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Número 31 - Abril 2014

Propósito de vida en cuanto al sexo y la condición de retiro
en adultos mayores del Valle de Toluca, México

Aida Mercado Maya, Hans Oudhof van Barneveld y Erika Robles Estrada

Resumen
El envejecimiento poblacional genera importantes presiones sobre algunos de los esquemas de pensiones ya existentes, por lo que será necesario impulsar reformas que permitan recobrar la viabilidad actuarial de estos sistemas. Por otra parte, una importante proporción de trabajadores llegará a las edades de retiro sin un ingreso asegurado, pues no tendrán derecho a una pensión, debido a que pasaron la mayor parte de su vida laboral en el sector informal. Por último, si prevalecen las condiciones actuales, una fracción considerable de la población de adultos mayores permanecerá en el mercado de trabajo, lo cual puede incidir negativamente sobre la oferta de empleo y representa un problema en sí mismo, debido a que las personas en edades avanzadas que trabajan se encuentran por lo general en ocupaciones de baja calidad.
Con base en lo anterior se consideró pertinente estudiar el propósito de vida en adultos mayores del Valle de Toluca, respecto al sexo y la condición de retiro. Por lo que el fundamento teórico de este estudio parte de la psicología existencial. Para ello, se aplicó La Escala de Propósito de Vida (EPROVAM), la cual fue construida por Mercado (2011). Los resultados mostraron diferencias significativas respecto al sexo, no así en cuanto a la condición de retiro, tanto los adultos mayores jubilados y los que no cuentan con esta condición laboral  presentaron una clara tendencia a la autenticidad, coexistencia y a mantener una postura activa ante la vida, dimensiones que conforman el propósito de vida.

Palabras clave: Adulto mayor, propósito de vida, autenticidad, encuentro, postura activa.

 

Introducción
La cuestión de las personas de edad ha sido estudiada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) desde 1948, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la resolución 213 relativa al proyecto de declaración de los derechos de la vejez; aunque el trabajo en la materia continuó en 1977, donde se planteó la necesidad de organizar una reunión mundial para tratar el tema en particular, por tanto, un año más tarde la Asamblea General acordaba que tal encuentro tuviera lugar en 1982.
La primera Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento tuvo lugar en Viena en 1982. Esta reunión dio como resultado un Plan de Acción Internacional sobre el Envejecimiento. Es así como el 14 de diciembre de 1990, la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU) proclamó el 1 de octubre como el Día Internacional de las Personas de Edad (ONU, 1991).
En abril de ese mismo año, se realizó, en Madrid, la Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, la cual concluyó con la adopción del Plan de Acción Internacional de Madrid sobre el Envejecimiento 2002 y la Declaración Política, por parte de los representantes de cerca de 160 países de todo el mundo; en estos documentos, los gobiernos se comprometieron a emprender iniciativas en tres direcciones prioritarias: desarrollo, salud y bienestar de los adultos mayores, así como la creación de un entorno favorable para todas las edades. La ONU, en 1991, advirtió sobre el crecimiento de este segmento de la población, específicamente el de mayores de 80 años; de esta manera, se proyecta que para 2050 habrá 379 millones de personas, que pasarán de esta edad.

En lo concerniente a México, se tiene que hace 40 años era un país de jóvenes, ahora está en camino de ser una nación de la tercera edad. El proceso acelerado de envejecimiento de la población que se produce en la actualidad provoca que cada año haya 180 000 personas adultas mayores (González, 2000b). Por lo que ocupa el séptimo lugar entre los países con envejecimiento acelerado, con 7% de población con 60 años o más. Lo que significa que enfrenta además de los problemas de los jóvenes, la pobreza y las consecuencias del envejecimiento (INEGI, 2000). El Instituto Nacional  de las Personas Adultas Mayores (INAPAM) (2008) señala que se  consideran adultos mayores a la población de 60 años o más, actualmente la sociedad mexicana atraviesa por un fenómeno de envejecimiento poblacional, el cual Pederzini (2010) define como:

“(…) un proceso gradual en el que la proporción de adultos y ancianos aumentan en una población, mientras disminuye la proporción de niños y adolescentes, ocasionando un aumento en la edad mediana de la población”, al mismo tiempo que (…) es una consecuencia del fenómeno que se ha denominado transición demográfica” (p. 35).

