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Número 24 - Junio 2009

El lugar del viejo en las relaciones intergeneracionales de hoy.
¿Todo pasado fue mejor?

Lic. Leticia Rocca
letirocca@hotmail.com

El presente trabajo apunta a problematizar el lugar del viejo en las relaciones intergeneracionales tomando como referencia el mundo del trabajo y sus efectos en la esfera familiar y vincular. Asimismo aparecerán frases que se desprenden del discurso de algunos pacientes en torno al tema a desarrollar.

Cuando se trabaja con viejos de una forma u otra en el discurso, se hace claramente presente el planteo de Salvarezza (1988) sobre el viejismo como la discriminación de los viejos por su edad. Pero puede encontrarse además, cierta incomodidad en torno a las relaciones con otras generaciones, una aparente dificultad para lograr relaciones gratificantes. Reiteradamente se manifiestan dificultades en los vínculos con generaciones más jóvenes ubicándolas en la sociedad de hoy. Si bien cada caso es particular, las quejas en torno a esta cuestión se presentan en forma recurrente e independiente a la historia familiar, a la mayor o menor distancia de edades, a la situación económica, entre otras cuestiones. En diferentes casos, se desliza un sentimiento de soledad e incomprensión por generaciones más jóvenes. Problematizar en estos temas considero que habilitaría cierta anticipación en otras generaciones, anticipación tal como lo plantea Zarebski (1999) haciendo referencia a cierta flexibilidad para reconocer los cambios que acompañan la vejez, por lo que mediante un trabajo de sensibilización permitiría un envejecimiento saludable. Así esta temática se vuelve ineludible y relevante para quienes trabajamos en este campo. Sin embargo, paradojalmente hay una escasa producción en torno al mismo, ¿será que implica un desafío, o más precisamente una dificultad pensarnos nosotros, como generación más joven, relacionándonos con "nuestros" viejos, y nosotros viejos, relacionándonos con generaciones más jóvenes?

El viejo, la organización familiar y los vínculos hoy.

Los fenómenos sociales y los cambios vertiginosos de la época en que vivimos podrían estar produciendo importantes efectos en la esfera familiar. Por esto es necesario atender los cambios sociales que fueron modificando las relaciones familiares tomando como eje el trabajo, dado que lo considero el principal organizador de la vida cotidiana. Es preciso plantear, puntos esenciales del capitalismo, régimen económico social que domina hoy por hoy el mundo entero y que hay que tener en cuenta a la hora de abordar las relaciones intergeneracionales, debido a que es una temática que no deja de estar envuelta y a su vez determinada por esta atmósfera. Dicho régimen nos determina en el sentido de que las prácticas sociales y económicas, y sus correspondientes prácticas discursivas, proporcionan como resultado, un modelo particular de sujeto y de valorización del mismo, acorde con ese tipo de sociedad. Así es importante destacar que los modelos económicos, son productores de procesos de subjetivación y de identidades-individuales y sociales- que se corresponden con el mismo.

Sabido es, que el capitalismo ha sido resultado de los adelantos técnicos producidos a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX y, posteriormente, por el estallido de la Revolución Industrial, acontecimiento que afirmó dicho régimen aplicando los progresos de la técnica de la producción. Destaco como sus características esenciales, la industria con un lugar privilegiado, el lucro como finalidad, el control de la producción por empresarios privados, los salarios como retribución del trabajo y la utilización de créditos para la financiación de las actividades económicas. Según Galende (1997) es el mercado, la economía, quien impone las reglas de juego, pero no solo el ámbito económico está regido por las exigencias del mercado, sino también el social y vincular, en definitiva, las relaciones humanas. Como consecuencia de esto se comienza a vislumbrar un sujeto valorizado cuantitativamente, al destacarse la cantidad, eficacia, eficiencia, la calidad, y el tiempo por sobre todas las cosas de su respectiva producción. A partir de esto podría haber comenzado a formarse un sentimiento de competitividad con los compañeros de trabajo, y que hoy es claramente visible.

