Lo humano correo peligro
Isabel Ortigoza Capetillo.
Extraviado en un mundo de túneles y pasillos,
Atajos y bifurcaciones, entre paisajes turbios
y oscuros rincones, el hombre tiembla
ante la imposibilidad de
toda meta y el fracaso de todo encuentro.Ernesto Sabato.
Esta frase con que titulo el presente trabajo está retomada de Nietzsche. En su texto Shopenhauer como educador analiza las consecuencias que sobre la vida del hombre son producto de la sociedad moderna. A más de un siglo, Nietzsche vislumbraba ya los síntomas de una destrucción y extirpación de la cultura:
Los manantiales de la religión cesan de fluir y dejan tras de sí pantanos o estanques, las naciones se dividen con inusitada hostilidad ansiando devorarse. Las ciencias cultivadas sin atisbo alguno de medida, en el ciego laisser faire, despedazan y disuelven todo lo que se consideraba firme y consistente; las clases y los Estados cultivados son engullidos por una economía gigantesca y desdeñosa. Nunca fue el mundo más mundo, nunca fue tan pobre en amor y bondad. 1
Y concluye, lo humano corre peligro, la imagen del hombre se pierde. El hombre nos dice, no es más que una envoltura exterior carente de contenido, una vestidura ajada, pintarrajeada, hinchada, un espectro aureolado. Ya no rige el hombre vivo, escribió sino una apariencia humana con opinión pública y sentencia: no quedará nada en pie dentro de un siglo.
Michel Foucault, en plena época moderna también se pregunta, ¿dónde está el hombre? ¿el hombre ha llegado a ser uno mismo? Cuestión que como dardo se ensarta en el centro de su obra, la cual podemos percibir desde este sentido considerando la primera parte de su obra como una interrogación acerca del saber, la segunda sobre el poder y la tercera que constituye la pregunta sobre la subjetividad o de las técnicas y tecnologías de la subjetividad.
En los últimos años de su vida, dijo que si bien había estudiado el poder, no era el poder sino el sujeto el que constituía el tema central de su investigación. En su libro Las palabras y las cosas, anuncia la muerte de la forma hombre, haciendo del vacío del asesino de Dios un nuevo espacio, en el cual como dijo Nietzsche, los hombres tienen que volver a aprender y pensar en un nuevo propósito. Así dice:
El hombre es una invención cuya fecha reciente muestra con toda facilidad la arqueología de nuestro pensamiento. Y quizá también su próximo fin (...) Si estas disposiciones desaparecieran (...) entonces podría apostar a que el hombre se borraría, como en los límites del mar un rostro de la arena. 2
La muerte del hombre es un tema que permite poner al día el saber. Sobre todo hoy, en la postmodernidad aunque parezca paradójico resulta acertado interrogarse sobre la esencia del ser , si es que ha habido alguna y se presta a desaparecer. Y también preguntarnos acerca de cuál sería ese espacio de que habla Nietzsche que nos permita volver a aprender y pensar en la formación del hombre.
Si bien esta ha sido no sólo una preocupación nueva, en la antigüedad es Sócrates quien inaugura con su lema un progreso acerca del saber sobre la propia subjetividad al proponer como fin formativo del hombre, el areté; trasmitido no de las maneras sofísticas, sino a través del diálogo socrático y de la mayeútica como arte de ayudar al hombre a dar a luz las ideas.
Pero el "conócete a ti mismo", nos dice Foucault 3, ha oscurecido a la propuesta fundamental de cuídate a ti mismo de la antigüedad debido a que nuestra moralidad insiste en que lo que se debe rechazar es al sujeto. Dichas prácticas estaban constituidas como epimelesthai sautou, "el cuidado de sí", "la preocupación por sí", "el sentirse preocupado", "inquieto por sí". Este precepto era para los griegos uno de los principales principios de la ciudad y una regla de conducta social, personal , propia del arte de la vida. Inicialmente preocuparse por sí mismo, no es ocuparse del cuerpo, del vestir, de los instrumentos ni las posesiones, sino del alma, de examinar el alma y elevarla. Estos principios morales se han transformado, hemos heredado la tradición de la moralidad cristiana que determina la renuncia de sí como principio de salvación.
Freud también compartió esta preocupación acerca de la pregunta sobre el ser. Lo hace inaugurando un espacio para el estudio de la subjetividad. No se nombró hombre de ciencia, ni un observador, ni pensador. Por temperamento dijo, no soy más que un conquistador, un aventurero. Su territorio a adueñarse fue el saber acerca cómo funciona la mente, batalla que ocupa su vida, cuya meta alcanzada habla de la verdad del hombre, de la existencia del inconsciente como la otra escena que determina y constituye al ser. Así subvierte la idea de una esencia conciencialista del hombre.
