Volver a la página principal
Número 29 - Julio 2012

Estudio comparativo entre los niveles de depresión y estrés
en adultos mayores hospitalizados y no hospitalizados

Zoila Edith Hernández Zamora, Yamilet Ehrenzweig Sánchez
José María Vásquez Espinosa, Liliana Yépez Olvera

Resumen

Objetivo: investigar niveles de depresión y estrés en adultos mayores hospitalizados en una clínica del gobierno federal y compararlos con los de personas con alguna enfermedad o incapacidad que son cuidadas en sus casas. Hipótesis: Los adultos mayores hospitalizados presentan mayores niveles de estrés y depresión que las personas mayores enfermas atendidas en sus hogares. Estudio cuantitativo, descriptivo y correlacional Participantes: 40 personas hospitalizadas y 44 que viven en sus hogares. Instrumentos de medición: Escala de Depresión Geriátrica, Cuestionario de estrés percibido y cuestionario de datos generales. Resultados: estadísticamente se presenta más depresión en adultos mayores hospitalizados que en los que son cuidados en sus hogares. En cuanto al estrés, la diferencia no fue estadísticamente significativa. Se propone la inclusión del psicólogo para tratar aspectos emocionales en adultos mayores hospitalizados.

 

Palabras clave: adulto mayor, depresión, estrés, ambientes hospitalarios, profesionales de la salud

 

Abstract

The aim of this work is to investigate the levels of depression and stress of inpatient aged people at a hospital of the federal government, and to compare them with aged people who are being care at their homes. This is a quantitative-descriptive and correlational study. The sample included 40 inpatient participants and 44 not inpatient participants. The instruments applied to the participants were: The Geriatric Depression Scale, the Questionnaire of Perceived Stress and the Questionnaire of General Data. The results show that levels of depression are statistically higher in inpatient aged people than in those who are being care at their homes. Regarding the levels of stress, the differences were not statistically significant. This study suggests the intervention of a psychologist to treat emotional aspects in inpatient aged people.

 

Key words: Aged people, depression, stress, hospital environment, health professionals

 

INTRODUCCIÓN

En México, la población adulta mayor, considerada como aquella cuyo límite inferior de edad cronológica es de 60 años, se elevó a 11,222,420 personas, lo que significa 9.9% del total de la población, de acuerdo a los datos ofrecidos por el último censo realizado en este país (INEGI, 2010). Este límite de los 60 años es un término establecido con fines de estudio, ya que la vejez no es sólo un hecho biológico, sino que constituye también un hecho cultural. (Comisión Nacional de Derechos Humanos, 1998; Hernández y Ortiz, 1994).

Si bien, el envejecimiento no deja de ser un hecho cultural, porque cada cultura produce su propio tipo de envejecimiento y dentro de cada una de ellas cada persona mayor es el producto del medio en que se desenvuelve. Esta idea tiene la enorme ventaja de proveer las bases para una adecuada prevención primaria tendiente a producir "mejores envejecimientos". Considerando esta postura, el profesional de la salud cumpliría una función primordial dentro de la gerontología al trabajar con los adultos mayores sobre las implicaciones del envejecimiento y lo que esto trae consigo, en especial en su forma de vivir la vida.

Uno de los problemas que con más frecuencia se presentan en la población general y que se agudiza durante la etapa de la vejez, es la depresión, trastorno que en muchas ocasiones guarda una estrecha relación con la pérdida de la salud, que suele agravarse durante la vejez por la sensación de inutilidad y vacío que experimenta la persona añosa.

Se ha comprobado que la depresión es el trastorno afectivo que más frecuentemente se presenta en la población adulta mayor, alcanzando su mayor índice a partir de los sesenta y cinco años y, por su magnitud, es considerado un problema de salud pública. En este grupo etario la etiología psicosocial tiene un papel predominante sobre las causas biológicas y genéticas. (Flores y Martínez, 1998; Santillana y Alvarado, 1999; Canda, 1999).