La velocidad se impone de forma tal, que termina naturalizándose en todos los ámbitos del individuo. Pero una época determinada nunca es una unidad aislada sin ligazón con la anterior, sino por el contrario, es la resultante de un conjunto de procesos histórico sociales que tuvieron su inicio en la que la antecede. Por lo tanto estas características mencionadas del siglo XIX, siguen teniendo fuerza y vigencia hoy en día. Aunque se observa un cambio radical, que se centra en el adelanto tecnológico del cual hemos sido testigos en los últimos años, me refiero a la computadora, internet, celulares, etc. Si bien no se puede negar que los adelantos tecnológicos poseen elementos muy positivos, generan determinadas subjetividades que no lo son tanto, dado que así como en distintos siglos podemos encontrar "fórmulas generales de dominación" (Foucault, 1989, p.141), existirían hoy en día, fantasías relacionadas a los avances en las computadoras y en especial con internet, vinculadas al control y el poder que se hace visible en las relaciones humanas. Por otro lado, entre tantos adelantos, al viejo se le hace difícil adaptarse a los vertiginosos cambios, lo que muestra que en la era de las comunicaciones hay muchos que encuentran dificultades para comunicarse, las razones son muchas, entre ella por no poder adaptarse rápidamente. Hoy en día estamos inmersos en constantes situaciones de stress y tensión que se extiende a la mayoría de los ámbitos de los que cualquier sujeto forma parte. Esta situación ocurre debido a las constantes exigencias que asigna la sociedad de perfeccionamiento hacia el perfil que el mercado impone. Así el sujeto se encuentra en un continuo exceso de tensión entre estas exigencias y el cumplimiento de las mismas, que conllevan a un sentimiento de malestar, característico de la sociedad actual. Todo esto ha transformado el bienestar y los derechos fundamentales en una lucha desesperada por conservar las mínimas necesidades para la supervivencia. A nivel psicológico, cada vez son más las patologías asociadas a este deterioro social: la depresión, el alto índice de suicidios, el incremento de la violencia intra y extra familiar, el aumento de la inseguridad, incertidumbre, entre otras.

Considero que el trabajo es un fenómeno de enorme preocupación de la sociedad, ya sea por sus formas cuando existe, o por lo que genera su ausencia. Es un aspecto importantísimo de la vida, es la actividad por la que la especie humana obtiene los bienes que necesita para su existencia, los cuales deberían permitir un desarrollo pleno y completo de las capacidades tanto físicas como mentales. Las condiciones de trabajo influyen en el hombre de forma tal que adquiere nuevos conocimientos y modifican su relación con sus semejantes. El hombre de hoy tiene miedo al desempleo y las formas de producción y consumo se han transformado siguiendo la globalización donde nada es fijo.

Destaco la importancia de esta actividad como el soporte de inscripción en la estructura social y no tanto como técnica de producción, dado que considero que existe una estrecha relación entre el lugar en el trabajo y la participación social. Teniendo en cuenta el planteo de Max Neef (1986), el trabajo sería una actividad que satisface necesidades como entendimiento, subsistencia, identidad, creación, participación, afecto. Esto muestra que la misma tiene repercusiones físicas y mentales. En la misma línea puedo ubicar la teoría de la actividad (Maddox, citado por Lehr, 1988), la cual fundamenta que una persona puede ser feliz si es activa, si se siente útil y desempeña una función. Es así que la jubilación sería una pérdida del rol, lo cual llevaría a la inactividad. Esto se acentúa hoy día dado que en las sociedades modernas a los viejos que ya no pertenecen al mundo laboral, se les asignan pocas actividades, y las mismas no son una continuidad del desempeño profesional.

Como aluden Berriel, Paredes y Pérez, (2006), la mencionada teoría de la actividad surgida pocos años más tarde de la refutada teoría de la desvinculación o del desapego, plantea que el sujeto tiene que hacer algún tipo de actividad que sustituya por ejemplo la falta de empleo provocada por la jubilación. Considero que ante la importancia del mundo del trabajo para cualquier persona, parecería que de alguna forma es más frecuente (siempre teniendo en cuenta que hay singularidades), realizar algún tipo de actividad, que buscar la pasividad. Si bien esto nos podría hacer pensar en que quizá ha contribuido a disminuir los prejuicios que giran en torno a la vejez, lejos estamos de ello dado que, "ambas teorías, aunque parecen contrapuestas, representan dos aspectos distintos de una misma concepción prejuiciosa de vejez, pues en ambas el viejo es despojado de su condición de sujeto deseante y de deseo, incapaz de devenir, al decir de Castoriadis, un ser reflexivo" (Berriel, Paredes, Pérez, 2006, p.24). En ambos casos se trata de cumplir con lo esperable para la sociedad dejando de lado el deseo.

