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Número 9 - Diciembre 2001

Antonio Machado y el duelo
2° parte: Luchando contra la melancolía

Luis H. Delgado
ldelgado@sinectis.com.ar

(1° parte, en el número 8 de Tiempo)

El primer período de este proceso de duelo ocurre en Baeza, pueblo donde ha ido a caer Machado. La madre, inquieta por él, deja Madrid y se le une. Sentado frente a una mesa revuelta de libros y papeles intenta rescatarse en un poema.

Heme aquí ya, profesor
de lengua vivas (ayer
maestro de gay saber,
aprendiz de ruiseñor),
en un pueblo húmedo y frío,
destartalado y sombrío,
entre andaluz y manchego.

Invierno. Cerca del fuego.

Fuera llueve un agua fría,
que ora se trueca en neblina,
ora se torna aguanieve.

La amargura y el hastío le acechan. ¿Con qué fuerzas recobrarse: ¿Cantar al Señor que esparce la lluvia para los que esperan la fortuna de comer? ¿Cómo escapar al tedioso tic-tac del reloj? Latido de un corazón de metal, medida de un tiempo vacío desde que la muerte se llevó lo que él más quería.

"Poema de un día: Meditaciones rurales", es un trabajo que puede pasar por alto el lector desprevenido. Desmañado, divagante, inicia la disociación como defensa. Escrito al correr de la pluma, quizá sin inspiración, forzando el oficio, por automatismo.

"Señor, ¿no es tu lluvia ley,
en los campo que ara el buey,
y en los palacios del rey?

¡Oh agua buena, deja vida
en tu huida!

¡Oh tú, que vas gota a gota,
fuente a fuente y río a río,
como este tiempo de hastío
corriendo a la mar remota,
con cuánto quiere nacer,
cuanto espera
florecer
al sol de la primavera,
se piadosa,
que mañana
serás espiga temprana,
prado verde, carne rosa,
y más: razón y locura
y amargura
de querer y no poder
creer, creer, creer!

Ha anochecido y alguien encendió una luz. Bajo su tenue resplandor el poeta busca sus gafas confundidas entre libros, revistas y papeles. Quizá sepa que la poesía no puede ya reconfortarlo. Él ahora intenta distraerse en abstracciones y generalidades. Se diversifica en apuntes, clases, libros y temas nuevos que le brinda la oportunidad de reforzar sus defensas intelectuales.

Libros nuevos. Abro uno
de Unamuno.
¡Oh, el dilecto,
predilecto
de esta España que se agita,
porque nace o resucita!

Piensa en la filosofía que inspira el admirado rector de Salamanca –vivaz, fugitiva, cordial- y la posibilidad de reconstruir con ella su alma destartalada; más

-No hay cimiento,
ni en el alma ni en el viento.

Podrá entonces ser al menos
Bogadora,
marinera,
hacia la mar sin ribera.

Y con ella navega a través de recuerdos de las clases de Bergson, de los escritos de Descartes y de Kant, los datos de la conciencia, el libre albedrío...

¿Que otra cosa puede hacer contra esta melancolía?

No está mal:
cada sabio su problema
y cada loco, su tema.

Algo importa
que en la vida mala y corta
que llevamos
libres o siervo seamos;
más, si vamos
a la mar,
lo mismo nos han de dar.

¡Oh, estos pueblos! Reflexiones,
lecturas y acotaciones
pronto dan en lo que son:
bostezos de Salomón
¿Todo es
soledad de soledades,
vanidad de vanidades,
que dijo el Eclesiastés?

...

Cuando amaine la lluvia, tomará su prendas y saldrá a la calle. En la rebotica del farmacéutico Amanáz, pasará un rato con los eternos del pueblo, platicando sobre liberales y conservadores, campos y cosechas, el tiempo y su rueda traicionera.

En ese clima espiritual, externo e interno, ha decidido estudiar filosofía y hasta se propone dotar sus estudios de reconocimiento oficial, viajando cada verano a Madrid para pasar su pruebas escolares. Cumple el esfuerzo y terminará licenciado, examinado por Manuel Bartolomé Cosío y José Ortega y Gasset.

Sobre mi mesa Los datos
de la conciencia, inmediatos.

No está mal
este yo fundamental,
contingente y libre, a ratos,
creativo, original;
esté yo que vive y siente
dentro de la carne mortal
ay! por saltar impaciente
las bardas de su corral

Ahora bien, aunque en lo que sigue lo veamos silenciando su poesía e inmerso en estudios filosóficos, su posición existencial no encalla en aquella angustia constitutiva de la cual nos habla el existencialismo.

Fusiono dos poemas en los cuales nos orienta contra la tentación de concebirla como angustia frente a la muerte.

