Estados Generales del Psicoanálisis |
Sin angustia
Reflexiones sobre
niños que matan niños
Juan Vasen
"Todo acto de cultura es al mismo tiempo
una manifestación de la barbarie".W.Benjamin
(y vice-versa)
Inglaterra, Febrero-Noviembre 1993
El 12 de febrero de 1993 Denise Bulgher hacía compras en un Centro Comercial de la ciudad de Liverpool. En un momento de distracción John Venables y Robert Thompson, ambos de 10 años de edad tomaron de la mano a su hermoso y rubio hijo James de 2 años -a quien no conocían- y lo secuestraron. La escena fue filmada por las videocámaras del lugar. (1)
Lo llevaron primero de la mano caminando y conversando. Luego lo arrastraron por más de cuatro kilómetros hasta un descampado cercano a las vías del tren. En el camino se cruzaron con unas treinta personas, algunas de las cuales vieron a James golpeado y hasta ensangrentado, tal como declararon en el juicio. Uno de ellos los escuchó comentar:
-"Es la última vez que salgo con mi hermanito". Pero, nadie intervino.
Llegados a un baldío lo maltrataron cruelmente. El pequeño luego de recibir los primeros golpes le suplicó a John, tomándolo del abrigo en medio de gritos y sollozos: -"No me hagas sufrir". Pero no tuvo éxito. Ambos, pero básicamente, John le tiraron ladrillos, le arrojaron a la cara una lata de pintura azul que habían comprado o robado y lo golpearon con barras de hierro hasta darle muerte.
Después lo depositaron sobre las vías y lo cubrieron con ladrillos. Finalmente el pequeño cuerpo fue seccionado por el primer tren que pasó.
John comentó que en un momento pensó en sacarlo de la vía, pero, James estaba cubierto de sangre, -..."y la sangre mancha, ¿verdad?. Mamá hubiera tenido que pagar la limpieza".
El cadáver presentaba más de veinte heridas en la cabeza y otras tantas en el cuerpo.
-"¿Porqué lo hicieron?" , preguntó el Juez.
-"No lo sé".
No lo querían matar, pero no sabían decir por qué lo llevaron al baldío, o por qué lo golpearon, o lo dejaron sobre las vías del tren.
El juez advirtió a los jurados que si tenían la mínima duda sobre su grado de culpabilidad, debían declararlos inocentes. Pero, dijo: -"Son niños de una cierta edad, que no sufren ninguna enfermedad mental, poseen una inteligencia normal y frecuentaban una escuela de la Iglesia de Inglaterra , donde les ha sido enseñada la diferencia entre el bien y el mal".
Fue John quien confesó a sus padres, lloroso y angustiado, luego de que estos lo abrazaran y le pidieran que diga la verdad: -"Yo lo maté". Dijo que lo había golpeado hasta que dejó de moverse, y aseguró que Robert también había participado de la violencia, arrojándole ladrillos.
De noche, al pensar en todo esto no paraba de llorar. Pidió a uno de los investigadores que le dijeran a la madre de James que lo lamentaba. ¿Por qué no se angustió antes?
El jurado, emitió su veredicto, y no fue fácil. Varios de sus integrantes solicitaron asistencia psicológica, luego del juicio. El juez dictaminó la máxima sen-tencia que se puede dar a niños de esa edad: la reclusión en un centro especial de máxima seguridad. Allí estarán confinados en habitaciones individuales donde contarán con video y T.V. Si observan buena conducta podrán permanecer hasta los 18 años. Luego serán transferidos a un correcional. Finalmente, a los 21 un comité coordinado por el Ministro del Interior decidirá si están rehabilitados y podrían salir en libertad o ir a prisión.
Hay unos ochenta y cinco niños en estos alojamientos especiales. Siete de ellos están allí por asesinatos y el resto por crímenes graves. La primera fue Mary Bell, internada en 1980, a los once años, acusada por el homicidio de dos niños. Tras doce años en centros especiales ahora lleva una vida normal, con una nueva iden-tidad.
Tanto en febrero como en noviembre al emitirse el fallo, el cementerio de Kirby, en el norte de Inglaterra, se encontraba cubierto de flores y juguetes.
