Psicoanálisis y Marxismo |
Encuentros de psicoanálisis y psicología marxista en CUBA
VI Encuentro Latinoamericano de Psicoanálisis y Psicología Marxista
La Habana, 19-23 de FEBRERO, 1996.
Psicoanálisis,
Historia e Instituciones Juan Carlos Volnovich |
La realización del VI ENCUENTRO coincidió con el centenario de la publicación de las "Nuevas observaciones sobre las psiconeurosis de defensa", texto en el que Sigmund Freud utilizó por vez primera el término de Psicoanálisis para nombrar la disciplina que fundaba. El VI ENCUENTRO coincidió, también, con un nuevo posicionamiento hacia la práctica psicoanalítica en Cuba y la entrada de las organizaciones transnacionales que atesoran y administran el legado de Freud. Efectivamente: a partir de 1896, el psicoanálisis tuvo una enorme difusión; así, la balbuceante teoría finisecular ha dejado paso a una impresionante producción que, desbordando los límites de la psicología, ha impuesto su marca en la cultura toda de este siglo. A partir de su nacimiento -y con la consagración de un mundo bipolar- el psicoanálisis quedó confinado al Campo Capitalista y su ejercicio, interdicto en los Países Socialistas. Los posteriores avatares políticos (fundamentalmente la caída del muro de Berlín en 1989) han dejado lugar a lo que F. Guattari ha dado en llamar "Capitalismo Planetario Integrado". De esta manera -al levantarse la veda para el psicoanálisis en los países del ex-Campo Socialista- se nos da la oportunidad de ser contemporáneos del pasado y asistir al surgimiento de esta disciplina en naciones y culturas donde su presencia en el debate científico y cultural había quedado omitida.
Claro está que el psicoanálisis actual -el mundo actual- tiene poco en común con el psicoanálisis que impulsó Freud y que encendió el espíritu de los pioneros. El psicoanálisis actual, polémico, discutido, venerado o rechazado, tiene -dentro de la comunidad científica- un reconocimiento inexistente en la alborada del siglo XX.
Claro está, también, que el polisémico psicoanálisis actual, se distribuye en un amplio espectro; cuenta con teorías múltiples que se han ido desplegando a partir de la obra de Freud; supone conceptualizaciones que han tomado caminos divergentes y -en muchos casos- antagónicos. Pero, tan indiscutible es la presencia de esta disciplina en el ámbito académico, como extensa, la producción bibliográfica y su influencia en los Sistemas de Salud Mental, en los Sistemas de Educación, los Medios de Comunicación de Masas y su circulación en lo que podríamos nombrar como "cultura popular".
La enorme expansión del psicoanálisis, la diversidad de escuelas, supuso, también, diferentes tipos de organizaciones. Albergando infinitas diferencias, la International Psychoanalitical Association tuvo -y aún tiene- un rol protagónico e insoslayable en la administración de la herencia freudiana. Por otra parte, en las últimas décadas, la Asociación Mundial de Psicoanálisis ha logrado imponerse -apoyada en la difusión de la obra de Lacan- dentro del universo ampliado de la producción psicoanalítica. Ambas -después de disputar espacios entre si y a poco de consolidar sus respectivas esferas de poder en los Países Capitalistas- se han dado una decidida política de expansión y búsqueda de la hegemonía en los países de la ex Unión Soviética y en el Este Europeo. Países que se abrieron como nuevos Mercados para la difusión del psicoanálisis y donde estas organizaciones encontraron profesionales ávidos por incorporar los recursos del saber (o del no-saber) que esta disciplina aporta.
En cierto sentido esta ha sido, también, la Historia del Psicoanálisis Latinoamericano y su relación con Cuba, el único país socialista del hemisferio. En América Latina, el psicoanálisis administrado y monopolizado por la I.P.A., a partir de la década del ´70, compartió el espacio con el psicoanálisis lacaniano; psicoanálisis lacaniano que tuvo una marcada aceptación y que, en estos últimos años, ha sido liderado por la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Simultáneamente, grupos que sostienen pequeñas y grandes diferencias entre si, se reúnen y coinciden en una tercera esfera de poder, bajo el nombre de "Lacanoamericanos".