El mundo del trabajo organiza la utilización del tiempo, los hábitos, y costumbres no solo del trabajador sino de toda la familia. Se destaca como agente socializador, afirmando la pertenencia social. Así como la organización del trabajo ha ido cambiando, también lo ha hecho aceleradamente la organización de las familias. De esta forma lo que está en transformación es la hegemonía de ciertos modelos (Jelin, 1998).

Considero que la salida de la mujer al campo laboral ha sido uno de los mayores cambios en los modelos predominantes, dado que las tareas del hogar no son muy valoradas, y muchas veces pasan a ser compartidas por el hombre. La mujer se convierte en una importante fuente de ingresos, pero se sigue reclamando que sea fuente de apoyo emocional quedando sobre-exigida en sus tareas. Se visualiza que la velocidad es fundamental, y al pasar la mujer a formar parte del mundo del trabajo, queda restringido el tiempo para dedicarse a otras tareas (Aguiar, 1997). Esto me hace recordar que los jardines maternales tienen su surgimiento pocos años después de la Revolución Industrial, y considero que puede haber cierto paralelismo con el surgimiento de las casas de salud2, dado que la mujer ya no tiene tiempo para encargarse del cuidado de la familia. De esta forma sería necesario crear una "guardería de ancianos" en esta sociedad regida por el trabajo y la producción donde los viejos no tendrían lugar, por lo que hay que encontrarles uno.

"…antes los viejos terminaban en la casa, se los cuidaba, y ahora no, es como que, por eso te digo que no me gustaría depender de una enfermedad" (Rosa, 74 años)

"…llegado el momento terminaré en una casa de salud. Mi madre está ahí y está bien, más allá de que no pueda compartir cosas con mi madre". (Miguel, 61 años)

Como plantea Lehr (1988, p.246), "d ebido a la llamada "nivelación de generaciones", a la vejez no se le reconoce "un importante caudal de experiencia" tan altamente apreciado en épocas anteriores y gracias al cual el sujeto de mayor edad se podía orientar y conducir con mayor seguridad". Hoy en día la transmisión de conocimientos ya no es vertical, e incluso con los vertiginosos avances de la ciencia y las comunicaciones podría decir que eso se está invirtiendo. No se valora la transmisión de un oficio por ejemplo de generación en generación, sino que lo que prima es acceder a lo último, considero que no alcanza con la experiencia sino que es necesario acceder a lo nuevo y adaptarse constantemente dado que lo de ayer "ya fue". Esto llevaría a que una persona esté a lo largo de toda su vida en actividad para tener un lugar en la estructura social, y considero que eso no le permitiría prever su vejez, la cual sorprende a muchos al enfrentarse a la jubilación.

"¿Cómo veo la jubilación para mi? Como un, no viejo aburrido, sino un viejo trabajando". (Miguel, 61 años)

Al decir de Araújo (2002, p.110), "el trabajo y la familia son los dos pilares que componen el contrato social y ambos comparten las características de ser únicos, `para toda la vida´". Esto podría estar indicando que cuando se pierde el empleo a cualquier edad, puede provocar una crisis que lleva a cambios en el estilo de vida y de la actividad laboral. Si bien la desocupación es un fenómeno social, es vivido muchas veces como individual. Existe la continua amenaza de perder el trabajo. Esto se da porque estar sin trabajo significa pasar a ocupar otro lugar, por lo cual el sujeto puede ver atacado su lugar en la sociedad, su pertenencia y busca inmediatamente otras formas de reinsertarse. Destaco aquí la importancia de poder anticiparse a los sucesos esperables. "La vejez no se acepta cuando se pretende ponerle un comienzo…Esto es lo que sucede habitualmente en relación al sistema jubilatorio-llamado "garrote" por su efecto traumático- que impera en nuestro medio y que, al imponerse a una edad fija determinada, transforma en aquellos que no pudieron realizar una preparación gradual, lo que debiera haber sido el premio por una vida de trabajo, en un castigo", Zarebski (1999, p.35).

