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Número 24 - Junio 2009

"Los Cuerpos Múltiples"
Una experiencia en la Clínica de la Psicología del Envejecimiento

Karen López González
Kymy76@yahoo.com

Resumen

El presente artículo se centra en el análisis de las nociones de cuerpos que se juegan cotidianamente en la clínica psicológica con viejos.

En el mismo se plantea la idea de cuerpos múltiples que se despliegan en el espacio de psicoterapia. Especialmente se consideran y analizan esos cuerpos múltiples como hilos y nodos que se entretejen formando parte de una red en la subjetividad de las pacientes. Particularmente se realiza un corte de género que guiará dicho análisis. Se ilustra mediante la transcripción de fragmentos de sesiones psicoterapéuticas el planteo central del presente artículo.

Palabras Clave: Envejecimiento, género, cuerpos-múltiples.

 

Introducción

"En las manos te traigo viejas señales
son mis manos de ahora
no las de antes…"

M. Benedetti

La sociedad actual no parece ser el espacio o el terreno más adecuado para el desempeño placentero de los cuerpos que envejecen. Entonces ¿Cómo se presentan estos cuerpos en el espacio psicoterapéutico? ¿De qué manera o con que disfraces se aprestan a enfrentar ese mito creciente de la "eterna juventud"?

En reiteradas oportunidades surgió en el ámbito del consultorio el tema del cuerpo en la vejez. Llamando mi atención como estos pacientes solo podían hablar de su cuerpo casi exclusivamente a través del dolor, pero al leer "entre líneas" el material clínico, pude encontrar otros cuerpos que emergían de manera no tan explícita.

Hablar del cuerpo del viejo implica necesariamente aclarar de qué hablamos cuando hablamos de vejez y proceso de envejecimiento. Intento además contextualizar brevemente las condiciones históricas – culturales en que dichos conceptos fueron producidos.

¿Es nuestro cuerpo como decía Platón "el lugar de captura del alma? No lo sabemos, lo cierto es que cada uno de nosotros "construye" cuerpos que van tomando significados según los momentos históricos, biográficos y estilos de vida. Me interesan en particular esos cuerpos viejos que llegan al espacio de psicoterapia como "cuerpos dolientes" (Rodríguez Nebot, 2007: 79)

El trabajo fue realizado con dos pacientes de sexo femenino a quienes conoceremos en el presente escrito como Carolina de 62 años y Mariela de 65 años. Cada una con su historia de vida particular y única.

I. La Red de los Cuerpos

La vejez y el proceso de envejecimiento forman parte de un "imaginario social" (Castoriadis 1993) que tiene algo que permanece y algo cambiante. Con este término Castoriadis hace referencia al conjunto de significaciones por las cuales un colectivo, un grupo, una sociedad se instituye como tal. Para ello no sólo deben inventar sus formas de relación social, sino también su universo de significaciones subjetivas. Estas significaciones operan como organizadores de sentido de cada época, estableciendo lo permitido y lo prohibido, lo bueno y lo malo.

Va a depender en gran medida (pero no de forma absoluta) de los prejuicios que construyamos durante nuestra infancia y adolescencia sobre la vejez, el viejo /a que seremos. Leopoldo Salvarezza (1988) emplea el término viejismo expresión tomada del término ageism propuesto por Butler (1973) para referirse al conjunto de prejuicios, estereotipos y discriminaciones impuestos a los viejos en función de su edad.

El imaginario popular adjudica natural y frecuentemente, la buena salud, el amor, la sexualidad, la belleza (entre otros) a la juventud. Dejando lugar para la vejez como aquella etapa del ciclo vital que marcaría nuestra "fecha de vencimiento" y que debe transitarse como un preámbulo de la muerte.

Dichos prejuicios una vez construidos alcanzan ímpetu y actúan sobre nosotros modelando y determinando nuestras formas de pensar y actuar. Tienen entonces importantes efectos sociales.

Como mencionara más arriba me propongo trabajar las nociones de cuerpos que se juegan cotidianamente en la clínica psicológica con viejos. Esbozo dicha idea, tomando como "guía" las posibles miradas que se plantean desde la Clínica de la Multiplicidad 1. Estas miradas múltiples me permitieron observar que estas mujeres viejas llegaron al espacio de psicoterapia con cuerpos múltiples: cada una de ellas "habitaba" un cuerpo diferente con sus posibilidades y bloqueos que se presentaba pasible de análisis según el tema en el que estuviéramos trabajando en ese momento en el espacio psicoterapéutico.

