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Se expresan los adultos mayores

La ventanita

Martha Bertrand de Cañete

Hoy es uno de esos días tristes, nostálgicos, "llorones" que no pasan, que no se acaban nunca...

Afuera luce un sol glorioso, un cielo azul, azul, se anuncia la primavera: pienso que debiera salir, caminar un poco, calentar mi cuerpo y mi alma bajo su luz, pero como siempre me asusta la soledad de mi caminata o relacionar sin querer, todo ese brillo con el de la casa grande, nuestra primera casa, donde vivimos treinta y cinco años y fuimos tan dichosos; aunque no quiero, igual me acuerdo y ya ... voy rumbo al pozo del que me cuesta tanto salir... y digo: "mejor me quedo" y me quedo aquí, y pienso mejor leo, o escucho música, o, o, o... y no hago nada.

De pronto como si fuera dominada por una fuerza superior, busco tus viejas cartas, esas que recibía casi a diario desde que te conocí y tenía 20 años.

Antes cuando era feliz vivían guardadas, dormidas...

Un día, la vida dijo basta para voz, entonces las busqué, me aferré a ellas, las sentí vivas; pasaba horas y horas, releyéndolas, daban calor a mi corazón, lloraba y a la vez reía por tus ocurrencias, tus mimos, tu forma original de contar las cosas cotidianas, tu concepción de nuestro futuro... y cuando por fin el entendimiento, el poco que me quedaba en esos días, me hacía abandonar esa lectura, me quedaba por varias horas "enganchada" en tu letra, en tus besos, en tus "postdatas" en mi juventud, vivía lo ya vivido, y me fugaba de mi realidad.

Ya era obsesivo, era casi enfermante.

Una tarde, el médico me prohibió leerlas, quiso que las quemara... Fuí fuerte las até y las guardé, me prometí abandonarlas, pero no las quemé.

Pasaron tres años y hoy ¿por qué? Volvía ellas y volví a reír y a llorar y otra vez dije: ¡Basta!, las escondí, y tras ello y en busca de no se que salí al balcón a tomar aire; o a pedirle perdón al cielo ya oscurecido por no haber aprovechado un día tan hermoso para beneficiar por lo menos mi parte física, o quizá ¿a "lavar la culpa" (yo, y mis culpas) por no hacer nada de lo indicado para dar pasos hacia el futuro?... y de pronto en el edificio de enfrente apareció ¿apareció? ¡No! Volví a ver nuestra ventanita, la de nuestras fantasías, la que pobló varias horas de varios meses "nuestras novelerías" y recordé la noche, hace seis años en que inesperadamente la descubrimos.

Estábamos en el balcón de este, nuestro nuevo hogar, riéndonos del "lujo" de cenar a la luz de la luna y de pronto, se iluminó un hueco, calle por medio: Era la primera vez que la veíamos, sus vidrios de colores bellísimos brillaban sobre el fondo gris, mohoso y sucio por el paso del tiempo.

Nos pareció rarísimo no haberla descubierto antes, caímos en la cuenta que era la luz encendida del otro lado la que la hacía notar. Quisimos adivinar el por que de que esa noche estuviera iluminada, pues siempre pensamos que allí no habitaba nadie.

Yo tenía presente el frente del departamento, que quedaba a la misma altura que el nuestro. Un balcón grande, dos ventanas con visillos blancos, las persianas abiertas día y noche, noche y día, invierno y verano, nunca iluminado, siempre igual, nada delataba vida, movimiento, nada delataba que allí hubiera alguien, y en ese momento se iluminó esa hermosa ventanita, solo ella, primero con una luz fuerte, aparentemente en el centro de la habitación, al rato una muy tenue, quizá una lámpara en un rincón que le dio un toque íntimo, cálido, tierno...

Surgió entonces en nosotros la idea de armar una "historia" acerca de lo que

íbamos observando; desde ya, ese día imaginamos, que sus dueños a los que nunca habíamos visto, regresaban de un largo viaje y cansados se iban a dormir, y como locos comenzamos a hablar con detalles y con fotos de los viajes realizados y con recortes sobre turismo de los que queríamos realizar.

Al día siguiente volví a mirar el edificio. Al frente, el balcón, las ventanas, las cortinas, las persianas, todo como siempre "vacío" no pasaba nada; nuestra ventanita ni se notaba.

Poco a poco fue un hábito nocturno mirarla desde nuestra casa. A veces pasaban semanas en que todo estaba oscuro otras, se iluminaba unas horas; otras, nos íbamos a dormir y ella seguía con luz. En cambio algunas veces la luminosidad siempre de ella sola era fugaz, y según la duración, la fuerza de la luz y la hora, volaba nuestra fantasía y así por allí desfilaron: encuentros de viejos amantes que se amaban de cuando en cuando, en fechas claves y se despedían llorando; breves traiciones conyugales o encuentros de homosexuales que todavía se ocultaban, o chiquilinas enamoradas de alguien casado; reuniones de alguna secta; políticos por dar un golpe, complots para un robo sensacional; mesas de juego clandestino que rodaban de domicilio para ocultarse mejor; estudiantes crónicos que de cuando en cuando amagaban con rendir una materia y venían a la ciudad..., que sé yo cuantas cosas más, bien argumentadas, hacíamos pasar tras los vitraux de nuestra ventanita.

También pasaba el tiempo, corría implacable el reloj, avanzaba el almanaque; cada vez más, el deseo de permanecer en cama, te iba devorando; nada ni nadie me ocultaban que el fin se hacercaba y a partir de esa certeza, a escondidas lloré de golpe todas, todas mis lágrimas, seque su caudal; ante tus ojos dibujé todas mis sonrisas, creo que las acabé por mucho tiempo y tras ellas dibujé en mi cara, todos mis gestos optimistas y me puse todas mis caretas. Inventé como si fuera un bebé todos los cuentos, te leí todos los libros, los diarios, te comenté las noticias, seleccioné toda la música que sé que te gustaba; pero no hubo más balcón, ni luna, ni ventanita iluminada...

Interpreté un rol nunca aprendido, nunca practicado y mucho menos imaginado; entendí como un ser puede dividirse, llevar una doble vida, morir de miedo y aparecer ante los demás "casi" normal.

Día a día sufrías una nueva agresión física, día a día me preguntaba cual sería tu límite de resistencia y... el mío?

No creo que pensaras en tu fin... pero una tarde, la menos pensada, la que quizá había comenzado más risueña y apacible, sin que nada lo anunciara llegó... me quedé con nuestros libros, nuestra música... mis viejas cartas de amor, con todo, pero igual helada de soledad, nada tenía el mismo valor, no estabas a mi lado, nunca más volveríamos a tener nada juntos.

Debí, en homenaje a nuestros 50 años de amor y por amor a los chicos aprender a seguir viviendo ¡no fue fácil!, no es fácil pero lo estoy haciendo, o por lo menos lo intento.

Ignoro cual es el mecanismo inconsciente por el cual la mente se cierra a ciertas cosas aunque fueran felices.

Nunca volví al mismo balcón, nunca más "enjoyé" nuestra mesa con la luna y hasta hoy nunca volví a jugar con nuestra "ventanita".

Mañana, pensaré si es mejor hacerlo o no.

 

 

 

Marta Susana Bertrand de Cañete. 74 años.

Concurrente a varios Seminarios y Talleres del Programa de Educación

Permanente para Adultos Mayores. La Plata Argentina.

El cuento "La ventanita" fue acreedor del 2do Premio , categoría cuento , en el concurso organizado en el Encuentro de Programas Universitarios de Educación Permanente realizado en Tucumán en setiembre de 1998.

 

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