Desde otro punto de vista, en muchos casos la jubilación permitiría el descanso de un trabajo que puede llegar a ser alienante, y permitiría mayor tiempo de ocio, sin embargo, para muchos no es algo deseable y puede derivar muchas veces en depresión, desánimo y falta de confianza. Esta situación puede llevar a que la persona se sienta arrancada de sus vínculos, lo cual lleva a limitar su red de relaciones (Aguiar, 1997). Influye aquí el aumento de la esperanza de vida, dado que este fenómeno ha provocado que nos encontremos con una mayor cantidad de viejos en muy buenas condiciones para continuar trabajando, lo que quizá muchas veces puede llevar a vivir la jubilación con un impacto mayor, apareciendo sentimientos de frustración dado que la persona puede ver violentada su actividad (Pinazo, 1999). Junto con esto me pregunto si hoy en día es el trabajo el que nos ubica en la estructura social, cuando se deja de formar parte de ese mundo ¿no surgirán cuestionamientos como quién soy, para qué estoy?

"A mi lo que más me embromó fue la falta de trabajo. Este año fue fatal. Yo sentía orgullo. (…) Yo recuerdo que tenía una compañera que embromábamos y decíamos, vamos a ser viejitas y vamos a estar con el pincel." (Rosa, 74 años)

Guillermo Bastidas Tello plantea en su artículo "Globalización y vejez" (2001) que "…el adulto mayor es considerado en la Globalización o fase superior del capitalismo como un objeto inservible, apolítico, amnésico; cero a la izquierda, es decir, no produce, ni tiene precio objetivo; lo que crea una barrera o separación entre sociedad y ancianidad. La innecesaria separación entre anciano y sociedad, puede tener un efecto devastador en nuestros viejos convirtiéndolos en desechos humanos, en basura social de la globalización." Considero que ante la globalización no sólo los viejos son desechables sino toda la sociedad. Pero este autor nos recuerda también cómo todo puede ser comercializado para lo cual retoma una entrevista en la que Mario Strejilevich, plantea que el crecimiento de la geriatría no se basa en el valor humano sino porque los viejos van teniendo un lugar de consumo, destacándose la industria farmacéutica. Por medio de la propaganda que nos invade constantemente, se promueven ideales de juventud y belleza, los cuales acentúan cada vez más los prejuicios y el rechazo en torno al proceso de envejecimiento, dado que si se considera la vejez como negativa, el consumo de productos en contra de dicho proceso aumenta. Es de destacar también cómo la sociedad busca diferentes formas de mantener la juventud, y a mi entender acertadamente Bastidas Tello menciona "…ahora las cosas parecen haberse invertido es la fuente quien nos busca a nosotros. Aparecen los mercados de sustancias revitalizadoras, regeneradores neuronales, mejoradores de potencia sexual para la tercera edad, Clubes privados para gerontes, residencias cinco estrellas para ancianos; ahora sí el viejito es importante pues produce dinero y cuesta mantenerlo."

Siguiendo el planteo de Berriel (2007, p. 61) la modernidad con sus ideales de orden y belleza hace que los viejos, se conviertan en un obstáculo por lo cual son categorizados como los otros. Esto muestra las dificultades para encontrar un lugar en la estructura social. El énfasis de la industria farmacéutica en ofrecerles nuevos productos que parecerían retrasar el envejecimiento visible, refuerzan a mi entender la visión de la vejez como una enfermedad para la que hay que aliviar de alguna manera. De esta forma los avances tecnológicos, cremas, cirugías, entre otras, darían la posibilidad de que los viejos puedan "camuflarse", para poder formar parte de esta sociedad. Se hace a mí entender, necesario invisibilizar a esa persona que muestra a modo de anticipación un futuro cercano no deseado. El imaginario social como "ese conjunto de cristalizaciones de sentido y de repetición de prácticas discursivas y extradiscursivas…" (Berriel, 2007, p. 61), muestra la vejez como algo negativo, etapa en la que la persona es enferma, lenta, torpe, no puede aprender, no tiene sexualidad. Si bien el imaginario social no es exactamente lo real, lo produce, lo cual lleva a que la vejez sea algo a evitar y los viejos valoren la juventud sin poder disfrutar de la etapa que están viviendo. Esto podría estar obstaculizando el anticipar esta etapa, aspecto tan importante para un buen envejecimiento (Zarebski, 1999), por lo que considero pertinente recordar el planteo de Korovsky y Karp (1998, p. 39) al decir "siempre son los demás los que envejecen", por lo que el envejecimiento puede constituirse en una herida narcisista, una persona puede ser tomada por sorpresa por la vejez, si por ejemplo, no pudo anticiparse a ella. Me refiero aquí al narcisismo como, "…la valoración que el sujeto hace de sí mismo colocado dentro de una escala de valores en cuyo extremo más alto está el ideal y en cuyo extremo más bajo está el negativo de dicho ideal" (Bleichmar, H, citado por Malvicini, 2006). El envejecimiento es un proceso que se va interiorizando en el individuo, y cómo sea vivido dependerá de la constitución previa de la personalidad. Parece extraño tener que estar explicando que en la vejez la persona es la misma aunque tenga un mayor número de años.