Me permito pensar entonces esos cuerpos múltiples como hilos y nodos que se entretejen y forman parte de una red en la subjetividad de estas mujeres.

Tomando en cuenta que es en esa subjetividad donde intervenimos como psicólogos, entiendo necesario pensar la vejez como un momento personal, subjetivo y multidimensional, en el cual influyen factores múltiples. Existiendo tantas formas de envejecer como seres que envejecen. "El cambio en la vida adulta y la vejez no es universal (los sujetos varían mucho entre sí), no es unidimensional (cada capacidad o función evoluciona de diferente manera) ni unidireccional (determinadas capacidades pueden involucionar, pero otras pueden mantenerse o mejorar), ni es tampoco siempre y necesariamente irreversible (hay aspectos y dimensiones que se pueden mejorar)." (López y Olazábal, 1998: 45)

Teniendo presente tales características sobre el envejecimiento y que "…la psicoterapia es el estudio, investigación y acción terapéutica sobre la subjetividad; sobre sus formas de producción, su sufrimiento, el intercambio en el ámbito social, sus vínculos, sus conformaciones, leyes propias y modus operandi de los sujetos que sufren y de los agentes de cambio cuya intención es transformar el sufrimiento."(Rodríguez Nebot, 2007:89). Trabajamos con estas pacientes en el terreno de la psicoterapia que privilegia la palabra. Esta técnica parte del gran descubrimiento Freudiano: la palabra cura. El paciente necesita comunicar y hablar de sus cosas, para aliviar su sufrimiento. Pero ¿es suficiente la palabra para dar cuenta de lo que pasa en/con nuestros cuerpos? Tal vez no, no sea suficiente, pero si es una forma que tenemos de realizar una traducción de nuestras experiencias corporales a lo verbal. Al respecto nos dice D. Najmanovich:

"esa experiencia corporal es inconmensurable con el lenguaje…y aunque resulte paradójico…el lenguaje es parte de esa experiencia corporal. La inconmensurabilidad no implica incomunicación, lo que indica es la imposibilidad de una traducción completa entre el orden corporal y el del lenguaje. Entre ambos hay una articulación, una posibilidad de traducción parcial, que nos permita hablar de la experiencia corporal, sabiendo siempre que hablar del dolor o del placer, o intentar describirlos más precisamente, es una tarea interminable" (2005:21)

La autora nos habla de traducción, dice que lo imposible sería una traducción completa de lo corporal hacia lo verbal. Consideremos que al hablar de traducción de un lenguaje a otro la misma nunca es "fiel", siempre hace falta algo…, siempre hay algún "término" que no tiene traducción. Me refiero con esto, a esos momentos en el espacio terapéutico donde el paciente no encuentra la /las palabras para expresar sus sentimientos y emociones. Y así con "términos" que no tienen traducción tenemos que enfrentarnos constantemente a la experiencia clínica y no desistir de nuestra tarea de escuchar en la misma la experiencia, los cuerpos del otro.

La vida a través del proceso de envejecimiento nos impone cotidianamente pensar y reflexionar sobre el /los cuerpos. Es el vehículo a través del cual deseamos, obramos, sentimos, creamos y nos expresamos. Según Nora Merlín: "El envejecimiento es un corte de la palabra que marca los cuerpos" (2005:12). En este caso cuerpos de mujer.

II. Género e historia

Las conceptualizaciones que desarrollaré a continuación son importantes para comprender los cuerpos múltiples. Las mismas transversalizan, atraviesan a todos y cada uno de estos cuerpos, a los que separé con distintos nombres solo a modo de facilitar mi desarrollo y análisis, pero que a la hora de leer y pensar sobre los mismos nos damos cuenta que son todos uno…

Las construcciones de género implican la consideración de "sujetos en situación" 2. Es en el encuentro, en la acción, en los vínculos con los demás que nuestros cuerpos se hacen visibles y se producen enunciados (saber) acerca de los mismos. Es así que cada cultura ha originado en diferentes momentos históricos un concepto distinto de género.

Joan Scott propone en su definición de género que el mismo actuaría legitimando las relaciones sociales establecidas a través de jerarquías de poder.

