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Número 30 - Marzo 2013

Perspectiva psicogerontológica para una vejez en movimiento

Graciela Zarebski

zarebski.graciela@maimonides.edu

Debemos dar cuenta de la revolución epistemológica a la que estamos asistiendo en el conocimiento del envejecimiento humano. Se ha logrado superar obstáculos, lecturas mecanicistas y organicistas del envejecer que llevaban a suponer, tanto respecto a la dinámica psíquica como a la cognición, que habría una curva de declive inevitable acompañando el declinar biológico y que los
maltratos sociales llevarían necesariamente al achatamiento subjetivo, con sus consecuencias clínicas.

Las distintas calidades de envejecimiento a las que asistimos en estos tiempos corroboran que, aunque el organismo se desgaste y aun sufra deterioros, el sujeto no necesariamente declina a nivel emocional y que, aún en aquellos que sufren condiciones sociales adversas, su fortaleza emocional les permite seguir luchando
por su vida y su lugar en el mundo.

Pudimos comprobar que el ser humano no es sólo efecto de su cultura y de su biología, de lo que le provoca su medio social y le ocasiona el deterioro de sus funciones, sino que, al mismo tiempo, es un sujeto pro-activo, constructor de su cultura, de su cuerpo, de su historia y, por lo tanto, de su modo de envejecer.

Se fue delimitando así, desde las últimas décadas del siglo veinte, el campo de la Psicogerontología como abordaje del envejecimiento psíquico normal y patológico, diferenciado de la Biogerontología y de la Gerontología Social.

Cuáles son los cambios conceptuales que introduce el desarrollo de la Psicogerontología como aporte al estudio del envejecimiento humano?

A pesar de estos avances, aún persisten confusiones teóricas cuando se intenta determinar e investigar cuáles son los factores de riesgo psíquico de envejecimiento patológico (Zarebski, G. 2007).

A través de nuestras investigaciones y mediante la aplicación de herramientas específicas, venimos desarrollando una concepción de factores de riesgo psíquico, o por el contrario, factores protectores, centrada en condiciones de personalidad, superando así la confusión con los factores sociales y factores biológicos o sanitarios que impactan en este proceso.

Visión Compleja del Proceso de Envejecimiento

La posibilidad de diferenciar los aspectos subjetivos de los aspectos biológicos y sociales del envejecimiento, permite a la vez integrar estos enfoques en una visión compleja del envejecimiento, lo cual nos llevará a tomar en consideración
las múltiples dimensiones que inciden en su armado en cada caso en particular, superando así las visiones generalizadoras que predominaban en la Gerontología.

Mediante la construcción de un Yo complejo a lo largo del curso vital (Zarebski, G. 2011), el sujeto podrá sobrellevar la discordancia entre cómo se sabe y cómo se siente, reconocerse viejo a la vez que se siente ¨joven¨, ya que adaptarse al paso del tiempo no implica resignarse: ¨ya soy viejo¨. Un indicio de envejecimiento normal es cuando la persona reconoce y acepta su condición envejecida y su desgaste, incorporando las marcas biológicas y sociales de su envejecimiento, pero al mismo tiempo no se siente vieja, en el sentido de: entregada, sin proyectos ni ilusiones, ni apertura a lo nuevo.

Entre los polos opuestos y simplificadores de la resignación y de la desmentida, se podrá vivirlo como una revelación, al decir del filósofo argentino Santiago Kovadloff: "Algo en nosotros se resiste a ser lo que nos pasa. A consistir en lo que nos sucede. Se trata, por eso, de un extrañamiento y, como tal, de una revelación. De un acontecimiento, en suma, en el que sin perder por entero la familiaridad con nosotros mismos, no podemos dejar, pese a ello, de sentirnos otro que aquél que protagoniza lo que nos ocurre" (Kovadloff, S. 2008).