La I.P.A., la A.M.P. y los "Lacanoamericanos" protagonizan la escena continental. No obstante, a pesar de su inoslayable peso organizativo, no son estas las únicas instituciones que aspiran a encontrar en Cuba, campo fértil, para sembrar sus enseñanzas: una multitud de grupos, asociaciones y maestros de reconocido prestigio ya han tomado la iniciativa de acercarse a la isla guiados por el anhelo de desarrollar allí sus particulares puntos de vista acerca de nuestra disciplina.
Por otra parte, fue a partir de 1970, cuando un grupo de psicoanalistas comprometidos con los sectores más progresistas de la sociedad (en un principio los grupos Plataforma y Documento que surgieron como escisiones de la Asociación Psicoanalítica Argentina y una gran cantidad de psicólogas y psicólogos que acompañaron este movimiento), asumieron una posición radicalmente opuesta a los criterios adaptacionistas del psicoanálisis; posición contraria a la convivencia funcional del psicoanálisis con los regímenes militares y con los sectores reaccionarios de las democracias que intentan perpetuar los aspectos más injustos de la discriminación capitalista. Desde esta posición -que Nancy Hollander llamó "Psicología de la Liberación"- se trabajó muy intensamente en la relación del psicoanálisis con las instituciones que lo administran y las maestras y los maestros que los lideran.
Mientras tanto, Cuba, a partir del triunfo de la Revolución Socialista de 1959, se convirtió en un país libre de psicoanálisis. La precaria inserción del psicoanálisis prerevolucionario en Cuba, se disipó con el éxodo de los psicoanalistas a Miami; y los pocos profesionales que permanecieron en la isla no encontraron un contexto propicio para su práctica.
No obstante, para Cuba, Latinoamérica y para algunos grupos europeos afines a los psicoanalistas "comprometidos" de Plataforma y Documento - especialmente para aquellos reunidos alrededor del, y en el, Seminario Psicoanalítico de Zürich, la historia del psicoanálisis es muy diferente porqué si la Cuba Revolucionaria quedó libre de psicoanálisis, a diferencia de lo ocurrido en los piases del Este de Europa, allí el psicoanálisis no fue propiciado, pero tampoco fue perseguido. Silvia Werthein y Juan Carlos Volnovich, dos psicoanalistas argentinos exiliados por razones políticas, desarrollaron su práctica hospitalaria en La Habana desde 1976 hasta 1984. Antes, en 1971, el Instituto del Libro editó las Obras Escogidas de Freud; la Revista Casa de las Américas publicó artículos firmados por psicoanalistas y, en 1985, los psicoanalistas fueron reconocidos al incorporar a Marie Langer -una de las fundadoras del psicoanálisis latinoamericano- en el Comité Permanente del Encuentro de Intelectuales por la Soberanía de los Pueblos de Nuestra América.
No obstante, el hecho decisivo para que los psicólogos cubanos tomaran contacto con lo mejor del psicoanálisis latinoamericano -y para que los psicoanalistas latinoamericanos tuvieran posibilidades de acercarse a la psicología cubana de orientación marxista que se había empezado a implantar a partir de 1959- fue la realización de los Encuentros de Psicoanálisis y Psicología Cubana que vienen realizándose en La Habana desde 1986, cada dos años, convocados por el Comité Preparatorio Internacional (integrado por psicólogos cubanos y por psicoanalistas de México, Brasil, Argentina y Europa), por la Universidad de La Habana y por la Sociedad de Psicólogos de Cuba. Estos Encuentros han sido sumamente fecundos: por una parte permitieron que profesionales con intereses afines rompieran el injusto bloqueo impuesto a Cuba por los EE.UU.; permitieron, también, que los psicoanalistas latinoamericanos -pero también algunos psicoanalistas europeos y norteamericanos- conocieran de cerca el original desarrollo de una psicología construida a partir de escasísimos recursos teóricos y estimulada por el desafío que significó la puesta en práctica de un Proceso Revolucionario. Para los psicoanalistas latinoamericanos, estos Encuentros permitieron medir la magnitud y la eficacia que puede llegar a tener una práctica psicológica cuando existe, a nivel del Estado, la decisión de responsabilizarse por -y de beneficiar, bajo la consigna de la equidad- la salud mental de las ciudadanas y de los ciudadanos.