La persona que alcanza la etapa de la vida conocida como vejez tiene cambios, que a pesar de ser normales, la llevan a manifestar algunas reducciones cualitativas y cuantitativas que, en un determinado momento pueden provocarle estados depresivos, además, muchas enfermedades físicas influyen fuertemente en ellas, afectándolas en su autoestima, en su imagen corporal, influyendo en su capacidad para mantener relaciones sociales, familiares o maritales. La depresión es, tal vez, la afección de que más se quejan las personas añosas, en las que suele presentarse como una alteración del estado psíquico que puede desestabilizar el curso normal de su vida. En esta edad es el problema psiquiátrico más común, unido a los intentos de suicidio.

Aunados a los factores físicos y psicosociales que acompañan a la depresión, una serie de cambios en el sistema nervioso central propios del envejec imiento favorece la predisposición a la depresión.

Con relación a la presencia de estrés en las personas mayores, existe cierta controversia, por un lado, se piensa que las personas mayores son pacíficas, reflexivas y satisfechas, por otro, se supone que la vejez es el momento en que se es más vulnerable, más sujetos al estrés y a la depresión. Parece natural que en la vejez las personas se tengan que sentir infelices y sin control, porque es el momento de la vida en que los refuerzos se tambalean y las pérdidas (o los hechos negativos) son más que las ganancias. Además, los golpes que se sufren en la vejez parecen especialmente desconcertantes porque son irreversibles, sin que exista realmente la posibilidad de cambiarlos.

La mayor fuente de estrés en las vidas de las personas mayores viene del rechazo a enfrentarse a la realidad y aceptar que lo que se piensa y se hace son la causa de los cambios que les ocurren.  La inadaptación origina alteraciones en la salud, aparición de enfermedades o agravamiento de las existe ntes (Padilla, Gómez y Gutiérrez, 2005).

Volviendo a la tendencia al aumento de la población de edad avanzada, se hace necesario hacer hincapié que esto trae consigo importantes consecuencias económicas, sociales, políticas y culturales porque en la etapa de la vejez se multiplican los riesgos de perder capacidades físicas y mentales, de menoscabo de la salud de consecuencias permanentes, y de retiro de trabajo y de la actividad. En esta época de la vida se depende más de la familia y la comunidad, ya que el cuidado de los senectos se contrae como una obligación inevitable (Valdez, Román y Cubillas, 2005). También el sector salud desempeña un papel importante en el cuidado de la salud de las personas de edad avanzada.

Un tema prioritario resulta ser la reforma del sector salud ante el fenómeno del envejecimiento de la población. El marco de este proceso es controvertido y con imprecisiones que, evidentemente, pueden complicar la atención secuencial a los problemas del envejecimiento. Obviamente, las situaciones son distintas en cada país; pero, además, en muchos casos los sistemas establecidos no son eficaces y su cobertura de atención es baja, además de que el modelo económico y político no ha privilegiado su atención. (Alfonso y Mena, 1999). Por otra parte, el sector salud ha olvidado un elemento de suma importancia en la recuperación de la salud, que es la humanización de la medicina. Han olvidado que las personas, además de querer sanar, desean un buen trato, lo que implica honestidad, calidez y respeto, por parte del personal de s alud.

Dentro de las personas que más sufren aislamiento que muchas veces los conduce a un estado depresivo y/o de alto nivel de estrés es muy probable que se encuentren aquellos que se encuentran hospitalizadas o internados en una institución para que sean atendidas sus necesidades en el aspecto salud, estos lugares por lo general se caracterizan por no poseer el personal necesario para que las personas, en especial las de edad avanzada, manifiesten sus emociones, necesidades, dudas, miedos, entre otras.