Reconocerse en un espejo más verdadero, que provoca por momentos perplejidad, incluso tristeza, llevará a admitir la resistencia que generan los cambios, al mismo tiempo que se los incorpora. Para lo cual se requieren determinadas condiciones de personalidad (Zarebski, G. 2008) en especial, la flexibilidad, que sostengan este proceso de elaboración gradual.

Sin embargo, este no es el mensaje con el que la cultura actual occidental nos impregna. A pesar de excelentes indicaciones preventivas que difunden los medios, se posicionan desde una concepción anti-age. ¿Es que, acaso, frente a las transformaciones que trae el paso del tiempo, debemos pararnos enfrentados al envejecimiento? Por el contrario, se trata de reconciliarnos con este proceso e incorporar las recomendaciones desde una posición pro-age.

En nuestras sociedades coexisten, paradójicamente, recomendaciones basadas en los valores culturales de Oriente y de los pueblos originarios, con un estilo de vida occidental que achata nuestra capacidad reflexiva, generando una pobre mentalización, de modo que aún la salud pasa a transformarse en un objeto de consumo: se "consume" salud, a partir de lemas que se incorporan superficialmente y que rápidamente se dejan de lado. Inconsistentes con el contexto psicosocial en que vive el sujeto, no consiguen adherencia.

Al carecer de un encuentro personal y profundo con el propio cuerpo, se transforman en ideales inalcanzables e insostenibles, que operan como espejismos que rápidamente fracasan, llevando al abandono del autocuidado, e incluso, en ocasiones, a conductas autodestructivas.

Es que si el sujeto no se sabe escuchar, el organismo se hará oír a través de descargas en el cuerpo: episodios de hipertensión, diabetes, problemas cardíacos, caídas frecuentes. Caídas corporales que suelen ser una segunda caída a partir de una primera caída emocional.

Sabemos, por otro lado, (Reichstadt J. et al., 2010) que un envejecimiento exitoso¨ no significa ausencia de enfermedad. Aun en aquellos que adolecen de enfermedades crónicas, la cuestión es cómo sobrellevan su patología, es decir, los factores actitudinales y la capacidad de resiliencia, como luego veremos.

Para construir una longevidad saludable, en síntesis, debemos tomar en consideración los componentes culturales y psicológicos que nos constituyen y se engarzan con nuestra condición biológica. Se comprueba en investigaciones internacionales recientes (Fernández Ballesteros, R. 2008) que la condición saludable de nuestro envejecimiento dependerá sólo en una cuarta parte de nuestra constitución genética, el principal componente lo representa nuestro estilo de vida.

En efecto, logran menor grado de dependencia en la vejez, aquellos que adoptan hábitos saludables y se sabe del efecto de las emociones positivas sobre la calidad de vida, ya que quien las posee será capaz de afrontar la vejez de modo preventivo, con hábitos de autocuidado, respecto a la nutrición, las horas necesarias de sueño, el ejercicio físico, etc.

Respecto a la actividad física, hay interesantes avances en la determinación del efecto positivo que tiene su práctica en el plano cognitivo (Colcombe, S.; Kramer, A. F. 2003), pero también se comprueba que su alcance benéfico en el envejecimiento será mayor si se complementa con la posibilidad de detenerse a reflexionar y darle sentido propio a la vida. Como vemos, el movimiento físico y el psíquico se conjugan para darle calidad de vida a la vejez.

Frente a los distintos eventos inevitables por el paso del tiempo, como ser la jubilación o la viudez, en personas que diversificaron sus apoyos a lo largo de su vida, que pudieron desplegar distintos ideales y que fueron anticipando estos eventos expectables preparándose mentalmente, no constituyeron momentos de crisis, sino, por el contrario, oportunidades propicias para desplegar otros proyectos, nuevas maneras de enriquecerse y de seguir sintiéndose productivas.

Esta es la cara positiva del envejecer: se abren vacíos que invitan a replantearse el sentido de la propia vida y actúan como un desafío a llenarlos creativamente.

