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Se expresan los adultos mayores

Marcos, abogado penalista

Freddy Teicher

I Encuentro en Salzburgo

Caminando por Salzburgo una mañana de enero, disfrutaba del encanto que las calles dedicaban a recordar que Mozart era genial. Compartía la envidia de Salieri en ¨Amadeus¨ mirando asombrado las partituras escritas sin correcciones. Por ahí andaba mi ánimo cuando algo insólito me acelera el pulso. "No puede ser. ¡Marcela y Marcos!" Venían caminando charlando animadamente en dirección contraria. A med ida que se acercaban, Marcos se iba poniendo nervioso. ¿Quién es éste que mira así? Iban a pasar al lado mío y seguir de largo si no lo agarro del brazo. Me mira sin entender pero en ese momento Marcela me reconoce. Claro, con guantes, campera, gorra y anteojos, no era fácil. "¡Enrique! ¿qué hacés por acá? Qué sorpresa. ¿Y Pupé?" "Llegamos ayer de Budapest. Como no aguanté los 6 días programados en Berlín, nos sobraron tres que venimos a pasarlos acá. ¿Y ustedes?" "Bueno, no pensábamos venir a Salzburgo, pero como nos queda de paso y había que conocerlo, decidimos dedicarle un día. Llegamos esta madrugada y nos vamos mañana. Venimos de Italia y mañana estamos en Praga." "Ustedes van para arriba; nosotros de acá nos vamos para abajo, para Venecia.

Vengan, vamos a buscarla a Pupé que me está esperando a dos cuadras de aquí." Un encuentro increíble. Ni ellos ni nosotros pensábamos ir a Salzburgo y nos venimos a cruzar en la calle. Marcos es abogado penalista como yo, aunque cinco años más joven y con quince más en la especialidad.

Que estemos de vacaciones durante la feria judicial es lógico, pero que nos crucemos en una calle de Europa no lo es tanto. Salzburgo está en el límite entre Austria y Alemania. Ahí donde nos encontramos se ve 'El Nido del Águila', Berchtesgaden, donde Hitler tenía su reducto favorito en los Alpes. Esa noche fuimos a una taberna popular de la cadena 'Agustina' donde la pasamos bárbaro. La taberna era un lugar típico de Baviera.

A pesar de ser pleno invierno, estaba llena. Claro que en verano se habilitaban los jardines que albergan entonces tres veces más parroquianos. Lo típico era que uno se agarraba una jarra, la lavaba y hacía la cola para que la llenen con la cerveza elegida. Después se elige el plato entre los que ofrecen unos 20 stands y se lo lleva al comedor, un

amplio sótano con largas mesas donde la gente charla, canta, ríe o, como nosotros, le pide a algún vecino que saque unas fotos.

II Resonancia magnética

En abril del 97, tres meses después del encuentro en Salzburgo, Marcos decidió pedir una consulta con el neurólogo. Unos veinte minutos después de revisarlo, el Dr Isaac Kutzner le dijo a su amigo: "Marcos, te vas a tener que convencer que los síntomas que vos decís que sentís, son productos del stress o sea de la tensión que estás viviendo desde que volviste de las europas. "Lo que contás de tu hija con el quinto embarazo de la quinta pareja a las que tienen que mantener ustedes, tu mujer que nunca se conforma con lo que tiene, lo difícil que te resulta defender tu lugar frente a los colegas, y el trabajo que no da el resultado que pretendés, ¿no te parece que son suficientes motivos para somatizar un

poquito? Te podría hacer el diagnóstico de histeria o, con más respeto, de hipocondría. "Hacé lo que te dije muchas veces: ya que te despertás muy temprano, aprovechá para salir a caminar y despejarte. Sabés que el aerobismo produce endorfinas, antidepresivos naturales, que te hacen buena falta. Y te confieso que me gustaría acompañarte porque me hacen tanta falta como a vos, lástima que tengo que trabajar doce horas diarias para