Respecto a ello, el Consejo Nacional de Población (CONAPO) (2011) refiere las personas de 60 años y más representaban 4.9 % del total en 2000 y 6.2 % en 2010, lo que refleja el proceso de envejecimiento que comienza a vivir el país. Con estos datos, queda explícito el aumento significativo de la población adulta mayor; por lo que México enfrenta el reto del envejecimiento poblacional sin contar con  una cultura de la vejez, respecto a ello el CONAPO (2011) en su artículo Dinámica demográfica de México 2000- 2010, enfatiza:

En la sociedad mexicana, como en muchos países en desarrollo, existe una correlación evidente entre ancianidad y pobreza; pocas personas ahorran dinero o acumulan bienes durante su vida, lo que conduce a una condición precaria de la mayoría de las personas al llegar la tercera edad. Además, la mayor parte de los adultos mayores no cuentan con una pensión para cubrir sus gastos durante su vejez y, para quienes sí la tienen ésta es por lo general insuficiente. Son también mayoría quienes carecen de un sistema de cobertura médica (p. 12).

Lo anterior señala un reto a nivel social y familiar, pues es claro que la mayor parte de los adultos que en algunos años se convertirán en ancianos no poseen un fondo de ahorro económico, no solo para sustentar sus necesidades básicas, sino añadiendo que la vejez implica mayor atención médica, por el desgaste físico a lo largo de la vida, lo cual posiciona a los adultos mayores en una situación de mayor inversión monetaria, esto deriva en una precaria calidad de vida, así como en frustraciones, tanto para la familia como para el adulto mayor, respecto a esto, Montes de Oca y Hebrero (2006) señalan:

El aumento en la esperanza de vida en hombres y mujeres, es una de las más importantes transformaciones demográficas, pero también refleja un alargamiento en el ciclo de vida de los hogares. Es decir, los hogares mexicanos experimentan etapas más avanzadas y nuevos arreglos familiares en donde la presencia generacional se incrementa y el reto de vivir la vejez con calidad genera una nueva distribución de tareas, entre las que sobresale la provisión de cuidados ante situaciones de deterioro y episodios prolongados de enfermedad crónica  (p. 101).

Así, el envejecimiento se torna en un componente característico de la dinámica de población y un sello de los tiempos modernos. Al mismo tiempo que las sociedades de fin de siglo presentan importantes descensos de la mortalidad infantil y de la fecundidad, también tienen que enfrentar un considerable crecimiento de la población de adultos mayores. Para los países en desarrollo, el proceso de envejecimiento tendrá lugar rápidamente en la primera mitad del siglo XXI. Entre los años 2000 y 2050, el porcentaje de personas de edad avanzada aumentará de 8% a 21%, mientras que el de niños bajará de 33% a 20% (Annan, 1998). Además, se estima que en menos de tres decenios, tres cuartas partes de la gente mayor de todo el mundo vivirán en países en desarrollo.
De tal forma que envejece el individuo y envejece la sociedad. Al considerar la etapa del envejecimiento, se plantea un problema social de primer orden, en cuanto las personas mayores como grupo diferente e importante en el ámbito demográfico, con rasgos culturales específicos, intereses propios, que requieren que la sociedad garantice el incremento de su bienestar y que conlleve el desempeño de roles que den sentido a sus vidas, además del desarrollo de actitudes distintas a las actuales con las que se dé fin a la marginalidad y al desarraigo, a la inseguridad, a la falta de calidad de vida y a todos los prejuicios, mitos y estereotipos, que forman parte del imaginario social, que envuelven al proceso de envejecer (Salvarezza, 2005). Por otra parte el siglo XXI abre un nuevo panorama, en el que se vincula al viejo con procesos dignos tanto en el cuidado de su salud, como en su participación social; sin embargo, se enfrenta una nueva condición, ya que los años de retiro pueden superar los años de trabajo, lo cual implica problemáticas y conflictos potenciales, que requieren nuevas definiciones (Muchinik, 2005).