La problemática de la falta de atención apropiada y suficiente a la salud integral del senecto tiene una repercusión aun más seria en los adultos hospitalizados, sobre todo si estos lugares no cuentan con la infraestructura material ni el personal especializado y sensibilizado para su atención, tanto en el aspecto afectivo como en el profesional. De manera particular, un aspecto que frecuentemente no es atendido en tales lugares y, es precisamente de los que más se necesita satisfacer en esta edad es el factor psicológico.

En nuestro país aproximadamente el 98% de las personas mayores viven en su seno familiar y se desenvuelven en un medio ambiente cotidiano, como lo es su hogar, familia y amistades, pero, ¿qué pasa con aquellas personas mayores enfermas que se enfrentan durante un período largo o corto confinados en ambientes hospitalarios, ¿cuáles son sus niveles de depresión y de estrés? ¿qué pueden hacer los profesionales de la salud para que estos padecimientos no influyan negativamente en la recuperación del paciente?

Este trabajo pretende detectar si el ambiente hospitalario tiene alguna influencia en la recuperación de la salud de las personas mayores, a través de la medición de los niveles de estrés y depresión que ellos presentan, para ello, se contrastarán los resultados obtenidos en tales ambientes con los resultados que se obtengan a partir de entrevistar a personas de este mismo grupo de edad que están enfermas o con alguna incapacidad permanente o transitoria, pero que son cuidadas en sus hogares, ya sea por familiares, amigos u otros.

MÉTODO

Participantes

Se utilizó un muestreo no probabilístico, obteniéndose la recopilación de datos de 40 personas hospitalizadas y de 44 que vivían en sus hogares, para ambos casos, al momento del estudio. Con un promedio de edad de 72.6 años, 38 hombres y 46 mujeres; la mayoría con escolaridad primaria o ninguna; con un promedio de tiempo de hospitalización de 4 días. La mayoría de quienes están hospitalizados es por causa de caídas (fracturas) o a consecuencia de problemas presentados por diabetes.

 

Procedimiento

Se utilizó un muestreo no probabilístico para elegir a los integrantes de la muestra. Posteriormente se entrevistó a las personas hospitalizadas en su cuarto y, procurando que el familiar o persona que las cuida no estuviera presente para que fueran lo más honestos posible en sus respuestas sin dejarse influir por la presencia de otro. En cuanto a las personas no hospitalizadas, se contactaron en el mismo hospital y se les hacía la entrevista ahí mismo en consulta externa o bien se les pedía su autorización para visitarlos en sus domicilios. A todos los participantes se les dieron a conocer los objetivos y beneficios del estudio. Se les solicitó su cooperación voluntaria para responder a manera de entrevista individual ., misma que estuvo basada en las preguntas de la Escala de Depresión Geriátrica, el Cuestionario de Estrés Percibido de Levenstein y cols. y el cuestionario de datos generales.

Con relación a las personas hospitalizadas se les solicitó su aprobación para contestar los instrumentos de medición a la vez que firmaban una carta de consentimiento informado para el uso de la información que proporcionaron. El inve stigador o investigadora hacía las preguntas y anotaba las respuestas de los participantes. Finalmente se hizo el procesamiento de la información obtenida.

 

RESULTADOS

A continuación se presentan los principales resultados encontrados tanto para personas hospitalizadas como no hospitalizadas. La valoración de los datos se realizó en el SPSS versión 11  para Windows. Se utilizó la chi cuadrada como medida de comparación entre variables. Con una significancia de p< de 0.05. Se utilizó la prueba de chi cuadrada (X²) porque los datos se pueden agrupar en categorías, una categoría es una división de un esquema lógico de un grupo de personas o una serie de respuestas (Hernández, Fernández y Baptista, 2006). La prueba de chi cuadrada es especialmente útil cuando los datos del estudio de investigación se recopilan en forma de categorías, como es el caso de hospitalizados y no hospitalizados

 

Tabla No. 1. Distribución de la población hospitalizada y no hospitalizada por sexo

