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Número 27 - Mayo 2011

Adultos Mayores, receptores activos

Adriana Patricia Frávega

Desde hace décadas la cotidianeidad ha adoptado ritmos cada vez más acelerados. Los tiempos se acortan y la tecnologización avanza a pasos agigantados, trascendiendo fronteras espaciales y geográficas. Estas situaciones repercuten directamente en las relaciones sociales y generan la exclusión de aquellos grupos que no logran adaptarse a la lógica global del siglo XXI.

Los Adultos Mayores han sido uno de los principales sectores que la sociedad fue relegando.

En Argentina, de cada 100 Adultos Mayores, el 65 % es completamente sano e independiente. Este dato demuestra que aquellos prejuicios que los señalan como improductivos desde el punto de vista físico y psicológico, son erróneos.

Por eso, si no se establece un equilibrio entre el acelerado proceso de globalización y la posible "quietud" que pueda caracterizar por prejuicio social a estos sujetos se provocaría un colapso dentro de la estructura social. La articulación entre estas situaciones ocasionan en algunos de los Adultos Mayores momentos críticos que derivan en el aislamiento y la soledad. Sin embargo, en la mayoría de los alumnos de los talleres de Periodismo y

Comunicación de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Argentina, primó el interés por "querer ser parte" de la propuesta universitaria e insertarse en prácticas educativas con repercusión comunitaria.

Pese a que las estadísticas dan cuenta de que en el futuro se multiplicará la población adulta mayor(1), en el año 2003 cuando se empezó la experiencia de educación/comunicación de la UNLP casi no existían espacios definidos donde ellos pudieran realizar tareas acordes a sus necesidades y posibilidades reivindicándose, de ese modo, como grupo social activo.

Como se dijo antes los mayores vienen siendo poco valorizados por la realidad contemporánea occidental, como parte de una cultura que enaltece lo nuevo, la juventud y el hedonismo. Dentro de esta cultura que exalta lo inmediato y lo bello, los medios de comunicación y las nuevas tecnologías de la información contribuyen sustantivamente al reforzamiento negativo y excluyente de estos grupos.

En este contexto, los Adultos Mayores han sido poco contenidos y potenciados en su rol sociocultural; se observó que esto sucedía también desde el sistema académico de la educación superior, especialmente en cuanto a los aportes que podía hacer la comunicación social como campo de investigación e intervención socio-comunitaria.

Cabe destacar que en Argentina existe una profusión de estudios basados en la lectura médica y psicológica que, desde la gerontología aborda esta problemática, pero no se ha encontrado que exista una labor con igual peso desde la comunicación social.

Asimismo, las propuestas de transferencia educativa en su mayoría se materializan en cursos que enseñan a los abuelos manualidades, idiomas, literatura y hasta el uso de Internet.

Esta oferta intentó cubrir un vacío que el sistema estatal y privado no contemplaba para quienes llegan a esta etapa de la vida. El sistema formal educativo nacional no preveía un nivel específico para Adultos Mayores.

La manera de concebir y organizar la política educativa estatal proviene del proyecto moderno del capitalismo, en el cual la función de la escuela se basa en formar a los niños y jóvenes en la aplicación de aprendizajes adquiridos para la edad productiva adulta.

Por ende, los más viejos quedan fuera de los ciclos previstos por el sistema, dado que la mayoría son jubilados y/o pensionados que ya cumplieron con su aporte económico a la sociedad.

Los proyectos oficiales destinados a gente de edad corresponden a la llamada "enseñanza de adultos". Apuntan a quienes quieren completar estudios curriculares formales para alfabetizarse o superar el nivel educativo ya alcanzado. Generalmente los realizan las personas que no han concluido algún nivel por abandono (deserción).

De modo tal que la única posibilidad que tienen los Adultos Mayores que quieren incluirse en proyectos educativos la encuentran junto a jóvenes o adultos en edad "productiva" que pretenden terminar algún nivel de escolarización, tal como suele ocurrir en las antes llamadas escuelas nocturnas.