Si el Primer y el Segundo Encuentro estuvieron al servicio del reconocimiento mutuo y el intercambio de experiencias, el Tercer y el Cuarto Encuentro sirvieron para que algo de lo que cada uno hacía en su propio campo de trabajo se enriqueciera con la incorporación de lo aportado por el otro. Desde el Cuarto Encuentro -y, definitivamente, en el Quinto- el psicoanálisis no solo fue aceptado a nivel académico en Cuba sino que un grupo pequeño, inquieto y entusiasta, de psicólogos cubanos comenzaron a demostrar un especial interés por adentrarse en la práctica del mismo, lo que supone la decisión de atravesar por la experiencia del propio análisis como analizandos. Un anticipo de esta iniciativa se vehiculizó en los grupos -de manera no explícita, pero en la práctica- terapéuticos que coordinaron Armando Bauleo, Eduardo Pavlovsky y Ana María Fernández.
Así llegamos al VI ENCUENTRO. Llegamos al VI ENCUENTRO en medio de una profunda crisis desatada por la política neoconservadora y el "ajuste" de la economía que, en América Latina, constituye una verdadera catástrofe para las profesiones liberales. Profesionales liberales que ven amenazada la permanencia de sus privilegios de clase y, lo que es peor aún, sufren la amenaza de la desprofesionalización. Llámese crisis, decadencia o reciclaje, es indudable que una profunda transformación se está produciendo dentro de nuestro campo a raíz de la desresponzabilización de los Estados con respecto a la Salud y la Educación y a la pauperización de la clase media que, tradicionalmente, consumió y produjo psicoanálisis.
Por su parte, Cuba lucha denodadamente por mantener los logros del Socialismo en un mundo subordinado a leyes del Mercado que tienden sino a avasallar, a ignorar las más impostergables necesidades humanas. Todo hace pensar que, junto a los capitales internacionales que ingresan a Cuba para contribuir a la supervivencia del Sistema político soberano que los cubanos eligieron, las organizaciones psicoanalíticas están empezando a intervenir en la escena para difundir sus conocimientos y ampliar, así, su esfera de influencia. Pero como el psicoanálisis incluye inevitablemente la formación de especialistas, y como el propio análisis es condición sine quanon para la práctica, esto pone al descubierto la dificultad de formar un grupo psicoanalítico allí donde no hay psicoanalistas. Tal parecería que la solución a este impedimento pasa por formar psicoanalistas cubanos en el exterior, de modo que, al regreso, se encarguen de propagar " la peste"; o, por el contrario, instalar psicoanalistas extranjeros en Cuba para que analicen allí a los que en el futuro se encargarán de liderar el supuesto Grupo Cubano de Psicoanálisis.
Es en función de estas circunstancias que el VI Encuentro tuvo un cierto carácter de conmemoración y de celebración del nacimiento del psicoanálisis y, sirvió también, para reflexionar acerca del desafío que plantea la introducción del psicoanálisis en Cuba, cuando la teoría ha dado incontables muestras de desarrollos dispares, y cuando las organizaciones que administran la producción y la reproducción de agentes evidencian disputas por el poder; lucha por la ocupación de espacios y esfuerzos para imponer su presencia.
La clínica psicoanalítica "real"
El VI ENCUENTRO fue el marco propicio para reflexionar acerca de la dimensión política y social de nuestras prácticas; reflexionar acerca de la vigencia de los supuestos teóricos que fundamentan la clínica para permitir que emerja la clínica real.
Existen ya demasiadas evidencias como para suponer que algo está cambiando en la práctica psicoanalítica actual. Algo, que es independiente de las diferencias teóricas que la sustenta y que va un poco más allá de los cambios previsibles e inevitables en el devenir de cualquier disciplina.
"Algo está cambiando" quiere decir que el sufrimiento de aquellos que consultan desafía hasta el límite la posibilidad de comprensión, y no son pocas las veces en que los psicoanalistas se quedan con la sensación de haber sido incapaces de abordar lo que se les plantea. Esto tiene, claro está, consecuencias trascendentes porqué no solo supone enfrentar los límites del psicoanálisis (límites tensados desde los albores cuando en función de la precariedad de sus desarrollos teóricos retrocedía frente a la psicosis o al juego de los niños, por ejemplo) sino porqué, también, supone enfrentar la marginación involuntaria del dolor y -lo que es peor- la marginación involuntaria de aquellas y aquellos que lo soportan. Son aquellas y aquellos que acuden pidiendo alivio porque sufren pero no quieren (o no pueden) asumir el compromiso de tirarse en un diván dos o tres veces por semana durante incontables años. Más aún: son aquellas y aquellos que no acuden pidiendo alivio a su sufrimiento porqué los guía el prejuicio -¡ojalá! fuera solamente el prejuicio- de que la única respuesta que recibirán a sus pesares es la propuesta de un tratamiento imposible e impagable.
