Un error de lógica en la "Apología de Sócrates"
Luis Tamayo
Resumen
En la lectura que hizo Sócrates de la respuesta de la Pitia a Querefón *narrada en la Apología de Sócrates de Platón* cometió el error de no considerar una de las opciones lógicas. Así, leyó el "no hay nadie más sabio que Sócrates" como una afirmación de superioridad cuando podía ser leido, también, como una simple igualación ("en cuestiones de sabiduría no hay, entre los hombres, ni mejores ni peores").
Esa "lectura narcisística" del oráculo lo condujo a ridiculizar a aquellos que eran considerados, en su época, "maestros de virtud" y, a consecuencia de ello, a la muerte. Sin embargo, esa "misión divina" también lo convirtió en el afamado personaje que desde la antigüedad es.
A Logic error in Socrates Apology
Abstract
In the reading that Socrates did of the answer of the Pythia to Chaerophon *narrated in the Socrates Apology of Plato* he made the mistake of no considerate one of the logic options. Then he read "there is no wisest man than Socrates" like un affirmation of superiority when it could be read too like a simple equalization ("talking about wisdom there is not between the men or better or worse").
That "narcissistic reading" of the oracle guided him to make fun about them who were considerate, in his time, "virtue masters" and as a consequence of that to his death. However that "divine mission" turned him into the famous person that is since ancient times.
"...obedeceré al Dios antes que a vosotros y, mientras tenga aliento y pueda, no cesaré de filosofar, de exhortaros y de hacer demostraciones a todo aquél de vosotros con quien tope".
Sócrates 1
Introducción
La Apología de Sócrates, 2 uno de los diálogos socráticos de Platón, ha sido utilizado habitualmente por la tradición filosófica occidental para ensalzar la figura de Sócrates, para mostrar cuán injustos fueron los jueces que lo condenaron a beber la cicuta luego de que prosperara la demanda interpuesta por sus acusadores. Tal texto ha sido utilizado para configurar una especie de hagiografía del filósofo.
La otra Apología, la de Jenofonte, si bien es, en términos generales, más mesurada, resulta respecto a este punto más exaltante. Si en la versión de Platón la Pitia tan sólo responde que "no había nadie" 3 más sabio que Sócrates, en la de Jenofonte responde que "no había hombre más libre, justo y sensato"4 que él.
El contrapunto lo encontramos en un contemporáneo del filósofo, en Aristófanes, quién, en su comedia Las nubes escrita veinticuatro años antes del juicio al que nos hemos referido 5 nos presenta un Sócrates ridículo que sólo enseña vicios, que instruye a un padre agobiado por las deudas en la manera de no pagarlas (¿el mar se hace más grande? ¿cómo pretenden entonces cobrarme réditos?) y a su hijo a justificar el maltrato a su padre (¿no se golpea a los hijos por cariño, para instruirlos?), lo cual conduce a que ese Sócrates sea perseguido y su escuela sea quemada a causa de la ira del padre golpeado. 6
Ahora bien, en esta ocasión no pienso adentrarme en esa vía. Me interesa estudiar un evento muy particular: el nacimiento de la actividad filosófica de Sócrates. Con tal fin, recordemos lo planteado en las apologías.
Sócrates y la filosofía
Corría el año 399 a. C., el tribunal de los arcontes 501 ciudadanos atenienses en la ocasión recibía una acusación presentada por tres miembros ilustres del partido democrático: Anito, 7 Méleto y Licón representantes, respectivamente, de la ira de los políticos, los poetas y los oradores contra Sócrates, hijo del escultor Sofronisco y de la partera Fenaretes, bajo los cargos de no creer en los dioses de la ciudad, de tratar de introducir otros dioses y de corromper a los jóvenes. Acusación que prosperará y llevará al entonces mortal a su fin necesario.
