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Número Aniversario (10 años!!) - Noviembre 2008

Avances y desafíos en la construcción científico-gerontológica
del concepto de envejecimiento humano

Deisy Krzemien, Alicia Monchietti, Enrique Lombardo, Mirta Lidia Sánchez
nuevabuena@ciudad.com.ar / amonchie@mdp.edu.ar / elombar@sinectis.com.ar / mlsanche@cybertech.com.ar

Resumen

Este ensayo propone una breve revisión y reflexión sobre la definición del concepto del envejecimiento en el campo multidisciplinar de la ciencia gerontológica. Se abordan los nuevos modelos de envejecimiento -desde un énfasis en el valor del enfoque etnogerontológico y del paradigma del Curso Vital-. Finalmente, se discute la tendencia paradigmática actual hacia la Gerontología Positiva y el envejecimiento exitoso.

 

Palabras clave: Envejecimiento. Etnogerontología. Gerontología Positiva. Envejecimiento exitoso.

 

I. Introducción

El fenómeno del envejecimiento poblacional -y las particularidades que presenta en cada contexto- ha cobrado creciente interés para las ciencias sociales y de la salud. La posibilidad de enfrentar este reto está ligada al desarrollo de un mayor conocimiento teórico-técnico acerca del envejecimiento y de los múltiples aspectos que determinan la calidad de vida de los adultos mayores, a fin de proponer programas de intervención según las necesidades de cada contexto. Este propósito -reafirmado en la reciente II Conferencia Regional Intergubernamental sobre Envejecimiento celebrada en Brasilia (CELADE-CEPAL, 2007)-, se constituye en un desafío para la ciencia gerontológica en la actualidad.

Este ensayo propone una breve revisión y reflexión sobre la definición del concepto del envejecimiento en el campo multidisciplinar de la ciencia gerontológica. Se abordan los nuevos modelos de envejecimiento -desde un énfasis en el valor del enfoque etnogerontológico y del paradigma del Curso Vital-. Finalmente, se discute la tendencia paradigmática actual hacia la Gerontología Positiva y el envejecimiento exitoso.

 

II. Hacia una construcción de la definición del envejecimiento

La definición del envejecimiento y la vejez es una cuestión compleja y multidisciplinar, que excede el ámbito de la Gerontología para establecer relaciones con otros campos de conocimiento. Esto es que desde el punto de vista epistemológico, el envejecimiento es un objeto de compleja definición. Diferentes disciplinas tales como la biología, psicología y sociología han intentado definirlo durante largo tiempo.

Por ello, no existe una definición univoca de la vejez ni tampoco hay consenso en determinar la edad de inicio de la vejez, -aun mas, existe controversia en la conveniencia de considerar una "edad de inicio" del envejecimiento cuando éste abarca todo el curso de la vida humana.

Parece preferible pensar en términos de "proceso de envejecimiento", ya que los cambios que se producen ocurren en un tiempo que cada vez se extiende más. Por esta razón, la población de adultos mayores aumenta abarcando por lo menos tres décadas, siendo difícil caracterizarla ya que no es un grupo homogéneo. Para destacar una característica relevante del proceso de envejecimiento en nuestro tiempo es preciso señalar la diversidad. Como dice Neugarten (1996 ) los patrones de envejecimiento varían en las distintas sociedades, en los diferentes grupos y también según las épocas.

El campo de la Gerontología ha sido tradicionalmente definido a partir de un criterio etario que ha funcionado como clásico organizador del campo teórico. En este sentido, desde una perspectiva tradicional, la edad -junto con otras variables como el sexo y la clase social- ha sido considerada: desde el punto de vista de la antropología, uno de los principios en los que se fundamenta la organización social; desde la sociología, una categoría social explicativa del comportamiento social; desde la etnografía, una variable central para el análisis poblacional; para la neurobiología, un factor condicionante de la maduración cerebral y el crecimiento; para la psicología del desarrollo o evolutiva, una variable interviniente y explicativa de los cambios estructurales y funcionales y de la dife renciación en etapas de desarrollo dentro del ciclo vital; para la medicina, una variable explicativa del estado de salud y enfermedad, y de la condición de la fragilidad y declinación de las funciones vitales del organismo.