En cuanto al ámbito de la comunicación social, esta área se incorporó a la curricula del sistema por medio de la reforma educativa de la década neoliberal de los años noventa en el país y la provincia de Buenos Aires fue la primera en implementarla a partir del año 1994.

En la actualidad, a pesar de la conflictiva implementación de esta Ley, la Comunicación Social aún forma parte de los contenidos en los planes de estudio en el nivel secundario.

No obstante, se observó que en todos los espacios educativos formales/no formales y privados/públicos se daba una notable carencia de propuestas para el aprendizaje y el intercambio para personas de mayor edad que abordaran cuestiones de Comunicación Social.

Tampoco se registraron instituciones que les ofrecieran realizar prácticas periodísticas y/o de comunicación comunitaria. Y es así que desde la Universidad Nacional de La Plata se dispuso invitarlos a incorporarse al espacio de extensión realizado por estudiantes avanzados, docentes y graduados, llamado La Comunicación y los Adultos Mayores.

 

Los Estudios de la Comunicación y Adultos Mayores

A partir de los años 80 se realizan en América Latina estudios de Comunicación/Cultura focalizados en la emergencia de nuevas prácticas culturales de los sujetos en su interacción con las nuevas tecnologías y los medios masivos. Sin embargo, desde hace ya más de veinte años no se ha profundizado en esta línea de trabajo en un enfoque particular sobre Adultos Mayores(2)

En este sentido, esta experiencia de intervención comunitaria asumió el compromiso de recobrar entre jóvenes y mayores la memoria e historicidad de los lugares comunes para que juntos trabajen en los contextos presentes y futuros de sus realidades. Involucrar ambos grupos de actores significó reconocer que también los de mayor edad forman parte y construyen las condiciones sociohistóricas del presente que atraviesan a todas las generaciones y sectores sociales.

Al considerarse una más de las múltiples acciones culturales y políticas de la región, este proyecto adoptó los fundamentos legados por Paulo Freire, Antonio Pasquali, Mario Kaplún y Jesús Martín Barbero, entre otros intelectuales y luchadores latinoamericanos de la misma vertiente de los estudios latinoamericanos de la Comunicación.

Los postulados y enseñanzas de estos referentes se vuelven a encarnar en cada acto comunicativo entablado con las personas más grandes. Y se constituyen en una de las tantas formas que mantienen vigente los esfuerzos por integrar conocimientos con proyectos político-culturales en las realidades de los pueblos que lo conforman.

Esas realidades están marcadas por las desiguales condiciones de acceso y de oportunidades a los bienes materiales y simbólicos de las clases populares, entre los que se destacan el acceso a la educación y a las nuevas tecnologías de la informatización, si comparamos con esas mismas posibilidades de las naciones desarrolladas.

Junto con las postergaciones y desvalorizaciones antes señaladas, se observar que los Adultos Mayores representan uno de los exponentes emblemáticos de estas desigualdades educativas e informativas.

Este posicionamiento dentro del campo de la comunicación social y de la educación popular pregona desde hace décadas el dar la voz a los que no tienen voz (3) y avanza en la acción del ir haciendo "junto con" ese otro.

Por esta situación, se insiste en resaltar la vacancia de propuestas educativas de promoción cultural y política destinadas a los sujetos de edad avanzada.

Además fue y es constante el compromiso y la cercanía lograda entre quienes realizan tareas de extensión.

Es por este compromiso no sólo universitario, sino también desde su ligazón política que, como grupo del campo de la comunicación social, la labor no podía refugiarse en el análisis desde un afuera "objetivo" para cumplir con el mandato cientificista de generar conocimientos racionalizados sobre un estado de cosas estático y deshistorizado. Por ejemplo: analizar al Adulto Mayor sólo como receptor/consumidor de la programación de los medios, sin explorarlo en sus necesidades y valores de pertenencia social y cultural.

