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Número 18 - Abril 2006

Promoviendo un buen envejecer en las mujeres

Susana Mallol - Alicia Ferreira
mallol@merci.com.ar - aferreira@intramed.net

"Cuando las mujeres se reúnen se crea un nuevo espacio.
Cuando las mujeres comparten sus historias, se abren las
puertas de sus vidas, que estaban cerradas y secretas.
Cuando una mujer le dice a otra: ¿Qué podemos
cambiar? ¿Cómo lo haremos?, una nueva esperanza y
fuerza, nacen de esa experiencia"

Isis Internacional

Introducción

El objetivo de esta comunicación es relatar nuestra experiencia con grupos de mujeres mayores y las conclusiones a las que arribamos.

Si consideramos el envejecimiento progresivo de la población mundial y la mayor esperanza de vida de las mujeres, (ya que más de la mitad de las personas de entre 60 y 69 años, y el 65% de las personas de 80 y más son mujeres), repararemos en que cada vez habrá una porción más importante de la población femenina en tránsito hacia la vejez, acreedora a una calidad de vida digna en esta etapa.

Nos planteamos entonces, la necesidad de trabajar con este sector de la población tan poco tenido en cuenta ac tualmente por los gobiernos, por la ciudadanía en general, e inclusive por las propias mujeres.

Envejecer es un proceso complejo, quizás mucho más en nuestros días, por los cambios socioeconómicos tan significativos que han ocurrido y siguen ocurriendo.

Para nuestra sociedad, transitar la vejez es la antesala de la muerte, y ya se sabe: supuestamente morir siempre es malo y sería mejor la vida sin la muerte.

Para nuestra sociedad el paso del tiempo es una maldición, abonado por el deterioro físico y psíquico, real en parte, pero no olvidemos la desconsideración social que lo acompaña y que contribuye a que se considere a la vejez, es decir a los viejos y viejas como deteriorados e inútiles.

En las mujeres de edad avanzada es frecuente la soledad, por viudez, separación u otras causas.

Son circunstancias agravantes de la ancianidad: la pobreza, la pertenencia al género femenino, la historia personal y el hecho de tener o no, una jubilación o pensión que permitan llevar una vida digna.

Algunas cifras

Según la OMS, en los últimos 50 años la esperanza media de vida al nacer aumentó en el mundo en casi 20 años. Entre 1950 y 2002 pasó de 46,5 años a 65,2 años. Entre nosotros, la esperanza de vida para las mujeres es en la actualidad de 78 años (OMS, 2002)

En América Latina y el Caribe, la población de más de 60 años se triplicará entre los años 2000 y 2050 (CEPAL, 2003). Este envejecimiento se dará en un contexto caracterizado por una alta incidencia de la pobreza, una persistente y aguda inequidad social, un escaso desarrollo institucional, una baja cobertura de la seguridad social y una probable tendencia hacia la disminución del apoyo familiar, producto de la baja fecundidad. Para 2050, 1 de cada 4 latinoamericanos será un adulto mayor.

Argentina es uno de los países de mayor envejecimiento de la población. Para 2030, el 31% de la población en nuestro país tendrá más de de 60 años.

Se sabe que, en promedio, las mujeres viven más que los hombres. Más de la mitad de las personas de 60 a 69 años son mujeres y constituyen el 65% de las personas de 80 y más. (Naciones Unidas, 1999) A este fenómeno se lo ha llamado "feminización de la vejez".

Frente a la contundencia de estas cifras se torna imperiosa la necesidad de ocuparse y generar espacios y políticas, con y para este sector de la población tan poco tenido en cuenta hasta ahora.

Otros aspectos

Hay un significativo mercado que intenta -y logra- atraer a las mujeres que disponen de recursos económicos, con la oferta de productos de belleza, cirugías estéticas, actividades corporales. También la medicina se suma a estos ofrecimientos con tratamientos de reemplazo hormonal, con indicaciones para la osteoporosis, las enfermedades cardiovasculares, los sofocos y la conservación de la piel. No parece, sin embargo, haber mucho interés en los aspectos que tienen que ver con la satisfacción vital y la calidad de vida.

Cuando se quiere investigar sobre el envejecimiento femenino desde el punto de vista psicosocial, se encuentra poca literatura científica. Tampoco hay políticas públicas destinadas a responder a las necesidades de las mujeres que envejecen. Aún desde el feminismo, la mayor parte de las investigaciones se refieren a las mujeres en edad reproductiva, invisibilizando cuáles son los requerimientos más allá de esta etapa.

