Se expresan los adultos
mayores
V Concurso Literario
Organizado por la Asociación de Médicos Jubilados de la Provincia de Buenos Aires (AMEJU)
Premiados en el V Concurso literario, IV concurso de Cuentos , organizado por AMEJU. 2013.
1er Premio. Pájaro Triste. Autor Dr. Edgardo Molinari, ( Carmichael) Mar del Plata e-mail: edgardomoll@hotmail.com.
2do Premio: Metamorfosis de un Barrio. Autor: Edith Ruz de Colombo. ( Maria) Mar del Plata. E-mail: ruzedith@yahoo.com.ar
3er premio: Recuerdos del Barrio: autor: Martha Rodríguez . ( Mora Roca). La Plata. E-mail: martarodriguez985@gmail.com
1era Mención: Regreso: Autor: María Rosa Torres de Wirnos. (Rastrillo). Ituzaingó. E-mail: mariarosawirnostorres@gmail.com
2da Mención: Las Srtas Villafañes. Autor: Dr. Hugo Ciampagna. ( Inocencio Gil) Mar del Plata. E-mail: ciampagna@hotmail.com
PAJARO TRISTE
Dr Edgardo Molinari.
1er Premio
Tarde fulera. Lluvia finita y cielo gris oscuro. Frío a medias. Sensación de frustración que te invade lentamente , como un toque mágico lleno de recuerdos .
Asociando ideas recordé a Pájaro Triste. En realidad se llamaba Eugenio Canottieri y era hijo del tano que tenía la pizzería en la esquina de Córdoba y Solís .
Era una época lejana. Barra de barrio que se juntaba en la esquina del almacén la “Linda España “ del gallego González , en el viejo Almagro.
Un montón de purretes entre los 11 y los 14 años , ávidos de charla y juegos . De jorobar por embromar nomás, sin malicia alguna. Pateando la de trapo en ensayo permanente para romperla en el partido del Sábado por la tarde en la canchita del baldío sin dueño o en la calle de adoquines si no pasaba la cana de ronda .
Época de los grandes desafíos con los del otro barrio o de los picados entre nosotros mismos . De la pisada para elegir equipo entre el dueño de la pelota y el crack del barrio . Uno a uno se los iban repartiendo hasta que quedaba siempre solito y último el Pájaro Triste que siempre esperaba y aceptaba lo que le tocara .
Flaco , desgarbado , hombros caídos , nariz larga y ganchuda , con una semisonrisa triste permanente . Tuvo una larga serie de apodos ,desde que lo conocimos en segundo grado , cuando llegó desde Morón . Era inteligente , muy buen alumno , gran trabajador , pero totalmente inútil con su cuerpo . Narigón , flaco , canoa , zapatieri , gringo , pajarón y otros muchos que no recuerdo hasta que un día el gordo Mendoza le puso Pájaro Triste y éste le quedó de por vida. Muchos ni conocían su verdadero nombre y a él no le molestaba su mote . En los partidos lo ponían de wing izquierdo , el puesto de los maleta que no recibían un pase jamás . Después de tanto correr sin ver ni una , se ponía a marcar como si fuera un half y de tanto hacerlo y sin que nadie se diera cuenta aprendió y ya fue necesario en el equipo , donde se lucía cortando el juego de los contrarios .
Pero el flaco tenía una idea fija. Hacer un gol. Cuantas veces lo intentaba , con su mala suerte , siempre terminaba enredado con la pelota y sus largas pierna flacas para risa de los contrarios y compañeros y el abucheo de los mirones que siempre estaban esperando ese momento . Y allá se iba , arrastrando los pies , mas encorvado que nunca , la cara larga y triste como un velorio , para seguir corriendo , marcando y recibiendo sin protestar patadas , codazos y piñas de todos lados . Era imparable. Con el tiempo se agrandó su cuerpo. Puro músculo y pulmón de tanto correr.
Pasaron los años , todos ya pisamos los 20 y el tano seguía callado y triste como siempre pero era el motor del equipo . Ya es el centro half indiscutido , repartiendo juego desde la media cancha como los dioses y haciendo hacer goles y caminar al equipo con sus pases magistrales .
