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Córdoba

école lacanienne de psychanalyse

Oscar Wilde: la trivialidad del amor

Rodolfo Marcos-Turnbull

I

Al "día luminoso" que representó en materia de sexualidad el siglo XVII, Foucault opuso un "crepúsculo" que habría de desembocar muy rápidamente en la "noche monótona de la burguesía victoriana", la que aún tiende su manto en nuestra sociedad contemporánea.

Sin embargo, hubo quienes en el momento más tenebroso de esa noche sombría pudieron, o intentaron en todo caso, confrontar a los hacedores de tales oscuridades: imbuido del mejor espíritu del dandy —aceptando el criterio decisivo que Camus otorga a tal postura vital, la de un rebelde genuino— Oscar Wilde alzó la voz no tanto para defender ciertas "formas" de sexualidad como para proponer un retorno a otras épocas donde el amor, en cualquiera de sus varietes, ocupara el primerísimo lugar: en una carta a un amigo suyo, Robbie Ross, después de haberse reunido en Nápoles otra vez con Bosie —Lord Alfred Douglas, su antiguo amante o, mejor dicho, su siempre amor—, le dice simple y llanamente: "No puedo vivir sin Amor, necesito amar y que me amen".

Pero este retorno al amor, tal y como lo preconizara Wilde toda su vida, no dejaba de ser incómodo, por lo menos, para la sociedad victoriana de la que formaba parte. No tanto porque alguna de sus varidades (el amor por los muchachos bellos) fuera poco común, sino porque Wilde tenía la osadía de no hacer secreto de ello: en eso mismo radicaba, por cierto, algunos rasgos de su dandyismo. Lo que se quería de ese amor, en todo caso, es que no fuera muy público o muy descarado: se le quería en silencio. O, como dice Foucault, se le exigía [a la sexualidad] que fuera "retenida, muda, hipócrita". Silencio, se le reclamaba. No por nada, después de que se le dictó sentencia (dos años en prisión a trabajos forzados), en el juicio que por "indecencia mayor" (gross indicency) se le sigue, las últimas palabras de Oscar Wilde son:

"¿Y a mí, me es permitido decir algo?"

Antes de que se lo llevaran, es lo único que pudo musitar. Algunas veces durante el juicio y mientras estaba en el estrado, pudo decir otras cosas más: básicamente, respuestas muy ingeniosas a las preguntas que le hacía el fiscal. De este modo, en algún momento fue capaz de definir su posición respecto al amor:

— ¿Qué es "El amor que no osa decir su nombre"?— pregunta el fiscal Carson.

El "Amor que no osa decir su nombre", en este siglo, es un afecto tan grande de un hombre mayor por un hombre joven tal como el que hubo entre David y Jonathan; tal como Platón lo puso en el centro de su filosofía, y tal como el que se encuentra en los sonetos de Miguel Ángel y Shakespeare. Es ese profundo afecto espiritual que es tan puro como perfecto, que dicta y permea grandes obras de arte como las de Shakespeare y Miguel Ángel y esas dos cartas mías, tal y como están. Es malentendido en este siglo, tan malentendido que puede ser descrito como el amor que no osa decir su nombre y gracias al cual estoy emplazado donde me encuentro ahora. Es hermoso, fino, es la forma más noble del afecto. No hay nada antinatural al respecto. Es intelectual y existe frecuentemente entre un adulto mayor y un joven adulto, cuando el mayor tiene el intelecto y el joven tiene todo el gozo y la esperanza y el glamour de la vida frente a sí. Que sea así, el mundo no lo entiende. El mundo se burla de él y algunas veces pone a alguien en la picota por eso.

Un efecto inesperado de este pequeño discurso que resume en algunas frases la posición vital de Wilde, fue el estallido en aplausos del auditorio. ¿Sería porque finalmente alguien se habría determinado a no mantener el silencio?, ¿Sería porque a pesar de la homofobia reinante la masa que asistía al juicio sí veía al dandy como un rebelde? O ¿sería quizá porque Wilde tenía ese gran poder de atraer a las masas al margen de su condición social como lo prueban su viaje a los Estados Unidos o su misma estadía en la cárcel?