Si. Algo está cambiando. "Algo está cambiando" quiere decir que esa marginación no solo es arbitrariedad sufrida por quienes tradicionalmente reciben el nombre de "pacientes", sino que es padecimiento de los propios psicoanalistas cuando se ven segregados de los circuitos comunicacionales, empujados al margen -marginados- si no es que, lisa y llanamente, se los excluye del Mercado Laboral. Sufrimiento de los psicoanalistas cuando se ven amenazados por la desprofecionalización, la degradación o el envilecimiento de su trabajo. ¿Cómo se hace para entrar a trabajar, para ser o estar psicoanalista en un servicio hospitalario o en un Centro de Salud? ¿Con que nombramiento? ¿Con qué sueldo? ¿Qué pide, cuanto paga la práctica docente en la Universidad? ¿Cómo incorporarse, qué exigen, que dan las innumerables clínicas, escuelas y centro privados? ¿Puede un psicoanalista intervenir como tal -esto es, interpretar- en los medios de comunicación de masas o es solo como intelectual que se lo ve o se lo escucha? Trabajando en la cárcel, con los presos, ¿se construye un nuevo dispositivo psicoanalítico? ¿Dónde se registra y cómo se procesa todo el dolor y la impotencia que se siente cuando los psicoanalistas se ven enfrentados a universos en los que imperan categorías de inclusión y de exclusión que acentúan, más que las necesarias diferencias, las desigualdades entre los grupos de diversos recursos y los poderes instituidos? Cuando se ven sometidos a transitar por circuitos que convalidan la distribución injusta de saberes, de espacios laborales y de bienes simbólicos ¿A quiénes responsabilizar?
"Algo está cambiando" y, sin embargo, este cambio no tiene registro comunicable. No hay lugar ni tiempo para hablarlo. A veces porqué no existe, justamente, el registro de qué, lo que los psicoanalistas dicen que hacen, se aleja cada vez más de lo que realmente hacen; otras, porqué - sabiendo lo que hacen- una suerte de conciencia vergonzante los induce a disimular las evidencias y los obliga -amenazados como están por la exclusión y la falta de reconocimiento- a mantener una apariencia que oculta, precisamente, lo más rico, imaginativo y creativo de la clínica. La ausencia de un registro comunicable de la clínica evidencia una otra ausencia: la de un espacio confiable donde se pueda, entre colegas, antes que denigrarse, dignificar el quehacer cotidiano. Justamente, el VI ENCUENTRO se postuló como ese "espacio confiable".
El sector hegemónico del psicoanálisis, que responde más directamente o más periféricamente a la Asociación Psicoanalítica Internacional, admite cualquier posición teórica -sea esta kleiniana, bioniana, meltzeriana, psicología del Yo, lacaniana y freudiana- admite todas, siempre y cuando se renuncie a transgredir las reglas técnicas. Diván, honorarios, horarios, cincuenta minutos tres o cuatro veces por semana durante interminables años. El poder de la I.P.A. y sus adláteres descansa en la subordinación a los imperativos técnicos y burocráticos de la institución.
El otro polo hegemónico, el lacaniano, no impone restricción alguna a nivel de la técnica, pero es implacable cuando se refiere a las divergencias doctrinarias y la administración de los textos. El poder del universo lacaniano descansa en la obediencia y la subordinación a una doctrina que, más de una vez, deviene en dogma.
Fuera de una vocación dogmática o tecnocrática la iniciativa que estos Encuentros llevan adelante abren el espacio y el tiempo necesarios para todos aquellos que quieran, tanto reivindicar su identidad como legitimar su práctica psicoanalítica; lugar y tiempo donde empezar a hacer un poco más transparente la clínica psicoanalítica. Este anhelo de transparencia aspira a permitirnos revisar el lugar que ocupa el psicoanálisis en la actualidad de nuestra cultura y -si fuera posible- a aliviarnos a nosotros, los psicoanalistas, del malestar que nos aqueja.
