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2º CONGRESO NACIONAL de
ACOMPAÑAMIENTO TERAPEUTICO
«Hacia una Inscripción Institucional y Académica del Acompañamiento Terapéutico,
para la Optimización de su Eficacia Clínica»

Cuando en el año 1994 se realizó en la ciudad de Buenos Aires el Primer Congreso Nacional de Acompañamiento Terapéutico, casi de manera espontánea se impuso un lema que imprimiría una clara dirección no sólo a lo producido en el marco de ese evento, sino también —y fundamentalmente— al posterior desarrollo de esta especialidad durante los años subsiguientes: «Hacia una articulación entre la clínica y la teoría». La pronta repercusión que tuvo esa convocatoria en quienes venían trabajando en este campo nos permitió corroborar aquello que desde el comienzo mismo de nuestra labor alcanzamos a percibir: las penosas consecuencias que tenía esa carencia de una articulación teórico-clínica, tanto en lo relativo a las condiciones de trabajo de los acompañantes, como para la calidad del servicio brindado a sus pacientes. La función del acompañante terapéutico resultaba con frecuencia malentendida.

Según los distintos ámbitos en donde se producía su implementación —como un recurso alternativo para el tratamiento de distintos casos problemáticos tanto para la psiquiatría como para el psicoanálisis—, la emergencia de esta función de acompañante terapéutico fue cobrando distintas características, diferenciándose tanto del terapeuta como del enfermero y de las otras especialidades del ámbito de la Salud Mental, pero siendo muy dificultoso definir su función específica. Lo que ha dado lugar a que en algunas instituciones el acompañamiento suela ser indicado en forma indiscriminada: allí donde no se sabe qué hacer con un paciente, según el caso, se lo enchaleca con psicofármacos o se le pone un acompañante terapéutico, o las dos cosas; o simplemente es indicado el acompañamiento para rellenar horarios, o incluso es ofrecido a la familia de entrada, como parte del «menú». Esto ha llevado a una cierta desvalorización de la función del acompañante bastante habitual en algunas instituciones, dejándolo al mismo tiempo expuesto a situaciones indeseadas, incluso de riesgo o de maltrato.

En ese contexto, surgió así para nosotros la convicción de que, si deseábamos modificar algo de esto, era necesario producir esa articulación teórico-clínica que diera algún marco y posibilitara orientar de algún modo ese trabajo que, a pesar de todo, demostraba tener una potencialidad y una eficacia enorme en el tratamiento de una gran cantidad de pacientes, incluidos aquellos que arrastraban por años el calificativo de «inabordables» o «irrecuperables». Esto mismo fue, por otra parte, lo que nos habíamos propuesto algún tiempo atrás con la escritura de nuestro libro 1 —cuya primera edición, aparecida en noviembre de 1994, precedió en unos pocos días a la realización del mencionado Congreso—, para lo cual partimos prácticamente de una experiencia «al natural», dado que todo lo publicado hasta ese momento sobre el tema se reducía a un solo texto2 —subsumido en una posición clínica bastante polémica—, y a un puñado de artículos desperdigados en revistas y suplementos de los periódicos, que no alcanzaban a conformar un corpus teórico que diera cuenta del problema planteado.

Era necesario avanzar, y todo lo producido en ese Primer Congreso Nacional resultó ser un excelente punto de partida: fue esa la ocasión de iniciar un trabajo compartido con un importante número de colegas 3 que desde hacía varios años estaban empeñados en esa misma tarea a través del ejercicio de la docencia, la supervisión, la coordinación de equipos y la implementación de pasantías en hospitales públicos. Quedó entonces como legado el desarrollo de esa propuesta, la de avanzar en una articulación entre la clínica y la teoría del acompañamiento terapéutico. Quedó también, como testimonio de ese esfuerzo colectivo, la publicación de un texto 4 —cuya primera edición se ha agotado hace ya varios años— que hizo posible la transmisión de buena parte del material allí presentado, y que ha pasado a ser una referencia bibliográfica esencial para la formación de los acompañantes.

Las experiencias que a partir de allí tuvimos la posibilidad de realizar en la Sala de internación del Hospital Evita de Lanús5 (1995/1997), y luego (desde 1998) en varios servicios del Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial José T. Borda6, han sido para nosotros una inmejorable ocasión para repensar la problemática teórica específica de esta práctica, para continuar interrogando desde la clínica —y en particular desde una inserción hospitalaria articulada al sistema público de Salud Mental— aquello que veníamos elaborando conceptualmente.

