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Voy a presentar ciertos fragmentos elaborados en distintos momentos como consecuencia de algunas preguntas relacionadas con el entrecruzamiento del orden jurídico y el psicoanálisis.
Desarrollo un recorrido por textos que despliegan lo que entiendo como la cara de la ley fundante del deseo, lo traumático de la operación constitutiva y la imposibilidad de sustraerse a la marca (ley-deseo).
Por otro lado aparece la otra cara de la ley como reguladora y normativizante ( deseo-ley). Una posición etica que implica sostener la dimensión trágica de entender siempre a la ley como interpretación de la Ley.
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A propósito del malestar confío en una espera que no se configure en la línea del sentido que escuchamos y que siempre hace dos. Más bien confío en quien acepte el vértigo, el riesgo, la contingencia, de no dar crédito a lo que le señalan sus ojos. Órgano, en este caso de la vista, que presenta al mundo en dos dimensiones; muy a la moda en esta época de la imagen, la comunicación y el consenso.
Decidí presentar algunos fragmentos que para mí anticipan lo que considero un límite que no es contingente. Quiero decir una lógica que fundamenta la imposibilidad para el sujeto humano de una satisfacción plena y absoluta. Aclaro que no entiendo el concepto de inconsciente como reservorio de representaciones reprimidas y estoy lejos de buscar una explicación teleológica y colmada de sentidos, de esclarecimiento hermenéutico que apunte a leer el sentido del mensaje inconsciente. Descarto una lógica que conceptualice al inconsciente como substancial y pre-existente al acto mismo del hablante. Propongo ubicar dos ejes y señalar un recorrido que llamaré contingente ya que trabajar acerca de las"irrupciones violentas", de "lo traumático", en momentos donde se perfilan diferentes y singulares escenas, puede suceder o no...
¿Puede elaborarse algún trauma?
¿Si el sentido siempre está equivocado, si solo hay interpretaciones; puede aspirarse a la verdad sin que ello nos convierta en víctimas y/o victimarios?
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El texto que he recortado se titula : "El loquito", es una de las prosas de Juan L. Ortiz. La infancia es desmesura anárquica. Fiel a la tradición romántica, los niños, esos "otros" de los adultos, son portadores de una "gracia". Aparecen las amenazas sobre el niño que anticipan el pasaje de una máxima disposición de libertad creadora a las constricciones del mundo adulto. Pasaje que clausuraría, junto con la infancia, las expresiones de la imaginación.
Propongo una lectura, desde una perspectiva exenta de todo patetismo sentimental, que revele en las zonas más humildes de la experiencia cotidiana, la intimidad casi imperceptible a la que se accede por una vía que no cede a la dominación de los poderes Entiendo esto último como una metáfora política, es decir, como una crítica a la dominación social.
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Se trata de un niño, en principio parece que muy pequeño. Tal vez de los que recién comienzan a caminar. Su medio familiar es bastante "normal", el contexto aparentemente no ofrece estímulos que pudieran intraquilizarlo.
Se trata de una vidita anárquica que a pesar de encontrarse con límites por todos lados sigue ardiendo en el paraíso de la acción, a punto de chocar con todo. Se encuentra con obstáculo tras obstáculo y no escucha consejo alguno. No se detiene. Sus padres no dejan de preocuparse por la hostilidad del niño . Tienen cierta inquietud por las relaciones con los vecinos y las consecuencias que pueden acarrearle a la criatura.
"Era un haz de impulsos que se disparaban a la menor incitación. ¿Qué incitaciones sentía? Nada exteriormente le incitaba a la acción. La más perfecta armonía en torno. Calma traspasada de sol. ¿Calma?"... "El caso era que rara vez podía quedarse quieto."
Sin embargo no sólo presenta irrupciones violentas; no esta hecho sólo de violencia .Tiene algunos emprendimientos como cortar flores para regalar a sus amiguitas o colocarlas en el florero de su papá. También recrea para sus amigos las imaginaciones con que lo encanta su mamá.
Del mundo empieza a sospechar que no puede adueñarse. Se encuentran acotadas y guardadas las vías de acceso. Todo parece ordenarse para protegerlo, para cuidarlo. Pero resulta que al multiplicarse los límites se hacen más presentes y ocasionan mayor tentación en él .
