Las arrugas
y las canas, esas son cosas vanas ....
Trabajo
monográfico para el
2° Curso Virtual Educación para el
Envejecimiento
Carlos
Rubén Esteban Koller
ckoller@cpenet.com.ar
Me dijo Martina, una paciente octogenaria que concurrió al consultorio con el propósito de completar los trámites de renovación de su carnet de conductor. Sucedió hace muy pocos días, cuando preparaba esta monografía, y trascendió en mí porque en ese momento luchaba contra la dificultad de escribir genéricamente sobre personas que apenas tienen en común una sola
cosa: la edad. Todo lo demás es un largo registro de aspectos diferenciadores dentro de una amplísima gama, pero de los que rescato a uno muy especialmente como punto de inflexión: la forma con que asumen su vida..., el ser o el sentirse seres humanos dignos, antes que gerontes, ancianos, adultos mayores o viejos, y sin desubicarse en la pretensión de la eterna Juvenilia. La vejez es una etapa más de la vida, y por estar vivos justamente es que se plantean constantes desafíos. Y es la actitud la que define si cada uno los asume con firmeza, los soslaya o directamente los ignora.
CONTENIDOS
- Algunas consideraciones generales.
- El anciano en su momento.
- Los nuevos tiempos sociales.
- Rol del médico.
- El Estado frente a la vejez.
- Enfoques para la toma de decisiones.
Algunas consideraciones generales
El vigésimo siglo ha atestiguado el cambio demográfico más dramático de la historia global, dando por resultado un aumento sin precedentes en los números y las proporciones de ancianos.
Es bien conocido que las personas mayores de 60 años representan en los países desarrollados cerca del 20% de la población y las tendencias futuras la aproximarán al 25%. En los países en desarrollo la proporción es menor, pero el envejecimiento poblacional está ocurriendo mucho más rápidamente.
Así para mediados de siglo los porcentajes de la población mundial correspondientes a ancianos y jóvenes serán iguales. Según se prevé, el porcentaje de las personas de 60 y más años en todo el mundo se duplicará entre el año 2000 y el 2050 y pasará del 10% al 21%; se proyecta, en cambio, que el porcentaje correspondiente a los niños se reducirá en un tercio y pasara del 30% al 21%.
Se puede envejecer bien o mal y si estamos hablando que el envejecimiento se ha alargado ocupando casi la tercera parte de la vida, debemos conocer y hacer para lograr que ese envejecer, además de los años, tenga una buena calidad de vida.
Existen varias teorías que intentan explicar el proceso del envejecimiento.
1- La Teoría del cronómetro celular: el proceso de envejecer es un mecanismo programado; distintos factores tales como el stress, nutrición, cambios degenerativos y modificaciones inmunológicas y hormonales influyen directamente sobre el potencial cronómetro de división celular.
2- La Teoría del Cross-Linking (entrecruzamiento): los cambios moleculares ocurren en las proteínas, y se produce pérdida de la elasticidad y rigidez, con el subyacente cambio en el tejido, inflamación y degeneración.
3- La Teoría de los Radicales libres: es la más aceptada. Los radicales libres actúan sobre las membranas celulares cuando no encuentran ningún tipo de resistencia de elementos antioxidantes.
4- Otras teorías incluyen errores del ADN, que también pueden favorecer la producción de oxidantes. Probablemente el proceso de envejecimiento involucre el conjunto de las alteraciones mencionadas.
Está en cada uno de nosotros retardar, frenar y hasta revertir los procesos de declinación que se generan a partir de la edad media de la vida.
El envejecimiento puede considerarse desde distintos puntos de vista: cronológico, biológico, psíquico (en relación con el duelo y la jubilación), social, fenomenológico (entendido como la percepción subjetiva de la propia edad), y funcional, el cual resulta de la interacción de los demás, y quizás es el mejor reflejo de la integridad del individuo que envejece.
