Psicoanálisis, estudios feministas y género

Comentario del trabajo
"
El final del compleo de Edipo en la mujer"
de Alcira Mariam Alizade

Norberto Inda
ninda@sinectis.com.ar

Este trabajo propone, de entrada, conceptualizar un final del Complejo de Edipo en la mujer diferente a la concepción freudiana. Recoge así el guante de la confesión freudiana "nuestro conocimiento de los procesos evolutivos en la niña es harto insatisfactorio". Para ello, hay, sin embargo, un exhaustivo rastreo de las concepciones que, de ese complejo, realizaron Freud,S., Klein, M., y psicoanalistas argentinos, incluida la misma autora.

La Dra. Alizade describe con fluidez las etapas evolutivas que anteceden y anidan la conflictiva edípica. Se percibe su experiencia clínica en el modo y expresividad -por momentos poética-

con que relata las viscicitudes de ese tiempo fundador del psiquismo de varones y mujeres. No deja de mencionar a autores como Abuchaem, J., Aberastury, A., la misma Klein, M., que producen desarrollos originales en relación a los primeros estadíos del C. de Edipo, y los de Blos, P., que destaca la problemática de su disolución en la etapa fálica y la revivicencia y recapitulación del conflicto edípico como capítulo insoslayable de la adolescencia. Todo esto es bien conocido y está, como decía, ricamente descripto por la autora, en sus propios términos.

Si hay algo que las/os teóricas/os de los Estudios de la Mujer han trabajado y criticado es la concepción freudiana de la sexualidad femenina. En este sentido, es bienvenido todo trabajo que problematice la posición de la mujer y deconstruya las trazas ideológicas con que ha sido pensado. Es aquí donde, me parece, la autora nos brinda sus mejores frutos.

Plantear la tendencia a la duplicación como estrategia (o condena) de la subjetividad femenina es un camino promisorio. Por otra parte, la clínica y la literatura están plagadas de los imaginarios, muchas veces hechos virtud, de la tendencia vinculante "propia de las mujeres".

Bien, pero, qué hacemos con estos imaginarios? ¿Los consideramos parte de la naturaleza femenina, más allá del tiempo y de la historia?, ¿los encarnamos en una anatomía que, en definitiva, es destino, como decía Napoleón? ¿o los deconstruimos, como ejercicio permanente de un alerta epistemológico, y una clínica más efectiva? Creo que, no hace falta aclarar, la tercera opción -que es la mía- también ha generado este y otros trabajos de M. Alizade. De lo contrario, con la primera parte del artículo bastaba.

Es evidente que M. Alizade intenta recuperar otras dimensiones de la femineidad, más allá del triste porvenir que le auguraba Freud. Y lo hace a través de lo que llama "positivización del no", como un "movimiento pacífico" del final del complejo de Edipo femenino, ampliando los destinos de la mujer. Recuerda el texto que, a diferencia del desenlace de dicho complejo en el varón bajo el impacto de la amenaza de castración, aquí -en la mujer- sería una progresiva maduración y superación de la rivalidad los que construirían la "plena individuación y la construcción del espacio sólo", en palabras de la autora.

Nietzsche decía que "ya no hay hechos, sólo interpretaciones". lo recuerdo, porque me parece que algunos trabajos psicoanalíticos dan por sentado que "una" narrativa es equivalente o da cuenta de la multiplicidad de lo real. Entonces empezamos a hablar de "la femineidad", o "la sexualidad", en términos universales, esenciales, como categorías trans-históricas. Y no como construcciones teóricas surgidas en determinado tiempo que pueden tener eficacia en determinados dispositivos.

La autora admite una "anatomía cultural" construida por los imaginarios y develada por los estudios de género. Sin embargo, el trabajo no incluye al género como dimensión nuclear de la identidad (no hay identidad sin género), ni tampoco como ordenador mayor del sistema sexo-género. La anatomía cultural es política, como lo es el ordenamiento de los géneros, producto de relaciones de poder, al interior del patriarcado. Entonces, me parece que hallazgos valiosos como las distintas duplicaciones que marcan la condición femenina, pueden quedar reducidos a consideraciones anátomo-fisiológicas. Por ej. en relación a la hegemónica "envidia del pene", se mencionan "estudios que demostraban la importancia de la vagina y la vulva en el psiquismo de la niña", o también que "la mujer tiene en su haber una enorme riqueza fluidifical: leche, flujo, sangre, y una latente potencialidad gestante". Esto, cómo dudarlo, es correcto, pero seguramente necesita otras herramientas del psicoanálisis o de otras disciplinas. Como obviar que en tantos discursos teóricos, esas consideraciones pueden reenviar a la vetusta idea de que "la mujer está del lado de la naturaleza", y por cierto, "el hombre del lado de la cultura". Consideraciones estas teóricamente vulnerables y políticamente peligrosas. G.Rubin decía, con acierto, que "el psicoanálisis se convirtió frecuentemente en algo más que una teoría de los mecanismos de reproducción de las normas sexuales; es ya uno de esos mecanismos". A esto me refería cuando mencionaba el peligro de superponer una teorización con la descripción de los hechos, pero aun más, y como ha ocurrido en tantos tramos analíticos, una descripción se vuelve una prescripción. Es cierto que "la vulva imaginariza un espacio psíquico de no tener", y esto se mantendrá, toda vez que el pene se sostenga como paradigma de la potencia, toda vez que no haya una "positivización de la diferencia", además de una "positivización del no".

