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Número 3 - Septiembre 1999

El tiempo del placer

Lic. Virginia Martínez Verdier
virmaver@rcc.com.ar

"Uno se muere el día que le da la gana" Camilo Torres Serna.

 

Faltando pocos meses para llegar al año 2000, el derecho al placer sexual todavía no es un valor alcanzado por todos los seres humanos. El permiso para dar y recibir placer, para acariciar y ser acariciado, para abrazar y ser abrazado, para escuchar y ser escuchado es un derecho más del ser humano.

PERMISO PARA APRENDER:

Sabemos de millones de personas con sus necesidades básicas insatisfechas. Por ello, a veces, pensar en la capacidad de sentir placer, puede resultar hasta insultante. Sin embargo, una vida armónica incluye necesariamente la satisfacción de otras necesidades que –aunque no son básicas porque no morimos sin ellas- mejoran la calidad de vida y la posibilidad de aprender y educar desde la alegría.

La sexualidad es mucho más que la expresión de la genitalidad. Es una energía vital que nos acompaña durante toda nuestra vida y que se expresa de diferentes maneras según la edad.

La necesidad de contacto afectivo es una de las formas básicas de expresión de la sexualidad. Esta necesidad no es predominio de la especie humana. Basta observar cómo nuestras mascotas nos exigen caricias y mimos. La vida necesita energía vital para desarrollarse. Y el contacto corporal forma parte de esa energía. El contacto físico es indispensable desde el nacimiento y a lo largo de la vida esa necesidad continúa sosteniéndose permanentemente.

Los viejos suelen ser quienes padecen con mayor frecuencia la ausencia de contacto. Dejados a "la espera de la carroza", en general no se los piensa con necesidades afectivo-corporales, y se los juzga como "viejos verdes" o "viejas locas" si las manifiestan.

Somos adultos, y aunque hace ya muchos años que sabemos que a los chicos no los trae la cigüeña, ¿qué aprendimos de sexualidad desde entonces? ¿Hasta dónde somos concientes de la influencia cotidiana de la sexualidad sobre nosotros?

Habitualmente oímos personas que plantean "¿Aprender? ¿A mi edad?, ya es tarde para eso". Sin embargo, sabemos que la necesidad y capacidad de aprendizaje no desaparecen con la edad, sólo se modifican y/o adaptan a las nuevas etapas vitales. Darse la posibilidad de realizar proyectos e incorporar nuevos conocimientos nos mantienen conectados con la vida. A ser sexual también se aprende.

En ese sentido, todos nacemos sexuales pero vamos aprendiendo a serlo a lo largo de la vida a través de las experiencias y de la adquisición de los valores y modelos que nos transmite la sociedad en que vivimos. Nuestra familia, los amigos, los docentes, los medios de comunicación nos transmiten ideas muchas veces disímiles creando confusión, miedos, rechazos y hasta automatismos consumistas en relación a la sexualidad.

Esos mismos mensajes solemos retransmitirlos -conciente o inconcientemente-. La posibilidad de que los adultos nos demos el permiso de aprender sobre sexualidad permitirá cortar el círculo vicioso de la transmisión de actitudes negativas hacia ella -tanto por excesiva inhibición como por excesiva mecanización-. Así podremos transmitir salud en vez de confusión o enfermedad. La calidad de vida está en juego.

Los seres humanos necesitamos aprender a administrar la imaginación, la comunicación, la intimidad y el amor. Conocernos, comunicarnos, entrar en contacto, reafirmar o modificar nuestra identidad, saber compartir, saber pedir, ser creativos, alimentar nuestras fantasías, sensibilizar y conocer cada parte de nuestro cuerpo y del cuerpo de nuestra pareja, nos enriquece. Siendo concientes de nuestras necesidades iniciamos el camino hacia la recuperación satisfactoria de nosotros mismos y de nuestros vínculos con los demás.

 

VARONES Y MUJERES:

En general, llegamos a viejos según como fuimos en la madurez. Y sexualmente hablando, según como fuimos viviendo nuestro ser varón o ser mujer.

Más allá de la edad, hombres y mujeres afrontamos y vivimos nuestra sexualidad y nuestras relaciones sexuales desde posiciones muy distintas. Fuimos educados a relacionarnos con nuestros cuerpos de manera diferente. En el terreno sexual, entre hombres y mujeres se produce un intercambio desigual.

Bajo la permanente influencia de la cultura cada sexo vive y siente su sexualidad de maneras particulares pero previsibles.

Para ambos sexos, la sexualidad puede cumplir con diversas necesidades además de la búsqueda de placer: puede ser un juego, un deporte, una lucha por el poder dentro de la pareja, un sedante o un antidepresivo.

