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Carta Para un niño de 10 años: La libertad.
Lucía Molina Fallas
A modo de introducción:
Cada vez que enfrento esto de realizar un trabajo para la maestría, ocurre una especie de lucha en mi interior, entre lo que debo escribir y lo que quiero escribir; entre una escritura que sea más cercana a mí y una que sea fiel a una formación universitaria.
Esta vez, particularmente en este trabajo, me he permitido la libertad, de escribir algo que, aunque sí pone a operar algunos de los conceptos del curso, en el que debo ser evaluada, me expone más. Quiero decir que se trata de una escritura menos académica y más del lado del equivoco, la inspiración, o como pueda llamarse a ese abrir una parte del mundo interno.
Ayer, a propósito de esa travesura que planeabas, dijiste que ibas a dar libertad a los caballos que usan en el Parque de los Berros para pasear a los niños. He tenido que decirte que los caballos domesticados, al igual que cualquier otro animal cuidado en cautiverio, sólo saben vivir de esa manera. Que no vuelven a ser silvestres, que ese es un paso que no tiene retroceso.
Con todas estas explicaciones obvie, sin querer, aquella palabra que sirvió de pretexto: libertad.
Sólo una hora después mientras leía, te acercaste a preguntar de qué se trataba, "subversión del sujeto" te dije, no sé que pensaste del título, yo inmediatamente recordé mis explicaciones sobre los caballos domésticos y los caballos silvestres, y te dije que algo parecido ocurría con las personas, que un niño silvestre se convertía en un sujeto por los cuidados de los padres, y que los niños que habían sido encontrados que fueron criados por animales nunca aprendían a hablar. Esta vez era yo quien quería hablar de la libertad pero no supe cómo.
Ahora resuena el silencio de aquella palabra, que es tan hermosa.
Y me parecen burdas y torpes aquellas que usé para hablarte de los seres humanos.
Talvez te parezca extraño que una conversación tan pequeña y que a lo mejor has olvidado, me ocupe al punto de escribir esta carta para ti.
Hay un Otro
Y marcaste mi cuerpo: probé con tu boca,
sentí con tu piel, ví a través de tus ojos,
oí tu melodía y me perdí en tu aroma.Mara-Is.
Que imagen tan tierna la de una madre que carga a su bebé, talvez es la primera vez que lo hace, talvez tiene miedo, pero su hijo de esto nada sabe. Sólo está ahí, entre esos brazos, como no estará otra vez, nunca más sentirá esa confianza absoluta, no volverá a estar en esos brazos fuertes. Y cuánto los añorará cuando el viento sople fuerte y sienta frío, cuanto más desamparo, por haber estado en esos brazos.
La madre tendrá que renunciar a su hijo, habrá que dejarlo jugar con otros niños, irá a la escuela y se enamorará de su maestra, luego tendrá novia..., y un día saldrá de casa. Pero esto no es tan simple, ese hijo es el fruto de un gran amor y el más caro anhelo de esa mujer.
Al dejarlo partir, lo deja marcado, signado con el deseo. Sale de sus brazos pero aquellas huellas, su olor, su calor, quedan en él.
Lo deja herido, herido de deseo, de esa manera al dejarlo se queda también.
Se abre una puerta grande, ahora su corazón puede albergar otros quereres: amar más allá de quien le ha dado la vida, más allá de los sueños compartidos con los amigos.
¿Recuerdas? que alguna vez el principito salió de su pequeño planeta, también estaba algo enojado con su rosa, recuerda a todos los personajes que conoció, y lo que le enseñaron.
Siempre estamos pensando que podríamos ser más felices. Queremos vivir con más intensidad, encontrar un buen amor, reír de cualquier cosa, llorar por amores lejanos, o al menos sentir un poco de brisa fresca. Ser insatisfechos, eso nos caracteriza.
No sé qué hay más allá de tu dulce mirada.
¿Son acaso otros mundos, otras gentes?
Mundos y gentes que te alejan de mí.
Así que aparecen los adioses. Aprendes que al partir no dejas de amar, cambias de lugar, pero tu corazón, ese es el más enamorado, el más fiel, y se queda enganchado y cuanto cuesta hacer cosas nuevas cuando el corazón es un romántico. Pero había que hacerlo, para seguir viviendo, para seguir soñando.
El riesgo es que al partir y dejar a los amados se los puede perder, no sabes a dónde los llevará la vida, también ellos tienen sueños. No sabes si podrás regresar, esto es triste, aún así lo digo, yo creo que el principito no vio más a su rosa.
Libertad
Sé que no te gusta la música de Joan Manuel Serrat, pero no puedo evitarlo, a mí si me gusta, y aunque te burlas de esas "cosas tan extrañas" que escucho, para poder decirte con algo de claridad esto que pienso sobre la libertad, viene a mi mente una canción:
Esos pequeños bajitos.
A menudo los
hijos se nos parecen, así nos dan la primera satisfacción, esos que se menean con nuestros gestos, echando mano a cuanto cae a su alrededor, esos locos bajitos que se incorporan con los ojos abiertos de par en par. Sin respeto al horario Niño deja de joder con la
pelota, Y cargan con nuestros
dioses |
Con nuestros
rencores y nuestro porvenir Por eso nos parece que son de goma y que les bastan nuestros cuentos para dormir, nos empeñamos en dirigir sus vidas sin saber el oficio y sin vocación les vamos transmitiendo nuestras frustraciones con la leche templada y en cada canción Y
nada ni nadie puede impedir que sufran |
Inevitablemente cargamos con muchas cosas, que por "nuestro bien", el papá y la mamá nos enseñan. Esa educación hace que siempre estemos sujetados de una forma u otra a ellos, a lo que desean para ellos, a lo que desean para nosotros. Lo que deseamos siempre está mezclado con lo que ellos desean. Visto así, no somos libres.
