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Número Aniversario (10 años!!) - Noviembre 2008

El amor propio (Selbstgefühl, sentimiento de sí, autoestima)
En el sujeto humano en general y en el adulto mayor en particular.

Manfredo Teicher
fredi@fibertel.com.ar
www.manfredoteicher.com.ar

I -- La Hipótesis central de una Teoría Vincular del Narcisismo es que El Narcisismo es una pulsión, núcleo central de nuestra condición humana, que nos acompaña toda la vida, para bien y para mal.

Coincido con Hegel en que el reconocimiento posi-tivo de un objeto significativo, al satisfacer una Necesidad Narcisista Primordial (NNP) calma la ansiedad a la que nos condena la existencia: el miedo de ser un objeto inútil, descartable. Un sujeto depende de otro/s significativo/s para que confirmen su identidad como SER. "Yo soy alguien gracias a ti. Sin ti, nada soy."

Es la raíz de toda conducta social del animal humano. A su vez, motiva que consciente o inconscientemente, en la realidad o en la fantasía, posea siempre en su psiquismo el modelo de un vínculo objetal, lo que descarta, por imposible, alguna etapa (o momento) anobjetal. En 1921, Freud coincide:

"En la vida anímica individual aparece in-tegrado siem-pre efectivamente 'el otro' como modelo, objeto, auxiliar o adversario, y de este modo la psicología indivi-dual es al mismo tiempo y desde el principio, psicología social." 1

Y agrega en el "Malestar en la Cultura":

" No debe menospreciarse la ventaja que brinda un círculo cultural más pequeño: ofrecer un escape a la pulsión en la hostilización a los extraños. Siempre es posible ligar en el amor 2 [] a una multitud mayor de seres humanos, con tal que otros queden fuera para manifestarles la agresión… Le di el nombre de «narcisismo de las pequeñas diferencias» que no aclara mucho las cosas. 3"

El narcisismo individual, al diluirse en el grupo de pertenencia, fortalece e incrementa la autoestima de sus miembros. "Pertenecer, tiene sus ventajas" Para pertenecer, para ser aceptado y respetado por el grupo, se debe aceptar y defender el código grupal, aunque esté en contradicción con valores éticos personales, que se deberán ocultar. Y dentro del grupo, hay que cuidar muy bien con quién aliarse y de quién alejarse. Deberíamos preguntarnos si no tiene el mismo poder gratificante para el Narcisismo el delirio megalómano de la raza superior como la del pueblo elegido. Un delirio que posiblemente subyace en el fondo de todo grupo de pertenencia. ¿Estará también en el "ser de Boca", o "de River", o de "Racing"?

Freud señala en "El Porvenir De Una Ilusión":

"la satisfacción que el ideal dispensa a los miembros de la cultura es de naturaleza narcisista, [ ] esa satisfacción necesita de la comparación con otras culturas [ ] cada cultura se arroga el derecho a menospreciar a las otras. [ ] No sólo las clases privilegiadas, que gozan de sus beneficios; también los oprimidos pueden participar de ella, [ ] Se es, sí, un plebeyo miserable, agobiado por las deudas y las prestaciones militares; pero, a cambio, se es un romano que participa en la tarea de sojuzgar a otras naciones y dictarles sus leyes. "

El uso que Freud hace aquí del concepto Narcisismo, en ningún momento abandona personas y cosas del mundo exterior.4

Satisfacer la Necesidad Narcisista Primordial (NNP) implica, en el mágico mundo de la fantasía, que el otro que me ama a mí está pen-diente de mis necesidades y deseos para satisfacerlos. Su amor hacia mí es un al-truismo incondicional que quiere satisfacer todos mis ca prichos. Este reconocimiento positivo incondicional, es El Deseo de la es-tructura narcisista sin control.