La aflicción estuvo siempre con él, pero no es otra cosa que anhelo, elemento decisivo de la situación de duelo.:

La causa de este angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera ;
pero recuerdo y, recordando, digo:
-sí, yo era niño, y tú, mi compañera.

Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
tú eres nostalgia de la vida buena,
y soledad de corazón sombrío,
de barco sin naufragio y sin estrella.

La elaboración intelectual

Del amor a la metafísica, Machado salta las bardas de su corral, el cerco melancólico que lo oprime. No le será fácil:

De la mar al percepto,
del percepto al concepto,
del concepto a la idea
-¡oh, la linda tarea!-
de la idea a la mar,
y otra vez a empezar.

Luego, parecerá que la intromisión de la filosofía interfiere en su desarrollo poético. En realidad, podremos comprobarlo luego, su obra última abarca en superioridad y madurez las intuiciones juveniles y convierte la expresión fragmentaria de las emociones en una poesía que es visión total de la experiencia humana, apartada de lo personal o momentáneo.

El contacto con sus primeras obras: Soledades, Galerías y Otros Poemas, encasillan frecuentemente al lector ocasional y le sustrae de ver la evolución posterior de los escritos. Se trata allí de un poeta de menos de veintiocho años, en plena madurez expresiva, con el cual parece estarse en la contemporaneidad definitiva de su existencia. Darío, Bécquer, se enlazan a su forma modernista y romanticismo, con plena seguridad de medios, autenticidad y sinceridad del pensamiento. Pero las circunstancias de la vida cambian y con ellas cambia y evoluciona el pensamiento, aunque no pierda su virtud.

En Campos de Castilla se pueden ver ya esos cambios, incluso comparar los poemas previos a la muerte de Leonor con los incluidos más tarde.

Para mejor comprender el período de duelo que estudiaremos a continuación conviene imaginar a Machado, sencillamente como un hombre cuya autenticidad reclamaba un contacto cierto con los seres y las cosas. El consideraba que

"...lo real es un apariencia infinita, una constante e inagotable posibilidad de aparecer."

Frente a tal riqueza de posibilidades el hombre es atraído hacia lo otro por el asombro, por un inagotable interés por cuanto le rodea...Y por el amor. ¿Qué habría de producir entonces la imprevista experiencia de la muerte y de la nada contra la potencia de lo realizable?

La nada ¿ qué es? ¿quién la hizo? ¿cómo se hizo? ¿cuándo se hizo? ¿para qué se hizo?...

Porque la nada es, como se ha dicho, motivo de angustia.

Pero para el poeta, además y antes que otra cosa, causa de admiración y de extrañeza"

Como respuesta, se inicia el período filosófico, que es una forma de su duelo. La cuestión central de la cual parten sus especulaciones queda expresada en estas palabras:

"No hay, pues, problema del ser, de lo que aparece. Sólo lo que no es, lo que no aparece puede, constituir problema".

...

Machado ha descubierto con la muerte de Leonor, la realidad de la Nada: ...el gran regalo de la divinidad, igual para todos...

... el hueso que (nos da) a roer la divinidad para que (podamos) pasar el rato y engañar (nuestra) hambre metafísica...

,,,Para el poeta sólo hay ver y cegar / un ver que se ve, pura evidencia, que es el ser mismo (este es Dios) / y un acto creador, necesariamente negativo, que es la misma nada.

De un modo mítico y fantástico lo expresará a través de Abel Martín:

Dijo Dios: Brote la nada.

Y alzó la mano derecha
hasta ocultar la mirada
y quedó la nada hecha.

Y también:

Borraste el ser; quedó la nada pura
¡Muéstrame oh Dios! La portentosa mano
que hizo la sombra: la pizarra oscura
donde se escribe el pensamiento humano.

Nos parece ver, como en una terrible herejía, desarrollar bajo la apariencia de una actitud reverente, una imagen de Dios ante la cual renueva su disputa por el imperdonable despojo.

Dios es todo lo que es, dicho así, en visión panteísta; por lo tanto más allá de su Ser, su única y verdadera creación, es el No-Ser, la Nada, el Gran Cero, el huevo desustanciado, ingrávido y frío. Nada que sea, puede ser su obra (por que es Él mismo). La nada, en cambio, es un milagro del ser, la creación de Dios que le sirve como límite y frontera, para pensarse en su totalidad.

Pero también ha de tomarse en cuenta, en contraposición, que en Machado, Dios es un dato previo a todas estas manipulaciones racionalistas, por legítimas que parezcan. De hecho Dios aparece a su conciencia a través del sueño.

Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.

Machado había comunicado esta experiencia, como si su fe en Dios le viniese desde afuera y precisamente cuando no actuaba como sujeto activamente pensante, sino, por el contrario, cuando estaba relajado –sin pensar en nada- cuando dormía.

