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Número Aniversario (10 años!!) - Noviembre 2008

El maltrato en la tercera edad,
un reto presente para la sociedad cubana

Eráclides José Ferrer Gutiérrez
yurimahr@iscm.vcl.sld.cu

Desde tiempos inmemorables, la longevidad ha sido, para toda la humanidad, un ideal expresado de muy diversas maneras. No solo es sinónimo de vivir mucho, sino vivir muchos años en las mejores condiciones posibles. En la Roma Imperial el hombre era viejo con 20 años y la mitad de la población moría a los 27 años a causa de enfermedades infecciosas. En la edad media se consideraba viejo a las personas de 25 años, en el siglo XVIII a los 30 años, hace 100 años a los 40 y hoy se es joven con 50 años, según la ONU.

El envejecimiento será propio del siglo XXI y se define como el aumento progresivo de la proporción de personas de avanzada edad en una población determinada, Cuba será para el 2025 el país más envejecido de la región con el 24 % de la población mayor de 60 años, entre otros motivos por los esfuerzos constantes que se realizan para elevar la calidad de vida. Nuestra provincia de Villa Clara, representa el 7.3 % de la población cubana, siendo la quinta más poblada del país con el 18.6 % de su población en el grupo de 60 años y más. La esperanza de vida al nacer supera los 78 años. Para los hombres es de 75.7 años y 79.3 para las mujeres.

La familia como red social primaria es esencial en cualquier etapa de la vida, se considera el primer recurso y el último refugio. En la mayor parte de los países, es la relación socioeconómica clave para la mayoría de los ancianos. Dentro de la familia, la reciprocidad de obligaciones entre generaciones facilita el intercambio de apoyo y la atención. Así, la custodia de los nietos por los abuelos con hijos trabajadores se intercambia con los cuidados y la protección a los miembros mayores de la familia. Se suele afirmar que la estructura tradicional de familia ampliada proporciona los cuidados y el apoyo adecuados para la gran mayoría de las personas mayores. Sin embargo, también es común sostener la opinión de que el mecanismo de apoyo de la familia ampliada se está viendo cada vez más amenazado por la transición de la sociedad tradicional a la moderna. Las evidencias, aunque son aún muy parciales, señalan una realidad más compleja. Es cierto que la familia ampliada todavía juega el papel principal en el apoyo a los miembros de la familia de mayor edad, incluso en el momento en el que tienen lugar rápidos cambios socioeconómicos. No obstante, el apoyo prestado por la familia ampliada suele ser insuficiente para garantizar una calidad de vida razonable en la vejez. En el África Subsahariana, por ejemplo, la mayoría de las personas mayores, tanto en las zonas rurales como en las urbanas, siguen recibiendo atención primaria de sus familias. También en el sur de Asia casi todas las personas mayores siguen viviendo con sus familias, esto es tanto en las zonas rurales como en las urbanas. Evidencias procedentes de Bangladesh, India y Nepal indican que la mayoría de los ancianos de estas áreas viven con sus hijos, y el mismo estudio proporciona claras pruebas de la permanencia de los sentimientos de afecto y deber, lo que parece estar en contradicción con la idea de que las estructuras familiares se encuentran necesariamente minadas por el cambio social acelerado.

Es importante reconocer que la atención que se presta a los ancianos en las familias extensas no es una responsabilidad compartida equitativamente. En el debate sobre el carácter permanente de los cuidados familiares se suele ignorar el hecho de que esta responsabilidad recae desproporcionadamente sobre las mujeres más jóvenes de la familia, que ya tienen con sus maridos y sus hijos.

En lo interno de nuestro país han ocurrido cambios en la familia cubana, cambios universales lo constituyen por ejemplo, la crisis en que se encuentra la familia patriarcal tradicional, con indicadores emergentes de cambio, tales como: aumento del divorcio, matrimonios consensuales, nuevas tipologías de familia, como las mono parentales, de segundas nupcias, todo lo cual se debe al desarrollo económico y a los movimientos feministas, entre otras razones, y traen como consecuencia relaciones más democráticas en lo interno de la familia, pero a su vez ha producido una ausencia de referentes o modelos de familia; de cómo ser padre, madre, abuelo, hijo, en las circunstancias actuales.