Sócrates sostuvo, en su defensa, que tales acusaciones eran absurdas. Contraargumenta sin dificultad, debido, en parte, a la inhabilidad dialéctica de Méleto, el portavoz de los acusadores. Su hábil retórica ha convencido, en el curso de los siglos, a la mayoría de los comentaristas de este juicio. Pero no a todos. Hegel 8 sostuvo, por ejemplo, que la llamada "doble acusación" tenía fundamento, pues, por un lado, ciertamente Sócrates había abandonado a los dioses de la ciudad y había propuesto otro: la razón humana; 9 por el otro, se puede considerar que "corrompía" a los jóvenes al liberarlos del yugo de la, en aquél entonces, incuestionable autoridad paterna. Otros estudiosos han planteado que fue su indomeñabilidad política 10 o su pedagogía corruptora 11 la que lo llevó a tal fin. Sin desdeñar estas opiniones, deseo plantear otro punto de vista: considero que Sócrates fue condenado a muerte a causa de su actuar, su pena fue una consecuencia del síntoma que lo aquejaba: la filosofía.
El Sócrates de la Apología de Platón 12 sufría de una compulsión, la de mostrarle al otro que era un ignorante. Ello condujo a que se llenara de admiradores... y de enemigos. Del intercambio generado en sus diálogos Sócrates concluía: "yo soy más sabio que este hombre; es posible que ninguno de los dos sepamos cosa que valga la pena, pero él se cree que sabe algo, pese a no saberlo, mientras que yo, así como no sé nada, tampoco creo saberlo". 13 Reflexión que la tradición ha reducido al multicitado "yo sólo sé que no sé nada". 14 ¿Por qué se insiste en leer en esta afirmación un reconocimiento de la ignorancia? ¿no inicia con "yo sólo sé"? En esta conclusión se encuentra un reconocimiento no de la ignorancia sino del propio saber. Por ello la voz "Sócrates" se puede leer, siguiendo a Chantraine, como el "poderoso de poderosos" 15. Incluso Taylor, al estudiar tal afirmación, comparaba a Sócrates con "un tuerto en tierra de ciegos"; 16 ¿cómo podría considerarse ignorante a alguien así, a alguien que aún podía mirar donde otros ya no podían hacerlo?
Ahora bien, ¿de dónde le nació a Sócrates tal compulsión, esa "misión divina"? 17 La historia es la siguiente.
El oráculo
Ocurrió que, un día aciago, Querefón (Xairefw/n), un "emprendedor" y vehemente amigo de juventud de Sócrates se encaminó al oráculo de Delfos 18 para preguntar a Apolo lo siguiente: ¿hay algún hombre más sabio que Sócrates?
La respuesta de la pitonisa 19 fue un no rotundo, inequívoco: "La Pythia narró Sócrates respondió que no había nadie más sabio" (a)nei=len ou)=n h( Puqi/a mhde/na sofw/teron ei)=nai). 20
Regocijado, Querefón fue con su antiguo amigo y le regaló su revelación, la cual, desde el inicio, fue recibida con recelo por parte de Sócrates. Platón nos narra su reflexión:
"Habiendo, pues, oído tal oráculo, pensé en mi ánimo: ¿qué dice el Dios, y qué pretende con tal dicho dar a entender? que no me sé sabio, ni poco ni mucho. ¿Qué, pues, querrá decir al afirmar que soy el más sabio?"
Notemos que Querefón emplea un comparativo (sofw/teron más sabio que...) y que la respuesta negativa de la pitonisa permite a Sócrates usar un superlativo (sofw/taton el más sabio).
Ahora bien, ¿dijo el Dios que Sócrates era el más sabio de todos los hombres? No necesariamente. El Dios respondió, a través de la pitonisa, que no había nadie más sabio que él: a)nei=len... mhde/na sofw/teron ei)=nai (respondió... que nadie más sabio existía), respuesta que tiene dos posibilidades de lectura: o bien Sócrates es más sabio que todos los hombres, o bien, Sócrates es tan sabio como todos los hombres.
Esto es evidente desde un punto de vista lógico: si no hay ninguna B mayor que A esto tiene dos soluciones: o bien A es mayor que B (A>B) o bien A es igual a B (A=B). Si digo que no hay ningún vaso mayor que el que sostengo en mis manos esto puede significar que este vaso es el más grande de todos o que todos los vasos son del mismo tamaño. La respuesta de la Pitia también podía haber sido leída así: que "en lo que respecta a la sabiduría, entre los humanos no hay ni mejores ni peores".
