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Número 3 - Septiembre 1999

Las transformaciones del macrocontexto. Antropología de la soledad

Lic. Diana Singer
dsinger@impsat1.com.ar

La Antropología es una ciencia que investiga qué hicieron el hombre y la mujer a distintas edades, en la diversidad del planeta, tratando de explicitar su naturaleza, sus estilos de vida, y sus formas de pensar y comportarse en una sociedad determinada. (l)

Arriesgo otra definición: la Antropología es la ciencia que se ocupa de ver cómo cada sociedad ofrece a sus nativos objetos para la satisfacción de su deseo y lo acota y pone bordes.

Los nativos de los que me voy a ocupar son los viejos.

La vejez siempre ha despertado inquietud y temor. El fantasma de la vejez es una túnica que nadie se quiere poner porque está hecha de indefensión y soledad.

Creo que la razón por la que demoré mucho en terminar estas páginas fue porque soledad y vejez juntas tienen tan mala prensa que inventé subterfugios para no quedarme sola en esta mesa.

Sin embargo, el rasgo exótico de nuestros nativos (2) que voy a focalizar, es: su estar en soledad.

La soledad es una topografía pero también un sentimiento.

Es un lugar alejado de los otros en el que se queda a veces por anomia, destierro o marginación. Lugar en el que para algunos están reservadas las lágrimas y para otros el espacio de creación. La soledad, se dice hoy, es un lujo de país desarrollado que marca el advenimiento de un mundo nuevo; acompañados de pequeños adminículos electrónicos, el hombre y la mujer del mercado compiten solos. Los habitantes del mundo feliz que imaginó Aldous Huxley, también lo están. La soledad es el hombre constituído en su universo.

La soledad, repito, es el pesar que se siente por la ausencia o pérdida de algo o alguien querido. Es el sentimiento que se experimenta al dejar de pertenecer a un vínculo. Nadie que nos permita sentirnos sentidos o pensados. Nadie en quien posar la vida pulsional, pero también nadie que imponga límites y haga tope. Soledad es estar sin la tiranía de la mirada del otro, pero atravesado sólo por su silencio. En un tiempo subjetivo es libertad y en otro desolación.

En esta panorámica de la soledad nuestros nativos ocupan el primer lugar en el ranking.

El nombre de viejo, es usado en el campo científico sólo por los que nos dedicamos a la especialidad. Para el resto de la población y para ellos mismos nominarlos así implica muchas veces una actitud peyorativa. Tal vez sea efecto de la ambivalencia u otra manera de dejarlos solos. Sin embargo, a poco de comenzada la adolescencia, el humano llama así a sus padres. Así tempranamente se empieza a ser el viejo querido de algún otro. Sutil paradoja: para los viejos el viejo siempre es el otro. Nuestros nativos sólo se reconocen como el otro de más edad cuando hablan de la pérdida de dominio o poder sobre algún aspecto de su propio yo, de su cuerpo o de la realidad exterior. "Yo ya estoy viejo para jugar al tenis", "para entender este tipo de problemas", "para ir al teatro"... y se acompaña de alguna explicación acerca de la limitación de un órgano sensorial o de algún elemento corporal.

Si recorremos la historia veremos que desde tiempo inmemorial, determinados rasgos le otorgaron a estos nativos su lugar dentro de la estructura social(3): su fragilidad física, sus conocimientos y experiencias, la alteración de su aspecto en relación con los ideales signados por los valores predominantes de cada cultura y finalmente, la acumulación de bienes o personas que garantizaran su seguridad y su poder. Se concluye rápidamente y sin mucha suspicacia que, sabios y poderosos de ayer y ricos y famosos de hoy, fueron los únicos viejos que han tenido un lugar de privilegio garantizado a través del tiempo.

Y hablando de lugares... los viejos pueblan todas las zonas habitadas del planeta tierra y conviven la mayor parte de las veces con otros nativos que cursan etapas etarias diferentes. Escuchen algunos datos interesantes.

Shangrila: un lugar en el mundo, un lugar en la circulación deseante

Hay tres lugares que albergan en sus pueblos gente longevísima: Abjasia en el Cáucaso soviético, Vilcabamba en el sur del Ecuador y Hunzaland en el Pakistán. (4) En estas remotas y aisladas tierras la posición social de la persona aumenta a medida que acumula años. Veamos algunas características comunes: viven en sitios aislados geográficamente, marginados del mundanal ruido y no se mezclan con otros pueblos. Son poblaciones pobres, alguna de ellas con elevada mortalidad infantil, pero los habitantes que llegan a viejos viven l20 años o más con una excelente vitalidad.

Consumen pocas calorías, escasísimas proteinas, algunos vegetales y fundamentalmente granos en proporciones severas y horribles, según afirman colegas que los estudiaron pecando de etnocentrismo. Algo más, los tres pueblos están a alturas moderadamente elevadas, óptimas para la hemoglobina, situadas entre el nivel del mar y la montaña, que los obliga a ser sanos, flacos y vigorosos caminadores toda su vida.