Si Dios viene por el sueño es, por lo tanto, antes y fuera del hombre. Inicia el diálogo al cual el hombre puede responder con un sí o con un no. Quizá quede perplejo, sin saber que contestar, pero no puede evitar el escuchar su voz. A menos que, de tratarse de un Dios sólo del corazón, se trate de un presentimiento o una nostalgia de Dios. Una otredad inmanente que se revela como un deseo soñado de Dios.

Ayer soñé que veía
a Dios y que a Dios hablaba;
y soñé que Dios me oía...

Después soñé que soñaba.

La pregunta que subsiste entonces, es si realmente, para Machado, este Dios creador de la nada es un Dios de muerte, nacido de su rebeldía y resentimiento, o si siente una sincera admiración por la trascendencia que intuye. La Nada sería, por esa intuición, esos espacios más allá de la existencia humana, llenos de Dios, que incentivan la esperanza.

Lo que sí es indudable es que a partir del problema de la realidad, apariencia y nadificación de la amada, Machado hace ostensible el trabajo de duelo en el que está embargado. No perder de vista los concretos hechos que subyacen a sus especulaciones ontológicas:

Surge en principio la nada por la experiencia de la muerte; para el que queda vivo, por la ausencia.

Con "borraste el ser" se alude a la muerte de Leonor, por la cual retorna a su sí mismo desolado.

Sobre el fondo oscuro de ausencia y dolor –en su alegoría, como el de un pizarra- el pensamiento reflexivo, pensamiento en retorno de su frustrado anhelo de fusión con el ser querido, desarrolla sus especulaciones metafísicas.

Ingenua ha sido el ansia de la fusión erótica:
..es un portento digno de asombro, esta fuerza
de aniquilación, este poder desrealizante.

Sólo después que el anhelo erótico es decepcionado con la nada, tras un momento de soledad y angustia inevitable, el hombre retorna a sí.

" a verse, a vivirse a serse en plena y fecunda intimidad. Las ideas son hijas del amor, y en cierto modo del gran fracaso del amor."

Desde allí en adelante, huidas o compensaciones intelectuales, juegos racionalistas y construcciones hipotéticas, negaciones, cavilaciones, ironías, escepticismos y doctrinas, son aspectos de su trabajo de duelo. del cual no es fácil extraer formulaciones filosóficas sistemáticas confiables.

Bien sabe el autor de que se trata y, por eso, no se entusiasma con tal proyecto. Permanentemente protege al lector de la tentación de cerrar su pensamiento, y hasta atribuye sus afirmaciones a personajes ficticios o apócrifos que remiten a otros más distantes y fantaseados todavía.

En el cuaderno Los Complementarios inventa múltiples poetas, filósofos y ensayistas: Jorge Menéndez, Víctor Acucroni, José María Torres, Manuel Cifuentes Fandanguillo, Lope Robledo, Tiburcio Rodrigálvarez, Pedro Carranca, Abel Infanzón, Andrés Santayana, José Mantecón del Palacio, Froilán Meneses, Adrián Macizo, Manuel Espejo, y hasta otro Antonio Machado

"Nacido en Sevilla en 1895 que fue profesor en Soria, Baeza, Segovia y Teruel, y que murió en Huerca en fecha no precisada y al que algunos lo han confundido con el célebre poeta del mismo nombre, autor de Soledades, Campos de Castilla, etc.

Sorprenden todas estas invenciones. El nombre elegido para los apócrifos, sugieren asociaciones elocuentes: Fomas de autodenigración quizá por censura a sus propios sentimientos melancólicos – Fandanguillo, Mantecón del Palacio (de las Dueñas), Infanzón (cuidado otra vez por su madre). Otras parecen apelaciones para superar su estado –Macizo, Torres, Robledo, Carranca- o referentes simbólicos de sus poemas: Espejo, Cifuentes. Condensa en los apócrifos nombres de seres queridos – Santa y Ana, por la madre; Rodrig.. Álvarez, por la abuela; Manuel, por el hermano. Es sugestivo que para su sosías acerque la fecha del presunto nacimiento al de Leonor y le atribuya un enrevesado poema que evoca su desolación y desvarío:

...Oh, desierta cama
y turbio espejo y corazón vacío!

La re-elaboración del proceso erótico

A través de Abel Martín y Juan de Mairena, donde se refundentodos aquellos apócrifos, Machado continúa trabajando su duelo, ahora re-elaborando el proceso erótico. Arranca desde el anhelo de amor adolescente. "La amada –dice Abel Martín- acompaña antes que aparezca o se oponga como objeto de amor...

El amor comienza a revelarse como un súbito incremento del caudal de la vida, sin que, en verdad aparezca objeto concreto al cual tienda.

Esta emoción se describe en un poema atribuido a Abel Martín.

Nubes, sol, prado verde y caserío
en la loma, revueltos. Primavera
puso en el aire
de este campo frío
la gracia de sus chopos de ribera.