Lo malo era que de pronto le agarraba el ataque del gol y para eso seguía tan enredado con sus piernas y la pelota apenas pisaba el área contraria .
Así era siempre hasta ese domingo lleno de sol que jugábamos la final del torneo de los barrios . Nuestro equipo de la Linda España contra los Rayos Azules. El almacén de Almagro contra la carbonería de la Boca . Perdíamos uno a cero cuando al Eugenio se le ocurrió mandarse por el wing bien pegado a la raya .
Como de costumbre el enredo fue total. Y allá fue , sin que nadie lo tocara , trastabillando hasta caer largo a largo entre la risa de todos . Colorado como tomate se levantó diciendo , perdón muchachos , pero la vi tan clarita , para escuchar al gordo Mendoza parado allí justito , decirle : mas que pájaro sos un pajarón y más que eso, sos el rey de los pajarones . El Eugenio lo miró fiero y se quedó helado . Al lado del gordo una rubita le clavaba dos inmensos ojos azules en los suyos con una luz que cegaba .
Mas que abrir la boca , se le cayó el mentón , los ojos como platos y un temblor incontrolable en las manos .
Oyó como en sueños decir al ángel rubio : Gordo , no seas malo , es un gran jugador y espero verle hacer varios goles para ganar este partido .
El Pájaro parecía alelado. El juez pitaba y pitaba para seguir el juego y el bobo seguía allí parado , la boca abierta , mirando a la rubia . El Gordo se reía a carcajadas y todos aplaudían .
La joven tocó el brazo del Pájaro como acariciándolo mientras le decía : anda y jugá , que tenemos que ganar . Como si una luz celestial lo envolviera el Eugenio se transformó . Dijo sí, sí, vamos a ganar. Apretó los dientes , endureció las piernas y salió corriendo para el área . Ganamos tres a uno , con tres goles que hizo el Pájaro Triste que ese día la rompió . Lo sacaron en andas y la rubia vino corriendo y le dio un beso para envidia de toda la barra .
Después supimos que se llamaba Mabel , era prima del gordo Mendoza , vivía en un pueblo llamado Tilisarao en la provincia de San Luis y estaba pasando las vacaciones con su familia .
También fue el último partido que vimos jugar al tano Eugenio Canottieri , alias Pájaro Triste porque la muchacha se volvió al pago terminada sus vacaciones y tras ella se fue el Eugenio , el alegre ahora Pájaro Triste siguiendo un sueño de amor , tan desgarbado como siempre , pero feliz y firme en sus piernas de hombre enamorado .
En el viejo arrabal sigue lloviendo , finito , lento , como pasaron los años que llenaron de canas mi ahora ralo cabello . Las ideas se dispersan en otros recuerdos pero del tano Eugenio Canottieri , el Pájaro Triste solo me queda eso , el recuerdo y pensar sin saberlo , que debe haberle ido muy bien o muy mal , porque nunca más , lo volvimos a ver.CARMICHAEL
METAMORFOSIS DE UN BARRIO
Edith Ruz de Colombo
2do Premio.
El barrio era como todos los barrios suburbanos. Casas bajas que escondían el jardín o la pequeña huerta al fondo del terreno. Muchas de ellas se fueron ampliando a medida que crecía el número de hijos. La solidaridad entre los vecinos era tan natural que no le daban ese nombre. Entre ellos se prestaban enseres y herramientas, entregando también horas de trabajo para el que lo necesitara.
La mayoría había llegado con esperanza de paz, después de haber sido algunos partícipes y otros testigos de dos guerras: la Civil Española y la Segunda Guerra Mundial.
Amaban esta tierra y en ella nacieron y se criaron sus hijos. El folklore popular había instalado el mito de animosidad entre “tanos y gallegos”. Sólo un mito, ya que fueron muchos los matrimonios formados por descendientes de ambas nacionalidades.
Con los años la modernidad avanzó haciendo que esos barrios fueran cambiando.