Con esto, la técnica de Freud, trasciende esa ilusión de la idea que se cultiva sobre el sí mismo, con su técnica es posible llegar a esa subjetividad.
El estudio de los sueños le permite a Freud descubrir la esencia humana del hombre y la naturaleza del proceso como un ser de deseo. El deseo es lo que impulsa al hombre a vivir, está dicho en su palabra, en su acto, en lo más enigmático de su conducta, en su sufrimiento, su placer, su goce, en la enfermedad y en la locura.
La clínica psicoanalítica, es una clínica de la palabra, es decir del significante. Es un método para abordar el sufrimiento por medio de la palabra, que a diferencia de otros que también emplean la palabra, pretende que el sujeto llevado por la palabra acceda a un decir nuevo, inesperado, original, consienta a moverse de ese lugar de sufrimiento, vaya a otra cosa que no es sino a su propia subjetividad, a su deseo, a su ser, a su autenticidad como hombre.
Tal como la han vislumbrado los maestros de la sospecha, Nietzsche, Freud y Foucault, la cuestión sobre el sujeto es un problema fundamental de la filosofía y del pensamiento postmoderno. La pregunta ¿Quién soy? No es hoy una mera inquietud abstracta sino es hoy La pregunta vital acerca del sentido de la existencia del hombre.
¿Qué nos hereda al respecto el siglo de la ciencia y la tecnología? El hombre como ser-en-el-mundo, ha intentado adueñarse de él para hacer su vida mejor, así ha construido el mundo científico como un cuerpo de ideas que puede caracterizarse como un conocimiento racional, sistemático, exacto verificable y consiguiente engañoso.
Por medio de la investigación científica el hombre ha elaborado una teoría conceptual del mundo y no solo eso, sino que a moldeado la naturaleza sometiéndola a sus propias necesidades, además, ha construido también una sociedad que a la vez lo moldea a sí mismo, De tal manera que ha cambiado su forma de pensar, de ser, de relacionarnos con el mundo, con los demás y con la pareja sexual.
Así la ciencia se nos ha aparecido como el camino por excelencia para alcanzar las estrellas; la hemos considerado como un bien en sí mismo en cuanto la hemos aplicado al mejoramiento de nuestro medio natural, a la invención y manufactura de los bienes materiales y culturales que creemos nos ayudan a hacer la vida más fácil pero, se nos ha olvidado que sobre todo es un método de investigación y descubrimiento del conocimiento.
La ciencia ha transformado la forma de razonar y percibir del hombre, al reeducarlo en la exigencia de la racionalidad y objetividad, como elementos insustituibles para referirse a la verdad, basada en una concepción positivista de la ciencia que a dominado en la época.
Algunas de las características de la ciencia que señala Mario Bunge 4, son:
El conocimiento científico es fáctico: parte de los hechos, los respeta hasta cierto punto, y siempre vuelve a ellos. La ciencia intenta describir los hechos como son sin dependientemente de su valor emocional y comercial. Hecho que indudablemente ha provocado que el investigador pueda matar incluso al ser vivo que observa o que modifique el ambiente y la cultura.
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La investigación científica aborda problemas circunscriptos, uno a uno, y trata de descomponerlo todo en elementos (...)no se plantea cuestiones tales: "¿Cómo es el universo en su conjunto?", o ¿Cómo es posible el conocimiento?" . Trata, en cambio, de entender toda situación total en términos de sus componentes; intenta descubrir elementos que componen cada totalidad y las interconexiones que explican su integración
El conocimiento científico es claro y preciso. Exige definiciones precisas, mediciones afinadas, no se permite vaguedades y procura la precisión. Mide y registra sus fenómenos y exige una lenguaje artificial inventando símbolos, o signos que representen y digan claramente sobre el hecho observado.
El conocimiento científico es comunicable, es decir no es inefable sino expresable . Lo inefable considera ser propio de la poesía o de la música, no de la ciencia, cuyo lenguaje es informativo y no expresivo.
El conocimiento científico es verificable es decir demostrable a través de técnicas de medición.
La investigación científica es metódica. El conocimiento científico es sistemático y le interesa la generalización, legalización y explicación de los hechos en teorías y leyes.