John, el ejecutor material del crimen, tiene dos hermanos que asisten a una escuela para niños con dificultades en el aprendizaje. Sus padres están sepa-rados en buenos términos desde 1986. En 1991 tuvo problemas de disciplina en la escuela a la que concurría: le apretó la garganta a un compañero, hasta casi asfixiarlo, con una regla de madera. Por ese motivo fue transferido a la escuela de la St. Mary's Church de Walton.
Neil, su padre es conductor de topadoras y estaba desocupado a la fecha del crimen. Acostumbraba ver videos, habiendo alquilado más de cuatrocientos en los últimos años. Muchos incluían pornografía y escenas violentas. Pocos días antes del crimen el padre había alquilado Childs Play (Juego de Niños ) que narra la tercera parte de la historia de Chuky, un muñeco maldito. Ambos chicos negaron, de un modo poco convincente, conocerla, aunque admitieron haber visto algunas escenas de la segunda película de la serie.
Robert es el quinto de siete hermanos. Se llama igual que su padre, un aprendiz de electricista que abandonó a la familia en 1988 y no apareció más. Su madre, Ann, trabajaba limpiando oficinas y es alcohólica. Sus hijos fueron confiados por algún tiempo a institutos porque se criaban "sin control". Los mayo-res pegaban frecuentemente a los menores. Ann, culpa a la escuela por no haberle avisado que el chico no iba a clase, y a la policia local por no haberlo detenido antes.
Ambas familias viven en barrios humildes pero no marginales. John y Robert se conocieron en la escuela. Cursando con un año de retraso, eran los mayores de la clase y entablaron una relación inmediata. Juntos hostigaban a los mas pequeños, escapaban de la escuela y rapiñaban en comercios. Eran descriptos como peleadores, mentirosos y ladrones de carame-los.
¿Puede una lectura intentada desde ciertos operadores teóricos psicoanalíticos aportar alguna inteligibili-dad a este acto de dos niños de diez años?
Para hacerlo voy a intentar primero ubicar lo que falló.
Por una parte ha fallado una red de contención comunitaria. Esto queda ejemplificado en la cantidad de personas, luego testigos que pudiendo interve-nir, no lo hicieron.
Es difícil soslayar el momento social de Inglaterra -en Liverpool hay un 17% de desocupación- y la política de privatizaciones no sólo alcanza institu-ciones o empresas. Allá -como aquí- abarca la intimidad de los lazos sociales. Y delimita cotos cerrados, feudos ajenos donde antes había un espacio que podía ser considerado público: la calle. Hace unos días vi pasar delante mío a dos escolares, ambos de delantal blanco, uno bastante mayor que el otro al que llevaba agarrado del cuello mientras el menor forcejeaba para liberarse. Yo también los ví alejarse por Azcuénaga, sin intervenir.
En segundo lugar, parto de suponer una falla en la tramitación simbólica de lo que, de otro modo, habría hallado diferentes destinos. Por eso es que voy a detenerme en la película Juego de niños III, para pen-sarla momentáneamente como paradigma de un fracaso: el del imaginario parental para constituir una pantalla que permita filtrar lo que, de lo contrario, llegando casi en bruto, se torna inmetabolizable para los niños.
Al hacerlo no pretendo ubicar en la película una causalidad directa, lineal con el acontecimiento. Muchos chicos de la misma edad la han visto y no se han lanzado a semejantes actos de violencia. Recorrer con algún detalle este camino no implica ubicarla como causa única. Pero una miopía similar sería restarle toda importancia y centrar el problema en las dificultades familiares y sociales y/o, su even-tual patología de modo excluyente.
¿Juego de niños?
-"Papá, si atropellás a esa señora,
¡ganamos un "bonus" de mil puntos...!"
(Gonzalo, 8 años, a su padre, en una esquina)
La película se inicia mostrando un fragmento de plastico amorfo y supuestamente inerte que fue lo que quedó de Chuky al finalizar la versión II. Una pinza lo apreta y sangra abundantemente. Es arrojado luego al pool de masa plástica que refundida será la sustancia de una estirpe de muñecos llamados "Good Guy". En una reunión de directorio, los productores del engendro están preocupados por la repercusión en sus ventas de las denuncias en los diarios que está efectuando Andy. Este niño sostiene que, en Chuky, se ha encarnado el alma errante de un cruel asesino, que anda a la búsqueda de un cuerpo donde hospedarse. Nada de esto es tomado en serio.