Esto es, conducir hacia una adecuación académico-intelectual de lo que "debe hacer" el nivel de enseñanza superior con los grupos que estudia y encarar de esta manera la actividad de extensión no hubiera producido los efectos deseados de aportar a la valoración positiva de los Adultos Mayores. Y, en cambio, sí hubiese sumado a una conservadora concepción del rol de los universitarios.

El legado referido a la tradición latinoamericana que acumula y reactualiza (no sin conflictos) desde los años 60 la pedagogía del oprimido de Paulo Freire, las aspiraciones por la dialogicidad ante la "invasión y dominación" trasnacional en los 70 y la revalorización de la culturas populares y el receptor en los 80, nos encuentra desde fines del siglo XX abogando y reflexionando en torno a la centralidad del sujeto tal y como lo señalaran Armand y Michel Matterlart por esos años.

La fecundidad de experiencias enmarcadas en la edu-comunicación (Mario Kaplún), en la generación de con-saberes (Antonio Pasquali)-que trazan de manera significativa regencias conceptuales par el tipo de propuestas como la compartida aquí- no distinguían jóvenes de ancianos, ni niños de adultos.

Seguramente, las condiciones históricas del momento no interpelaban a las luchas del campo a ejercer esa distinción entre generaciones.

Las mismas eran más amplias; se referían al pueblo o a lo "popular".

Con todo lo expuesto se quiere mostrar que los Adultos Mayores como grupo de interés estuvieron ausentes en los trayectos de institucionalización del campo de la comunicación en América Latina. Y, por ende, también de las luchas que encarnaran distintos proyectos político-culturales en distintos centros de estudios y de enseñanza. No fueron pensados como sujetos pasibles de encararse en su especificidad y en su vinculación con los otros sujetos socioculturales, como sí lo fueron pueblos originarios, niños, jóvenes y mujeres.

Al ausentarlos de un rol sociocultural con sentido histórico y omitir las vinculaciones y/o distancias configuradas entre generaciones ¿se estarían instalando las mismas lógicas y valores de la sociedad posindustrial con las que en ocasiones se afirma no comulgar? Una asimilación con aquellos que otorgan protagonismo a lo joven y ponderan lo efímero e instantáneo frente a lo perdurable y proyectable.

Por ello, las preguntas actuales son: ¿Qué cuestiones hicieron desconocer a los mayores como pasibles de constituirse en "objetos" de los estudios culturales desde la Comunicación Social?, ¿qué condiciones se fueron instaurando en nuestras sociedades para que aparezcan sub-ponderados en su relevancia para comprender el pasado, presente y futuro de nuestros pueblos?

La manera por la que en las sociedades actuales los Adultos Mayores pasaron de ser memorias vivas en las cuales referenciarse las nuevas generaciones para pasar a formar un contingente de memorias olvidadas en las historias de los pueblos constituiría una indagación aparte.

Sin embargo, una revisión de antecedentes realizada por el equipo del Centro de Comunicación y Adultos Mayores de la UNLP, halló a quien sí alertó sobre esta exclusión y dio pistas al respecto, lo cual permitió entender algunas situaciones a las que se tuvo que enfrentar al comenzar la experiencia educativa con los Adultos Mayores que arribaron a la Facultad.

El hallazgo consistió en acceder a un documento en el cual el colombiano Jesús Martín Barbero, alertaba sobre cómo la cultura del consumo y lo juvenil no tiene en cuenta a los Adultos Mayores en las sociedades de Occidente (4).

El estudioso indica que la acción de los medios transforma el sentido y el valor del tiempo y del espacio. Al respecto dice: "la manera como los medios (prensa, y especialmente radio y televisión), al fabricar cada vez más presente. al perder aceleradamente cualquier tipo de perspectiva contextual, temporal histórica, están devaluando una de las claves que durante siglos y aún hoy, constituye para muchas culturas el valor más importante de los ancianos: la memoria".(5)

Antes las narraciones socializadoras de los abuelos con sus nietos tenían mucho que ver en la construcción de los modos de ver y de valorar al mundo.