Y para colmo de males los de-más pretenden lo mismo que uno. Pero, como normalmente (¿?) El Deseo está reprimido en el Inconsciente, los mecanismos de defensa (negación, proyección, racionalización) fácilmente ocultan esta realidad. Sí, la hipocresía es conveniente y necesaria. Y, "Es más fácil ver la paja en el ojo ajeno, que la viga en el propio" -

El nacimiento interrumpe un vínculo donde la respuesta automática del organismo materno atiende las necesidades del nuevo ser. A partir de ese instante el otro necesitado deberá ser convocado por un ser cuya indefensión es extrema, lo que implica una dependencia máxima. El mito de la expulsión del paraíso ilustra el aspecto negativo, resignificando de este modo la experiencia de frustración que no tarda en presentarse: el hambre, la espera o cualquier otra incomodidad. Mientras el poder de convocatoria es instrumentado por una conducta más o menos cercana al odio, la ausencia o el maltrato del otro (no interpretar adecuadamente las necesidades del bebé) reaviva en el bebé el temor de ser un objeto inútil, descartable.

La socialización consiste en educar, poder resignarse a compartir, a ser solidario. Esta educación es la elaboración del Complejo de Edipo.

La autoestima es la medida en que el narcisismo se siente gratificado y es un importante parámetro en el camino de la salud mental. Esta medida, modulada por las series complementarias, se convierte en el patrón de la confianza y la seguridad del sujeto en sí mismo y en los demás.

Para la salud mental, la autoestima debe tener determinada magnitud. Es impres-cindible obtener determinada cantidad de gratificaciones narcisistas, reconocimientos positivos del objeto significativo y del grupo de pares.

El aumento de la autoestima es la meta de las sublimaciones.

Al disminuir la autoestima, al ser despreciado, reconocido negativamente, tal frustración disminuye la confianza, generando ansiedad y odio. Si el odio supera la barrera del miedo, suele presentarse la violencia destructiva, la pérdida del control del Narcisismo perverso infantil, prepotente e intolerante. En cambio, si el miedo inhibe moderadamente la hostilidad, puede impulsar cambios positivos en la conducta.

Acentuando la importancia de la respuesta del otro semejante se resalta la dependencia del sujeto para man-tener un salu-dable nivel de autoestima. Sin embargo es el complejo de castración el motor de la elaboración del Complejo de Edipo. Sin miedo, no hay educación posible.

En pedagogía, estamos entre dos extremos: Schreber y Spock. Demasiada represión, o demasiada lenidad.

La indefensión y el desamparo con que la criatura humana comienza su vida es suficiente motivación para que ésta nece-site experi-mentar un vínculo que confirme un modelo de gratificación narcisista omnipotente con algún otro semejante. Esta experiencia gratificante va creando en el sujeto una confianza básica. Su falta (si la criatura sobrevive) alienta una lamentable desconfianza frente a la vida, es decir, una debilidad yoica difícil de superar.

Una vez que el narcisismo se afirma por medio de estas experiencias vinculares, se impone el aprendizaje de su control. Frenar la pretensión de obtener el amor incondicional de los otros. El narcisismo ávido de poder sobre los otros, debe convertirse en uno que respete el narcisismo ajeno, aprendiendo a sublimar para una convivencia imprescindible.

El proceso de socialización de la criatura humana es la elaboración del complejo de Edipo: reprimir impulsos hostiles antisociales prohibidos y someterse a las normas. Apren-der a buscar la satisfacción de la NNP en el camino del respeto mutuo.

Mientras un narcisismo sublimado se somete a alguna sistematización del principio de realidad, intentando encausarse en el camino del respeto mutuo; el narcisismo perverso intenta la vigencia de un principio de placer imposible con el desprecio y el sometimiento del otro necesitado.

Dos metas de un conflicto que da como resultado dialéctico nuestra conducta cotidiana. 5

La instauración de la represión, lejos de lograr la anulación de esos impulsos, impide solamente a través de un constante gasto de energía su acceso a la conciencia. Intenta evitar así su acceso a la motili-dad, lo que normalmente logra. Pero esta frá-gil normalidad, no está exenta de sufrir procesos regresivos, que fortalecen esos impulsos y debilitan la capacidad yoica de frenarlos.