El muñeco se anima repentina y siniestramente, y va en búsqueda de Andy, intentando matarlo para alojarse en su cuerpo. En el camino elimina, entre otros, al director de la empresa a quien golpea con unos palos de golf. Andy está en una Academia militar, donde fue enviado luego de sus denuncias sobre Chuky. Allí impera un sadismo notable.
Cuando llega al lugar, intenta apoderarse del cuerpo de un niño negro, llamado Tyler, a través de un engaño: le dice que jugarán a ocultar el alma. Luego de muchas visiscitudes y asesinatos, Tyler intenta ocultarse en un parque de diversiones. En él hay un sombrío tren fantasma, situado lejos de las otras atracciones que, por contraste, tienen una ubicación central y luminosa.
Chuky llega a buscar refugio -en la que tal vez sea la escena más inteligente de la película- en brazos de un tosco Drácula mecánico, mientras una figura que representa la muerte mutila su mejilla con una guadaña. En varias oportunidades los carritos del tren pasan por encima del muñeco sin dañarlo. Pese a estar bastante maltrecho y con su rostro manchado de pintura azul logra someter a Tyler. Lo hace acostar y, convocando a las tinieblas, comienza un complicado ritual para trasvasar el alma al cuerpo de su víctima. Esta va quedando progresivamente convertida en un "zombie". Cuando Andy intenta rescatarlo, Chuky repite: -"El niño es mío, mío". Tyler reacciona y le corta una mano mientras Andy le dispara. No es suficiente. El muñeco reisite diciendo: -"Hierba mala nunca muere". Finalmente su cuerpo cae, a raíz de las balas, dentro de un gigantesco ventilador que lo secciona en mil pedazos poniendo fin a su diabólica existencia.
La película finaliza cuando Andy se despide de la chica que ha conquistado con su bravura. Mientras va, rodeado de policías a testimoniar, la tranquiliza diciéndole: -"Yo ya he pasado por esto".
Me interesa subrayar algunas conexiones entre la escena del crimen y la película:
a) El muñeco tiene las proporciones y la estatura de un niño de unos tres años. Es rubio levemente pelirrojo y tiene grandes ojos claros. Puede parecer tierno. En su versión benigna, una suave pero mecanizada voz -seguramente alimentada a pilas- pide abrazos y también jugar. James era un niño hermoso, rubio, de ojos claros, tierno, un muñequito, un angelito.
b) Pero las apariencias engañan y no es bueno sucumbir a sus encantos, pues del muñeco se ha posesionado un cruel asesino. James era encantador, y también sociable, sino no hubiera sido engañado. Sólo ubicándolo como un representante de algo siniestro o diabólico puede haber sido posible sustraerse a la ternura o, más aún, a la compasión cuando, por ejemplo pedía, que no lo hicieran sufrir.
c) La "sangre" de Chuky es la que posibilita al caer en la masa plástica refundida, que vuelva a "encarnarse" en otro ejemplar de la serie fabricada. La sangre también impide a John acercarse a James mientras éste está herido o muerto. Su mamá tendría que pagar la limpieza. ¿Correría él, el riesgo de mancharse o, peor aún, de contagiarse?. La sangre contagia más cosas ahora que en la época de los vampiros. En aquellos tiempos la cruz, que representa la filiación como hijos de Dios, protegía de ellos. En estos días, su linaje no aseguraba a John protección ante el vampirismo. Además, por una vez, no quería dar más trabajo a su mamá.
d) En la película son también dos chicos quienes combaten al pequeño monstruo. El menor de ellos casi cae bajo sus influjos. Andy, que es quien lo elimina, no se ha dejado engañar. Tyler pelea, pero también mira. Robert -en la escena real- es cómplice y también testigo.
e) Los tres se encuentran en un parque de diversiones. Está lleno de luces, un verdadero centro comercial donde se venden juguetes, panchos y hamburguesas. Una de las versiones dice que la madre de John estaba en la carnicería. Desde allí, el fragor de la pelea los va llevando hacia una zona aleja-da, lúgubre, surcada por las vías del tren fantasma.
f) La lucha es feroz. El pie derecho de Robert queda grabado en la mejilla de James. La patada ocupa el lugar de la mutilación que en la película perpetra "la parca". Una marca similar tiene la imagen de Chuky en su versión II (la que ellos reconocieron haber visto). La pintura azul marca enigmáticamente la cara del muñeco. A éste habrá que darle de su propia medicina. Hay que animarse esta vez a arrojar la primera piedra, (o ladrillo). Y si no hay palos de golf buenos pueden ser unos fierros.