A partir de aquí, en las ciencias del comportamiento y de la salud, el énfasis en el uso de la edad como criterio explicativo del desarrollo humano, ha dado lugar a una concepción unilateral o unidimensional que entiende el desarrollo en términos de un patrón de evolución progresiva y creciente hasta la adultez y luego decreciente en la vejez, asociando el avance de la edad con los cambios ligados fundamentalmente al componente biológico.

De esta manera, la vejez es concebida exclusivamente como una etapa de declinación no sólo biológica sino psicológica y social asociada a la edad. Estas concepciones han fundamentado la asociación del envejecimiento a enfermedad, dependencia e improductividad. Sin embargo, hoy observamos que esta representación paulatinamente está siendo renovada tanto en los ámbitos académico-científicos como social-comunitarios.

No obstante, es sabido que la edad, el paso del tiempo y el envejecimiento poseen una significación de acuerdo a cómo cada grupo o sociedad construye colectivamen te el sentido y significado del envejecer, de la vejez y del ser viejo, en un determinado contexto histórico. Es en este marco de producción simbólica y cultural propia de la vida humana donde deben situarse para su comprensión las relaciones interdependientes entre el conocimiento científico y el saber sociocomunitario, considerando las diversas condiciones, explicitas e implícitas, que hacen posible la emergencia de ciertos discursos, saberes y prácticas gerontológicas.

Esto nos enfrenta con la necesidad de contar con una "historicidad del envejecimiento" -parafraseando a Foucault (1974)-; la vejez y el envejecimiento poseen una historia constitutiva en su devenir como objetos de múltiples disciplinas, que confluyen en el campo científico de la Gerontología lo que debiera posibilitar una comprensión holística de los mismos.

III. Breve reseña histórica y avances en la construcción del objeto de estudio de la Gerontología

En los inicios de la Gerontología ha tenido una fuerte influencia la preeminencia de la perspectiva biomédica (Forteza, 1993). Siguiendo a Birren (1996), algunos de los primeros trabajos acerca de la vejez que representan esta mirada son las obras de Hall "Senescence, the last half of life" en 1922, de Thorndike "Adult learning" en 1928, los estudios trasversales de la Universidad de Stanford (1928) y de Bühler de la Universidad de Viena (1930), sobre todo en el campo de la cognición. La mayoría de estos trabajos se centraban en las diferencias de edad en el desempeño intelectual.

Luego de la segunda guerra mundial, los estudios sobre la vejez se incrementan y reorientan a la aplicación y resolución de problemáticas sociales emergentes, adquiriendo la Gerontología una tendencia que podríamos calificar como "profesionalista" o aplicada.

A la vez, se van fundando una serie de órganos políticos y centros de investigación -especialmente en USA y Europa- que la dotan de una infraestructura e institucionalización del saber gerontológico, favoreciendo su desarrollo y continuidad. La APA en 1945 inaugura el área de Madurity and Old Age, aparecen los centros de investigación de Washington (Anderson), la Escuela de Chicago (Havingurst y Neugarten), la Universidad de Duke (Buse), y otros. Para esta época, Birren (1959) publica "Handbook of Aging and the Individual", obra que representa el interés por el envejecimiento normal, el uso de diseños longitudinales, las influencias y escenarios ambientales, la diferenciación de las funciones y procesos involucrados en el envejecimiento.

No obstante, como declara Birren (1996), eran todavía escasas las investigaciones rigurosas, sistemáticas, prevaleciendo la descripción más que la explicación en sus objetivos, y el envejecimiento desde una perspectiva del desarrollo humano era un área poco explorada.