Llama la atención que, pese al rigor lógico mostrado en múltiples ocasiones por Sócrates, en este caso solamente leyera la primera posibilidad.
Pero no sólo él.
La enorme tradición filosófica occidental que se ha abocado al tema tampoco lo considera, ni Burnet, ni Jaegger, ni Robin, ni Gómez Robledo, ni Mondolfo, ni Colli...entre otros. 21 Sólo Taylor y Guthrie rozan la problemática. Guthrie 22 cuando escribe que podría ser una "traviesa vanidad" de Sócrates continuar con su "misión divina" (pero no explica a qué se refiere con eso) y Taylor según Guthrie 23 cuando sostiene que en ocasiones y ésta sería una de ellas el oráculo respondía lo que sabía que agradaría al solicitante. ¿Esto quiere decir que mentía deliberadamente? No lo creo. No hubiese podido sostener el peso moral que acumuló. Me parece que, si la tesis de Taylor fuese válida, se puede entender la respuesta de la Pitia como una corroboración de la dirección de la transferencia, 24 es decir, dado que Querefón había manifestado a la Pitia su transferencia hacia Sócrates por el solo hecho de plantear de esa forma la pregunta, ella no podía sino corroborarle la apreciación. Sócrates era el más sabio... para él. Añadamos que, sin embargo, la transferencia no indica un Sujeto de Saber sino un Sujeto supuesto Saber, en este caso uno al cual Querefón suponía el saber.
Si recordamos que este suceso tal y como el Sócrates de la Apología lo afirma transformó su vida, entonces podemos afirmar que fue Querefón quien construyó a Sócrates. Como indica Monsiváis 25: no es el personaje quien se pone la máscara sino la máscara quien hace al personaje; así, fue Querefón quien le puso la máscara de sabio a Sócrates, constituyéndolo como tal. 26 El poder subjetivante de la transferencia, esto que revela la clínica analítica, ya operaba en la Grecia clásica. 27
Volvamos a la interpretación del texto.
No es demasiado aventurado suponer que Sócrates omitió la otra posibilidad (A=B) debido a que hizo una lectura narcisística de la respuesta de la pitonisa; parece que, en su fuero interno, quería leer que él era el más sabio de todos los hombres. Sócrates tampoco pudo como Edipo seguir el principio que se hallaba grabado en el frontispicio del oráculo de Delfos: conócete a tí mismo (gnw=qi sauto/n), Sócrates no pudo dominar su afán de grandeza.
Y ese error lógico tendrá consecuencias. A partir de ahí se inicia una curiosa práctica que el mismo Sócrates narra así:
"Fui a ver a uno de los que pasan por sabios, movido por el pensamiento de que es así como mejor dejaría mal parada 28 la respuesta del Oráculo y que podría manifestarle: éste es más sabio que yo, y tú decías que yo era más que todos. No hace falta que diga su nombre, sólo diré que era un político y que, al examinarlo, me pasó lo que voy a referiros: llevé a cabo el examen a que lo sometí por medio de la conversación y tuve la impresión que ese hombre parecía sabio a muchos y sobre todo a sí mismo, pero no lo era. A consecuencia de esto me gané su enemistad y la de muchos que estuvieron presentes". 29
Pero Sócrates no se quedó ahí, continuó interrogando a poetas, a artesanos famosos, a todo aquel que fuese denominado "maestro de virtud", mostrando a todos y a cada uno que sólo mentían, que eran unos falsos sabios.
Sócrates pretendía que, aparte de la verdad presente en las obras de artistas o artesanos, éstos pudiesen también expresar el saber acerca de las mismas: "casi cualquiera de los presentes hubiera hablado mejor que ellos sobre lo que ellos mismos habían compuesto". 30 Y como se pretendían sabios también respecto de muchas otras cosas, se convirtieron para Sócrates tan sólo en necios que no reconocían su ignorancia, lo cual le mostraba que el oráculo había dicho verdad: que él era el más sabio de los hombres.
