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Número Aniversario (10 años!!) - Noviembre 2008

La reminiscencia en el Tiempo

Graciela Zarebski
zarebski.graciela@maimonides.edu

INTRODUCCIÓN

Cuando, en la década de los ochenta, nos formábamos en Gerontología un concepto central, junto con la teoría del desapego y el ¨viejismo¨, era el de reminiscencia. A partir de los estudios de Butler y las investigaciones de Mc Mahon y Rhudick (1), este concepto resultó clave para favorecer el envejecimiento normal, diferenciado del de nostalgia como su par opuesto, en un contexto histórico en el cual recién comenzábamos a vislumbrar las posibilidades del trabajo preventivo, ya que descubríamos que no todo envejecimiento era patológico y buscábamos las claves que nos permitieran diferenciar una modalidad de envejecimiento de otro.

Si bien siempre adherí a sus cualidades como factor de sostén de la identidad, en tanto que favorece la resignificación en el proceso de revisión de vida y estimula la elaboración de los duelos, desde un principio me surgieron reparos respecto al excesivo acento que se ponía en este concepto como paradigma de un envejecer normal, a tal punto de ser utilizado como eje del proceso psicoterapéutico en la vejez.

Hoy en día, pasados más de veinte años y, con motivo de estos diez que celebramos de esta felíz ocurrencia de Virginia Viguera de crear una revista Virtual de Psicogerontología - que tanto viene favoreciendo el avance de este campo interdisciplinario atinente a la salud mental en el envejecimiento - me parece una buena ocasión para utilizar justamente la reminiscencia y la revisión, en este caso conceptual, y sintetizar los diversos análisis que fui haciendo de la reminiscencia en mis escritos.

Desde los desarrollos actuales, en que pretendemos nutrir a la Psicogerontología desde una concepción integral y dinámica, asentada en el paradigma de la complejidad, puedo concluir que los conceptos predominantes de los ´ 80 respondían al enfoque simplista en Gerontología, desde el que intentaba definir, simplemente mediante un modo de recordar, un proceso de envejecimiento que sólo se puede entender en su complejidad.

DESARROLLO

Desde mi primer libro en la década de los ´80: Lectura Teórico-Cómica de la Vejez¨ (2) decía que: ¨ cuando las condiciones emocionales permiten sobrellevar un envejecimiento normal (registrar cimbronazos que no lleg an a ser cataclismos), se produce un incremento de la interioridad que promueve como efecto la propensión a las ¨ remin iscencias ¨, las cuales, en su c ondición de eslabo nes entre el pa sado y el presente, dan cuenta de lo que sostengo es un momento privilegiado de apertura y de facilitació n al abordaje t erapéutico. Aquellos viejos que pueden hacer uso de la reminiscencia, encuentran en ella el recurso terapéutico propio que reafirma su autoestima y les perm ite transitar y elaborar en paz consigo mismo esta etapa.¨

Pero ya destacaba en ese texto una mención que hacía Freud en ¨El Chiste y su relación con lo inconsciente¨ (3) en el cual, si bien no mencionaba el tema de la vejez o de lo s viejos como una de las fuentes habituales de lo cómico, transcribía un chiste para ejemplificar la técnica de cond ensación con formación de una palabra mixta:

¨ El escritor ingl és De Q uincey – relata Brill – esc ribe en una ocasión que los ancianos suelen caer con frecuencia en el ´ anecdotage ´. Esta palabra es una formación mixta de o tras dos, coincidentes en parte: anecdote y dotage (charlar puer il) ¨.

Lo notable de esta formación sustitutiva que cita Freud es que condensa – como se suele hacer habitualmente – normalidad y patología. Es decir, confunde la tendencia – común en el envejecimiento normal – a la reminiscencia, definida como ¨ hábito de pensar en las propias experiencias pasadas o relatarlas ¨ con una manifestación patológica, c omo es la puerilidad, es decir, la regresión en la vejez.

En este chiste destaca Freud un pasaje sutil que se produce de la normalidad a la patología, como un modo de estar infiltrada la reminiscencia por la regresión. En esta etapa ya estaba yo atenta a detectar de qué modo y por qué circunstancias, a veces se produce este pasaje, que hace que un viejo, en principio reminiscente, termine volviéndose nostálgico, lo cual me hacía desconfiar de tomar sólo este modo de recordar como parámetro definitorio de un envejecer normal.