Aún normalmente, en la socialización del sujeto se internalizan ciertas "licencias" en el Ideal del Yo que permite ac-titudes perver-sas con algunos otros. Conductas cuya auto percepción puede resultar dolorosa, se ocultan bajo groseras o sutiles defensas que la inteligencia humana pone a su disposición: la nega-ción, la desmentida, la proyección y la racionalización. Estos mecanismos, posibles gracias a la autosugestión, disminuyen la ansiedad. 6

El grado de fortaleza yoica que el sujeto pueda lograr dependerá de las series complementarias. Este grado de fortaleza posibilita la sublimación mientras espera de los otros el mismo tipo de respuesta. Aún así, no hay identidad lo suficiente-mente fuerte como para resistir indefinidamente esa espera. Si la respuesta social positiva no llega, sea del grupo de pares o del ob-jeto significativo, la frustración, tarde o temprano, va a disminuir la autoestima y fortalecer los impulsos prohibidos. También las series complementarias determinarán la medida subjetiva, ya que es imposible objetivarlo, de la respuesta positiva que se espera y el límite que la separa de la sensación de rechazo, o sea, de la respuesta negativa.

El miedo al rechazo, al desprecio, a la marginación y a la soledad son los aspectos más temidos del complejo de castración. Si el sujeto percibe que lo temido ha sucedido, si se siente rechazado o despreciado, lo reprimido fuerza su retorno con todo su poder destructivo intentando reflotar una autoestima disminuida por la frustración.

Esquematizando, en la vida anímica encontramos:

La lucha dialéctica de estas fuerzas contrarias da como resultado la conducta del sujeto, en el cual un Ello anti-social alberga el caballo que deja cabalgar el Yo social consciente, empecinándose en llevar a éste por los caminos elegi-dos por aquél.

La Sublimación intentará modular el narcisismo mediante el respeto por el otro, convirtiendo un narcisismo perverso que desprecia al otro, en un narcisismo sublimado que respeta al narcisismo ajeno. Pero ambos aspectos del Narcisismo buscan el reconocimiento positivo del objeto significativo.

Al elaborar el Complejo de Edipo un sujeto internaliza los valores éticos que la cultura de su grupo de pertenencia entiende por "portarse bien" (sublimar) y por "portarse mal" (perversión).

La sublimación, su respuesta positiva (la valoración social consecuente) y el incremento de la autoestima que esta res-puesta produce, son tres factores que componen una escala privilegiada en la vida social de la criatura humana.

La demora de la respuesta será tanto más soportable cuanto más sólida es la confianza y la autoestima; en otras palabras, si las series complementarias han permitido aprender a esperar y disfrutar de una respuesta amable posible del otro y ha desvanecido ilusiones impo-sibles. En esto consiste la fuerza del Yo.

La fortaleza yoica enfrenta un serio examen: realizar el esfuerzo (porque sublimar es un esfuerzo) reprimir el perverso deseo de someter al otro, esperar el resultado y disfrutar de una realidad po-sible, renun-ciando a sueños imposibles.

Evitar el retorno de lo reprimido no es fácil. La hostilidad destructiva siempre se encuentra agazapada, esperando la debilidad de las contracargas yoicas para actuar.

El esfuerzo que implica modular la estructura narcisista con la preocupación y el respeto hacia el otro, espera su respuesta.

El Principio de Placer (ya, todo) no contempla esfuerzo alguno. La criatura humana tampoco se somete fácilmente al Principio de Realidad (postergar, renunciar) por más que su vigencia es una exigencia de la pulsión de auto conservación.

La necesidad de convivir en sociedad con otros semejantes, impuso la sublimación sistematizando al Principio de Realidad.

Siendo la meta de la sublimación el reconocimiento positivo del objeto significativo, reprimiendo el deseo de someterlo para imponerle ese reconocimiento y, siendo el ser deseado como objeto sexual, un reconocimiento muy anhelado, no hay sublimación sin represión y tampoco la sublimación está desexualizada.

Un Deseo Infantil Jamás Abandonado

El terror al rechazo, presente en toda criatura humana, crea la ilusión de encontrar una garantía contra esa posibili-dad: poder conquistar a los otros cuando, dónde y como uno quiera. Lograr el poder de Narciso. Adquirir todos los atri-butos que fascine a los otros y vencer a los posibles competidores. Entonces poder elegir, po-der aceptar o rechazar. Proyectar la dependencia: son ellos los que necesitan al sujeto.

La indefensión de la criatura frente a la realidad y su dependencia de los otros son frustraciones que así como impul-san el desarro-llo, alimentan impulsos destructivos o ilusiones que tergi-versan la posibili-dad de una convivencia armó-nica.