Un proverbio dice que "La vejez te la haces tú: no viene automáticamente con los años, sino cultivando la sabiduría y la sobriedad", con lo que defino al envejecimiento exitoso como aquel en el que se observa una declinación funcional compatible con la edad y donde ni la enfermedad, ni los factores ambientales ni el estilo de vida la complican ni la aumentan.
El anciano en su momento
El desafío para cada uno pasa por una cuestión de actitud personal: o el fiel de la balanza se inclina hacia el platillo del "no se puede", "no debo", "no quiero", muchas veces llevado por el peso de las minusvalías, déficit diversos, prejuicios sociales y culturales, y achaques reales y supuestos, o inclinarlo en una actitud por demás positiva hacia el otro platillo, en el que pesa la convicción de que cada etapa en la vida brinda oportunidades diferentes, que merecen ser vividas y disfrutadas.
La confusión en este sentido pasa porque la etapa anterior de su vida -la adultez-, estuvo signada de compromisos y obligaciones que en muchas ocasiones significaron la aceptación de fuertes presiones. Para quien esto le significó una carga excesiva, no puede esperarse otra cosa que vivir la vejez como la posibilidad de quitarse todos los compromisos, planes y obligaciones, y pasarse al otro extremo: no hacer nada..., lo que los transforma en personas muy vulnerables.
La actitud tiene directa relación con la autonomía. Así: 2/3 son independientes, requiriendo ayuda sólo para movilizarse lejos; 1/3 son frágiles y requieren ayuda para ciertas actividades o para movilizarse y de éstos una décima parte se hallan postrados o en estado terminal. En todos los casos las mujeres son mayoría. Y en países en desarrollo se calcula que actualmente el 75% de los ancianos viven en áreas urbanas.
Pero está claro que la actitud frente a la vida, la personalidad y los rasgos preexistentes influirán decisivamente para que alguien postrado intente mejorar su situación, y otro no vulnerable no encuentre sentido a la vida.
Un dato que para mí es clave, es que si frecuentemente nos aferramos a lo conocido, con más razón el anciano, ya que en su caso la percepción que su vejez no es ni remotamente parecida a lo que ellos vieron y vivieron de sus padres y abuelos, les genera una tremenda incertidumbre que -unida a un rol familiar distinto al que imaginó--, en muchos casos es causa primera de sus pesares. Diferente es la situación de las generaciones que lo suceden: sus hijos y nietos crecen y se desarrollan junto con los cambios, a los que por ese motivo perciben y se adaptan de modo muy distinto.
Los nuevos tiempos sociales
Para quienes asumen la vejez como un desafío, ello les motiva a descubrir nuevos roles en la vida y les impulsa a buscar nuevos medios para conservar su habitual rol y no perder su razón de ser en el mundo social que conocen. Otros en cambio tienen una actitud totalmente negativa. Toda persona tiene un comportamiento condicionado a diversos factores y su capacidad de adaptación va a depender de su salud, recursos económicos, el apoyo familiar o social, y de las políticas del Estado hacia ellos. Pero en un mundo que dentro de sus tremendos cambios incluye la excesiva competitividad, ¿no es iluso esperar que le faciliten todo servido?: no es acaso más factible que necesite hacer sentir que está vivo, que merece respeto y es digno?.
A los cambios demográficos que mencionamos se dan en medio de profundas transformaciones sociales y culturales (dejando de lado por ahora las económicas), entre las cuales realza el mito de la persona eternamente joven y de la cultura del descartable, que han trazado profundas grietas separando a válidos de inválidos, a jóvenes de cuarentones, y a cuarentones de ancianos, en una ruptura que nace de la cosificación del ser humano.
En estos nuevos tiempos, en el aspecto social es insoslayable la referencia a la familia.