El envejecimiento aparece formalmente como tema de la agenda gubernamental de los países latinoamericanos recién en la década de 1990.

En definitiva, las mujeres mayores de 50 constituyen uno de los grupos de población más ignorados por la sociedad en su conjunto, no son tenidas en cuenta en las políticas públicas y son también uno de los conglomerados más discriminados, por ser mujeres y por ser viejas; y si pertenecen a sectores de bajos recursos se agrega una discriminación más: la de ser pobres.

Creemos que es necesario visibilizar el tema e intentar instalarlo desde una mirada integral. Es preciso entonces analizar qué les pasa a las mujeres, dejando de lado estereotipos, mitos y prejuicios, y es imprescindible incluir la perspectiva de la teoría de las relaciones de género en los estudios e investigaciones que se lleven a cabo.

Uno de los mitos más frecuentes es considerar el envejecimiento inevitablemente ligado a la enfermedad. Otros mitos, solo para nombrar algunos son: la ausencia de sexualidad; considerar a los viejos como niños; la fealdad asociada a la vejez.

Las mujeres mayores pueden mejorar las condiciones del proceso de envejecimiento para sí mismas y también para los demás. Estos esfuerzos contribuyen a la solidaridad entre las generaciones y las mujeres que se encuentran en esta etapa pueden desempeñar el importante papel de transmisoras de modelos diferentes de envejecer.

Juntas podemos configurar una nueva alternativa de vida.

Nuestra experiencia

Nuestro proyecto tuvo como objetivo trabajar el tema del envejecimiento y los malestares que aquejan a las mujeres después de los 50 años.

A partir de 2003 trabajamos con grupos de mujeres de más de 50 años. Con ellas analizamos lo que les ocurre en esta etapa de la vida, buscando modalidades de prevención y de mejoramiento del entorno. Intentamos poner en evidencia situaciones que tienen que ver con el paso de los años en relación con la salud, el bienestar y el entorno social, y reflexionar acerca de cómo ajustar los deseos a las posibilidades.

Trabajamos desde la perspectiva de las relaciones de género, que es para nosotras la mejor manera de lograrlo, ya que ésta es una variable determinante de gran parte de las condiciones de vida.

Realizamos 3 cursos. El primero fue con mujeres de sectores de bajos recursos de la localidad de Ricardo Rojas, en el partido de Tigre. Para este curso logramos un convenio informal con la Municipalidad, que fue quien hizo la convocatoria. Los otros dos fueron con mujeres de sectores medios, uno en la biblioteca popular "Diego Pombo" de la localidad de San Andrés, partido de San Martín y el segundo en la ciudad de Rosario, convocado por el Instituto de Género, Derecho y Desarrollo (INSGENAR).

El objetivo general de nuestro trabajo fue:

Lograr, desde el trabajo con las mujeres, una visión feminista sobre el envejecimiento femenino, a fin de contribuir a mejorar nuestras condiciones de vida en esta etapa e impulsar políticas públicas que respondan a las necesidades y demandas de este sector de la población.

Los objetivos específicos fueron:

Acompañar a las mujeres en su proceso de envejecimiento para que sigan llevando una vida activa, crecer juntas, aumentar la confianza en sí mismas y la creatividad, revalorizar su capacidad personal, disminuir las inhibiciones y disfrutar de la vida.

Nuestro objetivo a más largo plazo es promover la formación de una Red de Mujeres Mayores, con mujeres provenientes de distintas partes del país, que se puedan reunir periódicamente, compartan información, armen grupos en sus localidades, produzcan trabajos y comiencen a darle visibilidad al tema.

Metodología: Las reuniones se desarrollaron con la modalidad de talleres, en los que aplicamos diferentes técnicas para permitir la expresividad y la integración de sus participantes y ensamblar contenido y forma.

En cada reunión se entregó material bibliográfico para complementar la actividad de los talleres. Todos los cursos fueron gratuitos o de muy bajo costo para las mujeres. En los 2 primeros grupos realizamos 12 talleres, con una reunión semanal. En el último fueron 8 talleres agrupados en dos fines de semana, con un intervalo de 3 semanas, viernes y sábado, dos talleres por día.

Los temas abordados fueron la vejez en su recorrido histórico y como proceso, calidad de vida, salud, menopausia, sexualidad, depresión, los duelos y otras pérdidas, el rol de cuidadoras de otros/as, aspectos de la vida cotidiana, la autovaloración, la exclusión social, la creatividad y la necesidad de proyecto propio.