Los caminos del valle van al río
y allí, junto al agua, amor espera.

¿Por ti se ha puesto el campo este atavío
de joven, oh invisible compañera?

¿Y este perfume del habar al viento?

¿Y esa primera blanca margarita?...

¿Tú me acompañas? En mi mano siento
doble latido; el corazón me grita
que en las sienes me asorda el pensamiento;
eres tú quien florece y resucita.

El poeta adolescente canta al paisaje movido por esta excitación espontánea y anhelante. Lo concibe como revelación de una presencia invisible que acompaña, que acaso lo espera a la orilla del río. Por esta emoción intuye que ella, - o sea: lo otro- existe.

Como si hubieran concertado un encuentro, corre al punto de la supuesta cita, pero la amada no aparece, es en la cita ausencia. Sufre entonces la primera angustia erótica, un sentimiento de soledad en medio de este anhelo tan grande de compañía. De todas maneras, ya el amor se ha hecho consciente de sí mismo; sólo cabe esperar que surja en alguna parte. El latir erótico de la existencia fluye en búsqueda de lo otro y distinto, con ansias de fundirse en él y acabar con el encierro narcisista y onanista.

De pronto, como un rayo fulgurante que atraviesa el corazón, este otro, u otra, se aparece:

Nel mezzo del cammin pasome el pecho
la flecha de un amor intempestivo,
que tuvo en el camino largo acecho
mostrome en lo certero el rayo vivo.

Nel mezzo del cammin. línea tomada de la Divina Comedia, corresponde en Dante a sus 35 años de vida y la asociación vale en Machado para nuestra referencia cronológica.

Se puede reconstruir la historia de la larga espera de sus Soledades, y al fin, el encuentro sorpresivo, en Soria, de ese amor intuido y anhelado.

Gracias petenera mía,
por tus ojos me he perdido;
era lo que yo quería.

Mas el deceso prematuro de su mujer -el gran fracaso del amor- le hace caer en cuenta que la fusión con el otro es imposible. Llega más lejos:

toda objetividad propiamente dicha es una apariencia, un vario espejismo, una varia proyección ilusoria del sujeto fuera de sí mismo.

Ironizará filosóficamente, como formulación de defensas intelectuales, que la sustancia es en verdad única, aunque parezca heterogénea..

Ésta es una interpretación posible del siguiente poema

Todo amor es fantasía;
el inventa el año, el día,
la hora y su melodía.

Inventa al amante y, más
la amada.

No importa nada
contra el amor
que la amada
no haya existido
jamás.

Pero al mismo tiempo compensa estas negaciones señalando que Abel Martín, al cual atribuye estos versos, no ha superado ni por un momento el subjetivismo de su tiempo.

Un hombre mujeriego, lo sabemos, y acaso también onanista; (aunque a veces sabe Onán mucho de lo que ignora Don Juan) hombre en suma, a quien la mujer inquieta y desazona, por presencia y ausencia. Y fue sin duda el amor a la mujer el que lo llevó a Abel Martín a formularse esta pregunta: ¿Cómo es posible el objeto erótico?

No hay, por lo tanto autoengaño o desconocimiento de la pérdida, sino intensa ironía como canalización de una queja melancólica.

Cubre así de sosiego intelectual sus verdaderas angustias, que se manifiestas en otros poemas.

En sueños se veía
reclinado en el pecho de su amada.

Gritó en sueños: ¡Despierta amada mía!

Y el fue quien despertó; porque tenía
su propio corazón por almohada.

De lo uno a lo otro

El énfasis suele ser perverso. Pero la magnífica ironía machadiana no terminará en perversión: un plus de intencionalidad y acritud en el cual podría haber caído, con el resultado de una causticidad nihilista, sistemática y sin retorno. Contra esa posibilidad solía repetir:

Confiamos
en que no será verdad
nada de lo que pensamos.

Aclarando, muy precisamente, que con ello se refería al pensar desustanciado, y frío, al pensar que se mueve entre relaciones, entre negaciones, al pensar con conceptos vacíos que no puede probar nada de cuánto alienta en nuestro corazón.

Del Dios apócrifo de su pensamiento, cruel imperturbable, es de quien corresponde decir:

Un Dios existente sería algo terrible,
¡que dios nos libre de él!

Los dioses que inventamos pueden acompañarnos en vida, pero nos abandonarán en los umbrales de la muerte. O los abandonaremos.

Y aún, sin recursos paradojales, desde su propia voz:

El fondo de mi pensamiento es triste: sin embargo, yo no soy un hombre triste, ni creo que contribuya a entristecer a nadie. Dicho de otro modo: la falta de adhesión a mi propio pensar me libra de su maleficio, o bien: más profundo que mi propio pensar está mi confianza en su inanía, la fuente de Juventa en que se baña constantemente mi corazón.