Se puede observar que existen referencias que muestran a la vejez como una etapa de involución y pérdida, en la cual se establecen prejuicios en torno al envejecimiento, se le mira como una etapa de dependencia total que resulta perturbadora; tales apreciaciones habrán que tomarse con reserva, pues el buen o mal estado de la salud depende de múltiples circunstancias, tales como: el ritmo de vida llevado, el estado nutricional, condicionantes socio-económicos, culturales, así como, atención y prevención de la salud, ejercicio, entre otros.

Moragas (1998, pp.21-24) marca que se pueden distinguir, dentro de la vejez, tres subdivisiones a partir de la edad, la funcionalidad y la vitalidad:

A partir de las descripciones anteriores, se puede considerar la vejez como una etapa de integración de la experiencia humana, una fase de desarrollo individual y social, que implica cambios innegables debido al transcurso del tiempo, a partir de los cuales se puede asumir como normal, patológica y saludable.

De acuerdo Fernández-Ballesteros, Moya, Íñiguez y Zamarrón (1999), la vejez normal “corresponde a aquella que cursa sin patologías físicas o psicológicas, por el contrario, la vejez patológica está asociada con múltiples patologías, frecuentemente crónicas” (p. 27). Rowe y Kahn (1997) definen la vejez como: “(...) baja probabilidad de enfermedad y de discapacidad asociada junto a un alto funcionamiento cognitivo y capacidad física funcional y compromiso activo con la vida” (p. 436).
Por su parte, Yates (1996) señala que el envejecimiento puede ser definido como: “cualquier cambio temporal en un objeto o sistema (...), que puede ser bueno, malo o indiferente a un determinado juez u observador” (p. 545).
Los matices dados a estos años van desde la sabiduría y el conocimiento, hasta la decadencia, improductividad, enfermedad, decrepitud; aunado con lo anterior, la sociedad actual intenta evitar la vejez a cualquier precio, busca alternativas o métodos científicos para hacerlo viable, sin que hasta el momento se pueda retrasar o bien erradicar.

Así pues, la vejez es inevitable, a menos que la muerte ocurra primero; el que una persona llegue a viejo constituye un logro físico y mental, cuyas condiciones dependerán de la calidad de vida que ha tenido la persona en etapas previas. En los últimos años, el término viejo ha tenido connotaciones de dinamismo y autonomía, que han influido en los significados que le han sido conferidos: tercera edad, adultos en plenitud, y la acepción más actual: adultos mayores. Así mismo, la participación en el trabajo de los adultos mayores no debe interpretarse como un rasgo positivo asociado a una vejez productiva, sino como un resultado de la insuficiencia de los programas de pensiones, que obstaculiza la institucionalización del retiro y obliga a muchos a permanecer trabajando en actividades precarias y de baja productividad.

Se debe destacar el cuidado de las necesidades económicas de los adultos mayores, de tal manera que puedan gozar de una vida digna, que les permita tener resueltos aspectos relacionados con la salud y el bienestar físico-emocional, los cuales se instituyen como grandes desafíos del proceso de envejecimiento demográfico en el país.

La finalidad de la jubilación fue pensada y establecida como un principio de justicia social, que el día de hoy está perdiendo el sentido de júbilo, generándose rupturas entre la persona y su entorno laboral. Para explicar lo anterior, se presenta el cuadro elaborado por el Dr. Claudio García Pintos:

Cuadro 1  Vivencia del trabajo y situación existencial

Vivencia del trabajo

Situación existencial

Si ha sido vivido como dador de identidad:

Evidentemente, la jubilación significará una crisis de identidad, en donde estar sin trabajar equivaldrá a estar no-siendo.

Como organizador externo de la vida:

La jubilación será vivenciada como una sensación de desorden, en donde la experiencia será: “No puedo estar sin trabajar porque entonces mi vida es un caos, una conmoción”.

Como quehacer significativo, integrado dentro de un proyecto de vida:

El proyecto va a perdurar después de la jubilación; por tanto, no se podrá estar sin trabajar, entonces, se buscará conseguir algo que reemplace lo perdido, una nueva alternativa laboral de recambio.

Como un modo de estar en el mundo, como una de las versiones posibles.