La participación de las mujeres fue entusiasta en todos los grupos. Al finalizar evaluaron que la actividad les sirvió para soltarse, adquirir conocimientos, aprender nuevas formas de elaborar los sentimientos, compartir experiencias, resolver conflictos, proyectar nuevas actividades, desarrollar sus capacidades.

Caracterización de las mujeres participantes

La edad promedio de las mujeres en Ricardo Rojas, Tigre, fue mayor que en los demás grupos, probablemente por haber sido incorporadas a partir de un centro de jubilados. La edad fue entre 49 y 79 años. Una sola participante fue menor de 50 años, 9 tenían 70 ó más años.

El nivel educativo fue bajo. Sólo 2 habían cursado el secundario completo y 11 de ellas tenían primaria incompleta (entre 3º y 6º grado).

Tres de las participantes provenían de países limítrofes y la mayoría del interior del país. Muchas acarreaban experiencias muy duras de infancia y juventud (violaciones, abusos, pobreza, desarraigo).

La mayoría eran viudas y algunas separadas. Salvo 2, todas tenían hijos, nietos y algunas inclusive bisnietos. La mayor parte de las mujeres de este grupo eran amas de casa, algunas jubiladas o pensionadas, 4 estaban trabajando. Varias hacían trabajo voluntario cuidando enfermos o acompañando ancianos.

El trabajo grupal fue inicialmente más difícil que con los otros grupos. O bien no entendían las consignas, o pensaban que las conclusiones no debían ser las del grupo sino las de cada una. Se necesitaron 2 ó 3 reuniones para que pudieran incorporar la dinámica de trabajo.

Este grupo se ajustaba más al estereotipo de mujer tradicional y tardó más en expresar disconformidades. Durante el transcurso del trabajo aparecieron pocos malestares o cuestionamientos a los roles de género o a la división sexual del trabajo. No obstante, la participación fue entusiasta. Muchas escribieron la historia de su vida, tal como les habíamos solicitado, con el esfuerzo que eso significa por tener que recordar situaciones muy traumáticas y además escribir, para mujeres que tienen muy poco ejercicio de la lecto-escritura. Algunas en el curso del trabajo pudieron hablar por primera vez de problemas que habían tenido en su infancia o adolescencia (abuso, violaciones), experiencias que nunca habían podido poner en palabras. Otras, merced a lo reflexionado en el grupo pudieron contactarse con familiares de los que se habían alejado mucho tiempo atrás.

En ciertos casos, les angustiaba el futuro, quién se iba a hacer cargo de ellas, quién las iba a cuidar cuando lo necesitaran. La mayor parte seguían ejerciendo su rol de cuidadoras, con sus hijos y nietos y con familiares enfermos o discapacitados.

Al finalizar el curso, una parte de las mujeres logró conformar un grupo que se reúne todas las semanas y al que se han incorporado otras, algunas más jóvenes. Son alrededor de 20 mujeres, que se reúnen para aprender tejido. Nosotras las visitamos una vez al mes y de a poco hemos logrado que fueran incorporando algunas lecturas y reflexiones, de modo que el grupo original se ha ido enriqueciendo, Surgió también la idea, por ahora embrionaria, de armar algún emprendimiento productivo sobre la base de los tejidos y para el día del aniversario de Ricardo Rojas, expusieron sus labores en la feria artesanal que hubo en la plaza. En una de las reuniones aparecieron relatos de violencia familiar sufridos por las participantes, sus hijas o sus nietas, como consecuencia de lo cual organizamos un taller sobre el tema con una psicóloga especializada. El interés que demostraron nos pareció un avance importante para este grupo, si bien no volvieron a solicitar nuevas actividades sobre la temática.

El segundo grupo, convocado desde la biblioteca popular Diego Pombo, en San Andrés, fue el más numeroso. Estas mujeres fueron en promedio más jóvenes y con mayor nivel educativo.

La edad fue entre 46 y 72 años, con muchas menores de 50 y muy pocas mayores de 60. En cuanto a la ocupación, 16 eran amas de casa exclusivas, el resto trabajaban o estudiaban y 2 estaban jubiladas. La mayoría tenía el secundario o algún estudio terciario completo. Para muchas mujeres se trató de su primera experiencia grupal, la que les resultó todo un descubrimiento.

