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Número 3 - Octubre 2003
No son los únicos restos
Rosy Goldman

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La paciente, a quien llamaré Laura, de 43 años, es viuda hace 3. Vive con su tío y 3 hijos (Gabriela de 21, Marta de 20 y Oscar de 17). Se presenta diciendo: "Quedé sin marido, tuve que salir a trabajar. Quedé fuera de mis hijos. No me cuentan, no está todo bien. La mamá soy yo, ¿qué es lo que pasa que yo no sé? ¿Cómo hago para ver en qué estoy fallando o en qué les fallé? Sé que no lo aguantan al tío pero más no puedo hacer".

Siente que no puede hablar con sus hijos. Esta es una preocupación que se repite durante todo el tratamiento, expresando diversos motivos: falta de espacio, falta de tiempo, etc. Desde su enunciado éste parece ser su motivo de consulta. En varias entrevistas manifiesta que trata de acercarse a ellos pero no obtiene respuesta. Aparenta estar regida por un sentimiento ambivalente: por un lado quiere estar con ellos y por otro siente como una pesada carga el ser madre. En su discurso aparece una demanda de ser demandada. Les supone, sobre todo a su hija más grande, un reproche dirigido a ella; posterga indefinidamente una conversación con los tres en la "que se dirían todo". Dice sentirse culpable de haberlos abandonado cuando tuvo que salir a ganarse el sustento.

El marido trabajaba con el hermano, éste fallece y cierra la fábrica. Pierden la casa por una hipoteca que no pueden pagar. Alquilan, el marido se enferma y al año y medio muere. Laura y sus hijos se quedan en la casa alquilada durante un año pero dadas las dificultades para solventarla se van a vivir con los tíos que criaron a Laura. Al mes fallece la tía.

Duermen los cuatro en una misma habitación. Manifiesta reiteradas veces "estar en el medio" entre sus hijos y el tío. "Haga lo que haga no alcanza". La posibilidad de mudarse le resulta irrealizable. Comenta que fue a vivir allí "porque no le quedaba otra". Sin embargo, hubo una oportunidad en que sí quedó otra y fue cuando su esposo la rescató de la casa de sus tíos cuando tenía 20 años. Después de un período de conquista, Jorge (el marido) la conminó: "O te quedás con tu familia o te venís conmigo". Y Laura decidió apostar a este lugar que le ofrecía.

Del malestar generalizado provocado por la relación con sus hijos, se va despejando que es con su hija mayor con quien tiene más dificultades. Gabriela no le cuenta sus cosas, le contesta cortante, no le pregunta, se siente cuestionada pero no sabe por qué. Ante el proyecto de Gabriela de irse a España, afirma "me parece algo que nunca me hubiese atrevido a hacer". Comenta que la primera vez que consultó a un psicólogo fue cuando su hija se orinaba a los seis años. Laura dice que en dicha ocasión Gabriela manifestó en la entrevista que se hacía pis porque la mamá era dominante y el papá era su refugio. La paciente relata: "Yo, en vez de acompañarla, la retaba, me ponía reloca". La terapeuta le aconsejó que hiciera tratamiento, ella salió llorando, no le gustó la psicóloga, y no asistió más.

Pasado un tiempo relata que está saliendo con una persona. Este hombre la invita a pasar un fin de semana a Mar del Plata y dice no saber qué hacer, "no sé si les parece bien", refiriéndose a sus hijos. A continuación expresa que siente la falta de su marido, a quien podía consultar sobre lo que tenía que hacer. Al finalizar el encuentro me pregunta directamente si viaja o no el fin de semana.

Laura llora todas las sesiones.

Su madre falleció cuando ella tenía 10 años. Dice que pasado un tiempo fue a ver la tumba y ya no estaba. "No tengo buenos recuerdos de ella, siempre fueron momentos desagradables. Me criaban mis tíos, ella trabajaba en casa de familia. No me podía tener... Tengo tres hermanos que están desperdigados. Cuando venía recibía un reto. Siempre mal. Le pedía que me acompañe al baño y siempre tenía fastidio... Una vez me llevó a vivir con ella." Sabiendo que corría riesgo su vida, la madre queda embarazada nuevamente y en el parto fallece.

Recuerda una escena en la que sus tíos discuten con su madre, porque se la quería llevar a la fuerza. Según su relato la tía era responsable legalmente por ella. "Me daba un lugar". Sin embargo, aclara que nunca lo sintió como propio. "Siempre sentí el vacío, viviendo de prestado. Nunca tuve un lugar. Siempre viví con una tía, en el hotel. Me siento como que estoy molestando." En cambio la casa que compartió con su marido fue suya pero la perdió. Ante esto intervengo diciendo: "Los lugares uno se los apropia, nadie los regala."