Sin embargo, encontramos en otros sujetos -debido al modo esquemático que siempre tuvieron de resolver sus situaciones vitales, con vínculos monótonos, casi burocratizados, con tendencia a simplificar y a seguir caminos previamente
marcados- que su mundo psíquico y sus redes neuronales se han ido conformando de igual modo: con escasa o nula creatividad, chatura y pobreza mental (por brillantes que pudieran haber sido en algún desempeño, incluso intelectual).

Asimismo, la dependencia emocional de otro, de un rol, de una función, lleva en la vejez a dos desenlaces por igual temidos: la soledad y el aislamiento por un lado, o bien, la caída en la dependencia total, por otro lado, ante vacíos que se
presentifican por la pérdida de ese bastón único en que se apoyaban, vacíos que no se pueden recubrir, si se carece de apertura a lo nuevo.

Está comprobado el efecto benéfico que produce una vida diversificada en cuanto a vínculos, actividades e intereses, en la calidad del envejecimiento. Que su logro no se mide sólo por el éxito individual, sino que también radica en el armado de vínculos satisfactorios con el entorno.

A fin de arribar a esta meta, deberemos ser capaces de cuestionar nuestro presente desde esa perspectiva futura: construirnos, descubrirnos y crearnos, desplegándonos en distintas direcciones y generando diversas redes de apoyo.
No vivir pendientes de un solo bastón, si contamos hoy en día con tantas propuestas de participación y enlace.

La brújula que nos orientará en esta construcción será el interjuego entre el despliegue de nuestros deseos y la incorporación de los límites que nos impone el paso del tiempo.

Tener en cuenta esos límites nos permitirá ser selectivos (Carstensen, L.L. 1991) en vínculos y actividades, así como reajustar nuestras metas, lo cual nos otorgará mayor sentimiento de eficacia personal.

Interactuar con otros también provee mayor destreza cognitiva, porque hay una correspondencia entre la red interna neurólogica y la red de vínculos: la participación en tareas complejas exige la puesta en marcha de recursos y capacidades cognitivas. Así se comprueba que pasar algunas horas por día en actividades mentales y recreativas disminuye el riesgo de demencia (Carey, B. 2009). Es que lo social y lo cognitivo se coproducen, son dos caras de una misma moneda.

En el campo de las neurociencias ya está ampliamente demostrado que el aprendizaje y la multiestimulación generan la producción de nuevas células y favorecen la plasticidad neuronal.

Actividades que nos ponen en movimiento:
De la vulnerabilidad a la resiliencia en el envejecer

Según Carlos Soria (Soria, C. et al., 2011) "en la década reciente (2000-2010) comprendimos que somos organismos influenciados por determinantes genéticos y ambientales y que, en lo particular, estamos determinados por la interacción".
De modo que la primer década del siglo veintiuno ha sido muy propicia para la instalación de nuevos paradigmas en la concepción de salud y enfermedad, avanzando hacia la convergencia interdisciplinaria

Si bien los últimos avances en el estudio del genoma humano implicaban el riesgo de regresar al determinismo biológico, esta amenaza se vio contrarrestada por interesantes articulaciones que fueron surgiendo en años recientes entre las neurociencias, la psicología cognitiva y el psicoanálisis.

Estamos aludiendo a un descubrimiento promisorio de las últimas décadas, la plasticidad de nuestro sistema neuronal, y por ende, de nuestro funcionamiento cerebral.

"En cada uno de nosotros, la experiencia deja una huella: antes pensábamos que el cerebro era un órgano genéticamente determinado, con ciertos mecanismos fijos de tratamiento de la información. Ahora sabemos que, gracias a la plasticidad, nuestra red neuronal es modulable por los acontecimientos y por la experiencia y que esa experiencia modifica en forma permanente las conexiones entre las neuronas. Los mecanismos de plasticidad operan durante toda la vida. El acontecimiento y la experiencia siempre pueden modificar un estado anterior […] La plasticidad sería entonces ni más ni menos que el mecanismo por el cual cada sujeto es singular y cada cerebro único" (Ansermet, Magistretti, 2006).
 

