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Historias que hacen Historia

Verdi y Wagner
La fuerza de convicción en la madurez artística de dos músicos con estéticas diferentes:

Julio Cesar Moran
jcmoran@isis.unlp.edu.ar

Giuseppe Verdi y Richard Wagner vivieron durante el siglo XIX, pero su concepción del arte, es decir, su estética, su visión política y hasta su estilo de vida fueron diferentes. Sin embargo, ellos constituyen los dos más grandes músicos de ópera del siglo XIX y coinciden en trayectorias fecundas y creaciones artísticas muy importantes a edades mayores, en la plenitud de sus medios de expresión y dominio de su ciencia musical.

1 - Richard Wagner

Wagner (1813-1883) concluye su famosa Tetralogía: El anillo del nibelungo el 21 de noviembre de 1874 en Bayreuth. Este ciclo está compuesto por un prólogo (El oro del Rin) y tres jornadas a saber, La Walkyria, Sigfrido, y El ocaso de los dioses y culmina su producción con el musicalmente innovador festival sagrado Parsifal (partitura definitiva de la obra concluída el 13 de enero de 1882 en Palermo).

Wagner desea ser un artista total: poeta y músico como nadie lo ha sido hasta él, por lo cual escribe los libretos de sus propias obras y presenta su Tetralogía como un ciclo de cosmogonía y decadencia de los dioses; aspira a modificar los fundamentos de la filosofía de Schopenhauer al asignarle importancia al amor sexual humano. Es muy fuerte en él y en su obra la influencia de la sabiduría oriental y hasta dice en su Diario haber practicado máximas budistas. Mantiene también una amistad con Nietzsche quien lo considera como una especie de resurrección del arte griego, una suerte de príncipe de Dionisos y que, más tarde se enfrenta con Wagner, en su escrito, El ocaso de los dioses, donde Nietzsche, que también es músico, critica las para él concesiones wagnerianas al cristianismo que culminan en Parsifal.

Wagner construye la obra de arte total, síntesis de todas las artes, que lleva, como dice Arnold Hauser, a la borrachera de los sentidos dada la poderosa sensualidad musical de sus obras. Por otra parte, en muchos de sus temas está muy influído por mitos y tradiciones que despliega en sus obras, en función de tratar de apuntalar la unidad nacional germánica y en contra de las transformaciones sociales producidas por la revolución industrial, que despoetizan el mundo y la vida.

Sus obras se representaron en los mejores teatros, pero en la última etapa de su vida, se propuso construir su propio teatro, con importantísimas innovaciones técnicas en la maquinaria escénica, la introducción del foso para la orquesta, la iluminación, para darle un carácter sagrado y de peregrinaje hacia este templo musical, que emprendieron desde ese entonces hasta ahora generaciones de amantes de su música de todas las edades y de todos los países. Pero quizás, lo más significativo, es que en el teatro de Wagner, a diferencia de otros festivales, sólo se representan sus propias obras. Esta hazaña pudo concretarse gracias a la ayuda de Luis II de Baviera, devoto de la música wagneriana y constructor de palacios poblados de frescos que reproducen temas del músico. Este famoso templo de Bayreuth fue tratado por Wagner como si fuese un empresario teatral y se cuenta que, sentado en una mesa, iluminada la partitura por una lámpara de petróleo, marcaba, el compás con manos y pies y controlaba los primeros ensayos en agosto de 1875, apenas terminado el teatro.

La posición de Wagner frente a la cuestión judía en el siglo XIX ha merecido muchas críticas por declaraciones de tipo antisemita, aunque éstas eran desgraciadamente frecuentes en el siglo XIX y se pueden encontrar hasta en el mismo Marx, que era judío ( confrontar fin de la "Primera Tesis sobre Feuerbach"). Lo cual, por supuesto no excluye a Wagner de su responsabilidad pero tampoco impide valorar la calidad de su música. La posición pangermanista de Wagner fue aprovechada posteriormente en el siglo pasado por el nazismo para apropiarse de un valuarte musical.

