Se expresan los adultos
mayores
"Concierto en negro"
María Luisa Chaves
(Alumna del
Programa de Educación Permanente para Adultos Mayores.
Facultad de Humanidades. UNLP. Argentina )
Tomó el programa que le ofrecían y luego de ubicar su butaca se sentó.
Lo puso en su cartera y miró a su alrededor, distraída, la gente habitué a esos Conciertos. Saludó a varios y en su recorrida visual los vió.
Un matrimonio común.
Ella, vestida de saco negro y pantalón. Blusa blanca. Moderna y sobria. El, traje oscuro, camisa clara. Impecable y distinguido.
Los observó sin saber porqué. Ambos conversaban quedamente y con movimientos de cabeza se acercaban-¿cambiando opiniones?-con gestos simples.
Se notaba una confiada y tierna intimidad entre ambos.
Ella se inclinaba levemente hacia él y murmuraba. El, a veces , asentía. Otras sonreía y la miraba con un claro y visible afecto, que trascendía más allá del tal vez, intranscendente diálogo. En eso gestos había algo más profundo. ¿Era otra cosa! Era amor.
La palabra suave, la mirada interesada entre ambos, íntima, no necesitaba de gestos ampulosos que revelaran comprensión y un vínculo amoroso que no tenía edad.
Tenía profundidad y ternura.
Los miraba y ya no pudo separar los ojos de ellos, admirada al percibir que algo cálido y fuerte unía a esa pareja.
Sintió un pequeño dolor en el pecho. Sintió la punzada de la envidia.
Su alma le dijo sin piedad:
- Tú no tienes ese afecto, ni esos gestos tiernos, ni esas palabras cómplices y quedas.
Y como una planta dañina sintió que de lo más profundo de su ser crecía agria y fea la envidia.
Sí, envidió a esos dos desconocidos, que en un rato más tomarían rumbo hacia su nido de amor y ternura.
¿Cómo ansió hablarles! Compartirlos, saborear de ambos sus miradas, sus gestos, su afecto, su amor que sin duda la rozaban con una ráfaga y nada más.
Pero no, no los conocía ¿Cómo hablarles? ¿Con qué pretexto?
Terminó el concierto y se levantaron casi al mismo tiempo. Miró el gesto familiar del hombre al tomar el brazo de la mujer para bajar la escalera y mirada agradecida de ella, acostumbrada al contacto gentil del hombre.
Los perdió entre toda la gente que se retiraba del teatro. Quedó parada en la vereda Se sintió vacía y sola. Se fue como un fantasma caminando por la calle hacia su casa.
Del concierto no le quedó nada.
Sólo el recuerdo punzante ahora, de aquella pareja que como ella ya había llegado a su hogar, comentando seguramente la velada.
Imaginó la escena y volvió a sentir ese dolor. La tenaza de la envidia la mordió otra vez. Entonces, cerró su mente a todo pensamiento, tomó su píldora y se durmió.