La concepción de estar en el mundo es profunda, resuelta, significativa, por lo que en la jubilación, la persona, vivenciará el beneficio de ya no tener que trabajar. Se puede vivir sin trabajar, ya que el proyecto laboral ha quedado cerrado sin complicaciones, por lo que puede ahora volcarse a cosas o situaciones que le den plenitud a su ser.

Nota: García, 2003, pp. 208-209


Con base en estos planteamientos, se aprecia que el cambio en el estilo vida de quien se jubila resultará toda una conmoción existencial. La afectación que puede producir la jubilación, en algunos individuos, se encuentra relacionada con la concepción y el lugar otorgado al trabajo, así como la poca o nula preparación para el retiro. Se puede acotar que la persona que ve o descubre el sentido del beneficio de la jubilación podrá disfrutar de haber cerrado el ciclo del trabajo, y muy habitualmente tendrá programada o pensada una continuación de su vida que le resulte realmente significativa y que por falta de tiempo no ha podido concretar. Por el contrario, si el retiro significa jubilarse de la vida, si no se tiene un panorama significativo, dejar el trabajo resultará muy penoso, se buscará evitar el retiro, en la idea ilusoria de que permanecer en el trabajo traerá un plus, un suplemento de tiempo de vida. Lo anterior puede tener un costo muy alto para la salud emocional del adulto mayor. En relación con lo anterior, se tiene que pocas instituciones llevan a cabo acciones para la preparación ante el retiro laboral, cuya visión ha de contemplar no sólo lo pre-jubilatorio, sino lo peri-jubilatorio y lo post-jubilatorio; así, el argumento de entrada y retirada de un trabajador en el esquema laboral sería congruente.

García (2003) destaca que si al ingreso se busca que el trabajador (siguiendo el eslogan) ‘sea uno de los nuestros’, cuando se jubile tendría que ser visto como ‘uno de los nuestros que se jubila’, salvaguardando así un principio ético en referencia al trato humano”. (p. 216). Y que además coadyuvará a fortalecer la moral del grupo.

El sentido del beneficio de la jubilación como derecho puede ser subsanado en el hecho de asegurar y dar a los adultos mayores la posibilidad de vivir sin la preocupación de tener que trabajar después de la jubilación para subsistir; tal tarea corresponde a aquellos que tienen en sus manos el poder concretar políticas que rescatan la esencia de la jubilación. Con ello, se favorece a este sector de la población y se recupera la dignidad y respeto que se debe de mantener como comunidad humana. (Mercado, 2009).
La jubilación conlleva además el disfrute del tiempo libre, destinado para la recreación; y que no tiene nada que ver con el tiempo vacío, el cual resulta pesado, agobiante y sufrido; tiempo que ha sido nombrado por Frankl (2001a) como neurosis de paro laboral: “Bajo este epígrafe deben incluirse también las crisis de los jubilados, un problema de suma actualidad e importancia para la medicina de la tercera edad”. (p. 89). En donde la frustración existencial puede tener el sello de permanente, y el vacío existencial puede enmascararse, de tal forma que la persona buscará llenarse de ocupaciones, sin que ninguna de ellas le resulte gratificante.

Si se ha tenido el privilegio de llegar a esta edad, es conveniente que se disponga del tiempo libre, con actividades que resulten significativas para el adulto mayor, no se trata de llenar el tiempo libre con algo, sino para algo. Lo anterior permitirá significar con sentido esta etapa previa al cierre de la vida; es también un privilegio poder despedirse de la vida y prepararse para la muerte. Esta edad se distingue, por un lado, por un conjunto de elementos, entre los que destacan: pérdidas significativas y la proximidad inminente del fin de la vida. Por otro, se puede afirmar que la población estudiada  representa un sector social de oportunidad de análisis para la psicología.

Método de Investigación

Objetivo general
Identificar si existen diferencias entre los factores que conforman el propósito de vida, en adultos mayores del Valle de Toluca, respecto al sexo y la condición de retiro laboral.

Participantes
Se contactaron instituciones dedicadas a la atención y cuidado de adultos mayores, tales como IMSS, ISSEMyM, DIF, clubs de la tercera edad; así como centros religiosos, mercados, plazas públicas, ubicados en los municipios que conforman el Valle de Toluca (Toluca, Metepec, Lerma, San Mateo Atenco, Almoloya de Juárez y Zinacantepec). Por lo que la muestra fue no probabilística de tipo propositivo. La aplicación de la Escala de Propósito de Vida para Adultos Mayores se llevó a cabo con  690 participantes: 353 mujeres y 337 hombres.