De esta forma considero que las nuevas propuestas tecnológicas, estarían dando una posibilidad que antes no existía, como ocultar las canas y las arrugas, que por mucho tiempo eran consideradas símbolo de sabiduría. Parecería que "la búsqueda de una fórmula mágica, asentada una vez más en lo tecnológico, que en lo inmediato se contenta con una rotulación diagnóstica, ayuda a la desaparición de las antiguas imágenes de viejos sabios tipo "Mago Merlín" o llenos de dones tipo "Santa Claus"" (Epstein, 1995, pág. 103). Pero por ser una idealización, también tiene como aspectos negativos, una valoración exaltada del anciano como sabio, dado que estará expuesto a grandes exigencias y a una disminución de posibilidades de equivocarse, si lo hace bien es un sabio, si no es un viejo que chochea.

"Ya mi nieto maneja la computadora, yo ni cerca. Mi hijo me quiere enseñar pero a mi ni me interesa, me interesan más las plantas". (Rosa, 74 años)

Rosa cree no poder aprender a manejar una computadora, pero tampoco lo intenta, parecería esta una muestra de la fuerza que tiene el imaginario social de que los viejos deben ocupar un lugar más pasivo, viendo la computación como algo muy lejano a sus posibilidades. Como plantea Minois (1987) el peor enemigo de los viejos ha sido el libro, dado que en sociedades en que la transmisión oral tenía gran importancia, éstos cumplían un papel fundamental en la transmisión intergeneracional. Con el avance de la escritura, esto pierde fuerza, y con ello un lugar de relevancia en dichas relac iones.

Se puede observar que la vejez es una etapa de muchas exigencias, y las mismas se presentan en distintos planos de la cotidianeidad, entre otros encontramos: el mundo del trabajo, la vida social en general, y las relaciones con la familia que implican vincularse con otras generaciones. De este modo al sentir exigencias desde diferentes lugares, muchas veces son contradictorias y generan sentimientos de ambivalencia.

El envejecimiento y las generaciones

Muchas veces, hemos oído hablar de la vejez como una etapa que muchos ubican su comienzo con el proceso jubilatorio, y el envejecimiento como sinónimo de enfermedad y deterioro. La fuerza de este discurso, oculta lo multidimensional del proceso y que "los fenómenos propios del proceso de envejecimiento y la vejez, por su complejidad exceden los sucesos de orden estrictamente evolutivo, o biológicos, o psicológicos, o sociales en sí mismos." (Berriel, Leopold, Lladó y Pérez, 1994) Este planteo me parece muy interesante, dado que cada teoría, cada campo de estudio busca definir la vejez y el proceso de envejecimiento, lo que dará tantas definiciones como disciplinas que lo definan.

"Los años no vienen solos, vienen acompañados de nanas". "Yo tengo miedo al sufrimiento físico, no a otra cosa…" (Rosa, 74 años)

Tradicionalmente se han hecho referencias a la vejez enfatizando los aspectos biológicos, poco a poco se han realizado desarrollos desde otros enfoques, pero de todas formas muchas veces no se tiene en cuenta que en la persona están presenten los diferentes aspectos, y los mismos se conjugan de manera distinta en cada singularidad. Es así que no es sólo ver que sucede en cada aspecto, sino cómo se han dado en ese sujeto particular, lo que muestra que nos enfrentaremos a distintas formas de envejecer. Hay que recordar que no se pueden prever los fenómenos que ocurrirán en el proceso de envejecimiento, y si bien son irreversibles, no significa que no puedan modificarse. Esto no es un intento de negar, que existen ciertas limitaciones pero un envejecimiento normal implica que la persona pueda reconocerlas y adaptarse activamente a las mismas, de forma tal que viva la vida y no se quede a esperar la muerte. La concepción del hombre como un ser bio-psico-social muestra que "…los procesos psicológicos y sociales no tienen por qué seguir los mismos patrones de desarrollo que los procesos biológicos" (Berriel, Paredes; Pérez, 2006, p.25). Es en este último aspecto en el que más podemos trabajar desde la psicología, aportando a la posibilidad de cambio y de mejoras en la calidad de vida. Entiendo como un aspecto fundamental para lograr esto, la reflexión, dado que los cambios son tan vertiginosos que se hace necesario, a mí entender, para encontrar un lugar en la estructura social y en las relaciones y así no caer en una posición de nostalgia hacia la juventud perdida.