Asumimos que la concepción histórico cultural de L.S. Vigostky, constituye en nuestros días la construcción más acabada e integradora de la explicación de la estructura, contenido y génesis de la psiquis humana, nos permite encontrar una mirada teórica y metodológica de la edad como etapa desarrolladora, identificando necesidades propias y formaciones psicológicas que lo pueden potenciar como individuo en la última etapa de la vida. Permite la identificación de estructuras nuevas, de la situación social del desarrollo, y del papel de los otros para esta edad.

La adultez constituye una auténtica etapa del desarrollo humano, se ubica alrededor de los 60 años, asociado al evento de la jubilación laboral, la adquisición más importante del desarrollo personológico y que caracteriza la jerarquía motivacional del anciano, es la aparición de la necesidad de trascender o llegar al otro. Esta estructura psicológica actúa como regulador del comportamiento del anciano en todas sus esferas de relación, y podría ser tan desarrolladora como cualquier otra característica adquirida en las edades anteriores. (Orosa, 2003).

Esto el anciano lo manifiesta en su comunicación cuando transmite experiencia, cuando da un consejo, cuando regaña, hasta cuando reclama lo que le pertenece y no le han dado la posibilidad de entregarlo. En general, lo manifiesta en su necesidad de tribuna social, en su necesidad de ser tenido en cuenta.

Se coincide con la Dr. Teresa Orosa, en cuanto a que enfrentar la muerte sabiendo que uno queda en los que nos rodean, en las cualidades del otro, en las habilidades cognitivas o afectivas del otro, a mi modo de ver constituye el motivo principal que dinamiza y regula el comportamiento del anciano. De igual forma, considera que si aún no estamos preparados para la vejez, menos aún lo estamos para la muerte.

Se identifican entonces, por formaciones psicológicas nuevas, la necesidad de trascender en el otro, así como la elaboración de duelos y la representación de muerte (aun cuando estas dos últimas se anteceden en el desarrollo y son reorientadas en la tercera edad). Considero que todas estas regularidades auténticas constituyen determinantes personológicas del desarrollo en la tercera edad.

De lo que se trata es que esas relaciones promuevan el alcance de aquellas formaciones psicológicas nuevas que identifica anteriormente, que la familia ayude a elaborar la necesidad de trascender, de elaborar los duelos y la muerte, hasta que el anciano sea capaz de elaborarlos por sí solo. Aún cuando el anciano evita establecer relaciones afectivas estrechas, intensifica sus vínculos con la familia cercana. Esta representa la fuente principal de ajuste socio-psicológico en el proceso de envejecimiento, debido a que es el medio que ofrece mayores posibilidades de apoyo y seguridad.

Con relación a la vejez como última etapa, habría que incluir los principales eventos que los autores han descrito para la misma, a saber: la viudez, la abuelita, el papel de los cuidadores del anciano y del anciano como cuidador, la jubilación, y la muerte. De los cambios más universales, el anciano de hoy se queja de su falta de autoridad, en el núcleo familiar dado por la independencia que van tomando los hijos, la dependencia económica del anciano hacia ellos, la imposibilidad muchas veces de realizar todas las actividades hogareñas que antes realizaba, entre otros factores. Uno de los cambios, desde la índole social, que ocurren en la vejez es la jubilación. Al hombre jubilado le es más difícil reencontrarse en el hogar, y en muchas ocasiones aparecen vivencias de soledad y de pérdida de lugar. La mujer jubilada continúa su rol doméstico que antes compartía con el laboral social y vivencia como un cambio transicional más natural, la pérdida de su estatus social y su estancia a tiempo completo en el hogar. La jubilación constituye entonces un evento vital a considerar por la familia.

