El corralito "psicoanalítico" |
From: Michel Sauval - www.psicomundo.com/michel - 23/01/2002
Es indudable la genialidad de Tato Bores. La mordacidad de su ironía casi siempre sabía encontrar el eco del buen entendedor en la risa que nos provocaba.
El monólogo que nos recuerda Luis Domínguez en este espacio abierto es, como suele decirse, muy psicoanalítico. Nos presenta un aspecto estructural de toda constitución subjetiva: la relación con el Otro. Y, si se me permite la ocasión, me ha motivado la siguiente ficción en tono de ironíaLos psicoanalistas estamos curtidos en una enseñanza: "no solucionamos nada quejándonos del otro", o lo que es lo mismo: "el sujeto es el propio responsable de sus males"
Esta es la enseñanza que saldó el debate que hubo en su momento entre Wilhelm Reich y Sigmund Freud en torno a la pulsión de muerte, e hizo caduco lo que solía llamarse como freudomarxismo.
Esto no ocurrió de la noche a la mañana, y no se restringe solamente a aquella discusión política.
Esto llevó décadas y también incluye el agotamiento que tuvo la relación del psicoanálisis con la liberación sexual, o con la revolución educativa, o con las vanguardias artísticas revolucionarias, etc.En suma, el agotamiento de la relación del psicoanálisis con todas las variantes de la "revolución", entendidas como "liberación" (política, sexual, artística, educativa, etc.)
Incluso podríamos decir que lo que queda del freudomarxista ya poco tiene de Marx (puesto que políticamente se han pasado al campo del reformismo) y de Freud (puesto que han transformado el psicoanálisis en un capítulo mas de la ideología de los "derechos humanos")
La última "liberación" fue la de la enseñanza de Lacan: Lacan nos "liberó", tanto de los corsés burocrático institucionales de la IPA, como de los impasses clínico-teóricos del pantano postfreudiano.
Pero esa misma enseñanza fue también la que nos permitió terminar de entender el sentido de aquella pulsión de muerte a la que muchos aún se resistían y le dio un carácter estructural a los motivos del pesimismo freudiano.
En lo que hace a la clínica, solo nos queda la "esperanza" de que el sujeto consienta, luego de muchos años de análisis, a alguna pequeña modificación en su modalidad de goce (terminar un análisis se llama hoy "identificación al síntoma", dando razón a aquél famoso chiste donde el que terminó su análisis le confiesa a su amigo que sigue teniendo el mismo síntoma que al principio, pero que ahora ya lo tiene "asumido").
Y en lo que a lo institucional se refiere, parece que las instituciones lacanianas ya no tienen nada que envidiarle al viejo aparataje postfreudiano, carrera de didáctico incluida.
En lo que hace a la relación entre el psicoanálisis y la cultura, hace tiempo que lo único que progresa es el discurso de los que yo llamo lacanosociólogos (recordando la pólvora que descubrió un día mi hija cuando vio que en "salchicha" estaba "escondida" la sal).
El goce (el nuevo nombre de la pulsión de muerte) se expande como nueva categoría de análisis para explicar el atentado al WTC, la guerra en Bosnia, el desierto de lo real.
Los lacanosociólogos dicen cosas interesantes, pero con ellos, el psicoanálisis ha perdido todo poder subversivo. La conclusión de esos discursos es la misma que la de Fukuyama: la historia ha terminado, las revoluciones, no solo no tienen sentido, sino que ya no existen ni existirán.
La "libertad" ha quedado definitivamente excluida de toda perspectiva analítica (condenada y arrinconada en el campo de la locura) y han sido demolidas todas las razones para participar en alguna acción colectiva que no sea, claro está, la vida institucional psicoanalítica (donde, ahí si, todas las pasiones son permitidas, por no decir, promovidas), es decir, las causas "analíticas" (sean de la doctrina que sean).
Con este pequeño texto, lo que quiero señalar es una secuencia ideológica y conceptual, uno de cuyos efectos ha sido que el psicoanálisis pierda toda su capacidad y filo subversivos.
Será que la "subversión" ha sido totalmente "aniquilada", incluso la analítica?
Mientras tanto, los marginados cortan rutas y la clase media gana la calle, y estos fenómenos subvierten hasta al lenguaje con la creación de dos nuevas palabras: piqueteros, cacerolazo.
Mientras tanto (disculpen mi paranoia), los banqueros y empresarios conspiran a la hora de redactar los textos de las "circuleares" (neologismo inventado por Portal) del Banco Central o los textos de reglamentación de diversas leyes.
Mientras tanto las jefaturas de las fuerzas armadas van analizando las opciones de "conflicto interno" por agudización de la explosión social
Alguien podría decir: "tenemos lo que nos merecemos", y darnos por satisfechos con nuestro "diagnóstico" (que no dejaría, en algún sentido, de ser cierto)
Pero me pregunto: ese es el destino de las relaciones entre el psicoanálisis y la cultura?
No digo que no haya muchos psicoanalistas que no estén participando activamente de las asambleas populares y de la protesta social. Afortunadamente, sé de muchos que por ahí circulan.
Tan solo propongo repensar hasta que punto el psicoanálisis, en sus diferentes vertientes doctrinarias e ideológicas, no se ha transformado en una filosofía existencial acorde a las demandas de un etablishment cada vez más corrupto (Lacan decía que no hay mayor corrupción que la del confort intelectual)
Me pregunto como los psicoanalistas podemos saltar las vallas de este "corralito" conceptual.
Cómo y desde dónde podemos aportar, algo más subversivo que el consejo de no hecharle la culpa de nuestros males al otro, ya que, por bueno que sea, no deja de ser, también, al menos en estas épocas, muy paralizante, salvo que se lo entienda, como muy bien lo señala Daniel Giacomuzo, en un planteo por el poder
O iluso de mí, otra vez pensando en la revolución?
Michel Sauval - ms@psicomundo.com