A estos despojamientos sufridos por los mayores, Martín Barbero destaca que en la sociedad actual "los modelos de vida hayan pasado de ser los ancianos a ser los jóvenes".

La valorización de lo joven, la estética corporal, los comportamientos y la vitalidad juvenil mostrada por los medios contribuyen a la " inversión de sentido" de esa relación que había tenido la sociedad durante milenios en que los jóvenes no existían (sólo eran el paso intermedio de la niñez a la adultez) y de cómo ahora pasaron a ser el modelo de vida y hasta del saber que en su momento fueron los ancianos.

A lo señalado por Jesús Martín Barbero se debe agregar que para comprender la inexistencia de sentidos que valoran a los mayores es oportuno incluir la incidencia que ha tenido la lógica mercantil capitalista en las sociedades occidentales. Desde el capitalismo se asocia a esta etapa de la vida como el lugar de la improductividad y, por lo tanto, se la recluye al del ocio. Los Adultos

Mayores quedan relegados de varias actividades públicas y privadas.

Claro que se dan excepciones de genialidades artísticas, destacados intelectuales, exitosos empresarios o políticos que se mantienen como modelos ejemplares de realización social como es el caso de Jorge Luís Borges, Alicia Moreau de Justo, entre otros que, como ellos, han hecho que su edad no empañe su talento y genialidad en su ámbito de desempeño. Pero no es el caso de la mayoría de sus contemporáneos.

Las valoraciones negativas respecto del sujeto jubilado heredadas de la sociedad industrial lo destinan al lugar de la des-ocupación (por su tiempo de ocio).

El otorgamiento de este sentido discriminatorio está ligado al no uso del tiempo desde la concepción occidental de linealidad temporal en la cual el sujeto aprendía su labor productiva en la acción del trabajo. Es decir, los pares contradictorios trabajo-producción y ocio-improductividad no permiten adoptar la posibilidad de la noción de ocio re-creativo para los sujetos de edad avanzada y los ubica entonces por fuera de la competitividad exacerbada que exige el mundo globalizado. Competitividad que ubica cada vez más al éxito y al desarrollo humano en relación con "sociedad del conocimiento y la información".(6)

En los Adultos Mayores pobres ese sentido de improductividad cobra un significado más dramático aún, ya que sus apariencias físicas patentizan el deterioro ocasionado por sus condiciones materiales de existencia.

Por el momento, lo que se intenta esbozar aquí son ciertas pistas que habiliten a comprender la vacancia de políticas culturales, educativas y de indagaciones en el campo de estudios de nuestra disciplina, desde el cual se llevó a cabo la tarea de extensión.

Accionar a favor de una "re-inversión de sentidos" como expresara Martín Barbero no sólo aporta a su reconocimiento como memoria viva en el rescate de la identidad de nuestras culturas.

Los mayores merecen ser reconocidos en su vitalidad cognitiva, psicosocial y biológica y tener derecho, por ejemplo, a elecciones de ofertas educativas que los incluyan y habiliten a expresarse y proponer acciones sociales tanto para ellos como para otros sujetos y asuntos que ellos mismos definan.

Por todas estas cuestiones, generar espacios de aprendizaje y actuación de los mayores como tránsito hacia su reconocimiento y participación comunitaria y social es una deuda que puedo materializarse también desde un ejercicio de comunicación-educación participativa con un profundo sentido político.

 

Transformaciones socioculturales de los Adultos Mayores

En el marco de los referidos estudios en la tarea transdisciplinaria de educación/comunicación, se hace necesario identificar los procesos más destacados que tuvieron incidencia en los últimos tiempos de transformaciones culturales en los adultos mayores, como sujetos de aprendizaje e intercambio.

Se detectan ciertas marcas del contexto de nuestro tiempo que sirven para descifrar sus matrices culturales contemporáneas, a saber:

1) La aceleración tecnológica. Tiempo y espacio. Imagen y movimiento. La instantaneidad que permiten las NTIC –Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación- incorpora la exaltación de lo corporal y del movimiento por momentos estertóreo de las publicidades, los videoclips, los juegos en red. Los modos de ver y escuchar que la video-cultura y la cultura de la imagen "juvenil" ofrecen a sus receptores han sido incorporados en la gente que mira cotidianamente la TV y en el uso cada vez más masificado de Internet.