"...el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y es una forma primaria de relaciones significantes de poder..." (Scott; 1990: 44)

Las diferentes prácticas sociales y los incesantes "procesos de interiorización" 3 van produciendo discursos con valor de verdad y como forma de poder. Estos permiten la construcción de un sujeto socio-cultural-histórico que forma parte de una red social compleja, que ve más allá de esenciales diferencias orgánicas. Es por esto que el género aparece conceptualizado sobre los cuerpos y la constante transformación de los mismos.

Ya planteó Freud que el ser humano al principio de su vida es bisexual y las vivencias que va teniendo producen subjetividades que van determinando que cada ser humano adquiera un rol que lo distingue, y me permito agregar, que también lo limita en sus posibilidades y homogeniza. Por lo tanto, no podemos negar que sea una producción social.

Los cambios en cada sujeto se producen de maneras diferentes a lo largo de la vida, no se dan ni uniforme, ni unidireccionalmente.

En la edad adulta las diferencias tienden a acentuarse. Burín y Meler (2002) sostienen que en la vida adulta los cambios se deben a los sucesos y circunstancias que afectan a cada generación. También a cómo son tenidos en cuenta los factores biológicos (por ejemplo, menopausia en la mujer y descenso de testosterona en el hombre), en las construcciones sociales y qué sentido adquieren estos cambios para el sujeto masculino o femenino, en forma particular.

Estos factores, expresan las autoras, conducen a una redefinición de los roles de género en la vida adulta que enfatizarán las diferencias entre hombre y mujer.

A los efectos de pensar sobre las condiciones de producción de esos cuerpos considero importante realizar un breve recorrido por algunos hechos significativos que ocurrían en la historia de nuestro país y del mundo en la época que estas mujeres nacieron y crecieron. Foucault (1995) decía que cada sociedad tiene un régimen de producción de discursos que tienen el valor de verdaderos. Esto es entonces a fin de ver en que contextos socio- históricos- culturales estas mujeres produjeron los discursos sobre sus cuerpos. Para ello tomo historia en el sentido que le da Foucault a dicho término, en el entendido de que "Historia" sería el relato lineal e "historia", el relato atravesado por las historias de cada uno y que ha producido diferentes subjetividades.

Estas mujeres nacieron en la década del 40. Por esa época, en nuestro país y en el Río de la Plata imperaba el modelo de familia patriarcal, en donde la figura dominante es la del padre y no existía lugar para los conflictos intergeneracionales. La relación padre-hijos se inscribía en la rudeza, la que se fomentaba y alentaba desde las costumbres y el saber pedagógico de la época. Veamos lo que decía una de estas pacientes al respecto:

"antes te inculcaban miedo, te hacían sentir miedo y no respeto" (…) "Mi padrastro era muy recio, no demostraba nada, pero no solo a mí, tampoco les demostraba nada a sus hijos, era su forma de ser .Cuando él llegaba del trabajo y se sentaba a tomar mate al lado del fuego, no podía volar ni una mosca, sino le decía a mi madre: "a esos gurises hacelos callar o sino matalos a palos", esas eran sus palabras hacia nosotros…" (Carolina 62 años).

Esta época es la etapa de la industrialización, posterior a la 2da. Guerra Mundial. Nuestro país es un país próspero que recibe una importante cantidad de inmigrantes europeos. Con ellos llega una cultura que sostenía la importancia de los lazos familiares y donde los más viejos de la familia (los abuelos) poseían un rol importante.

Este modelo de familia que caracterizó a la sociedad uruguaya de esa época, se fue constituyendo en torno a los bienes, la sexualidad, los afectos, único lugar donde se podía exteriorizarlos con los equilibrios que eso traía en la regulación de lo público y lo privado. Este se convierte en el modelo hegemónico de Familia.

Los adolescentes de esa época carecían de espacios donde hacerse escuchar y se mantuvo así hasta la década de los ’60, momento en el que se empiezan a sentir "aromas" de revolución procedentes de Francia y Cuba. El surgimiento de la píldora anticonceptiva, la revolución sexual, proveniente de Estados Unidos y la aparición del movimiento Hippie, fueron acontecimientos que comienzan a "dar luz" a los conflictos entre generaciones. Por estos años, la familia se centra más en el estilo nuclear y los más viejos (abuelos) van perdiendo su lugar de saber y poder.