Procedimiento

Resultados

A  partir del análisis estadístico de los datos, se pudo apreciar que las mujeres tuvieron una media significativamente mayor en la dimensión encuentro (véase Tabla 1).

Tabla 1 Diferencias por sexo en las dimensiones de las Escalas   Propósito de Vida para Adultos Mayores

 

M

DE

M

DE

gl

t

 

Mujeres

 

Hombres

 

 

 

Encuentro

3.40

.57

3.23

.64

670

3.50***

*** p ≤.001

En la condición de retiro, no se presentaron diferencias significativas entre los grupos de jubilados y quienes no cuentan con esta condición laboral. Los jubilados obtuvieron un media ligeramente mayor en las dimensiones de autenticidad, el encuentro y postura activa. (véase Tabla 2).

Tabla 2  Medias y desviación estándar por condición de retiro en las dimensiones de las Escala Propósito de Vida para Adultos Mayores

 

M

DE

M

DE

 

Jubilado

 

No
Jubilado

 

Autenticidad

3.11

.73

3.08

.67

Encuentro

3.36

.63

3.33

.61

Postura Activa

3.49

.57

3.42

.61

Discusión

Los resultados mostraron que las mujeres tienen una clara tendencia hacia la coexistencia, es decir, a ser con los otros; siendo lo anterior más factible para dicho grupo que para  los varones, dado que a estas les es más fácil entablar comunicación y relacionarse. Lo anterior de acuerdo con García (1994) les permite establecer y contar con redes de apoyo, que les ayuden a lidiar y sobrellevar esta etapa; dado que la gratificación que una persona puede tener en esta edad se relaciona con el hecho de reconocer que el desafío no es con la vida y con lo que ésta ofrece, sino consigo mismo, para poder asumir una actitud que permita enfocar de la mejor manera posible los pormenores implícitos en el proceso de ser adulto mayor. Por otra, es reencontrarse con las potencialidades propias de estos años.

Desde la concepción de la existencia humana, el concepto de desarrollo existencial más importante es el de llegar a ser. La existencia nunca es estática: siempre está en proceso de llegar a ser algo nuevo. La meta es llegar a ser completamente humano, es decir, realizar todas las potencialidades de ser-en-el-mundo o Dasein. (García, 2003). Así, entonces, la vejez implica tanto posibilidades de crecimiento cualitativo como de deterioro progresivo e irreversible. Pero el hecho de ser, esta más allá de las implicaciones propias de esta edad; se propicia en la coexistencia en el encuentro; caso concreto de las mujeres de este estudio. El arte de ser adulto mayor no consiste en solucionar una crisis entre la aspiración innata al crecimiento y la experiencia de un irreversible declive. Entender la vejez como crisis existencial permite superar las definiciones parciales que acentúan su dimensión biológica, cronológica y social. También lleva a reconocer su propia dinámica al quebrar el conflicto, producto de modelos contradictorios de envejecimiento y a aceptar la dialéctica que se establece entre los dos polos existenciales: el desgaste e involución normal del organismo humano y el devenir personal.

En lo concerniente a la condición de retiro, los  adultos mayores jubilados y no jubilados mostraron puntajes muy similares en las dimensiones de autenticidad,  encuentro y  postura activa. Lo anterior coincide con lo expuesto por García (2003) quien señala que la jubilación, como quehacer significativo integrado dentro de un proyecto de vida; conlleva el que este perdure después de la jubilación; por tanto, no se podrá estar sin trabajar, entonces, se buscará conseguir algo que reemplace lo perdido, una nueva alternativa laboral de recambio. Lo cuál es acorde con los resultados encontrados, en quienes permanecen insertos dentro de alguna actividad laboral. Por otra parte, la jubilación como un modo de estar en el mundo, como una de las versiones posibles, es profunda, resuelta, significativa, por lo que la persona, vivenciará el beneficio de ya no tener que trabajar. Se puede vivir sin trabajar, ya que el proyecto laboral ha quedado cerrado sin complicaciones, por lo que puede ahora volcarse a cosas o situaciones que le den plenitud a su ser; como lo es el caso de quienes están jubilados y no volvieron a reinsertarse en el campo laboral.
Dicho autor señala también que: La forma de percibir la jubilación  dependerá, en gran medida, de factores personales y económicos, es decir, una persona optimista ante la vida, que goce de buena salud y no tenga preocupaciones económicas, podrá afrontar su retiro laboral con un mayor éxito de adaptación, a su nueva situación sociofamiliar. Por el contrario, una persona centrada en el trabajo, con escasas relaciones sociales, con dificultades económicas y mala salud, verá en la jubilación una carga difícil de superar.