Durante las décadas de 1970, y sobretodo entre 1980 y 1990, la gerontología va cobrando un creciente desarrollo y reconocimiento académico y en la sociedad. Las reuniones científicas favorecen el intercambio interdisciplinar de ideas y métodos, las demandas sociales, económicas, sanitarias y de seguridad social ligadas a la urbanización van haciendo peso para el aporte de programas y políticas para el desarrollo de la Gerontología aplicada. Es creciente la creación de institutos de investigación, principalmente estadounidenses y europeos, cuyas principales líneas de trabajo se orientan a la inteligencia, memoria, bienestar, satisfacción, estilos de vida, calidad de vida, redes de apoyo social, factores ambientales, y otras, aludiendo a los aspectos biológicos, psicológicos y sociales del envejecimiento.

Son significativos los intentos de recopilación sistemática en manuales y publicaciones de los estudios del envejecimiento desde un enfoque biopsicosocial, que también incluye otros aspectos: cultural, espiritual, ecológico, etc. No obstante, es a partir de 1990 en adelante, según aproximaciones bibliométricas (Saiz D, Baqués & Saiz M., 1998) que la producción alcanza un intenso avance, extendiéndose a numerosos países y contextos como resultado del interés en el estudio comparativo de las particularidades del envejecimiento en distintas regiones.

Existe hoy una coexistencia de perspectivas diversas, positivas y negativas, acerca de la vejez. En este sentido, los primeros intentos de sistematización en la conceptualización científica acerca de la vejez en l as décadas 1950 y 1960 provenían principalmente de las ciencias biomédicas y neurológicas, centrándose -en un intento de atención y asistencia- en la patología, el deterioro neuropsicológico, la dependencia e incapacidad funcional. Por su parte, la perspectiva psicoanalítica había enfatizado los procesos de involución y regresión psíquica como característicos del envejecimiento. Teorías psicológicas y sociales también abonaban a una concepción deficitaria de la vejez, como la teoría de la desvinculación de Cummings y Henry de 1961, concibiendo el aislamiento social y el retroceso a la propia interioridad como aspectos no sólo inherentes y universales al envejecimiento sino esperados por los mismos ancianos. Por otra parte, los resultados de estudios neuropsicológicos también han contribuido a una visión negativa de la vejez, destacado el deterioro neurocognitivo universal e irreversible asociado a la edad.

No obstante, aun cuando estas ideas propias del paradigma tradicional de regresión dejan sentir su influencia en las prácticas en geriatría y gerontología, en las últimas décadas se observa una revisión paradigmática orientada hacia una concepción positiva de la vejez.

En este sentido, mencionamos entre las primeras tentativas que continúan siendo referenciadas en la literatura actual (Baltes, Linderberger & Staudinger, 2006; Labouvie-Vief & Diehl, 1999; Fernández Ballesteros, 2000) -en algunos casos siendo reformuladas por sus propios autores u otros-: la Teoría de la actividad de Havighurst (1963), las ideas de teóricos del desarrollo y del envejecimiento tales como Neugarten (1968, 1977, 1996), Erikson (1963), Levinson (1978), Lowentan (1973), Vaillant (1977, 2001), Bühler (1968), las propuestas de investigadores y gerontólogos como Thomae (1982, 2002), Lehr (1988, 2003), Riegel (1977), Lavouvie-Vief y cols. (1985, 1999), Dulcey-Ruiz y cols. (1988, 2002), Elder (1998), Brandtstadter y cols. (1999, 2002), Commons y cols. (1989), Moos (1988), Ribaupierre (2005), Schaie (1990, 2000), Blanchard-Fields y cols. (1987, 1996), Ryff (1982), Vellas (1996), y en particular el paradigma del Curso Vital (Life-Span Theory), cuyo portavoz principal es Paul Baltes y sus colegas del Grupo de Berlín (Baltes, 1987; Baltes, Linderberger & Staudinger, 2006). Estos autores han intentado superar concepciones unidimensionales y estáticas del desarrollo que se basan en una periodización de límites rígidos para las etapas y en la dicotomía crecimiento-declinación, reservando para la vejez, una caracterización que hace su foco en las pérdidas de distinto tipo, para plantear que cualquier momento de vida se caracteriza por pérdidas y ganancias.