mantener a los míos. A pesar de tus quejas, te va mucho mejor que a mí. Lo que nuestro caro amigo y presidente de esta prepaga, el afamado Dr Alberto Schneider, me deja ganar, sabés que es cada vez menos. Entonces, muchacho, tené en cuenta que lo que vos ves como vacas flacas en realidad son las vacas gordas, las flacas todavía no las conocés. A pesar de tus respetables problemas todavía tenés otras suertes que dan bastante envidia. "Entonces, Marcos, adelante que el camino es largo" Marcos escuchaba con una mezcla de alivio y de miedo. Alivio porque deseaba que Isaac tuviese razón, miedo porque no creía equivocarse tanto. Los pequeños y fugaces síntomas en la lectura y en el habla, pueden indicar cualquier cosa. "Isaac, te agradezco esta filípica y espero que estés en lo cierto.

Pero, para darme el gusto, mandáme hacer algunos estudios más profundos para que me quede tranquilo. Te lo pido como amigo."

"Bueno, dáte el gusto. Hacéte una resonancia magnética; mañana tenemos el resultado, así para el fin de semana te ocupás de los otros problemas que tenés. Pero por culpa tuya Alberto me va a tirar la bronca porque mando a gastar plata al cuete." Bien recomendado, el mismo día a la tarde se pudo hacer. Esa noche durmió peor que nunca. Se levantó temprano, caminó dos horas y a las 11 fue a buscar el resultado para llevárselo a Isaac. Le dieron un sobre cerrado que tuvo que esperar llegar al café más cercano para abrir,

mientras la taquicardia subía. Ahí estaba el veredicto. ¿Cabía alguna duda aún? Debía haberla, lo deseaba. No podía aceptar esto. Pero.... Cuando Isaac leyó el informe, quedó tan impactado, que le dijo, en realidad se le escapó: "La verdad, Marcos, según esto, deberías haberte operado ayer. El problema es más serio de lo que creíamos. "Le voy a pedir a Tarovsky, que me parece lo mejor en este campo, que te vea ya, hoy, que no se puede perder tiempo." Marcos no pudo ponerse contento de haber acertado. Debía

calmarse, debía.

III Condenado a muerte.

2 de mayo. Estábamos en la habitación 214 del Instituto del Diagnóstico acompañando a Marcos que se interna para la primera de las tres intervenciones que Tarovsky, el más renombrado neurocirujano del momento, le realizó en el término de tres meses. Después Marcela frenó el entusiasmo intervencionista de su eminencia. Se produjo una lamentable

oposición de criterios entre Tarovsky y Schneider. Mientras Tarovsky insistía en nuevas intervenciones a medida que Marcos iba presentando complicaciones lógicas por la lesión de base, Alberto lo acusaba de mentiroso y comerciante. Resulta que Kutzner debe haberse sentido tan culpable por errar el diagnóstico, que no pensó en las consecuencias que iba a traer mandar a Marcos a Tarovsky. Tarovsky era lo mejor en neurocirugía, pero no pertenecía al plantel de la prepaga donde Marcos era socio y Alberto Schneider uno de los Directores. De este modo, Marcos debía afrontar de su pecuño el costo de cada intervención que Tarovsky realizaba. La prepaga de Alberto se tenía que hacer cargo de la internación, de todos los estudios solicitados por el neurocirujano y del postoperatorio. Si bien Marcos tenía con qué afrontar los honorarios de Tarovsky, tras la tercera intervención a Marcela los quince mil dollares invertidos hasta el momento despertaron serias dudas. ¿Valía la pena prolongar la agonía de Marcos? El tumor cerebral que Marcos iba desarrollando, es uno de los más invasores y es imposible extirparlo por

completo, que es lo que Tarovsky dijo haber realizado en la primera intervención. Marcos estaba condenado. Y Alberto, por su amistad con Marcela y Marcos, pagaba de su bolsillo, por lo menos así lo manifestaba, los continuos estudios y análisis que Tarovsky reclamaba pero que el Dr Schneider no podía justificar ante sus socios ni negarse a autorizarlos.