Pero esa corroboración, como se indicó, le atrajo el odio: "lo que conseguí fue volverme odioso a él y a muchos de los presentes".
Considero que fueron estos odios acumulados, producto de su dialéctica, los que provocaron su condena. Su "misión divina" la filosofía que lo constreñía a interrogar al otro para mostrarle que era un "falso sabio" se constituyó en su síntoma, y fue esto lo que lo condujo a la muerte. Sócrates vivió, a partir de ese momento de su vida a la mitad de la misma para educar a los otros, para hacer de ellos "mejores hombres". El problema es que los otros no se lo habían pedido, ¿cómo no iba a volverse odioso, si daba lecciones a quien no se lo había solicitado? No todo el mundo era Querefón, no todo mundo tenía transferencia respecto a él. Fue su ejercicio dialéctico, su filosofía, el que lo hizo odioso.
Esta misma filosofía, degradada en un mero ejercicio racional, se ha extendido a universidades y academias, olvidando eso que en Sócrates se hallaba también presente: la filosofía como una forma de desarrollar el espíritu. Eso que P. Hadot 31 nos recuerda en su obra Exercices spirituels et philosophie antique:
"El acto filosófico no se sitúa solamente en el orden del conocimiento, sino en el orden del sí y del ser, es un progreso que nos hace ser más, que nos hace mejores. Es una conversión que trastorna toda la vida, que cambia el ser de aquel que la realiza".
El error de lógica
Pero volvamos a lo referente al "error de lógica" socrático.
Ciertamente, en rigor, considerar sólo una de dos opciones posibles no es un error lógico, pero, en este caso, al tomar en cuenta las consecuencias que derivó, no podemos sino afirmar el yerro.
De haber considerado la otra opción, Sócrates, quizás, se hubiese dado cuenta de que solicitaba de su interlocutor un imposible; que no se puede estar al mismo tiempo en el saber y en la verdad, que pensar y ser son posiciones contrapuestas, en fin que, como indica Lacan, 32 el acto excluye al pensar.
Ese conocimiento le habría permitido colocarse desde el principio en una posición que no le hubiese generado tal cantidad de enemigos. Además, si Sócrates hubiese considerado la opción de que "todos los hombres eran tan sabios como él", quizás hubiese podido dar el siguiente paso: reflexionar acerca de lo que significa decir "más sabio" ¿más sabio para quién? ¿con base en qué patrón? y se hubiese dado cuenta de que esa atribución, que esa suposición de sabiduría, es tan sólo transferencial, lo cual, por cierto, no le resta valor ni eficacia.
Sócrates hubiera podido derivar que la afirmación "todos los hombres son igualmente sabios" no conduce necesariamente a la igualación sino a la diferenciación, hubiese avanzado en eso que a la humanidad le está costando tanto trabajo establecer: no ya el derecho a la igualdad sino a la diferencia. 33 Que todos los hombres son igual de sabios puede también ser entendido en el sentido de que cada uno porta su sabiduría, sin que haya patrones preestablecidos con los cuales compararse.
No se puede exigir lo que no se ofrece
Como ya se dijo, la "misión divina" de Sócrates era aquella que lo constreñía a exigir a los supuestos sabios que demostrasen poseer el saber de su verdad. Podría reconvenírseme diciendo que Sócrates no solicitaba tanto de sus interlocutores, que sólo exigía del supuesto sabio que asumiese que no lo era, que reconociera su falta, que diera fe de la imposibilidad de tal saber.
Ahora bien, ¿cómo podría generar reconocimiento de la falta alguien que no reconocía la suya propia, alguien que realizó una lectura narcisística del oráculo? En la clínica analítica esto es muy claro, sólo quien ha conducido su análisis hasta el fin *y gracias a ello se ha convertido en un analista*, hasta el paso "de la impotencia a la imposibilidad", puede permitir al analizante el reconocimiento de los propios límites.
