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Número Aniversario (10 años!!) - Noviembre 2008

Reflexiones sobre la dimensión corporal en el adulto mayor

María Isabel D'Andrea, Gustavo Armando Carrasco
isabeldandrea@gmail.com / carrasco.gustavoarmando@gmail.com

Palabras introductorias

El envejecimiento es una problemática de índole mundial que tiene sus resonancias en lo particular del sujeto envejeciente. Cada cultura produce sus propios viejos, y cada uno de ellos lleva marcas singulares de los atravesamientos que tiene que realizar.

La Psicogerontología es un campo donde confluyen múltiples dimensiones para abordar esta problemática. Definimos a la psicogerontología como el estudio y abordaje del envejecimiento psíquico normal y patológico. Abarca la tarea preventiva, asistencial y de rehabilitación, desde una concepción compartida y articulada acerca de la normalidad y la patología en el envejecer psíquico de un sujeto.

Dentro de la Psicogerontología nos interesa esta vez reflexionar sobre la problemática del cuerpo y sus implicancias en la subjetividad de la persona que envejece.

Envejecimiento y vejez

Pensamos en que hay diferencias entre el envejecimiento y la vejez propiamente dicha. El envejecimiento es todo proceso normal que se lleva a cabo en los seres humanos caracterizado por el impacto del tiempo sobre lo subjetivo. En cambio el término vejez conlleva rasgos de dependencia y de discapacidad. Por lo tanto, el envejecimiento es un proceso y la vejez es un estado.

Desde lo biológico (y también desde lo social con ideologías como el "viejismo") se producen deterioros. ¿Qué es lo que puede o no deteriorarse? La esfera psicológica, que sin duda va a incidir en los otros aspectos.

Es importante valorar que de la actitud con que el sujeto lleve adelante su proceso de envejecimiento, dependerá muchas veces mayor o menor grado de discapacidad.

El cuerpo envejece, esa es una realidad inexorable. La Medicina nos enseña que la mayoría de las funciones alcanzan su máximo desarrollo por debajo de los 30 años, luego de lo cual empiezan a declinar gradualmente. Claro que gran parte del deterioro más rápido en algunos casos se debe al estilo de vida, las costumbres, la dieta, el entorno; en fin, todas cosas que se pueden modificar en el curso de una vida.

Tensiones de la vida cotidiana

En la vejez se producen tensiones que uno puede ver en todos los ámbitos del sujeto. Nos interesa aquí compartir reflexiones en este caso cómo dichas tensiones afectan a lo corporal. Para ello compartiremos un recorte de situaciones que observamos en nuestra vida cotidiana.

"Situación: ómnibus urbano (7:30 a.m., transporte lleno de estudiantes y de personas que van a trabajar). Siempre tenemos ocasión de observar a los adultos mayores, pero queremos resaltar dos situaciones acontecidas en la semana:

a) Adulto mayor hombre (más de 80 años), sube al colectivo lentamente teniendo en cuenta la velocidad del mismo. Un chico en edad escolar le da el asiento. El viejo lo rechaza y le cede a una señora con un bebé que subió junto con él en la parada. El abuelo se queda parado sostenido por el respaldo del asiento, sin tambalear, descendiendo en su lugar de destino.

b) Mujer adulta mayor que aparenta más o menos 80 años. Sube sostenida por una nena que parece ser su nieta. El aspecto es encorvado y de andar lento, da la impresión de necesitar siempre un apoyo. Cuando logra subir lentamente los tres escalones se dirige raudamente al primero de los asientos (donde dice reservado para discapacitados, embarazadas y personas de edad avanzada). La persona que lo ocupa se ve obligada a salir rápidamente del lugar. La vieja se sienta lentamente y la nieta se coloca a su lado. Bajan en el centro, descendiendo por adelante lentamente."

Lo primero que llama la atención es que personas aparentemente de la misma edad (aunque nos atreveríamos a afirmar que la mujer es un poco más joven) tengan actitudes corporales tan disímiles.

Como aprendimos, hay deterioro biológico que es inherente al proceso de envejecimiento. Evidentemente la "dificultad" en subir y bajar es tal porque se la compara con edades más jóvenes. Contrasta mucho con los niños que rápidamente suben al colectivo, al lado de estos adultos mayores cuyo ritmo es más lento.

