Se expresan los adultos
mayores
Simón Gershanik al que entrevistamos, tiene actualmente 95 años y sigue produciendo, en el momento de la disertación tenia 90 años.
Luces y sombras de nuestro siglo; una visión a grandes rasgos*
Disertación del Ingeniero Simón Gershanik al recibir el diploma de Miembro Honorario de la Academia de la Ingeniería de la Provincia de Buenos Aires.
Agradezco cordialmente al Señor Presidente de la Academia de la Ingeniería de la Provincia de Buenos Aires, Ingeniero Camilo Rodríguez y al Sr. Vicepresidente Ingeniero Carlos Roca, por sus amables palabras a mi respecto y a los Señores Miembros de la Academia por la relevante distinción que han querido conferirme. Ella sobrepasa mis méritos, pero la acepto porque quiero interpretarla como expresión de afecto hacia mi persona, sentimiento que a mi vez les profeso y que singularmente aprecio.
Del mismo modo agradezco sus palabras al Sr. Decano de la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas, Dr. Juan Carlos Muzzio, al Señor Presidente de la Asociación Argentina de Geofísicos y Geodestas y Vicepresidente ejecutivo del Comité Nacional de la Unión Geodésica y Geofísica Internacional Ing. Federico Mayer, y al Sr. Presidente del Instituto de Intercambio Cultural Argentino Israelí Ing. Mauricio Tenembaum.
También agradezco así por sus auspicios a este acto, a las Instituciones que presiden; a la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata, al Centro de Ingenieros de la Provincia de Buenos Aires, a la Universidad Popular Alejandro Korn, al Club Universitario de La Plata y a la Asociación Mutual Israelita Argentina AMIA de La Plata. La presencia del Decano de la Facultad de Ingeniería y su representación del Presidente de la Universidad, Ing. Albina, de los representantes del Club Universitario Srs. Sarraiet y Moquecho, del Vicepresidente de la AMIA Ing. Maher, y la de todos Uds. Señoras y Señores me honra y me emociona, y desde luego les agradezco de todo corazón.
La Academia de la Ingeniería de la Provincia de Buenos Aires, fue creada a mediados del año 1980 por iniciativa de mi distinguido amigo el Ingeniero Carlos Roca. En tren de incrementar el número de sus componentes, dos años después, mi nombre fue agregado a la lista de candidatos que se había concebido para ellos, y luego le fue otorgado el beneplácito.
El mismo le fue otorgado ulteriormente también a mis modestas contribuciones al progreso de la joven Entidad y andando el tiempo me sentí plena y confortablemente integrado a ella.
Llegado el momento de la renovación de autoridades de la Academia mis colegas me confiaron el gran honor de presidirla y lo hice durante dos períodos a lo largo de los cuales, con la colaboración de todos ellos, se pudo ir cumpliendo con sus objetivos y continuar manteniendo su prestigio.
A la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas, vengo perteneciendo desde el año 1929, ya que en ese año ingresé al Observatorio Astronómico que deviniera en ella unos quince años atrás. En ese gran Instituto alcancé la alta jerarquía de Director y años antes de eso, tuve el privilegio de integrar el primer cuadro de profesores de la Escuela Superior de Ciencias Astronómicas y Conexas organizada en el año 1935.
En ella enseñe alternadamente Geomagnetismo, Gravimetría, Sismología y Meteorología. Andando el tiempo la misma se transformó en Escuela Superior de Ciencias Astronómicas y Geofísicas y entonces tuve el privilegio de diseñar el plan de estudios del Doctorado en Geofísica y luego el de atender con dedicación exclusiva la cátedra de Sismología. Me cupo también el privilegio de poder cultivar en ella Cómodamente mi vocación por la investigación científica, con la que llegué a conseguir algunos resultados de cierta importancia.
Tras de varios lustros de actividad en los dominios de la Geofísica, advertí la conveniencia de contar con una Entidad apropiada para estimular la investigación en esa materia, coordinar los esfuerzos de quienes en el país se empeñan en la misma y les ofreciera un foro para la exposición y discusión de sus resultados; tomé entonces la iniciativa de fundar una Asociación Nacional para ello y merced al eco y apoyo que encontré entre mis colegas pudo nacer, crecer y hacerse significativa la Asociación Argentina de Geofísicos y Geodestas. Tuve el honor de ser el primero en prescindirla y lo hice durante ocho años.