Los sucesos sociales y políticos que se dieron en nuestro país y en países vecinos en las décadas de los años ’70 y ‘80 (golpe de estado de 1973 y dictadura militar), generaron la primera gran emigración de población, sobre todo hacia Europa y Australia, produciendo en las familias la separación de sus integrantes. Es así que los roles familiares comienzan a cambiar y ya no se corresponden edad y rol social asignado a la misma. Deja de cumplirse tan estrictamente con lo que planteara en 1975 B. Neugarten (citada por Lladó, 2004) que existiría una edad para casarse, otra para tener hijos, otra para jubilarse etc.

Hoy en día incursionamos en el posmodernismo. Los viejos de hoy no sólo deben enfrentarse con cambios de órdenes físicos, fisiológicos y psíquicos; sino también con un gran avance tecnológico y con profundas transformaciones sociales.

La comunicación se hace a través de un lenguaje tecnológico, dominado sobre todo por los más jóvenes, quienes además resultan ser los más valorados, (en detrimento de quienes envejecen). Ellos son los que mejor se adaptan a la vertiginosidad de estos cambios, en oposición a esto, a los viejos se les hace cada vez más difícil acceder a estos nuevos conocimientos. Así pasan a tener que aprender de sus hijos y de sus nietos, de alguna manera se invierte una relación de enseñanza- aprendizaje, (antes eran los viejos quienes con sus años y experiencia estaban en el lugar del saber). Comienza también a quedar de lado la concepción de que las cosas persisten para toda la vida y se les adjudica un propósito más utilitario y a corto plazo. Hay que actualizarse e innovarse constantemente. Por otra parte y refiriéndonos a la valoración de los cuerpos, se ha creado una cultura individualista- hedonista que gira alrededor de la propia imagen y el bienestar inmediato.

Tal vez, tantos cambios, hacen que muchas veces los viejos como representantes de una modernidad que ya no está, y marcados por una sociedad que los desvaloriza y excluye, no ven otra posibilidad que la de "sumergirse" en recuerdos de su pasado, no pudiendo disfrutar el presente, y obturando la posibilidad de tener un proyecto de vida 4.

III. Los cuerpos múltiples.

Al decir cuerpos no lo sugiero solo en referencia a esa especie de pergamino que descubre el pasaje del tiempo, sino haciendo alusión a otras dimensiones que están en juego. Son cuerpos producidos en y por relaciones de poder que son además relaciones políticas.

El Cuerpo del Género:

Como vemos, nos hallamos en el encuentro con mujeres que se han enfrentado a múltiples transformaciones en lo que refiere al lugar de la mujer. Transformaciones a las que no pueden permanecer ajenas ¿pero cuan complicado resulta luchar contra las significaciones imaginarias sociales? tratando de imaginar una mujer diferente a la que se es…

Doble marca la de ser mujer y vieja en una sociedad en que se coloca a la mujer como bien de consumo y objeto de deseo por excelencia. En esta época posmoderna, son sobrevaloradas la juventud y la imagen corporal "perfecta" en el más puro sentido de la estética. Esto hace que no concuerde el ideal de cuerpo impuesto socialmente (joven, esbelto y bronceado) con un cuerpo real y que denota el paso del tiempo. ¿Qué sentimientos puede despertar el hecho de no coincidir con este ideal impuesto de mujer?

Veamos lo que decía Mariela de 65 años en una sesión en que su estado de ánimo estaba marcado por un sentimiento de profunda tristeza:

"… Yo no me siento bien, a veces miro una foto mía de hace años y pienso "quiero volver a ser esa de la foto…más joven…"

P- Y que tenía esa de la foto que Ud. quiere volver a ser?

C- Alegría, juventud, era más feliz…

No se hace difícil inferir que todo esto lleva a que se generen sentimientos de vergüenza y baja autoestima convirtiéndose dichos sentimientos, junto a otros avatares biográficos, en obstáculo para sentirse conforme consigo misma y con su vida.

Otra arista para este análisis tomará el sentido que plantea Burín M, (2002) haciendo referencia a como la cultura patriarcal ha dejado marcas en los modelos dominantes de identificación para las mujeres, organizando la feminidad en torno a la fertilidad y la maternidad.

El Cuerpo Erótico:

¿Qué pasa entonces cuando nos encontramos ante cuerpos que delatan con sus marcas el pasaje del tiempo?, ¿ante un cuerpo de mujer vieja a la que se le niega la capacidad de desear? La cultura ha establecido que la mujer renuncie a sí misma y actúe respondiendo a las necesidades del hombre:

"…porque con mis dos maridos anteriores yo solo cumplía, (refiriéndose a las relaciones sexuales) era como marcar tarjeta en un trabajo", (decía Mariela de 65 años en una sesión en la que trabajábamos su sexualidad.)