Opuestamente, existen personas que se sienten incómodas con su propio cuerpo y con sus necesidades sexuales, se inhiben y distancian del encuentro. Para ellas la sexualidad no existe o es un peso.

Algunas mujeres se preocupan por servir al varón sin tener en claro cuál es su propio deseo.

Otras no confían en que su pareja pueda satisfacerlas y se resignan a que "así son las cosas".

Otras mujeres, que se fueron abriendo camino entre los tabúes y los mitos sexuales, buscan acceder a su pleno goce sexual colocándose al lado del hombre.

Otras negocian con el sexo como si fuera una mercadería, en búsqueda de seguridad, refugio, amor y protección económica.

A la vez, los hombres no suelen ser concientes de la ignorancia acerca de su propio cuerpo, de sus necesidades, sentimientos y puntos débiles, así como tampoco de las especificidades de la sexualidad femenina.

Generalmente, los varones a través del encuentro sexual buscan la afirmación de su identidad, la confirmación de su masculinidad y de su potencia.

Algunos se esfuerzan por ser un buen técnico sexual, centrándose fundamentalmente en su rendimiento personal, no en los sentimientos movilizados.

Otros suponen que está todo bien sin intercambiar ideas o sentimientos con su pareja.

Algunos otros están tan pendientes de satisfacer a su pareja que no se fijan en su propio placer.

 

MOMENTO DE DECISION:

La capacidad para sentir placer no tiene límite de edad. El límite lo pone -conciente o inconcientemente- la propia persona, según su forma de ser, su historia, sus valores, sus prejuicios y creencias.

Las mujeres, alrededor de los 50 años nos encontramos con un límite biológico, el cese de nuestra capacidad reproductiva. Sin embargo, nuestra capacidad placentera no cesa, salvo que así lo decidamos.

Nos detendremos en este período porque suele marcar la modalidad futura de la vejez femenina en relación a la sexualidad.

El climaterio o menopausia no es una enfermedad. Es una crisis vital, que como toda crisis, produce cambios (orgánicos y psicológicos). Desde el punto de vista emocional, se pierde la estabilidad anterior; lo cual puede manifestarse como confusión, angustia, depresión, desubicación con respecto a los proyectos de vida, competencia con las mujeres jóvenes, vivencias de vacío por la independencia de los hijos. La intensidad de este desequilibrio emocional y el tiempo de su resolución dependerá  de la personalidad de cada mujer y de los logros vitales que haya tenido hasta ese momento, ya que el climaterio es también tiempo de Balance.

Las vivencias que despierten estos cambios dependerán fundamentalmente de la personalidad de la mujer y de las situaciones ambientales que la rodeen (familiares, de pareja, sociales y laborales). A partir el climaterio, la sexualidad puede ser vivida desde dos modelos antagónicos posibles:

1.- Aquellas mujeres que fueron educadas rígidamente y que vivieron su sexualidad con culpa y con la obligación sólo aceptable para la reproducción, encuentran un justificativo para que desaparezca la finalidad placentera. Suelen renunciar a la sexualidad.

2.- Aquellas mujeres que vivieron una sexualidad plena y gratificante, suelen sentirse liberadas del temor al embarazo no deseado; por lo cual comienzan a vivir una sexualidad aún más placentera. Se registran casos de mujeres que lograron su primer orgasmo en este período al darse permiso para descontrolarse ya que el embarazo no ocurrirá.

Cuando una mujer ya no puede quedar embarazada, ¿para qué va a tener relaciones sexuales? La respuesta es clara, evidente y concisa: sólo por placer.

El deseo sexual, la capacidad de excitarse y de alcanzar el orgasmo se mantienen durante toda la vida si la persona es sana orgánica y psíquicamente.

A partir del climaterio, los únicos cambios físicos que se producen en las mujeres son la sequedad de la vagina y la delgadez de sus paredes. En este sentido, la penetración puede resultar dolorosa. Los tratamientos hormonales mejoran la sintomatología orgánica. Incluso la colocación de cremas locales permite resolver la escasez de la lubricación.

Aún con los cambios corporales que traen el paso de los años, la sensibilidad sigue viva, así como la necesidad de satisfacción genital y corporal.

 

LENTOS PERO SEGUROS:

Aunque los varones no pierden su capacidad reproductiva con el paso de los años, entre un 5 y un 10% de los varones, pasan por el período conocido como "andropausia", con síntomas depresivos, desgano y desinterés sexual.

Los especialistas no se ponen de acuerdo en la existencia de este período en los varones. Sin embargo, sabemos que la jubilación y los cambios corporales pueden desencadenar inseguridad, irritabilidad y alteraciones en el humor. Algunos varones sólo se sienten útiles trabajando, por lo que al dejar de hacerlo, sienten que ya no sirven para nada, obviamente tampoco para ser sexuales.