Porque -todo hay que decirlo- nuestro pensamientos es triste, y lo sería mucho más si fuera acompañado de nuestra fe, si tuviera nuestra íntima adhesión. Eso nunca.

La conciencia existe como actividad reflexiva, porque vuelve sobre sí misma, agotado su impulso por alcanzar el objeto trascendente. Entonces reconoce su limitación y se ve a sí misma como tensión erótica, impulso hacia lo otro inasequible

El fracaso del amor
...es el camino de vuelta,

...pero no vuelve sobre sí misma para captarse como pura actividad consciente, sino sobre la corriente erótica que brota en ella de las mismas entrañas del ser.

La conciencia llega, por ansia de lo otro, al límite de su esfuerzo, a pensarse a sí misma como objeto total, a pensarse como no es, a desearse.

...¿Y cómo no intentar devolver a lo que es su propia intimidad?

Empresa que sólo puede ser consumada por la poesía, que define Martín como aspiración a la conciencia integral

Machado toma partido por las protestas del corazón contra las construcciones del pensamiento. El poeta vivencia ahora, que en el fondo de su alma lo otro no se deja eliminar; que subsiste.

Se vale entonces de una renovada esperanza, inspirada por la misma ausencia. Ausencia, de la cual se destaca su carácter de objeto real; el sentimiento frente a la ausencia es un insoslayable testimonio de que lo otro existe.

Con la fe cristiana, que proclama el amor al prójimo, afirma en primera instancia la existencia del otro: de las Dueñas de su corazón; de la mujer que no muere; del amor heterosexual

"... cómo he de atreverme a degradar a mi prójimo tan profunda y sustancialmente que le arrebate el ser en sí para convertirlo en mera representación, en un puro fantasma mío."

En una carta a Miguel de Unamuno por su "Abel Sánchez", de enero de 1918, se extiende largamente en estos comentarios.

El amor fraternal nos saca de nuestra soledad y nos lleva a Dios. Cuando reconozco que hay otro yo, que no soy yo mismo ni es obra mía, caigo en la cuenta de que Dios existe y que debo creer en él como un padre.

El Dios de la nadificación no cura la soledad del hombre. El gran vacío de la nada sólo puede ser llenado vertiendo en él un objeto de fusión cordial, un objeto de amor.

Desarrolla entonces la concepción del Cristo –un ángel díscolo, un menor en rebeldía contra la norma del Padre, un hombre que se hizo Dios- que viene al mundo para expiar en la cruz, no el pecado de los hombres, sino el de la Divinidad y a convocar al amor fraterno. (Aventuro la hipótesis de que este pecado de la Divinidad tiene una raíz inconsciente en el abandono, por parte del abuelo, de su misión asistencial como médico, frente a los hombres.)

Con esta construcción heterodoxa
...de sentido prometeico y de viva blasfemia...

Machado comienza a liberarse de la angustia frente a la nada. Su esfuerzo para desclavar al Cristo y asentar sus plantas sobre la tierra está, sin duda, ligado al propósito de acabar con su propio martirio.

El tono es ahora irreverente, con familiaridad de hermanos, escribe

Y el Cristo volverá –creo yo- cuando le hayamos perdido totalmente
el respeto; porque su humor y su estilo vital se aviene mal con la solemnidad del culto...

Le estorba la divinidad –por eso quiso nacer y vivir entre los hombres- Y si vuelve no debemos recordársela. Tampoco hemos de recordarle la Cruz... Aquello debió ser algo horrible en efecto. Pero ¡tantos siglos de crucifixión!... El quiso morir, sin duda, de una manera impresionante, pero ¡no tanto! Volverá el Cristo a nacer entre nosotros, los escépticos, que guardamos todavía un rescoldo de buena fe. Todo lo demás es ceniza: no sirve ya para la nueva hoguera.

Estas líneas parecen contener, otra vez, su rebelión contra los designios del Dios desrealizante; la homologación del duelo con el martirio de la Cruz, la culpabilización por ese dolor al creador de la nada; su expiación y perdón; su incurable otredad que lo vuelve al mundo para participar de los seres y de las cosas; su esperanza, que no se resigna con las cenizas; el rescoldo de su buena fe, capaz de encender nuevos fuegos.

¡Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!

¡Cantar del pueblo andaluz
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!

¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!

¡Oh, no eres tú mi cantar!

¡No puedo cantar, ni quiero
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!

Es difícil determinar las ideas religiosas últimas de Antonio Machado Si fue fideísta, ateo, o fue la suya fe poética...

Frente al dios de la nadificación, dios nacido de la confusión desrealizante y del resentimiento, Machado elevó la lección de fraternidad que sostiene la existencia ineludible del otro y que ejemplificó en el Cristo y en el ideal de convivencia humana, que atribuyó a la Rusia de su tiempo, pero que realmente radicada en las universales de su sentimiento y de las ideas cordiales de su alma afectaban de incurable otredad y que lo determinaron a vivir y a trabajar por los hombres.