En otra sesión agregaba: "(…) es como con las relaciones sexuales, es cuando él quiere! (Anoto: lo dice enojada) y con mis otros maridos también…"

El hombre es traído aquí como "el adversario poderoso y autoritario", el que tiene el poder para decidir cuando se tienen las relaciones sexuales. Anoto como les dije antes que esto último lo dice enojada, pero ¿Qué es lo que hace que el enojo y la insatisfacción no sean suficientes para cambiar la situación y permitir que la misma se repita con todas sus parejas?

El cuerpo femenino ha sido representado a lo largo de la historia como una celda natural y cultural, se asemeja a una fortaleza inexpugnable de la que aún hoy no puede liberarse totalmente. Cuesta romper con las concepciones de las que se es prisionera

"… me estaba esperando, se le ocurrió justo la noche que estaban mis hijos en casa, que a mí no me gusta tener sexo cuando están ellos (…) prefiero liberarme, pero fue fallido" (Mariela, 65 años).

Que la escuchen sus hijos, o tal vez escucharse ella misma disfrutando de su cuerpo, es un impensado en la subjetividad de esta mujer. Hay una "decencia y pudor adheridos" a este cuerpo que lo censura, lo limita, lo llena de culpa y vergüenza. Ser vieja no es compatible con la persistencia del cuerpo erótico, de la sexualidad como algo bueno y disfrutable. Hay lugar para esto a lo sumo en la intimidad de un dormitorio, de una casa en la que no estén los hijos presentes, ¿En qué pliegues de esa subjetividad femenina se "disimulará" el erotismo?

El cuerpo de la mujer – madre parece en ocasiones subsumir al cuerpo erótico, no dejando lugar para el mismo, pareciera que en los pliegues de esta subjetividad femenina no hubiera lugar para ambos cuerpos a la vez…

Según Fernández, A.M. (1993), nuestra sociedad organiza el universo de significaciones en relación con la maternidad alrededor de la idea mujer = madre, la maternidad es la función de la mujer y a través de ella la mujer alcanza su realización y adultez. Esta idea central organiza el conjunto de prescripciones que legalizan las diferentes acciones en el concebir, parir y criar la descendencia; ¿pero esta significación es tan fuerte y arraigada al punto que habilita a ser madre en cualquier situación?

Pareciera que así es…

"la relación con mi primer esposo, el padre de mis hijos fue muy conflictiva…no había paz nunca, habían agresiones verbales e insultos todo el tiempo (…) y de las otras también, fueron 4 veces que hubo agresiones físicas…" (Mariela, 65 años)

"Toda violencia simbólica procede de una violencia física, de un intento de capturar para siempre lo vivo en un discurso, en un lenguaje, de un intento de aquietar el cuerpo real en una estructura. En el abandono de ese estado "primitivo", sin significados, se produce el corte en el cual el cuerpo es , de algún modo, violentado, al ser sometido a unas imposiciones de unos significados, al funcionar allí y desde allí, sólo escapando a ello en la inquietante e infinita nocturnidad en la que vive aquello que resiste. El cuerpo no significa nada para nadie, hasta que significa algo para alguien" (Rodríguez R, 2007: 22).

A continuación la misma paciente expresa:

(…) él no quería tener hijos, pero yo le hice trampas y quedé embarazada, le decía que tomaba pastillas y no las tomaba…"

…"tener a mis hijos fue lo mejor que me pasó (… ) creo que con sus hijos uno tiene que ser madre y amiga…". (Mariela, 65 años)

Pero que ocurre cuando lo que debería ser no es y una mujer que fue educada para ser mujer- madre se ve enfrentada a la situación de salir del espacio privado que le fue asignado para cumplir a la vez con tareas del espacio público propio de los hombres?

Durante varios siglos las mujeres y los hombres formaron un "contrato social" basado en la división sexual del trabajo, contrato que separaba dos mundos. Ana María Fernández expresa en "La Mujer de la Ilusión" (1996), que en la época de la Modernidad se redefine lo que se denomina "espacio público" y "espacio privado", lo que originará nuevas formas de producir subjetividades. El primero será el espacio del hombre, regido por la forma jurídica administrativa, contrato entre el hombre y el Estado. Desde allí se formará, entre la clase burguesa, tutelada por el padre y el marido, el medio privado doméstico de las mujeres en sus roles de esposa y madre.