La alusión a estas posibles ganancias abre una visión positiva de la vejez. Comprendiendo al ser humano desde un punto de vista holístico como un ser bio-psico-social-espiritual, es posible reconocer la diversidad de aspectos, dominios, estilos de personalidad, capacidades y habilidades, que muestran una sincronía y diacronía de desarrollo propia, una interrelación compleja durante el desarrollo ontogenético y una potencialidad plástica a realizar en cada momento del curso de vida.

IV. La vejez desde el Paradigma del Curso Vital

El paradigma del Curso Vital "Life-Span Theory" (Baltes, Linderberger & Staudinger, 2006), (generalmente traducido, equívocamente a nuestro ver, como Ciclo Vital) que ha aparecido fines de la década de 1960 -mejor dicho reaparecido porque ya existían algunos antecedentes esporádicos entre 1930 y 1950- pero que cobra mayor auge desde aproximadamente 1980 y 1990 con los trabajos del equipo de investigación del Grupo de Berlín.

El reconocimiento creciente del valor del paradigma del Curso Vital se evidencia en la copiosa literatura científica existente. Este paradigma no es sólo una teoría sino una metateoría u orientación para abordar el desarrollo ontogenético a lo largo del curso de vida completo: desde la concepción hasta la muerte, y que permite considerar al envejecimiento como un proceso dinámico y desde una perspectiva multidisciplinar.

Ofrece un marco de comprensión contextual, holístico y dialéctico que destaca los parámetros histórico-culturales, los procesos de cambio y las experiencias idiosincráticas por sobre cualquier clasificación del desarrollo que tome la edad como criterio demarcatorio.

Uno de los elementos clave de este enfoque es el énfasis en la interdependencia y complejidad del desarrollo de una persona en relación con su contexto a medida que construye su curso de vida. Featherman y Petersen (1986) lo describen como un "proceso de dinamismos enlazados o ensamblados".

De esta manera, el estudio del envejecimiento desde el modelo del Curso Vital es inherentemente multidisciplinario. Más aún en la medida en que no se trata de yuxtaposición de ideas y conocimientos, sino de aprehender las interrelaciones y las influencias recíprocas entre ellos, el paradigma del curso de vida es una orientación teórica que incorpora un objetivo interdisciplinario, incluso transdisciplinario.

V. El enfoque etnogerontológico de la definición del envejecimiento

Hemos visto que la investigación del proceso de envejecimiento est á acompañada hoy por un reconocimiento del valor de la perspectiva multidimensional del curso vital y por un creciente interés en la variabilidad interindividual e intergrupal, asentada sobre la diversidad de las culturas, cohortes, grupos y contextos. Esto nos introduce en una perspectiva etnogerontológica.

Se entiende por etnogerontología el estudio de las causas, procesos y consecuencias de la raza, el origen nacional y la cultura sobre el envejecimiento individual y nacional (Curiel, Miles, Mouton, Brangman & Espino, 1998). Este enfoque surge a finales de los años 1960, concentrándose en el estudio comparativo de grupos raciales.

Una de las cuestiones de las que se ocupa la etnogerontología es ¿qué diferencias, si existe alguna, hace la etnicidad en el proceso de envejecimiento de una comunidad?, o bien ¿qué diferencias hace la etnicidad en condicionar patrones o modalidades de envejecimiento y en atenuar o profundizar limitaciones o dificultades del envejecer?

A medida que se va incrementando las diferencias interindividuales e interculturales (incluso dentro de un mismo contexto socio-cultural) y se conforman minorías dentro del grupo mayor de personas de edad -según género, clase social, cultura, orientación religiosa, historia de vida, experiencias, etc.- se agrega considerable complejidad al estudio del envejecimiento para atender a la multiplicidad de facetas de esta diversidad (Gibson & Stoller, 1998).