También percibí la conveniencia de que nuestro país contara con un Comité Nacional para atender sus relaciones con la Unión Geodésica y Geofísica Internacional; promoví entonces su constitución y la logré con la ayuda del ilustre primer Presidente del CONICET el Dr. Bernardo Houssay y la comprensión del General Gonzalo Gómez en esos días Director del Instituto Geográfico Militar. El Comité se constituyó en 1966, y fui su Vicepresidente 1° durante 22 años.
Ocho años atrás me fue dada la posibilidad de colaborar en el estrechamiento de la amistad entre Israel y nuestro país desde el ángulo de las actividades culturales y científicas de ambos países. Participé entonces en la Organización del Instituto de Intercambio Cultural y Científico Argentino Israelí y ejercí su presidencia durante los tres primeros años de su existencia. Personalidades muy destacadas lo están custodiando en la actualidad y le están ganando creciente relieve en nuestra sociedad.
Entretanto los años fueron transcurriendo inexorablemente y de pronto me encontré cumpliendo casi un siglo de vida, un episodio para el cual ni en los momentos mas optimistas de mi juventud me había postulado. Sorprendentemente resulté ser un protagonista y desde luego asumo ese papel con agradecimiento.
Llego hasta aquí en un siglo preñado de asombros progresos científicos. Mi existencia empezó poco después de la suya, de modo que en parte pude ser testigo de su aparición sucesiva. De ellos quisiera hacer una presentación a grandes rasgos; por supuesto no de todos, sinó de los que mas me impresionaron y se hicieron en el dominio de la Física, de la Astronomía y de la Geofísica. Su aparición en los dos primeros dominios venía impulsada desde el siglo anterior. En él William Hamilton había llegado a ampliar la Mecánica Racional de Newton dotándola del Principio de Mínima acción; Fraunhofer había descubierto el espectro de líneas de la luz solar y Kirchkoff y Lord Kelvin habían logrado explicarlas. Robert Mayer y Rudolf Clausius habían descubierto respectivamente el primero y el segundo principio de la Termodinámica; Dimitri Mendeleiev había logrado ordenar los elementos simples de la materia, en una tabla de propiedades periódicas; Ampére, Oersted y Faraday habían conseguido una gran información acerca del Electromagnetismo y Maxwell había logrado sintetizar características esenciales de su comportamiento en sus famosas ecuaciones. De esas ecuaciones surgía la posibilidad de la transmisión inalámbrica y Heinrich Hertz pudo probarla experimentalmente ante el asombro de Helmholtz, su maestro, que no la creía factible.
Hertz realizó sus exitosas experiencias en el ultimo lustro del siglo XIX. Ese lustro fue dueño de otros hallazgos espectaculares. Después de haberse avanzado mucho en Espectroscopia se había pasado a prodigar considerable atención al fenómeno de la Fluorescencia y haciendo experiencias al respecto, fue conducido Roentgen inesperadamente al hallazgo de los Rayos X tan útiles en la Medicina, en la Tecnología y en la Ciencia.
Inspirándose en ese hallazgo y pensando que esos rayos podrían ser generados por la Fluorescencia, llegó Bequerel poco después a descubrir en Francia la Radioactividad del uranio. A continuación Pierre y Marie Curie se sintieron impulsados a buscar otros cuerpos radioactivos y tras de esfuerzos denodados llegaron a descubrir el radio y el polonio.
A fines del siglo XIX se había prodigado también mucha atención a la emisión y a la absorción de la radiación térmica de los llamados cuerpos negros, y justo al terminar el siglo acertó Max Planck en Alemania a descubrir que la energía no se irradia en forma continua Sión por granos o quantas como él dio en designarlos. Fue ese un hallazgo importantísimo; que pasó a constituir la base de la Física moderna.
Curiosamente, Planck tardó muchísimo en percibirlo. Solo después de mucho tiempo le confesó a uno de sus hijos que estaba sintiendo que lo que había hallado era digno no de él, sino más bien de un genio como Newton.