A criterio de Teresa Orosa, el adulto mayor, a su vez, expresa los determinantes del desarrollo que han incidido en la relación familia-tercera edad. Estos, a su criterio, pueden agruparse en tres grandes determinantes a tener en cuenta: determinante sociocultural, familiar e individual, las cuales, desde una mirada de la psicología educativa, constituyen influencias a considerar para cualquier proyecto de orientación familiar. (Orosa, 2003).

La máxima expresión de las consideraciones negativas sobre el envejecimiento lo constituye el "viejismo", término que se refiere a un estereotipo negativo y sistemático, y a la discriminación de las personas por su edad. El viejismo es un término utilizado por Salvarezza para identificar los prejuicios sociales negativos acerca de la edad, y ha realizado numerosos trabajos para el contexto teórico y psicoterapéutico con la vejez en nuestro continente. El viejismo condiciona, entre otros aspectos, la negación de los recursos socio-sanitarios por la elevada edad, el deterioro de las relaciones intergeneracionales que provocan situaciones de abuso personal de los viejos y en el desinterés de los profesionales sanitarios por los síntomas de los ancianos. Como consecuencia de todo ello aparece el fenómeno de la iatrogenia social, que hace referencia a los efectos adversos que padecen las personas mayores por las incorrecciones de los cuidadores socio-sanitarios. (Muir, 1988, AMA 1990).

Otras repercusiones del envejecimiento de las poblaciones son los problemas que se originan por el aumento del grado de dependencia familiar, el cuidado de las situaciones de viudez, los fenómenos migratorios de los viejos que dan lugar a enclaves gerontológicos (ciudades con un alto índice de envejecimiento) y la aparición de familias multigeneracionales en las que los cuidadores de los" muy ancianos" son ancianos. La crisis del cuidado informal que está aconteciendo, producto del fenómeno conocido como pérdida del potencial de cuidados familiares, conduce a un incremento de la dependencia de la población anciana de los soportes sociales (Rodríguez, 2000).

Con relación a lo antes expuestos por Rodríguez, consider o que las características de la sociedad y la familia en Cuba no han potenciado un aumento sistemático de la dependencia social del anciano, no están creadas las condiciones económicas, ni estructurales para enclaves gerontológicos, de hecho acuden a las instituciones personas que no tienen otra opción. Se considera que el tema de la vivienda ha potenciado el incremento de las familias con tres generaciones.

Las características psicológicas del envejecimiento cambian de una generación a otra según las condicionantes ambientales. En cada generación el proceso de envejecimiento es heterogéneo y depende de los individuos, uno envejece según las condiciones en los que se ha desarrollado. Dentro de cada generación a partir de los 70 años, las diferencias psicológicas debidas al envejecimiento pueden hacerse más patentes respecto a los sujetos más jóvenes (Bimen y Wons, 1988, Vega, 1991, Buen Día y Riquelme, 1997).

Es importante tener en cuenta que la población cubana no posee suficiente cultura del envejecimiento, no solo por parte de las personas que están próximas a arribar a los 60 años, ni por los que ya se encuentran en la tercera edad, sino por el resto de la población, con énfasis en los jóvenes adultos de menor edad, además se incluyen muchas instituciones que tienen relación directa con la temática y que tampoco están bien preparados para el proceso del envejecimiento.

Algunos ancianos le tienen más miedo a la dependencia que a la muerte. Esto es un problema de orden social ya que consideramos a las personas mayores como improductivas, como cargas obsoletas o descartables como objetos.

A nivel internacional, en las diferentes publicaciones científicas y sociales, se aborda el tema del anciano institucionalizado, debido a que un gran por ciento de ellos vive solo. Considero, se le puede agregar que viven en condiciones de soledad, y ausentes de contactos familiares, separados o segregados de la sociedad.

No obstante, coincidimos con Teresa Orosa cuando señala que "la soledad no es un patrimonio de la vejez", ya que de esta vivencia puede ser portadora cualquier otra edad, más aun, puede aparecer en otras etapas del ciclo vital de una familia, o como resultado de diferentes eventos vitales o crisis circunstanciales de la vida. Depende además, de la red de apoyo social de que disponga el individuo. (Orosa, 2003)

Desde estos puntos de vista pudiera considerarse un error la segregación de los ancianos en instituciones y localidades creadas al efecto, pues no debe en modo alguno olvidarse que el principal esfuerzo debe ser dirigido al desarrollo y mantenimiento de servicios que posibiliten la asistencia eficaz al anciano, sin necesidad de que abandone su entorno social.