Las proyecciones demográficas anuncian que la tasa de crecimiento de las minorías étnicas de la población de ancianos aumentará para las próximas décadas. Sin embargo, Curiel y cols. (Curiel, Miles, Mouton, Brangman & Espino, 1998) manifiestan que se conoce poco sobre las modalidades del envejecimiento normal y existe escaso saber acerca de las creencias y comportamientos relativos a la salud, los problemas clínicos y su impacto en la calidad de vida en estos grupos minoritarios. Esto debido, en parte, a que muchos de los diseños de investigación aplicados no son sensitivos a la complejidad y diferencias étnicas. Se requiere de estudios que examinen la diversidad en las formas de envejecer o vejeces entre los pequeños grupos dentro de un mismo grupo social de viejos, por ejemplo, mujeres, poblaciones rurales, adultos mayores de edad muy avanzada, etc.

VIII. El envejecimiento exitoso: ¿el ideal de la ciencia gerontológica?

Actualmente cada vez más las personas alcanzan la edad de 60 años con buen estado de salud y deseos de mantenerlo y envejecer satisfactoriamente. La ciencia gerontológica se enfrenta al desafío de aportar conocimientos para esta nueva categoría social de personas en relación a las generaciones precedentes: más saludables, mejor educados y más productivos que sus antecesores.

De esta manera, observamos que la meta de la investigación de la vejez se ha reorientado desde el estudio de las patologías del envejecimiento al interés por el envejecimiento normal, pero más aun, ya no se trata sólo de propiciar recursos y ambientes que favorezcan la participación e integración social, el autocuidado y la promoción de comportamientos saludables, sino más bien ahora se efectúa un nuevo giro en la investigación y práctica gerontológica al estudiar los aspectos y condiciones que intervienen en un envejecer con éxito.

Como señala Fernández Ballesteros (2000), en las últimas décadas se ha incrementado la investigación sistemática de una serie de aspectos positivos del envejecimiento como bienestar subjetivo, afrontamiento, adaptación, autoeficacia, sabiduría, satisfacción vital, resiliencia, capacidad de reserva, potencial de aprendizaje, espiritualidad, madurez psicológica, y otros conceptos análogos.

Ryff (1982) y Rowe (Rowe & Kahn, 1987) han propuesto el concepto de "envejecimiento exitoso", inaugurando una línea de investigación e intervención más allá del envejecimiento activo (OMS, 2002).

Desde entonces, se ofrecen diferentes aproximaciones conceptuales que intentan entender qué es el "buen envejecer", qué implica el "envejecimiento exitoso" o "envejecimiento satisfactorio", y cuáles son los factores que lo posibilitan o no.

Existe acuerdo en que el interés y desafío de la Gerontología se focaliza, no sólo en la prevención de incapacidades y fragilidad, sino en la protección de la autonomía y en cómo favorecer un ambiente propiciador de un envejecimiento exitoso o satisfactorio, o sencillamente, cómo llegar bien a viejo.

En una primera mirada envejecimiento y éxito parecen representar una contradicción: La vejez conlleva aún hoy la imagen de pérdida declinación y aproximación a la muerte, mientras que éxito connota ganancia, ganar el juego, un balance positivo. Así la asociación de vejez y éxito parece intelectual y emocionalmente una paradoja.

Ahora bien, como se mencionó, la definición del envejecimiento exitoso o satisfactorio es producto de una construcción social y discursiva, condicionada por una regularidad externa de prácticas sociales, políticas e institucionales que juegan un papel en dicha construcción del saber. Muchas veces subyace a la definición de vejez exitosa un interés en cómo envejecer sin ser viejo, realimentado valoraciones culturales que exaltan la juventud e intentan "evitar" el envejecimiento. Las imágenes y estereotipos negativos de la vejez aun perduran en la cultura actual (Krzemien, Monchietti, Sánchez & Lombardo, 2007; Angus & Reeve, 2006) a pesar de la numerosa investigación empírica y la orientación de políticas de promoción del envejecimiento saludable.

En la literatura sobre el tema, suele concebirse el envejecimiento exitoso como satisfacción vital. En este sentido, según Ryff (1982), el Kansas City Study of Adult Life fue el primer estudio empírico sistemático de satisfacción vital durante la adultez y vejez.