El arroyo fue entubado y sobre él, la cinta asfáltica dio nacimiento a una avenida. Los chicos ya no fueron mas a pescar ranas ni a chapotear en sus aguas. El almacén, con sus libretas de hule negro, dio paso a un mini mercadito. El quiosco pasó a ser un polirrubro, la canchita de fútbol se transformó en Club Social y Deportivo.
El “Tío Batistín” como lo llamaban en el barrio, haciendo gala de sus aún fuertes ochenta y tantos años, solía reunirse con dos sobrevivientes como él en el bar que todavía perduraba, para recordar épocas pasadas. Así pasaban largas horas charlando, tomando una ginebra como en los viejos tiempos, mientras jugaban una partida de dominó. Otras veces esas reuniones se llevaban a cabo en el jardín de alguno de ellos disfrutando del calor del sol.
Añoraban su viejo barrio y despotricaban por el cambio que se había producido en él. Cuando aparecía algún hijo o nieto para que entraran a la casa y estuvieran bajo techo, respondía el Tío Batistín: “en el campo de batalla no había techo y nos hicimos fuertes”, pero obedecía refunfuñando.
Poco a poco fueron despareciendo las antiguas casas y surgieron los edificios de departamentos. Se habían ido mudando los viejos vecinos, y quedó en pie sólo la casa de Batistín que tozudamente resistía los cambios y alguna otra en espera de la piqueta.
Junto con el avance de las comodidades y adelantos, también cambiaron las familias. Sus integrantes, por horarios de trabajo o estudio permanecían fuera de sus hogares todo el día. Ya no podían recurrir a los vecinos. Muchos habían pasado a mejor vida y los pocos que quedaban estaban en la misma situación que ellos. Sólo Batistín había quedado como pilar referente de una época pasada.
Tendrían que resolver la situación de la única forma que creyeron era la adecuada: enviarlo a un geriátrico. Justo en la vereda de enfrente de su casa habían inaugurado uno, del que habían recabado muy buenas referencias. Por lo menos no lo mudarían de su querido barrio. Hablarían con el abuelo, aún descontando que se desataría una lucha por la ya descontada negativa.
Batistín ya no era el Batistín de antes. Primero la viudez y después la muerte de sus amigos del barrio, lo habían cambiado totalmente. Se lo veía taciturno, hablaba poco y sólo si le hacían preguntas. Ya no le atraía contar hechos de su juventud, de su tierra o del mismo barrio al que tanto amaba. Ya no más escucharlo contar sobre los corsos barriales, o los bailes que se hacían en la cuadra enmarcada por los vecinos que sacaban sillas a la vereda. Menos aún referir sucesos de guerra, que tanto sus hijos como los nietos conocían de memoria. Se lo veía triste y pasaba el tiempo frente al televisor sin prestarle atención.
Repasaron las palabras con que comunicarían al anciano la decisión familiar. No querían que se sintiera ofendido ni que se considerara un estorbo. Era por amor a él y para tener ellos la tranquilidad de saber que estaría bien cuidado. Le prometerían llevarlo los domingos para almorzar todos juntos, como antes. Hasta ensayaron el discurso.
Las palabras que habían programado quedaron congeladas ante la reacción de Batistín quien sólo dijo: ¿cuándo tengo que irme?
Ante la sorpresa familiar había simplificado las cosas.Desde el geriátrico miraba por la ventana los cambios que continuaban sucediéndose casi a diario. El gran supermercado había absorbido a todos los pequeños comercios y a las casas lindantes. Su ex vivienda, que había construido con sus propias manos, había quedado asfixiada entre dos edificios de departamentos. Era la única que seguía perdurando en la cuadra, hasta que una mañana comenzó su demolición.
María
Lo encontraron con la cabeza apoyada en los cristales de la ventana con las mejillas aún húmedas.
RECUERDOS DEL BARRIO
Martha Rodriguez
La Plata
3° premio
El avión sobrevolaba en círculos el aeropuerto cubierto por unas pocas nubes, en un hermoso amanecer. Agosto pensó. Sí ,típicas nubes de frío en el hemisferio sur. Dejó de mirar por la ventanilla, no reconocía nada. En la fila de asientos, todos los pasajeros con cinturones puestos, tenían esa inexpresión del viajero, duras miradas y oídos abiertos esperando el aterrizaje.