Podemos decir que la jubilación en el varón es el paralelo de la menopausia en la mujer. En algunas personas, sus cambios disparan síntomas acordes a la crisis desencadenada. En otras, mejora la calidad de vida.

Al envejecer las funciones vitales se enlentecen, y por ello la respuesta sexual (deseo, excitación y orgasmo) también requiere de mayor tiempo para desarrollarse. Sin embargo, la capacidad placentera sigue intacta, sólo necesita que se realicen algunos cambios en las conductas habituales dentro de un encuentro sexual.

Aproximadamente después de los 50 años algunos varones notan que tienen mayor dificultad para lograr una erección. Esto se debe en la mayoría de los casos a que comienzan a necesitar un estímulo directo sobre sus genitales para que estos respondan. Si antes alcanzaba con una imagen o una fantasía, ahora ya no. El tacto pasa a convertirse en un sentido imprescindible.

Esta nueva situación puede traer dificultades en la relación de pareja ya que no todas las esposas están dispuestas a adquirir nuevas costumbres sexuales. Si no logran ponerse de acuerdo, el varón puede quedar estigmatizado como "impotente" cuando en realidad no lo es.

Otro cambio fisiológico masculino que se produce con el aumento de la edad es el alargamiento del período refractario. Este período es el que transcurre entre una erección y eyaculación y otra. Si en la juventud lograban una respuesta sexual completa pasados diez minutos de la anterior, de viejos pueden llegar a necesitar una semana. ¿Porqué? Simplemente porque la respuesta fisiológica es más lenta. Si no se tiene en cuenta esta diferencia, el varón puede comenzar a creer que padece de una disfunción erectiva en determinados momentos. La angustia desencadenada por ese temor probablemente la desencadene realmente o inhiba el deseo para no pasar por el miedo al fracaso.

La dificultad en la erección también puede deberse a los medicamentos que comienzan a administrarse por algunos síntomas orgánicos habituales con el envejecer. En ese sentido, es importante consultar al médico sobre la dosis o la posibilidad de cambiarlos por otros que no produuzcan trastornos erectivos.

Recordemos que disfrutar de la sexualidad no es sólo buscar el placer genital. Es importante que las parejas incluyan en sus encuentros íntimos caricias, mimos y besos como una forma más de sentir placer, sin el apuro genital.

¿VERDES Y LOCAS?

El permiso y la libertad o el rechazo y la represión continúan ejerciendo su poder sobre las emociones de los seres humanos hasta el último momento de su vida. Salvo que decidan cambiar para sentirse mejor. "Nunca es tarde cuando la dicha llega".

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"La vejez no viene sola" suele decir el refrán popular. Y es cierto, la acompañan nuevas maneras de adaptarse a los cambios. Los viejos ven que su cuerpo va siendo paulatinamente distinto, así como también va funcionando diferente. En algunos casos, además, funciona mal y requiere de ayuda médica.

También su manera de ser y de relacionarse con los demás va cambiando. Algunos se retiran a "esperar la carroza". Otros buscan continuar o comenzar a disfrutar de la vida. Paseos, bailes, viajes, juegos vuelven a conectarlos con el placer y la alegría.

Viejos verdes y viejas locas suele decirse despectivamente cuando esos viejos continúan siendo y sientiéndose sexuales, cuando se encuentran y enamoran, cuando desean y se sienten deseados, cuando se ilusionan. Simplemente, cuando sienten.

Sin son verdes y locas ¿Los buenos son los otros, los que dejan de sentir?

A cualquier edad la vida de toda persona está atravesada y condicionada por prejuicios y creencias propios, de su familia y de la sociedad en la que vive. Las normas sociales establecen qué es lo normal y esperable para cada etapa. En la vejez, las prohiciones sexuales están tan arraigadas que no someterse a ellas coloca a los ancianos en un lugar marginal.

Se espera de ellos que se dediquen a cuidar a sus nietos o a realizar visitas familiares o a quedarse pasivos ante la vida. A veces las enfermedades cumplen con el beneficio de ser atendidos y cuidados. Las enfermedades de la piel, que requieren del pasado de cremas por el cuerpo son una buena excusa para recibir caricias sin ser rechazados o malinterpretados.

Suele creerse que los viejos vuelven a ser niños, que no tienen responsabilidad por sus actos y que deben ser protegidos a tal punto que no se les deja decidir por sí y para si mismos.

La sociedad de consumo sólo acepta a los jóvenes y bellos como único modelo válido posible. Depende de la autoestima de cada persona el comprar o no este modelo impuesto y en función de ello, paralizarse o vivir realmente,

Poder elegir la manera de vivir. Darse permiso para ser libres. Encontrar el sentido de la vida. Disfrutar de cada momento como si fuera el último. Sencillamente, como dice la canción: HONRAR LA VIDA.

 

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