En esta triste situación nos involucramos muchos, sufriendo inútilmente el dolor y la rabia al tener que enfrentar un enemigo implacable que nos humillaba acentuando nuestra impotencia. Mientras ocultamos elegantemente el alivio de no ser la víctima. Marcos no quería enfrentar la verdad. Es lógico que uno intente defenderse aferrándose a cualquier ilusión. Ilusión que intentamos compartir, apareciendo las curas alternativas milagrosas

que se cambiaban a los pocos días. En septiembre se festeja en su casa su cumpleaños, el último de los sesenta y cinco. Los torpes y lentos movimientos junto al intento que en momentos era desesperado, de encontrar determinadas palabras para completar una frase, convertían la compañía de Marcos en un suplicio que había que disimular tratando inútilmente de hacérselo más potable. Un grotesco juego que la relación humana reclama.

Habían pasado ocho meses desde el encuentro en Salzburgo. En silencio me preguntaba si sería el único que se angustiaba pensando qué era lo que el futuro me tenía reservado. Varios de los viejos amigos ya no están y uno,desde hace muchos años fue cayendo de a poco en un estado tan lamentable que, cuando lo comentamos, con mucha convicción teórica reclamamos la eutanasia. Llamémoslo Azar o Destino, es el que juega a los dados para elegir el final. Del mismo modo decidió el comienzo.

IV Dolor

Admiraba a los que sacaban a Marcos a cenar, a caminar, a sentarse en la plaza. Me revolvía el estómago pensar que estoy cenando con alguien que dentro de poco iba a ser cadáver. Pero había que hacerle compañía; a él y a Marcela. Menos mal que siempre combina mos con otros para encontrarnos allí, lo que no es elegante confesar. En octubre comienza a estar más tiempo acostado, levantándose sólo por un rato para acompañar a las visitas. Mientras Tarovsky insistía que podía mejorar y quedar estabilizado por años, que en materia de cáncer nadie debe darse por vencido, que cada caso es un mundo diferente, Alberto sostenía que no podía pasar de fin de año. Nadie quería reconocer que deseaba el fin. Uno quiere ayudar, acompañarlo, mostrar al público lo abnegado que es, pero eso durante un tiempo. Uno desea que termine de una vez, que se pueda decir "pobre, cuánto sufrió", pero verlo sufrir se hace insoportable. Uno llega a pensar que sufre más que él y que se debería acortar esa inútil agonía. Entonces aparecían argumentos como que el poder abrir los ojos y ver a alguien, ver el sol, la luz del día, una flor, un amigo, poder ir al baño a higienizarse, justifica seguir vivo. Los fugaces instantes en que todo dolor desaparece, que se disfruta de un poco de paz, lo merece; nadie sabía si había algo de verdad en eso. Aunque sea por Marcela que recién en enero se decidió tener una enfermera en casa, lo que le permitió descansar por lo menos de noche, esto debía terminar. La culpa por desear que se muera de una vez, que aparezca el final del drama, nos invadió a todos, a veces convertida en contundentes argumentos a favor de la eutanasia.

Marcela llegó a evaluar esta posibilidad, pero la oposición de los hijos, hizo desecharla. Claro, ellos estaban un rato con el padre, ella debía soportarlo las 24 horas y ya pasó casi un año desde la consulta alneurólogo. Aun sin estar presente, Marcos invadió mis pensamientos sin descanso. Había momentos que la ilusión de que podía salir de esto, tomaba cuerpo. Las anécdotas de gente que pasó por algo semejante y hoy está muy bien, circulaban por los pasillos. Nadie sabía si eran ciertas o no, tampoco importaba mucho. Yo estaba convencido que la vergüenza y la rabia por tener que mostrarse tan débil, indefenso, inútil y cada vez más dependiente del cuidado de los demás, es tan doloroso como los dolores físicos que el tumor producía. Marcos reclamaba la atención de un bebé, que nadie estaba dispuesto a brindar por más de media hora. En enero del 98, la agonía continuaba aunque el final se esperaba de un momento a otro.