En este grupo se evidenció, desde la primera reunión, la necesidad de las mujeres de un espacio propio y de compartir vivencias y problemas. Cuando se reunieron por primera vez en grupos estaban sumamente entusiasmadas y parecían dispuestas a contarse toda su vida, de modo que fue difícil acotar el trabajo de presentación y seguir adelante. Posiblemente debido al promedio de edad de las participantes, se observó bastante angustia por todos los cambios de la menopausia. Evidenciaron también angustia por la soledad y temor al futuro. Había asimismo deseos de nuevos emprendimientos, pero muchas se frenaban por temor al ridículo debido a su edad. Se observaron también algunos cuestionamientos y disconformidades con los roles de género, en lo relativo al trabajo doméstico y a la sexualidad. El grupo participó apasionadamente. No faltaban a las reuniones, leían y comentaban la bibliografía y en algunos casos también trajeron materiales adicionales. Muchas habían tenido también vidas difíciles, pero más en relación con problemas emocionales o familiares que con la pobreza y las migraciones. Ninguna manifestó, como en el otro grupo, no haber podido concretar deseos de estudiar debido a dificultades económicas, si bien unas cuantas habían tenido que afrontar separaciones o viudez y convertirse en jefas de hogar.

Contrariamente a lo que suponíamos, este grupo tuvo bastantes dificultades para poder formular y llevar a cabo un proyecto al finalizar el curso. Si bien se mostraron muy entusiasmadas durante el mismo, demostraron haberse dado cuenta de muchas cosas y haber podido realizar algunos cambios personales, a la hora de comprometerse con un proyecto grupal, no pudieron hacerlo.

El tercer grupo, el de Rosario, fue el de mayor nivel. Las participantes iniciales fueron 26, entre 52 y 70 años, la mayoría con estudios secundarios completos. Cuatro eran universitarias y 5 jubiladas. Muchas tenían experiencia de trabajo grupal y en ONGs. Su participación fue excelente, incorporando ideas y transmitiendo experiencias de vida, lo que les ayudó a profundizar. Al trabajar temas como el de las mujeres cuidadoras de los otros hubo mucha movilización y emoción. Ellas fueron las primeras sorprendidas de las vivencias que pudieron relatar.

Dentro de sus preocupaciones estaba la calidad de vida cuando fueran viejas, la seguridad económica, los cambios físicos, el deterioro de la memoria, el temor a la discriminación por la edad.

La mayoría eran mujeres muy activas, con una buena autoestima y que sabían bastante sobre los temas que trabajamos. Manifestaron mucho interés por los últimos conocimientos sobre las características de las enfermedades cardiovasculares en las mujeres, como temas que desconocían. Al finalizar el curso sugirieron que sería útil trabajar estos contenidos con sectores de menores recursos. Nosotras acordamos con esto y quedamos en organizarlo en conjunto para actividades futuras.

Fue nuestra primera experiencia en forma discontinua y comprobamos que no es un método muy conveniente para trabajar, pero fue la única posible en esa circunstancia. Una parte del grupo no concurrió al segundo encuentro. La experiencia de dos talleres por día resultó agotadora para las mujeres y para nosotras.

Pensamos que habría que trabajar de otra manera, tal vez la idea sería hacer un primer taller de apertura, desarrollar sólo un tema en profundidad, las propuestas para otra jornada y las conclusiones.

A partir de la experiencia con los 2 primeros grupos editamos una cartilla metodológica, ("Según pasan los años") con información básica y técnicas de trabajo, a fin de que pueda ser utilizada por otras facilitadoras para replicar la actividad con nuevos grupos. Al finalizar el trabajo fomentamos la continuación de la tarea en grupos autogestivos.

A modo de conclusión.

Con el trabajo de los talleres buscamos dar una voz a mujeres que no son escuchadas por la sociedad y muchas veces ni siquiera al interior de sus hogares.

Nuestra experiencia puso en evidencia:

Sería necesario un trabajo más prolongado, con la posibilidad de profundizar en cada uno de los temas, para .poder realizar cambios internos. Comprobamos que tres meses de trabajo no alcanzan para que las mujeres logren transformaciones más profundas y duraderas.

Uno de nuestros objetivos era analizar la significación de esta etapa de la vida según los diferentes estratos sociales. Lo que podemos señalar es que para las mujeres pobres todo es más difícil, debido a sus experiencias de vida y a su menor capital cultural. No se preocupan tanto por los deterioros que van apareciendo en su aspecto físico, porque nunca han tenido la posibilidad de apropiarse de su cuerpo y de cuidarlo. El cuerpo es más bien una máquina que debe funcionar bien para poder cumplir con todas las obligaciones.