El psicoanálisis -irreductible a la clínica, al campo de la así llamada "salud mental"- circula en un intenso ir y venir por el espacio de la ciencia, del arte y de la filosofía. Tal parecería ser que se impone, a estas alturas, abordar de manera explícita el desafiante futuro de la política del psicoanálisis: la ubicación actual, la estrategia porvenir de la disciplina en un contexto que Enrique Carpintero llamó "tejido social ecológico". Para las actuales y para las nuevas generaciones. Para hoy, y para el siglo que se avecina.
Pero no se trata de una apelación romántica, humanista e ingenua al encuentro entre colegas. No se trata de un llamado a la tolerancia para que, en función del amor, respetemos nuestras diferencias. Esta no es -o, no solo es- una apelación candorosa a la construcción de un "espacio confiable" que nos permita modificar -y por supuesto, mejorar- las relaciones entre analistas, dentro y fuera de las instituciones. El cambio -si fuera posible- pasa por el trabajo conjunto, por la reflexión teórica acerca de la posición del sujeto en las instituciones; pasa por la aceptación de que existen infinitas maneras de constituirnos como sujetos. Es la profundización en estas cuestiones la que, quizás, aproxime la práctica de una solidaridad que reemplace al canibalismo individualista que se ha hecho, ya, moneda corriente. Es a través del análisis de la institución psicoanalítica que, si acaso, podremos cambiar la mezquindad de las luchas, la práctica fratricida que nos desgasta y el sufrimiento que soportamos. Mas que cambiar el dolor y el sufrimiento estéril, reemplazarlo por la producción y la confrontación creativa.
El psicoanálisis no se reduce a la clínica aunque la clínica haya sido, frecuentemente, prenda de paz para disimular las diferencias (y las guerras) entre colegas; prenda de paz para edulcorar y tecnocratizar los espacios de polémica. Pero, independientemente de la jerarquía que cada cuál le dé, la clínica es fundante de la disciplina e impone una profunda reflexión en momentos en que la crisis interna y externa de la especificidad en este campo del saber se torna insoslayable. Es imposible seguir sosteniendo que -de los proyectos emancipatorios que inundaron este siglo, de los metarrelatos que hegemonizaron la cultura- el psicoanálisis es el único que se va salvando; el único que se mantiene incólume. El psicoanálisis, la clínica psicoanalítica, (aún la administrada por instituciones ágiles y de reconocida trayectoria) enfrenta, hoy en día, la peor crisis de su Historia. Crisis que augura su inevitable naufragio si no se opera a tiempo una eficaz reconversión. El psicoanálisis afronta el desafío de cambiar o ver seriamente cuestionado su inserción en una cultura donde se ha levantado la veda para los cazadores de espíritus y compiten, en condición de igualdad, terapias alternativas con propuestas mesiánicas, sectas orientales con predicadores masmediáticos y neoarcaísmos de todo tipo.
El psicoanálisis es irreductible a la clínica. Si la clínica apunta al relieve de lo singular y funda la capacidad de pensar del analista fuera de la doxa y del manual; si la clínica basa su eficacia en la posibilidad de mantener una tensión, un intervalo, con la creencia y la verdad consensual, la teoría, por el contrario, busca la generalidad, la totalización de sus afirmaciones. Lo que es peor aún, la institución busca el consenso. Mucho es lo que se pierde cuando la teoría anticipa la interpretación; casi todo el trabajo psicoanalítico queda desvirtuado cuando la clínica se pone al servicio de ilustrar y glorificar la teoría. Cuando la institución demanda la sacralización de la teoría y cuando los maestros exigen una adhesión acrítica, entonces, el anatema reemplaza a la controversia y, en su lugar, las guerras de prestigio se desatan para ahogar la reflexión.
No obstante, lejos estamos de suponer la existencia de una clínica alternativa a la ortodoxia hegemónica. Mucho antes de los '60 -cuando las terapias breves (o de "objetivos limitados" como se llamaban entonces), las terapias grupales, el psicodrama psicoanalítico y otras más, hicieran su aparición- mucho antes que eso pasara ya S. Ferenczy había iniciado con el "análisis mutuo" una larga historia de propuestas alternativas -algunas veces francamente disparatadas, otras más racionales- a la tradicional y clásica manera de desplegar lo que dio en llamarse "setting", "encuadre" o, en el mejor de los casos, "proceso psicoanalítico" o "dirección de la cura".