Los descubrimientos de Roentgen, de los esposos Curie, y de Planck abrieron nuevos horizontes a la investigación y acicatearon renovados deseos de realizarla.
De la estructura granular de la energía radiante derivó Einstein que la luz estaba también constituida así, o sea que se emitía por corpúsculos que se dieron en denominar con el nombre de fotones. Le devolvía así Einstein credibilidad a una hipótesis igual, sustentada por Newton unos doscientos años atrás.
Poco después, pensando en el fenómeno de las interferencias de la luz, formuló De Broglie, la hipótesis de que el fotón debía ser visto no solo como corpúsculo, sino también como un paquete de ondas, así que también la antagónica hipótesis de Huygens podía seguir en vigencia.
Pero no solo eso trajo el descubrimiento de la constitución granular de la luz. Basándose en ella, se logró explicar la fotoelectricidad, fenómeno gracias al cual se dispone hoy en día del cine sonoro, de las maquinas fotocopiadoras, de la televisión y aun de esos magníficos instrumentos que se consiguen mediante el LASER.
La idea de que la luz granular, por otra parte resultó ser una pieza importante para desentrañar el enigma de las intimidades del átomo. También lo fue desde luego, descubrimiento de la radioactividad. De esta última pronto se hicieron eco los hombres de ciencia de Inglaterra, sobre todo Ernest Rutherford. Este dinámico e imaginativo investigador tuvo la intuición de que convenía estudiar el contenido de lo que era emitido por los cuerpos radioactivos y al hacerlo encontró que eso estaba constituido por las partículas que decidió llamar con los nombres de ÿ, ÿ, y ÿ. Las partículas ÿ resultaron ser átomos de helio ionizado, las partículas ÿ resultaron ser semejantes a las que habían descubierto estudiando los rayos generadores de la fluorescencia y que se había dado en denominar con el nombre de electrones, nombre con el que se conocía la carga negativa de los iones en la electrólisis. Por su parte las partículas ÿ resultaron ser semejantes a las que a los rayos X descubiertos por Roentgen.
Del conocimiento de todo eso, se pasó enseguida a pensar que esas partículas no eran solo elaboraciones de la materia sino que eran propiamente piezas de la estructura del átomo. Mucho se empeñaron por lo tanto no solo Rutherford, sino también Joseph Thomson y Niels Bohr en insertarlos en esa estructura y en idear mecanismos compatibles con la teoría de los Quanta, así como los datos de la Espectroscopía, que explicaran tanto su permanencia en el átomo como su fuga de él. Se ensayaron entonces, al efecto, varias concepciones y finalmente se llegó a la conclusión de que el átomo viene a ser una especie de sistema planetario formado por un conjunto de electrones eléctricamente negativos que transitan en órbitas energéticas diversas en torno de un núcleo constituido por protones eléctricamente positivos y neutrones eléctricamente neutros; unos y otros, mucho más masivos que los electrones.
Cómo opera el mecanismo del sistema, fue descripto cuantitativamente por una parte por la llamada Mecánica Ondulatoria ideada por Schrödinger y por otra parte por la llamada Mecánica Matricial ideada por Heissenberg, Born y Jordan. En el fondo ambos métodos son equivalentes aunque exteriormente son distintos. Los dos utilizaron elementos e ideas básicas de la mecánica de Hamilton y llegaron a describir los hechos con mucha aproximación; pero ni con el uno ni con el otro se logra la localización precisa de los electrones. Solo se consigue la probabilidad de esa localización, lo que ya es mucho.
En los tiempos en que aparecieron esas teorías dos jóvenes físicos holandeses Gudsmith y Ulenbeck descubrieron que los electrones poseían un "spin" o sea un movimiento giratorio como el de un trompo. Unos cinco años mas tarde, descubrió Pauli que también los protones lo tenían y lo que es muy importante que ese atributo de los electrones y otros tres más que también poseen, no son en ellos repetibles; es decir que cada electrón tiene su particular conjunto de atributos. A ese descubrimiento se le conoce con el nombre de Principio de exclusión de Pauli y con él se han podido aclarar muchos enigmas preocupantes de la Espectroscopía.