Un "torpedo" 34 no puede generar eso. Quien no reconoce sus límites sólo genera necedad en el otro, y fue eso lo que el Sócrates de la Apología obtuvo. Sócrates exigía de sus interlocutores el "conócete a ti mismo ", es decir, un imposible. Es esta exigencia que diferencia la posición de Sócrates de la del analista la que hizo que fuese condenado. La experiencia analítica obliga a reconocer la cualidad de imposible del gnw=qi sauto/n (conócete a ti mismo).
Conclusión
Fue la locura de Sócrates su narcisismo quien lo condujo a la muerte, pero también a constituirse en el reconocido personaje que desde la antigüedad es. El síntoma constriñe, destina. El Yo no es rival. Al síntoma no se le puede vencer, sólo leer. Y esa lectura del síntoma libera.
Notas
1 Cfr. Platón, Apología de Sócrates 29c.
2 Comparé dos versiones de la Apología -también llamada Defensa de Sócrates- la de J.D. García Bacca, BIBLIOTHECA SCRIPTORVM GRAECORVM ET ROMANORVM MEXICANA, México, UNAM, y la de F. García Yagüe, Madrid, Aguilar, 1981.
3 Platón, Apología de Sócrates, 21d.
4 Jenofonte, Apología I: 14, en Recuerdos de Sócrates, Banquete, Apología, versión de J.D. García Bacca, BIBLIOTHECA SCRIPTORVM GRAECORVM ET ROMANORVM MEXICANA, México, UNAM, 2ª ed, 1993.
5 Aristófanes, Las nubes, Madrid, Alianza Editorial, 1987
6 Ibidem (1464-1466), p. 105.
7 Anito, a quien todos los comentaristas del juicio sitúan como el más importante y poderoso de los acusadores, aparece también en otro diálogo, en el Menón 94e-95a, donde deja ya entrever su inquina contra el filósofo.
8 Hegel, G. W. F., Historia de la filosofía, vol. II, FCE, México, p. 82.
9 Me parece que Aristófanes sostenía algo semejante cuando en Las Nubes hace a los filósofos substituir a Zeus por unas nubes.
10 Ehrenberg, V., From Solon to Socrates, Routledge, New York, 1989: 379; Alegre, A., La sofística y Sócrates, Barcelona, Montesinos, 1986: 98.
11 St. George Stock, The Apology of Plato, Oxford, 1953: 12.
12 No está resuelto en todos los puntos hasta donde llega el Sócrates histórico y hasta donde el literario, Cfr. Taylor, A. E., El pensamiento de Sócrates, FCE, México, 1969: 21.
13 Platón, Apología de Sócrates 21d
14 Se trata de un saber paradojal, como ese otro que reconoce al aceptar "no entender de otra cosa que de cuestiones de amor" (Banquete 177c). Se trata de un saber de la falta que produjo que Lacan lo llamase sabio en cuestiones de amor (Seminario Le transfert dans sa dispaité subjective, sa prétendue situation, ses excursions techniques (1960-1961), sesión del 23 de noviembre de 1960, Stecriture Paris, 1983, II: 10).
15 En la entrada "so/koj" del Dictionnaire étymologique de la langue grecque. Histoire des mots. (Klincksieck, Paris, 1968) de P. Chantraine, se indica que el vocablo "Sócrates" proviene de so/koj (fuerte, potente) y kra/toj (vigor, poder)
16 Taylor, Op. Cit., p. 67.
17 Muchos filósofos Robin, Guthrie, Taylor, Gómez Robledo han llamado así a la tarea de Sócrates. Esa "misión divina" no sólo le atrajo enemistades, también lo hizo pobre, pues lo obligó a abandonar sus otras ocupaciones. Estaba en la posición de un redentor entregado a su misión. Cfr. Lacan, Seminario Le transfert, 21/XII/1960, Stecriture VI: 5.
18 O quizás fué Sócrates mismo según informa Aristóteles, pero ello es improbable. Cfr. Guthrie, W. K. C., Historia de la filosofía griega, Vol. III, Madrid, Gredos, 1988, p. 387.