La ciencia es útil dice Mario Bunge : La ciencia es útil en más de una manera. Además de constituir el fundamento de la tecnología, la ciencia es útil en la medida en que se la emplea en la edificación de concepciones del mundo que concuerdan con los hechos, y en la medida en que crea el hábito de adoptar una actitud de libre y valiente examen, en que acostumbra a la gente a poner a prueba sus afirmaciones y a argumentar correctamente.(...) es valiosa como herramienta para domar la naturaleza y remodelar la sociedad; es valiosa en sí misma, como clave para la inteligencia del mundo y del yo; y es eficaz en el enriquecimiento, la disciplina y la liberación de nuestra mente. 5
Sin embargo, la ciencia se plantea sin sujeto, la cuestión sobre la subjetividad ha quedado marginada de la ciencia. Su exigencia de exactitud y precisión del saber sobre universo no va de la mano de las manifestaciones de la subjetividad propias del ser humano: las emociones, los sentimientos, las pasiones, las preguntas existenciales, el sufrimiento, la enfermedad psíquica etc. Por lo que la cuestión del saber se disocia; hay el saber denominado científico acerca del hombre que puede ordenarse, predecirse y controlarse y un no saber, oculto, velado, de la verdadera naturaleza del ser, del que nada se quiere saber. Un saber que ya ha sido revelado en la literatura, en la pintura, en la filosofía y por supuesto formulado en el psicoanálisis.
La ciencia, que es el discurso de la modernidad, recusa esa naturaleza del hombre como ser esencialmente de deseo. Y de ser sujeto se ha constituido como objeto.
El hombre contemporáneo ha creído en la ciencia y en ella ha visto una promesa de verdad absoluta, mas las promesas casi siempre son para no cumplirse. La esperanza estaba puesta en el alcance de una ciencia para ser usada por el hombre y no al contrario. Un ideal de vida y un avance tecnológico que venga en su ayuda. Una vida en familia, con ideal de unidad y armonía; una sociedad justa, un gobierno democrático, regidores honrados; un nivel de vida digno; desarrollo económico político y social de los pueblos; un nivel de educación alto para todos; salud y bienestar. En fin, un mundo sano, organizado, sin violencia, con respecto e igualdad para la mujer; y en consecuencia un hombre humanizado.
A cambio, a principios del siglo XXI, no hay la familia unida, el número de divorcios y madres solteras es elevado, la política se sigue haciendo en contra de los partidos que sustentan el poder; la educación sirve a fines utilitarios y de intereses de clase; la mujer sigue siendo marginada, y sujeta a bienes sociales; hay hambre en gran parte del mundo; países tercermundistas, la violencia es incontrolada; la gente se droga; el narcotráfico y la prostitución se han erigido como los negocios del siglo; hay caída de valores; se instituyen valores extranjeros prostituyendo la cultura; hay contradicción y decadencia e ideales de vida basados en el alcance de una supuesta excelencia a través del éxito económico y social.
La ciencia dice Nietzsche, es fría y seca, carece de amor y no sabe nada del profundo sentimiento de la insatisfacción y la nostalgia. Es tan útil a sí misma como nociva para sus servidores ya que les transfiere su propio carácter; lo cual, por así decirlo anquilosa su humanidad. 6
Señala además las verdaderas razones que impulsan a los servidores de la ciencia. 7 Algunas de ellas son:
La verdad dice Nietzsche, se busca sobre todo por que importa la búsqueda misma, por poseer el conocimiento, el placer de tener el conocimiento mismo y no por la verdad primordialmente. El saber entonces es a tener, como un fetiche, como algo que se puede poseer, adquirir y por lo tanto también desechar.
No es que no le interese a la ciencia la verdad, si ciertas verdades, sobre todo las que son útiles y que se ponen al servicio de las personas poderosas, ciertos grupos económicos, iglesia, Estado, e ideales educativos, por ejemplo.
No hay honestidad en este sentido, señal Nietzsche, solo se habla de algunas verdades a propósito de no las cosas más importantes y trascendentales que atañen al hombre para vivir mejor.
La división rigurosa del saber, que si bien ha llevado a la especialización y dominio de determinado campo del saber, limita la visión de conjunto del problema y del hombre.
La ciencia es incapaz de comprender lo que es raro, grande y extraordinario, y aquello que es lo más importante y esencial para el hombre. Es una ciencia de lo "normal".