La autora plantea en la región del trabajo con más aportes personales que "el final del complejo de Edipo es un acto somatopsíquico que requiere maduración psíquica y cúmulo de experiencias". Este tiempo estructurante -agrega- no se observa en todas las mujeres. Al leerlo, yo me preguntaba cuáles serían las condiciones para acceder a ese estado, si la "positivización del no" puede entenderse como una forma de la instalación psíquica de la castración simbólica de la vivencia de incompletud que pone en marcha el deseo, o es positivizar una carencia que no está en ninguna anatomía, sino en una narrativa teórica? En la primera versión sería equiparable, aun con diferencias, al proceso subjetivante que tanto mujeres como varones transitamos en pos de la complejidad. También los varones debemos trascender el orden fálico, para eventualmente, volvernos seres menos reactivos, que positivicen los nos (no puedo, no quiero, no estoy obligado, etc. etc.).

¿Cuál habrá sido la trama edípica que favorece el pasaje a la individuación? ¿Cuál habrá sido el

padre de esa mujer, cuál su función erotizante, identificatoria? ¿Cuáles las maneras de crianza de ambos padres que habiliten tránsitos menos tortuosos ?

La autora llama acertadamente a este tiempo en el que "no tener adquiere categoría trófica", un nuevo acto psíquico, asemejándolo al acto psíquico que inaugura el narcisismo. Y no es casual el nombramiento, dado que se trata de un acto de reapropiación de sí misma, como persona, y, entiendo, como género, por la mención de la importancia del espejamiento en otras mujeres. Segunda vuelta a una madre- amiga, y yo agregaría a un padre-amigo, en el sentido de recuperar a esos adultos fundamentales, en la dimensión del Edipo completo, esto es, deseo e identificación en cantidades variables con ambos progenitores, si de plenitud de la bisexualidad psíquica hablamos.

Pero esta vuelta a las pares mujeres como objetos valorados no ha sido un hecho de evolución natural. Es el resultado de una revolución -la del feminismo- que lo ha trastocado casi todo: en las luchas reivindicatorias, en el trabajo teórico porque nos ha permitido deslindar sexualidad de género, porque nos abre a la diversidad de caminos posibles, para salir de la encerrona fálica, y porque está haciendo trabajar fructíferamente el pensamiento transdisciplinario, del cual el entrecruzamiento psicoanálisis / estudios de género, es un ejemplo.

La autora enumera por último algunas consecuencias psíquicas del final del complejo de Edipo en la mujer, que, por su importancia, merece detallados estudios. Sólo me detengo en una de ellas, sintetizada como "la capacidad de dar de sí de las mujeres femenino-maternales, lo que permitiría pensar en una potencial maternidad social ". Seguramente esto merecerá detallados estudios, porque dicho así, a modo de conclusión y escuetamente, me es difícil no pensar que, si, anatomía no es destino, la maternidad sí lo sea. Si Freud decía que en la búsqueda de un hijo está el anhelo de conseguir el pene, ecuación mediante, acá se trataría de trasladar ya no el instinto maternal (concepto criticable, si los hay), pero sí una cierta capacidad empática de todo maternaje a la esfera pública. Acuden a mi recuerdo la idea de la "doble maternidad" que trabajan los teóricos sociales e incluso que la maternidad sería la perversión femenina propiamente dicha (según Granoff y Perrier). Por cierto, las mujeres en la vida pública están dando muestras de una diversidad de posibilidades de acción, de conocimiento, de transformación, que las ubican como pares en capacidad, aunque no siempre en derechos, con respecto a los varones. Como párrafos antes señalaba la autora, el "nuevo acto psíquico", tanto en el desarrollo post-edípico como en la expresión de una meta, deberá incluir una modificación de la mujer femenina, en un tiempo de afirmación y nuevas ecuaciones. Este trabajo es una muestra de estas afirmaciones.

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