En el video del juicio que tuve oportunidad de ver, John dice que en un momento hizo arrodillar a James. ¿Un ritual expiatorio en medio de la pelea? ¿DeberÍa arrepentirse de algo el pequeño condenado ante estos "justicieros"?
g) Al final realizan un entierro con ladrillos, cuya eficacia simbólica es en tales circunstancias, dudosa. Por eso le apoyan una pesada viga encima y, por si acaso, lo ubican sobre las vías del tren. A falta de un ventilador que seccione el cuerpo y garantice su fin, bien puede servir un tren de verdad. Es bastante más grande que el de la película. De aquél, el muñeco escapó ileso. Hay que evitar que la saga continúe.
h) Finalizada la odisea, Andy el protagonista sabe lo que le espera. Tendrá que ir a la policía que ya lo rodea, a contarlo todo. Hay cosas que no entiende. El nunca antes había usado un arma. También saldrá en los diarios. Actuó como un héroe. Pensar que nadie le creía, todos pensaban que era un mentiroso. Definitivamente se ha reivindicado.¿Se lo reconocerá la justicia?
Socialización de mercado:
"Cuelgan los peces de la cola,
brillan los peces derramados,
demuestran su plata los peces,
aún amenazan los cangrejos.Sobre el mesón condecorado
por las escamas submarinas
sólo falta el cuerpo del mar
que no se muere ni se vende.Pablo Neruda
Entiendo la socialización como el proceso en que lo genérico social adviene singularidad y la biología cuerpo erógeno. Un trabajo de apropiación libidinal por las sociedad y la cultura de ese nuevo, que basculará entre la sujección a lo ya escrito, y las posibilidades de inscribir en ese ámbito colectivo las peculiaridades de su historia.
La familia mediatiza ese trabajo de apropiación libidinal erogenizando, narcisizando, edipizando. Si así ocurre, es esa mediación parental la que permitirá subjetivar imaginarizando las preocupaciones y soluciones de cada tiempo y lugar.
En tal caso lo real será acotado e incorporado metabolizadamente a través de una simbólica matricial y un imaginario parental. Y se producirán sujetos parlantes, tópica y establemente escindidos y capaces de transacciones mas o menos sintomáticas o sublimatorias que pondrán cierto dique a las repeticiones actuadas.
Entonces, ¿nos quedamos tranquilos?
En el primer capítulo vimos como la familia va perdiendo fuerza como institución para convertirse, para algunos, en mero lugar de encuentro de vidas privadas. Y lo hace por advertir que no puede preparar ya, como antes, para una existencia crecientemente pública.
Esto es lo que dice la mamá de Robert: sin la escuela y la policía -y sin el padre, agrego- ella no pudo evitar lo que ocurrió.
¿En que otro vehículo que el humano se soportará el proceso de transmisión que anuda la curiosidad infantil por un lado y los anhelos de trascendencia de semejantes marcados por la finitud por otro?. Si no hay encarnación en el lugar del Otro, ese espacio se desmaterializa, se vacía, se hace abismo.
"Quiero cuentos historietas y novelas, pero no las que andan a botón. Yo las quiero de la mano de una abuela, que me las lea en camisón." (2) Un reclamo que seguramente no sólo siente Osías.
Además de los otros, semejantes sexuados y sexualizantes. Además del Otro de la cultura que, fértil o silencioso, con sus delimitaciones y ofertas sublimatorias ancla letras y sentidos, espacios y tabúes. Además, digo, está lo Otro de la economía y los balances, de las rentabilidades y, entonces, de los tiempos. El manejo de las rentabilidades determina el manejo de los tiempos. Y del tiempo que puede donarse. Porque una escena filmada en cámara rápida y la misma, filmada a una velocidad normal, no son la misma escena.