Como no se puede prescindir del otro pero es difícil convivir con él, se hace presente la ilusión de la autosuficiencia omnipotente e imposible. También se genera una susceptibilidad paranoide que lleva a una competencia narcisista despiadada: ¿quién es más valioso? ¿quién tiene más poder? ¿quién es el único que merece el reconocimiento incondicional de los objetos significativos? Quién merece más derechos y quién tiene más deberes. En lo manifiesto, disposición amable de pre-ocupación y respeto por el otro; en lo latente, oculto y disfrazado, el deseo de dominio, de ser el único, el mejor, el más grande, etc, etc, etc.

Ambas facetas son aspectos de la estructura narcisista: lo manifiesto, la estructura modulada por el Yo social consciente; lo latente, el producto del Ello prepotente.

El enamorado confía en que el objeto de su amor dará la respuesta positiva esperada y no tomará las muestras de sumisión, respeto y cariño como señales de debilidad, para aprovecharse de ellas, sometiéndolo. Sospecha que fácilmente invade a las parejas tras un tiempo. Justificada entonces la lucha por el poder, la competencia narcisista puede dar rienda suelta al genio creador del sadismo de los participantes. Mientras que la descarga de hostilidad es placentera, la sublimación es un esfuerzo.

La convivencia es difícil porque la presión del narcisismo infantil perverso, arrogante y s oberbio tiende a aprovecharse del otro en cuanto las circunstancias lo permi ten, colocando en inferioridad de condiciones al que se entrega confiado. Lo que convierte a la desconfianza en una actitud lógica y conveniente.

En el lenguaje analógico (la comunicación pre- y para-verbal) se manifiesta con mayor o menor intensidad el deseo infantil narcisista nunca abandonado, permi-tiendo así por esta vía el acceso al Inconscien te.

El deseo infantil, el mismo socio capitalista del sueño, es la preten sión de que el otro debe estar a mi dispo-sición en forma incondicional. Este deseo presiona desde el Ello burlando, cuando puede, el control de la conciencia.

A través del lenguaje analógico transmi-timos el deseo al receptor (interlocutor) que desempeñe tal o cual rol en el vínculo, reconociéndolo como amigo, enemigo, amante, hermano, padre, amo, esclavo, etc. El otro lo puede aceptar o rechazar. Al mismo tiempo, el receptor también actúa de emisor proponiendo su deseo, produciéndose una "lucha por el poder": quién consigue imponer al otro su definición de sí y del otro, de cómo el sujeto pretende que el otro gratifique su estructura narcisista en ese momento.

Cuando la ansiedad que ese juego despierta eleva un poco la eutimia, lo convierte en un agradable deporte, pero en determinadas circunstancias el miedo al rechazo y a la mar-ginación (significantes privilegiados del complejo de castración) pueden aumentar la intensidad del juego convirtiendo la lucha por el poder 7 en un cruel campo de batalla. El círculo vicioso de hostilidad-ansiedad conduce a sus víctimas a un agotador infierno del cual difícilmente conocen las causas, mientras vanos intentos racionalizadores hunden más profundamente el problema.

En 1921, en "Psicología de las masas y análisis del Yo ", Freud señala:

" toda relación afectiva íntima y prolongada entre dos personas -matrimonio, amistad, relaciones entre padres e hijos- contiene un sedimento de sentimientos de desautorización y de hostilidad que sólo en virtud de la represión 8 no es percibido. [ ] Y esto mismo acontece cuando los hombres se reúnen en unidades mayores. [ ] Pueblos emparentados se repelen, Y cuando las diferencias son mayores, no nos asombra que el resultado sea una aversión difícil de superar: [ ] los arios contra los semitas, los blancos contra los pueblos de color. [ ]

El amor, el deseo de esclavizar al objeto amado, es uno de los mitos más románticos y más hipócritas de la cultura humana.

Narcisismo perverso-Narcisismo sublimado. El narcisismo sublimado [podemos considerarlo normal (?)] se preocupa y respeta al otro y tolera el esfuerzo de aprender a lograr el reconocimiento positivo, a través de la sublimación. Un anhelado logro.

El narcisismo perverso pretende usar al otro, despreciarlo, someterlo o aniquilarlo.