"El hombre es fundamentalmente un ser social, y Freud (1921) decía que la psicología es ante todo psicología social; por lo tanto, toda consideración sobre la psicología del envejecimiento debe hacerse dentro del encuadre social en donde se desarrolla y con la interacción entre ambos" (Salvarezza, 1988, p.50). Este autor plantea tres aspectos importantes a tener en cuenta: en primer lugar el término viejismo tomado de Butler para referirse a los prejuicios y estereotipo hacia los viejos por su edad, en segundo lugar la teoría del desapego, refutada pero que aún tiene peso, y a mi entender permite que se refuerce el viejismo, y por último el factor tiempo, el cual muestra un ciclo de vida esperable, llevando a cuestionamientos como si son correctas determinadas actitudes para la edad. Señala además que se debe denominar crisis a los eventos no esperables, de esta forma se observa que pueden presentarse diferentes sucesos que exigen cambios pero no necesariamente deben vivirse como críticos. Si bien en 1988, Salvarezza plantea necesario atender la totalidad del proceso de envejecimiento en su dimensión psicológica, biológica y social, sin perder de vista lo individual, considero que la parcialización de saberes, y las relaciones de poder dentro de los mismos, dificulta que se lleve a la práctica dicho abordaje.

Dentro de la esfera familiar, tal como lo señala Jelin en 1998, también predomina un sustrato biológico, dado que clásicamente se ha relacionado la familia con la sexualidad, y la procreación y en última instancia la convivencia. En distintas sociedades las familias se organizan de diferentes formas, pero es la tendencia a la homogenización que muestra a la familia nuclear como ideal. Las familias se están organizando de diferentes maneras, lo que lleva a planteos de crisis, pero en realidad estaría dando cuenta, como planteara en el año 2002 Eira, de una cristalización de esas transformaciones y no de una institución que se está debilitando. "Si se piensa que todo lo pasado fue mejor y que del futuro no se puede esperar nada bueno, es porque se vive un presente abatido" (Zarebski, 1999, p. 31) A mi entender tiene tanto peso la naturalización del modelo patriarcal nuclear, que si bien siempre hubo familias que se organizaron de formas distintas, parecería que hay un ideal en los adultos mayores de un modelo donde los viejos tienen un lugar de reconocimiento y sabiduría. ¿Qué habilitaba en otros momentos de la historia, que el viejo tuviera un lugar de valoración por su experiencia y sabiduría?, ¿será el imaginario social que nos muestra un presente donde todo pasado fue mejor?

Si bien parece tener gran importancia la transmisión generacional para los viejos de hoy, lo ven como algo muy difícil de llevar a cabo. "El sujeto de la herencia está dividido, como el sujeto del inconsciente entre la doble necesidad de ser para si mismo su propio fin y de ser el eslabón de una cadena a la que está sujeto sin la participación de su voluntad, pero a la que debe servir y de la que puede esperar un beneficio" (Käes, 1996, p.15). Vemos que el sujeto es heredero de las generaciones que lo preceden y que influyen en él más allá de su voluntad. De esta forma constituye parte de una cadena en la que a su vez debe adquirir su propia singularidad. Esto permite ver que la identidad está influida por el medio y por el grupo que nos precede. Generacionalmente se transmiten valores, creencias, costumbres, ideologías. Estos son recibidos en forma pasiva pero a su vez, el sujeto tiene la posibilidad de transformarlo en el transcurso de su vida para de esa forma seguir transmitiéndolo. El sujeto portador de esa transmisión deberá construir su singularidad e identidad a partir de una necesidad de ser para si mismo un fin. De este modo debe armar su propia historia desde su particularidad y su deseo. Así de acuerdo a sus fines, el sujeto tomará los aspectos que más le convenga, lo que le permitirá transformar dichos valores, creencias etc., antes de transmitirlos. Esta forma de transmisión generacional da la idea de continuidad en un tiempo desde un punto de vista inconsciente, dado que los lazos subjetivos se seguirán transmitiendo a otras generaciones. Un papel fundamental juega a mí entender aquí, el desempeño del rol de abuelo. "`La continuidad de todas las culturas depende de la presencia viva de, por lo menos, tres generaciones´, sostiene Margaret Mead." (Zarebski, 1999, p.142) Al ubicarse en un lugar de la cadena generacional, asegura en cierta medida la continuidad, pero a su vez debe permitir diferencias en los ideales de las generaciones más jóvenes. El abuelo, antecesor permite mostrar que hay constantes en la vidas que pueden ser soportadas como el deterioro y la finitud.