Otro importante descubrimiento que se logró en esa época fue el de que de muchos elementos de la tabla de Mendeleiev existían réplicas con iguales propiedades químicas, por lo tanto isótopos en esa tabla pero con distinta masa. Se comprendió entonces que esto último se debía a la cantidad de neutrones integrantes de su núcleo y poco después que de éste podían ser despegados atacándolos con análogos componentes sub atómicos.
Se encontró además que la desintegración del núcleo se efectuaba con desprendimiento de calor. Esto último constituyó un gran descubrimiento porque señalaba la existencia de una fuente de energía, la llamada energía atómica que podía ponerse al servicio de las necesidades humanas.
Desde mediados del siglo actual en efecto ya se la está usando. Lamentablemente se aprendió también a construir con ella armas explosivas tremendamente destructoras, capaces de arrasar el planeta. Como es sabido ya se usaron una vez con consecuencias verdaderamente espeluznantes.
Con el correr del tiempo se fueron intensificando las investigaciones acerca de la estructura de la materia, para lo cual se idearon potentes aceleradores de partículas subatómicas con los que éstas pueden adquirir velocidades enormes y por lo tanto penetrar cada vez más en sus intimidades. Se descubrieron así una decena de cuerpos nuevos que ahora agrandan la Tabla de Mendeleiev y además unas doscientas partículas subatómicas, algunas grandes, las llamadas hadrones, otras pequeñas, las llamadas leptones y otras de masa intermedia, las llamadas mesones. Estas y los hadrones estarían constituidas por partículas que Gellman, el científico que surgió su existencia, denominó con el nombre de Quarks. Se supone actualmente que éstos hospedan las fuerzas que mantienen unidos a los componentes del núcleo.
Investigaciones teóricas y experiencias relativas a la dualidad onda corpúsculo de los fotones llevaron a la conclusión de que el principio de la casualidad con el que tan bien se interpreta y se puede predecir los hechos de la macroscópica no sirven en lo intra atómico. Esa sorprendente conclusión se trasladó a lo macroscópico y allí dejó instalado apasionados debates sobre la antinomia causalidad incertidumbre que aún perduran. Gran influencia tuvo en ello también el hecho de que las Mecánicas Cuánticas solo podrían proveer la probabilidad de la posición de los electrones en el átomo pero no su ubicación precisa.
En lo relativo a lo atómico, la cuestión ya se ha destrabado, pero no fue fácil. Mucho polemizaron al respecto Bohr y Einstein, estas dos insignes personalidades que tanto aportaron a la ciencia; e primero investigando la estructura del átomo, y el segundo descubriendo la estructura de la luz, analizando en profundidad los conceptos de espacio y tiempo y procurando describir matemáticamente la forma y dimensiones del universo. "Dios no juega a los dados" habría sentenciado Einstein defendiendo la causalidad de la cual estaba inconmoviblemente convencido; pero experimentos muy ingeniosos que se hicieron después, mostraron que esta vez la verdad no estaba de su parte.
Más que el descubrimiento del fotón, que anunciara en 1905, el cual le valió el premio Nobel le dio a Einstein fama la Teoría de la Relatividad Restringida que publicó el mismo año; fama que se acentuó con la teoría de la Relatividad General publicada once años mas tarde. Con la primera puso en evidencia la relatividad de las medidas del espacio y del tiempo y además que la velocidad de la luz es independiente del sistema en que se la mide; que la masa es una forma de energía y que la misma varía con la velocidad. Con la segunda geometrizó la gravedad, explicó el enigma del corrimiento del perihelio de Mercurio; predijo el corrimiento hacia el rojo del espectro de la luz proveniente de las estrellas apagadas, y la deflexión de los rayos de luz que pasan cerca del Sol o de las estrellas de masa análoga a la de éste. Esa deflexión fue comprobada en el eclipse de sol que ocurrió el 24 de Mayo de 1919. La leyenda refiere que cuando se lo comunicaron a Einstein, éste habría dicho festivamente " Mejor así, si no, mucho lo habría sentido por el buen Dios, porque mi teoría es correcta".