Hasta no hace mucho tiempo, lo común era que toda la familia (padres, abuelos e hijos), vivía bajo el mismo techo, lo que proporcionaba un ambiente de crianza que duraba toda la vida, y en el que destacaban los sentimientos de cohesión y solidaridad entre sus miembros, junto al respeto y la defensa del anciano. En la actualidad este modelo tradicional está cambiando; el anciano no suele convivir bajo el mismo techo que sus hijos y nietos, porque:
1º .- El sentido de cohesión familiar y solidaridad se está transformando y da paso a la ruptura e independencia familiar.
2º .- Los cambios en la dinámica familiar, en los roles de los miembros y en las relaciones entre familiares.
3º .- Falta espacio en las viviendas, sobre todo en las grandes ciudades.
La vulnerabilidad es un determinante que engloba muchas de las situaciones que son vividas en la vejez, tanto por el anciano como por su entorno; y son además vulnerables porque es una etapa de pérdidas y duelos, de una familia que se agranda pero en la que ya no son los protagonistas, de un espejo que les marca que el tiempo es inexorable. La forma en que asimila los duelos, se explica por la resiliencia que cada uno tiene, entendiéndola como la capacidad de volver al estado previo en un período de tiempo más o menos corto después de la exposición al elemento estresor.
Hace pocas décadas, al abuelo o abuela ocupaba un rol casi venerable, patriarcal o matriarcal según el caso, constituyéndose en el nexo entre el pasado y el futuro, en los depositarios de la sabiduría popular y en los formadores de los valores de la juventud, donde era muy apreciada su experiencia y su ascendencia para definir temas claves en los que inexcusablemente se le consultaba: ésto daba un marco muy amplio y protagónico a su presencia y la llenaba de contenido. Agrego que no solo ha perdido ese rol decisorio y tan respetable, sino que ahora en muchos casos no tiene ningún rol, en una familia en la que ya ni siquiera podemos definir qué tipo de familia es la familia tipo.
Además los ancianos se acoplan al sistema familiar de acuerdo a su personalidad y evolucionan y adaptan de acuerdo con el rol que desempeñan.
Ya en 1.950, Erikson proponía siete estadios del desarrollo del yo, para conocer la personalidad del anciano: (1) de la confianza, (2) de autonomía, (3) de iniciativa, (4) de laboriosidad, (5) del sentido de identidad del yo, (6) de la creatividad del yo, (7) del sentimiento de integridad del yo; cada uno de estos estados puede representar una oportunidad distinta para afectar o subrayar la actitud frente a la vida.
Es necesario que aquellas personas con formación profesional específicamente orientada (médicos, asistentes sociales, cuidadores geriátricos), pero sin relación con la familia, estemos atentos para detectar signos y síntomas precoces de deterioro o dificultades del anciano en su relación familiar, como por ejemplo: quejas múltiples; ansiedad (las quejas pueden ir acompañadas por: ritmo agitado, voz estridente, escaso contacto, temblor de manos, duración de la atención escasa e incapacidad para centrarse ante cualquier problema); despersonalización progresiva (uno o más de los miembros de la familia dan muestras de distanciamiento del anciano [hablar delante de él como si no estuviese, incapacidad para actuar con modestia, brindarle cuidados de manera impersonal]); irritabilidad, postura encorvada, ojeras, suspiros frecuentes. Cuando las dificultades o el deterioro familiar aumentan en severidad, en el anciano pueden manifestarse a través de:
- Depresión : expresada por desinterés, insomnio, cambios de peso, tristeza, incapacidad para concentrarse, pérdida de interés, incluyendo el cuidado personal.
- Hostilidad franca: se nota especialmente en el lenguaje, así como en malos tratos hacia el anciano.
- Evitación o distanciamiento.
- Apropiación indebida de los recursos económicos: la familia se hace cargo y dispone a su antojo y beneficio de cuentas bancarias y objetos personales del anciano.
Estas condiciones no se desarrollan nunca si en cada familia se le ofrece al anciano un mínimo de atenciones y todo el cariño posible, con lo que además, se fortalece el núcleo familiar.
