Discursos
y prácticas profesionales de psicología social en salud
mental (España 1970- 1995) Juan Carlos Duro Martinez |
Agradecimientos
Este trabajo ha sido posible gracias a la participación de muchas personas a las que he de agradecer su existencia (y a veces su insistencia).
En primer lugar a los miembros de las distintas comunidades en las que he trabajado y que han participado en intervenciones comunitarias, dispositivos asistenciales y grupos de formación. Sin ellos este trabajo no tendría sentido.
En segundo lugar a mis primeros (en el tiempo y en importancia) grupos familiares y comunitarios. Uno, el de la Casa Verde de Albacete. Tres grupos familiares formaban una pequeña comunidad de las de tomar el fresco en la calle, que incluía una escuela en el piso de abajo donde eché mis primeros dientes y escarceos intelectuales casi al mismo tiempo. Mis padres y hermanos, mi madrina, sus hijos (el mayor de ellos fue mi padrino) y la otra familia conformaban una estructura grupal tan contenedora como asfixiante de la que tuve que poner distancia para reconocer años más tarde su valor estructurante. El otro, mi grupo familiar actual, creado algo atípicamente desde los rescoldos de la crítica antipsiquiátrica, está, afortunadamente para mi, lleno de mujeres (Maribel, Carmen y Ana). El ¿cuándo acabas papá? ha sido uno de los principales argumentos para poner punto y final a esta tesis.
En tercer lugar a todos los grupos de socialización por los que pasé en la adolescencia (deportivos, estudiantiles y de convivencia universitaria) en los que aprendí que el grupo es más que la suma de las partes, aunque las partes sean imprescindibles para formar el grupo.
En cuarto lugar a los distintos integrantes de los grupos de formación en grupo operativo, en una primera fase coordinados por Nicolás Caparrós y Hernán Kesselman y posteriormente por Armando Bauleo, con el que aprendí la interrogación como método y quien me enseñó a pensar, sentir e intentar transformar los grupos y las instituciones como construcciones ideológicas por excelencia. Con los compañeros de los distintos grupos, a partir de la experiencia grupal, aprendí una psicología social coherente con mis pensamientos políticos y con muchos de ellos seguí aprendiendo en el CIR durante más de una década con los afectos a flor de piel y el intelecto permanentemente conmocionado.
En quinto lugar a mis primeros grupos de inserción profesional y vecinal. Unos cristalizaron en el Equipo CUBO de Hortaleza, en el Colectivo de Psicoterapia y Psicohigiene y en el Departamento de Medicina Psicosomática del Ambulatorio Hermanos Aznar. Los segundos en la asociación de vecinos de Vista Alegre en Carabanchel.
En sexto lugar a los colegas que participaron en los primeros momentos de la Sección de Psicología, la Comisión de Psicología y Municipios, las primeras Juntas de la Delegación de Madrid del Colegio de Psicólogos y en las guerras de la AEN, con los que creímos en un proyecto de psicología ligada al cambio social.
En séptimo lugar a los integrantes de las dos instituciones en las que he trabajado la mayor parte de estos veintitrés años: Getafe y el CUSP. Dos lustros en cada uno de estos lugares.
En Getafe entré en 1980 y lo vivido y aprendido en esos apasionantes diez años apenas tiene un pálido reflejo en mis artículos publicados, muchos de los cuales dan cuenta de dicha experiencia. Desde el intento del golpe de Estado del 23-F del que supimos a través del hilo musical que teníamos en los despachos (éramos un centro de nuevo cuño), hasta las emocionantes conferencias que dimos en Uruguay, Buenos Aires y Río de Janeiro exponiendo el modelo Getafe (cuyos mentores teóricos se ubicaban en aquellos pagos), mis vivencias son profundas y grande, por lo tanto, mi agradecimiento a quienes las hicieron posible. A esta tarea contribuyeron las personas que participaron en el Centro Municipal de Salud y aquéllos que, en sucesivas incorporaciones, formaron los Servicios de Salud Mental de Getafe.
Al Centro Universitario de Salud Pública (CUSP) me incorporé a comienzos de 1990 gracias a su primer equipo directivo y docente. Así entraba de lleno en el campo de la docencia y la investigación en la salud pública y en él he desarrollado la psicología social aplicada a la salud junto a un equipo de profesionales interesados por la confluencia de las Ciencias Sociales y la Salud. De nuevo una institución en momento instituyente que nos permitió generar novedosos proyectos de formación e investigación vinculados al Master de Salud Pública, poniendo en marcha el Diploma de Promoción y Educación para la Salud o con investigaciones relacionadas con los servicios sanitarios. Es en ese marco donde he podido realizar la tesis gracias al apoyo de todos sus integrantes (profesionales, administrativos y personal de apoyo), lo que es motivo de doble gratitud.
Por último he de agradecer el papel de interlocutores que han jugado algunas personas en distintos aspectos relacionados con esta tesis. De manera más lejana Marta de Brasi en los primeros momentos de toma de contacto con nuestro análisis personal y Ana María López Day a lo largo de un montón de años de diván en los que, ya no me acuerdo si en lo manifiesto hablaba de una posible tesis, pero que estoy seguro sí lo hacía en lo latente.
De manera más cercana Adrián Buzzaqui, colega y precursor en el tiempo en el grado de doctor, quien me ha hecho ver con su ejemplo y comentarios la viabilidad de este trabajo, Luis Enrique Alonso, tutor del programa de doctorado, que siempre ha creído en mis posibilidades más que yo mismo y José Ramón Torregrosa, director de la tesis, quien con su presencia, confianza y libertad de pensamiento me ha ayudado a ser un poco más docto en el difícil camino del aprender.
Madrid, Agosto de 1999