Grandes progresos se hicieron también en el curso del siglo en el conocimiento del Cosmos. En el siglo precedente la Astronomía estaba dedicada principalmente a estudiar el movimiento de los astros, a inventarios y a determinar sus coordenadas, pero en sus postrimerías había empezado a dar paso a la Astrofísica y ésta no tardó en crecer y en robustecerse. Dotada con telescopios cada vez más potentes y ayudada por la Espectroscopía pudo conseguir abundante información sobre su nacimiento, su evolución y sobre su destino final. En ellas reinan temperaturas de millones de grados y por ello una potente agitación nuclear que va convirtiendo átomos livianos en átomos más pesados. Con ello la materia se compacta, reduce su volumen y las estrellas se convierten en otras muy pequeñas que se conocen con el nombre de estrellas enanas cuya densidad es como diez mil veces mayor que la del agua. Se estima que en eso terminará el sol de aquí a unos cuatro mil millones de años. Igual destino les espera a estrellas de masa parecida a la de sol. Pero más impresionante es el destino que tienen asignado las estrellas que tienen una masa una vez y media de la del sol, estas terminarán convirtiéndose en los llamados agujeros negros cuya densidad sería millones de millones de veces la del agua. Cuerpos así atrapan todo lo que está a su alcance, tanto materia cono energía y con ello se quedan para siempre.
Hacia el año 1928, el astrofísico americano Edwin Hubble revisando espectros de objetos extra galácticos encontró en ellos un sistemático corrimiento hacia el rojo, tanto mayor cuanto más lejos eran los cuerpos considerados. Reflexionando al respecto, estimó que se trataba de un efecto Doppler, o sea de una fuga de los cuerpos respecto del observador. De ahí paso a pensar que el cosmos se expande y que en una antigüedad muy remota, tras de estar muy comprimido, en un espacio infinitesimal, estalló en una gigantesca explosión, el "Big Bang". Al cabo de 10¯³º de segundo, adquirió un enorme volumen y una temperatura de unos 10.000 millones de grados. Bajo esa temperatura quedó creada o hizo presente toda la materia y la energía del universo. Luego la temperatura fue bajando y después de un segundo de producida la explosión pudieron formarse partículas subatómicas diversas y ulteriormente los objetos celestes que ahora pueblan el vasto espacio en el que estamos inmersos. Con la ayuda de grandes antenas parabólicas se están captando actualmente señales radioeléctricas, emitidas presuntamente 14.000 millones de años atrás, por objetos celestes que se ha dado en llamar con el nombre de Quasars o sea cuasi estrellas, formadas posiblemente poco después del "Big Bang".
Mucho se está avanzando en estos años en el conocimiento de planetas y satélites. Las indagaciones a su respecto ya se están haciendo prácticamente de visu. En 1969 el hombre trepó hasta la Luna y dejó en ella sus huellas, hazaña que repitió varias veces. Ahora llegó a depositar un aparato en Marte que rasca su superficie y desde allí, a unos sesenta millones de kilómetros de distancia nos informa sobre lo que va encontrando.
Eso se logra gracias al gran desarrollo que adquirieron en el curso del siglo la comunicación inalámbrica, la técnica satelitaria, la cohetería, y la computación electrónica. Las humildes ondas electromagnéticas de los experimentos de Hertz se convirtieron en increíbles mensajes espaciales. Actualmente pueblan densamente el espacio, esparcen por el mundo noticias, música, televisión, y lo que es más asombroso, van entregando señales y datos desde decenas de millones de kilómetros. Un espacio que en mi juventud, yo conocí virginal, libre de toda ingeniería artificial, sede del alegre tránsito de los pájaros y tan solo afectado por radiaciones naturales de cuya existencia recién se estaba empezando a tomar conocimiento.
La cohetería adquirió relieve a impulsos de siniestros designios de la guerra. En ella fue portadora de destrucción, de ruina y de muerte. La técnica satelitaria, en cambio nació y creció impulsada por el plausible afán de conocer mejor nuestro entorno. La conveniencia de contar con ella fue enunciada en el año 1955 en Bruselas en la asamblea preparatoria de la empresa científica que se designó con el nombre de Año Geofísico Internacional 1957/58. Yo mismo oí allí la promesa de la delegación norteamericana de lanzar a la brevedad un satélite y el relato de las misiones que el artefacto iría a cumplir. Pero esa promesa Estados Unidos no la cumplió enseguida. En ello se le adelanto la entonces existente Unión Soviética que el 4 de Octubre de 1957, a los cuatro meses de iniciado el Año Geofísico, lanzó al espacio el artefacto llamado "Sputnik" y poco después otro más, portador de la perrita Laica, inocente víctima del histórico experimento en el que hubo de perder la vida. Luego sobrevino un desarrollo explosivo de esa técnica y también de la cohetería. A base de esta última se han construido naves espaciales gigantescas y merced a las mismas se han podido inspeccionar más prolijamente los cinco planetas más cercanos al sol.