No. No es a una clínica alternativa que convalide por oposición la clínica hegemónica, la que habló en este Encuentro. No es a la formación de otro polo de poder (Tercera o Cuarta Internacional) en el disputado Mercado psicoanalítico lo que pretendemos inaugurar. No es a una clínica tecnocrática, aggiornada de apuro para que pueda competir en el saturado universo psicoanalítico la que esperamos encontrar. Es al reemplazo de un psicoanálisis decadente por un innovador y, si se quiere, "molesto" psicoanálisis ortodoxo, al que aspiramos. Lejos de cualquier propuesta demagógica reivindicamos una clínica tan ortodoxa -si por ortodoxia se entiende la legitimidad psicoanalítica que la sustenta- como oculta o, mejor dicho, encubierta; y es a esa clínica, a ese psicoanálisis al que convocamos: es ese psicoanálisis nuestro, el que esperamos que emerja en estas Jornadas. Sospechamos no sin fundamentos, que entre nosotros circula un psicoanálisis ladino -tan "nuevo", tan "actual", tan rico como escondido-. Sospechamos que entre nosotros se encuentra atrapada una inconmensurable riqueza productiva. Riqueza singular y fecunda del psicoanálisis latinoamericano, disimulado por las mil máscaras que vanamente intentan definirlo como versión mimética, ecolálica del psicoanálisis metropolitano que, generalmente, es el psicoanálisis francés cuando no, el británico o el norteamericano. Así, el psicoanálisis latinoamericano parece estar condenado a ser considerado copia "diferida y deficiente", se nos dice- de un original que jamás existió. Ni en Londres, ni en Paris, ni en New York se ha dado un fenómeno de tan ganada popularidad, de tan fecunda producción como el que circula entre nosotros.
Lo "nuevo" del psicoanálisis que estos Encuentros convocan ya está construido. Habita en los consultorios, en las instituciones hospitalarias, en las escuelas, en los Medios de Comunicación de Masas. No es necesario inventarlo. Lo que sí es necesario -y lo que sí sería extremadamente "novedoso"- es que aparezca en la multiplicidad de su devenir y que esa identidad polisémica se legitime ante nuestros propios ojos y ante los ojos de los demás.
Ojalá este VI ENCUENTRO haya ayudado a aproximarnos a lo verdaderamente nuevo, a la producción de acontecimientos, a la realización de virtualidades, a la generación de inmanentes, aquellos que, a través de su máquina semiótica y de su pragmática, nos permitan internarnos en la fascinación del acaso.
Psicoanálisis e Interdisciplina
Las últimas décadas del siglo (y del milenio) se han caracterizado por el reconocimiento casi unánime de la importancia que adquirieron los estudios interdisciplinarios. Pues bien: ¿Puede el psicoanálisis aceptar el desafío interdisciplinario?
Pocos reparos existen en reconocer que el psicoanálisis es la teoría más completa y sofisticada para dar cuenta de la construcción de subjetividades. No obstante, a pesar del innegable lugar que ocupa en el mundo del saber, su inclusión en la mesa de la interdisciplina es extremadamente compleja, reviste inconvenientes difícilmente salvables para los que, casi, no se cuentan con antecedentes eficaces.
Tomando en un amplio sentido el punto de vista de Lacan (desde que es la perspectiva dominante en el psicoanálisis actual) se llega a proclamar que con el saber sobre el inconsciente se está en la falla de todas las fallas, en el lugar de la falta de todas las faltas, allí donde se originan todas las creaciones, donde surgen las causas de todos los efectos. Así, el psicoanalista "conocedor" del insonsciente, se supone capaz de "descubrir" el defecto de cada disciplina y se atribuye el poder de explicar su disfunción. El inconsciente es el revelador último de lo positivo. Su reverso decisivo: la verdad. Esto quiere decir que desde el psicoanálisis se puede opinar sobre el discurso de las otras disciplinas ya que siempre están en el campo del que se considera propietario. Campo inexpugnable que permite a los psicoanalistas ignorar olímpicamente lo que los otros intenten decir acerca del psicoanálisis. No es difícil entender, entonces, el rechazo que una posición como esta encuentre dentro de la comunidad científica; y no es difícil entender, también, como semejante doctrina haya podido seducir a tantos lectores que nada tienen de incautos, sino que deseaban, y desean, tener confianza en alguien a quién necesitan imaginar más astuto que ellos. El psicoanálisis así entendido, esta doctrina, permite tener la certeza de poder penetrar en el corazón de todas las disciplinas, es decir, de todos los saberes y denunciar la vanidad de esos saberes porque todos recaen en la intención de ocultar una falla, de llenar un vacío, de ignorar una falta. Lo verdaderamente cautivante del pensamiento lacaniano es que propone a la vez una supremacía sobre el saber de los otros y una desilusión sobre el saber propio. Esa asimetría lo vuelve inexpugnable. Y es inexpugnable porqué puede decirlo todo sobre las demás disciplinas pero nada puede ser dicho sobre el psicoanálisis, salvo por un psicoanalista que, a su vez, es el primero en reconocer la imposibilidad de saber. Lo verdaderamente cautivante del pensamiento lacaniano es, entonces, la posibilidad que ofrece de instalarse en la pura omnipotencia al tiempo que se propone como el crítico más radical a esa omnipotencia. Cuando digo "cautivante" lo hago con la doble intención de reparar en la fascinación que ejerce, y el cautiverio que impone. Fascinación que reside, justamente, en la ilusión interdisciplinaria que reviste el discurso lacaniano.