  Situación
  Hospitalizado No hospitalizado
  Fr % del N de la columna Fr % del N de la columna
Sexo Masculino 19 47.5 19 43.2
  Femenino 21 52.5 25 56.8
  Total 40 100.0 44 100.0

 

Tabla No. 2. Correlación entre está o no hospitalizado y presencia de depresión

  ¿Es hospitalizado?
  Hospitalizado No hospitalizado Total
  Fr % Fr % Fr %
Presencia de depresión Sin depresión 17 35.4 31 64.6 48 100.0
  Depresión leve 19 61.3 12 38.7 31 100.0
  Depresión 4 80.0 1 20.0 5 100.0
  Total 40 47.6 44 52.4 84 100.0
Correlaciones
**. La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral).

 

Tabla No. 3. Correlación entre está o no hospitalizado y nivel de estrés

  ¿Es hospitalizado?
  Hospitalizado No hospitalizado Total
  Fr % Fr % Fr %
Nivel de estrés Estrés normal 26 44.8 32 55.2 58 100.0
  Estrés medio 12 52.2 11 47.8 23 100.0
  Estrés alto 2 66.7 1 33.3 3 100.0
  Total 40 47.6 44 52.4 84 100.0
Correlaciones

La correlación no es significativa al nivel 0,01 (.386)

 

Tabla No. 4. Correlación entre está o no hospitalizado y quien lo cuida cuando se enferma

Quien lo cuida cuando se enferma ¿Es hospitalizado?
  Hospitalizado No hospitalizado Total
  Fr % Fr % Fr %
Hija 16 72.7 6 27.3 22 100.0
Hijos 8 57.1 6 42.9 14 100.0
Esposa 7 50.0 7 50.0 14 100.0
Hijos, Esposa 2 33.3 4 66.7 6 100.0
Nadie 3 27.3 8 72.7 11 100.0
Enfermera 0 .0 3 100.0 3 100.0
Familiares (No hijos) 3 50.0 3 50.0 6 100.0
Esposo 1 16.7 5 83.3 6 100.0
Otros 0 .0 2 100.0 2 100.0
Total 40 47.6 44 52.4 84 100.0
Correlaciones
**. La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral).

 

 

CORRELACIONES PARA PERSONAS HOSPITALIZADAS

Tabla No. 5. Distribución de la población hospitalizada por tiempo de estar en el hospital según nivel de depresión

  Nivel de depresión
  Sin depresión Depresión leve Depresión Total
  Fr % Fr % Fr % Fr %
Tiempo que tiene de estar hospitalizado No hospitalizado 0 .0 0 .0 0 .0 0 .0
  De 1 a 3 días 13 76.5 5 26.3 2 50.0 20 50.0
  De 4 a 6 días 1 5.9 7 36.8 2 50.0 10 25.0
  De 7 a 9 días 2 11.8 4 21.1 0 .0 6 15.0
  10 días o más 1 5.9 3 15.8 0 .0 4 10.0
  Total 17 100. 19 100.0 4 100. 40 100.0
Correlaciones

La correlación no es significativa al nivel 0,01 (.234)

 

Tabla No. 6 Distribución de la población hospitalizada por estado de ánimo según nivel de depresión

  Nivel de depresión
  Sin depresión Depresión leve Depresión Total
  Fr % Fr % Fr % Fr %
¿Cómo se siente de estado de ánimo cuando se enferma? Igual que siempre 5 29.4 1 5.3 0 .0 6 15.0
  Un poco decaído 11 64.7 6 31.6 0 .0 17 42.5
  Muy decaído 1 5.9 12 63.2 4 10 17 42.5
  Total 17 100 19 100.0 4 100 40 100.0
Correlaciones
**. La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral).