Obviamente su vida es rural, de ritmo lento y al aire libre. Un sólido cordón gerontocrático, el consejo de ancianos, forma una trinchera que soporta bien la acometida del progreso, que con su frenética precipitación se debe desviar por otros itinerarios.

Los códigos sociales de estas poblaciones son rígidos e inflexibles, prescriben y proscriben el tipo de intercambios de manera inexorable. El individualismo y su originalidad -que está caracterizando nuestro tiempo metropolitano- es impensable en esas regiones, donde hay siempre un lugar para cada quien y cada quien en su lugar, fórmula que si bien parece un aforismo para hacer feliz a los ciegos, también es ideal para organizarse en la edad muy avanzada en el tiempo.

Aquí la conclusión es predecible. La participación continua y activa de los ancianos en la vida comunitaria hace que estas personas alcancen una edad elevada porque su sociedad les dá algo por qué vivir. (5) Se espera de ellos que se mantengan activos y vigorosos; ellos actúan en consecuencia. Reciben respeto y con frecuencia, veneración. Se sienten con justicia orgullosos de su edad y experiencia.

Pero vamos a lo que más nos interesa, preocupados como estamos por poder pensar cómo las modificaciones del macrocontexto inciden en la subjetividad, surcando los espacios inter y transubjetivos. (6) En esas sociedades de acumulación de personas, sencillamente sus nativos continúan viviendo como su sociedad espera que lo hagan. La soledad por anomia es poco posible en una sociedad donde los medios permiten alcanzar los fines prescriptos. Esto los mantiene en el circuito deseante que es condición de existencia del sujeto humano desde sus orígenes hasta el fin. El tener lugar y otorgarlo es hacer lazo libidinal que posibilita ser un existente en el mundo del deseo.

Hoy nuestra sociedad, como todas las de acumulación de bienes, tiene como ejes la rentabilidad y el provecho. El sujeto en el fin de la etapa productiva, se siente colocado entre paréntesis pues es un escaso consumidor y está fuera de la cadena de producción. Sin embargo, estas sociedades deben enfrentar la presencia de una explosión demográfica de adultos mayores. Los países más desarrollados encuentran ya invertidas sus pirámides de población. Los avances de la ciencia han producido este fenómeno. En uno de los países fríos perteneciente a este orden, cada viejo que vive solo tiene colocado terminales que los comunican con una central que recibe sus señales de alarma.

En nuestro país el l3 % de la población tiene más de 60 años y en la Capital una de cada cinco personas entró en la tercera edad (Página Doce, 4-9-94). Si bien no alcanzamos los números de los países del primer mundo, esta situación genera una demanda de atención y servicios que aún no está cubierta. No hace más de tres décadas vienen proliferando los geriátricos, pero las instituciones intermedias como clubes de jubilados y otros grupos, son de data más reciente. El grupo proveedor de vínculos es el mejor báculo para paliar los achaques de la edad avanzada. (5)

Sigamos con nuestra exploración antropológica: los orientales habían privilegiado la experiencia y la sabiduría en forma paradigmática. (7) Se encuentra hoy Japón impasible y mudo ante el proyecto Silver-Columbus, que encara la deportación de los viejos japoneses para que se beneficien de las ventajas de sus bienes fuera de sus fronteras. Ya han adquirido terrenos en las Baleares y la costa española y en algunos lugares de América, soleados y con climas benévolos, perfilando lo que aún hoy para nuestra cultura sería un verdadero genocidio. ¡Qué prueba contundente de cómo las estructuras sociales al complejizarse, apelan a la creatividad generando saltos cualitativos que en un estado previo de cosas nos resultaban impensables! El tiempo dirá con esa experiencia, cuál es el peso de ciertos conceptos ligados a la idea del relativismo cultural y el apego, en el intento de conceptulizar acerca de las modificaciones del hombre que envejece y los factores exo o endógenos que lo determinan.

Hoy nos encontramos con un período que muchos denominan como hipercrítico y de transición, donde existen profundos cambios, liberación de prejuicios y de estructuras rígidas que caracterizaron a otros tiempos. Parecería ser una época más abierta a la diversidad, a la heterogeneidad, donde es poco posible de establecer y sostener las diferencias que actuaron como organizadoras en épocas anteriores. Las diferencias sexuales y generacionales y la diferencia entre el mundo interior de un sujeto y del otro, parecen abolidas. Se observa cierta tendencia a la masificación acompañada de un individualismo creciente. El estudio de los espacios inter y transubjetivos capturan cada vez más a los psicoanalistas. La realidad desplegada en innumerables diskettes e imágenes hace prescindible la presencia del otro de más edad, a quien se le atribuía un gran poder por el acopio de información que su experiencia y la duración de su vida le proveen.

El deseo de conocer parece colmarse en el mundo masmediático, haciendo realidad lo anticipado en muchas novelas de ciencia ficción. La palabra de cuatro locutores parece imponer desde los medios, ideales planetarios y el fácil acceso a la información genera en el psiquismo movimientos que van de la confusión a la impotencia. (8) El lugar del abuelo, que los antropólogos han descripto como el lugar de la intermediación de la temporalidad, es ocupado por diferentes circunstancias coadyuvantes, por una pantalla de televisor. De este lugar también se lo ha corrido. Desde allí tomaba la mano de su nieto y lo bajaba de su trono imaginario para introducirlo en el orden de la historia.