Gracias a esa técnica se cuenta actualmente con la MIR, una estación espacial de observaciones y experiencias instalada por los rusos, en las cercanías de la Tierra que viene cumpliendo su misión desde hace mucho tiempo. Un equipo humano ha hecho recientemente la hazaña de ir desde la Tierra a su encuentro, para reparar averías que lo habían descompuesto, y felizmente ya lo está haciendo.
Merced a la técnica satelitaria se cuenta actualmente con el telescopio Hubble, ubicado en el espacio, que orbita la Tierra y aporta imágenes de galaxias asentadas casi en los confines del Universo. Gracias a ella se cuenta además, con la posibilidad de comunicación telefónica o televisiva hasta las antípodas; se cuenta con información meteorológica correcta y por ende con la posibilidad de pronósticos certeros a grandes plazos; gracias a ella se cuenta con la notable técnica GPS de posicionamientos, de gran utilidad en la Topografía y en la Geodesia.
Las computadoras electrónicas adquirieron presencia en 1944 en las postrimerías de la segunda guerra mundial. Su posibilidad había sido descripta por el malogrado matemático inglés Alan Turin todavía en 1937. La primera de ellas, denominada ENIAC fue ideada en la Universidad de Pensilvania por los profesores Eckert y Maucly. Era grandísima y estaba integrada por 18.000 lámparas electrónicas, ocupaba unos 80 metros cúbicos y pesaba 30 toneladas. Luego se idearon otras mejoradas, también grandes y a base de lámparas electrónicas y hacia 1980, aparecieron las asombrosas computadoras personales, construidas a base de chips, pequeñas pastillas de silicio, portadoras de millares de circuitos integrados. Esas computadoras y otras similares hacen maravillas, pueden resolver difíciles problemas matemáticos, archivar datos, diseñar planos ingenieriles, controlar el funcionamiento de máquinas, dirigir el vuelo de aviones y aún de naves aerospaciales con destino interplanetario.
Con la ayuda de los recursos descriptos se llegó también a establecer que el viento solar de partículas subatómicas perturba las líneas de fuerza del campo magnético terrestre y termina encerrándolo dentro de un espacio limitado por una superficie situada a unos 60.000 km de la Tierra que se conoce con el nombre de Magnetopausa. Esa superficie viene a marcar el límite hasta donde puede llegar la acción de nuestro planeta. La misma además engloba un par de grandes espacios tubulares, que abrazan a nuestro planeta, los llamados anillos o cinturones de Van Allen, poblados de partículas atrapadas por el campo magnético terrestre.
La Magnetopausa y los anillos de Van Allen se descubrieron en el año 1958. Antes de eso llegó a establecer que unos cuarenta kilómetros de la Tierra existe una capa de unos cien kilómetros de espesor que la envuelve, formada por moléculas y átomos ionizados. A esa capa se la conoce con el nombre de Ionósfera. Esa capa juega un papel muy importante en la transmisión de ondas radioeléctricas. Su existencia fue conjeturada a principios del siglo por Kennely en Estados Unidos y por Heaviside en Inglaterra. Después, en 1925 Breit y Tuve en Estados Unidos, enviando pulsos radioeléctricos hacia la altura la comprobaron experimentalmente lo que en su momento, pareció asombroso.
La Ionósfera, los anillos de Van Allen y la Magnetopausa se consideran hallazgos relativos al globo terrestre. Otros dos relativos al mismo, también importantes que cabe destacar, fueron el de su constitución interna y el del posible mecanismo orogenético y sísmico.