El mundo público se forma, de esta manera, en base a saberes racionalizados y ejercidos en forma exclusiva por el hombre. El mundo privado de saberes empíricos, donde cunden las emociones, es ejercido por mujeres a cambio de amor, y sin remuneración económica alguna.

De esta manera según Fernández A. M (1996), lenguaje, dinero y poder, serán propios de lo masculino, mientras que los atributos femeninos se desarrollan en un mundo privado, subordinado y definido como marginal.

Ahora escuchemos a esta paciente:

…"mi esposo vivía con nosotros y trabajaba como enfermero, pero nunca se preocupaba por sus hijos, como a él le gustaba el trago (…) pero para mí no había nada, cuando yo le pedía nunca tenía, me t enía que hacer cargo yo de todo!".

"La relación con mis hijos nunca fue muy buena, ahora que están grandes creo que es un poco mejor, pero nunca fue muy buena! ( esto lo dice con tristeza) y eso fue por mi culpa, porque yo trabajé mucho, me dedicaba solo a trabajar para que no les faltara nada y por eso no tuve una buena comunicación con ellos"… (Carolina 62ños)

Ella tuvo que salir a hacerse cargo de lo que el hombre de la casa no se hacía cargo a pesar de corresponderle por inmanencia en el "contrato social". Esto la llevó a ocupar un lugar que no estaba asignado para ella, desde el imaginario social, un lugar que tal vez en su identidad de mujer era impensado, el lugar público del trabajo, esto le generó un fuerte sentimiento de culpa, porque a pesar de que trabajaba "para que no les faltara nada" considera que por salir a trabajar no logró tener una buena comunicación con sus hijos, lo que automáticamente la coloca en el lugar de una mala madre por no haber estado en su casa cuidando de ellos.

Vemos cuán difícil se hace para una mujer escapar a esas significaciones imaginarias que instituyen realidad y producen subjetividad, por eso en esta conceptualización adhiero a lo planteado por Fernández A. M (1996) expresando que las subjetividades respecto a la maternidad no sólo están dadas por aspectos inconscientes estudiados por el psicoanálisis, sino que responden a fuerzas sociales que operan en la subjetividad de las mujeres y que se pueden ver a través de lo que ella denomina "mitos sociales" de la maternidad. Estas producciones de sentido se despliegan a través del discurso, produciendo mitos a nivel del imaginario social que regularan lo permitido y lo prohibido en el proceder de los individuos. Esto va operando en la formación de un ideal de Mujer asociado a la maternidad como pieza fundamental de dicha identidad.

EL Cuerpo Alienado:

…"yo trabajé mucho, me dedicaba solo a trabajar" (dentro y fuera de su casa). …"Además yo era esclava del mi casa, del orden y de la limpieza!

"En noviembre de ese mismo año (se refiere al año que nació su primer hijo) conseguí yo mi primer trabajo que fue en la barraca de Lanas, cueros y afines (…) Ahí empecé a comprar de todo para mi casa y para mis hijos. (…) vestí la casa y después empecé a pagarles una escuela a mis hijos".

"…todas mis hermanas que se vinieron vivieron en casa. Con la más chica pusimos un negocio, un kiosco, yo compraba las cosas y ella lo atendía porque como yo trabajaba en otro lado no me daba el tiempo, hasta que se fue para Buenos Aires…" (Carolina, 62 años)

Estas palabras de Carolina que aquí transcribo son las que me llevaron a pensar en el cuerpo alienado, en la alienación del mismo por el trabajo.

Dice Bernard "En el trabajo se produce sublimación en la medida en que el cuerpo ya no es una esfera de placer autónomo, sino un instrumento o herramienta de producción (…). Así el cuerpo queda deserotizado, alienado y al servicio del rendimiento industrial o, en última instancia, al servicio de los intereses de la sociedad capitalista". (1980:18). Pienso en el concepto de alienación en el sentido Hegeliano y Marxista del mismo. Si bien para dichos autores existen diferencias en cuanto a este concepto, para ambos también tiene un significado común: sujeto alienado es el sujeto perdiendo su propio ser, convirtiéndose en algo contrario a su propia esencia. 5

Podemos apreciar que esta paciente sentía cuando hicimos el planteo anterior culpa por no haber sido una "buena madre", adjudicando esta situación a su ausencia del hogar debido sus horas de trabajo. Podemos ver acá el peso de las significaciones sociales que la llevan a "perder" entonces su esencia de mujer (madre), tomando un lugar que sería el contrario a ésta esencia, el lugar masculino en contacto con lo público y haciéndose cargo de llevar el alimento al hogar.