Un párrafo especial lo dedico al hábitat del anciano. En lo que hace al domicilio como espacio físico y social, debemos considerar todos aquellos espacios saludables, entendidos como los ambientes cuyas propiedades coadyuvan de modo óptimo al desarrollo de la salud. Si estos ambientes carecen de factores de riesgo o éstos son controlados y previsibles, entonces las interacciones medioambientales resultarán favorables para su salud y bienestar, facilitando de otra parte el despliegue de las capacidades y potencialidades creativas.
Rol del médico
Debemos diferenciar entre aquellos emancipados de quienes se hallan institucionalizados, eufemismo que indica su internación geriátrica.
El rol del médico debe cumplirse entendiendo al anciano como una unidad bio-psico-social, y no un corazón con problemas o un intestino constipado.
Es un rol de mucha orientación, de prestar extrema atención a sus comentarios y preocupaciones, entendiéndolas y brindándole comprensión, ya que él mismo puede considerar que los síntomas no eran alarmantes, pero consulta porque sabe que "la trampa siempre está puesta", y lo que parecía sencillo muchas veces presentó complicaciones. Así en la práctica diaria y con mayor énfasis en los ancianos, sigo fielmente a Laennec, que hace más de 150 años dijo: "El médico cura a veces, calma frecuentemente, pero debe consolar siempre".
La asistencia geriátrica es el conjunto de niveles asistenciales, hospitalarios y extrahospitalarios, que desde los puntos de vista sanitario y social están destinados a prestar una atención interdisciplinaria, integrada en todos sus aspectos, para garantizar la calidad de vida de los ancianos que viven en un sector asistencial. Se trata de un conjunto de recursos sanitarios y sociales para responder a las necesidades, en estos aspectos, por parte de los ancianos. Su objetivo fundamental, al igual que el objetivo básico de la Geriatría, es mantener al anciano integrado en la comunidad.
La prevención es fundamental para mejorar la calidad de vida de las personas mayores. El médico de familia pone especial cuidado en la atención del anciano. Por este motivo, no sólo se valora su estado orgánico, sino que también se evalúa su estado mental y su situación psicoafectiva, sociofamiliar y funcional. Con el objetivo de conseguir identificar los problemas de salud para poder aplicar el plan de cuidados y tratamiento oportunos que eviten o disminuyan la incapacidad y fomenten la independencia del anciano, con el fin de que pueda permanecer en su domicilio el mayor tiempo y con el mayor grado de autonomía posibles.
En mi consultorio debo enfrentar a diario preconceptos antitéticos a los de Martina, muy arraigados en los adultos mayores, por los que -dependiendo de las características de personalidad y experiencias de vida--, parece que ya está todo hecho, que sólo una cosa importante queda por hacer: morirse. Cuando intenté tratar en forma interdisciplinaria a esas personas solicitando apoyo psicológico, sistemáticamente se me ha dicho que preferentemente los derive a un médico psiquiatra porque ese sentimiento de muerte es muy fuerte y por lo tanto, difícil de revertir si no es con medicación.
En muchos casos estos preconceptos se dan muy tempranamente: a partir de la declinación del interés sexual en el hombre, o de la menopausia en la mujer, por lo que parecen unirse muy intensamente la capacidad de procrear otra vida con el sentido y la utilidad de la propia.
Sin embargo, todo es cuestión de enfoques: ya hace 25 siglos se desmenuzaba hábilmente esta declinación como una oportunidad. "En efecto, la vejez es un estado de reposo y de libertad de los sentidos. Tan pronto como las pasiones se relajan y dejan de hacernos sentir su aguijón, queda uno libre de múltiples y furiosos tiranos".
En segundo lugar, el preconcepto está unido a la sensación de haberse constituido en una carga para la familia, dentro de un marco socio económico muy delicado, en el cual uno o más de los hijos está desocupado o debe mantener a su vez a sus propios hijos en edades en que deberían estar emancipados económicamente.