Algunos casos que lo ejemplifican

A través de algunos casos fui analizando cómo, lo que en principio era rememo ración de una historia, reconstrucción imaginaria, de repente se v eía interrumpida pues, por algún motivo, aparecía algún elemento nostalgioso que irrumpía cortando la continuidad del relato.

Veía que la conflictiva en juego ponía un límite a la tendencia a la rem iniscencia y que ésta se sostenía en la medida d e la posibilidad del sujeto de mantener activo su deseo. Si esto no sucede, si no h ay condiciones internas – externas para ¨seguir en carrera¨ de alguna u otra manera, la reminiscencia se irá tornando en nostalgia.

Mi conclusión entonces, es que debemos ser cautos en tomar a la tendencia a la reminiscencia o a la nostalgia, de por sí, como indicadores-diagnóstico del envejecimiento normal o patológico de un su jeto. En tanto modalidades del recuerdo, forman parte del campo narcisístico y éste, en su valor imaginario, nunca funciona solo, funciona en una persona deseante.

Interesa destacar, por lo tanto, que hay que e scuchar la calidad d e la reminiscencia, es decir, en qué discurso se articula, en qué posición del su jeto respecto a los ideales, al deseo, para entender, en muchos ca sos, la dinámica de su transfor mación en nostalgia.

La reminiscencia sería efecto del cotejo entre los ideales del Yo y el Yo–Ideal, los ideales de la cultura y el Yo como r ealizado, si partim os de que el circuito del Ideal del Yo es el que regula el funcionamiento de la red especular del Yo, constituye su mundo, el mundo de los objetos imaginarios.

Es además q uien comanda las relaciones con el semejante y qu ien guía y si túa el deseo. Si se carece de emblemas identificatorios o no se logra la sustitución por emblemas nuevos, los duelo s no se soportarán, el Yo no se sostendrá y éste será uno de los avatares po sibles en el proceso de envejecimient o – quedar arrojado al lugar de desecho - al no ser escuchado, al no lograr r econocimiento en la función de abue lo, en su funci ón social, en su condición de sujeto de deseo. O bien apelará, como alternativa, a la des-estruct uración yoica, a los emblemas identificatorios que la sociedad sí le ofrece: viejo enfermo, clase pasiva, vie jo regresivo.

Otro aspecto interesante co n respecto a la reminiscencia en la vejez es su cotejo con los ensueños ju veniles, en lo q ue se constituiría en un punto más a destacar en la – ya remarcada por diversos autor es – correspondencia entre los procesos de la adolescencia y de la senectud.

Reminiscencia – ensueño diurno

Considero que la función de la reminiscencia en la veje z se correspondería con la función del sueño diurno característico de la pre-pubertad. Participarían ambos fenómenos – en tanto e fecto del incremento de la interioridad en cada una de estas etapas – del car ácter de movimiento imaginario del de seo en direcció n a su realización (2):

¨ ... Una actividad imaginativa de particular intensidad que, manifestada primero en los juegos infantiles, domina más tarde, hacia la época pre –puber al, todo el tema de las relaciones fam iliares. Un ejemplo característico de este tipo particular de fantasías lo hallamos en el conocid o ´ en sueño di urno ´, que persiste mucho más allá de la pubertad... Examinando detenidamente estos sueños diurnos, compruébase que sirven a la realización de deseos y a la rectificación de las e xperiencias cotidianas, persiguiendo principalmente dos obje tivos: el erótico y el am bicioso, aunque tras este último suele ocultarse, también, el fin erótico. (4)

Otro carácter común sería la confluencia del presente, el pasado y el futuro en la el aboración de ambo s productos imaginarios, aunque con distinta acentuació n: el joven elabora el sueño di urno con los materiales de su infancia, a partir d e la insatisfacció n presente y realiza el deseo proyectando al futuro su imagen unif icada, idealizada, mientras que el viejo elabora su reminiscencia, que r ealiza el deseo colocando en el pasado la imagen unificada, presentificand o así y plante ando como realizado, lo que ayer fue futuro.

¨ Así, pues, el pretérito, el presente y el futuro aparecen como engarzados en el hilo del deseo, que pasa a trav és de ellos. (4)

Representa, la reminiscencia, el rescate de esos ensueños ya que , junto con los recuerdos del pasado, se retoman y se resignifican sueños e ilusiones.