En primer lugar, nos hacíamos una pregunta: ¿Por qué no había acompañantes terapéuticos en el Lanús, y tampoco en los servicios en que se incluyó nuestra pasantía en el Hospital Borda —excepto en uno de ellos, en el que a veces se implementaban en forma esporádica? El interrogante se acentúa cuando caemos en la cuenta de que esos servicios que participan actualmente de nuestra Pasantía se incluyen entre los más progresistas del Hospital, los más abiertos al cambio y a la política de desmanicomialización. Hay que agregar que la mayoría de los terapeutas, en ambos hospitales, conocían el recurso del acompañamiento con anterioridad. Lo conocían de nombre y tenían en todos los casos muy buenas referencias al respecto. Pero luego nos encontramos con la paradoja de que —salvo algunas excepciones—, desconocían casi en forma absoluta el modo de implementarlo. Tanto en el Borda como en el Lanús, nos hallamos en la misma situación: siendo convocados por la institución —es decir, habiendo una demanda explícita por parte de la institución 7—, esta demanda, sin embargo, no se reproducía a nivel de los terapeutas. Fue necesario un tiempo, en ambos casos, para que la cosa empezara a funcionar. ¿Qué sucedía? Descubrimos que se requeriría cierto tiempo para que los terapeutas se pudieran familiarizar con la especificidad de la implementación de ese recurso en la singularidad de cada caso. Y esto era algo que no se podía dar por sobreentendido.

Se iba robusteciendo la idea, paralelamente, de que era esencial incluir en la formación de los terapeutas —en particular, los que trabajan con pacientes con trastornos graves— un conocimiento al menos introductorio de esta herramienta clínica que estaba comenzando a resultar imprescindible para el avance de numerosos tratamientos. En este contexto, la propuesta para la creación de la Pasantía: «Fundamentos Clínicos del Acompañamiento Terapéutico» —presentada en octubre de 2000 en el ámbito de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, como Materia Optativa de Grado— es una respuesta a esa necesidad, la de brindar una legitimación académica a una actividad que, desde hace aproximadamente treinta y cinco años, viene desarrollándose en nuestro país sin una consecuente inscripción institucional. Decimos esto porque a pesar de su gran desarrollo y aceptación en la practica clínica en los ámbitos de la Psicología y la Psiquiatría, no existe hasta la fecha en ninguna Universidad Nacional instancia alguna de formación de grado sobre esta práctica. Solamente existen, en algunas facultades privadas, cursos extracurriculares o actividades de post-grado. Cabe destacar, entonces, que tal como se planteara en ocasión de la presentación del «Proyecto para la creación del Título Alternativo de Acompañamiento Terapéutico» 8, la incorporación de esta materia está destinada a ocupar un espacio vacante, ante la «falta de adecuación a las demandas diferenciales de los jóvenes» y del mercado ocupacional 9. Cabe señalar que esta propuesta apunta no sólo a aportar capacitación para la formación de los alumnos como «acompañantes terapéuticos», sino también —y fundamentalmente— a complementar la formación académico-profesional del psicólogo en el tratamiento de pacientes con trastornos graves, para que aquellos colegas que se especialicen en este campo de trabajo estén capacitados para implementar el recurso del Acompañamiento Terapéutico y articularlo en forma eficaz con las demás instancias clínicas que dichos tratamientos suelen requerir.

Como puede apreciarse en este apretado resumen, los años transcurridos desde aquel Primer Congreso no han sido en vano, y el intenso trabajo de todo este tiempo ha permitido que se renueven las consignas, que nos podamos plantear hoy nuevas metas en torno de las cuales convocar otra vez al encuentro de todos aquellos que continúan comprometidos en esta ardua tarea. Esas nuevas metas, esas nuevas consignas o —¿porqué no?— esto que podríamos resumir en un nuevo lema: Hacia una inscripción académica e institucional del Acompañamiento Terapéutico, es lo que nos hemos propuesto como eje central del Segundo Congreso Nacional de Acompañamiento Terapéutico, que se llevará a cabo en la Ciudad de Córdoba los días 7 y 8 de septiembre de 2001.