Wagner se casó dos veces: con Minna Planer y Cósima Liszt, hija esta última del gran compositor y pianista, cuyo abandonado marido, el célebre director de orquesta Hans von Bülow, explicó en esa situación que si una mujer tenía que elegir entre un hombre y un dios era excusable que eligiera al dios. También mantuvo frecuentes amores, entre ellos con Matilde Wesendonk a quien dedica cinco famosas canciones y que inspira en cierta medida Tristán e Isolda (concluída en agosto de 1859), una de las más hermosas historias de amor de todos los tiempos. Por otra parte Wagner es un hombre de teatro un artista, un mimo, un viejo hechicero capaz de seducir y de convencer del valor indudable de su obra aún a quien fuera necesario. Los engaños amorosos y sus relaciones personales y políticas estaban justificadas para él por la conciencia de la importancia de su obra.

La revolución musical de Wagner fue enorme pues rompió con la ópera de números separados esto es, arias, dúos, concertantes, coros, etc., para desarrollar la melodía infinita y los motivos conductores, que se repiten a lo largo de la obra, para caracterizar personajes, situaciones, estados de ánimo, climas. Desarrolló la melodía infinita en un drama musical fundado en la fusión de todas las artes y en la importancia sinfónica de la orquesta invisible. Introdujo la tonalidad fluctuante y el cromatismo con lo que influyó en especial, en Arnold Schoenberg y la escuela de Viena. Wagner es así la decantación del romanticismo y el predominio de la música entre todas las artes que este propone. La influencia de Wagner fue impresionante en todas las manifestaciones artísticas y particularmente, además de la música, en la poesía, que aspiró a parecese a la pureza y rigor de la música como sostuviera Rudolf Steiner. El mismo Marcel Proust, autor infatigable de una magistral y extensa novela En busca del tiempo perdido, ha reconocido la influencia del músico alemán y fundamentalmente de su última obra Parsifal en el plan y desarrollo de su ciclo novelístico. También en Francia, donde su ópera Tannhäuser, representada en 1861 fracasó y tuvo que ser retirada por Wagner a la tercera representación, fue muy apreciado por Baudelaire, quien escribió artículos sobre su música. Luego de abandonar París, pasa cuatro días en Venecia, muy triste por su fracaso artístico. Inesperadamente la contemplación de La asunción de Ticiano destruye las dudas sobre su arte, siente que vuelven todas su fuerzas artísticas y vitales y decide componer una obra que será Los maestros cantores de Nuremberg , curiosa situación que tiene afinidad con las evocaciones del héroe proustiano que lo llevan a construir su obra maestra.

Estaba convencido de que era un genio y, como se ha dicho, sólo importaba su obra que justificaba todo, posición discutible, pero que manifiesta esa fuerza de convicción que admirablemente algunos artistas tienen más allá de todas las circuntancias.

2- Giuseppe Verdi

Giuseppe Verdi nació el mismo año que Wagner (1813) y murió en (1901). Fue el otro gran músico del romanticismo, esta vez, del melodrama operístico, al que llevó a límites insuperables por un proceso de transmutación, fundamentalmente en sus dos últimas obras, ambas con libreto de Arrigo Boito y basadas sobre obras de Schakespeare: una tragedia, Otello (1887) y una comedia, Falstaff (1893), que constituyen la consagración y culminación de su arte lírico. Otello ha sido considerada como mejor tragedia de la ópera, por su fuerza musical y dramática y Falstaff juega como una de las más hermosas comedias líricas, una obra de conjunto en la que alternan concertantes, coros y un desfile festivo de personajes, que muestran las debilidades humanas pero que no dejan de tener su sabiduría. Posteriormente compuso algunas obras religiosas de una reducida extensión , donde se nota su gran dominio de la polifonía coral.

A diferencia de Wagner, Verdi no fue un músico revolucionario, en cambio, desarrolló a la perfección al melodrama romántico. Sus obras juveniles se estrenaban en los teatros italianos en medio de tumultos políticos que propiciaban la independencia de Italia, que todavía no había logrado la unidad nacional, de la dominación austríaca. Este compromiso con el Risorgimento se tradujo ya en Nabucco (1842) que incluye el canto del coro " Va, pensiero" en el que los israelitas se lamentan por tener que vivir bajo el imperio de Babilonia, lo que escapaba a la censura y era tomado por su auditorio como muestra de la infeliz situación de Italia. El grito de "Viva Verdi", durante y al final de las representaciones, adquiría pues el significado de una clave política, en teatros donde convivían los oficiales austríacos con el pueblo italiano. Su mismo nombre Verdi representaba a Vittorio Emmanuele, Re d´ Italia.