El servidor de la ciencia posee pobreza de sentimientos y aridez. No tiene ni ideal del dolor que conllevan algunos conocimientos y por eso no siente miedo de aventurarse en campos donde a otros le tiembla el corazón, Es frío, de ahí que fácilmente parezca cruel. Como ejemplo tenemos los efectos de la bomba de Hiroshima y el drama de Chernovyl, por mencionar solo dos.
La ciencia consiente la formación del profesionista erudito, del maestro erudito y del filósofo académico, dice Nietzsche; que se comportan como coleccionistas, comentaristas de libros y compiladores de índices, más no como educadores.
La ciencia moderna plantea una especial relación con el saber, que es la apuesta por un saber absoluto, por un saberlo todo; La idea que se difunde es que es posible alcanzar un saber absoluto, una verdad verificable, que es posible saberlo todo, que el lenguaje puede decirlo todo y la ciencia es el discurso de lo verdadero.
La ciencia ha prometido la verdad, se ha enseñado como verdad y lo que no entra ahí que es aún mucho saber, se explica por el proliferamiento se seudo- saberes. La ciencia no puede saber todo y mirar al saber como algo que puede alcanzarse totalmente.
Si bien no es posible negar los beneficios que la ciencia y la tecnología ha brindado al mundo, este trabajo no pretende eso ni soslaya el saber de la ciencia, Mas es necesario apuntar que también trajo maleficios a la naturaleza, la sociedad y al hombre mismo. Mencionaremos algunos: la destrucción ecológica; el uso bélico; industrias lascivas a la salud; bomba de neutrones; sobrecalentamiento de la atmósfera, perforación de la capa de ozono, contaminación del aire, agua, tierra y los alimentos, proliferación de plástico no reciclable; Todo esto rebasa el cuidado, el proceder humano y la estética del hombre.
En cuanto a los social nuevos valores y creencias rigen la vida: neurosis colectivas, admiración de los héroes de la televisión, sustitución y desvalorarización el trabajo del hombre a cambio de la máquina y del comercio lo que ha provocado una concentración de población en estados gigantescos, y la emigración de trabajadores del campo; proliferación de enfermedades de la modernidad, como el cáncer y sida; guerra atómicas, masificación de culturas. A esto hay que agregar la violencia y la barbarie e inhumanidad en que se ha caído: Los miles de niños de la calle asesinados en Brasil, tráfico de bebés, venta de órganos, terrorismo internacional, el horror de Bosnia, los conflictos del medio oriente. Vivimos dice Sabato, en un mundo destrozado entre los delirios de la razón y la crueldad del acero.
No se trata de negar o desmerecer al avance científico y tecnológico, ni tampoco de proponer la solución, sino de reflexionar acerca de los efectos nocivos para la humanidad. La ciencia ha transformado en gran parte la arquitectura del ser humano. Si bien este fenómeno es producto además de una gran empresa que implica ante todo, los rubros económicos , políticos, y educativos, el saber de la ciencia ha estado sujeto a esto y obedece a los intereses del poder. Sus mermas son profundas y han repercutido en el hombre haciendo peligrar su intimidad, su subjetividad, su esencia como tal.
El capitalismo moderno y la ciencia positiva son dos caras de una misma realidad desposeída de atributos concretos, de una abstracta fantasmagoría de la que también forma parte el hombre, pero no ha el hombre concreto e individual sino el hombre-masa, ese ser extraño con aspecto todavía humano, con ojos y llanto, voz y emociones, pero en verdad engranaje de una gigantesca maquinaria anónima. Éste es el destino contradictorio de aquel semidiós renacentista que reivindicó su individualidad, que orgullosamente se levantó contra Dios, proclamando su voluntad de dominio y transformación de las cosas. Ignoraba que también él llegaría a transformarse en cosa. 8
Los resultados: sujetos sin opinión, manejables, utilizables, vigilados, enajenados, impersonales, carentes de espacios propios y comunitarios donde la reflexión, el desacuerdo y la crítica puedan florecer . Y por si fuera poco categorizados como "elementos" de uso y desuso.
La ciencia, la tecnología, la escuela globalizada ha cambiado la relación del hombre con las cosas, con sus coetáneos, con su medio social y consigo mismo. Su voz es ahora endeble, pobre, insegura. La cultura que se trasmite, como señala Nietzsche es la del momento, la de la mentalidad imperante y la de la moda en consecuencia los frutos de ese árbol injertado son hombres tatuados con imágenes de "civilizados" y palabras silenciosas.