Llegó el golpe, el carreteo, los frenos y por fin se apagó la luz roja. Las caras volvieron a ser todas distintas y las expectativa también. Esos vicios de profesión lo mantenían ocupado . Que esperarían encontrar estas gentes que se apiñaban en la aduana. Sabía que a él no lo iban a buscar parientes ni amigos. Se despejó la mente y salió rápido del hall a tomar un auto. Sus palabras le retumbaron en su cabeza amplificadas,” a La Plata, por favor” e inmediatamente empezó a transpirar, su pulso lo puso en alerta,” los recuerdos se dijo”. Cuando volvió de ellos estaba ya llegando por una autopista.
Treinta años pensó.” Las cosas que deben haber cambiado”, al fin de cuentas él ya no era Carlitos, ahora se daba vuelta solo ante el Carlos , tenía arrugas, panza y colesterol. Seguramente nada ni nadie sería igual. Dio la direccion , la Plaza Olazabal.
Que alegría, la plaza estaba igual, si hasta las glicinas de la glorieta que se empeñaban en ahorcarse unas a otras, seguían en la ardua tarea, que para él habían comenzado en su niñez. Pagó, bajo y abrió la casa. Casi como cuando venía del Nacional a trancos con sus mocasines de Tibus. Fue a buscar la llave, la tocó como si nunca la hubiese dejado, era la suya.
El pulso se volvió a acelerar ante los olores, los ruidos, los objetos.No, no venia del colegio ni de la facultad, venía del pasado. Increíble pero estaba todo en su lugar, los muebles, los adornos, la ropa de cama, solo faltaban las personas, sus afectos y los libros que habían llevado con él .Se dio un baño largo, argentino, sin pensar en la cantidad de agua. Se cambió de ropa y lejos de tomar una siesta, salió. No sabía para donde pero a la calle, ese lugar mágico que requería de su reconocimiento. De repente se encontró, mirando para arriba como típico turista, muchos edificios nuevos, muchas casas y sus espíritus eliminados . Decididamente era como él pensaba, todo cambiado. La calle 7 con una ramblita que no daba lugar a los árboles, simplemente un obstáculo para separar el tránsito. Nada que ver, pero él tenía en la cabeza asociada “rambla” a la que transitaba todos los días en Barcelona, ni mejor ni peor, solo el mismo término aplicado a dos cosas distintas. En lugar de ir para el centro, enfiló para el Hospital Español, ¡si habría hecho travesuras en ese jardín que lo rodeaba!. Todo cambiado, antes tenía entrada para coches en 35 y 36 en las esquinas, lo recordaba mas chico y con jardín atrás.
Ocupaba toda la manzana. Jugaba sin darse cuenta a acordarse de qué familia era cada casa, no las conocía a todas, pero se paró frente a una, una casa más para cualquiera, pero no para él. ¡Sí estaba seguro!, por más que le habían hecho un paredón en el frente con gran portón, esa era la casa que inconscientemente salió a buscar.
No quería llamar la atención de nadie, se puso nervioso, pero no quería irse. Lo atraía tanto saber qué camino tomó después de que él se fue, que fue de la vida de aquella petiza rubia, ojos color caramelo que había abierto su corazón al medio. Sacado de la infancia y llevado como un ciclón hasta la adolescencia más dolorosa, mas poética , hermosa y conflictiva. Recordaba también como se empecinó en seguir presente en la vida de esa chica. Aún cuando ambos estaban casados, llamaba por teléfono a su casa y cuando ella levantaba el tubo , el colgaba. Volvió sobre sus pasos. Compró su cena: milanesas con papas, queso mantecoso y dulce de leche, todos sabores que lo retrotraían a treinta años atrás.