Para las clásicas vacaciones y en parte por razones de trabajo, Pupé y yo fuimos a España y Portugal donde tenemos amigos comunes, algunos de los cuales se habían ido por razones obvias en época del Proceso Militar. Pero Marcos no podía escapar. La pasamos muy bien pero en Andalucía, en la Alhambra de Granada y en el Alcázar de Sevilla, entre lo que me pareció el desastre del cristianismo tratando de sepultar la cultura árabe y el frío de muerte que llegué a sentir en los espaciosos salones, la imaginación, o me trasladaba al pie del lecho de Marcos o me lo traía para acompañarme en la visita. Volvíamos a disfrutar uno del otro como en tantos años o me imaginaba al tumor invadiendo y presionando la masa gris, impidiendo la circulación del líquido céfalorraquídeo, produciendo atroces dolores que se aliviaban cuando piadosamente lo dejaban inconsciente. Deseando fervorosamente que a la vuelta en casa, el drama haya terminado.

V Final de un camino

No, en febrero continuaba la agonía.

Las visitas a Marcos eran cada vez más desagradables. Ya no salía de la cama. Hasta que en mayo, el final se precipitó. Inmóvil, acostado boca arriba. Ojos cerrados, pupilas fijas, boca entreabierta. Respirando de tal forma que parece profundamente dormido. Sumamente adelgazado, un color cetrino en la piel, no hay reflejos. Esa imagen me acompaña aún hoy. Muy nítida, aparece en primer plano ocultando gratos momentos compartidos meses y años atrás, en las que conserva su típica sonrisa, triste, pero con aire aristocrático. Era un lunes, estaba en coma. El miércoles llama Marcela que Marcos murió a la madrugada. El drama, por fin, está por terminar. Solo falta el último acto, velorio y entierro. La tensión afloja. Ya podemos empezar a llorarlo y a extrañarlo. Ya no es necesario sufrirlo. Amigos, parientes, colegas y clientes, desfilaban cumpliendo un

ritual sagrado. Como siempre, algunos contaban chistes, otros, anécdotas de su vida, luego de preguntar de cómo fue la agonía. 'Pobre, no tuvo una vida fácil'. Tres columnas en La Nación. Me empecé a sentir extraño, lejos de todos los que estaban ahí, invadido e intoxicado, por Marcos, por su historia. ¿Tan importante era para mí? Sería lógico, muy cercanos en los últimos treinta y cinco años. Compartimos mucho y competimos bastante. No es de buen gusto, pero el triunfo por sobrevivir es una íntima satisfacción que compensa un poco siquiera la realidad de que uno está cada vez más, sólo. A esta altura, perder a un amigo, es muy duro.

VI Hipnosis, autohipnosis y medicina psicosomática.

Debe haber sido por el 50 y tantos, que vi algo que me dejó muy impactado.

En un teatro de la calle Corrientes presentó un espectáculo público un tal Ceccareli, hipnotizador profesional, que, decían, había trabajado para las fuerzas aliadas en Italia. Primero logró que se mueva rítmicamente casi todo el público, que llenaba el teatro. Luego pidió 10 voluntarios para que suban al escenario. Menos a uno, al que mandó sentarse de vuelta en su asiento, durmió a los otros, haciéndoles sentir frío, calor o dolor, de acuerdo a su antojo. A una mujer en trance la llevó a escribir como cuando tenía 12, 10, 8 y 6 años. Pero lo más asombroso fue cuando tomó a un hombre alto y delgado, lo hizo entrar en trance hipnótico, lo dejó rígido y duro como una tabla, lo apoyó con los talones sobre el respaldo de una silla y con la nuca en el respaldo de otra. Creo que un atleta muy bien entrenado no podría sostenerse en esa posición. Luego se subió sobre el

estómago del ´hombre-tabla´ y saltó encima. Muchas veces he visto por la TV números de circo donde mostraban experiencias con hipnosis. En una de ellas, una mujer se autohipnotiza, también se queda dura como una tabla.