Estos avances nos permiten pasar de una visión estática del sistema nervioso a una concepción plástica del mismo y del determinismo genético a la determinación del sujeto en el armado de su curso vital. Lo cual representa un cambio fundamental para la Teoría del Curso de la Vida, desde el momento en que permite comprobar por qué al envejecer "cada sujeto es singular y cada cerebro es único" .

De ahí los efectos positivos de seguir conectado y estimulado, ya que se produce una continua modificación de las sinapsis a lo largo de toda la vida: el cerebro tiene una estructura y un funcionamiento que se mantienen a través del tiempo en un constante estado dinámico, lo cual habilita la posibilidad de generar cambios en el cerebro a través de intervenciones psicológicas y modificaciones ambientales. Se comprueba una vez más que la genética no es lo único ni lo de mayor peso en la aparición de la enfermedad, sino que se une a factores de desarrollo y ambientales.

Quiero destacar la importancia de estos cambios de paradigma para la nueva concepción del envejecimiento y esto es justamente lo que aporta la Psicogerontología actual, que permite superar las generalizaciones que caracterizaban a la Gerontología hasta hace algunos años y aportar la construcción subjetiva del proceso del envejecimiento.

Pero lo más notable a favor de la convergencia interdisciplinaria es que destacan, como vemos en Soria, C. et al. (2011) la importancia de la forma individual y subjetiva de percibir al estrés:

 "Esta forma individual de percibir el estrés, constituye un factor clave de resiliencia y/o de vulnerabilidad de un individuo. El mal manejo del estrés psicosocial, afecta al individuo haciéndolo vulnerable y provoca una disminución en los mecanismos de resiliencia […] Es decir que la respuesta puede ser amplificada o reducida, de acuerdo al estado psicológico, a los rasgos de la personalidad, la historia subjetiva y emocional y en relación al contexto en el que se encuentra el individuo".

Los mismos términos de Vulnerabilidad y Resiliencia, propios de estudios psico-sociales, están siendo reformulados e integrados a los estudios médicos, traducidos como: Carga Alostática y Alostasis, respectivamente.

Según este enfoque, la Carga Alostática se daría "cuando las experiencias estresantes son prolongadas o no terminan con rapidez, ante lo cual se debilita la salud física y mental, principalmente debido a sus efectos sobre la plasticidad
cerebral: proliferación de cambios neuronales, fisiológicos, conductuales, cognitivos y emocionales recursivos que aumentan la vulnerabilidad a las enfermedades y la muerte prematura por enfermedades crónicas". (McEwen, Gianaros, 2011)

Incluso la definición de resiliencia, que había surgido en el campo de las investigaciones psicosociales como la capacidad de sobrellevar situaciones adversas saliendo fortalecido de ellas, encuentra hoy en día su definición y aplicación desde el campo de las neurociencias: "La recuperación de la neurogénesis (nacimiento de nuevas neuronas) en el giro dentado del hipocampo conjuntamente con la remodelación dendrítica hipocampal, constituyen los principales cambios estructurales cerebrales que han sido vinculados con las funciones de resiliencia. Estos cambios neuroplásticos vinculados a la resiliencia, disminuyen durante el estrés prolongado, pudiendo generar alteraciones cognitivas y conductuales, que afectan la salud del sujeto (Soria, C. et al., 2011), lo que lleva a los científicos a prestar atención y a tratar de entender los mecanismos que le permiten al individuo adaptarse al medio y a las circunstancias, de una manera resiliente".