Para leer un rato después de la cena, tomó la guía telefónica. Le pareció a la vez estúpido y divertido. Al final, el sólo había vuelto a poner en venta esa casa, su vida estaba lejos y tampoco había sido un salto tan especial irse, no tenía mucho para mostrar y menos queria encontrarse con alguien y tener que dar explicaciones.. Pasó varias páginas hasta que se quedó dormido, todavía estaba presente el cambio de hora , en España estaba amaneciendo.
Al segundo día lo trajo una leve llovizna, como ésta asienta el polvo en el campo, lo asentó a él, todo estaba muy caro en Argentina, debía hacer lo más corta posible su permanencia. Busco en la guía en las paginas amarillas , las inmobiliarias y se decidió a ir a dos de ellas, que le resultaban familiares. Llevó fotos que tomó con su teléfono y copias de la Escritura donde aparecía su nombre, dejó su dirección en Barcelona y arregló volver para firmar la escritura o mandar un poder.
Algo que debería ser un avistaje de la ciudad, mientras hacía trámites se transformó en un recuerdo continuo de lugares comunes a su vida. Calle 7 , La Paris, El Pasaje hasta el nuevo café Costa Azul donde entró como un día cualquiera y se encontró con amigos, amigos de treinta años más, pero iguales. Estaban sólo algunos de la barra del Nacional los que se habían rajado del trabajo o tenían la costumbre de empezar la mañana allí Entre ellos reconoció al instante a Rómulo. Parecía que había nacido tomando café. Charlaron largo sobre los demás que al nombrarlos iban apareciendo en su mente. O sea chusmearon a lo varón, que hacían, con quienes se habían casado, por que número de matrimonio o pareja iban y cómo estaban económicamente. Cuando Rómulo dijo que se le hacía tarde el asintió y dijo- a mí también-, aunque le costaba, sintió por primera vez que quería quedarse en el tiempo. Antes de despedirse el pedido de Rómulo de que cenaran juntos, ya que su hija cumplía veinte años y lo esperaba a la noche en su casa, había asado. Vio la Universidad como la habían dejado los militares, fue hasta el Nacional y pasó por el Partenón. Recuerdos y recuerdos . Al final aunque estaba cansado no quiso tomar taxi, empezó a caminar por la Diagonal 77 y de Plaza Italia por 7 hasta su casa, al fin de cuentas eran baldosas conocidas desde su adolescencia. La rinitis apareció enseguida, La Plata con sus árboles había entrado en él. Ya sin los papeles y las fotos, cumplido su cometido, sólo le quedaba llamar a alguna casa de remates, sacar las cosas de la casa y confirmar el vuelo por internet.
Dio un vistazo al living y al comedor. Se dio un baño y sentado se sumió en un silencio de esos que nos llevan a mas allá de lo profundo, a lo no elaborado. Al momento se dijo que ya no era tiempo de pensar en pasado. Se afeitó y con esmero combino la ropa para ir a casa de Rómulo.
A la hora de salir le dió fiaca,¡ que tarde cenan estos argentinos!, ya se había olvidado pero puso primera y después de soportar ese viento que corta la cara por un segundo cuando empezó a caminar- total eran dos cuadras- ya estaba bien. Al llegar lo recibió Rómulo y lo fue presentando con su familia y amigos. Por suerte eran pocos y en su mayoria amigos de la hija.
Con vino en mano empezó a charlar con todos y a mirar de reojo las niñas amigas de la cumpleañera. El no tenia hijos, quizás no tenía nada. Con una copa más descubrió una que lo hizo pensar en la locura, estaba fuera de tiempo y espacio. Era la petiza rubia, su primer amor. Dejó el vaso y esperó el asado, pero no podía dejar de mirarla, sus mohines, movimientos,sus ojos, era ella como la recordaba.