Y en el médico que atiende personas mayores, aceptar que su rol es lograr que esa persona desarrolle la mejor calidad de vida, a través de distintos parámetros que pasan por sus propias percepciones y creencias y no por las del médico: su capacidad de sentir y de gozar, sus posibilidades física e intelectuales unidas a su sensación de vulnerabilidad, la autonomía o independencia de la que pueda hacer uso, su capacidad de interrelación social, incluyendo el rol que juega en la familia, su autoestima, con qué estímulos convive, cuáles son sus principales condicionamientos, entre otras.
Más arriba hago mención tangencial a los medicamentos, de los cuales deseo ocuparme ya que no es un tema menor en la vejez. Al respecto se debe garantizar que los medicamentos recetados a personas mayores estén en condiciones óptimas, las dosis sean adecuadas y los efectos secundarios sean explicados con toda claridad, y evitar su consumo inadecuado. Además, las posibilidades de interacciones están potenciadas ante la polimedicación y la metabolización más lenta por parte del hígado y los riñones.
El Estado frente a la vejez
La actitud de asumir los desafíos de la vida está condicionada por factores favorecedores y otros que juegan en contra de esa posibilidad, y aquí tiene importante influencia en ambos sentidos las políticas estatales hacia los ancianos.
Es indiscutible que el principio de envejecimiento activo debe presidir las políticas de salud en todos los ámbitos: locales, nacionales e internacionales.
El problema no es ese, sino la distancia que en muchos casos es extrema, entre lo que se dice y lo que efectivamente se hace desde las políticas del Estado.
En materia de Salud Pública y de Políticas sociales, los diferentes estamentos del Estado deben entender que tienen que asumir una problemática particular y creciente, con profundas modificaciones en la conformación de la sociedad, y que obviamente la respuesta no pasa por hacinarlos en geriátricos frente a un televisor.
Las políticas del Estado con relación a los adultos mayores, a presentado fluctuaciones ostensibles aún en países centrales a partir de los años `60, en que se hace claro que es insostenible para el Estado asumir un rol definido por los economicistas como "benefactor" y por los politicólogos como "Estado de Bienestar", originado en Europa luego de la crisis económica de 1929; en este caso, tanto por el seguro de desempleo como por las jubilaciones y pensiones, "porque esta es una de las grandes cargas" que pone en crisis al sistema, en el marco de la globalización. Una voz distinta plantea que el "problema" de los ancianos consiste en "redefinir su papel como ciudadanos activos de una sociedad civil y no como sujetos habitualmente pasivos, en tanto que clientes del Estado de bienestar, que sólo se movilizarían como partícipes de un grupo de presión interesado en mantener y promover, en su beneficio, ese Estado". En mi opinión no es deseable plantearlo como una dicotomía, en especial por lo que comentamos acerca del repliegue y hasta la ausencia del Estado en esta materia. De todos modos, en la actualidad cobran cada vez mayor trascendencia por la importancia del tema, pero también en relación directa con el grado de desarrollo de cada país, lo cual supone la mejor o peor cobertura de necesidades básicas de la población en general, y de la percepción de la magnitud del problema por parte de las autoridades en particular.
Muy distinta es la situación en países como el mío -Argentina-. En efecto, sus habitantes estamos acostumbrados por décadas completas a que el gobierno sea ocupado por personas que actúan como bomberos que limitan incendios antes que por estadistas que perciban la magnitud de los problemas a futuro y planteen soluciones y estrategias para enfrentarlos: "...Como siempre en este país, lo urgente impide hacer lo necesario", hasta que lo necesario se transforma en urgente..., pero a otro gobierno.
Y en el tema del envejecimiento, mi país debería implementar rápidamente políticas de fondo que sean abarcativas, teniendo en cuenta que es uno de los de menor crecimiento demográfico y con expulsión de personas jóvenes que buscan su futuro en otros países, lo cual explica la progresiva deformación de la pirámide etárea.