Nada más ajeno al pangermanismo wagneriano, aunque justo es decirlo, Wagner escribió en Arte y revolución lo siguiente: " mientras la obra artística griega expresaba el espíritu de una nación espléndida, la obra de arte del futuro intenta expresar el espíritu del pueblo libre, que no se cuida de fronteras nacionales. El elemento nacional, en ellas, debe ser sólo un ornamento, un atractivo individual y agregado, y no un límite que la confine". Como se ve, el pensamiento político de Wagner es complejo y tiene más matices de lo que pareciera en primera instancia.(incluyendo su participación en 1849 en la revolución de Dresde y su vinculación con el anarquista Bakunin).

Pero es absolutamente claro que las obras de Verdi defienden la libertad, los sentimientos entre padre e hijo, protestan contra la injusticia y la opresión, las torturas y las formas de dominación y despotismo y el poder de la inquisición como se advierte, por ejemplo, en Don Carlos (1867) sobre la obra de Schiller y en la situación imposible del amor frustrado en Aída (1871) desde una posición que podría llamarse quizás humanista.

Sus obras más populares del período medio fueron: Rigoletto (1851), Il trovatore (1853) y La traviata (1853), (las fechas son las de sus estrenos). En La traviata, sobre la obra de Dumas, por primera vez su protagonista es una mujer extraviada en sus amores, una cortesana de la misma época de Verdi, que no obstante es defendida por el músico con un carácter casi elegíaco en su doloroso final. En Rigoletto, sobre una obra de Victor Hugo, en una corte de renacimiento, el bufón ama a su hija a la que conserva ajena a los males de la corte, pero ambos son víctimas de un destino cruel. Il trovatore tiene una magnífica aria "Di quella pira", en donde el trovador se revela a favor de la libertad y contra la opresión de la que es víctima una gitana, que él cree su madre y concluye con una arenga "a las armas". Este pasaje fue elegido por el gran director Luchino Visconti, muy influído por Verdi, para el comienzo de su película Senso. "Verdi y el melodrama han sido mi primer amor y no me arrepiento de ello, por más que me lo reprochen", ha manifestado Visconti.

En 1883, cuando murió Wagner, Verdi se pronunció expresamente y dijo que había muerto un gran hombre y que además era una desgracia para el arte, que le producía mucha tristeza, pero sin embargo permaneció siempre fiel a sí mismo ("ni rastros de Wagner") hasta alcanzar la plenitud en su ancianidad, con una lucidez y un rigor notables al presentar la versión operística del moro de Venecia traicionado por el intrigante Yago y finalmente, como una fiesta suprema, una alegre comedia de enredos, obra maestra de la música universal y un canto al amor juvenil, que culmina con una famosa fuga, que anuncia sabia y dignamente que todos en el mundo somos burlados en (Otello y Falstaff).

Ese fue el producto de una trayectoria artística y personal que conoció fracasos artísticos, muerte de esposa e hijos y que lo llevó a exclamar ante el poco éxito de Macbeth (1847) que era una cosa triste el asunto del teatro, con algún parentesco con Noche de circo de Ingmar Bergman.

También aquí se nota, como en Wagner, ante tantas discrepancias, una insólita fuerza de convicción que triunfa ante todos los males y desventuras. Y, en conclusión posiblemente sea sólo en eso y en la grandeza musical de sus obras tan diferentes en lo que coincidan Verdi y Wagner, perseverantes cultores de estéticas e ideologías distintas.

 

Selección bibliográfica

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* Julio César Moran es Doctor en Filosofía con una tesis sobre La música como develadora del sentido del arte en Marcel Proust, profesor Titular de Introducción a la Filosofía y Adjunto de Estética en la Universidad Nacional de La Plata. Ha sido profesor Titular de Estética en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Ha dictado numerosos seminarios en distintas instituciones sobre estética (Universidad de Buenos Aires, Centro de Investigaciones Filosóficas, Universidad de La Plata, Universidad de Mar del Plata). Dirige proyectos de investigación. Ha escrito libros y numerosos artículos y ponencias en Congresos nacionales e internacionales. Ha tenido a su cargo la conducción y los textos de los conciertos de radio Universidad Nacional de La Plata dedicado a los compositores clásicos y románticos.

 

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