 

Tabla No. 7. Distribución de la población hospitalizada por qué siente cuando está enfermo según nivel de depresión

  Nivel de depresión
  Sin depresión Depresión leve Depresión Total
  Fr % Fr % Fr % Fr %
¿Qué siente cuando está enfermo? Depresión 1 5.9 5 26.3 4 100.0 10 25.0
  Tristeza 5 29.4 6 31.6 0 .0 11 27.5
  Angustia 2 11.8 1 5.3 0 .0 3 7.5
  Miedo 1 5.9 2 10.5 0 .0 3 7.5
  Inseguridad 2 11.8 3 15.8 0 .0 5 12.5
  Otras 3 17.6 1 5.3 0 .0 4 10.0
  Indiferencia 3 17.6 1 5.3 0 .0 4 10.0
  Total 17 100.0 19 100.0 4 100.0 40 100.0
Correlaciones
**. La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral).

 

Tabla No. 8. Distribución de la población hospitalizada por ingresos mensuales según nivel de depresión

  Nivel de depresión
  Sin depresión Depresión leve Depresión Total
  Fr % Fr % Fr % Fr %
Ingreso mensual aproximado

en pesos mexicanos

Nada 3 17. 6 7 36.8 3 75.0 13 32.5
  De 100 a 1000 1 5.9 6 31.6 0 .0 7 17.5
  De 1001 a 3000 2 11.8 3 15.8 1 25.0 6 15.0
  De 3001 a 5000 3 17.6 1 5.3 0 .0 4 10.0
  De 5001 a 8000 5 29.4 0 .0 0 .0 5 12.5
  Más de 8,000 3 17.6 2 10.5 0 .0 5 12.5
  Total 17 100. 19 100. 4 100. 40 100.
Correlaciones

**. La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral)

 

Tabla No. 9. Distribución de la población hospitalizada por satisfacción con el cuidado que recibe cuando está enfermo según nivel de depresión

  Nivel de depresión
  Sin depresión Depresión leve Depresión Total
  Fr % Fr % Fr % Fr %
¿EEstá satisfecho en cómo lo atienden las personas que lo cuidan cuando está enfermo MMucho 16 94.1 14 73.7 3 75.0 33 82.5
  MeMedianamente 1 5.9 5 26.3 1 25.0 7 17.5
  PoPoco satisfecho 0 .0 0 .0 0 .0 0 .0
  NaNada satisfecho 0 .0 0 .0 0 .0 0 .0
  InsInsatisfecho 0 .0 0 .0 0 .0 0 .0
  No No respondió 0 .0 0 .0 0 .0 0 .0
  TotTotal 17 100.0 19 100.0 4 100.0 40 100.0
Correlaciones

La correlación es significativa al nivel 0,01 (.151)

 

DISCUSIÓN

De acuerdo a la información obtenida a partir de las entrevistas realizadas, se observa que, de manera significativa, existe mayor frecuencia de depresión en aquellas personas adultas mayores que están hospitalizadas que en las que son atendidas en sus hogares cuando están enfermas, aún cuando manifiestan, en su mayoría, que están bien atendidas por el personal de salud y sus mismos familiares, la depresión suele presentarse. Esta situación coincide con la presentada por Martínez y cols. (2007) quienes afirman que la depresión es el trastorno afectivo que se presenta con mayor insistencia en este grupo de edad, su prevalencia va del 15 al 20% en la población ambulatoria pero se incrementa de 25 a 40% en la hospitalizada.

De lo anterior se concluye que la hipótesis de investigación que afirma que los adultos mayores hospitalizados presentan mayores niveles de estrés y depresión que las personas mayores enfermas atendidas en sus hogares se rechaza, para dejar establecido que en la muestra estudiada los adultos mayores hospitalizados presentan mayores niveles de depresión e iguales niveles de estrés que los no hospitalizados..

Aunque, para ambos grupos, se presentaron porcentajes bastante similares en cuanto a que, las principales emociones que experimentan cuando están enfermos son depresión y tristeza.