El sometimiento del otro, su aniquilamiento en la guerra, son pautas culturales valoradas por el consenso social pero desmentidas en épocas de paz, lo que demuestra la alienación de la cultura. Pero al mismo tiempo cuestiona lo que aquí entendemos como normal. Quizás sea sólo una utopía teó-rica, un disfraz elegante de una naturaleza humana que no justifica su arrogante orgullo.

"acaso llegaremos a familiarizarnos con la idea de que hay dificultades inherentes a la esencia de la cultura y que ningún ensayo de reforma podrá salvar." Freud – "El Malestar en la Cultura"

Tres campos bien manifiestos ilustran el fondo psicótico de la cultura humana: la religión, que encuentra un padre ideal; el nacionalismo, que da la vida por la madre patria; y la lucha de clases, donde todos queremos estar "arriba"; brillantes exponentes de la alienación inevitable de nuestra ética-cultural y que justifican fácilmente ("racionalmente ¿?") su deporte predilecto: la guerra. Pero si se desea pertenecer al grupo, esto no debe ser denunciado; la hipocresía es necesaria e inevitable, se debe forzar la inteligencia para justificar y apoyar todo tipo de caprichos surgidos de los que detentan el poder.

Estos delirios dejan de serlo al contar con el consenso grupal, importante argumento para justificar las ventajas de la pertenencia.

La psicopatía es el uso y abuso de un semejante. La plusvalía, que es la explotación del hombre por el hombre, permite un camino muy respetado por la sociedad para subir en la escala social. Para ser un hábil empresario es imprescindible ser un hábil psicópata, facilitado por un consenso social que esconde ciertas "verdades" incómodas tras un pacto de silencio: de eso no se habla.

El psicoanálisis, que pretende incluir el Inconsciente en la ciencia de la conducta, ¿debe denunciar esta hipocresía?

Es inevitable en las ciencias humanas tolerar un grado relativamente alto de ambigüedad, imposible de precisar. El me-tro patrón con el que medimos la veracidad de los conceptos, como cualquier conducta nuestra o ajena, es un derivado o significante del bien o del mal, causas y consecuencias de lo que en otro nivel entendemos por amor y odio. Es-tos conceptos, que intentan señalar lo útil y lo conveniente, lo justo y lo injusto, muchas veces ocultan las supuestamente prohibidas intencio-nes de un narcisismo perverso que pretende, con desagra-dable insistencia, un amor incondicional por parte de sus semejantes. Ese es el Deseo Infantil del que nos habla Freud, cuya privación puede abrir el camino de la patolo-gía a menos que aprendamos a obte-ner la gratificación nar-cisista, el respeto y la valoración del otro semejante a través de la sublimación y dentro de lo posible.

¿Es la psicosis un salto cualitativo, de un equilibrio adaptativo social frágil e inestable (la neurosis) a un angus-tiante y rabioso baluarte de protesta?

¿Podemos agregar que en el fondo de toda criatura humana está la necesidad de ser respetada y valorada? Una gratificación nar-cisista cuya necesidad ni la psicosis puede eliminar; pero que ninguna actitud psicótica pareciera señalar.

II - El adulto mayor - La vejez; un duelo injusto

El diablo sabe por diablo, pero más sabe por viejo.

Uno adquirió mucha, mucha experiencia. Y ahora ¿qué hace con ella?

La torpeza poco a poco reemplaza a la habilidad, por más entrenado que uno esté. Lo que rige tanto para el cirujano como para el deportista.

Los problemas de la vejez comienzan con el rechazo que produce su imagen.

Observemos la gente en la calle.

Los jóvenes, bien entrenadas para "no darse cuenta", "no ven" la atracción que ejercen sobre las miradas, tanto de los rivales como del sexo opuesto. Pero para recibir esa gratificación narcisista hay que ser joven y lind@, dos elementos que habitualmente se encuentran unidos.

A medida que los años pasan, comienzan a ver la indiferencia de los otros.

Los años se acumulan y la indiferencia se convierte en un claro rechazo; una mirada que critica el atrevimiento de existir con tantos años. Deberían esconderse.

A medida que los años transcurren, surge el deseo de vengarse por las heridas narcisistas que se cosechan, por lo tanto nos tragamos la rabia intentando comunicar: "no te creas que me interesa tu figura. No me interesa en absoluto". Lástima que es tan difícil ocultar la rabia que produce todo esto.