La medicina actual, con la visión holística que se va instalando desde la convergencia interdisciplinaria que señalábamos, destaca cada vez más el valor de las intervenciones preventivas:

" Las intervenciones q0ue son integrativas (u “holísticas” en la medida que estimulan todo el cuerpo para ayudarlo a funcionar normalmente) pueden brindar enormes beneficios preventivos y terapéuticos al tener como blanco las relaciones interpersonales y el estilo de vida de una persona [...] Dos de los enfoques intervencionistas más importantes están dirigidos a la actividad física y la integración social. Mientras que un estilo de vida sedentario es un factor de riesgo importante para muchas de las enfermedades de la vida moderna, las cuales incluyen obesidad, diabetes, enfermedad cardiovascular, depresión y demencia, la actividad física moderada puede ser beneficiosa para el cerebro y los sistemas cardiovascular y metabólico [...] En ancianos se demostró que los centros comunitarios y las actividades que promueven las interacciones sociales y la actividad física son beneficiosos en varios dominios". (McEwen, Gianaros, 2011)

En efecto, en pos de favorecer la resiliencia se ofrecen propuestas socio-recreativas desde distintas disciplinas y en diversos ámbitos comunitarios, que buscan poner en movimiento físico y psíquico a las personas, al tiempo que crean
las condiciones para detenerse y darse tiempo para pensar en grupo los temas que se comparten en esta etapa vital. Se contrarresta así el polo opuesto, igualmente perjudicial, que se da en llamar: ¨síndrome de la vida ocupada¨, efecto de sobrecompensaciones en la vejez que mantienen la agenda permanentemente llena, como modo de evitar enfrentarse a vacíos difíciles de sostener.

Es importante detenerse periódicamente a realizar balances, ya que ¨una revisión retrospectiva de la vida puede llevarlos a reevaluar positivamente sus capacidades y a hacer los giros importantes de su existencia, y por lo mismo, ayudarles a atravesar con éxito las crisis existenciales futuras, según se concluye de las experiencias preventivas que se encaran.(Aguerre, Bouffard, 2008)

 A través de diversas propuestas, como la creación artística, el humor, las actividades recreativas, los relatos autobiográficos, el voluntariado, etc., se crean las condiciones que llevan a revisar los recursos presentes, armando la propia hoja de ruta, que irá guiando hacia el futuro deseable.

Es así como, enlazando el pasado con el presente y proyectando al futuro, contribuyen al logro de la continuidad identitaria, condición definitoria para la construcción activa de un envejecimiento normal.

Lograr la continuidad, evitando derrumbes, implicará saber caer y saber levantarse, realizando un trabajo anticipado y gradual respecto a la propia vejez desde joven y respecto a la finitud y la muerte, lo cual conllevará una serie de tareas, como ser: aceptar pensar o reflexionar anticipadamente respecto a la propia vejez, incluir al envejecer entre los ideales a alcanzar (expectativas positivas de longevidad), aceptar que se replantee la imagen, el rol, la función actual, joven, elaborar gradualmente las marcas biológicas y sociales del envejecer, cuestionar los prejuicios (propios y ajenos), adaptarse a la disminución del rendimiento, hacerse cargo del autocuidado en la salud y en la enfermedad, tener en cuenta las limitaciones, enlentecimientos, etc.

Las investigaciones internacionales subrayan la importancia de la implicación social con el paso del tiempo, a saber: seguir involucrado con la familia y los amigos, mantener una red de apoyo, realizar tareas de voluntariado, seguir trabajando después de la jubilación y/o comenzar nuevos trabajos. Encuentran que un amplia implicación social reduce la mortalidad en un treinta por ciento.

Además,"con cuanta más gente uno tenga contacto, tanto en su casa como afuera, mejor le va física y mentalmente. Para interactuar con gente regularmente, incluso con extraños, uno utiliza tantas destrezas mentales como para resolver problemas." (Carey, B.2009).

La frase alude a la interrelación entre las redes externas y las redes internas: la red Psico-Neuro-Inmuno-Endocrinológica (PNIE) con la red del lenguaje y las redes sociales. Se está demostrando cómo cada una enriquece a la otra y que este entretejido tiene efectos a nivel cerebral.