La toman y la acuestan sobre una mesa donde previamente rompieron unas cuantas botellas, desparramando los fragmentos de vidrio sobre ella; la hacen rodar de un lado a otro. La paran, muestran la espalda: ningún rasguño. He escuchado, aunque no visto, que se realizan operaciones bajo hipnosis, sin anestesia, sin dolor y sin sangre. El parto sin dolor es producto en gran parte de la sugestión. Varias veces he logrado que entren en profundo trance personas con las que me entretuve probando mis dotes de hipnotizador con asombrosos resultados. La mente puede influir y obtener impresionantes cambios en el organismo humano. Para bien y para mal. Pero ¿puede producir tumores malignos? Había detalles muy llamativos en la historia de Marcos que avalan esa hipótesis. Con esta excusa, me propuse investigar las supuestas causas psicosomáticas del cáncer que terminó con su vida; que alimentan la idea de un suicidio.

VII Lo que no existe, es el olvido.

Marcela no era la primera mujer de Marcos. Había estado casado cinco años con Yolanda, la hija única de un legendario juez que luchó exitosamente contra la mafia de su época. El matrimonio se deshizo unos meses después de un resonante drama que llenó durante un tiempo bastante espacio en los diarios. Eso había pasado 38 años atrás. Volviendo de una fiesta de fin de año, Marcos manejaba totalmente borracho. Quiso la fatalidad que al pasar una bocacalle, lo ´tocó´ en la parte trasera un coche que intentaba

cruzar. Parece que Marcos iba a demasiada velocidad que tomó de sorpresa al otro. Marcos perdió el control, el coche sube a la vereda, atropella a una mujer embarazada que muere en el acto y deja seriamente lastimado a un hijo de la misma, que tenía entonces 4 años. Marcos llevaba a su mujer de acompañante adelante y a Alberto en el asiento de atrás. Alberto sale ileso igual que Marcos pero su mujer queda inconsciente durante unas horas aunque se recupera totalmente. Yolanda y Marcos tenían dos criaturas: una nena de 4 y un nene de dos. Yolanda no quiso verlo entre rejas a Marcos,

el padre de los nietos del famoso juez. Por primera y única vez en su vida, Yolanda consigue que el juez ensucie su inmaculada trayectoria y logre, muy a pesar suyo, el sobreseimiento de su yerno. Por más que la vergüenza y la culpa lo llevó a que el chico que sobrevivió a las heridas, reciba misteriosamente una importante suma de dinero; el juez fallece al poco tiempo. Yolanda que tras la muerte de su padre toma conciencia del

error cometido, vuelca toda su desesperación en odio a Marcos del que no sólo se separa sino que consigue que éste no pueda acercarse a sus hijos.

Marcos, a pesar de perder dos años en su formación, recupera el lugar profesional, conoce y se casa con Marcela con la que tiene tres hijos.

Marcos nunca habló de aquél episodio, pero donde aparecía por primera vez esa historia no cesaba de circular. "Ah sí, el penalista borracho y asesino" era la sombra que lo acompañaba en la presentación. Pero Marcos era tan educado y amable que a poco de conocer lo el pasado quedaba totalmente relegado al olvido. Como era muy apreciado en todo sentido, resultaba fácil borrar ese recuerdo. En todo caso "toda persona tiene su

momento de debilidad". Aquél chico también se recibe de abogado y sigue su formación como penalista, asistiendo algunas veces a seminarios que dictaba Marcos. Ninguno de los dos dio señales de que el pasado los acompañaba. Marcos no tuvo nunca más algún contacto con los hijos de su primer matrimonio. Menos con Yolanda.

VIII Sorpresa

Las emociones rigen nuestra vida, aunque preferimos creer que es la razón la que nos guía. Evitar el dolor y encontrar el placer, es la meta. Trato de ponerme en el lugar de Marcos, de sentir lo que él debe haber sentido frente a esta historia. Borracho, atropella y mata a una mujer embarazada.