Y encima, se inventaron los espejos, que están por todos lados.

La herida. El destino (objeto significativo que reina en el fantástico Olimpo de todo sujeto) le ha efectuado una jugada cruel por lo cual su orgullo narcisista clama venganza; un duelo difícil de elaborar

El animal humano está orgulloso de su capacidad de razonar y rápidamente concluye que eso demuestra su superioridad en la evolución de las especies. No se percata que no es dueño de sí, que esa capacidad de razonar está al servicio de sus intereses narcisistas y éstos pretenden el reinado de la magia ya que solamente ésta puede concretar sus delirantes deseos de exclusiva omnipotencia.

A esta fascinante imagen le ha dado forma en su fantasía creando todos los dioses habidos y por haber. En ese campo, el de la fantasía, rinde culto a los dioses reunidos en su personal Olimpo. Habiendo creado un artilugio (el destino) con el que se encara para agradecer o protestar por los "favores" o "castigos" recibidos.

Según este delirante razonamiento, la vejez no puede ser vista sino como cruel e injusto castigo.

Narciso: En el mito, un hermoso joven, con su sola presencia fascina a todos. Este deseo está prohibido por imposible para el adulto mayor. El deber es resignarse a disfrutar de lo permitido dentro de lo posible. Evitar que un duelo normal – la depresión – se convierta en un duelo patológico – la melancolía.

Es conveniente que un narcisismo sublimado logre controlar los caprichos de un narcisismo perverso.

En el mito, Narciso desprecia el amor. Está más allá de esas tonterías.

Lo que es, ni más ni menos, la venganza de todo aquél que ya pasó la edad en que los dioses lo mimaban especialmente, cuando las miradas de los otros, embelesados, elevaban la autoestima más allá de las nubes.

O la revancha del que nunca conoció tal halago, debiendo luchar contra la envidia a los privilegiados.

Pero ¿vengarse? ¿De quién? No sólo que no la temen, sino que a la juventud le encanta despertar tanta envidia.

Y ¡qué difícil es ocultar la rabia! Uno debería estar "más allá de esas tonterías". Eso no tiene que ser un duelo. Es algo normal, fisiológico e inevitable.

Después de todo, negarlo es tan fácil. Entonces aparece en el horizonte la enfermedad psicosomática, de la que la locura, la melancolía, no es más que un ejemplo. Y la vejez se acelera. Acompañada de la rabia.

La longevidad introduce serias contradicciones en la relación de pareja, de la familia y de la sociedad. Los sistemas de prevención social se ven superados.

El ocio que podría ser bien aprovechado abre las puertas de la depresión favorecida por la pérdida del poder de seducción que la juventud en sí misma posee y por el rechazo social a quien no posee solvencia económica (casi todos). La franja etaria de los adultos mayores exhibe el mayor porcentaje de suicidios.

La maravillosa tecnología humana, el mayor orgullo de la especie, ha logrado prolongar la vida de la especie al doble o al triple de lo que era. Y continúa en su empeño. Excelente muestra de nuestra inteligencia y habilidad. Mientras se oyen osados emprendimientos que proponen e intentan demostrar que la vejez es una enfermedad ¡curable!, vemos cómo la gente envejece llegando ya a superar los 80 y los 90, con algunos privilegiados (¿???) que superan los 100.

Sí, hay que felicitarlos. Pero acompañarlos ya no es tan agradable como hablar de ellos.

Los hijos no deberían estar desesperados para cobrar la herencia, si la hay.

El fetiche del dinero es entonces una plaga: si lo hay en abundancia los herederos claman por la Parca. Si no lo hay, la muerte soluciona un serio problema. Tanto para los viejos como para los hijos y nietos.

No cabe duda que es fácil negar lo que duele confesar. La hipocresía es inevitable y necesaria. La dulce mentira gana por varios cuerpo s a la amarga verdad. Los sistemas de prevención social colapsan en todo el mundo; o están cerca de hacerlo. En una época un trabajador con su aporte podía mantener a varios jubilados. Ahora varios trabajadores deben mantener a un jubilado.

No debería extrañar a nadie que la estadística señale en todo el mundo que la mayor cantidad de suicidios se produce entre los viejos. El miedo a la muerte se convierte en el deseo de terminar con los problemas que duelen más que el temor a la muerte.