Lo más notable que nos aportan los avances científicos es la evidencia de la interrelación bio-psico-social a lo largo de la vida: el efecto de las actitudes y de la calidad de los vínculos en el funcionamiento cerebral.

 Lo cual es una comprobación de lo que vengo sosteniendo desde mi experiencia profesional y docente: la correspondencia entre la red interna PNIE y la red externa de vínculos: a mayor riqueza de una, más se enriquecerá la otra, en relación recíproca y dialéctica.

Lo que importa destacar en estas investigaciones recientes es que permiten comprobar la concepción compleja del sujeto: "las relaciones sociales incrementarían la reserva cognitiva al exigir a los sujetos una mayor y más eficiente capacidad comunicativa así como la participación en tareas complejas que exigen la puesta en marcha de recursos y capacidades cognitivas" (Haan et al., 2000).

Asumir la complejidad: La Reserva Humana

Esta concepción de reserva es interesante y es necesario ampliarla en nuestros estudios gerontológicos, según propongo en mi libro de reciente edición (Zarebski, G. 2011). Lo que agrego, desde mi propuesta acerca del armado de una identidad y un Yo complejo a lo largo de la vida, es que no es suficiente con poner el foco en la reserva cognitiva o en la "reserva cerebral", pues así seguiríamos poniendo el acento en cuestiones parciales. Lo que planteo, y se corresponde con el enfoque complejo de la PNIE, es que debemos encarar la construcción por parte del sujeto de un andamiaje constituido por:

Fig. 1

En la construcción de esta Reserva Humana, iremos afianzando los factores protectores para el envejecimiento, factores protectores detectables a través de herramientas que están siendo validadas internacionalmente, como ser: el Cuestionario "Mi Envejecer" y el Inventario FAPREN.

Hablar de "reserva" responde a una perspectiva futura que podrá ser de carencia. Me refiero a una preparación anticipada desde el presente para hacer frente a esa posible y, en algunos aspectos, previsible carencia: hay desgastes inevitables.

Los mecanismos que regulan el funcionamiento orgánico a lo largo de la vida son complejos. Es sabido que en el proceso de envejecimiento disminuye esa complejidad regulatoria y, consecutivamente, la adaptación al stress y a los traumatismos, lo que lleva a un desequilibrio entre el desgaste y la capacidad reparadora. Hasta ahora se han mostrado poco efectivas las intervenciones médicas conducentes a compensar ese desequilibrio, ya que se sostienen exclusivamente en el plano de la biología.

¿Se podrá contrarrestar esa disminución a través de actividades diversificadas y un Yo suficientemente rico y estimulado? ¿No es esto acaso lo que comprobamos en tantas personas que se mantienen activas y participativas hasta edades avanzadas? ¿Acaso se podría atribuir su estado físico sólo a causas genéticas o a su sana alimentación y sus hábitos saludables?

Lo que estamos postulando es que si el sujeto se mantiene estimulado, activo, en movimiento, esta renovación del sentido de su vida y de sus redes de apoyo tendrá un efecto enriquecedor en las redes internas biológicas, emocionales y cognitivas. Es decir que se trataría de incrementar la complejidad del sujeto para compensar la pérdida de complejidad de los mecanismos biológicos, en línea con la idea de que, más que tratarse de la determinación genética, lo determinante es lo que haga el sujeto con su propia vida.

¿Llegará el día en que entendamos que también hay una reserva corporal y una reserva emocional y que de lo que se trata es de favorecer la reserva personal, la Reserva Humana, que integra las reservas cerebral, cognitiva, corporal, espiritual, vincular y emocional y que es la que nos permitirá conservar y afiatar lo mejor de lo humano en el envejecer?