Partiendo de esta premisa es que el presente estudio tiene como finalidad hacer recomendaciones, a partir de las experiencias sentidas de los adultos mayores, tanto al personal de salud como a los familiares del mismo para lograr bajar niveles de depresión, en especial a las personas hospitalizadas, o bien, evitar que ésta se presente.

Los resultados obtenidos deben considerar que esta mayor frecuencia de depresión en adultos mayores hospitalizados pueden deberse, en algunos casos, a depresiones que ya existían y que se agudizan al estar la persona en un lugar donde se pierde toda independencia y autonomía, donde se depende de otros para cuestiones tan elementales como comer y otras necesidades biológicas primarias. O bien, su estado de inactividad es tal que no tienen oportunidad de distraerse con sus actividades cotidianas y suelen estar repasando los aspectos negativos que su vida tiene y esto les hace deprimirse

En complemento a aquellas personas hospitalizadas que fueron evaluadas con depresión, a partir de la aplicación de la Escala de Depresión Geriátrica de Yesavage, ellas manifestaron, también, sentir depresión tristeza y angustia cuando se enferman, todas estas, emociones que regularmente acompañan a la depresión. Otro dato relevante es que las personas mayores hospitalizadas que pr esentan depresión de manera estadísticamente significativa son aquellas que no tienen ingresos mensuales, lo que reafirma lo antedicho, que algunas de estas personas ya tienen una carga tendiente a deprimirlos y la hospitalización la vuelve más intensa.

En estos lugares los horarios son rígidos, hay reglas qué acatar, horarios para visitas de doctores, para chequeos por parte de enfermeras. En lo que respecta al familiar que los cuida, en muchas ocasiones éste se encuentra cansado y/o aburrido porque apenas si tiene una silla donde sentarse, donde descansar por las noches y esto se refleja en su actitud hacia el paciente. En este renglón se hace hincapié que, significativamente, las personas que con mayor frecuencia cuidan a los mayores que están hospitalizados son las hijas. Resulta de llamar la atención que ni los hospitalizados mencionaran a las enfermeras como sus principales cuidadoras.

En cuanto a los niveles de estrés, se detectó que en ninguno de los dos grupos (hospitalizados y no hospitalizados) se encontraron niveles altos, lo que es confluente con los estudios realizados por Diener y Suh (1998) donde mencionan que no existen pruebas de que las personas mayores sean más infelices o emocionalmente descontroladas que los jóvenes. Cuando el grupo de investigadores de Powell Lawton midió la estabilidad emocional de personas mayores que recibían un curso en la universidad, la de sus hijos de m ediana edad, y la de jóvenes, obtuvieron resultados aún más rotundos. A pesar de tener que enfrentarse a diario con diversas enfermedades cróni cas, una cuarta parte de los hombres mayores decía no tener problemas en absoluto. Si se profundiza un poco existen buenas razones para que la vejez pueda ser un momento de la vida que sorprenda por la ausencia de problemas. Del mismo modo que acallan el dolor que produce un ataque al corazón o reducen la agudeza de nuestros sentidos, los cambios en el sistema nervioso reducen la intensidad de las emociones.

Tales estudios se refieren a personas adultas de mediana edad y con estudios, ¿Qué ocurre con las personas que luchan con las pérdidas propias de la vejez? Es interesante que incluso este grupo parece sorprendentemente plácido y relajado. Otro grupo de investigadores comparó las percepciones de es trés entre hombres de mediana edad, ancianos jóvenes y ancianos mayores, y les sorprendió lo difícil que era que alguien hablara de problemas entre el grupo de mayores (Aldwin, Sutton, Chiara y Spiro, 1996).

Como puede verse, el estrés en esta época de la vida no resulta tan intenso como en las generaciones más jóvenes, probablemente porque las personas mayores han aprendido a conservar la calma ente las situaciones cotidianas o extr aordinarias, como es el hecho de estar hospitalizados.