De pronto, surge una claridad, se abre unaa lúz. Una mañana, puede haber sido cualquier mañana, se insiste en que el niño no está enfermo. La elección del "no" y la insistencia en que no había enfermedad alguna, hace sospechar. Pero esta vez la sospecha acompaña la inquietud materna que tomándole la temperatura se interroga.
"Qué le pasaba a su hijito? Le acariciaba los cabellos y le miraba a los ojos, que él bajaba con cierto pudor reciente... Del desgarramiento interior, así que su mamá se hubo alejado, brotaron lágrimas, sangre pálida del conocimiento, que no refrescaron su rostro como las que le arrancara el dolor físico, sino que lo esculpieron marcando sobre todo la frente y el entrecejo. Adiós alegría turbulenta, e ímpetu desorbitado que quisieron arrollar el mundo Pisaba en el dominio de los hombres, descubierto de improviso, como a una claridad siniestra, en todo su erizamiento de organizaciones, de egoísmos pequeños y codiciados, sin ninguna gracia, sin ninguna imaginación."
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Las imágenes hasta aquí desplegadas intentan una aproximación a un concepto. Como consecuencia de ello no puede entenderse sino dentro de la lógica que fundamenta una teoría.
Si elegí esta vez un recorte de un texto, como en otras oportunidades pude recortar "viñetas clínicas", es para transitar un borde de "lo traumático".
Partir de una primera orilla que se refiere de alguna manera a aquello que "anticipa el malestar" puede enunciarse del siguiente modo: No hay elaboración del trauma , pues si se trata de buscar el corte, éste, nunca va a ser encontrado.
En una carta a Fliess del 21-9-1897 (Carta 69) Freud plantea la convicción de que no existe en el inconsciente indicio alguno de realidad, de tal forma que es imposible distinguir la verdad frente a una ficción investida por el afecto.
La castración es un suceso en la realidad? No. No hay nada en la vida del sujeto que pueda representar la castración.
Si el psicoanálisis se ocupa de lo real no trabaja con la realidad. Toda irrupción de la realidad perturba la experiencia analítica. El mundo realidad ya supone una distancia, una imagen, una diferencia entre la imagen y lo real, una función simbólica, un lenguaje, una experiencia escópica.
Freud rompe con la tradición de la metafísica occidental que ubica el comienzo de la actividad psíquica en una experiencia perceptiva, y considera a esta última como la base de toda elaboración. La percepción es la preeminencia de la actividad visual, lo que sigue es la representación y después vendría el discurso. Así la percepción precedería al lenguaje en la constitución del sujeto .
Sin embargo no trabajamos con la memoria en el psicoanálisis. Si tomamos algo en relación a ella es porque la atención está puesta en el olvido, en la apertura del inconsciente (beance). Sin lenguaje no hay percepción. El lenguaje precede a la percepción. Entre la percepción y el sentido de la percepción hay un salto infinito. Hay una distancia gracias a la cual tenemos función imaginaria. Hay una imagen que me permite contar disparada por una fantasía. Es decir que vemos desde una imágen.
Preguntarnos acerca de la posibilidad de elaboración del "trauma", transitar por los fragmentos de un texto donde ubico un malestar que anticipa un límite que no es contingente, nos arroja a un "dejarse tentar por lo imposible" .Un dejarse tentar por lo imposible cuando no alcanza la representación.
Al partir de un lugar de falta y al argumentar que el inconsciente no tiene contenido; ¿podemos aspirar a alguna verdad?
Si no se trata de esperar que en el discurso del analizado afloren contenidos de representaciones reprimidas, los fantasmas originarios, tampoco se trata de un trabajo sobre el sentido, ni de un trabajo sobre el sin-sentido; ¿Qué se espera?
No se trata de llenar lagunas mnémicas, de conseguir más y alcanzar no se cual ideal .Una verdad es por sí misma indiferente al estado de la situación. La verdad es enteramente subjetiva. El sujeto no preexiste al acontecimiento que declara . Lo que declara no depende de su identidad. Tampoco es requisito que ese sujeto sea de tal o cual clase social, o de tal o cual sexo. Lo real se manifiesta más bien allí donde el sujeto instruye su debilidad, como desecho de todo lugar.
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