Rabia contra sí, vergüenza y culpa frente a cualquiera. Sin embargo, nunca se notaba el menor atisbo de malestar. Parecía que le hubiese pasado a otro, no a él. Y durante muchos meses, quizás años, enfrentaba la mirada del hijo de esa mujer, que quedó con alguna dificultad muy leve al caminar. Me recorre un escalofrío, me tiemblan las rodillas y se me hace la piel de gallina al ponerme en el lugar de Marcos. Lo compadezco, una

víctima de la fatalidad. No poder ver a sus hijos. Un cruel castigo. ¿Merecido? Cuesta entender a la mujer y a los hijos. La rabia, la verguenza y la culpa, conforman un dolor constante, lo que podría ser suficiente motivo para un suicidio. Y si éste no se lleva a cabo porque por lo menos algo dentro de él se sentía con derecho a estar vivo, queda un conflicto interno que puede producir el cáncer como transacción dialéctica. La máscara social disimula admirablemente el drama que subyace.

La amistad con el Dr Alberto Schneider nunca me resultó fácil pero como siempre estuvo muy cerca de Marcos y de Marcela, fui a tomar algunos cafés con él para conocer su opinión. Él también había sido amigo de Yolanda y estaba en el coche cuando sucedió. Cuando le conté el rumor de que Marcos ya conocía y andaba con Marcela, que era su alumna, antes del accidente, sacó un cigarrillo. "Mirá, conozco esos rumores y otros. Como tu interés en encontrarle una raíz psicosomática al cáncer. Aunque trato de dejar de

fumar, revolvés algo tan doloroso para mí, que lo dejaré en otra oportunidad, quizás. Lamentablemente ahora que Marcos no está, soy el único que sabe lo que realmente pasó." "¿Lo que realmente pasó? Pero si todos lo saben. Vos estabas ahí. ¿Qué, no pasó todo esto?" "Sí, el accidente ocurrió. Esperá, que ahora necesito un whisky." Y tras el primer sorbo siguió: "Yo te voy a contar mi verdad. Lo que dudo es que me vayas a

creer."

IX Yolanda

"Con Marcos éramos compañeros en la secundaria, en el Buenos Aires." - empezó Alberto tras el segundo whisky - "Conocimos juntos a Yolanda, que era muy hermosa y muy brava. Su padre, el famoso juez, la había malcriado demasiado. Puede que haya querido compensar la muerte de la madre que había fallecido tres meses después de tenerla a Yolanda. El juez era un tipo extraordinario, con un coraje increíble luchó contra la mafia, pero jamás pudo, en realidad creo que nunca quiso, ponerle límites a Yolanda.

El resultado era lógico. Yolanda se convirtió en una linda mujer a la que había que aguantarle los caprichos. Pronto se dio cuenta que una mujer caprichosa y al mismo tiempo tan bonita, si quería, nos podía volver locos a todos. Que es lo que hizo. Yo estaba a sus pies y Marcos cometió el gran error de su vida al casarse con ella. Ingenuamente, creyó que podía cambiarla; que al convertirse en madre, al darle una familia iba a cambiar. Quizás, como los padres de Marcos habían fallecido, encontró un padre en el juez, porque la relación entre ellos era admirable. Pero se encontró con un infierno que era la convivencia con Yolanda." Esto no me lo esperaba, había escuchado que Yolanda era muy linda, yo no la conocí.

Pero Alberto parecía contarme otra película. "No importa mucho si me creés pero los hijos que Marcos tuvo con Yolanda, no creo que sean de Marcos. Me resulta un poco cruel tener que confesar que es muy posible que el muchacho sea hijo mío. También creo que Yolanda se acostó más veces conmigo que con Marcos. A él lo tuvo loco. Lo excitaba paseándose desnuda, calentándolo, burlándose y despreciándolo mientras él tenía que masturbarse para calmarse un poco. Cuando Marcos me contaba su drama,