Ser adulto mayor, refieren Fernández-Ballesteros, Moya, Íñiguez y Zamarrón (1999), se constituye en una gran oportunidad para incrementar la interacción social, ya que se tiene más tiempo para disfrutar de la familia, los amigos, y para dedicarse a actividades de voluntariado y participación ciudadana. El adulto mayor ofrece toda su experiencia y conocimientos en este tipo de actividades. El hecho de ser mayor no justifica el retiro de la vida social; por el contrario, implica una forma diferente de participación, indispensable para el propio crecimiento. Los adultos mayores que se sienten realmente atraídos por su entorno exterior: gente, ideas, aficiones, siguen avanzando. Permanecen activos y animados hasta el fin, porque la novedad, los comienzos y las esperanzas reciben el constante impulso de su dinamismo, al desarrollar actividades que les permitan mantenerse integrados y plenos. Los adultos mayores disfrutan de esta nueva forma de ser y resignifican su tiempo una vez que se ha cerrado el ciclo de la actividad laboral.

Conclusiones

Referencias

Annan, K. (1998). Discurso al inaugurar el Año Internacional de las Personas de Edad. Naciones Unidas/División de Políticas Sociales y Desarrollo. Versión en español. España: Centro de Información de las Naciones Unidas.
Consejo Estatal de Población (COESPO) (2009). Estadísticas básicas. Toluca, Estado de México.Recuperado de http://www.toluca.gob.mx/transparencia.
Coolican, H. (2005). Métodos de investigación y estadística en psicología. México: El Manual Moderno.
Frankl, V. (1991). La presencia ignorada de Dios. Psicoterapia y religión. (8ª ed.). Barcelona: Herder.
Fernández-Ballesteros, R., Moya, R., Íñiguez, J., y Zamarrón, M. D. (1999). Qué es la psicología de la vejez. Madrid: Biblioteca Nueva.
García, Cl. (1994). Sobre la rehumanización de la psicología y el proceso de maduración noética. En E. Lukas, y C. García, De la vida fugaz. Buenos Aires: Almagesto.
García, Cl. (2003). Cita a ciegas. Buenos Aires: San Pablo.
González, R. (2000). México en el 2050 será un país de la tercera edad. México. Cimac.
Mercado, A. (2009). Preparación para el retiro de envejescentes. Documento presentado en el XX Congreso Iberoamericano de Psicología del Trabajo y del XVII Congreso Iberoamericano de Recursos Humanos. Puerto Vallarta, México.
Mercado, A. (2010). Devenir existencial en adultos mayores del Valle de Toluca. Tesis Doctoral. Universidad Iberoamericana. México, D.F.
Moragas, R. (1998). Gerontología social. Barcelona: Albor.
Muchinik, E. (2005). Envejecer en el siglo XXI. Historia y perspectivas de la vejez. México: Lugar.
Organización de las Naciones Unidas. (1991). Principios de las Naciones Unidas a favor de las personas de edad. (Resolución 46/91). Recuperado de http://onu.com.mx.
Rowe, J. W. y Kahn, R.L. (1997). Successful aging. En The Gerontologist, 37, 433-440.
Salvarezza, L. (2005). Psicogeriatría. Teoría y clínica. Buenos Aires: Paidós
Yates, F. E. (1996). Theory of aging: biological. En J. Birren (Eds.). Enyclopaedia of Gerontology Age, Aging and the Aged. San Diego, Ca: Academic Press.

 

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