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Algunas implicaciones de
la relación entre la locura y la razón

Randall Morice

Foucault expone que la locura es la falta de acto. Se encuentra entre un no ser y un no saber. La plantea como una negatividad: "Uniendo la visión y la ceguera, la imagen y el juicio, el fantasma y el lenguaje, el sueño y la vigilia, el día y la noche. La locura en el fondo no es nada, pues liga en ellos lo que tienen de negativo.

La locura es el goce del ser, que apunta a un goce total, donde no haya falta, donde el encuentro con el otro no fuese traumático. Freud postula que la pulsión tiende a la satisfacción, objeto mediante. Más adelante propondrá que la pulsión es de muerte. Que la vida psíquica del sujeto se mueve más allá del Principio del placer. Por lo tanto que el sujeto tiende más a la dificultad que a la homeostasis. La locura por tanto, es donde la pulsión de muerte se afirma, ahí donde el significante no logra bordear la Cosa, donde el desorden significante se ordena en delirio.

Foucault plantea la locura como negatividad. Acaso la razón es la positividad? La razón es el efecto inmediato del goce fálico, o sea, del goce gastado por el significante. A su vez la razón pretende negar su basamento, su origen en el lenguaje y pretende la universalidad, la perfección, el universo cerrado. Niega la falta que la constituye.

La razón pretende la grandeza del sujeto, elevarlo a la armonía, al entendimiento, a la comprensión del uno por el otro. O sea planta ideales para socavar y negar lo que no hay. Imaginariza la falta en ser con el afán de que a futuro esa falta será explicada y subsanada Al hacer esto provoca un aislamiento de lo desconocido, del inconciente. Efectúa una renegación colocando a la locura como la sin-razón, lo que cae fuera de su ámbito.

Si la locura es un no ser y un no saber, el saber positivista está del lado de la Razón Se dice "perdió la razón" el loco pierde la razón. O sea, pierde el contacto con los principales significantes de la cultura. Definitivamente la razón pierde ante la locura, pues la desconoce, la silencia.

El saber positivista forcluye el saber-otro de la locura. La locura confronta al saber científico. Alienado mental puede asociarse a que queda fuera del discurso oficial.

El saber científico, o la ciencia de la razón desconoce que la locura no solo es lo desconocido de esa saber sino que inspira su quehacer. Es desde lo negativo donde surge el esfuerzo de significar, de nombrar, de ordenar el caos. La razón corre tras la locura, no la escucha, no se deja interpelar por ella.

Todo saber parte de la ficción. El lenguaje es un sistema de ficción, que no alcanza para nombrar la verdad. El decir es a medias. La razón finge saber totalmente. El saber por lo tanto, es engañoso, es ficción. La locura es la ficción que no es soportada por la razón pues su lenguaje es otro, su decir otro y su verdad otra.

La razón pretende un significante que lo abarque todo, que lo diga todo. La locura desmiente al supuesto significante totalizador. La razón al rechazar a la locura-mi- ser- (h)able, hace que lo reprimido surja, que la locura hable.

La locura muestra la miseria del ser, eso que la ciencia tapona con la razón. La locura insiste cuando creo decir eso que soy, cuando soy nombrado, esa es la realidad de la locura. Su permanencia dentro del discurso cotidiano. Ambas, la locura y la razón apuntan a un saber absoluto. El delirio es un intento de razonamiento puro, es la apuesta por lo absoluto de una razón que se pierde.

El delirio afirma a un hombre sin el discurso de la ley, hombre ajeno a la ley simbólica que asienta su miseria en la falta de alienación en el significante. El significante es el trazo de la diferencia que hace que el sujeto sea entre el S1 y el S2.

Ya en los siglos XV y XVI la razón recluye a los locos, por no ser útiles a la sociedad, pues no trabajaban. Se forman los hospitales psiquiátricos, viejos leprosarios.

En el siglo XIX se cuestionan la moral, el trabajo, la razón, con pensadores como Nietzche, Marx y Freud. Estos pueden empezar a ver más allá de las apariencias, más allá de lo imaginario y de lo convencional Centran su atención en la noche, en lo no- dicho, en lo sucio, en lo que por no saber cómo enfrentar, se reprime. Por su parte la ciencia , en especial las neurociencias, siguen ocultando la verdad del sujeto tras la vestimenta de un organismo, de una biología.

Freud descubre que en la oscuridad del decir se muestra la verdad del sujeto, eso de lo cual no queremos saber nada. La verdad muestra un rostro insoportable. Sexualidad y muerte. El goce como lo más íntimo y lo más ajeno al sujeto, como aquello que de la pulsión de muerte hace resto. El cuerpo goza, sueña y enloquece. El cuerpo grita en el silencio ruidoso de la sexualidad y la muerte. El sexo como diferencia que pulsa a la muerte. Las cavidades del cuerpo aparecen eróticas, o sea, haciendo de pasaje, de vía regia hacia el Otro de la demanda. Produciendo pulsión.

La neurociencia destierra al loco mediante el fármaco, voz fallida de una inscripción que no se alcanza. De esta manera se minimiza la posibilidad de que el cuerpo alcance a decir algo.

Freud descubre que el goce, ese resto real de nuestra inscripción en la ley, tiende a la desmesura, a la locura. El loco padece de un goce absoluto. El delirio es un intento de inscribir el goce, de escribirlo. Freud dice el goce tiende al mal, a la destrucción del sujeto. El loco ha sido excluído y recluido porque ante el mal que lo define, la razón corre despavorida.

Entre la razón y la locura se filtra la creación, ese modo de hacer frente a la muerte para decirla, para atrasarla, para desdecirla. De la locura, ordenada por el filo del lenguaje, se crea la belleza, lo estético, modos de depurar la muerte, modos de depurar la locura.

El deseo, ese desafío a la muerte, es tener la valentía de correrse el riesgo del filo de la sin-razón para tocar esa otra verdad que para nada es razonable.

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