Otro hecho que resulta de llamar la atención es que el mayor número de personas hospitalizadas entrevistadas están por caídas, lo que implica alguna fractura y, de estas personas casi todas están sanas. Aunque hay que considerar que la edad avanzada resulta, como puede observarse, un predisponerte para tener accidentes, en especial caídas, por tanto se recomienda un especial cuidado al ambiente familiar en cuanto a infraestructura material para reducir al máximo los riesgos de caídas; recomendación que también va dirigida a los distintos ambientes donde acude el adulto mayor para que consideren aspectos de arquitectura que también minimicen los riesgos mencionados.

Resulta necesario mencionar que el segundo lugar por hospitalización es por complicaciones causadas por la diabetes. Aquí también se hace necesario seguir intensificando campañas no sólo de prevención primaria, que son las más, sino de prevención secundaria, o sea, una vez que ya está presente la enfermedad, para que no cause complicaciones graves que lleven a la hospitalización.

En cuanto al sexo de las personas entrevistadas, aun cuando muchos estudios (Hernández y Muñoz, 2004) mencionan que son las mujeres quienes se enferman con más frecuencia que los varones, si bien había más mujeres hospitalizadas que hombres, esto no fue de manera estadísticamente significativa.

Por último y para satisfacer uno de los principales objetivos de la presente investigación, se menciona qué es lo que esperan o desean recibir estas personas mayores del personal de salud y familia que las cuida cuando están enfermas.

Por parte de los doctores: un buen trato que implique amabilidad y atención, que sean honestos con relación a su enfermedad, que tengan conocimientos de medicina, que sean directos al hablarles sobre su enfermedad, que les den menos medicamentos, que estén presentes, es decir, que vayan a verlos a su cuarto de hospital, que no sean neuróticos, que les crean cuando manifiestan cómo se sienten, aunque hubo algunos que dijeron no tener quejas sobre los doctores.

Por parte de las enfermeras: Buen trato, que sean amables y atentas, en su mayoría, y una minoría dijo no tener quejas sobre ellas o bien que no tratan con ellas.

Por parte de su familia: que sean atentos y amables, que lo vayan a visitar, que sean pacientes, cariñosos, que lo cuiden, que no peleen entre ellos, que estén al pendiente de su salud y que lo lleven a pasear.

De lo anterior se puede concluir que lo que más desean recibir las personas mayores cuando están enfermas y, muy posiblemente también cuando no lo están, es afecto, lo que implica, además, atención y buen trato.

Si bien, el presente artículo se ha limitado a mencionar sólo al personal de salud que incluye a médicos y a enfermeras, que es el personal que más trato directo tiene con los pacientes, se hace necesaria la reflexión sobre la intervención directa del psicólogo con personas hospitalizadas, la experiencia clínica muestra que, la mayoría de las personas mayores son internadas por padecer una patología determinada: diabetes, desnutrición, depresión, accidentes cerebro-vasculares, cáncer, consecuencias traumatológicas por caídas, entre otras; resultando tentador ponerle el rótulo de "diabético", depresivo", "fracturado"…, como si la enfermedad fuera una carta de presentación al otro, como un sujeto equivalente a la enfermedad. A este registro imaginario le corresponderá un registro a través de la palabra, tarea a ser realizada entre el encuentro entre el paciente y el psicólogo. El psicólogo ofrece un dispositivo de escucha, facilitando así el hablar del paciente, quien irá reconociendo la operatividad del lenguaje, así como el hecho de que puede tomar distancia con respecto de su enfermedad.

Si es necesario, el psicólogo hará todas las visitas que sean necesarias, dependiendo del tiempo de internación y de las necesidades del paciente, invitándole a que relate su historia, y allí se desplazarán las modalidades vinculares con sus familiares, sus posibilidades para resolver conflictos, mecanismos de defensa, pérdidas y ganancias, alegrías y tristezas, olvidos y recuerdos; en fin, lograr que se vea a sí mismo como a una persona y no como a una enfermedad.