"Los valores no son como antes, antes había mucho más respeto ….El respeto hacia el prójimo, hacia las personas mayores. Los valores han variado mucho, han decaído." (Mónica, 65 años)

"Yo pienso que es la época, que ya no se respeta eso de que a los ancianos se los cuidaba". (Rosa, 74 años)

Este planteo muestra cómo, según Berriel y Pérez (2004), existe una distancia entre los modelos de familia que el sujeto ha internalizado y las nuevas formas de vínculos, lo que acentúa las dificultades para el viejo de sentirse comprendido por otras generaciones. Se vuelve inevitable mencionar que "…el modelo de familia nuclear mantiene intacto su valor de emblema identificatorio, a pesar de los cambios que se han dado en los últimos años en el plano de las prácticas familiares (hogares monoparentales, cambios en las prácticas sexuales, etc.). De esta forma, la familia produce anhelos identificatorios que se inscriben directamente en la identidad de las personas, produciendo diversos sentidos" (Berriel, Paredes, Pérez, 2006, p.40). Siguiendo en esta línea, si bien mantiene hegemonía el paradigma del envejecimiento como pasividad y enfermedad, no hay que olvidar que los viejos de hoy están atravesados también por uno nuevo que prácticamente se le contrapone. Esto puede observarse por ejemplo, en que "El discurso de los sujetos en cuanto a la reproducción de normas y valores encierra la paradoja de que coexisten una visión crítica de la rigidez y severidad con la que fueron formados en la sociedad de las primeras décadas de su vida, con una alta estima por los valores recibidos, principalmente en el ámbito familiar" (Berriel, Paredes y Pérez, 2006, pág.110). Ante esto me cuestiono, ¿ésta situación de estar entre dos paradigmas, no podría estar colaborando a que el proceso de envejecimiento sea vivido más conflictivamente?

"La vida antes era más tranquila, hoy se vive con mucha incertidumbre, una agresividad, la droga, ahora a los 10 años se drogan, antes jugaban a la pelota". (Mónica, 65 años)

Berriel, Paredes y Pérez (2006) retoman el concepto de zona de vulnerabilidad de Castel (1992) la cual refiere a un contexto de precariedad en diferentes áreas, de las cuales yo aquí destaco la laboral y vincular, lo que produce inseguridad para el sujeto. Dentro de esta zona ubican a los viejos, esa inseguridad podría hallarse dentro del conflicto que generan las exigencias del medio social, de cómo debe ser un viejo, y los reales deseos del sujeto singular. Esta situación es reforzada dentro de la familia lo cual lleva a que la persona no pueda ver su potencial, su riqueza y por que no a limitar su red de relaciones. Si bien muchos adultos mayores participan de diferentes espacios, no hay numerosas ofertas, pero además hay que tener en cuenta la diferencia entre asistir a un lugar y apropiarse del mismo. ¿Será que los prejuicios tienen tanta fuerza que dificultan que el sujeto perciba sus capacidades?