En la vida cotidiana la ciencia y la tecnología ha impactado la vida del hombre, ocupa un lugar primordial en todo; ha intentado hacer la vida más práctica, en su afán de donar de objetos que le faciliten el trabajo y le sirvan de entretenimiento. En casa, el televisor, la plancha, lavadora, licuadora, teléfonos inalámbricos son las maravillas que nos hacen la vida más cómoda, ilusamente manejable y no por eso más sencilla.
El teléfono, el fax, los automóviles y los aviones son los representantes por excelencia de la era de la tecnología. El Internet, la fantasía hecha realidad, a través de él circula sin límite cualquier tipo de información y que nos brinda la ilusión de "comunicarnos" con todo el mundo; y las exposiciones virtuales, estas aparentemente nos acercan a las cosas, de manera más abstracta pero también nos aleja del corazón de las cosas. Somos testigos de una trasmutación de la relación del hombre con las cosas, donde toman su inútil condición de objetos que se desechan y toda la magia que tenía como parte de la emoción del hombre que los usó para un encuentro humano, se pierde.
El símbolo ha hecho al hombre, dijo Lacan; El hombre es un ser de lenguaje y si habla es para dirigirse al otro. Al otro al que demanda algo que tiene que ver con la demanda fundamental del ser que para ser dirige al otro. Siendo que el hombre no es hombre sin el otro. Para el hombre, lo dijo Freud, el otro cuenta, como amigo, pareja o enemigo.
El hombre está perdiendo el diálogo con los demás, el encuentro cuerpo a cuerpo, el reconocimiento del mundo que lo rodea, siendo que es allí donde se gesta el amor y la amistad como lazos supremos de la vida. En la mesa, los intercambios, incluso las discusiones parecen reemplazadas por la televisión. Funciona como una ventana a través de la cual podemos ver la vida cotidiana y al mundo. Ha influido tanto en nuestra percepción que mediatiza nuestra mirada. Hemos extraviado nuestra capacidad para mirar directamente la naturaleza y la vida que nos rodea. La televisión se esta convirtiendo en una pantalla a través de la cual sentimos la vida, nos está influyendo con cierta forma de pensar la vida, el mundo, el amor y el sexo.
Dice Sabato 9, "la televisión es el opio del pueblo"modificando la famosa frase de Marx; nos aletarga y nos quita las ganas de trabajar si nos desvelamos, o de hacer otra cosa alguna, artesanía, leer, escuchar música, salir con un amigo. El estar monótonamente sentido frente a la televisión anestesia la sensibilidad, hace lerda la mente, perjudica el alma.
La tecnología nos ha economizado el tiempo. Nos permite acercarnos a las cosas, hacerlas más fácilmente, y rápidamente ahorrando el tiempo que se usaba para lavar, escribir una carta, caminar hasta la casa del amigo o viajar durante días para visitar un ser querido. Nos ha acortado las distancias, las comunicaciones, la espera, etc. Sin embargo también ha alejado algo, las cosas y las personas. Ha transformado el modo de relación de las cosas con los sujetos.
Las cosas son hoy día instrumentos desechables. Lo que ha producido la tecnociencia es la abolición del tiempo del placer en la relación con las cosas. El romanticismo que había con las cosas y los hombres se ha fracturado. El hombre romántico y sensible no tiene cabida en al vida moderna, su tristeza y depresión lo extrañan de sí mismo. Es fácil conseguir las cosas, usarlas y luego se desechan. En medio del hombre y su relación con el otro, se interponen las cosas desterrando la intimidad, el trato humano directo con toda la emoción que emana. Ese lugar donde dos seres se relacionan conversan, aman o discuten. Sólo quien puede relacionarse con otro sin destruir sus diferencias es capaz de cristalizar un encuentro humano.
La tecnociencia y el uso acelerado del tiempo ha desterrado la intimidad entre los humanos y las cosas, pero también entre los hombre, y entre los hombres y las mujeres. Los sujetos han devenido también al lugar de objetos, es decir, cosas de uso y desecho: seres incapaces de intimidad, seres máquinas-performance, seres manejables, mutantes, y deshumanizados.
En el trabajo, la consigna es producir, elaborar cosas evidentes para uso práctico. De ahí que se dedique más tiempo en producir bienes materiales que en actividades donde requiera cavilar, especular o estudiar: además, vivimos corriendo de un lado a otro, pensando en el trabajo, haciendo trámites, transportándonos paradójicamente casi sin tiempo para el ocio espiritual.