Lo anteriormente mencionado es una propuesta para el sector salud, para que las autoridades consideren la inclusión del psicólogo de forma permanente, ya que éste tiene un mayor conocimiento sobre los estados afectivos y manifestaciones psicológicas de las personas que atraviesan por determinadas crisis y por estados donde se alteren sus condiciones cotidianas de vida.

La propuesta tiene dos direcciones de igual importancia: una, intervenir directamente con los pacientes a través de la escucha genuina e interesada y del acompañamiento afectivo que muchos pacientes necesitan y, la otra, para asesorar a los médicos y enfermeras para una práctica humanizadora de la medicina, lo cual implica un trato de calidad al paciente que incluye el aspecto técnico y el emotivo.

Para concluir, resulta necesario que el psicólogo sea tomado en consideración como un miembro más del equipo de salud y aprovechar sus conocimientos y aptitudes en la atención del paciente hospitalizado para una atención integral tendiente a mejorar la calidad de vida tanto de pacientes como de profesionales de la salud.

 

REFERENCIAS

Aldwin, C., Sutton, K., Chiara, G. y Spiro, A. (1996). Age differences in stress, doping, and appraisal: findings from the Normative Aging Study. Journals of Gerontology, 51, 4, 179-188.

Alfonso, J. y Mena, M. (1999). Envejecimiento. Un reto adicional. apuntes para su estudio en América Latina. En: M. Bronfman y R. Castro. Salud, Cambio Social y Político (pp. 441-464). México: Edamex.

Canda, D. (1999). Diccionario de Psicología. Madrid: Ediciones Cultural, S.A.

Comisión Nacional de Derechos Humanos (1998). Guía de Instituciones Públicas que atienden a personas de la tercera edad. México: CNDH

Diener, E. y Suh, M. (1998). Subjective wellbeing and age: An internacional análisis. En: K. W. Schaie y E. Lawton (Eds.) Annual Focus on emotion and adult development (pp. 304-324). Nueva York: Springer

Flores, A. y Martínez, L. (1998). La depresión en personas mayores de 60 años. En: M. Suárez (Ed.). Gerontología 2000 (pp. 101-105). México: Praxis.

Hernández, R., Fernández, C. y Baptista, P. (2006). Metodologías de la investigación. México: Editorial McGraw Hill.

Hernández, Z. y Muñoz, M. (2004). La salud del adulto mayor. Una perspectiva de género. Revista alternativas en Psicología, IX (9), 9-30.

Hernández, Z. y Ortiz, G. (1994) La salud mental en personas de la tercera edad. Revista Psicología y Salud, 4, 43-55

Martínez, A., Martínez, V., Esquivel, C. y Velasco, V. (2007). Prevalencia de depresión y factores de riesgo en el adulto mayor hospitalizado. Revista Médica del Instituto Mexicano del Seguro Social, 45 (1), 21-18.

Padilla, J. Gómez, C. y Gutiérrez, R. (2005). Eventos vitales del adulto mayor en el área rural del sur del estado de Nuevo León. Revista Salud Pública y Nutrición, 7, 79-85.

Santillana, S. y Alvarado, L. (1999). Depresión en adultos mayores. Revista Médica del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), 37 (2), 111-115

Staff, M. (2002) Género y tercera edad. Consultado el 5 de diciembre de 2010. Disponible en línea: http://www.elpanamerica.com.pa/archive/10042002/opinion03.shtml

Ugalde, O. (1999). Sobre la evaluación del estado mental del anciano. Salud Mental. 22 (5), 20-23

Valdez, E., Román, R. y Cubillas, M. (2005). Análisis de la oferta de servicios para adultos mayores y sus necesidades manifiestas. Revista Psicología y Salud, 15 (1), 127-137.

Volver al Indice del número 29 de Tiempo

PsicoMundo - La red psi en Internet