Parecería que el viejo hace algunos años ocupaba un lugar valorado y respetado en la sociedad, fundado principalmente por su sabiduría basada en la experiencia, pero ese lugar ha sido desplazado por la valoración de la ciencia y los adelantos tecnológicos. En familias en las que vivían varias generaciones, cumplía funciones determinadas y tenía un lugar de saber, transmitía un oficio, se valoraba su experiencia. Iacub (2001) nos recuerda que al referirse al lugar de los abuelos, en "las citas sociológicas hablan de un rol que pasó de lo educativo a lo que se denomina "buscadores de diversión"". En los nuevos modos de organización, la transmisión del saber ya no es vertical, y el no formar parte del mundo del trabajo hace reducir las redes de relaciones a hijos y nietos. Según Pinazo (1999, p. 169) una abuelidad satisfactoria va a depender de cómo es el vínculo con el hijo y por lo tanto los lazos con otras generaciones. En esta línea continúa, "Una de las causas de la satisfacción puede ser debida a que la estructura familiar no exige a los abuelos ejercer la autoridad familiar que antes tenían, por lo que pueden tener contactos de mayor satisfacción con sus nietos en una relación". Esto muestra que el viejo ocupaba un lugar diferente al de hoy, parecería que el vínculo con generaciones más jóvenes ha perdido rigidez (sin olvidar las singularidades), lo que habilitaría un relacionamiento más espontáneo, y flexible, pero por otro lado ¿la pérdida de autoridad (desde un lugar de imposición), no impedirá la posibilidad de reclamar un contacto con nietos que prefieren mantenerse distantes? Quizá una elección de distancia es lo que no puede comprender el viejo de hoy, y por momentos se desprende desde el discurso el deseo de ser respetado como lo eran sus abuelos, olvidando a qué costo lo eran.

Luchamos por un lugar de reconocimiento, de valoración, en la estructura familiar y social, y haciendo referencia específicamente a los viejos, según el planteo de Minois (1987) cuando menciona como una de las paradojas del siglo XVI, la contradicción entre la imagen de la vejez y el desempeño real de los viejos en la sociedad. Los viejos han ocupado lugares destacados, se les conceden responsabilidades, sin embargo tampoco en aquella época eran reconocidos. Plantea este autor que parecería que se estuviera ante una realidad que no quiere aceptarse. Si bien no existían en ese modelo, medios masivos de comunicación, las opiniones de algunos pensadores y escritores motivados por el contexto que no toleraba los viejos, oficiaban de transmisores de sentido al envejecimiento, que ya en aquel entonces tenía una visión negativa. Es ineludible tener presente la fuerza del imaginario social en el que estamos inmersos, y quizá por eso a medida que voy desarrollando este trabajo me hago tantos cuestionamientos. ¿Qué es lo que habilita que desde hace tantos siglos, la vejez sea rechazada y se continúe hasta el día de hoy haciendo prácticamente hincapié solo en los aspectos negativos de esta etapa?, A modo de ironía, ¿Será que si evitamos reconocer nuestra finitud conseguiremos la eternidad?

Parecía que los viejos en otros momentos eran valorados, tenían un lugar destacado en la sociedad y la familia, pero el imaginario social nos volvió a engañar, dado que la vejez fue rechazada siempre, lo que dentro de la familia, al organizarse esta de forma diferente, y los adelantos tecnológicos ser más lentos, quizá no se hacía tan visible, habían cosas que eran obligatorias compartir con otras generaciones. Hoy en día la transmisión generacional de viejos a jóvenes parecería no ser n ecesaria, y es aquí donde podría ubicarse ese sentimiento de dificultad para ser escuchados por otros. De todas maneras considero que se le da tanta importancia a lo científico, a lo tecnológico y más aún, a lo último que ofrezca el mercado, que muchas veces olvidamos que se pueden compartir muchas cosas. Por más que se habla de una sociedad más abierta, tolerante, el viejo sigue teniendo dificultades para expresar sus deseos, y más alejado está el pensar en la posibilidad de compartir los mismos con generaciones más jóvenes. Considero importantísimo incorporar el trabajo con diferentes generaciones, contribuyendo a la sensibilización de los viejos, de sus hijos y sus nietos, donde quizá a través de actividades conjuntas se pueda promover un acercamiento intergeneracional y generar posibilidades de anticipación de la vejez. El trabajo conjunto ayudaría a que los viejos puedan encontrar la manera de mostrar a sus hijos que si bien han vivido algunos cambios, tiene algunas arrugas, siguen siendo las mismas personas, con deseos, con proyectos, con sexualidad, y al mismo tiempo, permitiría que los hijos puedan comprender mejor la etapa por la que están transcurriendo sus padres, habilitando además a una anticipación de su propio envejecimiento. Un espacio así podría ser una puerta para mostrar que hay cosas para compartir entre generaciones, y que quizá la distancia entre una y otra no es tan grande y por el contrario posiblemente se desplieguen muchos elementos para compartir.

Notas

1 Lic. en Psicología, Investigadora Asociada del Servicio de Psicología de la Vejez – Facultad de Psicología UDELAR

2 Casa de Salud: Término utilizado en Uruguay para denominar a los geriátricos.

Referencias Bibliográficas

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