En el mundo, el progresivo incremento de personas con necesidades básicas insatisfechas es creciente. Y en nuestra región de América Latina y el Caribe, esta condición toma particular relevancia en lo que hace a grupos progresivamente marginados como los adultos mayores, bajo la condición que carecen de fuerza económica, sea como productor o consumidor. Este desplazamiento inhumano, fundado -cuando no--, en conceptos economicistas, parte de la imposición que estamos viviendo una crisis antes que un nuevo estado de cosas. La diferencia no es menor, ya que crisis supone oportunidades y conlleva la esperanza de cambio para mejor una vez superada. Pero está claro que a veces no hay peor angustia, peor sufrimiento, que la esperanza. Y no hay peor horror que el fin de uno mismo cuando sobreviene antes que la muerte y hay que arrastrarlo en vida.
Enfoques para la toma de decisiones
Por una cuestión organizativa del pensamiento, los divido en varios aspectos, aclarando mi opinión favorable hacia lo interdisciplinario y sistémico para la correcta consideración del tema.
Desde lo social: en los momentos de sufrimiento y dependencia, los ancianos "no sólo necesitan ser atendidos con los medios que ofrecen la ciencia y la técnica, sino también ser acompañados con competencia y amor, para que no se sientan un peso inútil y, lo que es peor, lleguen a desear y solicitar la muerte. Nuestra civilización tiene que asegurar a los ancianos una asistencia rica en humanidad e impregnada de valores auténticos".
Deben considerarse especialmente las representaciones sociales de la vejez, así como los mitos, prejuicios y estereotipos presentes en esta etapa de la vida.
Se recomienda valorar los siguientes puntos para abordar la problemática del anciano y su familia: (1) la dinámica familiar, (2) red de información; establecer una relación médico-anciano-familia adecuada, (3) red de apoyo psicoafectivo (este punto es de suma importancia, estableciendo límites de manejo y acercamiento por parte del médico hacia el anciano y la familia del anciano), (4) establecer un plan diagnóstico global o integral del anciano y su familia, (5) establecer un plan terapéutico de manera individual, (6) prevenir o evitar iatrogenia, abuso y negligencia en el anciano.
Desde la medicina: El médico debe entender y atender al anciano como unidad bio-psico-social. La valoración geriátrica a su vez, es la evaluación y detección multidimensional de déficit en la esfera clínica, funcional, mental, y social, con el fin de conseguir un plan racional e integrado de tratamiento y seguimiento. Se orienta hacia la funcionalidad de la persona, y por tanto es ineludible que lo haga desde un enfoque sistémico u holístico; su importancia se amplifica teniendo en cuenta que el abordaje médico tradicional ignoraba los problemas que afectaban esta funcionalidad. Los objetivos de esta valoración son: 1- identificar las áreas de deficiencia; 2- identificar la población de riesgo; 3- adecuar las medidas preventivas; mejorar los cuidados y tratamientos; 4- prevenir la incapacidad y fomentar la independencia; 5- situarlo en el contexto médico-social más adecuado, en lo posible su domicilio; 6- documentar la evolución y cambios producidos en el tiempo.
Desde el Estado: El Foro Mundial de ONG reclama la redacción de una Convención promovida por las Naciones Unidas para la eliminación de cualquier forma de discriminación hacia las personas mayores, como instrumento de rango superior que realmente protegería los derechos humanos de este grupo de población.
Y presentó las "Propuestas y Recomendaciones para los gobiernos y la Sociedad Civil", que pueden contribuir a corto y medio plazo a ir transformando esa realidad, con un amplísimo abanico de acciones desde la iniciativa pública y de la iniciativa social. de las pensiones para otros fines económicos distintos. Por ello, las ONG reunidas en Madrid en el Foro Mundial sobre Envejecimiento proclaman la necesidad de construir no sólo una sociedad para todas las edades, sino una sociedad que persiga el bienestar y la justicia social, y que no olvide colocar a la persona humana y su dignidad, en el centro de sus objetivos.