Las preocupaciones son muy distintas que las de las clases medias y se reflejan en las historias de vida de algunas de las participantes de nuestros talleres. Son historias duras, de vidas difíciles, de privaciones económicas y afectivas, de desarraigo, abuso sexual, desconocimiento de sus derechos, falta de oportunidades.

A diferencia de muchas de las mujeres de sectores medios, no tienen tampoco posibilidad interna de cuestionar su lugar en la familia. "Las cosas han sido siempre así", dicen, y su subjetividad está así conformada, así como también es difícil que puedan pensar en proyectos propios a esta altura de sus vidas, cuando históricamente han tenido tan pocas oportunidades de conectarse con sus deseos.

Otro factor para analizar en mayor profundidad es la abuelidad. Si bien es cierto que las relaciones de las abuelas con sus nietos y nietas pueden ser muy gratificantes para ambas partes, cuando ésta implica cuidar de niños pequeños a tiempo completo y en condiciones de pobreza es un elemento de desgaste, que demanda un gran esfuerzo y aumenta sus tensiones más allá de lo que sus fuerzas les permiten. Las tareas y responsabilidades que sobrepasan las fuerzas de personas de edad avanzada dejan de ser una fuente de satisfacción y se convierten en pesadas cargas. En nuestro caso lo vimos en el taller sobre las mujeres como cuidadoras de otros/as. Deconstruir esta función, considerada exclusiva de mujeres, así como la de las tareas de la casa, resulta sumamente complejo por su naturalización, especialmente en el sector de mujeres de 80 ó más años.

Insistimos que un proyecto propio, que provoque entusiasmo y dé significado a la vida, es fundamental para seguir adelante con fuerza y optimismo. Muchas mujeres, sin embargo, más allá de su clase social, no pueden formularlo, porque tampoco lo han tenido cuando jóvenes. Para tantas de ellas su proyecto ha sido su casa y sus hijos, que les es difícil, si no imposible, considerar, ya sin hijos que cuidar, el tiempo que tienen por delante, como tiempo no para lamentar ausencias, sino para retomar deseos y vocaciones postergados.

Evaluamos que a pesar de los obstáculos la tarea realizada fue muy significativa. Si bien muchas de las participantes llevaban vidas muy activas, a muchas otras el grupo las sacó de la soledad de sus casas. Todas pudieron hacer nuevos vínculos, aprender a cuidar mejor su salud y a disfrutar más de la vida. En suma, a mejorar su calidad de vida. Lo importante fue que ellas, al reunirse habían comenzado algo nuevo, concreto y posible, con esperanzas.

Al evaluar el curso, una de las cosas que ellas expresaron es que ya no eran las mismas del primer día. Habían podido compartir las historias de vida, las rememoraciones, los dolores, las luchas, y también sus alegrías y búsquedas. Habían abierto los ojos sobre situaciones de inequidad y discriminación que tenían naturalizadas y algunas estaban en la búsqueda de nuevos caminos.

Nos queda como interrogante si es válido intentar introducir cambios y nuevos deseos en mujeres ya de edad que se manifiestan aparentemente satisfechas con su vida actual.

Nuestra impresión es que siempre es legítimo inducir cambios que se darán en la medida de las posibilidades de cada una. Es una etapa de la vida donde se acrecientan las debilidades individuales y grupales y por lo tanto este tipo de ejercicio es un paso necesario para sentirse mejor.

A partir de nuestra experiencia con los grupos podemos decir que las mujeres mayores pueden mejorar las condiciones de su proceso de envejecimiento para seguir llevando una vida activa y también ayudar a otras a lograrlo. No hay aún modelos de un buen envejecer, ya que hasta hace pocos años era infrecuente hallar, como actualmente, a mujeres de 80 años o más, activas y con buena salud.

Estos esfuerzos contribuyen a la solidaridad entre las generaciones y a configurar una nueva alternativa ante el envejecer. Quizás estas mujeres podrán, con el tiempo, transmitir a sus nietas y nietos nuevos modelos de vivir y de envejecer.

Aspiramos a seguir en esta tarea con el objetivo de formar una Red de Mujeres Mayores que instrumente las necesidades de esta etapa en la búsqueda de nuevos logros a través de la actividad colectiva y la demanda de políticas públicas al Estado.

Queremos terminar diciendo que la marginación de los viejos en una época en la que el curso histórico es cada vez mas acelerado resulta un dato imposible de ignorar, y en ese contexto ser vieja, pobre y mujer es una tríada que contribuye enormemente a la vulnerabilidad.

Agradecimientos: Agradecemos la colaboración de la Lic. Silvia Werthein en la corrección de este trabajo

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