Lo más doloroso para cualquier ser humano es percibir el rechazo de los objetos significativos. Algo que los viejos experimentamos constantemente. A medida que los años se acumulan, la juventud es cada vez más envidiada, lo que es cada vez más difícil de ocultar.

Resolución: Comparar lo que a uno le gustaría ser con la realidad produce un dolor que no es fácil de soportar. Aceptar las limitaciones, enfrentar la frustración superando las limitaciones dentro de lo posible, lleva al esfuerzo de cambiar lo que me gusta ser y hacer por un cuidadoso juicio de realidad: lo que me conviene ser y hacer (o, más bien, debería llevarlo)

¡Qué bien y fácil suena eso! Pero la resignación no tiene buena prensa.

Sin embargo, eso es lo que hay que hacer.

Por más difícil que sea, buscar y encontrar un camino para seguir, o empezar, a desarrollar la capacidad de competencia social que todo sujeto humano tiene, o le queda, es la tarea terapéutica que se debe encarar. Con o sin ayuda. Sí, es la sociedad y el estado que la representa, quien debería encarar esa ayuda.

Debería, pero eso no sucede. Porque no puede o no quiere.

El mensaje de la cultura humana es, fue y será ¡Sálvese quien pueda y cómo pueda!

Y, aunque la mayoría no puede, no son pocos los que lo logran.

Por lo tanto : ¡Viej@, nadie te va a ayudar más que tu mism@!

Deja los lamentos y las quejas para los más jóvenes.

Adaptación activa a la realidad, propone Enrique Pichón Riviére.

La depresión es sana, necesaria y conveniente. Implica poner los pies en la tierra, observar las expectativas de los otros sin pretender someterlos a sus caprichos. Esfuerzo y reflexión, camino de reparación y de adaptación a la comunidad. Duelo normal.

La Melancolía es inconveniente y perjudicial. Es el camino de la envidia, la destrucción y la muerte. Por ende, si nada sirve, ningún esfuerzo vale la pena ni es necesario. Duelo patológico.

La diferencia entre depresión y melancolía depende de la tolerancia, o no, a la frustración.

Si se logra enfrentar las limitaciones que uno tiene y soportar el bajón que esto produce, seguir dispuesto a la lucha cotidiana -que esa es la vida- estamos en un duelo normal, una depresión nada agradable, inevitable, pero muy conveniente. En cambio caemos en la melancolía (el duelo patológico) si llegamos a la conclusión que, si la realidad "es así" entonces la vida no tiene sentido. Nos dejamos estar, que será más cómodo que luchar. Esto tiene una leve ventaja: ya que nada sirve, no vale la pena ningún esfuerzo. Pero es el camino de la envidia, del odio y de la muerte.

El Problema que se plantea, es: cómo evitar la rabia y el odio por las frustraciones que la vejez injustamente impone. Fortalecer el deseo de vivir y ayudar a disfrutar de ello, es la tarea que la terapéutica reclama.

 

Bibliografía:

Bateson, G., Y Ruesch, J.: Comunicación. La matriz social de la psiquiatría, Paidós, Bar-celona 1984.

Fairbairn, W.R.D.: Estudio psicoanalítico de la personalidad. Hormé, Buenos Aires, 1975.

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Kojeve, A: La dialéctica del amo y del esclavo en Hegel, La Pléyade, Buenos Aires, 1985

Laplanche, J. y Pontalis, J. B.: Diccionario de psicoanálisis. Labor, Buenos Aires, 1971.

Pichon-Riviere, E.: Del psicoanálisis a la psicología social. Galerna, Buenos Aires, 1971.

Segal, H – Introducción a la obra de Melanie Klein. Paidós. Buenos Aires 1975

Teicher, M .  Teoría Vincular del Narcisismo. 2ª edición    (Letra Viva)   2002   

-----------      Narciso y Edipo, mitos elementales del psicoanálisis;  la inclusión del sujeto en la comunidad cultural     1989: Revista de Psicoanálisis Tomo 46, Nº 6,

-----------       El narcisismo en el vínculo y sus consecuencias sociales.   1999: Revista de Psicoanálisis Tomo 56, Nº 2

Zweig, St: La curación por el espíritu. Editorial Apolo- Barcelona, 1932

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