Se expresan los adultos
mayores
TÓTEM
Vicenta Pérez Ripoll
Cierta vez yo me traje y me coloqué allí, desde donde alcanzaba a dominar todo con la mirada, a veces complaciente , a veces admonitoria, mientras yo me iba conmigo a visitar otros países otros continentes, surcando mares lejanos , peligrosos, por travesías que duraban semanas o meses, allí estaría mi presencia protectora, amparadora y respetada.
Pero no era mía la autoría de semejante hazaña, sino de Laura. Ella era la que hacía que yo estuviera allí , acompañándolos.
Te evoco como fuiste, prudente y audaz, aunque parezca contradictorio. ¿recuerdas cuando nos escribíamos en clave las cartas de enamorados y nuestra inolvidable luna de miel en las islas en medio del esplendor verde?
A veces pienso que el nuestro fue un amor tan perdurable porque mis continuos viajes disimulaban mi verdadera y caprichosa personalidad
Tú podías estar disgustada, pero eso duraba poco. Sabiamente pensabas que no valía la pena enojarse demasiado teniendo por delante solo tres o cuatro días para estar juntos.
Nunca me sentí ausente, cumpleaños, navidades y otras fechas, solo se celebraban cuando yo estaba conmigo otra vez acá.
Cuando llegamos a muy mayores, te veía siempre con el tejido entre las manos, contando puntos, señalando hileras, ovillando madejas.
Si te fui infiel estando lejos , durante alguno de mis viajes, no es ahora el momento de contarlo, quiero creer , que no desconfiarías de mi.
Luego de jubilados, siempre ocupabas una antigua sillita de mimbre , con importante respaldo en abanico y cuando sonaba el timbre da la puerta de calle , interrumpiendo tu labor, te levantabas y acudías con tus pasos menudos a abrir.
Estabas absorta en tu tejido, pero yo sospeché siempre que era pura apariencia, en el fondo vivías eternamente conectada con la realidad y sin embargo solo hablabas lo necesario y en forma contundente cuando se te solicitaba una opinión o respuesta.
En cambio yo, pasé mis cuatro últimos años de vida perdido en los vericuetos de mi mente, aislado e incapacitado para hablar, dándome cuenta que desvariaba, pero nada podía hacer, pensaba bien y sin embargo de mi boca solo salían incoherencias que apenaban y desconcertaban a todos.
El día de mi deceso me llevaron lejos, pero me quedé acá solo, no tanto , siempre me acompañan todos nuestros descendientes. A ti Laura, compañera de sesenta años hace mucho que dejé de verte, tu ausencia es insoportable.
Siento que mueven muebles y escaleras, hay gente extraña trabajando, están terminando de empapelar paredes.
Los pintores se han ido , la casa ha quedado como nueva , acomodan el juego de comedor en su lugar, tal como siempre estuvo. Ahora espero que se decidan a colgarme para continuar presidiendo desde allí.
Vicenta Pérez Ripoll