Por un lado con la ayuda de datos sismográficos e ingeniosos recursos matemáticos se llegó a establecer que está formado por una corteza de material granítico, por otra subyacente de material basáltico, por un grueso manto de unos tres mil kilómetros de espesor formado de silicatos de magnesio, hierro y otros materiales, el cual envuelve a un núcleo de hierro y nickel, virtualmente líquido, que a su vez engloba uno sólido de sustancia parecida.
Por otro lado coordinando datos geográficos, paleontológicas, geomagnéticos y sísmicos se ha llegado a la conclusión bastante razonable de que unos 200 millones de años atrás todos los continentes estaban unidos; que la corteza se dividió después de pacas sobre algunas de las cuales resultaron ubicados los continentes; que las placas están en movimiento accionadas desde las cuales resultaron ubicados los continentes; que las placas están en movimiento accionadas desde las profundidades y que ese movimiento sería el formador de las montañas y el causante de los terremotos. Es esta una hipótesis bastante aceptable y de ser certera, nos estaría acercando a la posibilidad de que en tiempos próximos podamos llegar a predecir la ocurrencia de esos fenómenos telúricos a menudo tan catastróficos.
Los progresos a que me he venido refiriendo constituyen grandes luces que iluminaron intensamente nuestro siglo. Lamentablemente ocurrieron en él también hechos trágicos y hechos execrables que lo sumieron en su tiempo, en negras oscuridades y empañaron su esplendor. En 1914 se desató la primera guerra mundial que duró cuatro años. En ella sucumbieron militares y aunque pudo ser frenada, la paz que le siguió, tenía en su seno el germen de la segunda, más sangrienta y desvastadora. La primera guerra limitó sus atrocidades a los frentes de batalla; la segunda en cambio, las extendió indiscriminadamente a niños, a mujeres y a ancianos en la retaguardia. La inició un psicópata irrefrenable y el mundo y el mundo fue convertido en un infierno. Se arrasaron ciudades convirtiéndolas en ruinas y escombros. Por disposición de ese psicópata criminal, se instituyó en los lugares en donde alcanzaba su poder, el frío exterminio de millones de seres humanos. El mundo jamás había presenciado tanto horror. Seis millones de judíos fueron asesinados en siniestras cámaras de gases letales prolijamente diseñadas y construidas al efecto. Varios millones de personas de otras etnias tuvieron igual suerte. De no haberse escapado a tiempo, Einstein, Bohr, Bethe, Stern, Fermi, Born, Von Neuman, Shilard, Teller Freud y muchos otros genios de la ciencia también hubieran sufrido ese espantoso destino.
Tras de seis años de encarnizada lucha se logró abatir ese poder infernal. Volvió entonces la calma y con ella la esperanza de una paz duradera.
Para convertir esa esperanza en realidad, se logró constituir la Organización de las Naciones Unidas y se le agregó además la misión de afianzar la seguridad internacional, la de desarrollar la amistad entre las naciones y la de estimular la cooperación de todas ellas para resolver problemas sociales, culturales y humanos.
Ya lleva más de cincuenta años de existencia, a lo largo de los cuales logró aplacar furias y rencores, destrabar peligrosos conflictos y aún detener dolorosas guerras regionales.
Para cumplir las restantes misiones que le han sido encomendadas, ha instituido lo que en ella se denomina grandes programas, como la Organización Mundial del Trabajo (OIT), la Organización Mundial de la Alimentación (FAO), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Mundial para la Educación y la Cultura (UNESCO).
Empezó su vida con solo cincuenta países integrantes. Actualmente ya son doscientos. En ella mucho confía un mundo lleno de angustias y miserias. Ojalá que se llegue alguna vez a disiparlas. La tarea no es fácil por cierto. Mucho pueden ayudar en ella las propias naciones que las padecen. Mucho ya harían con solo no olvidar a sus pueblos de carne y hueso cuando estructuran sus economías. Actualmente parece que sucede lo contrario, sobre todo cuando se considera el reparto de sus bienes.
¡ Por la atención de Uds. muchas gracias!.
Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas
Setiembre 12 de 1997
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* Luces y Sombras de nuestro siglo, fue publicada en la Revista Compartiendo Nº 1 de oct./2000 y en Rev. de Ingenieria Nº 138. Nov.1998.