedad o un accidente. En este caso, es posible suponer que a pesar de necesitar un ingreso para satisfacer sus necesidades, su condición les impide desarrollar una actividad económica. De igual forma, llama la atención el hecho de que únicamente el 9.7% (Consejo Nacional de Población y Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, 1994) de los ancianos haya dejado de trabajar por jubilación y reciba su pensión, lo cual indica la problemática que enfrentan estas personas.
Los adultos mayores y su participación laboral
Las tasas de participación del adulto mayor en actividades laborales son más bajas en zonas urbanas que en rurales, las razones pueden ser varias: una es la mayor cobertura de la seguridad social, aunque, no tiene mucho impacto, otra puede ser la mayor complicación para desplazarse a un lugar de trabajo separado de la vivienda, y, finalmente, la más definitiva es lo restrictivo de la demanda de trabajadores asalariados y la menor posibilidad de trabajar en una empresa familiar. Las oportunidades de empleo son limitadas en general, y para una persona de edad avanzada difícilmente existen. Por ello, la incidencia de autoempleo tiene un gran impacto. Conforme avanza la edad, las tasas de participación económica disminuyen, pero nunca llegan a cero, es decir, hay tanto hombres como mujeres que trabajan hasta su muerte, sin importar su avanzada edad. (Pedrero, 1999)
Las personas de edad avanzada que tienen que recurrir al autoempleo para g anarse la vida deben ubicarse en sectores en donde puedan ejercer su actividad con recursos propios. Por ello, en particular, se concentra casi la mitad en el sector agropecuario (47%) en cuanto a la población total ocupada, este sector representa sólo a una cuarta parte. (Pedrero, 1999).
A continuación aparece un cuadro que corresponde a la población de la tercera edad económicamente activa (PEA) y a la población económicamente inactiva (PEI) en 1996.
Total
%
PEA
%
PEI
%
60 años y +
6,690,840
100
2,495,755
100
4,195,085
100
Hombres
3,176,490
47.48
1,889,844
75.72
1,286,646
30. 67
Mujeres
3,514,350
52.52
605,911
24.28
2,908,439
69.33
Fuente: INEGI, Encuesta Nacional de Empleo, 1996.
Según el INEGI ( 1995) las tasas de participación laboral de la población de 60 años y más, a nivel nacional, por sexo son: 54.01 para los hombres y 14.10 para las mujeres. En cuanto a la situación de esta población es la siguiente (incluye localidades más urbanizadas y localidades menos urbanizadas):
Población ocupada de 60 años y más, por situación en el trabajo.
Total nacional
Total Hombres Mujeres Empleadores 9.48 10.80 5.35 Por su cuenta 58.38 58.70 57.44 Asalariados 21.96 24.90 13.22 A destajo 2.84 3.22 1.73 Sin pago 7.25 2.27 22.07 Otros 0.08 0.11 0.00 Total 100.0 100.0 100.0 Fuente: INEGI. Encuesta Nacional de Empleo. 1995
La distribución de ocupaciones está ligada a los sectores en que se ubican los trabajadores, así que no es extraño que en las zonas rurales casi 70% de ellos sean agricultores. En las zonas urbanas, las ocupaciones que presentan mayores proporciones entre las personas de edad avanzada, comparativamente a la proporción de la población ocupada total (12 años y más), son las del sector servicios, principalmente en el subsector comercio, en particular la de vendedores ambulantes, ya que su proporción es más del doble que entre el total de los ocupados (9.7 contra 4.3 por ciento). (Pedrero, 1999).
En cuanto a la ocupación laboral de las personas de la tercera edad, los resultados de la Encuesta Nacional sobre la Sociodemografía del Envejecimiento (Ense) muestran una mayor participación de quienes laboran por su cuenta (jornaleros y empleados), entre ellos destacan quienes trabajan por cuenta propia en diversas actividades productivas.(Conapo-DIF, 1994).
Es evidente que en los países en desarrollo muchas personas de edad son económicamente productivas. Muchas de estas personas siguen contribuyendo a su propio sustento, al de su familia y al de la comunidad por medio de sus actividades laborales. No obstante las proyecciones indican un desplazamiento o retirada de las personas de edad de la fuerza de trabajo.
Vejez y desempeño exitoso
Diversas investigaciones han demostrado que la satisfacción en el trabajo favorece la longevidad creativa, y que el trabajo, para muchas personas, es el ámbito central de su felicidad y realización (León, 1999).
Hablar de la tercera edad y el trabajo hoy, no es una irrealidad desde el punto de vista de las posibilidades físicas e intelectuales de las personas de edad avanzada. (Bernardi, 1999).