Así, Blazer (1990) lo entiende como conformidad o satisfacción con la vida y se refiere al envejecimiento exitoso como una combinación de vitalidad, resistencia, flexibilidad adaptativa, integridad, control y autonomía, y buen ambiente social.

Labouvie-Vief y Diehl (2000) se refieren al proceso de autorregulación cognitivo-emocional que tiende a la madurez a medida que avanza la edad en muchos adultos mayores.

Ryff (1982), por su parte, desde una perspectiva del desarrollo, ha sintetizado los diferentes esfuerzos teóricos en un modelo integrativo de envejecimiento exitoso, compuesto por seis dimensiones psicosociales. Este autor lo define como auto-aceptación, relaciones positivas con otros, autonomía, manejo de las demandas del entorno, moralidad, propósito de vida, y desarrollo personal.

Cabe preguntarse si en la vejez dicha satisfacción vital descendería dado el incremento de vivencias de pérdida, que podrían comprometerla; sin embargo, el Berlin Aging Study (Schindler, Staudinge & Nesselroade, 2006) paradójicamente mostró un mantenimiento del sentimiento de bienestar y una tendencia al aumento en varios dominios de vida. Este fenómeno -conocido como "paradoja del bienestar" (Baltes, Linderberger & Staudinger, 2006)- es explicado como consecuencia de un proceso adaptativo. Numerosos investigadores relacionan el buen envejecimiento con el uso de estrategias de afrontamiento adaptativas a este momento vital (Krzemien, 2003, 2005; Labouvie-Vief & Dielh, 2000; Brandtstadter & Rothermund, 2002; Menninger, 1999; Ouwehand, de Ridder & Bensing, 2007; Thomae, 2002) y también con el bienestar subjetivo y felicidad (Moos, 1988; Villar, Triadó, Solé Resano & Osuna, 2003).

Desde este marco, dos conceptos han tenido mayor impacto en la concepción del envejecimiento exitoso:

Rowe y Kahn (1987) proponen tres componentes principales del envejecimiento exitoso:

Wilkinson (2004) destaca la importancia de las variables psicosociales, sosteniendo que los factores de mayor riesgo para el buen envejecer serían una escasa integración social, la carencia de apoyo social, y el estrés en la vida diaria.

Por su parte, la obra de P. Baltes y M. Baltes (1990) Envejecimiento exitoso: perspectivas desde las ciencias del comportamiento (Successful Aging: Perspectives from behavioural sciences), propone un modelo metateórico de envejecimiento óptimo basado en el principio de Optimización selectiva con compensación (SOC).

Baltes y sus colegas sostienen que el buen envejecimiento no supone evitar los problemas o pérdidas que sobrevienen con los años sino en esforzarse continuamente en aprovechar al máximo lo que se gana y reducir al mínimo lo que se pierde. De esta manera, al "envejecimiento exitoso" o "envejecimiento satisfactorio" se lo concibe como resultado de un proceso regulatorio de minimizar las perdidas -o sus efectos- y maximizar los recursos personales y ambientales.

Desde este punto de vista, las personas que llegan a disfrutar de un envejecer satisfactorio, se implicarían en una serie de estrategias que describen el proceso general de adaptación a lo largo de todo el curso vital, pero que resultan especialmente relevantes cuando las amenazas de pérdidas aumentan. Las tres estrategias propuestas son la selección, la optimización y la compensación.

En esta línea, se destacan en la literatura contemporánea otros dos modelos de envejecimiento exitoso:

Estos modelos cuentan con suficiente evidencia empírica con diferentes grupos de edad y trayectorias de vida. Recomendamos al lector consultar a dichos autores, ya que excede el propósito de este ensayo profundizar en cada modelo.

Resumiendo, a medida que se envejece, la persona debe ser capaz de reconocer su vulnerabilidad y probable fragilidad a fin de mantener un nivel adecuado de ajuste al medio, lo que exige desarrollar el propio dominio y el del entorno en función de las necesidades, posibilidades reales y limitaciones.