En una carta a Ramón Jiménez, fechada en 1912, encontramos esta confesión:

En fin, querido Juan Ramón, escríbeme, háblame de tu obra. Yo trabajo lo que puedo, repuesto por voluntad desesperada de una honda crisis que me llevaba al aniquilamiento.

...

No creas que soy un agriado por la soledad. No. ¡Santa soledad!.Ni mucho menos un despechado. Cuanto he escrito hasta ahora ha tenido más éxito que el que yo creía merecer. No es cuestión de amor propio sino de amor al prójimo.

...

Cuando perdí a mi mujer, pensé pegarme un tiro. El éxito de mi libro me salvó, y no por vanidad, ¡bien lo sabe Dios! Sino porque pensé. que si había en mí una fuerza útil no tenía derecho a aniquilarla. Hoy quiero trabajar humildemente, cierto, pero con eficacia, con verdad."

Ya albergaba su alma el aliento de una ética más fuerte que las perplejidad del dolor y del misterio, que estaba más allá de las doctrinas y los errores, y que encontraría su figura arquetípica no en el Jesús del madero, sino en el que anduvo en el mar.

El yo del hombre es un yo rico de alteridad absoluta. El otro le es esencial. Resuelve su sed de objetividad, de olvido de sí, de cordialidad.

Un corazón solitario
no es un corazón.

...

Todo narcisismo
es un vicio feo
y ya viejo vicio.

...

Mis ojos en el espejo
son ojos ciegos que miran
los ojos con que los veo.

Donde el individuo aparece contemplando una imagen muerta, ciega, desvitalizada e insustancial, que es lo único que puede devolvernos el espejo de nuestra pura soledad.

Y en forma erótica:

La mujer
es el anverso del ser.

Sin el amor, las ideas
son como mujeres feas
o copias dificultosas
de los cuerpos de las diosas.

Sin mujer
No hay engendrar ni saber

La vida es una forma de diálogo, todo razonamiento toda verdad se engendra por cooperación.

Conocer es fundirse en una sola llama, la verdad sólo se alcanza en la fusión espiritual de nuestras existencias finitas.

Y así sucesivamente, hasta afirmar que el espíritu humano se nutre de realidades, se sostiene en la riqueza sensible del mundo, se complace en poseer la presencia y ausencia de las cosas y de los seres.

Con esto vemos que la elaboración del duelo no entraña solamente una retracción de la libido desde los objetos desaparecidos o de su sustitución por otros. En rigor, quizá la libido nunca los abandone: dicho de otro modo, quizá los objetos nunca nos dejen. Los desarrollos psicoanalíticos hicieron de la ausencia un objeto malo, persecutorio, promotor de angustia, dolor y tristeza. Pese al acierto parcial de esta afirmación, en su absolutismo radica la dificultad de comprender cabalmente el por qué y el cómo del trabajo de duelo. En los escritos de Machado se pone de manifiesto la alternancia de dos estados sentimentales vinculados con la ausencia, sentida a veces con dolor persecutorio y otras como esperanzado anhelo de reencuentro. En definitiva los aspectos amados del objeto siguen viviendo en nosotros, contrarrestando todo lo que a su vez representaron de muerte y negatividad. Se nos incorporan para la configuración de nuestra realidad presente, enriquecida por la experiencia que tuvimos de ellos y por el desarrollo afectivo que promovieron y aún promueven. Somos hijos de nuestros encuentros y del amor de nuestros encuentros, y hemos crecido a su calor y fidelidad.

Aún como objetos ausencia también viven en nosotros significando la realidad última, transitoria y relativa. El hecho ya no angustia si, a través de su pérdida, hemos superado la ingenuidad egocéntrica y absolutista de la cual proviene la mayor parte del dolor. Saber que somos y comprender nuestro destino puede inaugurar un modo de amar a la vida, aceptar sus imposiciones y alentar nuestro trabajo, humilde, efectivo y veraz.

Los objetos viven en nosotros y han de ser asimilados a nuestra personalidad. Pero como ellos mismos constituyeron una insoslayable otredad, experimentada en el encuentro y el asombro, en la promesa y en la esperanza, nos asimilan a su vez, en función y referencia a lo trascendente que revelan. Gracias a ello, hasta es posible una genuina fe en el mañana: la posibilidad del reencuentro o, al menos, de la renovación de la vida a través de los que vuelvan a conocer el amor.

El olvido y el recuerdo

Corresponde esta etapa a una depuración y decantación de los sentimientos a través de una transmutación que Machado relacionará con el olvido y el recuerdo.

Escribiré en tu abanico
te quiero para olvidarte,
para quererte te olvido.