Llegar a la vejez puede ser el momento de darle un nuevo sentido a la vida. Desafortunadamente en esta etapa se acumulan muchas pérdidas que hay que elaborar, pero el duelo puede ser una manera de conducir a una mayor creatividad y a la capacidad de gozar la vida.
Existen varios ejemplos de lo arriba expresado: Así, se puede ver que Catón aprendió el griego a los 80 años, Sófocles escribió su obra Edipo y Simónides, conquistó el premio del verso entre sus amigos, cuando cada uno había cumplido sus ochenta; en Woodatock, Chaucer, con los ruiseñores, escribió sus cuentos a los sesenta; en Weimar, trabajando hasta el final, Goethe completó su Fausto, después de los ochenta años; Goya pintó el cuadro de un hombre sumamente viejo , cuando tenía 80 años y su vista era extremadamente débil. Se leía en su obra esta inscripción llena de orgullo: "todavía estoy aprendiendo" (Izquierdo, 1997).
Ejemplos actuales son el Dr. Federico Ortiz Quezada que nació en 1935. Se graduó como médico cirujano; realizando su posgrado en Urología en el Hospital General de la ciudad de México y en la Universidad de Cornell en Nueva York. Pionero de los trasplantes de órganos, por lo que se considera el fundador de la Urología moderna. Ha publicado más de mil artículos científicos y periodísticos y 20 libros. Cuenta a la fecha con 67 años, y sigue desempeñando funciones de médico y escritor porque según él. "El médico es un ser al que el dolor le duele demasiado y por ello anhela curarlo. Por ello debe escribir para sanar" (León, 1999).
En muchos aspectos es evidente que la vida biográfica del hombre no desciende por la misma pendiente que el cuerpo: ni en lo profesional, ni en el amor, ni en la creatividad es esa la ley. Miguel Ángel, por ejemplo, seguía trabajando febrilmente a los 88 años y, al aproximarse el fin, se lamentó de tener que morir cuando aún estaba aprendiendo los rudimentos del arte. Arturo Rubinstein, el gran pianista polaco, dio uno de los mejores recitales de su vida, en el Carneggie may de Nueva York, a los 89 años de edad, poco antes de su muerte. Y a los 94 años, Bertrand Russell, todavía tuvo arrestos para constituir un tribunal Internacional en Estocolmo. (Izquierdo, 1997).
Otros ejemplos más recientes de escritores famosos ya en su longevidad fueron Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Jaime Sabines y, hay quienes aún siguen siendo productivos a pesar de sus años como Vargas Llosa y García Márquez.
Se puede hablar también de Rodrigo Moya, quien se denomina a sí mismo "cuentista sesentero". Así como Miller empezó a escribir a los cuarenta, Rodrigo Moya lo hace a los 60 años de edad, logrando un ejercicio de recuperación de las cosas que importaron, en un estilo fresco y vital. Si es cierto que todos los artistas de la letra aspiran a que sea recordado al menos un poema, un cuento, un fragmento novelístico, el caso de Moya será recordado por el cuento "La niña del malecón", estructuralmente es perfecto. Se debe ver en él no un escritor tardío, sino un artista que enriquece la imaginación que urde el lenguaje. (León, 1998).
Como éstos, existen innumerables casos de adultos mayores sabios, creativos y trabajadores, además de los que vemos en nuestra vida diaria: mandatarios, políticos, médicos, científicos, artistas, burócratas, deportistas, maestros, investigadores, arquitectos, abogados, secretarias, oficinistas, artesanos, obreros, campesinos, etc, que rebasan la barrera de los 60 y que, a pesar de las limitaciones naturales de la edad (en algunos ni siquiera presentes tales limitaciones), se desarrollan, viven y trabajan con grandes expectativas para el futuro y con una existencia digna.
Para confirmar que la tercera edad puede ser productiva, en los últimos años se ha observado una creciente demanda de empleo por parte de trabajadores jubilados, y entre muchos empleadores, la disposición a contratar pensionados para determinados trabajos sobre todo cuando son calificados y se les puede ofrecer contratos de corta duración o a tiempo parcial u obtener sus servicios en calidad de consultores.
Algunas firmas importantes, Ford, por ejemplo, han creado firmas consultoras independientes integradas por jubilados, para poder recurrir a ellos en caso necesario y eventualmente contratarlos para realizar ciertas labores a menor costo que si aún integrasen el personal permanente (Bernardi, 1999)
En E.U. una firma decidió crear una bolsa de trabajo compuesta por 700 jubilados a los que acuden cuando surgen necesidades de trabajo temporal o compartido. Esa compañía adaptó su régimen de pensiones privado de modo que los jubilados pudieran trabajar hasta 960 horas por año sin que disminuyeran el monto de las pensiones percibidas ni de las prestaciones médicas a que tienen derecho.(Bernardi, 1999).