Como en cada momento vital habrá un trabajo psicológico de adaptación y una tarea psíquica a realizar, en este caso, la de convivir con el paso del tiempo, y reajustar continuamente los objetivos de vida, aceptando las perdidas, cambios y las situaciones críticas relativas al envejecimiento (por ejemplo, viudez, muerte parental, jubilación, enfermedad crónica, etc.), y a la vez, desarrollando estrategias de afrontamiento que permitan modificar el estilo de vida, a fin de aprovechar los recursos potenciales y hallar nuevas formas de satisfacción personal.

De manera sintética, desde un punto de vista psicológico la naturaleza del envejecimiento humano puede caracterizarse como un proceso en el que:

  1. se puede diferenciar un envejecimiento normal, óptimo o patológico.
  2. existe una gran heterogeneidad o diferencias intersubjetivas.
  3. hay capacidades de reserva frente a las pérdidas, las primeras pueden compensar las segundas.
  4. las nuevas tecnologías ayudan también a la compensación en términos de lo que podemos llamar prótesis tecnológicas.
  5. dentro de las capacidades de reserva puede contarse la experiencia acumulada.
  6. si bien es cierto que el balance ganancias pérdidas muestra muchas veces un saldo negativo, existen estrategias para matizar este saldo.
  7. la vejez tiene formas de resiliencia propias.

Por último, esta nueva perspectiva que ha comenzado a ser estudiado y tenido en cuenta por la gerontología y los gerontólogos, puede ser considerada una redefinición de la vejez y el envejecimiento desde sus aspectos positivos, tanto a nivel individual como social (.

El envejecimiento supone así un proceso de desarrollo de potencialidades durante el curso de vida, asociado a la diversidad y plasticidad humana. Su comprensión se halla, en buena medida , en el estudio de los distintos aspectos y factores que lo moldean. Este es uno de los desafíos actuales de la Gerontología.

Conclusiones

Una de las cuestiones centrales en la ciencia gerontológica en las últimas décadas es la renovación o redefinición del concepto de envejecimiento. Creemos que la revisión crítica de nuestras propias creencias y la actualización del cuerpo de conocimiento relativo a la vejez, se vuelve cada vez más imperiosa para revertir concepciones tradicionales y promover cambios en la representación social de la vejez, aún predominantemente negativa.

Mas allá de la tradicional concepción del deterioro neuropsicológico como inherente al proceso de envejecimiento, ha habido un giro según el cual, y desde una perspectiva multidimensional y contextual que tiene en cuenta el interjuego entre factores biológico-psicológicos individuales, socio-culturales, la relación vejez-edad es relativizada por efectos de cohorte, experiencias educativas, recursos sociales, presencia de patología, estilos de personalidad, uso de diversas estrategias de afrontamiento, etc., los cuales aportan una importante variabilidad intra e interindividual que se expresa en el concepto de envejecimiento diferencial. Este alude a las diferencias en la modalidad de envejecer y por ello, de interactuar con el medio ambiente, que parecen profundizarse en medida que se avanza a lo largo del curso de vida.

Las distintas disciplinas convocadas por el amplio y complejo campo de la Gerontología aportan una multiplicidad de miradas que posibilita una mayor comprensión de la vejez.

Justamente la complejidad y la realidad dinámica del contexto actual obliga a los científicos y profesionales a posicionarse con humildad intelectual, desde una perspectiva integradora, atentos a nuevos para digmas científicos prometedores. Este compromiso de integración de disciplinas está en la base de la coordinación de acciones conjuntas más eficaces, en un medio de transformaciones demográficas y socioculturales, en función de la promoción de un envejecimiento activo y saludable.

Por tanto, cada vez más la vejez se convierte no sólo en objeto de investigación sino en un motivo de atención social y sanitaria prioritario, que convoca a diferentes agentes sociales a administrar lo medios para posibilitar el bienestar y la integración de quienes serán futuros envejescentes y de quienes transitan ya su vejez.

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