Estamos más al alcance de desconocidos a través de la computadora. No falta mucho para que alguien llegue a amarse a través de un monitor, mascotas artificiales ya hay. Ciudades abarrotadas donde la gente difícilmente puede comunicarse y ayudarse, en consecuencia el hombre está cada vez más solo. Y es uno más, igual a otros, aterrado en un mundo de concreto y acero de gente extraña, e inhóspita que acrecienta brutalmente el desamparo inicial del sujeto humano.
Y en los caminos del placer, de la sexualidad, de la creación y la estética, también hay una forma diferentes del hombre de relacionarse con ellas. Aparece dirigida más hacia el tener como una forma para ser.
Sintetizando diré, el conocimiento, la educación, la gente, el sexo, etc., la llamada cultura se convierte en un objeto de consumo y no de transformación el sujeto. Objeto de consumo y por consiguiente de desecho. Hay nostalgia romántica de valores humanos que se dispersan. La verdad, el saber, el amor, la compasión, la comprensión, ayuda, solidaridad etc., se van desterrado de nuestros ideales. Busquemos nuevos espacios para ellos, al pensar en el estudio y la formación del hombre.
La humanidad globalizada es menos pensante, menos crítica, menos consciente, es además presa fácil de la política universal de la información. La persona se aleja cada vez más de su propia persona. La manipulación de este fenómeno es tan exacta que la mayoría vive ciega, ni siquiera se percata y mucho menos se cuestiona si lo que sucede es o no lo correcto, Hay que recuperar la lucidez y recatar el afecto propone Saramago en su Ensayo sobre la ceguera.
Además esta "máquina despersonalizadora" es perfecta y sus huellas son difíciles de rastrear. A nivel de educación, en las escuelas se evidencian ciertos síntomas, Porqué de pronto necesitamos dar cursos para aprender a pensar, para desarrollar la creatividad, la imaginación, de relaciones humanas, etc. La dimensión ética en todas las actividades humanas tiende a desparecer.
Con la ciencia, el sujeto elabora un discurso objetivo y pierde su subjetividad. Trata de ser esa "alma bella" ese hombre objetivo y se olvida de lo que realmente siente, quiere, se olvida de hablar de su propia opinión, de su forma de ser, por eso no crea, aunque si produce lo que debe. Hombre que habla, repite discursos de moda y que no encajan en lo que es el acto. El hombre ha sacralizado la ciencia y ésta se vuelve contra él: El hombre se deshumaniza y corre peligro de sofocarse como sujeto pensante. Su individualidad, intimidad, originalidad, autenticidad y singularidad está corrompida. El camino de cada quien para llegar a ser uno mismo se halla oscurecido tras las máscaras que portamos como hombres avanzados, refinados, actualizados, equilibrados y juiciosos.
El avance científico y tecnológico es una máscara que cubre el caos en que ha caído una sociedad que tiene en crisis sus valores espirituales. La verdad sobre la naturaleza del hombre como sujeto de deseo, como una subjetividad, se ha eludido del saber de la ciencia. Para el psicoanálisis, el sujeto de la postmodernidad sería éste que surge en el siglo XIX: Que vive extraviado en un mundo de razón y acero que lo despersonaliza. Más el hombre, como lo postula el psicoanálisis es una subjetividad que nace del lenguaje, se constituye en la ley, vive con la muerte, camina con el deseo buscando el objeto perdido y muere en el goce, traspasando sus límites.
Pondré punto final a este trabajo citando a Baudelaire:
El hombre moderno para Baudelaire, no esa aquel que va en busca de su propio descubrimiento, sus secretos, su verdad oculta, sino aquel que intenta inventarse a sí mismo. Esta "modernidad no libera al hombre de su propio ser", lo compete a enfrentar la tarea de reproducirse a sí mismo. 10
Notas
1 Nietzsche, F: Shopenhauer como educador, Valdemar, Madrid l999, p. 80
2 Foucault, M: Las palabras y las cosas, una arqueología de las ciencias humanas, Siglo veintiuno editores, Madrid l968, p.375.
Foucault, M: Tecnologías del yo, Ediciones Piados Ibérica, Barcelona 1990, p. 54.
4 Bunge, M : La ciencia, su método y filosofía , Ediciones siglo veinte, Buenos Aires, 1980, p. 16 36.
5 Ibíd., Bunge, p 36.
6 Ibid, Nietzsche, p. 119, 120.
7 Ibid, Nietzsche, pp. 120- 132.
8 Sabato, E: Antes del fin, Ed. Seix Barral, México l999 p. 116.
9 Sabato E: La resistencia, Ed. Seix Barral, México 2000, p, 14.
10 Citado por M. Foucault en su texto ¿Qué es la ilustración?.