M.Ende ha dejado en Momo, su heroína, la enorme responsabilidad de dirigir el combate contra el ejército de hombres grises que avanza sigilosamente. Ellos, con sus trajes, sus autos de lujo y sus portafolios, viven a expensas del tiempo que, concentrado en sus habanos, roban a sus ingenuos y pueblerinos amigos. (3)
En Tokio realizaron una experiencia de monitoreo de subterráneos para eva-luar su eficiencia. Descubrieron que cada tren perdía un segundo mas de lo imprescindible en cada estación...por la conversación de las mujeres.
Ese Otro de la eficiencia llama a silencio.
Un niño tiene cierto resguardo de la inscripción erógena o de la intrusión tanática de lo que no cesa de no inscribirse sólo si cuenta con una mediación parental que dibuje planos narcicísticos capaces de captura pero tambien de ternura. Si cuenta con tramas simbólicas que anuden argumentos para fantasmatizaciones que no pueden construirse en cámara rápida, ni en la pura ausencia, o en el anonimato de las instituciones. Un fantasma es -entre otras cosas- una escena acotada a unos pocos personajes. No es anónimo. Pero si la situación edípica queda extendida a toda la sociedad las posibilidades de anudamiento en rela-ción a ciertas imágenes se disuelve.
Juego y fantasía anudan historias que ponen dique a la alienación y a la desvitalización silenciante de las rentabilidades a corto plazo. Permiten a los chicos ir haciendo su película sin necesitar desesperada y ortopédicamente comprarla hecha. Aunque se llame Juego de Niños.
Si se trata de comprar James McNeal, en su libro de marketing para niños describe el proceso de socialización en la sociedad de consumo de un modo contundente: "Cuando llega el momento en que el niño puede estar sentado derecho, se lo instala en su puesto de observación culturalmente definido: el changuito del supermercado." Luego, dice, caminará a un costado.
De allí lo arrebataron a James.
Continúa: "A menudo sucede que los padres no hagan caso o rechacen la demanda de sus hijos. Los niños pueden tener problemas con esas reacciones. Según él, hay maneras de prevenir esos resultados y maneras de manejarlos, en particular si los padres confían en la ayuda de... los comerciantes interesados".(4)
Por último dice que el medio de publicidad mas fuerte en el mercado de los niños son las películas. Bastante pizza hicieron comer las tortugas ninja, bastantes muñequitos vendieron Batman, He-Man, y ni hablar de los Simpson. Una sugestión que excede los productos que en ellas se promocionan.
Las fuentes libidinales pueden no ser halladas en el semejante por ausencia, descrédito merecido o tan sólo resultante de una desventajosa comparación del humano con sus propios inventos maquínicos. Una comparación que en lugar de fundarse en la eficacia simbólica lo hace en una eficiencia silente cuya
implementación actual tiende a anonimizar los lazos sociales. Será entonces necesario "educar" a esos padres para que no obstaculicen las demandas consumistas de sus hijos. Para eso están esos comerciantes interesados.Ellos en lugar de libido podran proveernos de pilas. Esas sí pueden ser ever-ready siempre listas, ni cansadas ni ocupadas. Y mucho menos, desocupadas. Y andaremos a mil, tal vez el vértigo de la velocidad compense la pérdida de la cadencia del pasear humano. Pero tal vez la robotización no sea tan grave, si la sensibilidad va disminuyendo de a poco, casi sin que nos demos cuenta.
La producción de ciencia ficción, mutantes, cyborgs, androides configura una forma de conjuro elaborativo colectivo ante la irrupción de ese real tecnológico que se nos encarna de mil maneras. Tyler prefirió los brazos imaginarios de Drácula a las manos plásticas, reales, de Chuky. Pero hay colectividades para las que esas líneas elaborativas de lo colectivo no llegan. Sabemos de los problemas de transporte en los suburbios. En Liverpool, y también aquí cerca.
La cuestión es que ciertas cosas sólo son transportadas por humanos con tracción a sangre. Un medio de transporte que va quedando en desventaja como carro en la autopista.
En John y en Robert falló el conjuro. Ese proceso que incluye la estructuración y traducción narrativa y la fantasmatización. Para ello requiere apoyarse en el filtrado que, un imaginario y una simbólica parental claudicante, no pudieron favorecer. Un filtrado -siempre parcial- sujetado desde la sangre y el linaje, que en pala-bras de Winnicot abre el mundo para el niño en dosis pequeñas.