Esos "flashes" vertiginosos, cargados de sonido, color y movimiento exaltados por las posibilidades de los nuevos dispositivos y formatos tecnológicos estarían impidiendo aún más a los mayores contar con un lugar en sus comunidades, no tanto como receptores (ellos también negocian, se apropian y oponen sus significaciones a los medios y a los desafíos de la tecnologización), sino que adquieren gravitación al dejarlos afuera de su condición de realizadores de las nuevas producciones culturales.

La mayoría de los Adultos Mayores se siente fuera del nuevo territorio. Para ellos la Internet no lo es todo en sus vidas, aunque para muchos de ellos tener acceso a la misma los hace sentir 'aggiornados'. Sí, la radio y la TV porque sus historias y las de sus sociedades fueron narradas por estos medios. Hoy son asiduos usuarios del cable y la TV abierta que cotidianamente los acompañan en sus hogares.(7)

En cuanto a esta revolución operada desde las nuevas tecnologías, el modelo emergente puede producir en nuestros Adultos Mayores un rechazo a las nuevas formas, una especie de "tecnofobia" en el sentido de oponerse a lo que no se puede comprender y por ende no se puede aprender a usar. O puede llevar a una mirada mágica sobre las nuevas tecnologías, en el sentido de la creencia de que estas nuevas formas de comunicación pueden "resolver todo " en términos de información.

También se da el caso de algunos que adoptan la postura de que el grado de complejidad de las mismas puede ser tal, que su aprendizaje escapa a sus posibilidades de acceso y participación.

Con la expansión y el desarrollo de las nuevas tecnologías, estos sujetos mayores han tenido que incorporar su uso. Por ejemplo, en los cajeros automáticos.

Se observa además que es cada vez más amplia la cantidad de abuelos con celulares. Al mismo tiempo que se complejizaron los artefactos de uso cotidiano, se expandieron hasta llegar a los hogares el uso de las computadoras personales y el acceso a las redes informáticas (Internet).(8)

Aún así, de acuerdo con las prácticas de enseñanza implementadas la experiencia del Centro de Extensión el imaginario en torno del uso de Internet no es totalmente negativo como para que un "abuelo o abuela " no pueda aprender a utilizarlo.

En un primer momento, la novedad del dominio de esta tecnología les parece casi imposible (corresponde aclarar que esto también les ocurre a otros adultos en edad no tan avanzada). Pero luego, dadas las primeras herramientas de manejo, descubren que el chat y el correo electrónico les abren posibilidades para acortar distancias con los seres queridos que viven y que no viven junto a ellos, tanto por una medición "real" tiempo-espacial como emotiva y sentimental.( 9)

Aprender el manejo de las TICS los acerca e incluye, tal como ocurre con otros grupos sociales. Por ejemplo, en los sectores que se encuentran por debajo de la línea de pobreza también aparecen expectativas por poseer y saber ejecutar una PC, porque aspiran a ingresar al mundo del trabajo o del entretenimiento y así contar con herramientas para sortear sus condiciones de desigualdad social, económica y/o cultural.

En los jóvenes el uso de los aparatos celulares, por ejemplo, aparece como una "extensión del yo"; estos se apropian del mundo actual desde su autonomía porque crecieron en una cultura mediada por la tecnología informatizada. En cambio, en los mayores esa relación con las nuevas tecnologías acontece de manera distinta.

Para los de edad avanzada la posibilidad del manejo de los aparatos de la comunicación tecnificada con contenidos distintos a los de los jóvenes en gustos musicales, prácticas de uso, etc. no representa una búsqueda de autonomización del yo. En estos sujetos cobran el sentido de acortar brechas socioculturales con las demás generaciones, como una forma de saldar aspiraciones de reconocimiento desde un "yo social".