Ya en tren de comida copiosa y alcohol se acercó y le preguntó cómo se llamaba,ella sonriente le espetó Camila y él como avergonzado se justificó diciendo que era muy parecida a una joven que el conoció. -Por casualidad tu mamá se llama Julia?-
Ella ya medio molesta le respondió siii, se llama Julia y la conoces ?como te llamas?. No esperaba esa pregunta,lo agarró desprevenido, respondió Carlos . Sin saber como seguir le dijo secamente, me parece que de cuando eramos chicos. Ella respondió con ahora nomas me viene a buscar, si quiere le aviso que esta Carlos...y estiro su nombre con un mohin que a el lo desesperó, -ella sabe algo-. Pensó en irse antes de que llegara y con el pretexto del viaje se fue. Cuando en un ataque de verdades reveladas ahora conscientes se da cuenta que lo mismo hizo con su padre enfermo, había repetido un patrón de conducta. Su vida había sido siempre el atajo más fácil.
Al otro día llamó a un remate y vaciaron toda la casa, parecía que debía sentir algo, pero ese algo no salia. A las 10 de la noche en un ciber confirmó el pasaje para el día siguiente . Lo único que sentía era urgencia, urgencia de volver al mundo que había armado , cerrando totalmente su pasado.
Ya en Ezeiza a bordo antes de despegar, seguia sin poder respirar bien. Ya no era rinitis, era la puerta de su pasado que el mismo había abierto .Se imaginó un esqueleto de un pescado, en que vertebra el eligió irse. Desde la cola a la cabeza salen tentadoras espinas que parecen caminos. El habia tomado una de estas rutas, sin ver que la columna era rugosa pero mas sólida y larga. Recién allí se dio cuenta de todo lo que no había concretado en su vida, su falta de lazos, familia, gente afectivamente necesaria, estaba cubriendo un gran miedo. Un increíble miedo a repetir el nido, el apoyo, las miradas de amor y ternura que había disfrutado en su adolescencia en La Plata. Había pensando solo en ganar la gran zanahoria que significaba Europa y el atajo más fácil en la vida, la huida. Al despegar vomitó. El vómito del perdedor.
Mora Rocca.
REGRESO
Maria Rosa Torres de Wirnos
1era Mención
Almacena las sombras en su gorra manchada por soles. Pequeño cielo con ranas y chispas de estrellas.
Las nubes se llevaron días y mañanas de cristal, bordadas creaturas del tiempo. Fueron sueños de rutinas esperadas, balbuceos de un reloj con burbujas de silencio.
Anselmo avanza por el camino largo para detener los minutos que lo ahogan. Ronronean las piedras y los yuyos, como queriendo acompañar aquella historia, historia larga y complicada que achica su garganta.
¿Vivirá la mama Antonia?¿se me habrá casado la Lucila?....
Busca en sus bolsillos aquella foto amarronada que guardó tanto tiempo.
Imagina a su negra con las trenzas cruzadas a lo antiguo,¡ vaya si no canejo!. Ya está cerca del rancho, pero vislumbra una silueta que nunca hubiera pensado,…¡Ay juna!
Desfigurado por el peso de sus sueños, como baúl de perdedor, cuelga su rostro perlado en la traición.
Minutos sin camino que no quieren irse. Caracol de interminable cavilar….
Sus manos toscas destilan olvidos y antes del alba inicia su retorno a la nada sin huesos, enfundado en pliegues que buscan destino. Pero…camina tres pasos, barre la tierra con
sus alpargatas y….empuña su daga.
LAS SEÑORITAS VILLAFAÑES
Hugo Ciampagna
Mar del Plata.
2da Mención
Nacho: Abuelo, me gustaría que me contaras un cuento de terror, pero uno bueno, que me dé bien chuchi.
Abuelo: Te podría contar….. A ver déjame pensar….uno bueno sería ….La Chancha Alberti…o bien La Luz Mala; pero así como vos lo pedís, se me ocurre lo que me pasó cuando tendría unos nueve años. ¡Qué julepe me agarré!
Nacho: Dale abuelo, ese debe ser bueno. ¡Contalo!