En los dos casos se ve como el adulto mayor reacciona también frente a las tensiones que le produce la mirada social. El abuelo del ejemplo resiste a esa visión de que ya está viejo, pero a la vez es conciente de que aún puede sostenerse en pie. Distinto es el caso de la abuela, donde con sus ademanes corporales refuerza el lugar desvalorizado de "vieja". No espera a que el otro amablemente le ceda el asiento o que su nieta le ofrezca el brazo. Por el contrario, avanza impetuosamente sobre el cuerpo del otro. Esto provoca que la gente reaccione desfavorablemente, sancionándola con las miradas.

Tensiones en el envejecer

Como bien señala Mónica Groisman, hay distintos niveles de tensiones en el envejecer. El primer nivel (que es el que nos interesa) lo podemos pensar en relación el cuerpo y la imagen que el adulto mayor tiene de él. Aquí aparecen las molestias, los achaques, la sensación del "no puedo más"; que se expresa en actitudes que son sancionadas bruscamente por las demás personas. El cuerpo del adulto mayor se va encorvando y va disminuyendo muchas veces. Es notorio cómo observamos distintamente posturas erguidas y otras más replegadas. Y esto no tiene que ver con la edad biológica, sino con como cada uno se posiciones frente a estas tensiones.

También vemos en nuestra consulta el impacto en lo corporal del adulto mayor de alguna noticia como separación de los hijos, muerte del cónyuge, etc. A estos cambios que también producen otro nivel de tensiones, se acompañan actitudes corporales que van haciendo del adulto mayor cada vez más dependiente de los otros en poco tiempo. El reloj de la Biología se acelera vertiginosamente, precipitando al sujeto en una actitud de desesperación.

Por último, lo social mismo produce tensiones en el envejecer y por ende en el cuerpo. A los Adultos mayores por lo general no les convence ningún término: ni viejos, ni abuelos, tercera edad, etc. Vemos como en algunos casos el cuerpo reacciona sobreexigiéndose a rendimientos de edades anteriores. Aparecen las cirugías plásticas, los implantes, etc. Todo ello con el fin de retrasar el tiempo biológico que inexorablemente llega por más que lo "maquillemos" para disimularlo.

¿Finalizando? el recorrido

¿Cómo trabajar la dimensión corporal entonces desde la mirada psicogerontológica? Sin duda, no sectorizando las distintas problemáticas. Supone que cada profesional debe tener una visión integral sobre este adulto mayor que está consultando. Implica poder leer en el cuerpo, más allá de marcadores biológicos, qué es lo que el sujeto está diciendo con él.

A la dimensión corporal hay que hacerla hablar, trabajarla. Proponer abordajes en los cuales podamos mirar al sujeto como un todo.

Apostamos a la interdisciplina respetando la especificidad interdisciplinaria, y creemos que cuanto más trabajemos en ella podemos mejorar la calidad de vida de nuestros Adultos Mayores.

Por ello es que más que finalizar, queremos realizar una jugada de apertura para que más profesionales se interesen por este tema, y se cuestionen por situaciones que no son lejanas, sino que nos ocurren u ocurrirán a cada uno de nosotros.

El envejecimiento es un proceso a construir, y en base a como lo vayamos haciendo cada uno de nosotros redundará en beneficios para la población con la cual trabajamos.

Notas

1 Lic. En Psicología. Profesora Titular Psicología Evolutiva III Adulto y Vejez. Universidad de la Cuenca del Plata. (Corrientes); isabeldandrea@gmail.com. Especializando en Psicogerontología. Universidad Maimónides.

2 Médico. Ayudante adscripto cátedras Psiquiatría y Neurología. Universidad Nacional del Nordeste. (Corrientes); carrasco.gustavoarmando@gmail.com

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

GROISMAN, MÓNICA. "Las representaciones del cuerpo viejo". Revista Kiné. Año 2 Año 8. Agosto-Setiembre 1993. Pág. 7.En http://www.revistakine.com.ar/

ZAREBSKY, GRACIELA. ¨ Psicogerontología ¨, en: Hacia un Buen Envejecer. Bs. As. Ed. Univ. Maimónides, 2005.

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