Nuestra hipótesis es que el público reconocía en el discurso de Wilde una verdad insoslayable: que el amor, en cualquier varidad no puede ser objeto de una reglamentación.

El juicio de Wilde será el parteaguas en el desarrollo de las relaciones amorosas. A partir de ese momento quedaron establecidas las bases para que saliera del placard, no sin dificultades, el amor que no osaba decir su nombre.

II

En su declaración pública Wilde indica, una vez más, dos de los tres caminos que habría recorrido y que deberían conducirlo a él y al mundo al amor: Platón y Shakespeare. Faltaría, en esta declaración, el tercero: Dante.

Cuando hace mención a esta varidad del amor que es el amor de un viejo por un joven, no puede dejar de mencionar a su guía de juventud oxfordiana, Platón. En un extraordinario libro que es una especie de Diario intelectual que Wilde escribió en sus años de universitario, podemos leer sin mucha dificultad sus lecturas platónicas: "Soy más platónico que aristotélico, pero con distinto vestido", diría a algún compañero de estudios. Los análisis de los autores y de las referencias griegas en dicho diario—sobre todo las platónicas—, asombran por su precisión en este joven de gran talante de sólo veintidós años.

Shakespeare, por su parte, habría de convertirse en guía en más de un sentido. No sólo porque, lo mismo que el bardo inglés habría de abrazar el arte dramático como su medio principal después de haber intentado todos los géneros, sino porque, como aquél, lo consideraba la más perfecta forma de expresión artística: en el teatro, para Wilde confluyen todas las demás artes. Pero, además, Shakespeare representaba un modelo a seguir porque, por lo menos en la interpretación de Wilde ( ahora bastante aceptada) de los sonetos de Shakespeare, éste se habría de enamorar, supuestamente, de un jovencito extremadamente hermoso como lo habría hecho él. Escribió, para tal efecto, una obra extraordinaria: El retrato de Mr. W.H. que es una muy arrojada discusión sobre el origen del dedicatorio de los sonetos.

La relación con Dante es mucho más prolongada: empieza desde que, de pequeño, oía a su madre explicar de qué manera ellos descendían del poeta florentino: pasó su vida tratando de encontrar a su Beatriz para darse cuenta, al final de ella, que ese amor que buscó tan afanosamente, tan intensamente, el amor de y por un Cármides, de y por un Will Hughes, de y por una Beatriz, cuando es el caso, es imposible.

A pesar de todo el aparato intelectual y artístico de Wilde, a pesar de su valentía y de su porfía, el camino del amor que él emprendió lo arrojó a la muerte: quizá es el destino final de amores tales.

III

En Montevideo, nuestro seminario se centrará en el estudio de la lectura platónica de Wilde: abordaremos el análisis de un diálogo de juventud de Platón, Cármides, que nos mostrará cuan lejos anduvo Wilde de cumplir el ideal platónico. Nos apoyaremos, para el caso también en la lectura lacaniana del Banquete.

En Córdoba, estudiaremos El retrato de Mr. W. H., la lógica del género elegido y la propuesta de Wilde por lo que se refiere al análisis de una idea. El examen incluirá, también, una lectura hasta donde el tiempo lo permita, de los Sonetos de Shakespeare.

Tanto en Montevideo con en Córdoba analizaremos cómo la postura del amor imposible es, en el caso de la obra de ficción, posible, para lo cual estudiaremos dos obras de Wilde The Importance of being Earnest y Una mujer sin importancia.

 

Bibliografía general

El seminario se llevará a cabo los días 10 de junio ( de 17 a 21hs) y el 11 de junio (de 9 a 13hs y de 14,30 a 18,30hs) en la Biblioteca Córdoba, 27 de abril 375. El costo del mismo será de $40 hasta el 30 de mayo y de $50 hasta el día de inicio. Las inscripciones serán en Rubén Libros y los cupos son limitados.

Para mayor información pueden dirigirse a: Estela Maldonado, Pedro Palombo, Hélyda Peretti, a los TE. 0351-4221128, 0351-4893721 y 0351-4806047, respectivamente

Email: kuka_moroni@yahoo.es

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