Con la doble figura de Juan de Mairena y Abel Martín, Machado fue silenciando lo anecdótico, los hechos concretos referentes a Leonor. A primera vista pudiera parecer ésta una defensa maníaca o de negación: borrada la historia, borrado el poeta, suplantado por Abel Martín y Juan de Mairena.

Pensaba mi maestro, en sus años románticos, o como decía entonces con frase epigramática popular: "de alma perdida en un melonar"; que el amor empieza con el recuerdo, y que mal se podía recordar lo que antes no se había olvidado.

Sé que habrás de llorarme cuando muera
para olvidarme y, luego,
poderme recordar, limpios los ojos
que miran en el tiempo.

Más allá de tus lágrimas y de
tu olvido en tu recuerdo,
me siento ir por una senda clara...

"Merced al olvido puede el poeta –pensaba mi maestro- arrancar las raíces de su espíritu, enterradas en el suelo de lo anecdótico y trivial, para amarrarlas, más hondas, en el subsuelo o roca viva del sentimiento, el cual no es ya evocador, sino –en apariencia al menos- alumbrador de formas nuevas. Porque sólo la creación apasionada triunfa del olvido.

Plañir, demorarse en lo vivido, contar lo mucho que se amó y las cosas que ocurrieron; todo esto sería trivial, anecdótico, lejano. Importa sí esta profundización, esta plenitud del amor y de la intuición lograda a través de la elaboración de las viejas amarguras.

Estamos ante la transmutación de la ausencia: el tiempo es revertido. El pasado es traído al hoy, no como repetición o evocación, sino como un sentimiento capaz de dar nueva vida.

Abre el rosal de la carroña horrible
su olvido en flor, y extraña mariposa
jalde y carmín, de vuelo imprevisible
salir se ve del fondo de una fosa.

Ese sentimiento profundo y nuevo es como mariposa que de pronto sur ge de su capullo tras una larga latencia que no permitía prever ni la maravilla del color ni del vuelo; así asciende, como de un ignoto proceso evolutivo, el corazón humano.

Que apenas si de amor el ascua humea
sabe el poeta que la voz engola
y, barato cantor se pavonea
con su pesar o enluta su viola;
y que si amor da su destello, sola
la pura estrofa suena,
fuente de monte, anónima y serena.
Bajo el azul olvido, nada canta,
ni tu nombre ni el mío, el agua santa.

Sombra no tiene de su turbia escoria
limpio metal: el verso del poeta
lleva el ansia de amor que lo engendrara
como lleva el diamante sin memoria
-frío diamante- el fuego del planeta
trocado en luz, en una joya clara...

... Machado no ha sido proclive a verbalizar la historia y reiterarla quejumbroso: la fuente fluyente de sus coplas diluye los hechos, acopla sus ritmos y trae como desde lejos y para siempre, confusa la historia y clara la pena.

Pero también, con aquel otro significado más profundo que ya le han dado los místicos, como Santa Teresa de Ávila o San Juan de la Cruz, la fuente es de pronto, como escribe Santa Teresa el fluir de: "las mesmas aguas de la vida", "esta fuente donde está plantado este árbol de nuestras almas, y de este sol, que da calor a nuestras obras"

Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.

Dí, ¿por qué acequia escondida,
Agua, llegas hasta mí,
manantial de nueva vida
en donde nunca bebí?

Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él
con las amarguras viejas,
blancas cera y dulce miel.

Anoche cuando dormía,
soñé, ¡bendita ilusión!,
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.

Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y por que hacía llorar.

Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.

Con Machado entiendo que lo esencialmente humano es alcanzar la madurez de amar, más que contar con el objeto que suscita amor. Ser capaz de amar es lo esencial. En cambio, tener a quien se ama, es hecho sujeto a la suerte o al destino que no agrega a la profundidad altura e intensidad del corazón humano, más que su cuota de felicidad o dolor.

Es evidente que Machado amó a Leonor, que tuvo que sobrevivirle a pesar suyo. Hay quienes en un romanticismo a ultranza prefieren imaginarlo, para siempre oprimido y aniquilado por la melancolía, aflicción que en realidad le tocó vivir. Pero esta alma humana pudo realmente renovarse y renovarnos, con un valor capaz de reafirmar la vida e inspirar juventudes nuevas.

Y vuelto a conocer el amor, porque Machado volvió a amar por 1928 a la persona a la cual llamó Guiomar, nombre obsequiado generosamente a Pilar de Valderrama. Guiomar: ser guiado en el mar – su guía en el mar – ser que guía en el mar sin caminos.

"¿Quién duda que el árbol humano comienza a renovarse por la raíz, y de que una nueva oleada de vida camina hacia la luz ...?

...La vida no se restaura ni se compone como los productos de la industria, sino que se renueva o perece...

Sólo lo eterno, lo que nunca dejó de ser, será revelado, y la fuente homérica volverá a fluir...