A partir de estos reconocimientos se ve como un proyecto educativo con proyección sociopolítica debe incorporar al acercamiento y conocimiento de los recorridos de las vidas de estos sujetos de aprendizaje, las creaciones de la industria tecnológica. Las mismas les favorecen a su comunicación y representan uno de los caminos privilegiados para alcanzar la visibilidad social que muchos mayores ansían y, además, con impacto inmediato en sus vidas cotidianas (en la relación con sus nietos, hijos, vecinos, etcétera).

El deseo por trascender a la esfera social y pasar a "ser parte de" es una constante que adopta el sentido de "estoy vigente", sigo vivo como búsqueda de la trascendencia subjetiva.

Hoy, los nuevos modos de comunicación inauguran formas de conocer y obran como referencias de pertenencia, reestructurando la percepción y provocando fenómenos sociales y culturales novedosos en el conjunto social, del cual también forman parte los Adultos Mayores.

 

2) La exaltación de lo juvenil Se aludió antes a Martín Barbero respecto de la sobre exaltación de lo juvenil vigente en las actuales sociedades occidentales. Los saberes expertos (médicos, gerontólogos, sociólogos) dan cuenta además de cómo se han ido extendiendo las expectativas de vida en la población mundial. Estos discursos ofrecen datos e información de cómo se va hacia un progresivo proceso de envejecimiento.

La recurrente alusión al envejecimiento poblacional abonado con estadísticas supranacionales, internacionales y nacionales de la ONU, PNUD, entre otros organismos, opera como reforzamiento de una valoración negativa acerca de la vejez frente al imperativo vigente en las sociedades de consumo: ser y mostrarse joven.

En realidad, este proceso de envejecimiento poblacional promedio, va acompañado de una juvenilización de la sociedad en términos culturales.

Producto de los avances de la ciencias médicas y de las recomendaciones en campañas de los movimientos ecologistas, que alcanzan despliegue por la divulgación mediada por la TV, los Adultos Mayores fueron incorporando la idea de que es posible extender y mejorar la calidad de sus vidas.

Por ejemplo, el pregonar de la medicina sobre la eficacia de hacer ejercicios, las recetas antidepresivas en las personas, tanto para enfrentar el estrés laboral u ocupacional como para optimizar su sociabilidad, es otro de los ejemplos más comunes.

Al mismo tiempo, la sobre exaltación del cuerpo más el clima civilizatorio que otorga sentido central a lo joven llevan a que los mayores en sus prácticas tiendan a la postergación de la aparición de indicios de envejecimiento, sobre todo de su imagen, su apariencia externa.

Tales signos se observan hasta en la vestimenta. Es común encontrar en la actualidad a personas de edad avanzada con ropas de colores y diseños con texturas que antes eran reservados a personas de menor edad, tales como los jeans o las zapatillas, usados en distintas ocasiones de la vida social antes destinadas a específicos eventos y personas.

Debe entenderse que también el marketing y el consumo obran fuertemente sobre la matriz cultural construida sobre los mayores.

La industria cultural teñida de la lógica del mercado ha instaurado su simbología en personas de edad avanzada. Su incidencia tiende acortar brechas generacionales al instalar masivamente los modos de vida asociados a los jóvenes y también para quienes no lo son. De aquí que se proponga pensar a este fenómeno como el fenómeno de juvenilizacion que ocurre últimamente en las etapas avanzadas de la vida de las personas.

Y esta incorporación de disposiciones y prácticas no se descifran por cuestiones de clases, sino por el imaginario que se auto-representan los Adultos Mayores a raíz de sus relaciones con los medios y las nuevas tecnologías, en el marco del mercado global.

En el caso particular de los abuelos/as estas prácticas se asocian con una conciencia existencial de finitud relativizada por las difundidas posibilidades de aspirar a una expectativa de vida prolongada en comparación a lo que se daba en décadas anteriores.