Pero interesa puntualizar dos observaciones al respecto, necesarias para ubicar adecuadamente el concepto de reminiscencia: la primera, con relación al presente y la segunda, con relación al futuro.

Con respec to a la primera, si bien la r eminiscencia se asocia con una ¨ normal ¨ elaboración del envej ecimiento, no debemos olvidar que suele implicar, asimismo, insatisfacción.

¨ ... este ejercicio de la función psíquica por sí mismo cuando existen menos oportun idades para gratificaciones reales, puede explicar el placer positivo que acompaña a la reminiscencia en algunos de nuestro s sujetos... ¨(1).

Con respecto al futuro implicado en la reminiscencia, se podría decir que la misma, además de constituir, como vimos, la realización de lo que ayer fue futuro, del mismo modo, ella será posible en la medida en que el sujeto se pueda proyectar a un mañana que lo tr ascenderá.

Esto es lo que determina la importancia – para que la reminiscencia siga conservando su tonalidad afectiva placentera – que adquiere la presencia interesada de un interloc utor joven, como destinatario de la misma.

Sintetizando estas dos últimas observacio nes diré que, en la medida en que el viejo vea restringidas, cada vez más, sus posibilidades de acción en el presente o cuente, cada vez menos, con destinatarios jóvenes que rescaten su reminiscencia, se verán deterioradas las dimensiones presente y futura implicadas en la misma e irá adoptando, gradualmente, una posición nostálgica, es decir, vivirá imaginariamen te en el pasado, evadiéndose del presente e imposibilitado de proyecta rse al futuro.

¨ El Ser verdader o del Hombre es su Acción - sostiene Hegel - … pues el presente de la Acción es la realización de un proyecto de porvenir: en y por la Acción (o mejor, en tanto que Acción) el porvenir tiene una presencia real en el Ser... Ye l porvenir está realmente presente en el futuro en tanto que proyecto discursivo. (5)

Al perder su cond ición de ser dado, a través de su acción, el hombre deviene consciente de su finitud y artífice de su propia muerte.

Atchley nos dice que hay dos tipos de continuidad en el anciano, la interna y la externa. La continuidad interna es definida en relación a una estructura psicológica cimentada en recuerdos, es decir, yo establezco mi continuidad en base a lo que recuerdo de mi pasado; es nuestro bagaje de ideas y de experiencias. Son nuestras preferencias, son nuestros ideales, que son inventariados en nuestra memoria para mantener una dirección personal que es lo que nos caracterizará.

La continuidad externa, en cambio, se refiere a nuestras memorias o recuerdos de vida de relación, de nuestra participación en la sociedad, de interacción con otros seres en el ámbito en que vivimos. Acentúa nuestra idoneidad funcional y nuestras pautas de conducta social. Pero ya se trate de la variante interna o externa, la continuidad se determina por la evaluación presente que el individuo efectúa de los elementos relevantes de su pasado ¨. (Y hacia el futuro, podríamos agregar).

En una palabra y creo que esto es de sentido común: sólo podemos forjar un sentido de nuestro futuro – y el anciano forja el sentido de su futuro – mediante una reconstrucción y reelaboración incesante que efectuamos de nuestro pasado por medio de la retrospección y la reminiscencia.

Este es el punto en que la correspondencia con los sueños diurnos insiste: sabemos que en la adolescencia, si bie n constituyen un producto normal, propio del proceso de constitución de la identidad, de no haber posib ilidad de desplegar el deseo a través de la acción, de no haber inserción, reconocimiento de l joven, el proceso de ensoñación se irá haciendo patológico.

De la misma manera, la productividad, la activida d del sujeto en la vejez, será determinante para que la tendencia a la reminiscencia s e sostenga dentro de parámetros de normalidad.

En las soci edades primitivas, la reminiscencia de l os viejos implicaba de por sí, una posición productiva. Esto lo explica muy bien Simmons (1):

¨ Entre los puebl os pre - alfabetos, la memoria es la única depositaria del conocimient o, las habilidades y los rituales. Existen ejemplos ilimi tados del papel de los ancianos como custodios de la sabiduría popular... Pocas conclusiones acerca de los ancianos en las so ciedades primitivas pueden hacerse con mayor certidumbre que la que señala que, en general, se los considera como custodios del conocimiento por excelencia y com o los principales instructores de su pueblo ¨.