Y ese proceso que debió ser subterráneo, caprichoso y lento, saltó de esa intimidad donde no se pudo dar a la ex-timidad del estrado. Y se hizo público, dantesco, descarnado.
Neil y su hijo John también necesitaron videos, un juez y jurados para escenificarlo. Claro que de este modo mas que hacerse su película, John, convertido en muñeco, estaba haciendole una a ese padre fanático de los videos, que ahora sí lo vería, aunque sea a través de la pantalla.
Y también fallo el Estado: No olvidemos que el conjuro, requiere de ella para su eficacia. En cambio, La fuerza inscriptora de la Ley fue derrotada por la "ley" del más fuerte.
Entonces, James, el muñequito, convertido en representante pulsional de una oralidad vampírica e insaciable fue combatido -sin siquiera conocerlo- en una ex-timidad concreta y no en una otra escena fantasmatizada. Fue combatido fuera de escena, en el baldío, por fuerzas comandadas desde ese sector del Superyó que lejos de ligarse a la ley y los ideales de la cultura hunde sus raíces en el Ello constituyéndose como sádico y paradojal.
En "La Colmena" un cruzado discute con un párroco sobre la necesidad de ajusticiar ejemplificadoramente, matándolos a quienes no concurran a confesar regularmente sus faltas.
-"Pero, entonces no va a quedar nadie", argumenta aterrado el cura.
-"Cómo que no. Quedarían los ángeles. Casi me parece estar oyendo el batir de sus alas".
No son imprescindibles los medios masivos o los videojuegos para desrealizar la realidad. Las sectas los anticiparon. Pero su eficacia depende de contar con el mordiente de una situación sociocultural y personal donde se desrealiza la condición del niño, y donde el futuro pasa a ser un tiempo verbal sólo conjugado con fantasía.
James, el angelito no fue perdonado por la confusa ira justiciera de quienes lo arrancaron de su privilegiado lugar de observación al lado del changuito de su mamá. Un lugar desde el que podría, quizás saciar todas sus voraces apetencias de consumo con lo que, para ellos, quedaba casi siempre en inaccesibles escaparates, a los que miraban con la "ñata" contra el vidrio.
En un universo simbólico donde lo anónimo gana espacio como esa "Nada" de la Historia sin Fin (5), la sangre de James fue la representante, el recordatorio de esa humanidad erógena deseante y contagiosa que aplastaron a golpes creyen-do así erradicarla de sí mismos. Así serían buenos, y cual cruzados -¿de una academia militar?- con las pilas puestas, transformados en seres tan maquínicos, poseídos e insacia-bles como aquello que creían combatir, lo hicieron, sin mancharse, y sin angustia.
NOTAS Y BIBLIOGRAFIA CONSULTADA :
1- El Lic. Miguel Calvano me facilitó parte de los materiales que me permitieron trabajar esta cuestión. Su incursión pionera en este tema fue realizada inicialmente desde una perspectiva centrada en el valor testimonial de la palabra de un niño. Sus trabajos posteriores fueron presentados e n Seminarios en el Hospital Carolina Tobar García y en varias Jornadas y Congresos.
La información aquí condensada proviene además de la revista Noticias de los diarios Clarín, Página 12 y The Guardian. Otras fuentes han sido una conversación con la Dra Dania Gleiser, especialista inglesa en Psiquiatra Infantil y el video realizado por la BBC de Londres sobre el juicio de los menores.
Lamentablemente episodios semejantes como el de los chicos de Arkansas y numerosos otros siguen dando material para nuestras investigaciones.
2- Las canciones de María E. Walsh tienen como uno de sus ejes fundamentales la relación con el tiempo. En particular con el tiempo "no apurado, tiempo de jugar que es el mejor. Por favor me lo da suelto y no enjaulado, adentro de un despertador". (Osías el osito)
3 -Ende, M. Momo. (1986). Barcelona: Editorial Alfaguara
4- Mc Neal, J. Marketing de productos para niños. 1993 Barcelona: Editorial Granica
5- Ende, M. La historia interminable (1990) Barcelona: Editorial Alfaguara