Estos procesos pueden explicarse si se tiene en cuenta que desde hace pocos años las ideas posmodernas junto con el mercado globalizado transformaron la matriz cultural y el clima vivencial de los hombres de estos tiempos -incluidos los Adultos Mayores- cuya aceleración se mostró más agudamente hacia finales del siglo XX.

 

3) Nuevas formas de politización Si bien entre los mayores prima cierto descreimiento en la política, al igual que en muchos argentinos, sus representaciones en este ámbito conservan los dominios tradicionales del partido, el líder,etcétera. Pero, a su vez, ellos fueron parte de la historia, y justamente también en la reciente crisis económica en el país en el 2001. A partir de ella se agudizó la manifestación de la distancia entre partidos y ciudadanos (recordemos el "que se vayan todos" de la caída de Fernando De la Rúa, 2001). Entonces, trasladaron sus preferencias ideológicas asentadas durante más de un siglo en estructuras partidarias para ubicarse desde la ciudadanización que reclama por cuestiones que hacen a lo cotidiano de sus vidas; ya no se protesta por aspectos globales del país y de sus municipios, por las pugnas de internas políticas o por posicionarse ante los discursos acerca de estos juegos por el poder tradicionales y temáticas que abordaban los partidos políticos fundados en la república liberal de la época albertiana.

Los mayores como grupo organizado no irrumpen aún masivamente en el espacio público para hacer sentir todos y cada uno de sus reclamos como sí lo hacen los movimientos piqueteros o las autoconvocadas asambleas barriales movilizadas por pedidos de justicia, seguridad o defensa de tierras. Sin embargo, acompañan este tipo de reclamos. Los Adultos Mayores de hoy buscan esas identificaciones con nuevas formas de politicidad y participación de los ciudadanos, y que se hacen públicas desde organizaciones conformadas con gente de menor edad a las suyas. Es decir, buscan su lugar social en el cual desplegar su fuerza vital, sin buscar una representación política de partidos.

Los ancianos están adoptando otras formas de manifestación dentro de las cuales el periodismo se convierte en una alternativa de expresión ciudadana. A partir de ganar espacios mediáticos o comunicaciones (afiches de seguridad, rebeliones de abuelos en las colas de los bancos o de las mutuales por problemas para cobrar pensiones y jubilaciones), los mayores van adoptando maneras propias de hacer "piquetes".

Por caso las reacciones protagonizadas por los de más edad (que dejan de lado la imagen de sumisión y debilidad y pasan a interpelar casi como una reprimenda similar a la aplicada para hijos y nietos destinadas a los funcionarios y responsables directos en las tomas de decisiones en el poder) accionan para lograr la entrega de medicamentos de sus obras sociales, superar la letardías de trámites y asesorías jubilatorias, son muestras de este nuevo rol público al que van arribando nuestros conciudadanos de edad avanzada.

En Argentina, los medios de comunicación muestran con una potencial y significativa insistencia un aumento de sucesos y denuncias sobre la inseguridad a la que se ven expuestos los mayores.

Los mismos medios fueron los que pusieron en agenda el debate de cómo hacen o no hacen los "ancianos" para protegerse de la inseguridad: de asaltos y robos, violaciones a ancianas desvalidas, etc.

Hoy la práctica comunicacional y el periodismo se convierten en uno de los posibles referentes para dar la voz a organizaciones comunitarias, dentro de las cuales están las formadas por gente de mayor edad (centros de jubilados, clubes de abuelos, sociedades de fomento).

Hoy, en el país con la vigencia de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual el trabajo educativo de los comunicadores con los alumnos mayores da sentido a prácticas de educación popular para que los mismos pasen de ser consumidores pasivos de los medios de comunicación a participar y ejercer así el derecho de usar la palabra y hacerse escuchar, asumiendo nuevos roles en calidad de "pro-consumidores" (10)

De modo tal que la Universidad Nacional de La Plata jerarquiza y apuntala el proyecto del Centro de Comunicación y Adultos Mayores acompañando la nueva ley argentina destinada a democratizar la participación de todas las voces de su sociedad, sin diferencias de origen, cultura, clase, género, ni de edad.

