Se expresan los adultos
mayores
Antonio, de duelo
Manfredo Teicher
e-mail: fredi@pccp.com.ar
Inquietaba a Antonio el hecho de que Catalina empezara a quejarse de molestias en el vientre; ella jamás había manifestado ningún dolor físico.
Derivada al cirujano, resultó imposible evitar que algunas fantasías dramáticas flotasen en el ambiente, si bien nadie se atrevió a traducirlas en palabras. La intervención puso en evidencia que tales fantasías no lo eran. Nada se pudo hacer salvo amortiguar el dolor que se iba intensificando. Cuando la familia decidió autorizar el desenlace, el suplicio de Catalina superó todo sentimiento de culpa que tal decisión podría provocar. A los sesenta y dos años, Antonio se encuentra viudo, con tres hijos, dos yernos, una nuera y tres nietos. No se había imaginado que la muerte de Catalina le provocaría tal confusión. La angustia durante la enfermedad y la agonía logró mantener en la penumbra a una extraña mezcla de ideas, descabelladas unas, prohibidas e inconfesables las más excitantes. Ahora dispone de mucho tiempo y se enfrenta a ellas, temiendo que los demás se den cuenta de sus tribulaciones. Que sus hijos adivinen esos pensamientos. Idea totalmente descabellada, pero... En su trabajo, la jornada es soportable. El problema se agudiza a la noche si tiene que estar sólo, lo que por otra parte prefiere. Cuando se despierta muy temprano o no puede conciliar el sueño, tiene miedo de volverse loco.
¿Cómo acostumbrarse a la idea de no poder contar nunca más con los astutos consejos de Catalina? No es fácil manejar a los obreros, a los clientes, pero principalmente a sus hijos y a los otros socios. ¿Y entonces? Las arrugas, los signos del paso del tiempo, se volvieron más llamativos y molestos. Algunas mujeres lo miran de un modo insistente. Ahora su respuesta no debe limitarse al juego inocente de la seducción que todo el mundo practica en los encuentros sociales. Hay que ir a la cama. Pero, ¿con quién? Las que intentan seducirlo pasan los cincuenta. Y cuanto más lejos de ese límite están, más interesadas se muestran. La razón le señala que a su edad, no puede pretender lo que la ilusión reclama. Para eso están las "chicas livianas". Que pueden ser bonitas y jóvenes. Depende del precio. Pero ¿pagar? No, Antonio, sé razonable, conformáte con lo que está a tu medida. -¿Mi medida? ¿Cuál es mi medida? En los videos que se atreve a alquilar muy en secreto, hermosas doncellas dispuestas a todo para el placer del hombre, logran demoler los argumentos que la razón arguye en su defensa. ¡Y cómo gozan! Ahí están con muchachos jóvenes. ¿Podrían gozar así con él... un viejo? Antonio, sé razonable, con Catalina no la pasaste tan mal.
Pero Catalina era la sopa de todos los días. Antonio, por favor, poné los pies en la tierra. ¡Despertá! Recuerda la pinta que tuvo alguna vez. Y de lo tonto que fue cuando no se atrevía. ¿Tímido? ¡No! ¡Boludo! Calmáte, Antonio, ahora tenés tu oportunidad, date tiempo, ya vas a encontrar algo para vos. Cuanto más se resiste, cuanto más razonable intenta ser durante el día, más se le impone el vicio a la noche. Huye del mundo y se encierra con el video porno. Antonio, pará, no podés seguir así. No atiende el teléfono, ni se molesta en devolver las llamadas que algunas ilusas hacen con las mejores intenciones. En cambio empieza a acariciar la idea de terminar de una vez. Es el colmo Antonio, parecías más razonable. Sin Catalina los deseos absurdos, prohibidos, se hacen insoportables.
-¿No puedo? ¿No debo? ... No me atrevo. Sería muy loco.
-¿Seguro? Tenés una sola vida, Antonio. Ahora o nunca.
Según las estadísticas, los hombres se mueren antes. Él es un tipo con suerte, le ganó por lejos a su mujer. Debería estar contento. Antonio, arrancá, todavía estás a tiempo. Pero no es fácil hacerle caso a la sensatez. ¿Cómo se logra parar esta locura? De repente, el milagro: Un domingo comunica a unos amigos que va a pasar el día con ellos. Y pide a Teresa que lo acompañe. Sorpresa y alivio general. ¿Cómo? ¿Porqué? Nadie se enteró nunca, pero ese domingo se había despertado tras una horrible pesadilla: En un lujoso dormitorio de un hotel, muy excitado desviste a una escultural muchacha que se había enamorado perdidamente de él. Al desnudarse él, la joven comienza a reír y la escena se llena de público.
Aterrado, ve a sus hijos, socios, empleados y clientes mientras de la algarabía general sobresale una estridente carcajada de Catalina. El mismo día le propone a Teresa (viuda, 56 años, también tres hijos y dos nietos) vivir juntos; para probar. Teresa, encantada.