Curso
Virtual Educación para el envejecimiento
(segundo curso)
Bibliografía
Vejez activa
Dr. David Slavsky
Tomado del Seminario: Temas de Psicogerontología
En las últimas décadas se ha generado una cuestión demográfica novedosa que representa un desafio sociológico y cultural. El envejecimiento poblacional es una realidad instalada y creciente en el marco de la entrada a un nuevo siglo. Llegar a viejo ya no es privilegio de una minoria.
Cuando se menciona el fenómeno se dice que ha aumentado significativamente la expectativa de vida. Esto alude a una consideración cronológica y biológica. Pero el planteo que aflora como inquietud es: más años de vida para que? Que metas y anhelos existenciales se suponen para un período en que se extiende la presencia humana fuera de la perentoriedad del cumplimiento de obligaciones? En cuales condiciones físicas y anímicas se vive esta etapa "agregada" hoy a la vida de crecientes grupos humanos?
Las respuestas a esos interrogantes contienen múltiples implicancias, desde las sociológicas antropológicas y filosóficas hasta las jurídicas y económicas.
Tomaremos aquí solamente dentro del campo de la Subjetividad una tríada : CREATIVIDADLO LUDICO PLACER TRANSITORIO
En los adultos mayores es comun que se presenten adherencias libidinales a representaciones previas. Por duelos patológicos respecto al cuerpo, a identificaciones anteriores ( el lugar de predicamento perdido en lo familiar y social ), por los mitos y prejuicios que marcan restricciones. Si esto predomina, la subjetividad permanece inmersa en el doloroso terreno de la nostalgia.
Como reflejo de este estado, se evidencian múltiples abstinencias. No sólo en el plano de la genitalidad. Pueden bloquearse todo tipo de deseos, proyectos e ilusiones.
Barreras para el erotismo y las sublimaciones.
Un camino eficaz de rescate respecto a estos estados de retracción se canaliza a traves de actividades creativas y recreativas.
Freud en "El creador literario y el fantaseo" le adjudicó a la actividad creativa un carácter permisivo y renovador.
Efectuó una analogía entre la creatividad y el juego de los niños. A su vez diferenció el jugar del puro fantasear, ya que el juego permite que la fantasia no quede solo retenida como proceso interior, y si, que se articule con la realidad, facilitando que ésta quede integrada.
Planteaba que en lo creativo se juega "tomando el mundo de la fantasia muy en serio", como a su vez toman el juego los niños. Se establecen contactos con aspectos de la realidad que no deparan placer, o más aún, que provocan sufrimiento, pero, transformados en fantasía embellecida por el acto creativo, se hacen potables para el yo del sujeto, y por el contrario, producen gratificación. La argumentación que ofrece es similar a la que aplica a la explicación de la eficacia del chiste.
En ambos casos hay un aflojamiento de la censura. Dice que el yo es sobornado por una ganancia de placer, provocada por la posibilidad de jugar con temas angustiantes o prohibidos.
"La creación nos habilita para gozar en lo sucesivo sin remordimientos ni vergüenza algunas de nuestras propias fantasias.
Tambien Winnicott aportó respecto al espacio lúdico como facilitador de nuevos investimientos. El propone tomar el tema del juego para estudiar la relación de objeto a través del afecto diferenciándola de aquella "basada en una moción instintiva". Su hipótesis es que la experiencia cultural del sujeto sobreviene como extensión directa del juego de los niños. Relaciona la situación de jugar con el concepto de objeto transicional, y los fenómenos transicionales como una zona intermedia vinculada a la "experiencia de vivir". Enfatiza el valor de este espacio intersticial entre dos sujetos, como una matriz en la cual reencontrar a través de la vida: afecto y placer. En esta línea describe cómo encuentran los intervinientes de un juego, denominadores comunes, a través de los objetos que utilizan, y de las fantasías arquetípicas compartidas.
Tambien en términos de encuentro encara el tema de la Proyección en el proceso creativo, ya que puntualiza el requisito de presencia de una figura materna que reciba las proyecciones y las pueda devolver.
Para los adultos mayores la configuración de un ámbito de empatía y reconocimiento, es esencial para la recuperación de de un equilibrio narcisístico, la superación de duelos y las relibidinizaciones.
Finalmente Winnicott afirma que el jugar es siempre excitante, pero aclara : "excitante no por el trasfondo instintivo , sino por la precariedad que le es inherente, ya que siempre se ocupa de la filosa arista que existe entre lo subjetivo y lo que es percibido objetivamente.
Probablemente lo más específico para el estudio de estas cuestiones en la vejez, es el valor que le asigna a la "precariedad" en el juego como fuente de excitación. El espacio lúdico permite jugar con las distintas precariedades objetivas o fantaseadas que acosan al viejo. Es éste un momento privilegiado de la vida para jugar con las faltas y falencias en un espacio compartido. Predomina así en los grupos y en el psiquismo de cada participante de una lógica : la de disfrutar sensorialmente de aquello que se presenta como efímero.
Freud se ocupó de este tema en un ensayo para un libro de homenaje a Goethe, refiriéndose allí a la dificultad que pueden presentar las personas para regocijarse, en la medida que las cosas son transitorias y están destinadas a desaparecer. El se rebela frente a esta posibilidad y sostiene que es factible lo opuesto, que la escasez de tiempo puede investir de mayor valor lo transitorio y ser por esto mismo causa de placer.
Trata de explicar la postura pesimista, y conjetura que el duelo anticipado es lo que priva el acceso a la experiencia gratificante. En los adultos mayores se observa que el problema no deriva primordialmente del duelo anticipado.
Es la suma de duelos previos estancados lo que interfiere el investimiento de percepciones placenteras. Precisamente, para la salida de estos duelos la valoración del tiempo efímero es relevante. Disponer de la capacidad de disfrutar del instante que pasa.
El arte de lo transitorio tiene así para los viejos una función: la de ayudarlos a superar duelos, e instalarse en otra temporalidad. Un tiempo en que está resaltada la belleza de lo perecedero, opuesta a la expectativa de infinitud.