Se comprueba, a través de nuestras intervenciones, que construir resiliencia durante el envejecimiento, construir un espíritu "joven", activo, vital, hasta el fin de los días, requiere de plasticidad neuronal, pero también de la flexibilidad emocional, corporal, vincular, espiritual, para armar el propio mundo, renovar permanentemente el tejido, enlazado, sin tironeos, sin cortes, por el contrario, seguir entretejiéndose con nuevos hilos y nuevos colores.

En síntesis, una vida de riqueza representacional y abierta a la complejidad, a la incertidumbre, a las fluctuaciones, al desorden y a pensamientos no-lineales, capaz de soportar frustraciones, desilusiones, cuestionamientos y auto- cuestionamientos, de realizar un trabajo psíquico de anticipaciones y resignificaciones. Éstas serán las condiciones psíquicas que se podrán ir construyendo en el curso de la vida como antídotos que harán soportables las adversidades a fin de no quebrarse.

Seguir ensanchando el mundo psíquico con estímulos, pensamientos, afectos y vínculos, permitirá fortalecer las conexiones internas (redes neuronales, endócrinas, inmunológicas) con las redes de pensamientos, sentimientos y vinculares: eso es estar vivo y es lo que evita el deterioro. Debemos tener en cuenta, además, el papel modificador de las emociones sobre la biología: la calidad de nuestros alimentos afectivos y culturales (Cyrulnik, B. 2000) se traslucirá en nuestra imagen y nuestros logros.

Desde la perspectiva subjetiva, asumir la complejidad es asumirnos como sujetos complejos. La evidencia científica (estudios acerca de la sabiduría en la vejez) constata que son los que asumieron la complejidad los que lograron alcanzarla, acompañada por una mejor calidad de vida.

La condición que la posibilita es el armado de un mundo rico y amplio, mediante una identidad fluida y plástica que permita realizar cambios y replanteos, tomando en cuenta los intereses propios y ajenos, en vinculación con la totalidad del cosmos. Mantener flexible nuestro entramado será más efectivo que¨consumir salud¨. No apoltronarnos con la edad, sino continuar con la obra de seguir haciéndonos humanos hasta el último instante de nuestra existencia.

Por el contrario, el camino que sigue un Yo simplificador, mediante cortes y nudos en la red, con pobres apoyos, sin ideales, con encuentros rutinarios que empobrecen su psiquismo y dejan espacios mentales sin transitar, es el que lleva a la autodestrucción: adhiere férreamente a vínculos, valores, objetos, como modo de colmar sus vacíos, lo cual lo va encapsulando tras una coraza -a fin de no replantearse nada- que lo deja en situación de extrema vulnerabilidad ante el menor cambio en su estrecho mapa vital.
El otro camino que aquí proponemos es el de la fluctuación: entre la interioridad y el otro, entre centrarse y descentrarse, entre el apego y el desapego.
El triunfo de la humildad por sobre la vanidad posibilitará el autocuestionamiento, la curiosidad, el asombro, la apertura a lo nuevo.

Somos una red Psico-Neuro-Inmuno-Endócrina, al mismo tiempo que una red de lenguaje, con redes de vínculos, todo en el vector temporal de la historia, en continua transformación, de modo tal que el sujeto complejo ya no es ese que limita su piel. Su mente y su ser están en un espacio virtual, en el entretejido dinámico, siempre cambiante.

El avance en las últimas décadas no fue sólo el haber alcanzado una mayor longevidad. Ya no es suficiente, por otra parte, referir el envejecimiento poblacional a las conquistas médicas. Hay cambios en la calidad de vida y replanteos subjetivos que les permiten a los seres humanos vivir más y mejor.

 

Figura 1- Página 13

Plasticidad

Reserva cognitiva

 +

Reserva cerebral

 + Todo lo cual irá conformando la Reserva emocional

 + Reserva Humana

Reserva vincular

 + para nuestro envejecer

Reserva corporal

 +

Reserva espiritual

Sumatoria de reservas que, atravesadas por la plasticidad, conforman la Reserva Humana

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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