Del marido dice "para mí era todo... era depresivo y fuerte... era el sostén de la familia." Relata diversas situaciones en que el esposo la consultaba, le preguntaba qué hacer ante diferentes situaciones problemáticas. Después de un tiempo, Laura puede comenzar a hablar de su bronca: "Si tanto nos quería se hubiese cuidado". Sin embargo, esta bronca está permanentemente reprimida por un escrito, de los tantos que él dejó, en el que declara: "Si equivoqué el camino, no habrá reproches".

En una ocasión, cuenta que estuvo en una reunión familiar y que se angustió mucho. "Extraño la ausencia de él..." Subrayo esta frase y ella continúa: "Todo sigue a pesar de que él no está. Quizás eso sea lo doloroso. Todo sigue igual". Antes de morir su marido le dijo: " ‘Sos una morocha fuerte’. Me dejó una obligación. El sabía que yo lo iba a hacer bien. No sé si sentirlo como un halago o como una obligación."

Este "morocha fuerte" adquirió equivocidad en el dispositivo analítico, a partir de una intervención en la que puntúo el significante. Dio lugar a dos cadenas significantes que disparaban significaciones diferentes.

La vertiente superyoica que implicaba la obligación de ser una madre que se las bancara todas, que saliera a trabajar para sostener una familia que sentía que se le había desmembrado, una familia que había logrado construir a partir de un lugar otorgado por un hombre. Pero la "morocha fuerte" también la remitía a su sexualidad.

En su historia infantil, Laura siente que no tiene un lugar propio que la aloje. El encuentro con su marido le permitió obturar su malestar encontrando en el bálsamo del amor alguien a quien hacerle falta. Con su muerte ha perdido este lugar. El significante "morocha fuerte", significante que la representaba para el otro, le alcanzó por un tiempo pero se le impuso como el mandato de un superyo exigente al que no puede satisfacer, frente al cual "nada de lo que haga alcanza".

La otra vertiente del oráculo propuesto por el esposo, que se vehiculiza a partir de la intervención de la analista, es la que le hace enigma y la confronta nuevamente con el interrogante sobre la femineidad.

En una oportunidad, le planteo que, como habíamos acordado, el tratamiento en el hospital tenía un plazo y éste se había cumplido. Ante la posibilidad de un corte me dice: "Quizás no haya dicho todo... A veces cuando no tenés una infancia muy buena. Lo que han hecho los padres es un error. Tengo que demostrar. Yo escuchaba que decían: ‘Filia de putana’ refiriéndose a mi mamá. Creían que yo no entendía. Yo me oriné hasta los 8 años, como Gabriela. Tengo recuerdos de que mi abuela me dejaba parada en la mitad de la pieza toda orinada... Había que cuidar a Laura que no siguiera los pasos de mamá."

Había algo más. El corte permitió que aparezca algo de lo no dicho. Dos orientaciones para tener en cuenta en la dirección de la cura. Una escena fantasmática, donde podría suponerse que está localizado su goce: Todos siguen haciendo su vida mientras ella quedó parada, orinada. Esta hipótesis deberá verificarse ya que por el momento nada autoriza a situar un goce efectivo en esta escena.

Un significante "filia de putana" del que se tiene que cuidar, un goce femenino que se le emparenta con la prostitución.

En la entrevista siguiente fue necesaria la intervención de la analista para que continuara con la temática abierta. Laura relata: "Siempre quise estar con mi mamá y no pude. Es horrible levantar a una criatura toda orinada". Intervengo: "¿Horrible para quien?". Laura: "Para el otro. Ahí esta!! Cuando estaba con mi mamá no me orinaba. Yo quería que viniera y no vino".

Se puede pensar aquí una primera puesta en forma de esta escena como un llamado al Otro que se verifica con el efecto de verdad que se produce en el decir de la paciente: "¡Ahí está! Cuando estaba con mi mamá no me orinaba."

Empieza a comentar las peripecias de conseguir departamento para mudarse. Aparece una "mirada vigilante", que por momentos localiza en el tío que la controla.

Finalmente consigue un departamento para irse a vivir con sus hijos. Surge un "vacío" que la remite a su ser mujer. Aparecen lo que ella denomina "cosas pendientes", referidas a lo que le sucede con los hombres. Dice: "Yo en mi casa y esa persona en su casa... No va a entrar hasta que mis hijos se vayan. No me arriesgo a que mis hijos me digan ¿con este salís? Siempre va a estar la comparación con el padre".

Cuenta que fue al cementerio para homenajear a Jorge . "Por más que vaya no me puedo hacer a la idea de que esté ahí". Intervengo: "Fuiste a ver si estaba". Para mi sorpresa responde: "Vos lo decís por los restos de mi mamá".

Ante la proximidad de la fecha en que deben retirar los restos de Jorge del cementerio, comenta que los hijos le contestaron que ella debía decidir qué hacer. Intervengo diciendo: "No son los únicos restos".