19 Se ha planteado (Parke, H. W., Chaerophons Inquiry about Socrates, Collected Papers, 1961: 249) que la Pitia no pronunció tal oráculo, sino que fue dado por las suertes alubia blanca o negra sin embargo es una posibilidad muy dudosa, que haría que lo narrado en la Apología de Jenofonte perdiese todo sentido.
20 Platón, Apología 21d.
21Cfr. Burnet, J., La vida de Sócrates, en Los sofistas y Sócrates, México, UAM, 1991: 47 ss.; Gómez Robledo, A., Sócrates y el socratismo, México, FCE, 1988: 137; Robin, L., El pensamiento griego, México, Hispanoamericana, 1962: 145; Mondolfo, R., Sócrates, Bs. As., EUDEBA, 1965: 12; Jaegger, W., Paideia, México, FCE, 1987: 455; Colli, G., El nacimiento de la filosofía, Barcelona, Tusquets, 1987: 71; Guardini, R., La mort de Socrate, Paris, Seuil, 1956: 64; Cornford, F.M., Antes y después de Sócrates, Barcelona, Ariel, 1980: 41; Ehrenberg, V., From Solon to Socrates, Op. cit., p. 378; Alegre, A., La sofística y Sócrates, Op. cit., p. 97; Belaval, Y., Sócrates, en Historia de la Filosofía, Vol. II, México, SXXI, 1982: 49; Simeterre, R., Introduction a letude de Platon, Paris, Seuil, 1948: 109; Grube, G.M.A., El pensamiento de Platón, Madrid, Gredos, 1987: 27. Recientemente (enero 1998) el Dr. T. M. Robinson, Presidente de la Sociedad internacional de platonistas, compartió conmigo este asombro.
22 Guthrie, W. K. C., Historia de la filosofía griega, Op. cit., p. 389.
23 En el texto de Guthrie antes citado esta afirmación es referida en la p. 77 del Socrates (Doubleday Anchor Books, N.Y., 1953) de Taylor. En la versión castellana: El pensamiento de Sócrates, Op. cit., p. 64).
24 Siguiendo a Freud, empleamos el vocablo "transferencia" a la manera psicoanalítica, es decir, como el "conjunto de sentimientos volcados sobre la persona del médico en la situación de la cura" (Freud, S. La dinámica de la transferencia en Obras Completas, vol. XVI, Amorrortu, Bs. As., 1976, p.402ss). Lacan precisará que el analista, por efecto de la transferencia, se convierte en un "Sujeto supuesto Saber", es decir, uno al cual el analizante le supone el saber sobre su inconciente, lo cual constituye el motor de la cura.
25 Monsiváis, C., Los rituales del caos, Era, México, 1995: 128
26 Aristófanes, Op. cit., p. 105 era de la misma opinión: Querefón compartía responsabilidad.
27 Al respecto ver también el Cármides de Platón.
28 De la misma manera que la paciente de Serieux y Capgrás citada por Allouch (Vous êtes au courant, il y a un transfert psychotique, en Littoral 21, Érès, Paris, 1986: 97), Sócrates tampoco creyó inicialmente la atribución del Otro.
29 Platón, Apología 21b-e.
30 Ibidem 22a.
31 Hadot, P., Excercises spirituels et philosophie antique, Etudes Agustiniennes, Paris, 1987: 16.
32 Lacan, J., Seminario Lacte psychanalytique, inédito, sesión del 10 de enero de 1968.
33 Cfr. Wittgenstein, L., Comentarios sobre La rama dorada, IIF, UNAM, México, 1997: 27, Heidegger, M., Identidad y diferencia, Anthropos, Barcelona, 1990; Vattimo, G., Las aventuras de la diferencia, Península, Barcelona, 1985:135; Lyotard, F., La diferencia, Gedisa, Barcelona, 1991.
34 A la manera de este pez selacio del suborden de los ráyidos, el cual ataca a sus enemigos mediante el uso de descargas eléctricas, fue llamado Sócrates en el diálogo Menón (79 c y ss.).