La violencia contra los ancianos es un fenómeno planetario producto de la crisis social, política, económica y cultural, que ha aumentado su gravedad en estos momentos por el envejecimiento demográfico actual que ocurre en todas las regiones del planeta. No obstante, lo legendario del tema, el abuso en los ancianos comenzó a ser motivo de publicaciones en los años 70, iniciándose, desde entonces, programas para ayudar a combatir este problema. Se describió por primera vez en 1975, en revistas científicas británicas y ese mismo año el Congreso de los EEUU lo trató como una cuestión social y política. Se trata de un fenómeno universal, aunque se describió por primera vez en países desarrollados como EEUU, Canadá, Australia, Noruega y Suecia a principios de los años 80. La edad anciana en el primer mundo tiene relación con la edad del retiro, sin embargo, en países subdesarrollados es cuando la persona no puede desarrollar las actividades que desarrolla normalmente.

Existen diferentes situaciones que pueden favorecer el maltrato, lo cual ha dado lugar a la creación, en 1995, de la Comisión Latinoamericana de la Asociación Internacional de Gerontología (COMLAT-IAG), que tiene como uno de sus objetivos es favorecer la comunicación e intercambio de la información entre los profesionales en relación al tema del abuso y maltrato en los ancianos.

En un estudio realizado en Perú por Bustamante donde se entrevistó y valoró a 200 ancianos de 65 años o más de edad de ambos sexos, se constató que casi todos los encuestados presentaron algún nivel de maltrato intrafamiliar en todas las dimensiones, bajo las cuales se estudió el fenómeno. Un tercio de ellos presentaron nivel alto de maltrato intrafamiliar. Los tipos de maltrato más frecuente fueron de tipo psicosocial y material financiero (Bustamante 1995).

En Cuba no se han realizado o publicado estudios nacionales que revelen la real incidencia y prevalencia de la violencia familiar, pero sí se tiene conocimiento de su presencia, con afectación de las personas más vulnerables dentro del ámbito familiar: niños, mujeres y ancianos. No obstante, hemos accedido a estudios regionales y locales, sobre todo el realizado por Belmonte en cinco provincias del país, con una muestra de 10462 ancianos, donde encontró maltrato en 4620, que se corresponde con el 44 % de los encuestados. El mayor por ciento se detectó en el municipio 10 de octubre de la provincia Ciudad Habana, 7584 casos que representan el 72 %. (Belmonte, 1995),

En 1996, la 43 Asamblea Mundial de la Salud adoptó la resolución WHA 4925 en la que se declara que la violencia es un problema creciente de la Salud Pública a nivel mundial, desarrollándose sobre todo en el hogar, centro de trabajo, instituciones médicas y sociales, además de valorarse otros tipos de violencia a mayor escala como el terrorismo y la guerra. En este propio año, la Asamblea Permanente para los Derechos Humanos consideró necesario que el grupo etáreo de las personas mayores fuese aprobado y reconocido como sujeto de Derecho tanto desde el esclarecimiento de su problema como de la denuncia de su discriminación. Fue así como se creó la Comisión de "Los Adultos Mayores y sus Derechos". En 1998, se crea a raíz de este acuerdo el Programa "Violencia, abuso y maltrato de la vejez" para la lucha contra este flagelo.

En la Asamblea se llegó a la conclusión que los "tercer mundistas" no podrían hacer frente al aumento de la población anciana, por esto es necesario tomar medidas para dar nuevos valores a las personas de la 3ra edad y ponerlas en contacto unas con otras para buscar nuevas soluciones. A nivel mundial fue creado en 1997, con estos fines, una red internacional para la prevención del maltrato a los adultos mayores (INPEA), con la información y la investigación sobre el tema se ha globalizado la preocupación.