Abuelo: Mirá, para mi la historia comienza con una medalla que le habían dado a mi papá en el comité Radical, él era un hombre que hacía, después de trabajar en el taller todo el día, política. Esta medalla, de color gris, tenía en una de sus caras la imagen de Hipólito Yrigoyen, un líder que fue presidente de la república, para mi era un tesoro precioso, la había sacado de un cajón de la mesita de luz de la pieza de mi papá y se me dio por jugar con ella, pensaba que pertenecía a un pirata. Así fue que a la hora de la siesta, cuando mis padres se acostaron esa tarde de verano caluroso, yo me puse a jugar a los Piratas en el patio a la sombra del limonero y detrás del jaulón de los canarios, entre ambos estaba el cerco de material que en forma escalonada se adhería al tapial que nos separaba de la casa vecina.
En mi imaginación, el limonero y el jaulón eran dos inmensos barcos artillados que disparaban cañonazos y yo con mi tesoro escapaba subiendo y subiendo, así llegué hasta la cima del tapial y sentado a caballito del mismo quedé deslumbrado apreciando cuan grande era el patio de mis vecinas, pero la lucha de los piratas continuaba y era buena circunstancia para ese momento de la batalla echarle una mirada al tesoro, metí la mano en el bolsillo y saqué la medalla y cuando la pasaba de una mano a la otra admirado por su belleza, se me cayó, con tan mala suerte que fue a parar a la tierra del mundo desconocido del patio de la casa de las señoritas Villafañes. Desde la altura donde estaba podía ver la vastedad del terreno con múltiples árboles frutales, algunos jazmines y dos plantas enanas de palmeras que hacían espejo con las dos inmensas palmeras, ambas separadas por una alambrada y detrás de estas el patio central de la casa realizado en canteros y baldosas con dibujos que circunvalaban la galería de la casa. Inmensa construcción solo habitada por dos personas- las señoritas Villafañes-, dada la hora y el calor reinante estarían haciendo la siesta. De un salto caí cerca de la medalla, de inmediato me oculté tras un árbol duraznero y miré si había algún peligro. Como todo estaba tranquilo, rescaté el tesoro que fue a parar al interior del bolsillo, y para regresar a mi casa coloqué un troco grueso apoyado inclinado sobre el tapial, con esta improvisada escalera pude regresar a la batalla de los Piratas.
Día a día, el ingresar a la casa vecina se convirtió en una rutina, hasta pasó a ser de conocimiento de mi mamá.
Un buen día al pasar escuché que mi mamá comentaba a mi papá que parecía que una de las Señoritas Villafañes no estaba del todo bien.
Para mi todo ese vasto territorio habitado por las vecinas era misterioso y mágico. Era una gran cas de frente de ladrillos que ocupaba toda la esquina y se extendía largamente sobre ambas veredas, la puerta principal era muy alta y pesada, de madera tallada, generalmente cerrada, en su extremo inferior sobresalía un mármol blanco, las ventanas tenían balcones de hierro forjado negro y debajo de ellos había ventanucos que aireaban inmensos sótanos sobre los que estaba construida la casa.
Ese era el escenario de la situación más horrenda que me tocó vivir. Era media mañana cuando jugaba en el patio de mi casa y mi mamá lo barría, de pronto escuchamos unos gritos, que nos helaron la sangre ¡socorro! ¡Socorro!. Andá hijito, corré, saltá me indicó mi mamá, yo voy por la calle dijo.
Obedecí y con velocidad, subí, trepé y me arrojé y corrí atravesando por una pequeña puerta la alambrada e ingresé súbitamente al patio principal. Tal vez mi inesperado ingreso fue tan sorpresivo para ellas que logró interrumpir la acción, una de ellas estaba sobre la otra y con sus manos en el cuello la estaba ahorcando, la que estaba sujeta tenía sus ojos y su lengua que se apartaban del rostro. Ambas mujeres estaban vestidas con similares vestidos negros a pequeños lunares blancos con destacados sobrecuellos prolijamente bordados y almidonados.
Como ya he dicho mi presencia allí detuvo la acción y se afirmó la tranquilidad cuando ingresó mi mamá que con moderación y serenidad pudo reducir y contener a la afectada.
Andá hijito, regresá a casa; con lentitud y totalmente convulsionado por el camino del tronco regresé a mi casa.
Así pasé tres noches y tres días sin poder dormir porque no podía sacarme de la cabeza la imagen de las Señoritas Villafañes