Seguramente, no todas las personas de edad son genios, ni escritores, ni físicos, ni artistas, y que hay enfermos que lo que requieren son cuidados. Es cierto, pero también lo es que actualmente la vida sana se prolonga y ofrece a mucha gente la oportunidad de emprender una maravillosa tercera vida, a la medida de sus posibilidades y deseos.
Una vejez satisfactoria
Ser productivo laboralmente, no es forzosamente sinónimo de tener una vejez satisfactoria, los adultos mayores tienen la alternativa de buscar nuevas metas y reorganizar la vida sin caer en la inutilidad y el ocio rutinario. Es indispensable que encuentran satisfactores vitales que le proporcionen alegría de vivir y metas que los conduzcan a una verdadera estabilidad. Una tarea importante de las personas interesadas en la gerontología debería ser ocuparse en la búsqueda de alternativas ya que es de vital importancia para que las personas de la tercera edad establezcan una reorganización de su tiempo y de su vida en general.
El problema social del senecto no se refiere a las cantidad de horas disponibles como tiempo libre, sino a la manera como ese tiempo es utilizado, es decir, a su calidad.
Es necesario que se cree otro género de vida del que le ha impuesto la sociedad actual, de acuerdo con sus capacidades, condiciones y medios; pero para ello. Necesita del apoyo de todos los ámbitos que lo rodean: familiar, económico, político, psicológico, social y educativo. (Ladrón de Guevara, 1994).
Una alternativa de la que poco o nulamente se ha sacado provecho es que a pesar de que en la mayoría de las universidades o centros educativos, básicamente a nivel superior, no existe un límite de edad exigido para poder ingresar, son pocas las posibilidades reales que se le han ofrecido en el terreno educativo a los senectos, ya que no existen planes o modelos educativos adecuados con sus necesidades características y demandas, siendo que estos programas podrían constituir una forma en que los ancianos utilizaran el tiempo libre tan extenso que tienen a partir de su jubilación, en una manera creativa, de crecimiento personal y más satisfactoria que les permitiría volver a entablar relaciones sociales y mantener una vida activa placentera.
En algunos de los países del primer mundo hay las llamadas "Universidades de la tercera edad", en la que sus alumnos, que obviamente pertenecen a esta etapa, estudian alguna carrera o algún arte que siempre desearon aprender, con lo que su vida cobra un sentido. Aprenden a vivir los valores significativos del ser humano y, basados en su propia experiencia, transmiten a las personas cercanas a ellos el sentido de la vida. Hay experiencia y sabiduría; ganas de estudiar algo importante para ellos. En muchos se encuentra un sentido de ayuda a los demás para crecer. (Rage, 1997).
Como soporte de lo anterior, en un estudio realizado por Sancho, Blasco, Mart ínez-Mir y Palmeros (2002) encontraron que el nivel de motivación para el estudio no se ve alterado por el hecho de envejecer. En la población de estudio se apreció que la motivación de los alumnos que están jubilados y la de los alumnos que todavía están en el mundo laboral de manera activa es similar cuantitativamente hablando. Ambos grupos resultaron con niveles muy elevados de motivación para el estudio.
A partir de estos datos puede concluirse que los estudios cursados en la universidad para mayores favorecen el bienestar de las personas que participan en ellos, reforzando su autoestima.
Como sostiene una psicogeriatra argentina, que cuando se vive con fluidez y plasticidad la vida, se va pasando de una etapa a otra casi sin darse cuenta, Lo que cuenta es la vida, las metas, los intereses, los afectos. Y así se pasa de una etapa a otra, y se llega a la vejez cambiando lo que se tiene que cambiar para seguir viviendo, esto es plasticidad. (Andrés, 2000).
Es importante vivir, en la etapa de la edad avanzada, la vida con una actitud positiva y llena de sentido. "Podemos ser más jóvenes a los 80 años de lo que fuimos a los 20 ó 40. Ser joven no es bailar o saltar. Ser joven es no temer al futuro, es investigar, es producir, es desarrollar y aplicar el organismo a funciones para las que ha sido preparado por la naturaleza. (Mario Filizzola, citado por Rage, 1997)
Estrategias y soluciones
Diferentes países se han encontrado con el problema de que los mayores s on una parte de la población extensa e inactiva, pero no por propio deseo, sino que la sociedad en la que viven todavía no se ha preocupado por buscarles un lugar productivo en ella. (Sancho, Blasco, Martínez-Mir y Palmero, 2002).