lloraba de rabia y de impotencia. A mí me revolvía las tripas. A veces creo que sabía a quién le contaba todo eso. También Yolanda se burlaba de él mientras estaba en la cama conmigo. Podés decir que yo era un hijo de puta acostándome con la mujer de mi mejor amigo. Y tenés razón. Pero no me puedo resistir a esta hembra, que está cada día peor con la bebida." "¿Está? ¿Hoy? ¿Qué, la seguís viendo?" Me pareció que Alberto deliraba,

esto no podía ser cierto. ¿Lo era? "No sólo que la veo sino que sigo tan metejoneado con ella como al principio." - siguió Alberto con inusitada calma - "Y ahora que ya tomé tres whiskis puedo decir lo que estás escuchando sin sentirme culpable. Si creés que estoy delirando, que todo es un invento de mi imaginación, me gustaría que tuvieras razón." Quedé aturdido.

X Verdad y Justicia

La verdad es algo con lo que se tropieza a veces, pero generalmente uno se levanta y sigue su camino. Diccionario del Disidente. Armando Chulak.

Según Alberto, no era Marcos el que manejaba, sino Yolanda, que había comenzado con la bebida después de su primer parto. "Yo le ayudé a ocupar el lugar del conductor" - dijo Alberto - "y a tomarse media botella de vodka. Yolanda quedó inconsciente tras el impacto y estaba tan pasada con el alcohol que después no se acordó de nada, así que no costó mucho convencerla de que era Marcos el que manejaba. Lo más triste es que Marcos quiso evitar el disgusto del juez, que se murió igual." No me atreví a decirlo, pero si todo esto es cierto ¿no era Alberto el que debía ocupar el lugar del chofer? Yolanda prefirió el alcohol antes que los chillidos de la beba, a la que debían atender otros, principalmente Marcos. Otras, que no tenían nada que ver con la historia oficial, serían entonces las razones que motivaron la rabia, la culpa, la vergüenza y quizás un miedo

general, inespecífico, al futuro. Marcos, con un profundo respeto al juez, hizo todo lo posible, que éste nunca se entere de que el alcohol se iba convirtiendo en el único dueño de Yolanda. Según Alberto, esa noche, Yolanda se había pasado con la bebida porque una colega del hospital, unos años más joven y casi tan linda como ella, estaba intentando seducirlo. Y eso no debía ser, Alberto era propiedad exclusiva de ella. Yolanda sabía

cómo mantener su dominio, sus tres amantes obtenían unas sesiones de sexo tan exquisitas que lo único que les quedaba era competir entre sí para recibir estos favores. "Éramos tres marionetas a disposición de una Yolanda que parece haber heredado a través de los genes, al Kamasutra. En cambio a Marcos lo volvía loco al contarle los detalles pero no dejando que la toque, salvo en muy contadas ocasiones". Y tras unos sorbos de whisky, Alberto siguió: "¿Te acordás de Francisco?" "¿El que dijeron que se suicidó porque le habían diagnosticado Sida y la mujer lo echó de casa?" "Bueno, nunca tuvo sida, era uno de los tres privilegiados. Se inventó el sida para no tener que hacer los deberes con su mujer. La mujer creyó lo del sida y al echarlo de casa, Francisco se sintió por fin libre.

Por lo menos, durante un tiempo. Pero me parece que fue el maltrato de sus hijos el que lo empujó a la melancolía y al suicidio. Nadie se enteró nunca que Yolanda tenía su harem privado." ¿Y yo tengo que creer todo esto? No tenía sentido formularle esa pregunta a Alberto. Me resigné a la respuesta que surgía por dentro. No salimos desnudos a la calle. Elegantes vestidos esconden lo que sería desagradable mostrar. Las cagadas se hacen en la intimidad y el olor desaparece convertido en fragancias que vienen en aerosol. Gracias al inusitado avance de la tecnología. Ahora me pregunto: ¿a dónde fueron a parar mis inquietudes psicosomáticas? Debo reconocer que, después del relato de Alberto, la imagen de Yolanda en las sesiones de sexo con sus amantes ha llegado a invadir y quizás a intoxicar, el recuerdo de esta historia.

 

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