¿Qué inscribe esta desagregación de la estructura familiar a la que asistimos en los voceros que auguran el fin de la historia?

Trabajar con viejos abre interrogantes y obliga a conceptualizar sobre los atravesamientos del cuerpo, el sujeto y su cultura. (9)

Muchas teorizaciones, coinciden en señalar un creciente desapego en el hombre que envejece. El sujeto de edad, dicen, desea borrarse, sus fuerzas declinan y su participación en los asuntos sociales disminuye. Freud y Ferenczi participaban de esta posición. Sin embargo, la vida y obra de S. Freud desmintieron esas afirmaciones.

Las cosas se complican cuando se trata de encontrar la naturaleza de las fuerzas que determinan el desapego. Profundizar este tema es imposible aquí pero no queremos dejar de señalar otras investigaciones que han puesto en jaque esta noción. Estas investigaciones sugieren que son los modelos culturales con representaciones sociales organizadoras, las que llevan a las personas de edad a vivir en aislamiento, en la separación o en el retiro. Se puede pensar que estos conceptos conllevan una buena racionalización siempre presente en las ideologías que conceptualizan el proceso de envejecimiento. Sin embargo, la actitud de retracción es una posición observable en todos los añosos. No uno sin lo otro, el hombre es sujeto de su cultura y su psiquismo será efecto de pactos y alianzas que lo estructuren en connivencia con los límites que la biología impone. (5)(6)

Pienso que el destino de la pendulación hacia la interioridad propia del envejecimiento, va a depender de la tensión entre el yo horror y el yo ideal en su relación con la satisfacción de los ideales. Esto regirá el inevitable balance entre pérdidas y adquisiciones que reposiciona el aparato psíquico.

Las reminiscencias, formas paradigmáticas de la fantasía en la vejez, son las últimas astucias de un yo que no quiere claudicar. Recordemos que la vitalidad pulsante se experimenta en la unión con los otros, a veces dificultada por los achaques de la edad avanzada. Allí es donde concurre la reminiscencia acompañando en la soledad o enlazando en el encanto de su relato a los otros, a veces remisos a otorgar esas satisfacciones. En la soledad, entrar y salir del arcón de los recuerdos no es difícil cuando al abrirlo aparecen las fotos placientes de la experiencia de satisfacción. Pero cuando el horror nos domina, ninguna imagen y pocos vínculos podrán evitar que ante las innumerables pérdidas que somete al yo el proceso de envejecimiento, nos encontremos : histéricos apoltronados en sus ensueños diurnos, obsesivos maniatados por sus cavilaciones, paranoicos acumulando querellas y melancólicos convertidos en el cadáver de su enemigo. (9)

Nuestra clínica y nuestro análisis de la vejez muestra otro vector que se desarrolla simultáneo a éste del desapego. Es el del envejecimiento sereno. Un repliegue sobre sí que evidencia una especie de investimiento narcisista, efecto no sólo de su instauración temprana, sino de las satisfacciones experimentadas en relación con el ideal del yo, consigo mismo y con los otros (10), que se manifiesta como un placer por el buen funcionamiento o buena relación con la vida. Este estado da transparencia a la realidad exterior cuando los soportes corporales para a-prehenderla fallan. La cultura lo ha nominado la sabiduría del viejo. Se lo reconoce también en el bienestar en la soledad.

 

BIBLIOGRAFIA

(1) Diccionario Espasa Calpe. Madrid, l980.

(2) HERNANDEZ, VALERIA, Antropóloga. Comunicación Personal. Mayo, l993.

(3) ARIES, P. y DURBY, G. - Historia de la vida privada. Tusquel, l989.

(4) BARASH, D.P. - El envejecimiento. Salvat. Barcelona, l987.

(5) SINGER, D. - "La cultura, los ideales y el grupo". Revista Vertex. Vol. II. Bs. As. agosto l99l.

(6) SINGER, D. - "La crisis de Dorian Grey o el riesgo de desinvestir". Red Informática FLAPAG. Bs. As. l994.

(7) THOMAS, L.U. - "Attitudes collectives envers les vieillards". La question du viellissement. Dunod, l989.

(8) BELIVEAU, O., FORNARI, N., NUSIMOVICH, M. y SINGER, D. - "La pulsión de dominio: una propuesta teórica". Ateneo Psicoanalítico. Actas Jornadas, Bs. As. l993.

(9) BELIVEAU, O. y SINGER, D. - Tiempo de vivir. Premio Latinoamericano A.P.A. Red Informática FLAPAG. Bioblioteca AAPPG y Ateneo Psicoanalítico. l992.

(10) SINGER, D. - "La crisis y sus vicisitudes". Teoría y Clínica de las Configuraciones Vinculares. Tomo I. Bs. As. l99l.

 

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