Nuevamente parece ser que el cuerpo sacrificado vuelve a ser el cuerpo erótico, esta vez quedando al servicio del sistema de producción que regula nuestra sociedad y cultura. Ya lo planteó Freud en su texto "El Malestar de la Cultura" sobre la tendencia de ésta a restringir la vida sexual: "Ya sabemos que la cultura obedece al imperio de la necesidad psíquica económica, pues se ve obligada a sustraer a la sexualidad gran parte de la energía psíquica que necesita para su propio consumo. Al hacerlo adopta frente a la sexualidad una conducta idéntica a la de un pueblo o una clase social que haya logrado someter a otra a explotación" (Freud, 1930)

 

El Cuerpo Doliente:

Podemos decir que las diferentes culturas tienen formas muy distintas de apreciar lo que es el dolor y el sufrimiento, así como es diferente el lugar que al mismo se le otorga. Por lo tanto la cualidad del mismo tiene un innegable componente subjetivo, que está marcado desde cuestiones éticas, religiosas, de género, sanitarias, etc.

Mi intención al proponer esta categoría de cuerpo doliente6 no es otra que la de encontrar un punto de unión, para/entre estos cuerpos múltiples sobre los que he venido desarrollando mi análisis, en el sentido de que sería este cuerpo doliente el que trae al consultante con su sufrimiento a pedir ayuda en el espacio de psicoterapia, donde después se permite desplegarse a través de la palabra, en los diferentes cuerpos analizados.

Sabemos además que el presente análisis muestra solamente "algunos" de todos los cuerpos posibles y pasibles de análisis que un terapeuta podría encontrarse trabajando en psicoterapia con viejos. Pudiendo afirmar asimismo que los cuerpos aquí desglosados son los que se manifestaron con más fuerza, los que se hicieron más visibles en el trabajo psicoterapéutico con estas mujeres. Quedan por supuesto cuerpos que fueron atrapados por la invisibilidad del encuentro.

A modo de cierre:

Podríamos decir de alguna manera que existe una innegable relación cuerpo-subjetividad-cultura que es vivida naturalmente. Así se van construyendo numerosas y determinadas producciones simbólicas, imaginarios, respecto a los cuerpos que pasan a formar parte de la identidad de los sujetos. De esta forma se irán moldeando como parte de esta identidad diferentes formas de sentir de los cuerpos, que en definitiva habilitarán y darán permiso "para existir" a algunos cuerpos, y rechazarán y limitarán a otros.

Quisiera resaltar la importancia que cobran las conceptualizaciones que tomara como relevantes a la hora de analizar estos cuerpos con sus posibilidades y límites; algunas de ellas fueron: las construcciones y representaciones de género, ya que las mismas "se construyen y reproducen en instituciones sociales como la familia" (Pérez, 2007:73).

Lograr las posibilidades de cuerpos más erotizados, que den lugar al deseo en un sentido más sensual y estético y no solo por la senda del sufrimiento, pasaría entre otros factores porque nuestra intervención pueda hacer visible y producir cambios en estas significaciones sociales antes nombradas y analizadas.

A partir de lo trabajado en estas páginas queda planteado entonces "el desafío de habilitar y producir nuevos cuerpos, como forma de producir un mejor envejecer" (Pérez, 2007:74). A eso apostamos desde nuestro quehacer como psicoterapeutas.

Referencias Bibliográficas:

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Freud S ([1930] 1990) "El Malestar en la Cultura". Obras completas, Tomo XXI. Buenos Aires: Amorrortu

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Najmanovich, D. (2005) El juego de los vínculos. Subjetividad y redes: figuras en mutación. Buenos Aires: Biblos.

Pérez Fernández R. (Comp., 2007) Cuerpo y Subjetividad en la Sociedad Contemporánea Montevideo: Psicolibros Universitario.

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Salvarezza, L. (Comp., 1998) La Vejez. Una mirada gerontológica actual. Bs. As.: Paidós.

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