¿Que discurso más interdisciplinario que el de Lacan?
Lacan propone una mezcla original y fascinante de filosofía, de matemáticas, de lingüística, de etnología, de teología. En el discurso de Lacan todas las disciplinas dispersas y frecuentemente difíciles adquieren un carácter excitante -aprehensible y evanescente- siendo convocadas a ubicarse en una situación subalterna, subordinada bajo la batuta de un supuesto director de orquesta que explica todo, y que no duda en afirmar su práctica como imposible y basar su saber en la falta. Cualquier persona que haya leído alguna vez a Lacan sabe que raramente se experimenta algo igual aunque no sea gran cosa lo que se comprende. Sin embargo, al leer a Lacan, uno sospecha que allí está la síntesis, la totalización de un saber que se nos escapa pero que Lacan sí tiene y que, tarde o temprano, si nos tomamos el trabajo de estudiarlo sistemáticamente, si nos tomamos el trabajo de desandar el camino por el realizado, vamos a poder participar del mismo. Esta es, tal vez, una de las claves de la enorme divulgación, difusión, masificación lacaniana. El sostén compartido de la ilusión de un saber que tiene que estar en algún lado. Que Lacan revela y oculta. Alude y elude.
Pero, en realidad, el discurso lacaniano no es un discurso interdisciplinario. Ni siquiera es un discurso totalizante. Es, por el contrario, (como bien lo señalara F. Roustang) un discurso absorbente. Y es un discurso absorbente porqué Lacan jamás muestra o explícita los lazos entre las diferentes disciplinas que convoca para construir una totalidad. Por el contrario, el hace creer que detenta las claves de esa síntesis y suscita en los lectores el trabajo infatigable de descubrir esas claves. Su inmensa erudición sugiere que ha agotado lo mejor de la tradición conceptual y que solo confiándonos a él llegaremos a conocer la quintaesencia del saber. De ahí que Lacan remite a textos, citas, que los discípulos buscan internándose en las disciplinas más ajenas con la convicción que, siguiendo por esas ramificaciones, se llegará a los confines del conocimiento. Uno empieza a leer a Lacan y al poco tiempo acumula en su mesa de trabajo a Parménides junto a Kant, a Heidegger, a Kojeve, a Thom, a las matemáticas con el teorema de Gödel, a la paradoja de Russel a la teoría de los conjuntos, a Moebius, a Saussure y a tantos más, en una suerte de estudio talmúdico laicizado ajeno a la hermenéutica; estudio que renuncia a la búsqueda del sentido; que resigna la intención de comprender o de explicar es pos de una pura puntuación del texto.
Por otra parte, con la mejor intención de distanciarse de aquellas terapias destinadas a eliminar los síntomas, el psicoanálisis ha puesto el interés terapéutico en un lugar secundario: los efectos terapéuticos son considerados subproductos del proceso, logros por añadidura. Así, podría afirmarse que el psicoanálisis verdadero, el que acepta la falta como esencial, triunfa cuando fracasa. El psicoanálisis verdadero, si se conviene en caracterizarlo como aquel en que se dice una verdad, consistiría en demostrar que ninguna verdad puede ser dicha; consistiría en demostrar que la verdad es imposible de decirse porque se dice de lo real como imposible.