En este contexto, el grupo de jóvenes extensionistas hace realidad la idea de que los comunicadores son los facilitadores de procesos de transformación que dan origen a un sinfín de experiencias políticas, culturales y sociales. Esta idea resulta de gran potencialidad trabajar junto con las organizaciones sociales y los sujetos reinterpretándolos en su contemporaneidad.

Como se dijo, los Adultos Mayores no son impermeables a las transformaciones que el mercado y los avances tecnológicos imprimen a estas sociedades en el marco de la globalización. Como tampoco fueron ni son ajenos a las crisis que marcaron la historia de nuestros países en la región latinoamericana.

Y estas nuevas condiciones que viven y portan los destinatar ios de esta propuesta son las que deben atender aquellos que intenten llevar a cabo trabajos con y para los grupos y sujetos de mayor edad.

Ya que no es aceptable proponer aprender, crear y efectivizar producciones si no existe el intento por descifrar a las generaciones que nos preceden para comprender sus propios sentidos y sus actuales prácticas.

 

Referencias:

(1) La Asamblea Mundial sobre envejecimiento del año 1982 hablaba de un mundo envejecido, de una ecuación que señala que entre el año 1950 y el año 2025 la población mundial se está multiplicando por tres, mientras que la población de tercera edad se está multiplicando por 5, con la característica de que en países con economías dependientes este múltiplo a su vez es mayor, llegando en muchos casos hasta la friolera del múltiplo de 15". Fuente; www.defensoria.org.ar/pdf/semino01.pdf. Nota del Dr. Eugenio L. Semino; Gerontólogo. Defensor del Pueblo de la Tercera Edad de la Ciudad de Buenos Aires. Defensor del Pueblo de la Tercera Edad de Iberoamérica

(2) Los movimientos sociales, las mujeres de los barrios pobres (Lic. Florencia Saintout), los niños y la TV (Orozco Gómez), las culturas indígenas, los jóvenes de barrios populares (Rossana Reguillo) son algunos de los temas de estudios que fijan su mirada en la recepción y se alinearon en una noción de sujeto inclusiva en los procesos de descentramiento cultural operados por los medios y las TICs.

(3) Argumedo, Alcira, "Los Silencios y las voces de América Latina: notas sobre el pensamiento nacional y popular ", Colihue, Buenos Aires, 1993.

(4) Martín Barbero, Jesús. "Comunicación Social y construcción social de las edades" http://www.comminit.com/es/node/150406

(5) Martín Barbero, Jesús. "Comunicación Social y construcción social de las edades". http://www.comminit.com/es/node/150406

(6) Esp. Claudio Urbano, Dr. José Yuni y Mg. Liliana Tarditti. " El sentido re-creativo de las experiencias educativas con Adultos Mayores". Mimeo. s/d.

(7) En una encuesta realizada sobre un universo de 103 personas, de ambos sexos; cuyas edades varían entre los 42 y los 82 años, -asistentes a los talleres- el 40 % prefiere la radio y el 33% la televisión, sobre un 19% que prefiere los medios gráficos.

(8) De la encuesta mencionada anteriormente, el 52% no posee computadoras y del 41 % ciento restante el 10% contestó Ns/Nc, la mitad no sabe usar Internet.

(9) De la encuesta mencionada el 40 % considera que el uso de la red digital es "interesante", el 37 % sostiene que "es útil para educarse e informarse", en tanto que el 14 % entiende que, en algunas ocasiones, "puede ser una herramienta peligrosa"

(10) Al respecto, es oportuno aclarar que La Ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual es una ley que establece las pautas que rigen el funcionamiento de los medios radiales y televisivos en la República Argentina. Esta legislación fue promulgada el 10 de octubre de 2009 por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y reemplazó a la Ley de Radiodifusión 22.285, que había sido promulgada en 1980 por la dictadura militar autodenominada Proceso de Reorganización Nacional .

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