Y esta otra, en que el poeta manda su retrato a una bella dama que le había enviado el suyo.

Como fruta arrugada, ayer madura
o como mustia rama, ayer florecida,
y aún menos, en el árbol de mi vida,
es la imagen que os lleva la pintura.

Porque el árbol ahonda en tierra dura,
en roca lleva su raíz prendida,
y si al labio no da fruta sabrida,
aun quiere dar al sol la que perdura.

...

Pero si os place amar vuestro poeta,
Que vive en la canción, no en el retrato,
¿no encontraréis en su perfil beato
conjuro de esa fúnebre careta?

Buscad del hondo cauce agua secreta,
del campanil que enronqueció a rebato
la víspera dormida, el timorato
pensado amor en hora recoleta.

Desdeñad lo que soy; de lo que he sido
trazad con firme mano la figura:
galán de amor soñado, amor fingido,
por anhelo inventor de la aventura.

Y en vuestro sabio espejo –luz y olvido-
Algo seré también vuestra criatura.

Alma, Eros y poesía; aliados contra la acción destructora del tiempo y de la muerte.

Freud supo de la eterna lucha entre estas potencias celestes: Eros y Tánatos, y de las crueles batallas que libran en el ser del hombre. A su estilo, declinando toda labor profética o intento de consuelo, se preguntó:

"... quién podría augurar el desenlace final?"

Escribía Santa Teresa: "Sólo así, a bulto (a ciegas) y porque nos lo dice la fe, sabemos que tenemos alma".

¿Qué es lo que nos dice la fe? No nos dice que tengamos fe, ni que cosa es tenerla. Nos dice que tenemos alma.

De un libro sobre Machado, de un autor creyente, que me envió desde Soria una querida alumna, he recogido estas extraña síntesis:

Dios aprieta pero no ahoga, también afloja pero no suelta. Si soltara, ese hombre dejado de la mano de Dios sería un hombre deshumanizado, un hombre imposible, un filósofo.

Antonio Machado, no fue un filósofo, fue un poeta; un hombre al que Dios no dejó nunca de su mano; apretándole sin ahogarle, aflojándole sin soltarle; de modo que su pensamiento y sentimiento se expresasen, se exprimiesen, en poesía.

En 1913, Antonio Machado, un hombre en duelo (y defino ahora duelo, como: desafío-combate entre dos), escribía un encendido poema a Narciso Alonso Cortés, poeta de Castilla - y con el cual cerraré esta charla-donde alentaba esa esperanza indeclinable que lo guió durante todo el trayecto que esta tarde se ha analizado.

Tus versos me ha llegado a este rincón manchego,
regio presente en arcas de rica taracea,
que guardan, entre ramos de castellano espliego,
narcisos de Citeres y lirios de Judea.

En tu árbol viejo anida un canto adolescente,
del ruiseñor de antaño la dulce melodía.

Poeta, que declaras arrugas en tu frente,
tu musa es la más noble: se llama todavía.

Al corazón del hombre con red sutil envuelve
el tiempo, como niebla de río una arboleda.

¡No mires; todo pasa; olvida; nada vuelve!

Y el corazón del hombre se angustia ... ¡Nada queda!

El tiempo rompe el hierro, y gasta los marfiles.

Con limas y barrenas, buriles y tenazas,
el tiempo lanza obreros a trabajar febriles,
enanos con punzones y cíclope con mazas.

El tiempo lame y roe y pule y mancha y muerde;
socava el alto muro, la piedra agujerea;
apaga la mejilla y abrasa la hoja verde;
sobre las frente cava los surcos de la idea.

Pero el poeta afronta el tiempo inexorable,
como David al fiero gigante filisteo;
de su armadura busca la pieza vulnerable,
y quiere obrar la hazaña a que no osó Teseo.

Vencer al tiempo quiere, ¡Al tiempo! ¿Hay un seguro
donde afincar la lucha? ¿Quién lanzará el venablo
que cace a esa alimaña? ¿Se sabe de un conjuro
que ahuyente ese enemigo, como la cruz al diablo?

El alma. El alma vence -¡la pobre cenicienta,
que en este siglo vano, cruel, empedernido,
por esos mundos vaga escuálida y hambrienta!-
(el alma vence) al ángel de la muerte y al agua del olvido.

Su fortaleza opone al tiempo, como el puente
al ímpetu del río su pétreos tajamares;
bajo ella el tiempo lleva bramando su torrente,
sus aguas cenagosas huyendo hacia los mares.

Poeta, el alma sólo es ancla en la ribera,
dardo cruel y doble escudo adamantino;
Y en el diciembre helado, rosal de primavera;
y el sol del caminante y sombra del camino.

Poeta, que declaras arrugas en la frente,
tu noble verso sea más joven cada día;
que en tu árbol viejo suene el canto adolescente,
del ruiseñor eterno la dulce melodía.

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