Algunos estudios anglosajones, señalan que entre un 2,4 % y un 3,9 % de los ancianos son maltratados en el seno de la familia, variando la tipología en función del tiempo de estudio. Las evidencias de este tipo de maltrato han dado lugar a que la Asociación Médica Americana haya sugerido que todos los médicos que atiendan a pacientes de edad avanzada deben interrogar al anciano sobre la posibilidad de violencia familiar, incluso en ausencia de síntomas y signos atribuirles a abusos y/o negligencia. Esta sugerencia se justifica por la tendencia a pasar inadvertida la violencia en el seno familiar, debido a que los mismos ancianos la mantienen oculta quizás por temor a perder lo poco del afecto que tienen o quién sabe si por temor a la represalia, entre otros. Su prevalencia en España está estimada entre el 8 y el 33 % .Y entre los factores de riesgo para su aparición se encuentran características propias de el agresor, como drogadicción, alcoholismo, enfermedad mental y aislamiento social; en la víctima, como deterioro físico y mental, aislamiento social y ser mayor de 75 años, y las circunstancias, como una mala relación familiar previa, problemas económicos y déficit de recursos sociales de apoyo. (Ruiz y Álvarez, 2000).

Existen respuestas a escala nacional como lo establecido por el Comité Latinoamericano para la prevención del maltrato a los ancianos, que ha hecho una campaña intensa para llamar la atención sobre el problema en países latinoamericanos y caribeños y donde, por ejemplo, en Cuba se llevan a cabo reuniones entre profesionales y proyectos de investigación sobre el tema. En Cuba, la investigación de la tercera edad se encuentra dirigida por el Centro Iberoamericano de la Tercera edad (CITED), el cual radica en el Hospital General Calixto García, en Ciudad de la Habana. Este centro ha sido promotor de estudios, formación de recursos humanos, en fin, de la política más general de atención a los ancianos.

A pesar de que existe un interés creciente en el problema, la mayoría de los países no han adoptado una legislación específica sobre el maltrato de los ancianos. Por lo general los aspectos concretos relacionados con el maltrato están contemplados en el derecho penal o en leyes sobre los derechos civiles, de propiedad, la violencia familiar o la salud mental.

Actualmente se considera que los factores sociales son importantes como factores de riesgo en el maltrato a los ancianos, tanto en países desarrollados como en los subdesarrollados. En el pasado se hacía hincapié en los atributos individuales o interpersonales como posible factor causal de maltrato a las personas de edad, sin embargo hoy se reconoce a las normas culturales y a las tradiciones como prejuicios contra la vejez, el sexismo y la cultura de la violencia, y también desempeñan un papel subyacente importante por las concepciones de que las personas mayores son frágiles, débiles, dependientes y considerados, por ello, menos merecedores que otros grupos de la atención familiar e incluso de los fondos del Estado.

Ver envejecer a los seres queridos es triste y difícil, pero no lo es menos para nuestros mayores. La pérdida de independencia y la necesidad de ayuda pueden provocar en los ancianos cambios de humor y de comportamiento, que pueden dar lugar a situaciones embarazosas si no son bien manejadas. Enfadarse sin motivo, insultar e incluso llegar a la agresión con el cuidador son reacciones comunes derivadas del cambio de rol que están experimentando dentro de la familia. Entender los motivos que provocan estas actitudes y reconducirlas facilitará el trabajo con nuestros mayores.

Solo con una actitud positiva ante la vida se podrá realizar la misión de la tercera edad, que es llenar el vacío entre generaciones, enseñar la verdadera jerarquía de valores, transmitir las buenas costumbres, la cultura y la fe. Enriquecer al mundo y a la familia con las propias experiencias, con el consejo, con la serenidad y la paz que tanta falta hacen.

Notas

* Licenciado en Psicología. Dir Part. Calle 3ra No 2 entre Central y Morffi. Reparto Osvaldo Herrera. Santa Clara .Villa Clara. Teléf. 224914. Funcionario del Comité Municipal del Partido. Santa Clara.

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