Lacan,
Ferenczi y Freud
Wladimir
Granoff
Wladimir Granoff (Estrasburgo 1924 - Paris 2000)
Procedente de una familia cercana a la nobleza rusa, Granoff se caracterizó por sus maneras refinadas, sus gustos de dandy, su afición a los coches deportivos y un interés profundo por las lenguas. Hablaba, en efecto, fluidamente por lo menos cuatro lenguas y solía decir: «Cuando encierro en mi cabeza palabras ofensivas, o cuando cuento, es en inglés; cuando me quejo y siento lástima por mí mismo, me lo digo en ruso, y cuando hablo frente a un público, lo hago en francés. Pero cuando me canto canciones de la infancia, son alemanas». Ferviente lector de Freud, se mostrará singularmente atento a los problemas que plantea su traducción, como si para él la única vía de acceso al pensamiento fuera la que se inscribe en las lenguas y viaja a través de ellas. A él le dedica entonces cuatro de los ensayos centrales reunidos en este libro.Este es el personaje que la historia designó junto con François Perrier y Serge Leclaire (la llamada «troica») para encargarse de la delicada tarea de convencer a los dirigentes de la International Psychoanalytic Association que aceptaran acordar su reconocimiento oficial a la nueva Société Française de Psychanalyse (con Lacan incluido). Desplegó en esas negociaciones un enredado juego de componendas y maniobras que lo comprometieron en el papel oscuro y triste, lamentable y trágico, que terminó por desempeñar en la exclusión de Lacan de la internacional psicoanalítica. La IPA exigió, efectivamente, la eliminación de la enseñanza y la clínica didáctica de Lacan, lo que significaba de hecho su exclusión, que Lacan calificó en 1964 como una «excomunión». Después de intrincadas negociaciones, llegó el momento de decidir y cada uno siguió su camino: Granoff a la IPA, mientras sus dos compañeros optaron, en ese momento, por acompañar a Lacan. Esto permitió que muchos lo designaran en el lugar del traidor pero su personaje es sin duda mucho más complejo y no puede ser reducido a esa dimensión. Como dice Allouch, entre Lacan y Granoff hubo dos malentendidos cruzados. Granoff trató de conciliar lo inconciliable y de mantener a Lacan en su pertenencia a la institución, que en esa época tenía un poder sin alternativas aparentes en la escena internacional. Poder que ejercía de tal modo que una exclusión tenía, por entonces, un efecto desgarrador. Y así resolvió que si los analizantes de Lacan deseaban ser aceptados por la IPA como analistas debían abandonarlo y emprender su análisis con otro psicoanalista. Acorralado, Granoff optó y lo hizo por la institución internacional. En cuanto a Lacan, su exclusión tuvo un efecto paradójico: liberarlo del corsé institucional burocrático y lanzarlo a una exacerbación de la originalidad de su enseñanza y sus efectos fecundos para el psicoanálisis.
Este contexto vuelve indispensable para los lectores interesados en el psicoanálisis el acceso a los textos que incluye este volumen: además de los consagrados a Freud, las entrevistas tituladas «Palabras sobre Jacques Lacan», y «¿Lacaniano o no?» que dan una idea de esa intensa y difícil relación; los artículos sobre Ferenczi cuya obra Granoff fue el primero en dar a conocer en Francia y los homenajes que rinde a los que con él integraron aquella troica de triste tarea.