Los gobiernos y la sociedad civil deben propiciar el aprovechamiento del recurso social que suponen las personas mayores, para el desarrollo de sus países, en tareas de solidaridad intergeneracional y con otras personas mayores, preservando siempre su dignidad.
Un objetivo clave es hallar la fórmula adecuada para aprovechar el potencial de las personas de edad como base para el desarrollo de las sociedades futuras. En este sentido, es esencial la integración permanente de las personas de edad a sus comunidades.. Para ello se necesitan tomar iniciativas para promover intercambios intergeneracionales productivos, basados en el recurso del potencial humano que aportan las personas de edad.
Desde lo individual: es fundamental aprender a envejecer. La educación para el envejecimiento es brindar información y posibilitar la reflexión acerca de lo que acontece en este proceso del envejecer: cambios, pérdidas, duelos, tiempo libre, auto-cuidado, amor, proyectos, miedos, prejuicios, auto-estima memoria, reminiscencia, entre otros. La Educación Permanente quiere dar respuesta a algunos de los interrogantes que plantea este fenómeno asombroso que es el aumento de la esperanza de vida.
Decimos que la Educación Permanente es educación para la salud a través de la actividad, contando con espacios para la creación, el aprendizaje, la recreación, el desarrollo personal, la reflexión, sin límites ni plazos.
Estos Programas de Educación Permanente dan por tierra con uno de los prejuicios más difundidos, que en el envejecimiento se pierde la capacidad de aprender, cuando en realidad la importancia de la formación como un continuo a lo largo de la vida se convierte, en la edad avanzada, en una importante herramienta para alcanzar una buena calidad de vida.
Los cuestionamientos a la posibilidad de aprendizaje del anciano no han tenido en cuenta además que en el envejecimiento el funcionamiento de la memoria es el que se deteriora y no la memoria en sí. Por lo tanto, se puede mejorar.
Además, tienen una mejor comprensión de los mecanismos de la enfermedad, lo que les permite asumir hábitos de vida que disminuyan los riesgos.
Así, importa llevar a la práctica una serie de sugerencias para una vida sana: hacer una dieta balanceada, incluyendo fruta y verdura; practicar regularmente un deporte; no fumar y evitar la sobre exposición al sol y al frío; estar atentos para evitar accidentes; beber con moderación; mantengan contacto con parientes y amigos; sean activos mediante el trabajo, el juego y la colectividad; hacer proyectos a largo plazo; mantener una actitud positiva en la vida, hacer cosas que los hagan felices.
No se trata solo de emprender una clase de gimnasia, estar ahí es toda una decisión. Elegir la ropa apropiada, cuidar su aspecto, verse bien; levantarse esa mañana con un proyecto claro y preciso que motiva e impulsa hacia adelante. Saber que va a encontrar caras conocidas, ser nombrada, pertenecer a un grupo, extender los lazos a nuevas personas.
Para los adultos mayores la configuración de un ámbito de empatía y reconocimiento, es esencial para la recuperación de un equilibrio narcisístico, la superación de duelos y las relibidinizaciones.
El buen envejecimiento depende en gran medida de la prevención de las enfermedades y la discapacidad, el mantenimiento de la actividad física y de las funciones cognoscitivas, y la participación ininterrumpida en actividades sociales y productivas.
Calidad de vida y estado subjetivo de salud son entonces conceptos afines centrados en la evaluación que cada uno hace de su salud, pero necesariamente ligados al impacto de la salud sobre la capacidad del individuo de vivir plenamente.
Finalmente y en honor a Martina y su actitud ante la vida, completo su frase, con la que inicio y termino este trabajo: ...arrastrar los pies, eso sí es cosa de la vejez.
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Carlos Rubén Esteban KOLLER
47 años - Médico.
Santa Rosa - La Pampa - República Argentina