Es en este razonamiento que se funda la afirmación: el psicoanálisis es una profesión imposible. De ahí, que solo el psicoanálisis consigua explicar porqué otras psicoterapias "curan". Curan porque se proponen realizar la verdad y, de esa manera, fracasan al triunfar. En cambio, el psicoanálisis triunfa cuando fracasa. Salvo en los casos en que, a su pesar, cura; es decir: fracasa.
Así, el psicoanálisis descalifica a todo otro saber que actúe en el campo del que se considera propietario; en el mejor de los casos, reinterpreta los aciertos y las equivocaciones en sus propios términos. "El psicoanálisis es una parte de la psicología. No representa, por cierto, la totalidad de la psicología, sino su infraestructura, quizás aún todo su fundamento", dice Freud en "El Análisis Profano". Nada más ni nada menos que "todo su fundamento".
Pero no solo al proponerse como "fundamento" de toda otra psicología se eleva por encima de ellas. También al poner el interés terapéutico en un lugar secundario, el psicoanálisis toma distancia de los "tratamientos" convencionales destinados a eliminar los síntomas.
Mientras la medicina oficial se basa en los bajos salarios para sus trabajadores y una fuerte legitimidad y legalidad dadas por el Estado, el psicoanálisis se asienta en un poder económico y político que lo legitima sin legalizarlo y que puede prescindir -frecuentemente lo logra- del reconocimiento académico o estatal. En el origen, el psicoanálisis sostuvo una relación muy complicada con la práctica médica. Más que relación complicada, fue una ruptura inicial la que signó su evolución. Independientemente de las contribuciones y críticas que el psicoanálisis le haya hecho al modelo médico hegemónico, queda fuera de dudas que como teoría de la construcción subjetiva que se basa en el deseo inconsciente, cuestionó seriamente las operaciones preventivas, diagnósticas y terapéuticas basadas en el empirismo, en el mecanicismo, en el organicismo, en el biologismo y en la monocausalidad lineal. El estudio de la transferencia y de la contratransferencia, de la resistencia y de la contarresistencia, el análisis de las transferencias recíprocas, es un recurso imprescindible para reconocer la relación intersubjetiva que se establece entre el paciente y el médico. Por ejemplo, la complicidad amo y esclavo que usa y abusa de la transferencia y que designa la relación médico-paciente para construir la enfermedad y convalidar los lugares asignados, no hubiera podido entenderse sin los aportes del psicoanálisis. Esta misma relación "amo y esclavo" desplegada por la transferencia permea el discurso académico y genera efectos equiparables a los clínicos. El discurso del médico incluye el poder del saber tanto como lo hace el discurso universitario. En cierto sentido -lamentablemente, solo en cierto sentido- el psicoanálisis contribuyó a desmistificar el poder del médico y el saber del maestro.
Las afirmaciones precedentes, antes que una crítica a Lacan, es un intento de alertar frente a su perversión. Estas afirmaciones no son hechas en nombre de un psicoanálisis que se define libre de pecados. No es en nombre de una inefable pureza teórica, de una ética ajena a estas cuestiones, de un cierto núcleo esencial que el verdadero psicoanálisis detentaría, que se sostiene esta crítica. No se trata solo de defender un psicoanálisis que ha sido traicionado por la academia, las corporaciones, los movimientos o las maniobras políticas de sus apóstoles. Si esta fuese mi idea, lo que ahora vendría como complemento consistiría en canonizar a algún auténtico heredero de Freud, proponerlo como ejemplo, y proponer el rescate del verdadero psicoanálisis para sentarlo como legítimo invitado en la mesa de la interdisciplina; y no es el caso. Mucho del análisis lacaniano es rescatable y es, de hecho, parte de nuestro patrimonio intelectual; de un episteme que sería ingenuo dilapidar e ignorar en pos de un simplificado enfrentamiento contra el neocolonialismo cultural.
"Los saberes solo se corrompen cuando son corruptibles" y -mal que nos pese- el único psicoanálisis real es el que existe. El único psicoanálisis real es el que existe aunque, el que existe, deje mucho que desear.
Es en función de las relaciones del psicoanálisis con las otras disciplinas - fundamentalmente en la estrategia de implantación y expansión del lacanismo en la universidad, los hospitales, las escuelas y los medios de comunicación de masas- que propusimos reflexionar acerca del desafío interdisciplinario durante el VI ENCUENTRO.