Creemos que más que una simple consigna, se trata de un paso esencial hacia la jerarquización del trabajo de los acompañantes terapéuticos y la optimización de la eficacia clínica de este recurso; a lo que se suma la necesidad de que esa prestación deje de ser un artículo de lujo para unos pocos pacientes —quedando la mayoría privados de ello ante la falta de reconocimiento de esta especialidad por parte de sus Obras Sociales—, para pasar a ser un recurso disponible para todos aquellos tratamientos que así lo requieran. Creemos que este problema se origina —en una buena medida— en que sin un reconocimiento académico formal, no hay posibilidades de que el acompañamiento se incluya en ningún nomenclador. Lo que tiene como consecuencia directa que sólo se accede a la cobertura de ese tipo de prestación a través de complicadas maniobras de triangulación con las Clínicas y otros dispositivos del sistema semi-público o privado, que no hacen sino encarecer el servicio y dificultar su tramitación. Ni hablar de lo que sucede con los hospitales, en donde la posibilidad de que los acompañantes accedan a alguna compensación económica por su trabajo está lisa y llanamente excluida.

Por todo esto, y sin perder de vista lo desarrollado a lo largo de estos años, creemos que es necesario seguir avanzando en nuestra tarea, en la convicción de que sólo en el esfuerzo colectivo puede hallarse la fuerza para modificar aquellas cosas que deseamos cambiar. Para ello, invitamos a todos aquellos profesionales del ámbito de la Salud Mental relacionados a esta práctica y al trabajo con pacientes con trastornos graves, a participar en la realización de este evento que además, esperamos, podrá dar cuenta del creciente desarrollo alcanzado por el acompañamiento terapéutico en numerosos y diversos puntos de nuestro país.

 

Gabriel O. Pulice - Federico Manson - Gustavo Rossi

Notas

1 Pulice, G.; Rossi, G.; Acompañamiento Terapéutico, Buenos Aires, Polemos, 1997.

2 Kuras de Mauer, S., y Resnizky, S., Acompañantes terapéuticos y pacientes psicóticos, Buenos Aires, Editorial Trieb, 1985.

3 Entre ellos Guillermo Altomano, Silvia Azpillaga, Gustavo Makrucz, Claudio Di Paola, Julio Saslavsky, Walter Audero, Silvia Pino, Gustavo Racca, Ana Laura Robiglio, María Fernanda Burgos, Javiva Goldberg, y una larga lista que sería imposible enumerar aquí.

4 Rossi, G., Pulice, G., y Manson, F. (Compiladores), Publicación del Primer Congreso Nacional de Acompañamiento Terapéutico, Buenos Aires, Ediciones Las Tres Lunas, 1995.

5 La pasantía en la Sala de Internación del Hospital Evita de Lanús se realizó en el contexto del curso: «Acompañamiento terapéutico: introducción a su conceptualización y práctica clínica», dictado en el Instituto Superior de Formación de Postgrado de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA), entre abril y diciembre de 1995 (64 horas cátedra).

6 El trabajo desarrollado en este hospital se inscribe en el contexto de la Pasantía «Teoría y clínica del Acompañamiento Terapéutico», que se realiza desde el mes de agosto/98 a través de la Dirección de Salud Mental de la Secretaría de Salud del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y de la Secretaría de Extensión Universitaria de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Participan actualmente el Servicio de Terapia a Corto Plazo nº 1 (ex 2) (Dr. J. Verducci); Servicio de Terapia a Corto Plazo nº 2 (Dr. Alberto Gadea); Servicio de Terapia a Corto Plazo Nº 3 (ex 4) (Dr. Humberto Persano); Servicio 25 A (Dr. Norberto Conti); Servicio de Asistencia Primaria nº 2 (Dr. A. Osuna); Servicio de Admisión (Dr. Roberto García Novarini); Servicio de Rehabilitación 31-A (Lic. Cristina Gartland).

Cabe consignar que durante el pasado año 2000 se ha incluido en nuestra Pasantía —en este mismo contexto— el Departamento Chicos de la Calle, dependiente de la Secretaría de Promoción Social del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, a través de las siguientes instituciones: C.A.I.N.A. (Centro de Atención Integral a la Niñez y la Adolescencia); Piedra Libre (Hogar de tránsito); y Adán y Aiema (Pequeños Hogares).

7 En el caso del Lanús, quien nos convocó fue la Jefa de la Sala de Internación, la Dra. Eleonora Artiles, por iniciativa de la —por entonces— coordinadora del área de Psicoanálisis, la Lic. Mara Golub; en el Borda, el mismo Director del Hospital, el Dr. Miguel Ángel Materazzi.

8 Presentado en el año 1995 en la misma Facultad, aprobado por el Consejo Directivo de la misma por resolución n° /95, y elevado oportunamente a consideración del Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires.

9 Acuerdo de Gobierno para la Reforma de la Universidad de Buenos Aires, Ciudad de Colon, l995.

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