Era el reconocimiento social, por el rol activo y productivo que representaba la reminiscencia, lo que contribuía a reafirmar la autoestima del viejo.

Si bien los diversos autores señalan el cambio desfavorable que se produce para la identidad de los viejos en la sociedad industrializada por el desarrollo que acarrea en las comunicaciones y en la tecnología, considero conveniente revisar la conclusión a la que llegan:

¨ A veces los parientes ansiosos critica n la rem iniscencia dentro del grupo familiar, porque la consideran como un si gno de deterioro en los seres amados. Por el contrario, parecería que esta conducta debe promoverse y que deberíamos crear ocasiones para que los ancianos se ded iquen a las reminiscencias y no esperar que ésta s se adec uen a los estándares de exactitud de l os textos históricos. (1)¨

Considero que es riesgosa esta conclusión, porque no tiene en cuenta que la reminiscencia, en nuestros días, precisamente por los cambios sociales, ya no es suficiente para representar de por sí un rol productivo como lo constituyó en el p asado. Hoy en día son muchos los aportes que puede brindar un viejo a nivel social: hasta avanzada edad un viejo puede estar integrado y ser partícipe de todo tipo de emprendimiento, acciones solidarias, comunitarias, de aprendizaje, incluso de sostén familiar.

Si bien se la debe rescatar a al reminiscencia y promov er en su valor afectivo, deberíamos promover, a la par, la conservación del rol productivo a otros niveles, en términos de actividad, ya que, como contrapartida, el incremento de la lo ngevidad y la mejor calidad de vida en la sociedad actual, sí lo permitiría.

Poner actualmente el acento en el rescate de la reminiscencia, por el valor que tuvo en las sociedades primitivas, es reducir a los viejos de hoy a una posición reminiscente, que restringir ía sus reales posibilidades como sujetos deseantes y creativos. Avalaría la tendencia d e nuestro sistema social actual a radiarlos tempra namente del sistema productivo.

Sería un m odo de fomentar el incremento de la interioridad, la vida de ensueños y, por ende, tarde o temprano, la nostalgia.

Otra cosa es el reconocimiento de la remi niscencia con un v alor de producción creativa, de lo cual tenemos excelentes ejemplos en nues tro medio (6), ya que se trata de promov erla como fuente de inspiración, en ara s de la elab oración literaria, es decir, sublimatoria, o de la reconstrucción histórica, como legado para las nuevas generaciones, en un contexto compar tido de pares y con finalidad productiva.

CONCLUSIONES

Como síntesis, entonces, de lo expuesto con relación a la reminiscencia en la vejez, cabe tener presentes las siguientes c onsideraciones:

Al cabo de estas décadas de trabajo psicogerontológico hemos compr obado que no es sólo la reminiscencia o la nostalgia lo que definen un envejecer como normal o patológico. Vimos que, evidentemente, el envejecimiento implica algo mucho más complejo que un modo de recordar, éste es un elemento más dentro de un modo de funcionamiento psíquico que, a lo largo del curso de la vida y a partir de la calidad del narcisismo, irá condicionando los vínculos o el aislamiento, los efectos psicosomáticos, la realización personal o el estancamiento.

El ¨ Tiempo¨ pasa para todos, incluso para los conceptos psicogerontológicos, los cuales deberemos estar en condiciones de revisar… si nuestro propio narcisismo lo permite.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Mc Mahon, A. Rhudick, P. (1967) ¨ La reminiscencia en la vejez ¨ , en: Psychodynamic studies of aging, International Universities P ress. N. Y.

Zarebski G. (1990) Lectura teórico-cómica de la vejez. Ed. Tekné. Bs.As.

Freud, S. (1905) El Chiste y su Relación con lo Inconsciente. T. III, Obras Completas, Biblioteca Nueva, Madrid.

Freud, S. (1907) ¨ El Poeta y los Sueños Diurnos ¨, Obras Completas, T. IV, Biblioteca Nueva, Madrid.

Kojeve, A. (1987) La Idea de la Muerte en Hegel. Pág. 59, Leviatán, Bs. As.

Viguera, V. (1999) ¨La reminiscencia: soporte de identidad en el adulto mayor¨. Rev. Virtual Tiempo Nº 3, sept. 1999.

Viguera, V. (2001) ¨Programa de Estimulación de Memoria y Remi niscencia¨. Nº 7 y 8, julio y agosto 2001

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