En los países en desarrollo son muchas las personas de edad que se encuentran en situación de pobreza o al borde de ésta. Por consiguiente, es necesario enfocar la cuestión del trabajo y el retiro de las personas de edad teniendo presente la seguridad de sus ingresos, al mismo tiempo que se mantienen y amplían los recursos que en potencia representan las personas mayores.
Una de las propuestas es desarrollar programas de capacitación para la incorp oración de personas mayores interesadas en mercados laborales competitivos y especializados, aprovechando la experiencia ganada durante toda su vida.
Existen actualmente algunos proyectos de programas que pretenden brindar ingresos a los adultos mayores de 60 años, mediante el autoempleo. Entre otras cosas, realizar bazares, así como una línea telefónica donde los adultos mayores ofrecerán trabajos de albañilería, plomería y electricidad, pero a pesar de estas diversas iniciativas en lo que toca al empleo de los trabajadores de edad, la oferta de trabajo sigue siendo de muy poca importancia en comparación con la demanda, por lo que es mucho lo que queda por hacer para que este grupo de población tenga más acceso a la colocación y pueda lograr mejores resultados en el mercado de trabajo.
Otras propuestas presentados son que los gobiernos deberían examinar la conveniencia de facilitar durante un lapso limitado incentivos y orientacio nes ya que todo ser humano debiera tener derecho a llegar a ser productivo gracias a la formación, tener derecho al asesoramiento y a la ayuda para la búsqueda de un empleo.
Desde los empleadores sería muy importante que se adoptara una actitud posit iva facilitando la formación a todos sus empleados (en especial a los de edad avanzada) dentro de un sistema de planificación que durase todo lo largo de la vida.
Desde los sindicatos se debería defender con más fuerza a los trabajadores de edad, a través de actividades de formación que no incluyan solo la preparación para el retiro sino la formación profesional para una más prolongada participación en la fuerza laboral.
Desde las mismas personas de edad entendiendo la importancia de aumentar sus conocimientos en una época como ésta de cambios tecnológicos.
Además están los objetivos mundiales sobre el envejecimiento recomendados por las Naciones Unidas y que comprenden: la formulación y aplicación de políticas y programas que presten apoyo a la continuidad de la capacidad productiva de las personas de edad en los países en desarrollo, la ampliación de políticas y programas para asegurar ingresos a todas las personas de edad por medio de una amplia gama de mecanismos y programas acordes a la infraestructura económica y social del país, la creación de una red de seguridad para las personas de edad más vulnerables, incluidas las que no pueden trabajar por razón de edad o enfermedad.
En los Principios de las Naciones Unidas a favor de las personas de edad que fueron adoptados por la Asamblea general de las Naciones Unidas (resolución 46/91) el 16 de diciembre de 1991 se exhortó a los gobiernos a que incorporasen tales principios en sus programas nacionales cuando fuera posible. Estos puntos de los Principios se refieren fundamentalmente a: independencia, participación, cuidados, autorrealización y dignidad; llama la atención en cuanto al punto independencia que en dos de sus renglones recomiendan "tener la oportunidad de trabajar o de tener acceso a otras posibilidades de obtener ingresos" otro: "poder participar en la determinación de cuándo y en qué medida dejarán de desempeñar actividades laborales" (Departamento de Información Pública de los Estados Unidos, 1998). Aspectos que escasa o nulamente se cumplen ya en la realidad.
La realidad indica que en un pequeño número de países existen elementos de legislación y leyes, con escasas excepciones, la mayor parte de los reglamentos vigentes se atienen a normas establecidas y tienden a hacer que las personas de edad avanzada abandonen la fuerza laboral, son muy pocas las administraciones nacionales que tienen centros que se ocupen de los trabajadores de edad avanzada. (Bernardi, 1999).
Aunque hay otros autores (Ríos, Cruz y Rodríguez, 2000) que afirman que habrá que pedir a los mismos viejos que expresen su sentir para poder planear posibles soluciones. Creen que la verdadera respuesta no está en crear algo especial para los viejos, sino en dejar a éstos con toda amplitud disponer de las alternativas que existen; es decir, integrarlos a nuestro mundo. Las personas mayores no son el objeto de trabajo de gerontólogos, es muy simple, los viejos son de todos.
Comentarios finales
Hay quien afirma que no debería haber edad del envejecimiento, ya que el envejecimiento forma parte de un proceso vital. El haberle dado connotación de edad al envejecimiento ha llevado al ejercicio y transmisión de va lores de una cultura gerontofóbica, ya que todo lo viejo, ya no sirve. (Becerra y Cano, 2001).