Laura relata que está saliendo con Luis (otro hombre). Lo invitó a pasar por su casa. En la nueva morada hay colgado un cuadro que pintó su marido, en el cual está ella acostada junto a una ventana. Dice que la casa está llena de fotos de su esposo; según ella las pusieron sus hijos. "Me sentí incómoda. ¿Qué me pasa a mí entrando otra persona? ¿Cómo me siento? Ponerme a prueba a ver si me entrego". Intervengo: "Dejarte mirar". Con la intervención se marca lo más propio del sujeto en lo más extraño para él. Se produce un malentendido en el cual es difícil localizar quién es el que mira, quién es el mirado. Laura afirma: "No tenía que mirar nada... Siempre tengo la palabra de Jorge, la mirada de Jorge."

La sesión posterior viene muy angustiada. Llora. " Me encontré con cosas de él. Papeles. Tengo la manía de guardar todo. Me sentí avergonzada por mis hijos. Me puse a tomar. No quiero ir al cementerio, él sabe que no me gusta ir. No soporto este vacío. Es como si lo viera. Todo lo que hacía no alcanzaba. No lo rompí al cuadro. Intenté pero no lo rompí. Me sentí muy avergonzada."

Intervengo puntuando el significante vergüenza.

Laura: "Quizás no quería que me mirara. No sé que hacer con todo esto. ‘Si equivoqué el camino sé que no va a haber reproches’. Todas las cosas que escribió de mi. ¿Cómo hacés con todo eso encima? ¿Vos creés que tiran do todo eso lo voy a recordar igual?".

Freud plantea en "Duelo y Melancolía" (1917) que en el trabajo del duelo, el examen de la realidad ha mostrado que el objeto amado ya no existe más y que es necesario quitar la libido del mismo. Pero existe una renuencia comprensible a abandonar dicha posición libidinal. Por lo cual, el retiro de la libido del objeto perdido se realiza pieza por pieza, con un gran gasto de tiempo y de energía. Por lo tanto, no se trata de "tirar todo", sino de hacer un duelo, esta vez a través de un trabajo simbólico minucioso. Laura ha comenzado a realizarlo. Es necesario desprenderse de los oráculos de Jorge que le dieron consistencia y sin los cuales se siente perdida.

Continúa. "Siempre me escribió. Cuando nos conocimos siempre me miraba. Me mandó una carta. Pensé: ‘No voy a tener escrito lo que me escribió. Para no perderlo lo escribí en un libro... Hablaba de cómo era mi cuerpo, de cuánto me deseaba. El día de la primavera a mi me regaló 3 rosas rojas, a las demás chicas 2 claveles. Me incineró. ¿Por qué a mí? Me dio mucha vergüenza porque todos se dieron cuenta que quería salir conmigo."

Intervengo: "Dos veces tuviste vergüenza".

Laura: "Era un lugar de privilegio. Es difícil dejar ese lugar".

La sesión posterior cuenta que ha tirado las boletas que le recordaban el trabajo que compartió con Jorge. Dice: "Para qué guardar todo eso. Las fotos no las rompí". Le subrayo que ha empezado a discriminar. Relata entonces que esos papeles la remitían a cuando su marido no podía afrontar la situación económica y sólo tomaba pastillas que le hacían mal. El no la escuchaba. Entonces admite: "Me daba mucha bronca esa actitud que tenía de superhombre, no era tan así".

La relación con su hija mayor es un tema que retorna una y otra vez. Es un obstáculo difícil de sortear en la dirección de la cura. Mi hipótesis es que Laura está identificada con su hija. En ella le retorna su neurosis infantil y no sabe qué hacer con esto. En la redacción de este caso, noté lo complicado que resultaba diferenciarlas en el relato. Ambas tuvieron episodios que implicaron una irrupción de la pulsión uretral. Laura se colocaba frente a Gabriela en la misma posición que había adoptado su madre cuando ella se orinaba. A su vez su hija no le cuenta y no la cuenta, tal como su madre no la tenía en cuenta.

En su momento, la paciente no contó con los significantes suficientes que le permitieran hacer frente al agujero creado en su existencia por la muerte de su madre. "La tumba ya no estaba". No pudo realizar los ritos que le posibilitaran simbolizar esta pérdida. La madre, sabiendo que corría riesgo su vida, quedó embarazada y falleció. Algo similar le pasó con el marido que, según el decir de la sujeto, "decidió morir" y la abandonó.

Laura está sostenida de la mirada del Otro. Este Otro para el cual fue causa de deseo. Ha comenzado a hacer el duelo por el lugar que perdió. Ella lo nombra como "lugar de privilegio". Lugar de privilegio que la rescató de esa falta de lugar en la madre, frente a la cual se tenía que orinar para convocar su mirada.

Extraña la ausencia del marido. El vacío la interroga sobre qué fue como objeto de deseo del Otro.

La dirección de la cura estará orientada a aislar los significantes amos, oráculos de Jorge que la nombran, que la atan a una mirada que la sostuvo alguna vez y de la cual, pieza por pieza, ha comenzado a desprenderse.

En un momento posterior, se podrá trabajar sobre la escena fantasmática infantil en la que ella hace un llamado al Otro y se podrá discernir entonces cuáles fueron sus elementos constitutivos.

Lic. Rosy Goldman

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