Pero esa sujeción se presenta como imprescindible para que podamos vivir. Es porque han elegido amarnos que sobrevivimos, un bebé está incapacitado para atender por sí mismo sus necesidades, es por esto que estamos marcados por esas primeras filiaciones, si no hubiera sido así, otras cosas pudieron pasar, inclusive la muerte.
Debo decirte algo, como sueles hacer, me has puesto en aprietos, realmente desde que estudio esto del psicoanálisis, hablar de la libertad se ha vuelto muy difícil y debo dar todos estos rodeos, para intentar atrapar espuma de mar.
Es tan complicado para mi atrapar esta noción de libertad como atrapar espuma de mar, porque crees que ya la tienes en las manos y se desvanece. Es por eso que algunas veces lo intento utilizando otras dos palabras: "deseo" y "elegir".
Elegir:
Así que lo que podríamos llamar libertad es algo como lo que ocurre en este escrito, todas estas palabras, no me pertenecen, yo no las inventé, y las he tomado de libros, de las voces de otras gentes. Al mismo tiempo son mías, yo las elegí, las organizo como quiero.
Siempre inicio con letra mayúscula los párrafos, y trato de tener buena ortografía, porque esta es una ley de la escritura que debo seguir, y en ese sentido nuevamente no soy libre.
Y lo soy, sin embargo, porque inicio los párrafos con las palabras que quiero, y pongo los puntos y las comas donde me parece que hacen un bonito efecto, para cuando lo leas.
No soy libre porque escribo dedicándote este texto, y como eres un niño no puedo usar todas las palabras que conozco, pero libremente elegí escribir esto. Y estas palabras aunque ajenas te dicen algo de mí. Es como lo que sucede cuando se lee una poesía, sientes que dice algo de ti.
¡Hoy he encontrado a un hombre
caminando!
Sin apoyarse en nadie,
caminando.Sin que hubiese camino,
caminando.Como si todo lo llamase,
caminando.Como si no quisiese llegar tarde,
caminando.Su mirada tenía forma
de corazón,
y dentro de sus ojos veía un mundo
caminando.Jorge Debravo
Piensa en esto: el cauce de un río, no hubo una mano que lo diseñara. El mismo río forjó su cauce, primero una gota de agua, dos, un charquito, un riachuelo, poco a poco desgastando sus márgenes, abriéndose espacio, delineando ese trazo, eligiendo, inscribiendo río. Surcos sobre la tierra.
"El agua de los ríos de largo curso parece inmóvil, pero corroe las márgenes; lenta, pero inexorablemente, ensanchará los campos..." 1
Deseo:
El deseo es como un pretendiente secreto, te emociona saber que está, no sabes dónde, lo buscas, haces locuras en su nombre, corres de un lado a otro. Pero algunas veces ocurre como en una canción muy vieja que conozco, que el pretendiente secreto era el mismo esposo de la señora, que quiso darle una nueva ilusión a esa mujer.
Es también como cuando pierdes un juguete, y lo buscas por todas partes, y ordenas tu closet, y por fin lo encuentras. Parecía como si la vida se fuera a acabar sin ese juguete. Luego juegas un ratito con él y lo guardas, queda ahí en un estante, un poco olvidado.
Si, en efecto, el deseo es como un oasis en el desierto, corres hacia el, y no está ahí, corres hacia otro punto y nuevamente se corrió de lugar. Lo que está ahí en juego es esa insatisfacción de la que te hablé. Pero cuantas cosas haces a causa de esa insatisfacción.
Puedes ver cuanto he tenido que escribir, a causa de la insatisfacción de no haberte podido decir, con otras palabras, con mejores palabras, ¿qué es la libertad?. Al escribir, me escribo, escribo una gotita en el cauce de mi río.
Lucía.
El Otro es siempre ese más allá en el que se posan las miradas. El primer gran otro del niño, es su madre, ella aparece como la verdad, como la única verdad. Si ella da lugar vendrá la gran otredad El amante implora ser el único en la vida del amado.
"...hoy te preguntas por qué un día se fue tu pequeña si le diste toda tu juventud, un buen colegio de pago, el mejor de los bocados y tu amor..."
"...la prefiero compartida antes que vaciar mi vida..."
"Y en otros ojos me olvide de tu mirada, y en otros labios despisté a la madrugada y en otro pelo me curé del desconsuelo que empapaba tu almohada."
Es a propósito de un cuento de Milán Kundera que quiero trabajar este asunto del Otro en la psicosis, para ello voy a empezar por abordar dicho texto titulado "Eduard y Dios".
Es preciso iniciar comentando algunas cosas sobre el personaje, el autor refiere que se trata de una persona joven, un hombre, que recientemente ha concluido sus estudios de pedagogía, y está tratando de encontrar trabajo.
"No se trata de que la enseñanza no fuera para él seria en sí misma o con respecto a su manutención ( en este sentido, por el contrario, le importaba mucho, porque sabía que era su único medio de subsistencia), pero no la consideraba seria en relación con su esencia. No la había elegido. Se la habían elegido la demanda social, el curriculum, las notas del bachillerato, los exámenes de ingreso. La maquinaria compuesta por todas esas fuerzas lo había depositado al salir del Instituto (como una grúa deposita un fardo sobre un camión) en la Facultad de Pedagogía." 2
Notas
1 Y Ching. P. 124.
2 Kundera, M. El libro de los amores ridículos: Eduard y dios. P. 220-221
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