Si se parte de la edad, es encontrarse con una ambigüedad. Lo positivo es sin duda, con los años se acumulan experiencias y a pesar de que habitan en un mundo de permanente cambio y con un campo de conocimiento cada vez más amplio, recordar y comprender los acontecimientos pasados es esencial para mejorar la toma de decisiones en el futuro. La madurez y la sabiduría por ejemplo, son atribuibles a esta edad.
En contraposición con la imagen que se tiene del anciano enfermo e improductivo, en la actualidad se puede observar que en la mayoría de los países cada vez hay más ancianos sanos, productivos y socialmente activos.
Si bien es cierto que la vejez como última etapa de la vida, no sie mpre llega de la mejor forma. No obstante que éste es un proceso inevitable, con frecuencia sorprende a las personas, las cuales no están preparadas para enfrentar los retos que la acompañan; si a esto le sumamos la falta de sensibilidad en la sociedad, esta transición frecuentemente se vuelve más difícil. A partir de estos planteamientos, es posible imaginar la grave situación económica en que se encuentra un gran número de personas de la tercera edad en nuestro país. El envejecimiento lleva al cese de la actividad laboral y a la pérdida de ingresos, que justifica la necesidad de plantear la problemática que enfrenta esta población a efecto de encontrar las posibles soluciones. (Comisión Nacional de Derechos Humanos, 1999).
El papel del anciano en la sociedad y en los distintos ámbitos debe replantearse con la finalidad de que sea reconocido y dignificado. Para lograr este objetivo, es necesario encontrar formas eficaces y prácticas para reintegrar a los ancianos a la vida social y económica, de manera que puedan participar y disfrutar plenamente de sus derechos. Una de estas vías es el fortalecimiento de una cultura de Derechos Humanos en nuestra sociedad, lo cual es posible lograr mediante la enseñanza y práctica de estos derechos, tanto en el sistema educativo formal como el informal.
El envejecimiento frecuentemente se traduce en una creciente condición de vulnerabilidad ya que en la población senecta, no todos cuentan con la capacidad de satisfacer por sí mismos, sus necesidades. En este contexto, surge la pregunta ¿quién es el responsable de satisfacer sus necesidades?
Todas las sociedades enfrentan el problema de la asistencia económica a los ancianos. Frente a la falta de seguridad social completa, o bien ante su inexistencia, la seguridad económica de las personas de la tercera edad se ve amenazada cuando se interrumpe la posibilidad de trabajar por la escasez de empleos, enfermedad, invalidez, falta de preparación, técnicas de trabajo que no conocen o discriminación por la edad. Si bien, las personas de cualquier edad están expuestas a estos problemas, su incidencia y gravedad aumentan de modo alarmante con la edad.
A lo largo de la historia, ha habido un debate sobre si los individuos debiesen encargarse de su propio bienestar o si deben recibir una protección social de las instituciones privadas o públicas. Ante la incapacidad o bien la falta de voluntad política para dar respuesta a este problema, el debate continúa en la mayoría de los países. No se decide hacer realidad el derecho a la protección social, ni se ha materializado la forma en que debe prestarse esta protección así como su alcance. Sin embargo, los gobiernos hablan de criterios como universalidad, solidaridad y equidad los cuales quedan en el discurso, en buenas intenciones, en los hechos se evidencia el descuido y abandono en que se encuentran los ancianos.
En los países en desarrollo y principalmente con la llegada del liberalismo económico, existe una crítica y un escepticismo crecientes con respecto a los programas de garantías de los ingresos para las personas de edad avanzada. En la mayoría de los casos, estos programas se quedan en el papel, no se hacen realidad.
En conclusión, tal y como establece Arnoldo Kraus (Kraus, 1998) "la vejez como realidad, no pertenece a nadie. Y ése es también el problema primordial: la senectud es ajena" , de aquí que los distintos sectores de la sociedad eviten, en la medida de lo posible, responsabilizarse del cuidado y la atención de las personas de la tercera edad.
Para finalizar toda esta serie de consideraciones, algunas con cierto grado de fatalismo o pesimistas, otras, que demuestran verdaderas expectativas en el logro de una mejor calidad de vida para los viejos, debe resaltarse lo valioso de las aportaciones científicas que señalan la ductibilidad y plasticidad del cerebro humano para enfrentar con dignidad el ciclo vital de la edad madura, y tener presente que la adaptación forma parte del continuo evolutivo de la especie humana, por lo que la humanidad se enfrenta una vez más ante el gran reto de preparase para ser una masa "envejecida" lúcida y comprometida o una "carga" humana sin sentido de trascendencia.
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